Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El matrimonio y la familia
Tanto los aspectos positivos como los negativos son signos de que la familia
experimenta cambios en la forma concreta de realizarse a través de la historia. En
este sentido, será conveniente no poner excesivo énfasis en el término “crisis”,
pues significa que algunos elementos son sustituidos por otros. Y es lógico que la
familia se adapte a las sensibilidades de cada época.
El riesgo está en que se intente sustituir los elementos que por naturaleza le
pertenecen, introduciendo otros que la destruyen. Por ello, es decisivo que esos
cambios afecten sólo a componentes culturales o convencionales de la familia.
Con este fin conviene estudiar los hechos que motivan la crisis para discerir los
cambios que son útiles de los que han de ser rechazados.
El “discernimiento” que es preciso hacer en torno a los factores que motivan la
crisis actual de la familia se puede articular conforme a este triple criterio:
-Los cambios normales que aportan nuevos modos de relacionarse los miembros
de la familia pueden enriquecer la vida familiar. Tales pueden ser las relaciones
entre los esposos en sistema de mayor igualdad, lejos de los modelos de
matriarcado o patriarcado de otras épocas. También las relaciones confiadas entre
padres e hijos, más sinceras que en otros tiempos, en los que el tipo de trato
podía marcar un cierto alejamiento.
-Las transformaciones en el modo de llegar a formar la familia, pero que respeten
las relaciones esenciales esposo-esposa, padres-hijos, pueden ser acogidas. Es el
caso, por ejemplo, del modo concreto de acceder al matrimonio los esposos, con
independencia de la tutela de los padres respectivos o los sistemas de la
organización en el ámbito familiar, más elástica si se compara con el rigor de otras
épocas.
-Los cambios que afectan a la unión estable de la institución matrimonial o que
lleven un cambio sustantivo en la relación esposo-esposa, bien porque no se
reconozcan los derechos respectivos, o porque se propone un modelo de familia
no originada en el matrimonio monogámico e indisoluble. Es claro que estos
cambios deben ser rechazados, pues no respetan los elementos esenciales de la
institución familiar.
En este último caso -que integra las ambigüedades y errores que condena el texto
de Juan Pablo II antes citado-, es evidente que no se trata de una verdadera
reforma de la familia, sino de una adulteración de la misma, tanto porque no
respeta la institución natural, como porque no responde al tipo de familia descrito
en la revelación.