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comercio. Aquella fiebre del oro sentó los cimientos de un estado que debe casi
El verde paisaje de Minas Gerais (minas generales) está punteado por enormes
depósitos para depositar los residuos que genera. El colapso de una de esas balsas
en Brumadinho mató hace cien días este domingo a 235 personas. Otras 35 —
derivado en algunos cambios, pero el temor a que se repita está muy presente.
La señora Maria Lourdes Anunciação, de 64 años, vive con miedo hasta el tuétano
en una vivienda de ladrillo descubierto muy cerca de una balsa cuatro veces
mayor que la que reventó en enero. No es la única. Nada menos que 23 depósitos
de desechos rodean Congonhas, una ciudad turística de 50.000 vecinos. Solo una
colina separa a los Anunciação de la más cercana. Cuentan que tras el desastre
han hecho ningún simulacro. Solo la sirena, que sonó una vez. Eran casi las
nueve de la mañana y casi nadie lo oyó. Sonó muy bajo”, recuerda. Las víctimas
de Brumadinho tampoco la oyeron porque no sonó. “La gente tiene más miedo de
las balsas ahora, pero al desempleo también”, apunta su hija Tatiane. Ellas, como
Las minas son la gran fuente de empleo local. Y un potente motor de la economía
que estudia hace décadas estas represas de desechos mineros. Insiste en que los
académicos saben hace mucho que, a medida que la tierra es menos rica en
minerales, aumentan los residuos. Moraes está convencido de que, sin cambios
dice ante el desafío de gestionar cada vez más desechos. Soluciones existen,
viables, asegura. Los residuos se podrían convertir en cemento. Pero, según él,
Vale no ha mostrado el más mínimo interés. “No dialoga con la academia, ni con la
profesor.