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Nuestro libro Cuentos para el desarrollo emocional desde la teoría del apego
explica los principios de la Teoría del Apego a través de información teórica y a
través de cuentos. Por este motivo, hemos querido empezar este artículo con un
breve cuento. Con una historia que no habla de algo lejano y remoto, sino que
habla de cada uno de nosotros y nosotras. El protagonista de esta historia no
nos es desconocido, puesto que, es nuestro cerebro. El protagonista de esta
historia es el cerebro con el que nacimos todos nosotros. Un cerebro inicialmente
inmaduro que pasó a ser un cerebro adulto.
Pero, ¿cómo se consigue esto?, ¿cómo se produce esta magia de la vida? Cómo
sale de la inmadurez el cerebro infantil, cómo se van conectando de un modo
organizado sus neuronas para lograr almacenar toda la información y las
capacidades que necesitamos para ser adultos.
Para explicar toda esta magia es preciso mucha ciencia. La teoría psicológica
que cuenta con más evidencia científica para explicar todo este proceso es la
teoría del apego. En este libro hemos explicado todo este proceso de desarrollo
del cerebro infantil desde este paradigma.
El principio básico, que ya enunció Bowlby, de la teoría del apego, desde el que
se inicia este libro, es que, dada la enorme dependencia de los bebés hacia sus
figuras de cuidado, por su profunda inmadurez, la necesidad esencial y
fundamental del ser humano, no es en sí que nos alimenten, que nos den cariño,
que nos protejan, etc… es que haya un otro para nosotros, orientado a cubrir
nuestras necesidades. Para conseguir a este otro atento a nosotros y disponible
para satisfacer nuestras necesidades es necesario tener una unión afectiva con
él, puesto que esto es lo que nos garantiza que esté ahí para nosotros. Por tanto,
la necesidad fundamental del ser humano, de nuestros bebés es tener un
vínculo afectivo sólido con sus figuras de cuidado. De no cubrirse esta
necesidad el cerebro infantil sufrirá un profundo estrés que dificultará su
desarrollo. Por este motivo es esencial hacer sentir a los bebés que estamos a
su lado, para que sientan que su necesidad fundamental está cubierta y, de este
modo, su cerebro tenga el menor estrés posible y el mejor desarrollo.
La otra idea que articula el libro, y que es el siguiente pilar de la teoría del apego,
es que, a través de la estimulación al bebé y de la satisfacción de sus
necesidades, por parte de sus figuras de apego, se produce el desarrollo del
cerebro. Se produce la asociación entre neuronas, la construcción de las
conexiones neuronales de las que emerge la mente humana.
En función de cómo sea este proceso de satisfacer las necesidades de los bebés
y de los niños, de estimulación, de dar afecto y establecer límites, el cerebro se
desarrollará de un modo u otro, de manera más o menos sana. En el libro hemos
querido dar las claves para cuidar, estimular, relacionarnos con nuestros
niños y niñas, ya sean nuestros hijos, nietos, sobrinos, alumnos, etc.. de un
modo que genere un mejor y más sano desarrollo de sus cerebros.
Pensadlo por un momento, ¿cuántas de las capacidades que poseéis las tenéis
gracias a que hubo un otro en vuestro proceso de desarrollo que se empeñó en
que las desarrollarais?, ¿cuántas de las acciones que realizáis, de manera
habitual, para alcanzar con éxito vuestras obligaciones y tareas cotidianas las
podéis ejecutar porque hubo un otro en vuestro proceso de desarrollo que se
empeñó en que hicierais bien y muchas veces eso mismo que ahora os resulta
natural, sencillo y rutinario? Cuantas veces nuestra madre, nuestro padre nos
sentó a estudiar, nos obligó a leernos la lección hasta aprenderla, nos obligó a ir
a la ducha, a lavarnos los dientes, a poner el despertador de tal manera que nos
diera tiempo a desayunar y no llegáramos tarde…
"La necesidad fundamental de los bebés es tener
un vínculo afectivo sólido con sus figuras de cuidado"
En este libro vais a encontraros, a través de sus 10 capítulos, una guía para
facilitar este desarrollo sano de los niños y niñas, para que el desarrollo de
sus capacidades emocionales y de su inteligencia emocional sea el mejor
posible. Así como indicaciones para lograr, ajustando nuestra manera de
educar, de dar cariño, de establecer normas y límites, que vuestros niños
construyan una fuerte y sólida seguridad en sí mismos.
De la misma manera que las personas estamos hechas de átomos, la vida está
hecha de historias y cuentos. Creemos firmemente que para poder entender
cuestiones relevantes y complejas de la vida qué mejor que ir a uno de sus
componentes fundamentales, los cuentos y las historias.
Por otro lado, en el libro exponemos las maneras adecuadas de tratar a los
niños y niñas y las no adecuadas. Esto puede llevar al lector a plantearse su
crianza con sus hijos o a repensar en cómo él fue criado. A veces pensar en uno
mismo, en nuestras actuaciones o en las actuaciones que otros tuvieron con
nosotros no es fácil, pero es muy necesario para mejorar o para aprender de los
errores que cometieron con nosotros y no repetirlos. Por todo esto también los
cuentos son muy útiles puesto que nos ayudan a pensar en lo que nos ha
pasado, pero desde la seguridad y protección que da el estar pensando en otros
personajes. De esta manera se puede burlar los mecanismos de defensa
normales que tenemos todos y todas, para entrar en contacto con nosotros
mismos y nuestra historia de una manera mucho más profunda.
Pues esto es lo que contiene este libro de Cuentos para el desarrollo emocional.
Contiene mucha magia que es explicada con ciencia. Contiene un puñado de
historias mágicas para acercarnos a realidades del proceso de desarrollo de los
niños y las niñas. Porque los cuentos no son sino la traducción de la vida real a
fantasía. Y con estas fantasías esperamos que los lectores puedan llevarse
muchas herramientas prácticas e imágenes metafóricas para esculpir el
cerebro de sus niños de una manera más sana y adecuada. Esperemos que
disfrutéis con los unicornios que no sienten frio en el alma, con los tres cerditos
que explican cómo construyen la casa emocional en la que viven sus hijitos y
cómo en función de este proceso los cerditos tendrán unos problemas u otros en
el futuro, con una bicicleta para manejar bien el enfado, con los neuroduendes
que utilizan la tristeza para superar una pérdida… y con unos cuantos seres
mágicos más.
Es muy importante para fomentar un apego seguro con los niños que
no lo han desarrollado utilizar la sintonización emocional. Yo lo hago a
diario en la terapia con todos y de, por ejemplo, esta manera: (1) En
el juego, reflejando su felicidad con palabras: “Siento que estás feliz
con eso”, acompañándolo con una sonrisa (2) Si han tenido un mal
día y se han peleado con alguien o han tenido problemas de
comportamiento, trato de reflejar su sentir a modo de hipótesis:
"Siento que algo te tiene que pasar para comportarte hoy así” (3) Si
me hacen una revelación importante, les devuelvo feedback: “Has
sido un valiente, siento que ha sido difícil para ti pero has podido
hacerlo” ; “me imagino que habrá sido duro para ti vivir todo eso,
siento que has tenido que sufrir mucho solo” (4) Ante cualquier
comportamiento, reflejándolo y devolviendo cómo se puede sentir y
hacerle notar que uno lo siente también: “Has cogido el cuento de las
caras, siento que es algo que te gusta mucho, yo también me siento
así” "Quieres que deje entrar a tu amiga a la terapia (una
adolescente) y siento que te enfadas pero no puede ser porque este
sitio es sólo privado para ti"
El niño tiene que notar que nos conectamos con su sentir y su mundo
interior. En el caso de las conductas negativas, es importante esta
devolución junto con la calma y la firmeza: “No me ha gustado que
hagas eso de tirar las cosas al suelo, siento que estabas enfadado
pero no debes sacar tu enfado así"
“¿Sientes frío mi niño?” “Te has asustado con el ruido, verdad. Mamá
cierra la ventana” “Estás contento porque ha venido tu tío, estabas
pensando que ya era hora de que viniera, ¿eh?” “Te tiene que doler la
tripa porque has echado la comida fuera, tranquilo que mamá te lleva
al médico y te cura” etcétera.
Con paciencia, para hacer el apego más seguro, hay que fomentar
esta función. La vida cotidiana nos da mil oportunidades: Si tiran un
jarrón porque querían coger algo que les gustaba mucho, hay que
decirles que no se debe de hacer eso, pero hay que ir más allá: “Lo
más seguro pensabas 'quiero ese juguete', pero no miraste que
podías tirar el jarrón que es una cosa que nos gusta mucho y nos da
pena que se rompa” Aquí el niño empieza por el largo camino de
darse cuenta de que los demás tienen un mundo interno y que no
sólo existe el suyo, mundo propio que por otro lado, no siempre
conoce. La función reflexiva ayuda a conocer el propio y el de los
demás porque sucede en una relación: la de apego.
Esta estimulación sucede y actúa sobre todas las áreas del cerebro: la
motriz (existen unas etapas para el desarrollo de la motricidad); la
del lenguaje (existe un periodo para la adquisición del lenguaje donde
el niño es como una esponja y su cerebro está plástico para poder
comprender y expresar. Sobre todo repetir, mediante el juego, las
canciones, los balbuceos, las caricias, las risas…; la emocional (existe
un periodo, coincidiendo con el apego centrado, en el que el niño
aprende la función reflexiva, esto es a conocer su mundo interior y
desarrollar las herramientas cognitivo-emocionales que le permitirán
etiquetar lo que siente y lo que sienten los demás; los padres
favorecen esto mediante la experiencia del apego seguro); la social
(cuando el niño desarrolla un apego seguro, se activa su sistema de
exploración, se abre al mundo y a los otros, empieza a relacionarse
con los demás porque están sus cuidadores, su base segura, para
poder retornar en caso de peligro. Cuando se va relacionando con los
otros, va produciéndose el fenómeno de aprender la regulación
emocional relacional) Y la dificultad regulatoria está en la base de los
déficits de atención que presentan estos niños, pues la presencia
continuada del cuidador es la primera experiencia de atención que no
han tenido pues éste no ha dispuesto un buen sistema de cuidados
para el bebé.
Los niños, desde luego, sufren por impotencia y terminan siendo las
víctimas. Algunos, ni siquiera entienden por qué deben estudiar, qué
sentido tiene en sus vidas. ¿Qué van a hacer ellos si nadie les dio los
nutrientes físicos y afectivos que necesitaban para un adecuado
desarrollo? Recuerdo el caso de un joven adoptado a la edad de
nueve años, cuya vida se había caracterizado por recorrer
diariamente muchos kilómetros para poder encontrar comida en un
pueblo cercano, con su hermano a hombros. Además, a las noches,
debía de estar vigilante para tratar de proteger a su madre y
hermano de las palizas que el padre les daba cuando llegaba bebido.
Al llegar a la familia e incorporarse al colegio -nunca había asistido a
clase-, no entendía el sentido del estudio. Él quería trabajar y esto
propiciaba muchos choques con los padres y profesores. No
olvidemos que muchos chicos y chicas puede que carezcan de los
cimientos emocionales y cognitivos que están en la base del
aprendizaje escolar, pero pueden ser muy buenos profesionales.