La liofilización es un proceso que tiene como objetivo separar el agua (u otro
solvente) de una disolución mediante congelación y posterior sublimación del hielo a presión reducida. La liofilización es el proceso más suave para secar productos y es el mejor método para secar compuestos orgánicos o inorgánicos sin alterar su composición cualitativa o cuantitativa. El proceso de liofilización se realiza a vacío y a baja temperatura y así, por ejemplo, es posible evitar la desnaturalización de las proteínas. Los alimentos y los materiales biológicos tales como células, tejidos, bacterias y vacunas se convierten en productos secos, evitando el paso por su fase líquida, y en consecuencia los cambios enzimáticos, biológicos y químicos.
El proceso de liofilización puede describirse en cuatro fases:
CONGELACIÓN: Se debe congelar rápidamente el producto a una temperatura
por debajo de su eutéctico. (Punto eutéctico: la temperatura más baja a la que puede fundir una mezcla de sólidos con una composición dada).
TRATAMIENTO A VACIO: Es preciso eliminar el aire y otros vapores no
condensables de la cámara a fin de facilitar la migración del vapor.
CALENTAMIENTO: Habitualmente se trabaja a temperatura ambiente, pero si
es necesario, se puede calentar la muestra congelada con mucho cuidado para acelerar el proceso de secado. Esta fase no es conveniente si los productos pueden variar sus propiedades por encima de la temperatura ambiente.
CONDENSACIÓN (o SUBLIMACIÓ INVERSA): Fijación de las moléculas de
agua en forma de hielo sobre la superficie del condensador del liofilizador.
El objetivo de la liofilización es obtener un producto seco, que cuando se le
vuelve a añadir agua o disolvente, presente las mismas características que el producto original (forma, color, aroma, sabor y textura). La liofilización reduce las pérdidas de calidad debidas al deterioro de la muestra por reacciones químicas i/o per degradación enzimática.