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Profesorado de Inglés
Ética Profesional
Docente
Docente: José Lascano
Estudiantes:
● Agustina Villafañe
● Silvana Silva
● Anahi Aylen Cañizares
● Karen Denis Tolaba
INTRODUCCIÓN
Con nuestra experiencia en el profesorado podríamos decir que muy poco, no solo
cuando los compañeros no cumplen con el valor de la puntualidad sino también con
otros valores que van desde el compañerismo, la empatía hasta la honestidad.
Siguiendo a Cortina y Martínez Navarro, la palabra Ética, nacida del griego “ethos”,
se refiere pues al carácter que forjamos en nuestro madurar, para cumplir con el fin
mismo de la vida humana. Es entendida como parte de la Filosofía que se dedica a
la reflexión sobre la moral, es un tipo de saber normativo, esto es, un saber que
pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es un saber
que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras esta última propone acciones
concretas en casos concretos, la Ética -como Filosofía moral- se remonta a la
reflexión sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de justificar
racionalmente la vida moral, de modo que su manera de orientar la acción es
indirecta. Por lo tanto no tiene una incidencia inmediata en la vida cotidiana, dado
que su objetivo último es el de esclarecer reflexivamente el campo de la moral.
Todos adoptamos una determinada concepción moral y con ella juzgamos lo que
hacen los demás y lo que hacemos nosotros, por ella nos sentimos a veces
orgullosos de nuestro comportamiento y otras veces también culpables. A lo largo
de la vida, las personas pueden adoptar una solo o bien una sucesión de
concepciones morales personales; si no nos satisface la que teníamos en algún
aspecto, podemos apropiarnos de alguna otra en todo o en parte.
Todas las concepciones morales y cada una de ellas contienen elementos
(mandatos, prohibiciones, permisos, pautas de conducta) que pueden entrar en
contradicción con los de otras concepciones morales diferentes.
Por ejemplo, en algunos sitios está permitido la poligamia, mientras que en otros
donde se practica la religión católica apostólica romana esto no está consentido,
como así también los contrapuntos encontrados respecto a la interrupción del
embarazo. Es por ello que podemos decir que cada tradición, cada concepción
moral, pretende que su modo de entender la vida humana es el modo más
adecuado de hacerlo: su particular manera de orientar a las personas se presenta
como el “el mejor camino” para ser humanos.
Esto es debido a que los contenidos de esas concepciones morales están sujetos a
variaciones en el tiempo y espacio en el cual están situadas las personas, puesto
que no todas encarnan la forma moral con el mismo grado de adecuación.
Teniendo en cuenta los rasgos antes descritos, podemos decir que estamos en
concordancia con lo que Martínez Navarro (2010) concibe acerca de la ética
profesional de los profesores como ética aplicada. Para él es un “discurso
racionalmente elaborado desde un enfoque interdisciplinar que tiene en cuenta las
aportaciones relevantes provenientes de los profesionales de la educación, de otros
profesionales afectados, de los padres, de los alumnos, de la sociedad en su
conjunto y de las diversas teorías éticas que han reflexionado sobre la profesión
docente”.
De esta manera, la ética profesional de los profesores puede ser entendida de tal
modo que no sea necesario excluir de su discurso ciertos argumentos o ideas por el
simple hecho de que proceden de sectores ajenos al propio profesorado, al ámbito
de la educación. Porque no tiene sentido seguir creyendo que todo lo que debe
saberse sobre ética de los profesores debe proceder de lo que piensan los
profesionales docentes, ni tampoco tiene sentido creer que solo una de las teorías
éticas es completamente verdadera y que las otras no pueden aportar nada. Se
debe ser capaz de integrar lo mejor de cada punto de vista en un discurso lo más
coherente posible y abierto permanentemente a la revisión crítica.
Para expresar en qué consiste ser un excelente profesional el autor utiliza la noción
de bondad humana que expone García Moriyón (2008) y trata de trasponer aquellos
rasgos generales al caso del ejercicio profesional. Allí, el autor sostiene que una
buena persona ha de reunir en equilibrio armonioso tres rasgos principales: 1)
Estar bien informado. 2) Estar capacitado para tomar decisiones razonables. 3)
Mostrar sentimientos morales como la empatía, el coraje y el amor. El buen
profesional debe de reunir los rasgos 1 y 2 para ser técnicamente competente (por
ejemplo, un profesor que “sabe” y que “sabe enseñar” ha de estar bien informado y
ha de saber tomar las decisiones pedagógicas y didácticas pertinentes), y que al
mismo tiempo ha de reunir los rasgos 2 y 3 para ser un profesional técnicamente
íntegro (por ejemplo, un profesor que sabe cómo debe tratar a sus alumnos en el
aula, cómo ser justo en sus evaluaciones, etc., y que al mismo tiempo muestra
sentimientos morales como la empatía, el coraje y el amor). En síntesis: Ser un
profesional excelente significa ser al mismo tiempo competente e íntegro, y para ello
es preciso reunir tres requisitos básicos: estar bien informado en el ámbito de su
profesión, tomar decisiones sensatas en el ejercicio de la misma, y mostrar
los sentimientos morales congruentes con la actividad de que se trate.
El filósofo Michael Walzer escribió en su obra Las esferas de la justicia (1983) que:
“Las escuelas, los maestros y las ideas llenan un espacio intermedio (entre la familia
y la comunidad social). Suministran un contexto, no el único pero con mucho el más
importante para el desarrollo de la compresión crítica y la producción y reproducción
de la crítica social () Las escuelas llenan un espacio intermedio entre la familia y la
sociedad, y también un tiempo intermedio entre la infancia y la edad adulta. Se trata
sin duda de un espacio y un tiempo para la capacitación, el ensayo, las ceremonias
de iniciación, para los “comienzos” y cosas semejantes; pero ambos constituyen
también un aquí y un ahora que posee importancia propia. La educación distribuye a
las personas no solo su futuro sino también su presente () Un cuerpo de maestros
se pone frente a sus alumnos dentro de una comunidad más o menos circunscrita -
lo que John Dewey denominó “un ambiente social especial” - representa el mundo
de los adultos e interpreta sus saberes, tradiciones y ritos. A los alumnos se les
concede de una moratoria parcial de las exigencias de la sociedad y de la
economía. Los maestros así mismo, se ven protegidos de las fórmulas inmediatas
de presión externa; enseñan las verdades que entienden - las mismas verdades - a
todos los alumnos que tengan en frente, y responden a sus preguntas lo mejor que
pueden sin consideración a sus orígenes sociales”.
El docente no debe ser considerado como alguien que necesariamente anulará los
valores familiares a favor de los socialmente establecidos, sino más bien como una
figura encargada de promover el desarrollo del aprendiz equilibrando en lo posible
las expectativas legítimas de la familia y las exigencias del bien común. De manera
que la profesión docente represente la apertura a nuevas ideas y estructuras, la
posibilidad de crítica y de autocrítica de los estudiantes.
El término “cultura” tiene dos significados relevantes, por una parte, se refiere a la
forma de vida de un pueblo, con sus mitos, ritos, instituciones y creencias; por otra
parte, la cultura es “cultivo” de la propia persona en sus dimensiones intelectuales y
humanísticas. Es imprescindible que los profesores dispongan de una buena
preparación que les permita no sólo saber, sino también saber enseñar, saber
transmitir ese tesoro cultural de manera tal que el estudiantado lo reciba con los
brazos abiertos, convirtiéndolo en un aprendizaje vivo, y no como un pesado
contenido a memorizar y a ser destinado al olvido tras un examen.
Ahora bien, para que este aspecto de la trasmisión cultural sea completo y
éticamente adecuado, es esencial que los profesores no se limiten a realizar una
trasmisión mimética de la cultura heredada, sino que tengan muy presente que es
preciso transmitir conjuntamente el sentido crítico, para que las nuevas
generaciones sean capaces de mantener dicha cultura adaptándola lo mejor posible
a las cambiantes circunstancias históricas (para lo cual se necesita crítica y
creatividad) y extendiéndola a todos los colectivos sociales sin exclusiones
arbitrarias (por lo cual se necesita solidaridad) .
Se debe preparar a los estudiantes para que sean también buenos profesionales,
además de buenos ciudadanos en tanto que personas críticas, creativas y
solidarias. Este aspecto es relativo a la trasmisión de la cultura, puesto que es la
cultura misma la que nos indica qué tipo de profesionales y de ciudadanos se
precisa para promover el pleno desarrollo de la persona y avanzar hacia una
sociedad más justa y próspera. Evaluar es una tarea necesaria para poder acreditar
que realmente se está produciendo enseñanza-aprendizaje. No sólo la necesita el
estudiante para saber si realmente ha aprendido o no, sino que también la necesita
el profesor para saber si realmente ha logrado enseñar o no. Esta retroalimentación
a dos bandas es necesaria en todos los fines de la enseñanza –formar personas,
profesionales y ciudadanos–, pero resulta especialmente relevante en el caso de la
formación de profesionales; porque la acreditación principal que va a recibir el
estudiante al finalizar el curso no va a ser en crecimiento personal ni en
responsabilidad ciudadana, aunque también haya aprendido mucho en esos
aspectos, sino que será acreditado con un grado x, que probablemente le dará
acceso al siguiente grado de esa profesión o a la titulación final correspondiente.
La corrupción se comprende como cualquier acción u omisión que indica que han
sido descuidados los bienes internos para dar prioridad a la acumulación de bienes
externos, accediendo a estos últimos por una vía distinta a la recta dedicación
profesional. Aquí consideramos a la corrupción profesional como aquella en relación
con los “atajos” para conseguir bienes externos (más sueldo, más poder, más
prestigio, más ventajas profesionales) a costa de descuidar el logro de los bienes
internos. Los ejemplos más típicos de estas corruptelas pueden ser los siguientes:
f. Hay algunos profesores que no corrigen debidamente los trabajos y exámenes
realizados por sus alumnos. No les proporcionan una retroalimentación suficiente
y razonablemente rápida sobre sus fallos y aciertos en el proceso de aprendizaje.
Para compensar tal desidia y evitar posibles protestas, estos profesores suelen
otorgar a todos sus alumnos unas calificaciones que no responden al rendimiento
real de cada cual. En este tipo de casos los profesores están cometiendo un fraude
académico que perjudica la formación de los alumnos.
Por otro lado, como dice F. Savater "No somos libres de elegir lo que nos pasa, sino
libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo…".El problema de qué
hacer en una situación específica es un problema moral y será el individuo, en este
caso el docente, quién tendrá que resolverlo por sí mismo, apelando a una norma
que él acepte como valiosa.
Esto nos conduce a una primera paradoja: la conducta moral se presenta como una
conducta libre y obligatoria a la vez. Aquí la libertad supone dos condiciones: por un
lado, deben existir al menos dos posibilidades abiertas por seguir, por otro, lo que se
haga o decida no puede ser arbitrario. En este sentido, no somos libres cuando
"hacemos lo que se nos dé la gana" puesto que nuestros deseos pueden ser objeto
de condicionamientos psíquicos inconscientes, sociales o culturales, sino que
somos libres cuando analizamos los hechos, sopesamos las razones y luego
decidimos.
A partir de lo antes mencionado, podemos decir que la conducta moral es
obligatoria. Cortina (2013) nos dice que algunos filósofos afirman que no hay seres
humanos amorales, situados más allá del bien y del mal, sino que somos
inexorablemente, constitutivamente morales. Ya que el sujeto está obligado a
comportarse conforme a una norma, aunque esta obligación devenga de la
aceptación voluntaria de la norma, puesto que toda norma funda un deber, un deber
que se encuentra impuesto por la sociedad en la que se habita.
Es por ello que la ética de cualquier profesión debe de partir del reconocimiento y
apego de los valores humanos y de convivencia, los cuales nos guían a lo largo de
nuestras acciones y decisiones, permitiéndonos convivir con otras personas de un
modo justo con el fin de alcanzar un beneficio como sociedad. Tales valores como
los de libertad, igualdad, solidaridad, respeto y actitud del diálogo.
De acuerdo a la autora Adela Cortina (2013) todos los seres humanos necesitamos
el reconocimiento cordial de los otros para llevar adelante una vida realizada,
precisamente porque el individualismo es falso puesto que las personas no se
encuentran aisladas sino en relación con el otro. Esta autora manifiesta que el
vínculo del cuidado es el que nos permite sobrevivir, crecer y desarrollarnos
biológica y culturalmente. Pero el reconocimiento mutuo de la dignidad, de la
necesidad de amor y estima es indispensable para llevar adelante una vida buena,
una vida feliz.
Según Paulo Freire en su libro “Cartas a quien pretende enseñar” nombra ciertos
valores y virtudes que él considera, son necesarios en un profesor quien pretende
enseñar, de los cuales queremos destacar: la humildad, amorosidad, valentía,
tolerancia, la decisión, la seguridad, la alegría de vivir, con los cuales coincidimos en
su visión.
De acuerdo a Freire (2010) “la humildad nos ayuda a reconocer que nadie lo sabe
todo y que nadie lo ignora todo, todos sabemos algo todos ignoramos algo” (p.75).
Como futuros profesores, entendemos que es necesario en nosotros dicho valor ya
que nuestros futuros alumnos siempre tendrán algo que aportarnos, algo para
enseñarnos, debemos ser lo suficientemente humildes para abrirnos y escuchar a
nuestros alumnos, abrirnos a la oportunidad de aprender de ellos. La humildad en
un profesor es importante al momento de enseñar ya que la misma nos da “la
seguridad insegura, la certeza incierta” (Freire, 2010 p. 76). Siguiendo a Freire la
humildad es la posibilidad de aprender y enseñar a salir de la burbuja de nuestra
única verdad. Nosotros como futuros profesores debemos ser conscientes que en
esta era globalizada y con tantos avances tecnológicos nuestros futuros alumnos
ingresan en las escuelas con más ideas previas e información, que es posible
nosotros ignoremos ya que tienen mucho más acceso al conocimiento vía internet,
desde el celular, tablet, videos, etc. Por lo tanto debemos estar predispuestos a la
humildad predispuestos a aprender y recibir los aportes que nuestros futuros
alumnos tengan por hacer.
Freire (2010) “Pero es preciso sumar otra cualidad a la humildad con que la maestra
actúa y se relaciona con sus alumnos, y esta cualidad es la amorosidad sin la cual
su trabajo pierde el significado” (p. 77). Esta especie de “amor armado” de lo que
habla Freire nos recuerda que como profesores es necesario amar nuestra
profesión ya que el amor a ella nos lleva al disfrute pleno de la misma, aceptándola
con todo lo que esta implica.
Este amor requiere valentía, la cual también es necesaria para enfrentar el miedo
del que habla Freire. El miedo a no alcanzar cierta promoción, a perder el empleo, a
ese alumno con problemas o con una discapacidad, a no ser capaz de llevar una
clase. Freire toca este tema diciendo que es necesario reconocer nuestra miedo
aceptarlo ya que del mismo nace nuestra valentía.
Siguiendo a Freire: “La tolerancia es la virtud que nos enseña a convivir con lo que
es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente” (Freire, 2010 p. 79).
Hablar de tolerancia no es tomar una postura irresponsable y jugar al “hagamos de
cuenta” ni encubrir lo intolerable. La tolerancia implica la convivencia con lo que es
diferente dejando de lado la hipocresía, implica aceptación sincera de lo distinto.
Llevando esto a nuestra realidad como docentes, en la actualidad hay cada vez más
y más inclusión de personas con discapacidades y es imprescindible la virtud de ser
tolerantes con la presencia de estos alumnos y con las personas especializadas que
forman un equipo de trabajo para una enseñanza exitosa.
Freire concluye esta cuarta carta diciendo: “La alegría de vivir, como una virtud
fundamental para la práctica educativa democrática” (Freire, 2010 p. 83). La alegría
de vivir no implica una felicidad idealizada ni negar las tristezas que son parte de la
vida. De acuerdo con Freire creemos que transmitir esta alegría de vivir es
indispensable no solo en el ámbito docente sino en toda profesión que se ejerce.
Mostrarnos siempre positivos y alegres, enseñarles a nuestros alumnos a perder el
miedo a intentar cosas nuevas a perder el miedo a fracasar a que la vida tiene sus
altibajos y solo hay que aprender a vivirla.
CONCLUSIÓN
De manera que en ella hallemos nuestra propia autorealización pero que al mismo
tiempo logre beneficiar aquellos que acudan a la prestación de nuestros servicios
permitiéndonos construir sociedades justas . Ya que el ejercicio de nuestra práctica
y profesión se convierte en modelo para los estudiantes, futuros colegas y cuerpo
institucional.
Por consiguiente dirá Freire “La educación representa tanto un esfuerzo por el
significado como una lucha en torno a las relaciones de poder. Su dinámica brota,
por una parte, de la relación dialéctica entre individuos y grupos que consumen sus
vidas en condiciones históricas específicas y en medio de restricciones estructurales
y, por otra parte, de aquellas formas culturales e ideologías que dan lugar a las
contradicciones y luchas que delimitan las realidades vividas de diversas
sociedades por encima de otras. La educación es el terreno donde el poder y la
política se expresan de manera fundamental, donde la producción de significado, de
deseo, lenguaje y valores está comprometida y responde a las creencias más
profundas acerca de lo que significa ser humano, soñar y dar nombre y luchar por
un futuro y una forma de vida social especiales. La educación se convierte en una
forma de acción que va asociada a los lenguajes de crítica y posibilidad.
Representa, finalmente, la necesidad de un entrega apasionada por parte de los
educadores para hacer que lo político sea más pedagógico, es decir, para convertir
la reflexión y la acción críticas en partes fundamentales de un proyecto social que
no sólo se oponga a las formas de opresión sino que, a la vez, desarrolle una fe
profunda y duradera en el esfuerzo por humanizar la vida misma”.
BIBLIOGRAFÍA
Freire, P. (2010). Cartas a quien pretende enseñar. Buenos Aires. Argentina: Siglo
Veintiuno.
Giroux, H. (1.990). Los profesores como intelectuales hacia una pedagogía crítica
del aprendizaje. Barcelona: Paidós Ibérica S.A.
esclée De
Martínez-Navarro, E. (2010). Ética Profesional de los Profesores. D
Brouwer.
Oscar, A.I.Russi. (2005). La Función del docente: Entre los compromisos éticos y la
valoración social.