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ASOCIACIÓN PSICOANALÍTICA DE BUENOS AIRES

ATENEOS DE SECRETARIA CIENTIFICA

PARA UNA EPISTEMOLOGÍA DEL PSICOANÁLISIS DE NIÑOS

Dr. Raúl E. Levín

Elcorpus de la teoría psicoanalítica


En un trabajo anterior, titulado “Hacia un psicoanálisis de lo indecible,”1 me ocupaba, entre
otros temas, de las inconsistencias derivadas de tomar como conjunto posiciones
psicoanalíticas de distintos autores, si eran consideradas unas en relación a las otras.
También aludía a que ésta podía ser también una observación válida si se aplicaba a la
evolución de una concepción teórica a lo largo de la obra de un mismo autor.
El corpus psicoanalítico como totalidad, está constituido por distintos puntos de
vista, a veces incompatibles entre sí, dando lugar a brechas, cesuras, fricciones,
fisuras entre enunciados, a veces compartidos (pero a la vez soportados) por la
comunidad psicoanalítica. En ciertas ocasiones pueden ser conceptualizaciones de
diferente nivel, y por lo tanto no solamente sino fundamentalmente sin elementos
de índole común que admitan sean comparadas. Para añadir más complejidad al
tema, pueden, a pesar de sus divergencias, sustentarse en una jerga semejante.
Por resultarnos próximo a la experiencia de intercambio institucional cotidiano entre
nosotros, podemos en ese sentido tomar como paradigma la incompatibilidad entre
posiciones teóricas de Freud y M. Klein. Empecemos por decir al respecto que
ambas teorías parten de recopilación de datos de diferente estatuto heurístico, y
ese sería un argumento que podría dar cuenta de porqué ambos autores arriban a
conclusiones teóricas de diferente nivel. Conclusiones valiosas, de jerarquía
conceptual, pero inhábiles para ser comparadas entre sí

1
Levín, R.E.: “Hacia un psicoanálisis de lo indecible”. Revista Psicoanálisis APdeBA. Vol. XXVI. Nº 2.
2004. Págs.337-350.
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Freud inicia la indagación de lo inconciente a partir de efectos de lenguaje,


provenientes de lo enunciado por los pacientes en la sesión psicoanalítica. El
discurrir narrativo del paciente construye y orienta permanentemente la teoría. De
la asociación libre, de la que surgen las formaciones del inconciente, el analista
extraerá y pondrá a la vista lo reprimido.
En la concepción freudiana los pacientes hablan, discurren sobre sus vidas,
asocian, imaginan. Sustentan su relato en expresiones que validamos como las más
jerarquizadas para nuestra escucha: sueños, conflictos, padecimientos. El síntoma
está contenido en el lenguaje, y de ahí se desentrañan las formaciones del
inconciente. Hacia esa operación se dirige el psicoanálisis; es su marca distintiva.
¿Qué ocurre ante el niño, que no se enuncia a sí mismo con la palabra? Recordemos la
célebre cita de Freud 2: “en el caso del análisis infantil,...será preciso prestar al niño
demasiadas palabras y pensamientos, y aun así los estratos más profundos pueden resultar
impenetrables para la conciencia”. Su propia experiencia de psicoanálisis infantil, la del
pequeño Hans, fue realizada a través de relatos del padre del niño.
Melanie Klein sustenta un psicoanálisis del niño incapaz de decir. Pero para hacerlo,
privilegia la capacidad de expresión del juego (cito mi trabajo arriba mencionado,
págs. 342-343), y “...ya no sólo a la clínica, sino también a la teorización, se “deberá
aportar demasiadas palabras y pensamientos”. Habrá que apelar más que nunca,
para transmitir con palabras lo no decible, a símiles, metáforas, alegorías. Se deberá
avanzar eludiendo o modificando conceptos freudianos. (Melanie Klein)no va a
constituir una clínica proveniente del lenguaje como en el caso de Freud, sino un
lenguaje derivado de una clínica. (el destacado es mío, actual). En suma, permitirá
acceder a un panorama psicoanalítico de la infancia, pero necesariamente
discrepando en muchos puntos con la teoría freudiana” ya que su teoría
psicoanalítica sobre la vida del niño no se constituye a partir de la palabra del

2
Freud, S.: De la historia de una neurosis infantil (el “Hombre de los Lobos”).(1914/1918). Obras Completas.
Tomo XVII. Amorrortu editores. Pág. 10.)
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paciente. “Las inconsistencias entre teorías ofrecen brechas que iluminan nuevos
interrogantes, que una vez resueltos dejarán a su vez abiertos otros, en un
encadenamiento que nunca se clausura. Melanie Klein se introduce en una de esas
brechas que en lo teórico y en lo clínico deja abierta la concepción freudiana. Si
Freud inaugura y sostiene los principios del psicoanálisis de la develación de lo
inconciente a partir del síntoma en el discurso, no dará cuenta de otro campo de lo
humano, como es lo indecible. Tal es el caso de los procesos mentales de la niñez.
Cualquiera podría alegar que la palabra contiene en sí misma su propio alcance, y
que más allá de sus confines no hay nada que decir. Entonces Melanie Klein tendrá
que hacer una segunda operación de la palabra, para hacerla decir algo decible
donde no hay palabra. Es cierto: heurísticamente es un procedimiento distinto
(nuevamente el destacado es mío). ¿Pero esto la invalida?, ¿o representa una
ampliación del campo del psicoanálisis?”.
El 26 de mayo de 1935, Freud envía una carta a Jones en la que dice 3: “...En verdad
su Sociedad ha seguido a la Sra. Klein por un camino equivocado, pero la esfera en
que ella ha hecho sus observaciones me es ajena, de manera que yo no tengo
derecho a tener en nuestra clínica suelen coincidir corrientes, líneas teóricas, que
en lo conceptual difieren ninguna convicción bien establecida”.
El corpus de la teoría psicoanalítica, es un conjunto de caminos equivocados si se
toman unos en relación a otros. Sin embargo han configurado una versión del ser
humano que ha dejado una marca en la subjetividad y en todos los ámbitos de la
cultura que se sostiene desde sus inicios a principios del siglo XIX. Sus
inconsistencias intrínsecas son el más fiel reflejo del sujeto, del que le ha tocado
ocuparse.

3
Jones, E.: Vida y obra de Sigmund Freud. Tomo III. Editorial Nova. Buenos Aires. 1962. Pág. 216)
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Pero no se trata en esta ocasión de discutir si lo que llamamos teoría psicoanalítica


constituye una teoría única (corpus psicoanalítico) o un conjunto de posiciones, no
conciliables entre sí, a las que llamamos “teorías”, en plural.
Tampoco es el momento de dilucidar si al saber psicoanalítico le cabe en rigor la
denominación de teoría.
En esta oportunidad nos ocupamos más específicamente de cómo juegan entre sí
diferentes posiciones teóricas, según diferentes autores, escuelas o elaboraciones
privadas o públicas de los analistas de acuerdo a sus trayectorias profesionales y
personales.
Sabemos que.
Presenté paradigmáticamente la confrontación de la posición kleiniana si la
tomamos en referencia a la de Freud. La primera accede a una clínica a partir de un
deslizamiento que le permite la observación y elaboración de “otra esfera” de la que
el segundo no se ocupó. Apela a procedimientos heurísticos diferentes para acceder
al estudio de ese objeto que ocupa una posición distinta que el observado hasta
entonces. De esto resulta que sus derivaciones no pueden ser similares a las
freudianas, con lo que se crean dos campos teóricos que no podrán coincidir entre
sí.
No me voy a extender sobre esto, pero sabemos que conceptos de M. Klein como
los de la formación del Yo, pulsión, inconciente, Edipo, transferencia, regresión y
otros, no tienen equivalencia estricta, con los de Freud.
Entre la comparación de diferentes teorías psicoanalíticas siempre hay puntos “que
no cierran”, aún cuando compartan una jerga común o similar.
Sin embargo en la clínica amplían nuestro campo de mira que se centra en la
escucha y la observación.
Como dije más arriba, también en el desarrollo de ideas de un mismo autor, puede
llegarse a formulaciones no totalmente compatibles con otras anteriores. No hay
congruencia (aunque sí correspondencia) por ejemplo entre las teorías pulsionales

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o entre las tópicas freudianas, que fueron desarrolladas de acuerdo a los nuevos
avances derivados del devenir del trabajo clínico.
Tampoco es fácil a veces sustentar cual es la supuesta continuidad teórica de
autores que aparentemente suscriben la teoría de otro que lo precedió. ¿Porqué se
considera a Winnicott post-kleiniano si su versión sobre el objeto y la pulsión es
divergente de la de M. Klein? ¿Y en el caso de Fairbairn, que directamente reniega
de la teoría pulsional, central en la postulación kleiniana?
Quiere decir que aún si un analista conjeturalmente se respaldara en la teoría tal
cual la desarrolla un solo autor, tendría que soportar inconsistencias. Sin embargo,
salvo que el analista esté ante una situación clínica que lo exceda, no suele
experimentar como malestar las inconsistencias de la teoría que fundamenta su
práctica.
Debe ser posible alguna argumentación que nos permita acceder a otra lógica que
otorgue unidad al corpus teórico psicoanalítico, ya que a pesar de estar constituido
por una suma de conceptualizaciones no congruentes entre sí, no hacen demasiado
“ruido” en la mente del analista. Al respecto me extendí algo más sobre los puntos
de fricción conceptual entre Freud y Melanie Klein, porque son dos autores que
están muy presentes en nuestra formación.
Me parece entonces que puede ser de interés averiguar si no puede haber otro
punto de vista que podría sustentar la unidad de las diferentes corrientes que en
conjunto conforman el psicoanálisis. Una posibilidad deriva de validar en una
connotación lógica no solo los datos positivos sino también las brechas instauradas
por las diferencias.
En el trabajomio anteriormente citado afirmo que estos cortes entre
conceptualizaciones no compatibles son una fuente constante de interrogantes que
contribuyen a un permanente estado de apertura hacia nuevas respuestas, lo cual
revitaliza el permanente deseo de cuestionamiento e indagación.

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Pero creo necesario un paso más. Este sería darle a las inconsistencias entre
teorías el mismo status conceptual que tienen las afirmaciones o datos “positivos”
que éstas aportan.
El corpus de la teoría psicoanalítica está compuesto por múltiples teorías que no
coinciden totalmente entre sí. En su conjunto es como un enorme rompecabezas al
que siempre le faltarán piezas. Además las existentes no van a encajar
perfectamente. De las brechas que quedan entre las piezas que no se acomodan
entre sí, surgen interrogantes derivando en perpetuos movimientos en la
interioridad del psicoanálisis. Pero esas brechas entre conceptos dan lugar a
enunciados epistemológicas de diferente nivel, contribuyendo a dar forma a la idea
de una concepción teórica que nunca será conclusiva, y que para ser válida debe
estar en permanente movimiento y dar lugar a nuevos interrogantes. Sería mortífero
que así no ocurriera. Sería la muerte del psicoanálisis.
Queda por decir algo. ¿Replica el conjunto del corpus teórico del psicoanálisis a su
objeto, el sujeto de lo inconciente? ¿Hay una permanente dialéctica entre el
psicoanálisis y aquel al que refiere, y que es a la vez quien lo enuncia? ¿No hay un
movimiento permanente de circulación entre la teoría y el sujeto del inconciente?
Sin embargo hay un ideal de una teoría psicoanalítica prolija, precisa, sin equívocos
ni paradojas.
Un conjunto de teorías que coincidieran en todo, cuyos significantes tuvieran la
misma acepción (o función), inmovilizadas por la certidumbre, clausuradas por la
falta de misterio e interrogantes, que no dejara brechas sin completar, constituirían
un corpus muerto, un dogma. Estaríamos aludiendo a un estado nirvánico, exento
de tensiones, inhábil para sostenerse en el lenguaje y la metáfora.
Un sujeto humano (si es que en esta condición así puede ser denominado), y la
teoría que lo refiere, colapsados. Inmersos en el efecto destructivo de la pulsión de
muerte.
Temas epistemológicos relacionados al psicoanálisis de niños

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Como problemática teórico clínica el psicoanálisis de niños suma más dificultades


a una eventual clarificación del corpus teórico psicoanalítico.
En el caso de nuestros infans no podemos suponer una estructura metapsicológica
válida que dé cuenta de un ordenamiento de lo inconciente, la represión y la
palabra.Esta carencia supone también que la pulsión tenga derivas sin obstáculos
y no produzca síntomas sino efectos en el cuerpo o lo que llamamos genéricamente
“perturbaciones”. Recordemos que para la producción de síntomas en un sentido
estrictamente psicoanalítico es necesario un trayecto de la pulsión sorteando
obstáculos, descriptos por la metapsicología, que la encaminan a su expresión final
en los paradigmáticos síntomas neuróticos.
La palabra del niño es una palabra en constitución, centro de lo por-venir, pero aún
incipiente en su función de presidir a la vez que representar, la validez y el alcance
de una constitución subjetiva. Para el trabajo de psicoanalizar, se ofrecen al
analista, como complementaria y anticipatorias al lenguaje hablado, otras
producciones: juego, dibujo, acción, interacciones eventuales con familiares.
Algunos de estos recursos suelen incluirse en el abordaje clínico de pacientes
adultos.
El analista de niños contribuye con su palabra a la constitución de la palabra del
niño desistiendo del ya mítico apotegma de Freud que relativiza la posibilidad de
dicho análisis. Lo reiteramos, ya que fue objeto de una cita previa: ”Para analizar a
un niño hay que aportarle demasiadas palabras y pensamientos, y aun así los
estratos más profundos pueden ser impenetrables para la conciencia”.
Retomemos esta frase. Quizás los “estratos más profundos” no son impenetrables,
sino que son inexistentes hasta que la represión estratifique lo inconciente en
preconciente, inconciente reprimido e inconciente incapaz de conciencia. El aporte
de palabra no es solamente tal sino también un aporte de teoría construida por el
propio psicoanalista a través de construcciones, observaciones, suposiciones y
experiencias personales, muchas de ellas originadas en su propio análisis. No
preside el análisis del niño su palabra (aún incipiente) sino el aporte de la palabra
del analista, en torno a la que se constituirá el ordenamiento metapsicológico de su
paciente. Cuando decimos “palabra”, no debemos omitir que nos referimos en forma
genérica al lenguaje, y especialmente a la estructura gramatical del mismo. El
analista ofrece a su paciente un lenguaje ordenado en su estructura por su propia
neurosis. Pero cuando hablamos de la palabra del analista no podemos obviar que
en ella participa su propio inconciente, aportando contenidos de sí mismo que
pueden excederlo. Puede ocurrir también que un exceso de dicho aporte contribuya
a que opere en una constitución protésica de la estructura metapsicológica del niño.
Estas eventualidades a veces no pueden evitarse y son fuente de malestar
contratransferencial.
Esta acepción del psicoanálisis de niños nos ubica de lleno en el campo teorico
clínico iniciado por Melanie Klein, que mencionamos en el apartado anterior, en
muchos puntos distinto y hasta contrapuesto al freudiano. Desde esta posición, se
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acepta que el analista presta su lenguaje, no solo palabra, sino –y quizás


fundamentalmente- estructura gramatical propia de la neurosis, para contribuir a la
constitución subjetiva del niño.
Como anotamos anteriormente, el psicoanálisis se ha expresado como un conjunto
de ideas, conceptos y presunciones, que quizás a primera vista exceden un
ordenamiento como para que le valga la atribución de constituir una teoría.
Sin embargo hay un acuerdo básico acerca de fundamentos comunes que definen
al psicoanálisis, que presta organicidad al conjunto de posiciones a pesar de sus
divergencias.
El mencionado corpus psicoanalítico a pesar de su complejidad tiene por ejemplo
un denominador común que refiere al inconciente (o al trabajo de lo inconciente)
que no puede estar ausente cuando se alude a la condición psicoanalítica ya sea
de ideas, de una experiencia clínica o de la aplicación del psicoanálisis a otros
campos por fuera de la clínica.
Y como derivación de los fundamentos del estudio de lo inconciente no puede faltar
la jerarquización de la palabra tanto como efecto de lo inconciente así también como
medio de su develación, constitución e intercambio entre analista y paciente.
Se plantea entonces la pregunta de si el psicoanálisis de niños es entonces
estrictamente psicoanálisis. Porque ¿hay palabra cuando el niño mediante ella no
se enuncia a sí mismo?
¿Es psicoanálisis cuando hay tal riesgo de crear una suerte de inconciente protésico
a partir de construcciones que se originan en el analista y pueden ser constitutivas
en una supuesta condición de sujeto del paciente?
Melanie Klein no necesitó hacerse esta pregunta porque avanzó con su propia
palabra asignando al juego infantil carácter de un lenguaje. Y creo que fue acertado
considerarlo como tal. Pero no puede considerarse un lenguaje verbal, aun cuando
sea quizás un precedente de su formulación.
Retomamos entonces la pregunta acerca de si el psicoanálisis de niños es
psicoanálisis.
En el intríngulis de corrientes y concepciones psicoanalíticas al que aludimos al
comienzo, podemos decir que hay unanimidad acerca de que el psicoanálisis se
define por el estudio y la develación de lo inconciente, y que es la palabra el recurso
a través del cual llegamos a él y operamos en la clínica.
No es lo que ocurre en el psicoanálisis de niños, en el que no podemos considerar
aún una estratificación metapsicológica que establezca un inconciente ni
obviamente palabra, que no podría dar cuenta de lo que aún no se estableció. Freud
lo dice claramente: “no es mi campo”.
Pero considero que la posición kleiniana no se aparta sino que amplía la
incumbencias del psicoanálisis. Y no desde una ubicación periférica sino desde una
situación en el conjunto del corpus que irradia un enriquecimiento para todo el
campo del psicoanálisis. Nos preguntamos hasta qué punto no contribuye a ocupar
algunas de esas brechas entre corrientes teóricas a las que aludimos en el apartado
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anterior Se trata de que el analista de niños no trabaja en la develación de lo


inconciente sino en su constitución.
Las palabras mediante las que se realiza este trabajo son necesariamente del
analista y es razonable la dificultad que este tiene en su elección. Es un tema de
extrema sensibilidad en términos clínicos.
Pero entonces se plantea una nueva interrogación: ¿cómo trabaja el psicoanalista
de niños?. La respuesta es esperable, aunque parezca paradojal en relación a
mucho de lo que enunciamos antes: con palabras.
Aporta palabras para contribuir a la constitución del lenguaje y la estructuración del
inconciente, y me refiero a una estructuración del sujeto que no prescinde de lo que
nos transmiten ambas tópicas freudianas.
Para no ser sacrílego con Freud, recordemos que en su remanida cita dice
“demasiadas palabras y pensamientos”. No excluye la palabra sino que más bien
deja flotando la idea de que el psicoanalista de niños opera con palabras. Y
supongo que no alude tanto a cantidad sino a que no puede excederse respecto al
efecto que puede esperarse en relación al registro que de ellas puede tener el
paciente. Se trata de la cautela necesaria para no confundir la palabra que
acompaña, rodea y aporta soporte a la desvalidez de la carencia de lenguaje
constituido, de la que en otro plano será la palabra de interpretación de
inconsistencias sintomáticas del lenguaje para darles sentido en el devenir de los
procesos inconcientes.
Rodear al niño de palabras contribuye a que pueda relacionar experiencias con
palabras correspondientes, hasta constituir un lenguaje que encarna en cada
palabra dicha experiencia. De ahí surgirá la palabra significante, que ya no proviene
solo de la mimesis y la escucha sino que se constituye en símbolo y representación
de sí mismo, desatando un efecto que organizará su vida ahora en tanto sujeto.
En torno a la palabra significante se ordenarán las estructuras metapsicológicas que
lo protagonizarán como sujeto enunciante. El analista no será más el proveedor de
palabras sino quien atenderá a ellas y a su través lo inconciente en juego ahora
constituído. Como en el análisis convencional la palabra del paciente prevalecerá
sobre la del analista en tanto éste se centrará en la escucha, para intervenir
interpretativamente solo cuando es pertinente.

Comentarios
Para un tema tan amplio y complejo, y en cierto sentido ambicioso, he debido ser
excesivamente sintético. Considero esta presentación como una introducción a
ideas que merecen una discusión colectiva y más amplia. El alcance del tema me
ha llevado a mí mismo a resignar derivaciones que se fueron presentando, pero que
de tomarlas, hubieran alargado excesivamente el texto y quizás incrementado aún
más las dificultades para ser claro en la presentación.
Pienso que a pesar de ciertas inconsistencias y limitaciones, pude introducir un tema
central en psicoanálisis, que refiere al lugar que ocupa el psicoanálisis de niños en
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el corpus teórico del psicoanálisis. También me referí a las ampliación de sus


alcances, introduciendo la idea de que dentro de sus incumbencias caben no solo
la develación de lo inconciente, sino también su incidencia en su constitución.
Solo resta dejar como interrogante, si esta función constitutiva, es patrimonio
solamente del psicoanálisis de niños o refiere en ciertos aspectos a una función
propia de todo tratamiento psicoanalítico.

Bibliografía:
Freud, S.: De la historia de una neurosis infantil (El hombre de los Lobos)
(1914/1918). Obras Completas. Tomo XVII. Amorrortu Editores.
Jones, E.: Vida y obra de Sigmund Freud. Tomo III. Editorial Nova. Bs.As. 1962.
Levín, R.E.: “Hacia un psicoanálisis de lo indecible”. Revista Psicoanálisis APdeBA.
Vol. XVI. Núm.2. 2004.

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