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Acerca de la subjetividad y el diagnóstico en el Programa Infanto-Juvenil de un

COSAM

La constitución del Yo como instancia del aparato psíquico va a determinar ciertas


características de una persona: la forma en que se comunica, sus gustos, su vida afectiva y
sexual y todas esas formas en las que se expresa lo que vemos reflejado como propio de un
sujeto. El entramado pulsional del aparato psíquico es la vía por la que se moviliza aquello
que difiere a uno de otro y sus propias identificaciones.

Sin duda, aquellos caminos son cimentados desde la venida al mundo de un humano.
La temprana relación madre-hijo es uno de los momentos donde se cristaliza la relación del
infans con el placer o displacer cada vez que este debe auto regular sus necesidades a partir
de aquello que la madre ofrece. Placer o displacer encuentran una forma igualmente
dicotómica en su relación con el cuerpo del recién nacido. Aceptar o rechazar como formas
primarias del lenguaje, podría decirse un lenguaje binario que va a tomar prestada las
imágenes del exterior para especular aquello que puede ser parte del mismo Yo, es decir,
mediante un proceso primero de representación. Para P. Aulagnier, “es a través de esta
misma representación que el proceso originario metabolizará las producciones psíquicas
tanto de lo primario como de lo secundario, en todos los casos en que estas producciones
tienen que ver con la puesta en escena y la puesta en sentido de un afecto. Alegría y dolor,
como sentimientos del Yo, serán metamorfoseados a través de este proceso de jeroglíficos
corporales” (p. 59), entonces es a partir de esta fórmula originaria desde donde comienzan a
apuntalarse las experiencias en el aparato psíquico. El primer encuentro con la necesidad
biológica de la alimentación supondrá un acceso del recién nacido a un modo de estar sujeto
a la realidad y la cultura.

Cada representación del Yo del sujeto que se crea mediante este proceso de
introyección implica una catexis particular que en última instancia “es a la organización de
estas figuraciones relacionales que debemos la instauración del primer modelo de acuerdo
con el cual se estructurará secundariamente la problemática de stricto sensu (…) la entrada
en escena de la imagen de la palabra será lo que le proporcionará los atributos que le
permitirán a su sucesor responder a las exigencias del funcionamiento de lo secundario, y
hacer suyo el proyecto identificatorio que define específicamente a la estructura del Yo”.

A partir de esta concepción de la formación del Yo, podemos encontrar en una


contraparte menos situada en la subjetividad, la concepción del Yo o del sujeto que se
plantea desde los manuales de diagnóstico de enfoque psiquiátrico. Es decir, aquellos que
ocupamos habitualmente en el sistema de salud para nombrar, clasificar y pronosticar a los
usuarios de los programas. Actualmente, llevo 1 mes y medio trabajando en el programa
Infanto-Juvenil de un COSAM y es parte del trabajo, llevar las clasificaciones de los usuarios
para contabilizar las atenciones entregadas y llevar una estadística asociada a los
tratamientos de salud mental comunitaria. Al ser éste un programa de atención secundario,
los niños, niñas y adolescentes que asisten llevan asignados una etiqueta traída desde otras
instituciones de salud o bien se trata de etiquetas asociadas a algún tipo de riesgo social.
Entre ellas destacan en números de atención: Trastornos hipercinéticos, Trastornos del
desarrollo, Trastornos ansiosos y depresivos, Abuso sexual o VIF, entre otras categorías que
encasillan el origen de la atención.

A mi juicio, el diagnóstico puede ser muchas veces una carga importante al momento
de intervenir sobre un niño, niña o adolescente. Se tiene un especial cuidado cuando sus
antecedentes médicos indican algún trastorno, o bien, se espera un pronóstico a partir de
aquello que se pesquisó. Otras veces, los diágnosticos van acompañados de prejuicio
respecto de cómo se debe escuchar aquello dicho por el usuario, justificando el discurso que
acompaña a las personas mediante una definición taxonómica del ser.

Una de las consecuencias de utilizar categorías diagnósticas como un factor predictivo de un


sujeto es que se comienzan a desdibujar las diferencias entre una persona y otra. Para
nuestro sistema la clasificación categórica es uno los engranajes que justifica la existencia de
las prestaciones de salud mental. Si bien, comprender las categoría diagnóstica como un
dato que aporta una visión general sobre lo que debemos prestar atención, estas etiquetas
no son necesariamente comprendidas de esa forma de parte de quienes llevan este
antecedente.
Cuando el diagnóstico como categoría que supone un general ante un particular y la
justificación de las conductas, los afectos y las representaciones de alguien, al mismo tiempo
se va borrando la identidad del sujeto y se va solapando por la del enfermo. A propósito de
los traumas que una idenficación forzosa a una patología psiquiátrica puede implicar,
podemos agregar que “desde el lado del sujeto traumatizante, sea una institución, un grupo
social o una práctica individual, se observa que atenta contra lo subjetivo del otro, y su
estrategia apunta a borrar y hacer desaparecer las huellas que definen esos procesos
subjetivos, imposibilitando los encuentros venideros entre esos restos cosificados de lo
humano y la memoria cultural que los demanda, no solo desde sus deudos” (Aceituno y
Cabrera, s/f, p. 17).

En el contexto que esbocé podemos preguntarnos ¿qué lugar ocupamos los


representantes de la institución en la escena de violencia? Debemos suponer que quienes
estamos ahí lo hacemos no para hacernos cómplices de una violencia, sino para repararla
(en el mejor de los casos). Entonces, ¿cuál es la violencia que se ejerce en los diagnósticos
que se manejan dentro del programa Infanto-Juvenil del COSAM?

Para llegar a algunos comentarios sobre estas prácticas, expondré el caso de Emilio
(13 años). A él y su madre los he visto en dos sesiones de 45 minutos. Él ha pasado por
diversas instituciones de salud públicas y privadas, antes de llegar al COSAM donde está
asistiendo desde el 2017. Úrsula (43 años), la madre de Emilio, busca respuestas sobre
como criar a su hijo, quien desde los 6 años diagnosticaron con Síndrome de Asperger, es
decir, un Trastorno del desarrollo de Emilio. En su casa viven, Úrsula, el padre de Emilio, dos
de sus tres hermanas mayores y su abuelo. Además posee una situación económica más
estable que el promedio de los usuarios del COSAM, quienes en gran parte viven en riesgo
social (drogadicción, empobrecimiento, VIF, abuso sexual, entre otros).

Con él hablamos acerca la industria del Cine y la Televisión, de entretenimiento y


canales de YouTube. Tiene una visión muy crítica respecto del contenido de los canales de
televisión, piensa que “están en decadencia”, cree que “hablan de temas poco relevantes”,
que los canales de YouTube “apuntan a una comunidad optimista que en verdad no existe,
porque es cosa de leer los comentarios para darse cuenta”, sabe que la televisión está
pasando por una crisis y que están despidiendo a varios actores del elenco de actores del
TVN. Piensa que el fútbol es aburrido y tonto y que los juegos de computadora son una
pérdida de tiempo, en cambio prefiere aprender inglés, leer de historia y ver “canales
independientes” de YouTube. Tiene un buen dominio del inglés y en general habla de todos
estos temas como si tuviese un gran dominio sobre ellos, sin que necesariamente sea esto
verdadero, por lo que tiene un discurso soberbio y adultizado. A veces es repetitivo con estos
temas, sin embargo, tiene la capacidad de conversar fluidamente sobre aspectos que orbitan
sus temáticas favoritas.

Emilio se queja de que su familia no lo escucha en la mesa, que les gusta hablar de
otras cosas y que los temas que a él le interesan a nadie más le importan. Por lo que en la
segunda sesión conversamos mucho sobre los temas favoritos de Emilio y vimos videos en
el computador del box.

Se observa simetría en la relación con su madre, es como un adulto que habla harto y
veces desubicado para interrumpir en las conversaciones. Toma protagonismo cada vez que
habla. Por otra parte, es interesante el discurso de Úrsula respecto del prójimo: “no me
interesa, ni tengo tiempo de hacer amigos o conversar con mis vecinos: no es algo que me
interese”. Ella comenta “nuestra familia es como una isla”, “tenemos nuestros propios
rituales” y también tiene una visión llena de prejuicios sobre “la gente”, es decir, sus vecinos,
compañeros apoderados del colegio de su hijo, etc.: que son flojos, que no tienen visión, que
“la mayoría no entiende que...”, situándose siempre desde un lugar superior al resto de las
personas.

Por otra parte, en una ocasión -3 años atrás- que consultaron a un neurólogo en una
clínica privada, este les señaló que Emilio es “un niño genio, un artista que difícilmente sería
comprendido por los demás”. Úrsula también cree desde entonces que Emilio es un genio,
que tiene capacidades excepcionales que sobresalen al resto de sus pares, sin embargo me
pregunta: ¿cómo debería yo tratarlo a él, si es tan diferente? A veces no sé si lo estoy
haciendo bien. Se trata de una madre muy exigente y a la vez controladora respecto de los
espacios de Emilio.

Probablemente, aquellas afirmaciones venidas desde el discurso médico a colmar el vacío


que busca llenar Úrsula, han ido marcando la identidad de Emilio, mientras a su vez sostiene
esos espacios que mantiene su familia. Las intervenciones anteriores, a las que tengo
acceso y puedo revisar superficialmente sobre qué trataron, tienen un discurso que encasilla
a Emilio como un niño pedante, que difícilmente podrá tener amigos, pero con una alta
capacidad del lenguaje desde el punto de vista de los gustos selectivos. Sin embargo,
considero que las intervenciones deberían estar dirigidas entorno a escuchar el discurso de
Emilio, para entender precisamente desde donde se ancla la constitución de su Yo en aquello
que conocemos como lo primario, intentando buscar el sujeto de deseo que existe tras las
imágenes que se proyectan sobre él y que él mismo ha tomado junto a su familia como parte
de ellos.

Puede pensarse que la familia siempre ha sido muy aislada por motivos que desconozco
aun, o bien podemos situar los problemas de este grupo para relacionarse con sus pares
como una consecuencia del diagnóstico de Emilio y los procesos por los que han pasado en
estas instituciones.
Referencias bibliográficas

Aulagnier, P. (2007) La violencia de la interpretación. Ed. Amorrortu: Bs. Aires, Argentina.


Aceituno, R. y Cabrera, P. (s/f) Elementos introductorios para una clínica de lo traumático y
su elaboración. Construcciones. Clínica de lo Traumático y Figurabilidad. Ed. El Buen
Aire S.A: Santiago de Chile.

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