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Religión: la filosofía se ha ocupado de la religión en incontables ocasiones por su interés en el estudio de

lo trascendente y su naturaleza así como su papel en la vida humana. En la segunda mitad del siglo
pasado ha sido especialmente fructífera en cuanto a la religión por sus aportaciones en lógica y
epistemología. Se ha explorado filosóficamente la experiencia religiosa, la fe y el discurso de las
religiones.

es la rama de la filosofía que se ocupa del estudio filosófico de la religión, incluyendo argumentos sobre
la naturaleza y existencia de Dios, el problema del mal, y la relación entre la religión y otros sistemas de
valores como la ciencia y la ética. Es frecuente distinguir entre la filosofía de la religión y la filosofía
religiosa. La primera refiere al pensamiento filosófico sobre la religión, que puede ser llevado a cabo por
creyentes y no-creyentes por igual, mientras que la segunda alude a la filosofía inspirada y guiada por la
religión, como la filosofía cristiana y la filosofía islámica.

Información Avanzada

La investigación filosófica de la naturaleza y base de las creencias religiosas es una de las más antiguas y
constantes áreas del esfuerzo filosófico. La creencia y práctica religiosas originan una variedad de tópicos
filosóficos planteando preguntas epistemológicas sobre la justificación de la creencia religiosa, preguntas
metafísicas sobre la naturaleza de Dios y del alma, y preguntas éticas sobre la relación de Dios con los
valores morales. Son tantas las principales preocupaciones filosóficas interrelacionadas en el ámbito
religioso, y tan inmediato su interés, que la filosofía de la religión es uno de los campos más
significativos de la investigación filosófica tanto de pensadores cristianos como de otras confesiones. Los
problemas clásicos en la filosofía de la religión se centran en los argumentos para la creencia en Dios, la
inmortalidad del alma, la naturaleza de los milagros, y el problema del mal.

Argumentos para la creencia en Dios

Generalmente los creyentes se han visto obligados a defender, apelando a argumentos filosóficos, su
creencia en una realidad suprasensorial como es Dios,. Los argumentos clásicos para la existencia de Dios
son los cinco modos de Tomás de Aquino y la demostración ontológico de Anselmo de Canterbury.

Los argumentos de Aquino son variaciones de dos formas principales, los argumentos cosmológico y
teleológico. El argumento cosmológico se basa en la premisa de que la existencia y actividad del universo
exigen una explicación en una entidad más allá de sí mismo. En una versión propuesta por Aquino y
filósofos contemporáneos como Richard Taylor y Frederic Copleston, al universo se le ve como una
entidad simplemente contingente o posible. Como ser contingente su existencia requiere explicarse en un
ser fuera de él, un ser capaz de mantener el universo en existencia. Según esta posición el universo debe
su existencia a un ser "necesario", es decir, que no puede no existir, que explica su propia existencia. Así,
de la existencia contingente, simplemente posible, del mundo, se afirma que se puede demostrar la
existencia de Dios.

El argumento teleológico o del "diseño" propuesto por Aquino y William Paley, entre otros, nos impulsa
a inferir del buen ordenamiento de la naturaleza, la existencia de un diseñador supremo. Paley compara
nuestra experiencia del intrincado orden y adaptación de las partes al conjunto en la naturaleza, a
encontrar un reloj; es claro que éste, dados su complejidad y el evidente propósito de su diseño, requieren
de la existencia de un relojero para ser explicado. No menos requiere de un hacedor el universo
inmensamente más notable. En la más sofisticada versión de Aquino, la adaptación constante, dinámica,
de varios aspectos de la naturaleza no inteligente a un orden estable en el mundo exige un orquestador
que dé razón de ello.

Los argumentos cosmológicos y teleológicos han estado bajo constante crítica, en especial del filósofo
escocés David Hume, conocido empiricista y escéptico. Hume construyó un ataque múltiple contra los
argumentos, sugiriendo entre otras cosas que los fenómenos en cuestión son susceptibles de explicaciones
alternativas, y que los argumentos en general no prueban un ser único, todopoderoso, sino que en el mejor
de los casos un ser de poder limitado o un grupo de entidades lejos de ser infinitamente sabias o
poderosas, sino simplemente capaces de causar los aludidos resultados. Desde los tiempos de Hume el
debate ha proseguido en círculos filosóficos con gran inventiva y cuidado, sin que ninguna de las partes
pueda cantar victoria duradera. No obstante, tales argumentos acerca de Dios continúan ejerciendo
considerable atracción en niveles tanto académicos como populares.

El argumento ontológico de Anselmo es la única prueba teísta que procede a priori, es decir, solamente
por la reflexión sobre el concepto de Dios, sin referencia a evidencias externas como la existencia o
naturaleza del mundo. Anselmo observó que si se define a Dios como "el Ser más grande que cualquier
cosa concebible", negar existencia es una contradicción. Así se implica que es concebible "algo más
grande que Dios", esto es, un Dios existente. Este ser concebible tendría, además de las características de
Dios, una cualidad que le falta a Dios, la existencia, y así sería más grande que el ser más grande acerca
del cual nada se podría concebir. En su día Anselmo fue criticado por el monje Gaunilo, que afirmó que
con razonamientos similares tendríamos que aceptar la existencia de entidades fantásticas tales como una
"isla perfecta"; y más adelante fue criticado por Immanuel Kant, quien sostuvo que no tener existencia no
debe entenderse como una característica. Por eso un Dios existente no es "más grande" que uno
inexistente, puesto que el existente no tiene características compartidas por un Dios inexistente.

Además del uso de pruebas de la existencia de Dios, tradicionalmente los filósofos de la religión se han
interesado en otra vía de posible conocimiento de Dios: la experiencia religiosa. La experiencia mística u
otro encuentro putativo con lo divino ¿proporciona un buen fundamento racional para creer, que es lo que
han solido sostener los creyentes de todas las tradiciones religiosas? Como sería de esperar, los escépticos
tienden a desestimar tales experiencias como evidencia de súper sugestionabilidad del sujeto, según el
expresivo comentario de Bertrand Russell de que "no podemos distinguir un hombre que come poco y ve
el cielo, de otro que bebe mucho y ve culebras".

Estatus del alma

Otro problema clásico es el estatus del alma y su destino después de la muerte. El Sócrates de Platón y
otros han sostenido que el alma está relacionada con el reino estable de la verdad eterna y por eso ella
misma es eterna, al contrario del cuerpo, que pertenece al mundo material de la impermanencia y la
mortalidad. Además, puesto que el alma es inmaterial y no tiene partes, es, al contrario que el cuerpo,
incapaz de desintegración. Más modestamente, filósofos más modernos se han contentado generalmente
con procurar demostrar que el alma es lógicamente susceptible de ser entendida como diferente del
cuerpo humano mortal. El debate filosófico más reciente se ha referido a si es inteligible afirmar que uno
podría "presenciar su propio funeral", es decir, sobrevivir a la muerte corporal.

Lo milagroso

Se ha gastado mucho esfuerzo filosófico en someter las doctrinas teístas, supranaturalistas básicas, a la
crítica, o en proporcionar refinamientos y defensa del teísmo. El concepto de milagro ha recibido
significativa atención filosófica. El cristianismo afirma la realidad de lo milagroso y enfatiza la
importancia de milagros bíblicos en la fe y la doctrina cristianas, especialmente la concepción virginal de
Jesucristo y Su resurrección de entre los muertos. Asimismo, se intenta que los hechos milagrosos de
Cristo se tomen como señal de su divinidad. La monumental obra de Hume sobre lo milagroso, "Ensayo
sobre el entendimiento humano”, secc. X, presenta los milagros como contradictorios con nuestra "firme
e inalterable" experiencia acerca de la regularidad de las leyes naturales, haciéndolos en extremo
improbables.

Mucho más probable es que la narración del milagro sea falsa. La crítica de Hume a lo milagroso ha
tenido amplia aceptación en una era dominada por el naturalismo; incluso muchos cristianos han estado
poco dispuestos a dar gran importancia a los milagros, y algunos incluso los han desestimado o han
preferido verlos como simbólicos. Con todo, muchos pensadores cristianos se unen a C.S.Lewis, que en
“Milagros: estudio preliminar” sostuvo que una mente abierta debe aceptar la posibilidad de
"interferencias divinas" en el devenir corriente de la naturaleza.

El problema del mal

La crítica filosófica y personal más fuerte al teísmo nace del llamado “problema del mal”. Al teísmo se le
plantea un problema intelectual considerable al afirmar la existencia de un Dios con potestad, sabiduría y
bondad ilimitadas, frente a un mundo reconocidamente plagado de dolor moral y físico. En una versión
simple el problema del mal genera un obstáculo permanente para conciliar el concepto tradicional de Dios
con la existencia de tales males. En una versión más compleja, como la propuesta por J L Mackie, se le
mira como una no-pueba positiva de la existencia de Dios, equivalente a lo que Alvin Plantinga ha
llamado "ateología natural". En síntesis, el núcleo del problema del mal es que se sostiene que Dios tiene
poder, bondad y sabiduría sin límites.

Pero el mal existe, en la forma de dolor inmerecido perpetrado por el hombre y la naturaleza; la impune
persecución del débil por fuerte; la peste, la guerra, el hambre y otros horrores. Dado todo esto, o Dios
tiene poder, bondad y sabiduría limitadas, o no existe; es decir, es incapaz de eliminar el mal o está poco
dispuesto a ello, o bien no sabe de su existencia o de soluciones para eso. El problema del mal presupone
que Dios no tiene ninguna razón para permitir el mal, que sobrecompense los efectos negativos del
mismo. Las respuestas teístas tradicionales, o teodiceas, se han centrado en este supuesto. La “defensa de
la libre voluntad”, de Agustín, indica que al crear seres libres, Dios necesitaba permitir la posibilidad del
mal, y un mundo con los seres libres es superior a un mundo de autómatas.

Recientemente John Hick, tomando una idea de Ireneo, ha sugerido que Dios nos ha colocado en un
ambiente difícil, adecuado para desarrollar en sus criaturas madurez moral y espiritual, más que en un
mundo inmensamente cómodo. Mientras que Gottfried Leibniz trató de decir que así cada mal es
necesario, teodiceas modernas y más modestas como la de Hick se limitan a minar las bases de la
señalada contradicción, mostrando que uno puede afirmar congruentemente la existencia de Dios y la
realidad del mal.

Énfasis contemporáneos

Mucho de la filosofía contemporánea de la religión se centra en las preguntas relativas al uso del lenguaje
al referirse a Dios. Siguiendo a Hume, filósofos contemporáneos como AJ Ayer y AGN Flew han
planteado preguntas críticas sobre el lenguaje religioso, en especial, han afirmado que el discurso acerca
de Dios es tan cognitivamente sin sentido como cualquier guirigay, puesto que no es susceptible de
comprobación o de falsabilidad empíricas. Contemporáneamente también es de interés la coherencia
lógica de la doctrina de Dios como tradicionalmente Lo entiende el pensamiento judeo-cristiano.

D B Fletcher

Bibliografía

Aquinas, Summa Theologica, Pt. 1, Q. 2; A Flew y A MacIntyre, eds., Nuevso ensayos de Teología
Filosófica; J Hick, ed., Lecturas Clásicas y Contemporáneas en Filosofía de la Religión; W James,
Variedades de Experiencias Religiosas; J L Mackie, "Mal y Omnipotencia," Mind (Abr. 1955); B
Mitchell, Fundamentación de la creencia religiosa; A Plantinga, Dios, la libertad y el mal; R Swinburne,
La coherencia del Teísmo; T W Tilley, El atractivo de Dios.

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