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IES N°5 “José Eugenio Tello” 

Profesorado de Inglés 

  
 
Ética Profesional 
Docente 

 
Docente: José Lascano 
Estudiantes:  
● Agustina Villafañe 
● Silvana Silva 
● Anahi Aylen Cañizares 
● Karen Denis Tolaba 
INTRODUCCIÓN

La ética profesional se ha convertido a lo largo de la historia en un tema importante


para centros de formación superior, y en la actualidad para las empresas o
instituciones en donde se desempeñan muchos profesionales, pero ¿qué tanto se
ve reflejada esta ética en el campo profesional?.

Con nuestra experiencia en el profesorado podríamos decir que muy poco, no solo
cuando los compañeros no cumplen con el valor de la puntualidad sino también con
otros valores que van desde el compañerismo, la empatía hasta la honestidad.

En la actualidad lo que llamamos auto superación, en muchas ocasiones, carece de


ética profesional, como si muchos pensaran que el fin justifica los medios, frase que
discrepamos mucho porque esa frase engloba muchas cosas opuestas a lo que se
busca recordar con este presente trabajo que es, la búsqueda de valores aplicados
en el entorno escolar o explícitamente en el ámbito profesional.

Muchos nos preguntamos entonces ¿qué es la Ética? y a veces nos respondemos a


nosotros mismos que es hacer las cosas correctas que mandan ciertas normas, no
obstante, al responder de esta manera estamos confundiendola con la concepción
de moral.

Es por ello que a continuación presentaremos la distinción entre ambas nociones


por los autores vistos en la materia Ética Profesional Docente, como así también lo
que éstas implican y significan para nuestra formación como futuros docentes.
DESARROLLO

Siguiendo a Cortina y Martínez Navarro, la palabra ​Ética​, nacida del griego “ethos”,
se refiere pues al carácter que forjamos en nuestro madurar, para cumplir con el fin
mismo de la vida humana. Es entendida como parte de la Filosofía que se dedica a
la reflexión sobre la moral, es un tipo de saber normativo, esto es, un saber que
pretende orientar las acciones de los seres humanos. También la moral es un saber
que ofrece orientaciones para la acción, pero mientras esta última propone acciones
concretas en casos concretos, la Ética -como Filosofía moral- se remonta a la
reflexión sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de justificar
racionalmente la vida moral, de modo que su manera de orientar la acción es
indirecta. Por lo tanto no tiene una incidencia inmediata en la vida cotidiana, dado
que su objetivo último es el de esclarecer reflexivamente el campo de la moral.

En cambio, el término ​moral ​del latín “mos-moris”, como sustantivo, refiere a un


conjunto de principios, preceptos, mandatos prohibiciones, permisos, patrones de
conducta, valores e ideales de vida propios de un colectivo humano concreto de una
determinada época histórica. En este uso del término la moral es un sistema de
contenidos que refleja una determinada forma de vida. Sin embargo, tal modo de
vida no suele coincidir totalmente con las convicciones y hábitos de todos y cada
uno de los miembros de dicha sociedad.

Mientras que la Ética es la reflexión teórica sobre la moral, la encargada de discutir


y fundamentar reflexivamente ese conjunto de principios o normas que constituyen
nuestra moral, la moral es el conjunto de principios, criterios, normas y valores que
dirigen nuestro comportamiento. Esta nos hace actuar de una determinada manera
y nos permite saber que debemos de hacer en una situación concreta. Es como una
especie de brújula que nos orienta, nos dice cuál es el camino a seguir, dirige
nuestras acciones en una determinada dirección. Por su lado, en el capítulo
“Labrarse un buen carácter” del libro ¿Para qué sirve realmente la ética?, Cortina
nos recuerda “que la moral tiene algo que ver con no dañar, pero no siempre y no
sólo con eso; también con no defraudar la confianza” (p.31).

Como conclusión, la moral y la Ética se plantean cuestiones distintas. La moral


tiene que ver el nivel práctico de la acción y trata de responder a la pregunta ¿qué
debo hacer?; la Ética con el nivel teórico de la reflexión y trata de responder a
preguntas del tipo ¿qué es la moral? ¿cómo se aplica la reflexión a la vida
cotidiana?

Todos adoptamos una determinada concepción moral y con ella juzgamos lo que
hacen los demás y lo que hacemos nosotros, por ella nos sentimos a veces
orgullosos de nuestro comportamiento y otras veces también culpables. A lo largo
de la vida, las personas pueden adoptar una solo o bien una sucesión de
concepciones morales personales; si no nos satisface la que teníamos en algún
aspecto, podemos apropiarnos de alguna otra en todo o en parte.
Todas las concepciones morales y cada una de ellas contienen elementos
(mandatos, prohibiciones, permisos, pautas de conducta) que pueden entrar en
contradicción con los de otras concepciones morales diferentes.

Por ejemplo, en algunos sitios está permitido la poligamia, mientras que en otros
donde se practica la religión católica apostólica romana esto no está consentido,
como así también los contrapuntos encontrados respecto a la interrupción del
embarazo. Es por ello que podemos decir que cada tradición, cada concepción
moral, pretende que su modo de entender la vida humana es el modo más
adecuado de hacerlo: su particular manera de orientar a las personas se presenta
como el “el mejor camino” para ser humanos.

Esto es debido a que los contenidos de esas concepciones morales están sujetos a
variaciones en el tiempo y espacio en el cual están situadas las personas, puesto
que no todas encarnan la forma moral con el mismo grado de adecuación.

Al haber tantas concepciones acerca de la moral, de la verdadera moral, a


continuación presentaremos, según Cortina y Martínez Navarro, algunos ​rasgos
que constituyen “lo moral”​:

● La moralidad es el ​ámbito de la realización de la vida buena, de la vida


feliz​; tanto si la felicidad es entendida como placer (hedonismo) como si se
entiende como autorrealización (eudemonismo). En este sentido, la base
para conducirse moralmente es una correcta deliberación, es decir, un uso
adecuado de la racionalidad prudencial. Éste nos permitiría discurrir sobre los
medios y estrategias que conducen a ese fin al que todos tendemos: el fin de
alcanzar el máximo de felicidad en el conjunto de nuestra vida.

● La moralidad es el ​ajustamiento a normas específicamente humanas​.


Consiste en ser capaz de conducirse de tal modo que uno se haga digno de
ser feliz, aunque no llegue a serlo en esta vida; porque el sentido de la
existencia humana sería la conservación y promoción de la vida de todas y
cada una de las personas.

● La moralidad es la aptitud para la solución pacífica de conflictos​, sea en


grupos reducidos, o bien en grandes colectivos como lo son el país donde
uno vive o el ámbito del planeta entero. Tal solución exige la realización de
los hombres como tales y precisamente a través de su racionalidad. Pero una
racionalidad que ya no se muestra en el hecho de que los hombres se den a
sí mismo leyes propias, sino en la disponibilidad para decidirlas, para
justificarlas a través del diálogo.

● La moralidad es la ​asunción de la virtudes propias de la comunidad ​a la


que uno pertenece, así como la aptitud para ser solidario con los miembros
de tal comunidad (comunitarismo). El individuo es identificado con su propia
comunidad (una familia, una vecindad, un colectivo profesional), aquella en la
nace y en la que se educa hasta llegar a convertirse en adulto. Allí adquiere
su personalidad por la pertenencia a ella, y sólo sí desarrolla las virtudes que
exige esa comunidad, virtudes que constituyen la visión de excelencia
humana.

● La moralidad es la ​asunción de unos principios universales ​que nos


permiten evaluar críticamente las concepciones morales ajenas y también la
de la propia comunidad.

Teniendo en cuenta los rasgos antes descritos, podemos decir que estamos en
concordancia con lo que Martínez Navarro (2010) concibe acerca de la ​ética
profesional de los profesores como ética aplicada​. Para él es un “discurso
racionalmente elaborado desde un enfoque interdisciplinar que tiene en cuenta las
aportaciones relevantes provenientes de los profesionales de la educación, de otros
profesionales afectados, de los padres, de los alumnos, de la sociedad en su
conjunto y de las diversas teorías éticas que han reflexionado sobre la profesión
docente”.

De esta manera, la ética profesional de los profesores puede ser entendida de tal
modo que no sea necesario excluir de su discurso ciertos argumentos o ideas por el
simple hecho de que proceden de sectores ajenos al propio profesorado, al ámbito
de la educación. Porque no tiene sentido seguir creyendo que todo lo que debe
saberse sobre ética de los profesores debe proceder de lo que piensan los
profesionales docentes, ni tampoco tiene sentido creer que solo una de las teorías
éticas es completamente verdadera y que las otras no pueden aportar nada. Se
debe ser capaz de integrar lo mejor de cada punto de vista en un discurso lo más
coherente posible y abierto permanentemente a la revisión crítica.

Es importante recordar que el compromiso principal de un profesional no debe ser


el de mantener su poder y su estatus social, sino el de prestar un servicio de calidad
a las personas concretas del modo más excelente posible mediante su labor
profesional. Por ello es importante que toda persona se tome su tiempo para elegir
una profesión que colme sus aspiraciones y que sea apta para mantener el interés
y la motivación a lo largo de los años. Algunos criterios éticos a tomar en cuenta
vendrían a ser elegir una profesión digna razonablemente accesible para las
capacidades de uno mismo con la compatibilidad de creencias y valores de uno
mismo incluyendo el poder de ejercerla en un plazo razonable con respecto al
período de formación.

Los profesionales de nuestro tiempo tienen el doble reto de ser excelentes


profesionales para ser buenos ciudadanos y de ser excelentes ciudadanos para ser
buenos profesionales teniendo respeto en sí mismo y a la profesión. Según
Cardona, «lo primero que debe hacer el educador, como profesional de la
enseñanza, es conseguir que su propia tarea sea un acto ético: debe actuar
éticamente, como persona que se dirige a personas, y dar a esa relación recíproca
que se establece un sentido moralmente bueno: ha de ser un acto personal bueno,
en sí y en sus consecuencias. Ha de ser un buen profesor, siendo un profesor
bueno».
Ahora ¿qué significa ser ​excelente profesional​?, esto es para Martínez Navarro
(2010) hacer referencia a ​“profesionales técnicamente capaces y al mismo tiempo
moralmente íntegros en el desempeño de su labor profesional”.

Para expresar en qué consiste ser un excelente profesional el autor utiliza la noción
de ​bondad humana que expone García Moriyón (2008) y trata de trasponer aquellos
rasgos generales al caso del ejercicio profesional. Allí, el autor sostiene que una
buena persona ha de reunir en equilibrio armonioso ​tres rasgos principales​: 1)
Estar bien informado. 2) Estar capacitado para tomar decisiones razonables. 3)
Mostrar sentimientos morales como la empatía, el coraje y el amor. El buen
profesional debe de reunir los rasgos 1 y 2 para ser ​técnicamente competente (por
ejemplo, un profesor que “sabe” y que “sabe enseñar” ha de estar bien informado y
ha de saber tomar las decisiones pedagógicas y didácticas pertinentes), y que al
mismo tiempo ha de reunir los rasgos 2 y 3 para ser un profesional ​técnicamente
íntegro (por ejemplo, un profesor que sabe cómo debe tratar a sus alumnos en el
aula, cómo ser justo en sus evaluaciones, etc., y que al mismo tiempo muestra
sentimientos morales como la empatía, el coraje y el amor). En síntesis: Ser un
profesional excelente significa ​ser al mismo tiempo competente e íntegro​, y para ello
es preciso reunir tres requisitos básicos: ​estar bien informado en el ámbito de su
profesión, tomar decisiones sensatas en el ejercicio de la misma, y mostrar
los sentimientos morales congruentes con la actividad de que se trate​.

En el caso de la enseñanza, hablamos de un tipo de actividad social reconocida


como una profesión que implica el ámbito sociocultural y sociopolítico que responde
a la necesidad de trasmisión de la cultura y de formación de las personas,
especialmente los niños y jóvenes. La institución “escuela” (en general, desde la
infantil a la universidad) y todo lo que ésta lleva consigo (currículos, agrupamientos
de alumnos, evaluaciones, diplomas, etc.), debe estar al servicio de la actividad
social, y no al revés. Esto es importante para que nos percatemos de que ​el núcleo
ético de toda profesión radica en el servicio que presta a la sociedad para satisfacer
alguna necesidad real,​ y no el prestigio o arraigo de la institución (o profesional) que
preste dicho servicio.

El filósofo Michael Walzer escribió en su obra Las esferas de la justicia (1983) que:
“Las escuelas, los maestros y las ideas llenan un espacio intermedio (entre la familia
y la comunidad social). Suministran un contexto, no el único pero con mucho el más
importante para el desarrollo de la compresión crítica y la producción y reproducción
de la crítica social () Las escuelas llenan un espacio intermedio entre la familia y la
sociedad, y también un tiempo intermedio entre la infancia y la edad adulta. Se trata
sin duda de un espacio y un tiempo para la capacitación, el ensayo, las ceremonias
de iniciación, para los “comienzos” y cosas semejantes; pero ambos constituyen
también un aquí y un ahora que posee importancia propia. La educación distribuye a
las personas no solo su futuro sino también su presente () Un cuerpo de maestros
se pone frente a sus alumnos dentro de una comunidad más o menos circunscrita -
lo que John Dewey denominó “un ambiente social especial” - representa el mundo
de los adultos e interpreta sus saberes, tradiciones y ritos. A los alumnos se les
concede de una moratoria parcial de las exigencias de la sociedad y de la
economía. Los maestros así mismo, se ven protegidos de las fórmulas inmediatas
de presión externa; enseñan las verdades que entienden - las mismas verdades - a
todos los alumnos que tengan en frente, y responden a sus preguntas lo mejor que
pueden sin consideración a sus orígenes sociales”.

Aunque en la práctica cotidiana no siempre se cumple al detalle esta descripción,


podemos considerar la idea básica que Walzer propone: ​la profesión docente
constituye una instancia educativa mediadora entre la familia y la sociedad, entre la
infancia y la edad adulta y entre los saberes establecidos y las nuevas
generaciones, para procurar la mejor formación posible​.

Un docente se sitúa entre dos mundos, el de los estudiantes, y el del adulto,


teniendo que responder a las exigencias planteadas por los mismos llegando a
conciliarlas con los deseos y expectativas de sus padres.

De acuerdo a Navarro, una de las características de lo que implica ser profesor es


precisamente ese carácter mediador entre los progenitores de la persona que ha de
ser educada y la sociedad en general. El papel social del profesional docente es
distinto al de la familia y al de los ciudadanos anónimos con los cuales los
aprendices se relacionan, puesto que a los profesores les corresponde transmitir a
estos, en nombre de la sociedad, unos saberes que la propia sociedad valora como
necesarios para la supervivencia y prosperidad de todos, y que en principio no
pueden ser eficazmente transmitidos ni por la familia, ni por ciudadanos
desprovistos de una formación adecuada.

El docente no debe ser considerado como alguien que necesariamente anulará los
valores familiares a favor de los socialmente establecidos, sino más bien como una
figura encargada de promover el desarrollo del aprendiz equilibrando en lo posible
las expectativas legítimas de la familia y las exigencias del bien común. De manera
que la profesión docente represente la apertura a nuevas ideas y estructuras, la
posibilidad de crítica y de autocrítica de los estudiantes.

Por consiguiente el docente debe ser capaz de:

● Transmitir la cultura para formar personas críticas, creativas y


solidarias.

El término “cultura” tiene dos significados relevantes, por una parte, se refiere a la
forma de vida de un pueblo, con sus mitos, ritos, instituciones y creencias; por otra
parte, la cultura es “cultivo” de la propia persona en sus dimensiones intelectuales y
humanísticas. Es imprescindible que los profesores dispongan de una buena
preparación que les permita no sólo ​saber,​ sino también ​saber enseñar,​ saber
transmitir ese tesoro cultural de manera tal que el estudiantado lo reciba con los
brazos abiertos, convirtiéndolo en un ​aprendizaje vivo​, y no como un pesado
contenido a memorizar y a ser destinado al olvido tras un examen.

Ahora bien, para que este aspecto de la trasmisión cultural sea completo y
éticamente adecuado, es esencial que los profesores no se limiten a realizar una
trasmisión mimética de la cultura heredada, sino que tengan muy presente que es
preciso transmitir conjuntamente el ​sentido crítico,​ para que las nuevas
generaciones sean capaces de mantener dicha cultura adaptándola lo mejor posible
a las cambiantes circunstancias históricas (para lo cual se necesita c​rítica y
creatividad)​ y extendiéndola a todos los colectivos sociales sin exclusiones
arbitrarias (por lo cual se necesita ​solidaridad)​ .

● ​Formar ciudadanos activos.

El docente no puede desentenderse de la formación de la persona como ciudadana,


debe asumir que la persona es necesariamente un ser social, comunitario, cívico.
No puede permanecer ajeno a la formación de ciudadanos activos porque, de lo
contrario, estaría faltando a uno de los compromisos básicos que hacen a la
enseñanza ​un servicio público​. Por más que pueda ser prestado a menudo en
condiciones de contrato privado, se trata de un servicio público porque está
destinada a ​servir al público,​ a las personas individuales y a la sociedad en su
conjunto.

La mediación que ejercen los profesores entre la familia y la sociedad desempeña


una función social: reforzar a la propia sociedad para que pueda ​sobrevivir y
prosperar como tal colectivo organizado,​ y no para beneficio exclusivo de algunas
personas o familias en particular. Si la enseñanza se convierte en una actividad que
renuncia por completo a formar ciudadanos activos, participativos, comprometidos
con el bien común, entonces se corrompe, pierde su carácter propio para pasar a
ser algo podrido. Porque el resultado de esto sería un mundo de individuos
despreocupados del espacio público, dando lugar al caos, la injusticia y la
deshumanización.

● Evaluar, acreditar y facultar al estudiantado.

Se debe ​preparar a los estudiantes para que sean también buenos profesionales​,
además de buenos ciudadanos en tanto que personas críticas, creativas y
solidarias. Este aspecto es relativo a la trasmisión de la cultura, puesto que es la
cultura misma la que nos indica qué tipo de profesionales y de ciudadanos se
precisa para promover el pleno desarrollo de la persona y avanzar hacia una
sociedad más justa y próspera. Evaluar es una tarea necesaria para poder acreditar
que realmente se está produciendo enseñanza-aprendizaje. No sólo la necesita el
estudiante para saber si realmente ha aprendido o no, sino que también la necesita
el profesor para saber si realmente ha logrado enseñar o no. Esta retroalimentación
a dos bandas es necesaria en todos los fines de la enseñanza –formar personas,
profesionales y ciudadanos–, pero resulta especialmente relevante en el caso de la
formación de profesionales; porque la acreditación principal que va a recibir el
estudiante al finalizar el curso no va a ser en crecimiento personal ni en
responsabilidad ciudadana, aunque también haya aprendido mucho en esos
aspectos, sino que será acreditado con un grado x, que probablemente le dará
acceso al siguiente grado de esa profesión o a la titulación final correspondiente.

Algunos riesgos de corrupción docente

La corrupción se comprende como c​ualquier acción u omisión que indica que han
sido descuidados los bienes internos para dar prioridad a la acumulación de bienes
externos, accediendo a estos últimos por una vía distinta a la recta dedicación
profesional​. Aquí consideramos a la corrupción profesional como aquella en relación
con los “atajos” para conseguir bienes externos (más sueldo, más poder, más
prestigio, más ventajas profesionales) a costa de descuidar el logro de los bienes
internos. Los ejemplos más típicos de estas corruptelas pueden ser los siguientes:

a. Algunos profesores ​descuidan su formación permanente​, de modo que repiten


año tras año los mismos contenidos a sus alumnos, sin percatarse siquiera de que
algunos de tales contenidos han quedado obsoletos. O descuidan su formación en
aspectos didácticos, de modo que pierden la ocasión de hacer más interesantes y
asequibles al estudiantado los contenidos que han de transmitir .

b. Cierto porcentaje de profesores ​no prepara adecuadamente sus clases​, sino


que improvisan y salen del paso como pueden, disminuyendo indebidamente la
calidad de la enseñanza que imparten. Tampoco suelen esforzarse lo más mínimo
por cumplir lo establecido en la programación del curso, sino que recurren a
cualquier excusa para señalar que no es posible cumplirla.

c. Otros profesores ​se presentan a menudo como “amiguetes” de los alumnos,


como “colegas” a quienes tratan con una excesiva familiaridad, con la que quizá
intentan esconder algunas deficiencias profesionales. Estos profesores parecen
olvidar que la amistad y la enseñanza son cosas distintas. Los alumnos nunca
pueden ser “colegas” del profesor: los verdaderos colegas del profesor son los otros
profesores, mientras que los alumnos son los destinatarios de su dedicación
profesional, los beneficiarios de su labor , los que dan sentido a la propia
enseñanza, y por ello la actitud hacia ellos ha de ser muy distinta a la que se tenga
con los amigos y con los otros profesores.

d. Algunos profesores ​no llegan puntualmente a sus clases ni a otros compromisos


de trabajo, y practican el absentismo sistemáticamente, pero con la precaución de
presentar todo tipo de excusas para que no les penalicen por ello.

e. Cierto número de profesores ​no controla adecuadamente el comportamiento


del alumnado que tiene a su cargo, y permite que algunos alumnos alboroten el
aula, molestando a quienes trabajan en espacios cercanos, o les permiten salir del
aula con cualquier excusa, o envían a ciertos alumnos “problemáticos” fuera del aula
incluso antes de que lleguen a dar motivos para ello, etc. En estos casos, el profesor
opta por la vía fácil de no esforzarse lo más mínimo por ejercer su autoridad sobre
los alumnos difíciles y por enfrentar los problemas típicos que plantea la relación
con el grupo que tiene a su cargo.

f. Hay algunos profesores que ​no corrigen debidamente los trabajos y exámenes
realizados por sus alumnos​. No les proporcionan una retroalimentación suficiente
y razonablemente rápida sobre sus fallos y aciertos en el proceso de aprendizaje.
Para compensar tal desidia y evitar posibles protestas, estos profesores suelen
otorgar a todos sus alumnos unas calificaciones que no responden al rendimiento
real de cada cual. En este tipo de casos los profesores están cometiendo un fraude
académico que perjudica la formación de los alumnos.

g. También hay otros profesores que ​aprovechan su poder en el aula para


introducir en su enseñanza contenidos, ajenos al currículo oficial o modificados
a partir de él, encaminados a hacer algún tipo de proselitismo ideológico (político,
religioso, filosófico), bajo la amenaza más o menos encubierta de que aquellos
alumnos que se resistan a asentir a tales contenidos serán objeto de represalias.
Este tipo de corrupción atenta directamente contra los valores de los aprendices.

h. Cierto número de profesores (o de centros docentes) ​ofrecen a sus propios


alumnos unas clases extra​, fuera del horario escolar, para profundizar en el mismo
programa de estudios que se está desarrollando dentro del horario, ​a cambio de un
estipendio económico​.

i. Entre los profesores que desempeñan ​la función de tutores de un grupo de


alumnos, algunos ​lo hacen asumiendo un rol paternalista con el que los
instrumentalizan para ganarse su confianza y convertirlos en sus “protegidos” y
confidentes. Este tipo de relación puede dañar el crecimiento personal de los
alumnos, porque les priva de un modelo de adulto responsable y crítico; por otro
lado, este tipo de comportamientos genera malestar en el equipo docente, porque
los tutores que así se comportan suelen proporcionar a los alumnos más
información de la que les compete con respecto a dicho grupo, tanto acerca del
ámbito académico como del personal, y esta falta de repercute muy negativamente
en las relaciones académicas y personales.

j. Es preciso rechazar abiertamente las prácticas consistentes en ​aceptar regalos


de las editoriales y de otras empresas de recursos didácticos a cambio de
adoptar sus libros de texto u otros materiales que habrán de comprar los
alumnos, los directivos o propietarios del centro educativo. En estos casos cuando
estos regalos son usados en las tareas de enseñanza, debe ser éticamente
rechazable porque el criterio correcto para que se compre cualquier recurso
didáctico ha de ser la convicción de que tal recurso es el mejor posible para el
aprendizaje de los alumnos.

Consideramos que ​asumir una profesión implica autonomía​, es decir la


capacidad de tomar decisiones con la posibilidad de sustentarlas desde una teoría
específica. Cortina (2013) destaca la libertad como poder decidir cómo vivir nuestra
vida, o cómo utilizar y aprovechar los recursos que tenemos cerca para hacer
nuestro camino.

Por otro lado, como dice F. Savater "No somos libres de elegir lo que nos pasa, sino
libres para responder a lo que nos pasa de tal o cual modo…".El problema de qué
hacer en una situación específica es un problema moral y será el individuo, en este
caso el docente, quién tendrá que resolverlo por sí mismo, apelando a una norma
que él acepte como valiosa.

Esto nos conduce a una primera paradoja: ​la conducta moral se presenta como una
conducta libre y obligatoria a la vez.​ Aquí la libertad supone dos condiciones: por un
lado, deben existir al menos dos posibilidades abiertas por seguir, por otro, lo que se
haga o decida no puede ser arbitrario. En este sentido, no somos libres cuando
"hacemos lo que se nos dé la gana" puesto que nuestros deseos pueden ser objeto
de condicionamientos psíquicos inconscientes, sociales o culturales, sino que
somos libres cuando analizamos los hechos, sopesamos las razones y luego
decidimos.
A partir de lo antes mencionado, podemos decir que la conducta moral es
obligatoria. Cortina (2013) nos dice que algunos filósofos afirman que no hay seres
humanos amorales, situados más allá del bien y del mal, sino que somos
inexorablemente, constitutivamente morales. Ya que el sujeto está obligado a
comportarse conforme a una norma, aunque esta obligación devenga de la
aceptación voluntaria de la norma, puesto que toda norma funda un deber, un deber
que se encuentra impuesto por la sociedad en la que se habita.

Es por ello que la ética de cualquier profesión debe de partir del reconocimiento y
apego de los valores ​humanos y ​de convivencia, ​los cuales nos guían a lo largo de
nuestras acciones y decisiones, permitiéndonos convivir con otras personas de un
modo justo con el fin de alcanzar un beneficio como sociedad. Tales valores como
los de libertad, igualdad, solidaridad, respeto y actitud del diálogo.

De lo contrario, según Podestá (2001), nos estaríamos inclinando a favor de la


problemática de la ​violencia escolar​. A la cual entendemos como una forma de
práctica social ​en la cual se destituye la subjetividad del otro, en donde no hay lugar
para la palabra y solo circulan el golpe, el insulto, el discurso imperativo de aquellos
que poseen el “poder”.

De acuerdo a la autora Adela Cortina (2013) todos los seres humanos necesitamos
el ​reconocimiento cordial ​de los otros para llevar adelante una vida realizada,
precisamente porque el individualismo es falso puesto que las personas no se
encuentran aisladas sino en relación con el otro. Esta autora manifiesta que el
vínculo del cuidado es el que nos permite sobrevivir, crecer y desarrollarnos
biológica y culturalmente. Pero el reconocimiento mutuo de la dignidad, de la
necesidad de amor y estima es indispensable para llevar adelante una vida buena,
una vida feliz.

No se trata solo de reconocernos mutuamente como interlocutores válidos de los


diálogos que nos constituyen, porque somos seres capaces de un lenguaje. Se trata
también del mutuo reconocimiento de la dignidad a la que tenemos derecho por
nuestro valor interno. Todo esto cobra una coloración moral cuando se vive desde el
respeto a la dignidad propia y ajena, porque los otros importan y son parte de
nosotros.

Según Paulo Freire en su libro “Cartas a quien pretende enseñar” nombra ciertos
valores y ​virtudes que él considera, son necesarios en un profesor quien pretende
enseñar, de los cuales queremos destacar: la humildad, amorosidad, valentía,
tolerancia, la decisión, la seguridad, la alegría de vivir, con los cuales coincidimos en
su visión.

De acuerdo a Freire (2010) “la ​humildad nos ayuda a reconocer que nadie lo sabe
todo y que nadie lo ignora todo, todos sabemos algo todos ignoramos algo” (p.75).
Como futuros profesores, entendemos que es necesario en nosotros dicho valor ya
que nuestros futuros alumnos siempre tendrán algo que aportarnos, algo para
enseñarnos, debemos ser lo suficientemente humildes para abrirnos y escuchar a
nuestros alumnos, abrirnos a la oportunidad de aprender de ellos. La humildad en
un profesor es importante al momento de enseñar ya que la misma nos da “la
seguridad insegura, la certeza incierta” (Freire, 2010 p. 76). Siguiendo a Freire la
humildad es la posibilidad de aprender y enseñar a salir de la burbuja de nuestra
única verdad. Nosotros como futuros profesores debemos ser conscientes que en
esta era globalizada y con tantos avances tecnológicos nuestros futuros alumnos
ingresan en las escuelas con más ideas previas e información, que es posible
nosotros ignoremos ya que tienen mucho más acceso al conocimiento vía internet,
desde el celular, tablet, videos, etc. Por lo tanto debemos estar predispuestos a la
humildad predispuestos a aprender y recibir los aportes que nuestros futuros
alumnos tengan por hacer.

Freire (2010) “Pero es preciso sumar otra cualidad a la humildad con que la maestra
actúa y se relaciona con sus alumnos, y esta cualidad es la ​amorosidad ​sin la cual
su trabajo pierde el significado” (p. 77). Esta especie de “amor armado” de lo que
habla Freire nos recuerda que como profesores es necesario amar nuestra
profesión ya que el amor a ella nos lleva al disfrute pleno de la misma, aceptándola
con todo lo que esta implica.

Este amor requiere ​valentía​, la cual también es necesaria para enfrentar el miedo
del que habla Freire. El miedo a no alcanzar cierta promoción, a perder el empleo, a
ese alumno con problemas o con una discapacidad, a no ser capaz de llevar una
clase. Freire toca este tema diciendo que es necesario reconocer nuestra miedo
aceptarlo ya que del mismo nace nuestra valentía.

Siguiendo a Freire: “La ​tolerancia ​es la virtud que nos enseña a convivir con lo que
es diferente, a aprender con lo diferente, a respetar lo diferente” (Freire, 2010 p. 79).
Hablar de tolerancia no es tomar una postura irresponsable y jugar al “hagamos de
cuenta” ni encubrir lo intolerable. La tolerancia implica la convivencia con lo que es
diferente dejando de lado la hipocresía, implica aceptación sincera de lo distinto.
Llevando esto a nuestra realidad como docentes, en la actualidad hay cada vez más
y más inclusión de personas con discapacidades y es imprescindible la virtud de ser
tolerantes con la presencia de estos alumnos y con las personas especializadas que
forman un equipo de trabajo para una enseñanza exitosa.

La ​decisión​, es una virtud que implica responsabilidad. La toma de decisiones es lo


que hace al profesor, el saber cómo y cuándo tomar una decisión muestra a un
profesor con seguridad, seguro de lo que está haciendo, transmitiendo el mensaje
de que “el profesor sabe lo que hace” que conoce bien cual es su trabajo, lo que
genera una seguridad en los alumnos. Esto no implica un autoritarismo en el
docente ya que de acuerdo con Freire: “Hay muchas ocasiones en las que el buen
ejemplo pedagógico, en la dirección de la democracia, es tomar la decisión junto
con los alumnos después de analizar el problema. En otros momentos en los que la
decisión a tomar debe ser de la esfera de la educadora, no hay por qué no asumirla,
no hay razón para omitirla” (Freire, 2010 p. 81). Siguiendo esta cita podemos
reconocer que no siempre es el profesor quien debe decidir en distintas situaciones,
los alumnos también pueden tener la oportunidad de dar su opinión y punto de vista
para contribuir en una determinada toma de decisión. Así como también hay
situaciones en las que el docente debe asumir su responsabilidad y decidir por sí
solo lo que es lo correcto en determinada situación.

“Por su parte, la ​seguridad ​requiere competencia científica, claridad política e


integridad ética. No puedo estar seguro de lo que hago si no sé cómo fundamentar
científicamente mi acción o si no tengo por lo menos algunas ideas de lo que hago,
de porqué lo hago y para qué lo hago” (Freire, 2010 p. 81). Como describe Freire
claramente en esta cita la seguridad es el resultado del conocimiento y el del ser
consciente de mi accionar. Así también, como ya se dijo anteriormente, la seguridad
de un profesor debe ser siempre mediada por la humildad, un docente no puede
darse el lujo de ser arrogante y soberbio ante una clase y ante las personas en
general.

Freire concluye esta cuarta carta diciendo: “​La alegría de vivir​, como una virtud
fundamental para la práctica educativa democrática” (Freire, 2010 p. 83). La alegría
de vivir no implica una felicidad idealizada ni negar las tristezas que son parte de la
vida. De acuerdo con Freire creemos que transmitir esta alegría de vivir es
indispensable no solo en el ámbito docente sino en toda profesión que se ejerce.
Mostrarnos siempre positivos y alegres, enseñarles a nuestros alumnos a perder el
miedo a intentar cosas nuevas a perder el miedo a fracasar a que la vida tiene sus
altibajos y solo hay que aprender a vivirla.
CONCLUSIÓN

De ahora en más consideramos que al momento de formar al estudiante, debemos


considerarlo en todas sus dimensiones y potencialidades a desarrollar y
perfeccionar para ponerlo al servicio del progreso, desarrollo y crecimiento de la
sociedad.

Como futuros docentes a formar futuros profesionales no solo implica el proceso


de enseñar conocimientos de una disciplina académica, sino también el proceso de
formación ética y moral tanto a nivel individual y social del estudiante. En ellos está
su aporte y el cambio que necesita la sociedad para mejorar. Según Cortina (2013)
“Ninguna sociedad puede funcionar si sus miembros no mantienen una actitud ética.
Ningún país puede salir de la crisis si las conductas inmorales de sus ciudadanos y
políticos siguen proliferando con toda impunidad”.

Por ello es necesario un equilibrio que de la posibilidad de apreciar la diversidad de


las partes que conforman la realidad y desde una dimensión ética, debemos
responsabilizarnos de las posibles implicaciones que comportan nuestros actos en
el hacer diario. Debemos establecer un compromiso con nosotros mismos y con el
grupo que nos toque trabajar. Un compromiso que implique cumplir las normas
morales de la comunidad mediante la búsqueda constante de superación y
excelencia en nuestra labor.

De manera que en ella hallemos nuestra propia autorealización pero que al mismo
tiempo logre beneficiar aquellos que acudan a la prestación de nuestros servicios
permitiéndonos construir sociedades justas . Ya que el ejercicio de nuestra práctica
y profesión se convierte en modelo para los estudiantes, futuros colegas y cuerpo
institucional.

Por consiguiente dirá Freire “​La educación representa tanto un esfuerzo por el
significado como una lucha en torno a las relaciones de poder. Su dinámica brota,
por una parte, de la relación dialéctica entre individuos y grupos que consumen sus
vidas en condiciones históricas específicas y en medio de restricciones estructurales
y, por otra parte, de aquellas formas culturales e ideologías que dan lugar a las
contradicciones y luchas que delimitan las realidades vividas de diversas
sociedades por encima de otras. La educación es el terreno donde el poder y la
política se expresan de manera fundamental, donde la producción de significado, de
deseo, lenguaje y valores está comprometida y responde a las creencias más
profundas acerca de lo que significa ser humano, soñar y dar nombre y luchar por
un futuro y una forma de vida social especiales. La educación se convierte en una
forma de acción que va asociada a los lenguajes de crítica y posibilidad.
Representa, finalmente, la necesidad de un entrega apasionada por parte de los
educadores para hacer que lo político sea más pedagógico, es decir, para convertir
la reflexión y la acción críticas en partes fundamentales de un proyecto social que
no sólo se oponga a las formas de opresión sino que, a la vez, desarrolle una fe
profunda y duradera en el esfuerzo por humanizar la vida misma”.
BIBLIOGRAFÍA

Cortina, A. (2013). ​¿Para qué sirve realmente la Ética?​. Barcelona: PAIDÓS.

Cortina, A. y Martínez-Navarro, E. (2001). ​Ética.​ Madrid: Akal S. A.

Freire, P. (2010). ​Cartas a quien pretende enseñar​. Buenos Aires. Argentina: Siglo
Veintiuno.

Giroux, H. (1.990). ​Los profesores como intelectuales hacia una pedagogía crítica
del aprendizaje​. Barcelona: Paidós Ibérica S.A.

Luchetta, J.F. y García, L.(2013)​. Ética y rol profesional en la formación docente.

​ esclée De
Martínez-Navarro, E. (2010). ​Ética Profesional de los Profesores. D
Brouwer.

Oscar, A.I.Russi. (2005). ​La Función del docente: Entre los compromisos éticos y la
valoración social.

Podestá, S. (2001). ​La Ética Docente en la Escuela Violenta.​ Córdoba: I.S.B.N.


Argentina.

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