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Antes y ahora, los trabajos atípicos no estructurados son heterogéneos y si uno quiere ir
más allá de la sociodemografía convencional que tiende a analizarlos a partir de variables
como género, edad, estado civil, nivel educativo, ingreso, formando estratos o
incluyéndolos a todos en un gran estrato, tenemos que preguntarnos, antes que los
indicadores, cuales son los problemas centrales a desentrañar en estos trabajos y con que
conceptos abordarlos.
Para analizar estas realidades no podemos partir de un concepto tan restrictivo como el de
Trabajo asalariado, dejaríamos de fuera otras actividades que pueden ser importantes en las
actuales circunstancias para la subsistencia de los hombres e incluso en su contribución al
producto interno bruto. Partiríamos de que el trabajo es una acción finalista del hombre
sobre la naturaleza (objeto de trabajo), y sobre sí mismo, que utiliza ciertos medios de
producción, que genera productos que satisfacen ciertas necesidades humanas. Esta
actividad siempre implica algún nivel de interacción inmediata o mediata con otros
hombres, proveedores, clientes, usuarios, obreros, gerentes, subcontratistas, miembros de la
familia, etc. Además, el trabajo tiene un componente objetivo plasmado en determinados
insumos, medios de producción o producto. Pero también otro subjetivo, porque el
producto es resultado de una acción finalista y en esta medida existe dos veces, primero en
la mente del productor y luego objetivado, además de que muchos productos modernos no
parten de una materia prima separada del que produce sino que implica su
autotransformación subjetiva o cognitiva; además, las interacciones productivas,
reproductivas, circulatorias o de consumo, tienen un componente comunicativo; y el
producto para el que lo produce tiene cierto significado, lo mismo que para el comprador y
el consumidor.
Una vieja clasificación de los trabajos en materiales e inmateriales resulta ahora más
pertinente que nunca. En los primeros el producto existe separado del que lo produce y del
que lo compra o lo consume, la clásica producción manufacturera se ajustaría a esta
definición, así como la agropecuaria; en cambio en la inmaterial, el producto no existe
separado de la propia actividad productiva, no permite ser almacenado y se produce en el
momento en que se consume. El servicio educativo, la obra de teatro serían ejemplos de
este tipo de producción que impone la presencia en el momento de la producción de un
tercer actor, el cliente, usuario, derechohabiente. Aunque entre este extremo, que podríamos
designar como producción simbólica en sentido estricto (toda producción es simbólica, pero
en sentido estricto significa que básicamente el objeto de trabajo está en la propia
subjetividad del productor y buena parte del proceso trascurre en su cabeza aunque
auxiliado de activos fijos, además el consumo es puramente simbólico, el consumo y la
producción se vuelven una forma de interacción comunicativa directa o indirecta), y otras
producciones inmateriales puede haber traslapes con la material, especialmente en procesos
que implican una amplia división del trabajo, en los que los puntos de contacto con los
clientes no pueden ser en toda la línea productiva.
Por otro lado, la idea de espacio productivo separado del de la circulación, el consumo o
la reproducción también se cuestiona. La fábrica capitalista no solo aglomeró obreros y
máquinas en un espacio diferenciado de otros mundos de vida, sino que distinguió tiempo
de trabajo de los otros. En muchas de las actividades llamas atípicas no hay clara
separación entre aquellos espacios y tiempos, en especial entre tiempo de producción y de
reproducción no productivo. También se abre la posibilidad de que las interacciones
productivas, circulatorias o de consumo no sean cara a cara y que haya articulaciones más
complejas entre estos espacios con el de la reproducción en la familia, con el tiempo libre y
el ocio.
Las anteriores diferencias tendrían que cruzarse al considerar trabajos asalariados, con
respecto del autoempleo y el familiar.
Pero los concepto pertinentes no surgen simplemente de tipologías sino de problemas y
las diversas ciencias del trabajo han definido históricamente de manera diferenciada sus
interrogantes centrales: los que ponen el acento en el Trabajo como Mercancía y en los
momentos del intercambio podrán el acento en su precio (salario), sus cualidades (valor de
uso) y las cantidades (empleo) que se ofrecen o se compran; diferentes serían los conceptos
si se adoptara el enfoque de construcción social del mercado de trabajo. Los que se
interesan por los procesos productivos lo han hecho bajo el concepto de Control de la mano
de obra en el proceso productivo con dos significados, la gerencial de cómo lograr la
cooperación de los trabajadores en el proceso de trabajo y la de los obreristas de cómo
lograr su autonomía. De una manera o de otra las dos se traducen en el control sobre el
proceso de trabajo y este control implica poder, negociación, o conflicto. El problema del
control sobre el trabajo sería el eje de análisis de la relación de producción como relación
social, entre hombres y de estos con las máquinas; división del trabajo, supervisión, control
de calidad, estilo de mando, funciones, movilidad interna y calificación podrían analizarse
de acuerdo con el eje mencionado.
El que se interesa en las relaciones laborales se mueve en el eje de la unilateralidad-
bilateralidad con respecto de la contratación de personal, del uso de la mano de obra en el
proceso de trabajo y del despido. Para el que se interesa en el eje familia-mercado de
trabajo, la oferta y demanda de mano de obra se conecta con las decisiones en la familia y
sus estrategias de sobrevivencia o bien de vida, con perspectivas de cálculo racional o de
interacción comunicativa.
Es decir, las actividades atípicas pueden analizarse de acuerdo con los ejes problemáticos
mencionados que toman formas diversas dependiendo del tipo de actividad:
1. La producción inmaterial: el control sobre el proceso de trabajo se complica porque
un tercer actor interviene en parte como controlador de la producción y calidad del
servicio; este control de tiempos y espacios es también interacción comunicativa,
conlleva sentidos, es decir, sobre la productividad, la creatividad y alienación del
trabajo interviene el cliente, usuario, derechohabiente e interviene con esto en la
propia relación laboral y en un mercado de trabajo que se crea in situ. En la forma
específica de producción simbólica el consumidor puede estar enfrente del
productor o en forma mediata como en los Call Centers, de cualquier manera opera
el control inmediato o mediato del cliente sobre el productor, combinado con la
forma tradicional.
2. Estas actividades pueden ser de autoempleo o empleo familiar, que aparecen
también en la manufactura y la agricultura. En estas pequeñas unidades productivas
el control puede ser por el mercado o directamente por quien consume (por ejemplo
un pequeño restaurante), pero sin la intervención de otros agentes de supervisión
como en el trabajo asalariado.
3. En el trabajo a domicilio, que puede ser manufacturero, de servicios o agrícola, hay
aparentemente mayor autonomía del que trabaja, pero el control puede darse por el
mercado, por el subcontratistas, o por el cliente, además de la complicación que
significa el traslape de espacio y tiempo con el de la reproducción familiar. En este
caso la presión sobre el trabajo viene también de la demanda familiar de realizar
otros trabajos reproductivos en el mismo espacio y tiempo que el productivo y que
comúnmente alarga las jornadas de trabajo. La cuota de producción aparece como
parámetro que determina a las otras actividades frente a la presión reproductiva y la
aparición del tiempo combinado, productivo y reproductivo en una unidad e
intercalados, la tendencia a mantener un mínimo del productivo en menoscabo del
reproductivo y de la calidad de vida, así como la posibilidad de suplir la falta en el
tiempo productivo con otros miembros de la familia.
4. El trabajo desterritorializado, como el de los ambulantes sin puesto fijo, los choferes
de taxi o de autobuses, que sufren el control del mercado, del cliente y/o del
subcontratista o del empleador, además del traslape con controles de la vida pública
y con parte de las actividades reproductivas como el alimentarse, con el consecuente
alargamiento de las jornadas de trabajo y la pérdida de significado de tiempo libre o
de días de descanso. Aquí la aparición del usuario se complica con la del inspector o
agente policiaco en el control sobre el trabajo.
La Subcontratación