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Vicios de la oralidad

Vicios elocutivos

Esdrujulización – Sobre esdrujulización

La palabra esdrújula es aquella que se acentúa en la antepenúltima sílaba (ej: sístole,

lágrima) y sobreesdrújula la que lleva el acento en la sílaba anterior a la antepenúltima sílaba

(ej: entrégamelo, estúdiatelo).

La esdrujulización y sobreesdrujulización consiste en hacer esdrújulas y/o sobre

esdrújulas palabras que son graves (se acentúan en la penúltima sílaba) o agudas (se

acentúan en la última sílaba).

Evite cometer este vicio que impone un especial autoritarismo al discurso en

determinados contextos, lo que generará el rechazo del orador.

Evite cometer este vicio que impone un especial autoritarismo al discurso en

determinados contextos, lo que generará el rechazo del orador.

Agudización

Consiste en hacer agudas palabras que no lo son, otorga al lenguaje cierta vulgaridad:

por ejemplo “salvenló” por sálvenlo, “saludeló” por salúdelo, “expresemeló” por

exprésemelo, “presentemoslé” por presentémosle, etcétera.

Fusión de vocales

Este vicio es muy frecuente en oradores que hablan velozmente, consiste en fundir la

última vocal de una palabra con la primera de la siguiente (también llamado sinalefa) o dentro

de una palabra. Por ejemplo: LArgentina por La_Argentina, procupación por preocupación.

Solución: hablar más pausadamente, de manera de pronunciar todas las vocales.


Prolongación de consonantes

En la antigüedad se solía, para remarcar un concepto o durante una presentación,

intensificar la pronunciación de las consonantes. Por ejemplo: “Tengo el ggusto de dirigirrme

a ustedes”, o “rrealmente, estamos convencidos, que es muy imporrrtante la relación que se

establezca…” Háblese naturalmente, evitando esa sobrepronunciación que deriva,

generalmente, en sobreactuación.

Articulación cerrada

Se produce cuando quien expone no abre lo suficiente la boca. Es como si se expusiera

adormecido (pereza vocal). Las palabras salen apagadas, sin vida. Esto afecta a los matices

y, por no entenderse muchas veces qué se dice, sobreviene la desatención del oyente. El

auditorio suele disminuir en más del 10% su atención cuando quien expone padece este vicio.

Para corregirlo realícense las praxias orofaciales como ejercicios.

Omisión de consonantes

Decir la palabra árboles no es igual que pronunciar árbole. “Comerse las eses” es uno

de los ejemplos más comunes. Con la letra “D” sucede algo similar: autoridá por autoridad,

usté por usted, facultá por facultad, sinceridá por sinceridad. Algunos, incluso suprimen la

“D” intervocálica, especialmente en los participios terminados en “-ado” (casao por casado).

Cuando la deglución u omisión se ubica dentro de una palabra se llama asimilación.

Muchas veces, en un vocablo, se obvia la “C” (patado por pactado), la “P” (exceto por

excepto); la “B” (asoluto por absoluto), y la “T” (amósfera por atmósfera).

Cierta vez se escuchó a una importante personalidad académica expresar su

disconformidad con esta exigencia ya que, adujo, cotidianamente todas las personas

modifican el lenguaje y lo abrevian, haciéndolo más práctico.

El primer error consiste en la generalización, ya que muchas personas se ocupan de

mejorar su dicción para poder influir, ser mejor entendidas, y dar una imagen más profesional.
Anexión de consonantes

Verbos modificados de la 2da. Persona del Pretérito Indefinido del Modo Indicativo como

estudiastes, dijistes, vinistes, y otros como escúchenmen, salvenlon, son muy frecuentes en

el vocabulario de muchas personas. Si no se percata por sí mismo de este vicio, dígale a

alguien de confianza que le advierta el momento en que se comete.

Debe atenderse a que vicios como los expuestos no son bien considerados en

entrevistas calificadas, sobre todo para aquellos trabajos donde se hace necesario el uso de

la palabra hablada (recepción, ventas, telemarketing, etcétera), porque otorgan una impresión

de incultura o vulgaridad.

Yeísmo

Mucho se ha discutido sobre qué es realmente el yeísmo, ya que suele llevar a confusión

debido a ciertas dicotomías semánticas.

Para la Real Academia Española es la pronunciación de la elle por ye, por ejemplo:

cabayo por caballo (esto es ya considerado un argentinismo).

En la Zona del Río de la Plata, existe un vicio que consiste en darle a la letra ye la

entonación sh (inglesa). Por ejemplo: pashaso por payaso. Como no existe el término en

castellano para determinar este vicio regional, en algunos institutos de enseñanza de

expresión oral se le llama también, al segundo ejemplo, “yeísmo rioplatense”.

Para saber si se pronuncia bien la letra ye, tóquese la garganta. Si vibra, la entonación

es correcta ya que este fonema es paladial (como la r y la rr) y fónico, por lo tanto audible, y

no silencioso (sh).

La marcación acentuada del yeísmo le otorga al discurso un sonido desagradable y

vulgar.

Si este vicio es muy pronunciado, tomar palabras que comiencen con las letras ll o ye y

leerlas anteponiendo las letras dj (como en la fonética inglesa). Ej.: djuvia por lluvia; djavero

por llavero; djeso por yeso.


Muletillas

Vicio muy frecuente en personas ansiosas, nerviosas e inseguras.

Ellas son: el “bueno” cuando se comienza la oración, o su reiteración excesiva durante

la elocución; el “esteee”; “eeee”; “o sea”; la prolongación de las vocales en determinadas

palabras: “cuandoooo fuimos al campo”; la reiteración de algunas palabras: “compartir esta,

esta, esta idea”, “encierro” de una palabra con la repetición de otra: “fuimos al cine, fuimos”

Es recomendable que el lector ponga atención en estos tics verbales que deslucen de

sobremanera el discurso hablado. La precisión de las palabras, y el uso de silencios,

ayudarán a corregirlo.

Vicios expresivos

Son los relativos a la forma con la que se expresa una frase o concepto.

a) Exposición cortada: cuando el orador está inseguro o nervioso suele aplicar un

silencio entre cada palabra, generando un discurso monótono y trabado. Para

corregirlo, comenzar por unir las palabras que definen conceptos breves, y hacer un

silencio luego de haberlos expresado totalmente.

b) Expresión veloz: El cerebro humano tiene una capacidad muy limitada de retención

(entre 125 y 190 palabras por minuto, que es la velocidad de una conversación normal,

y entre 1,5 y 2 segundos para formar imágenes). Si se expone velozmente, se correrá

el riesgo de que el oyente no comprenda, además de cometerse muchos de los vicios

elocutivos expresados anteriormente. Además, téngase en cuenta la posibilidad de

que haya oyentes extranjeros, que requieren más tiempo de comprensión. Las causas

de este vicio son nervios y/o ansiedad, y la pasión que el orador siente por su tema.

Generalmente, entre los 20-25 años este vicio tiende a disminuir, aunque este dato

no puede generalizarse debido a un compromiso ligados a la personalidad. Dos

soluciones al respecto:
a. Durante el entrenamiento de lectura extienda los silencios de las comas y los

puntos;

b. Lea en voz alta antes un micrófono con auriculares puestos (escucharse a sí

mismo – a través del retorno. Ha ayudado a algunas personas a controlar el

exceso de velocidad).

c. Piense que el público presente es extranjero, lo cual requeriría más lentitud en

su exposición para ser comprendido.

c) Velocidad segmentada: es una variante del vicio “expresión veloz”. Consiste en leer

apresuradamente una frase o palabra extensa, segmentado y “ametrallando”

oraciones o vocablos, e interponiendo silencios en cualquier sitio de la exposición, lo

que nos ocasiona cierta irregularidad en el discurso.

d) Declamación entrecortada: se presenta o se expone como si se estuviese haciendo

una arenga, golpeando unos términos e interponiendo silencios entre cada uno de

ellos. Donde no es considerado vicio es en el discurso político ante una multitud, ya

que este estilo está internalizado en el gentío; en actos religiosos y discursos en el

ejército. Ser natural es la mejor actitud que se puede adoptar para evitar esta

sobreactuación.

e) Expresión cantada: subidas y bajadas bruscas de tonos, con matices infantiles

(como si se estuviera leyendo un cuento en un jardín de infantes). En este caso

especial, se practicará lectura plana (sin matices) para corregirlo. En discursos

formales podría ser contraproducente.

En el lenguaje oral, los vicios y su consideración son de suma importancia, ya que los

pueden evidenciar una determinada impresión.


Vicios foniátricos

Finales caídos

Muchas personas, al inspirar, llevan el aire al tórax (respiración costal superior). Este

mecanismo adquirido ocasionará que, cuando se hable o se lea, el aire “se esfume” con más

prontitud.

Cuando las últimas palabras prácticamente son inaudibles, debido a la falta de aire, se

llama “caída de finales” o “finales caídos”.

Emitir un sonido fónico hasta el final del discurso hará más efectivo y verosímil la

argumentación.

Inversión

Se produce cuando en la cadena hablada se cambian los fonemas de lugar: nadie por

nadie, vedera por vereda, murciégalo por murciélago.

Sigmatismo

Alteraciones en la pronunciación de la letra “S”. las más comunes son: la “S” sibilante, el

seseo y el ceceo.

“S” sibilante: cuando se pronuncia con un silbido, a veces débil; otras, acentuado.

El seseo es la pronunciación exagerada de la “S”. Por ejemplo: sssi ssseñor. Ssssabía

la ressspuessta.

El ceceo es el cambio de la “S” por “Z”. Por ejemplo: zi zeñor, el zabio eztá zentado.

Rotacismo

Inconveniente para pronunciar la letra “R”. La dificultad más común es el tartajeo que es

la “R” gangosa (o francesa) es decir, la “G” o “GU” más la vocal, en lugar de la letra “R”. por

ejemplo: guitaga por guitarra, gatero por ratero, gojo por rojo.
Nasalización

Hacer nasal o pronunciar como tal un sonido. Se da en individuos que por su

conformación fisiológica (desvío de tabique nasal por ejemplo), mala postura o modulación

hacen sonar afectadas las letras m, n y ñ.

Silencios – tonos – matices

Silencios (pausas no rellenas)

En una reunión evaluativa con vendedores, el gerente comercial hizo hincapié en la

importancia de la comunicación entre todos los componentes del área de ventas para el logro

de una mejor interacción, y que la gerencia escucharía todas las propuestas que ayudasen a

la elaboración de mejores estrategias.

–¿Alguien desea comenzar? –preguntó el jefe–.

Un hombre, con expresión seria, levantó la mano.

– Estimado Sr. Pérez. Hace dos meses le pregunté si podía sugerir una idea, y usted me

dijo “si es interesante…” creo que su actitud fue arrogante, dudo seriamente en que tendrá

en cuenta nuestras opiniones.

– No fue mi intención –respondió el superior, desconcertado–.

¿Qué había ocurrido realmente? Efectivamente esas habían sido las palabras mas la

ausencia del silencio adecuado, había generado un malentendido. ¿Cómo debería haber sido

la respuesta frente a la inquietud del empleado?:

– Sí (silencio), es interesante.

En el lenguaje oral, los silencios sirven para: respirar, pasar de un tema a otro, dividir

ideas dentro de un discurso, ganar interés, reencausar la atención luego de una interrupción,

crear climas, expresar emociones, generar tensión o ansiedad en el público o interlocutor.

La ayuda que aporta el lenguaje escrito son los signos de puntuación pero, a veces, para

determinados momentos o circunstancias específicas que el orador considere conveniente,

se necesitará marcar más específicamente los silencios. Para ello recomiendo la aplicación
(marcación) de la técnica de las barras (dos barras // = dos segundos mentales; tres barras

/// = tres segundos mentales).

Si lee sin respetarlos, acarreará algunos vicios que deslucirán la forma de lo que dice:

caída de finales (en cualquier sitio de la exposición); velocidad en la lectura (que ocasionará

articulación blanda); y ausencia de matices.

En la oratoria existen dos silencios importantes: el inicial, antes de exponer; y el que se

ubica entre el desarrollo y el cierre del discurso (función enfática: crea expectación ante el

desenlace del discurso).

El primero será motivador que, por efecto del contagio, hará que el auditorio ponga

atención a las primeras palabras del orador (expectativa inicial).

Un correcto manejo del aire, y la acción planificada de los silencios, hará que el discurso

sea más efectivo, ya que éstos son tan valiosos como el propio discurso.

Se llama exposición plana a todo acto elocutivo falto de tonos y matices.

Tonos

Constituyen la “música” que debe tener todo relato, y van desde agudos a graves, en sus

extremos. Recuerde: en las comas subir el tono; en los puntos finales, bajarlo.

En descripciones, donde suele haber numerosas comas, trate de subir y bajar los tonos.

Los tonos altos son irritativos y suelen tornar el discurso inverosímil; los bajos y medios-

bajos generan calma, confianza y hacen la exposición más creíble.

Teóricamente y técnicamente podemos inferir que los mentirosos suelen tener un

predominio de tonos altos, caída de finales (producto de tensión), articulación cerrada,

exposición veloz (dice rápido la falacia para que “no se note”) y tremores (temblores de la

voz) producto de la presión cerebral.

Para un óptimo manejo de tonos (y evitar la exposición plana) se deben realizar juegos

o inflexiones vocales (una práctica consiste en leer cuentos para niños).


Matices

Matizar una palabra implica darle una intencionalidad, una interpretación, una vitalidad,

una emoción.

El mayor desafío de todo profesional de la palabra hablada es lograr la versatilidad

expresiva. Es decir, que será más eficaz aquel que diga las cosas como realmente desea

decirlas, y todos quienes le escuchan entenderán el total significado del mensaje, aunque su

estado de ánimo sea el opuesto.

Un ejemplo: un gerente de ventas de una importante compañía me contó que cierto día

debía dar un informe negativo al directorio. Cinco minutos antes de la reunión le avisaron

sobre su reciente paternidad. Una alegría inconmensurable se apoderó de él pero… debía

exponer una argumentación dramática.

Este es un claro ejemplo de cómo ciertas circunstancias profesionales (y personales)

obligan a la búsqueda de variables interpretativas de manera de lograr credibilidad a cualquier

razonamiento.

Cuando un locutor vende un producto, no basta con decir, por ejemplo, “esta lapicera es

la mejor”, de manera atonal y desanimada. ¿Qué palabra define la calidad del producto, y por

ende la influencia para la compra?: el adjetivo. Detécteselo para interpretarlo, y así matizar el

discurso.

Matizar es potencializar los atributos interpretativos que todos tenemos, es extraer desde

el alma el mejor entusiasmo, es tener ese “espíritu joven”. Pero, ¿cómo se hace para “sacar”

esa capacidad? Una técnica aplicable es la del recuerdo emotivo, que consiste en revivenciar

algún acontecimiento cuyo estado anímico coincida con el que se requiere para matizar. Es

recomendable realizar ejercicios previos de relajación para una óptima implementación de

este método.

La aplicación de matices en un discurso requiere de un especial sentido común ya que,

cuando se toca una temática demasiado técnica, su uso puede resultar algo desubicado.

En cambio, la utilización de los tonos es indispensable en toda exposición oral.

Las señales vocales conllevan, en sí mismas, asociaciones ligadas con emociones.


El siguiente cuadro muestra las características de volumen, tono, timbre, velocidad,

inflexión, ritmo y elocución de diferentes estados afectivos:

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