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Columna de opinión

“Los debates sentimentalistas de unos pocos perjudican la vida universitaria”


Valentina Morgan Tapia Pacheco

El día 12 de agosto, Felipe Cuevas Mancilla (actual jefe de gabinete del Ministerio de Obras
Públicas) visitó la Fundación Jaime Guzmán para hablarnos sobre cómo debatir en foros.
Para mi sorpresa, la discusión que planteó el profesor fue mucho más profunda que eso.
Dentro de las típicas definiciones de elementos de un debate, se hizo hincapié en que todos
debatimos todos los días; esto debería ser lógico y totalmente cierto.
No obstante, toda la clase estuve meditando que en la realidad que vivimos hoy los jóvenes
universitarios se está transformando en todo lo contrario: se está perdiendo el debate en los
espacios universitarios; no me refiero tan solo a la política universitaria, sino en todo ámbito
de la vida estudiantil, afectándola gravemente.
Con la ayuda de las federaciones de estudiantes y la CONFECH, se imponen los temas que
se pueden (o no) debatir en las instancias de discusión en las universidades. Por desgracia,
estos temas últimamente se han vuelto de este calibre, principalmente, porque la izquierda ha
ganado muchos espacios de representación a nivel territorial y universitario.
Sumado a lo anterior, se conversó de los cambios a la hora de debatir en esta época. Uno de
los más notorios es la sensibilidad a flor de piel a la hora de debatir, es decir, se ha volcado
el ‘ganador’ de un debate a quien parece (y no es) más empático.
Es por esto por lo que creo que la suma de ambos factores (pérdida del debate en instancias
de representación estudiantil en las universidades y el triunfo de las caretas en discusiones
políticas) es un peligro para una sana vida universitaria. Dichos factores influyen y son los
principales causantes tanto de la violencia política como el miedo de los estudiantes; miedo
ya sea para involucrarse en política universitaria y, también, para manifestar sus necesidades
y falencias durante su transcurso en la universidad.
El paso por alguna institución de educación superior es tan breve con relación a la esperanza
de vida del ser humano, que es impensado que, debido a alguna despreocupación de los
representantes estudiantiles, alguien pueda quedarse sin la oportunidad de tener una
experiencia sana y enriquecedora como profesional y persona en dicho establecimiento.
Estoy terminando mi tercer año de universidad y al pasar de los meses, los debates, foros y
discusiones han disminuido tanto en cantidad como en calidad. ¿Cómo es posible que tan
solo se discuta en período de elecciones? Peor aún, dejando de lado los temas materialistas
(en el sentido de las áreas relevantes y necesarias de satisfacer en la vida de cada persona)
como el financiamiento de los aranceles de los estudiantes o, incluso, su alimentación y
traslado, temas de salud física y mental o hasta los asuntos interpersonales.
Los representantes, una vez en el pequeño poder que adjudican al ser electos, olvidan que
fueron elegidos por estudiantes que los creían capaces de poder ayudarlos en su estadía
universitaria mediante las mentiras que les pregonaron en relatos sentimentalistas y abajistas.
Olvidaron que no todos tienen la vida resuelta y que aún muchos necesitan ayuda y apoyo.

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