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RELATOS
DE PALESTINA
JULIO EUGUI
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RELATOS
de Palestina
JULIO EUGUI
RELATOS
DB PALESTINA
EDICIONES EGA
Bilbao1995
INTRODUCCION
7
Así las cosas, se comprende que nos haya-
mos planteado algunas cuestiones y nos haya-
mos animado a narrarlas a nuestra manera' como
Dios nos Io ha dado a entender. Por ejemplo:
quién indicó a María y José la gruta en que se
cobijarían al llegar a Belén; cómo vivió Natanael
Iajornada de las bodas de Caná, su pueblo natal;
qué decidió a la mujer hemorroísa a acudir a Je-
sús y qué recuerdo guardó del milagro; o bien:
por dónde anduvo Judas cuando abandonó el Ce-
náculo; incluso por qué no <(recrear)> alguna pa-
rábola y contarla con detalles de propia cosecha"'
8
RELATO DE VIAJE
Lo recostó en un pesebre' porque
no había lugar para
ellos en la posada (Lc 2,7)
9
Dentro, bajo un techado precario, se cobija-
ban seres humanos y animales. Un arriero mal-
decía y renegaba Por lo del censo:
-Si es que nos quieren llevar cuenta hasta de
la respiración. Cada día más tributos, exacciones
y gabelas. Nos chupan la sangre esos granujas:
el Mesías!
¡ay, el día en que se manifieste
Nada dijo el matrimonio recién llegado' La
mirada dulce y modesta de la esposa acabó por
apaciguar un tanto al acemilero. Al fin, todos se
durmieron. Silencio.
Con la alborada ya estaban de nuevo en ca-
mino. Durante esta jornada y las sucesivas con-
versaron algunos ratos sobré los acontecimien-
tos históricos que evocaban los lugares por don-
de transitaban. Dejada atrás la llanura de
Esdrelón, habían tomado la dirección sur' Sulam
recordaba a Eliseo y sus prodigios; Izreel, a la
pérf,rda reina Jezabel; a la entrada de Gilboé, pen-
,*on Saúl y Jonatán, caídos en combate' Pero'
"n
por encima de todo, soñaban con la criatura que
ibu u nu."., y soñaban en voz alta, y con mira-
das...
t0
agrio y quebrado de Judea. Divisaron un día las
cumbres del Ebal y del Garizín, en tierras de
Samaría, y en una hondonada, al borde de la sen-
da, se toparon con el pozo del patriarca Jacob'
Se detuvieron para reposar un poco sobre el bro-
cal mismo del Pozo. Era mediodía.
Al poco hizo acto de presencia una mucha-
chita -¿nueve, diez años?-, con un cántaro en la
cabezay,en la mano, la soga y el pozal de cuero'
Venía, sin duda, de la aldehuela vecina de Sicar'
Lanzó el recipiente sin mediar palabra, con mira-
da furtiva y recelosa hacia aquellos forasteros'
Pgro el hombre había roto a hablar:
1r
Alcanzaron, por fin, a ver la ciudad santa de
Jerusalén, pero bordearon la muralla sin entrar'
dejaron atrás el caserío y enfilaron hacia Belén'
distante el camino de dos horas. Pronto apareció
Ia cuna de David ante sus ojos, abrigada de los
vientos, recogida, con su fértil llanada de labran-
tío: campos paniegos, tierra «de pan llevar» -de-
cíamos antaño-, que le ha conferido el nombre
(Beth-lehem, «casa de pan»). La vista era delei-
tosa. Ya atardecía. Cornenzaban a brillar en lon-
fananzalas hogueras de los pastores, preparados
para pasar la noche al raso, una vez reunidos sus
rebaños en los rediles.
t2
-De sobra sabes, Abiatar' que no hay sitio'
y
Que se larguen con viento fresco, cierra de
una
vez.
t3
A PROPOSITO DE INOCENTES
Mandó matar a todos los niños de Ia
comarca, de dos años para abajo (Mt 2' l6)
l5
estaba bien a la vista. Se detendrían a reposar el
breve espacio necesario para que personas y ani-
males saciaran la sed en el regatillo.
16
habríamos alcanzado la convicción de formar
parte de un pueblo, ¿me explico? Aunque tam-
poco es que hayamos avanzado mucho en este
terreno...
El rústico se expresaba con bastante propie-
dad y los forasteros escuchaban complacidos'
-¿Que si hubo buenos reyes? Pues habrán de
saber sus señorías que de todo un poco, abun-
dando más la cizaña que el trigo limpio. Al prin-
cipio, no crean, bien. El primero fue Saúl' Des-
pués vino David: un cachorro de león' No ha
habido otro como é1, aunque tuvo sus cosillas"'
Le siguió Salomón, el sabio, habrán oído hablar"'
Aquí vino el mayor esplendor de nuestra nación,
pero era hombre que gustaba del brillo. ¿Saben
lo del harén? Pues yo se lo cuento si tienen pa-
ciencia para atender.
Era evidente que disfrutaban con la chácha-
ra del campesino, reforzada con dichos, refranes
e imágenes muY del gusto del País.
11
Todavía prosiguió un buen rato Ia narración
del lugareño. Dio un buen vistazo a la historia de
Israel, pasando por la división del reino, la cauti-
vidad de Babilonia y el regreso. Se entusiamó
con los Macabeos:
-¡Qué raza de hombres! De ésos ya no que-
dan, no señor. Y ahora, ¿saben ustedes?, tene-
mos a Herodes. ¿,Pero creen sus señorías que
«eSO)) eS Un rey?
18
A los dos días, el rey Herodes conversaba
con un consejero de plena confianza:
-De acuerdo, es una salvajada, lo sé. Pero,
escucha: en Roma, lo sabes perfectamente, se
matan las criaturas antes de nacer; basta una pó-
cima, un brebaje. Sí, en la civilizada Roma, en la
nobilísima Roma, en la excelsa Roma; allí las le-
yes permiten esas bellaquerías. ¿Sabes lo que te
digo? No espero pasar a la historia por haber
degollado docena y media de inocentes.
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A LOS DOCE ANOS
El niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin
que lo advirtieran sus padres (Lc 2,43)
2t
-Como te vengo diciendo, querido Gamaliel'
la aparición del muchacho casi me ha trastorna-
do; ha sido algo prodigioso; no acabo de serenar
la mente. Tendría unos doce años' Debería ser
ésta su primera peregrinación ya como
«hijo de
la ley». Te asombrarían la agudeza de su inteli-
g"náu puru formular preguntas y la sensatez de
sus respuestas. ¡A esa edad!
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enseñado tanta discreción y tan buen conocimien-
to de la Torah y de los Profetas? A veces lo
sabes tan bien como yo- suceden algunos fenó-
menos sorprendentes, pero de este calibre no he
conocido ninguno. Donde menos te lo esperas...
Para mí que son los padres la última explicación;
unos padres de excepcional calidad.
23
no encuenúo exprq§ión más adecuada para dar a en-
tender la realidad.
24
LO MEJOR PARA EL FINAL
Dijo su Madre a los sirvientes: Haced lo
que El os diga (Jn 2'5)
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alegrías de todos, es uno más en la fiesta, se nota
que se encuentra a gusto en la celebración. ¿Más
ejemplos? La presencia de la Madre de Jesús, a
quien acaba de conocer: le cautiva esa mujer lle-
na de sencillez, hermosa en la frontera de la ma-
durez, que trasciende distinción y señorío, con
unos ojos de mirar dulce que enamoran. Jesús es
su vivo retrato.
26
en la casa de sus padres muy bellamente atavia-
da. De los viejos arcones habían salido los mejo-
res vestidos, aderezos y alhajas. Por supuesto,
también se había recurido al préstamo de diver-
sos adornos entre las familias vecinas. Perfuma-
da: myrra et aloe et cassia fragrant vestimen-
ta tua, «mirra y áloe y casia exhalan tus vesti-
dos» (Sal 45,9). Coronada con corona de mirto,
enjoyada con collares, brazaletes, zarcillos y toda
suerte de pulseras, ajorcas y dijes, donde lucían
el oro, la plata y el cobre, amén del coral,, el aza-
bache y las piedras de variado colorido: Ia ama-
tista, eljade, la sardónica y la turquesa. Brillaban
los ojos por la magia del colirio, repeinada -el
pelo trigueño recogido en dos trenzas-, acicala-
do el rostro. Virgenes post eam, sociae eius,
«detrás de ella, las vírgenes, sus compañeras» (Sal
45,15): la rodeaban, en efecto, con candelas de
aceite encendidas, las amigas doncellas, entre las
que había que contar a dos hermanas del ufano
Natanael.
27
rigor, bajo el velo nupcial' y la rotura del vaso
ritual, siempre según la costumbre.
Todo esto ocurría ayer. Hoy la casa del es-
poso es un continuo ir y venir de gentes' La fa-
milia es acomodada: basta considerar que han
alquilado maestresala, o maestro de festín, y dos
sirvientes; pero entendamos bien lo que quere-
r¡os decir: son personas pudientes dentro de los
límites del nivel económico de un pueblecillo' La
contratación de esta ayuda ha sido a costa de
sacrificios, y durante meses la familia ha tenido
que apretarse el cinturón para ir poniendo apar-
te, día a día, los alimentos que se consumirían en
la boda. El vino, elemento nada secundario del
festejo, también lo han ido reservando cuidado-
samente, litro a litro' hasta el momento presente;
odres y tinajas intocables: «el vino de la boda»'
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Las gentes van y vienen. Vuelven algunos
del campo, o llegan de alguna aldea vecina, y se
suman al banquete. No pasa inadvertido a la mi-
rada atenta de Natanael que María, Ia Madre del
Maestro, se ha acercado a Jesús y le habla confi-
dencialmente. Después va a conversar con los
servidores. Por el movimiento de cabeza, entien-
de que les habla de su Hijo. Un rato después nota
que Jesús se levanta y se acerca a los criados, les
da unas instrucciones y éstos comienzan a mo-
verlas tinajas de las abluciones. Natanael no con-
cede por el momento mayor importancia a tales
pormenores; sólo piensa en que María está en
los detalles de la boda, con un continuo trajinar
para que todo se encuentre en su punto y a nadie
falte nada.
29
y algo tan portentoso. Qué abundancia de vino y
de qué calidad. Fue un regalo de bodas espléndi-
do para mis primos.
30
LOS MARRANOS DE GERASA
Les respondió: Id. Y ellos salieron y
entraron en los cerdos (Mt 8,33)
31
plios espacios: nada le extraña a quien -ponga-
mos por caso- recuerda cómo descendían en oto-
ño los pastores roncaleses con el rebaño lanar
desde los valles pirenaicos, por vericuetos y ca-
ñadas, hacia el mejor clima y Ios pastizales de la
Bardena, en la linde sur de Navarra con Aragón.
Entonces ocurrió el encuentro de Jesús con
el endemoniado, un sujeto con las carnes mace-
radas por el roce con breñas, aristas de roca y
malezas ; embravecido, furioso, capaz de asaltar
al caminante que se aventurara a transitar por
aquellos andurriales donde moraba (en la ribera
oriental hay una empinada pendiente que acaba
junto al lago, y cerca unas cavernas que bien
podían servir de tumbas: el refugio del poseído).
33
Es cosa sabida que el demonio hace su labor
y se multiplica aquí y allá. San Pedro asegura
que el adversario, como Ieón rugienter ronda
buscando a quién devorar (l Pdr 5'8). Está
como el púgil a la espera de que el contrincante
descuide un poco la guardia, y deje un resquicio
por donde conectar el sopapo a la mandíbula'
Los hombres, cuando le dan facilidades (que ésa
es otra: San Agustín cotnpara al demonio con un
perro mordedor, pero atado), comienzan a ad-
quirir un trotecillo corto: plas, plas, plas; des-
pués, imponen a su paso mayor ritmo; al tinal,
enloquecetr en una carrera vertiginosa, y enfilan
el precipicio.
El demonio, que es legión, no abandona tá-
cilrlente sus presas. Va aumentando su compa-
ñía; triste compañía, Por cierto.
14
NOTICIAS DE POSIBLE
INTERES
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inexcusables. En efecto, la enferr¡edad de la se-
ñora ha ido mermando día a día, durante doce
largos años, los caudales que constituían el pa-
trimonio familiar y, por tanto, el bienestar pre-
sente y futuro: hubo que vender una aceña que
reportaba pingües beneficios; luego le ha tocado
el turno a una viña, con sus higueras plantadas
entre las vides; después le ha llegado la hora de
despedirse a un terrenito de secano muy apto para
el cereal...
36
en su continuo peregrinar de unos a otros: hasta
colocarse con una copa de vino en el cruce de
dos caminos, para recibir el susto producido por
un hombre llegado de improviso; o tomar duran-
te tres días seguidos un grano de cebada en el
establo de una mula blanca; incluso, llevar en el
pecho un saquito de ceniza de huevo de aves-
truz: desanimante, ¿verdad?
Pero Ia joven no se rinde tan fácilmente. La
vemos con recursos:
37
de oro-, además de abundantes y costosos vestl-
dos, para comprar el favor del hombre de Dios'
Su primera sorpresa fue enterarse de que no se
trataba del rey de Israel, sino de un humilde ha-
bitante de aquel reino. Segundo chasco: al llegar
reci-
a la casa del profeta, éste no se dignó salir a
birle, antes al contrario le mandó un criado con
la siguiente indicación: ve y lávate siete veces
en el Jordán. Naamán se ofendió ante tal desai-
re y ya marchaba renegando -¿no tenía acaso n"le-
jores ríos en Dat¡asco'J-, cuando sus siervos, que
le querían, hablaron con cordura: Padre, si el
profeta te hubiera mandado algo difícil, ¿no
lo habrías hecho? ¡Cuánto más si te ha dicho:
lávate y quedarás limpio! (2 Re 5' l- 13)'
Ahora la madre sonríe suavemente, con dul-
zura. Notamos que se le ha iluminado el rostro'
38
de la
Quizá más de uno quiera saber qué fue
hemorroísa después de su curación' Bien, leyen-
das no faltan. Hay quien la identifica con aquella
Berenice (Verónica) que, según una piadosa tra-
dición, limpió el rostro del Señor en el camino
det Gólgota de la sangre, el sudor y los salivazos'
Curiosa historia también la que nos refiere que
se trataba de una mujer pagana, natural de
Cesarea de Filipo, en la Galilea septentrional; ella
habría hecho levantar una estatua en el
jardín de
su casa en la que aparecería ella postrada a los
pies de Cristo (de este particular dan testimonio
historiadores antiguos, tales como Eusebio,
Sozomeno y Teofilacto). Si el lector nos guarda
un secreto, le sabremos dar noticias mucho más
fiables que las anteriores sobre la ex-enferma,
aunque no le descubriremos la tuente de nues-
tras informaciones.
39
que la precedían, era terna obligado relatar re-
cuerdos del Maestro, que era lo que con gran
diferencia interesaba a todos. Si le llegaba el tur-
no a ella, no se hacía de rogar; antes bien, con
amabilidad refería cuanto Jesús había obrado en
su beneficio. Pero gustaba hacer una aclaración
previa, con sencillez que encantaba a los presen-
tes:
40
LAMENTOS
Y se reían de EI (Mc 5,49)
4l
Israel, pone en boca de Yahvé lo que sigue:
¡Atención! Llamad a Ias plañideras, que ven-
gan: mandad a buscarlas: que vengan las más
expertas, que vengan enseguida y entonen una
lamentación por nosotros; que nuestros ojos
viertan lágrimas y nuestros párpados chorreen
agua (Jer 9,16-17).
Aquellas mujeres lo mismo lanzaban gritos
de dolor, con sus cabelleras en desorden y los
vestidos desgarrados. que cantaban, acompaña-
das por los tañedores de flautas, las loas del fina-
do. Y el familiar, el amigo, sentían conmocionarse
su alma y se lanzaban al llanto sin recato; <<a moco
tendido», suele decirse. Constituían una presen-
cia casi obligada en cualquier duelo. Tanto es así
que, según el Talmud, aun el israelita más indi-
gente estaba obligado a alquilar dos tañedores
de flauta y una plañidera para celebrar las exe-
quias de la esposa (nos sorprende un poco esa
costumbre, pero no olvidemos que hasta en épo-
ca relativamente reciente se ejerció similar oficio
plañideril en algunas regiones de España. A prin-
cipios de este siglo, por poner un ejemplo, en
Villarramiel, localidad afamada en el campo
palentino por sus tenerías, contrataban «lloronas,
42
para el acompañamiento del muerto hasta el ce-
menterio).
De improviso, observamos que han pasado
un recado a Jairo: el Rabbí de Nazaret está a
punto de regresar, puede llegar en cualquier
momento. Y Jairo corre hacia la playita donde
atracan las embarcaciones.
43
Cuando avistan la casa ya saben que Ia niña
ha muerto, pero el Rabbí de Nazaret ha dicho
a
M
verdad es que
iFlautistas y plañideras! La
hayan re-
nuniu r" ha sabido que los lamentos
proble-
t""ii" "rg. ni arreglado, por sí mismos'vamos a
áu utguio, «qué barbaridad' adónde
pr"r", V ¿"fe, y dale, con el «qué barbaridad'
adónde vamos a parar»,
y venga; total' para el
las épocas y
laro, nautittu, y pluRid"tut en todas
lugares.
al exterior Jesús
Pasan unos minutos' Salen
las
f.- u"o*ruñantes' Jairo no cesa de besarle
" tu nom-
iunot, lloiando de alegría' Jairo' Ja'ir:
(su ro:lro)»r
ür" tigrift"" "que (Dios) hagabrillar
t"tpr"ndece ahora como nunca' Simón
"iirr?
Pedá mira a Ia concurrencia' Sus
ojos parecen
hubiera depen-
¿ssi¡; «si de vosotros y vosotras
dido...».
45
VISITA INESPERADA
Entonces vienen trayéndole un paralítico'
que era transportado por cuatro (Mc 2'3)
47
En primera fila, sentados en banquitos de
madera, encontramos a un grupo de escribas lle-
gados de diversos lugares de Palestina, atraídos
por la fama del Maestro de Nazaret. Son indivi-
duos acostumbrados a ocupar los primeros pues-
tos allá donde estén, y en Cafarnaún cualquiera
se siente honrado de cederles en esta ocasión
posiciones de privilegio, comenzando por el due-
ño de la casa. Estos doctores de la Ley -casi to-
dos pertenecientes al partido fariseo- desean exa-
minar con sus propios ojos y ciencia la autoridad
del recién surgido Rabbí: «¿En qué escuela
rabínica se ha formado? ¿Quién le ha conferido
Ia titulación para enseñar? Dicen que ha efectua-
do curaciones -¡se ha atrevidol- en sábado, sin
tener en cuenta el sagrado precepto del descan-
so: ¡tiene la semana siete días' y ha de llevarlas a
cabo precisamente en sábado! Inaudito»' Están
al acecho, atienden con desconfianza: «¿Qué será
capaz de decir? ¡Ojo, como interprete, encima'
Ia Ley a su manera!»
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uno ni otro entiendcn qué puede estar pa§ando
allá arriba, sobre el techo, pero no hacen el más
mínimo ademán de moverse para averiguarlo.
Bien, ya va siendo hora de que el lector sepa qué
es lo que realmente acontece, y se lo vamos a
referir con la mayor parquedad posible de pala-
bras.
49
El que rnanda en el grupo ha tomado una
determinación, tras probar con resultado nulo
diversos expedientes, para abrirse paso entre las
gentes arracimadas como enjambre de abejas:
50
binación con el propietario de la casa? Este, el
dueño, es el más sorprendido de todos: «Dios
mío, me están destrozando el tejado; me las pa-
garán esos gamberros».
5l
ASI DE SENCILLO
Pero di una palabra (Lc 1,1)
53
-¡A ver! -asentíanros nosotros.
Caminábamos por las cercanías del lago. Nos
deleitaba el paisaje. Gozábamos a pleno pulmón
con todos los hechizos de la primavera galilea.
La tierra se hallaba cubierta por un tapiz de las
flores más variadas en tamaño y color, con pre-
dominio de las menudas. De algunas no sabía-
rnos ni los nombres; otras las distinguíamos sin
dificultad: narcisos, jacintos, anémonas, adormi-
deras, azulejos, ranúnculos, amarantos, iris; de
todo. Luego vendrían los calores y, ya se sabía,
en aquella hondonada se agostaría la vegetación,
los verdes se tornarían en grises y los aromas
palidecerían hasta esf'umarse por completo.
-Al cabo de una semana -proseguía el relato
del antiguo esclavo-, empecé a tener dificultad
para abrir la boca. Todavía no me preocupé. Lue-
go, enseguida, vinieron los dolores de cabeza y
las contracciones de los músculos. Ay, sólo yo sé
lo que pasé. Me iba quedando rígido. Después
crecieron las convulsiones y los dolores resulta-
ron insoportables. Se me arqueaba el cuerpo,
palabra, y me veía a Ias puertas de la muerte sin
remedio.
54
Nos hablaba Onésimo, mientras continuába-
mos el paseo, de la solicitud de su amo. Este era
nada menos que centurión, responsable de una
compañía de soldados de Herodes, cuya misién
consistía en vigilar un emplazamiento comercial
de la importancia de Cafarnaún, lugar de tránsi-
to de multitud de caravanas. Herodes Antipas
tenía -dicho sea de paso- un pequeño ejército
organizado al modo romano.
-Parece mentira, pero para mí era un padre:
me quería como a un hijo. Durante la enferme-
dad no vivía. Creo que por un hijo de verdad no
habría hecho más de lo que hizo por este desgra-
ciado.
55
Onésimo continuaba la narración. Su mirada
era de hombrejoven, aunque ya se adentraba en
la madurez. Tenía los ojos garzos, del color mis-
mo de zafiro que toma en ocasiones la superficie
del lago al reflejar el sol de la tarde, y, si no fuera
considerado cursilería, casi nos atreveríamos a
decir que le venía esa tonalidad de tanto haberlo
contemplado a lo largo de los años.
-No sabiendo qué más hacer, acabó por pe-
dir a algunos notables de la ciudad que acudie-
ran a Jesús. Era gente obligada a complacerle,
pues le debían bastantes favores, entre ellos, el
haber costeado a sus espensas Ia edificación de
Ia nueva sinagoga. Por aquel entonces, casi no
se separaba de mi lado, ni de día ni de noche.
56
Notábamos que se le empañaban los ojos'
Se le había formado un nudo en la garganta. Al
fin, logró aclarar un poco lavoz, y prosiguió:
-Nunca me pareció tan grande como en aque-
lla ocasión en que se transformó en un niñito. Y
no creáis, que era hombre recio' acostumbrado a
mandar y a hacerse respetar de cualquiera' No
soy digno de que entres en.mi casa. Pero di
una palabra y mi siervo quedará sano; así ha-
blaba.
-Pues eso.
57
UN FULANO QUE
BANQUETEABA
OPIPARAMENTE
Yacía sentado a su puerta, cubierto de
llagas (Lc 26,20)
s9
sión distinguida el correspondiente pobre, a la
espera de algún desperdicio del yantar diario'
Apenaba a Eliud -hombre con entrañas- ver cómo
penos llenos de sarna y de otros parásitos se arri-
maban al desgraciado para lamerle las llagas' No
se acostumbraba a aquel dolor humano, pero ¿qué
podía hacer para aliviarlo?.
60
En su ir y venir a la bodega, Eliud contem-
pló, por un resquicio de la puerta que daba al
comedor, el festín de Epulón y sus convidados'
Porque era Epulón un rico sibarita, que, al decir
del Evangelio, banqueteaba opíparamente
cada día (Lc 16,19). Vestía como un príncipe' a
base de blanco lino de Egipto y con la suntuosi-
dad de la púrpura de Tiro, ropa propia de reyes,
o de quien Ia fortuna situaba a nivel casi regio'
(Hoy en día le cortarían los trajes en París -
Valmain o Dior, pongamos por caso-, mientras
que Ias camisas de seda vendrían de un artesano
camisero de vía Condotti).
Puesto que de parábola se trata, poco im-
porta que nos imáginemos su amena y elevada
conversación en términos de nuestros tiempos:
«Qué bien le va a este roast beef el Magnum de
Vega Sicilia, cosecha del 65. No, mira, este «Ri-
bera de Duero» se codea con los mejores
Burdeos. Luego probaremos un gran Cavernet
Sauvignon con el solomillo. El solomillo, pala-
bra, es pura mantequilla: se te deshace en laboca,
y si no, al tiemPorr.
Una vez depositada la carga y cobrado el
jornal, Eliud volvió a pasarjunto al pobre Eleazar
(nuestro Lázaro). Meneó de nuevo la cabeza con
6t
piedad. Aquel desgraciado percibía del interior
la música, las danzas y las risas; pero de comer,
sólo algún que otro hueso, con escasa carne ad-
herida, y mondas, porque ya se encargaba Ia ser-
vidumbre de no arrojar nada aprovechable. Ahu-
yentó Eliud por un instante a los canes, Iuego
puso una monedita en el regazo del mendigo, y,
finalmente, emprendió viaje de regreso rumbo a
las estribaciones violáceas del Hermón.
62
De su alma no se tuvo noticia en el seno de
Abraham, allá donde los justos esperaban el mo-
mento de ir con CrisLo al Cielo. Sí se comentó
por aquel entonces que Yahvé habría hecho una
excepción, permitiendo que Abraham tuviera una
conversación con el ex-rico. Pero fueron rumo-
res sin confirmar.
63
SE DISCUTE EN LA ERA
Llegó a Nazaret, donde se había criado
(Lc 4,16)
65
de que tomó su vida nuevo ru¡nbo, abandonando
et taller de artesano para zambullirse en el quc-
haccr de predicador? La pregunta no es ociosa y
req u iere una explicación.
66
rio-, de dos o tres visitas sucesivas, durante las
cuales se ha ido produciendo una evolución en el
ánimo de los coterráneos; es decir, han derivado
desde la simpatía y admiración hasta la ira más
desatada, pasando por una etapa intermedia de
recelo y envidia.
67
ntentado a muchedumbres, ¿y nosotros, qué?' ¿no
tenemos, acaso, nuestros enfermos y nuestros
pobres? Pero, no, a nosotros ni caso, como si
fuéramos basura: es un desagradecido y un des-
anaigado.
Toma la palabra otro individuo. Este se ca-
racferiza por llevar repitiendo desde hace dos
días, como disco rayado, la misma frase, hasta
contagiarla a un buen número de conciudadanos,
cosa que le produce cierto orgullo (no desea que
nadie olvide quién es el ingenioso autor de la
máxima, por otra parte, bastante vulgar), y no
pierde la oportunidad de reincidir:
-Lo que yo digo: médico, cúrate a ti mis-
mo; que haga aquí cuanto hemos oído que ha
hecho en Cáfarnaún; eso es.
68
a la superficie, desde las entretelas del alma has-
ta los labios.
69
-Jesús es. al menos, un excelente artes¿lno.
Si algo puede decirse de El es que todo lo ha
hecho siempre bien, muy bien. Ha superado en
pericia, y ya es decir, al propio José, que fue in-
mejorable. Conservo un yugo que es una autén-
tica obra de arte. Vosotros sabéis, como yo, que
cuando unces a los bueyes con uno defectuoso,
la madera acaba lastimando a los animales y les
produce un continuo tormento, amén de las lla-
gas, fruto de la permamente rozadura, que aca-
ban por infectarse. El yugo de Jesús, en cambio,
es suave, suave; perfecto en su género.
10
De repenLe se produce un silencio embara-
zoso, porque Jesús pasajunto a la era. Algunos,
los envidiosos, le miran con rencor. Otros, como
el del yugo, con simpatía. En cuanto se haya ale-
jado unos pasos, el «alimoche», el «disco raya-
do» y el viejo sin dentadura volverán a la carga
con nuevos bríos.
1t
ENTRE LOS DOS
Aquí hay un muchacho que tiene cinco
panes de cebada Y dos Peces (Jn 6,9)
13
Se cena en silencio. Cosa extraña' porque
esa refacción siempre transcurre entre risas'
bu-
llicio infantil y leves peleas de la gente menuda'
Hoy, no. Los sucesos de lajornada -los vividos'
y hásta cierto punto protagonizados, por Efraín-
il"run u los miembros de la familia a adoptar un
aire entre pensativo y cariacontecido' Los peque-
ños intuyen que en esta ocasión «no está el hor-
no para bollos», ni, como diría el castizo' «la
Magdalena para tafetanes». Notan el semblante
preócupado de los padres' En fin, ya va siendo el
iro*"nto de pasar a las explicaciones'
Cada tres días -comencetnos por aquí-' la
madre amasa y cuece unos panecillos en forma
de torta. como de unos veinticinco centímetros
de diámetro y uno y medio de espesor' Unas
ve-
ha-
ces son de trigo, pero las más suele emplear
rina de cebada: el «pan de los pobres>>' en este
segundo caso. Así lo designan el historiadorju-
dío Flavio Josefo, allá por el siglo I, y un con-
temporáneo suyo romano, Plinio' quien conside-
.u qr" sus días ya casi no se consume' habién-
"n
dose convertido en «alimento de animales»'
74
tierras nuestras, prácticamente identificamos pan
con el muy blanco, procedente de la harina de
trigo bien cernida (muchos ciudadanos ni siquie-
ra hemos probado el de maí2, la borona, y el de
centeno nos resulta todavía más ignoto).
75
A media mañana ha enviado a Efraín, con
cinco panecillos y dos peces atrapados en el lago
por el padre del muchacho al amanecer, camino
de una alquería distante cosa de tres kilómetros'
La venta habitual de esos alimentos supone para
la modesta economía familiar -basada en la agri-
cultura y en algunos trabajos temporeros del pro-
genitor- un refuerzo nada despreciable'
Cuando Efraín ha regresado del encargo' ya
había anochecido. Comprendemos la preocupa-
ción de los padres. De los labios del chiquillo ha
ido saliendo el relato de una sorprendente aven-
tura. Se desvió del camino habitual, movido por
la curiosidad, yéndose tras las gentes que busca-
ban al Maestro de Nazaret; las horas trascurrie-
ron veloces escuchando a Jesús; nadie se movía;
parece ser que hubo un momento de inquietud
en los discípulos del Rabbí, al ver a aquella
mu-
chedumbre alejada de población y sin bastimentos
con que nutrirse.'.
La madre insta al chiquillo a volver a narrar
lo que ya ha contado con pelos y señales'
-Entonces -le intem.rmpe por enésimavez-'
fue cuando ese Felipe te preguntó si te despren-
derías de los panes y de los peces"'
76
-No -replica el chiquillo-, ése I'ue Andrés.
Como ya os he dicho, Felipe es quien comentó
que con doscientos denarios no alcanzaba ni para
dar un bocado a cada uno. Andrés, en cambio,
me condujo hastaJesús, y Jesús me abrazó- Des-
pués me aceptó lo que le ofrecía.
77
mientras que en el regazo de Jesús nunca faltaba
alimento para seguir dando. Los pobres discípu-
los acabaron molidos, porque fue una hora de ir
y venir y no parar un instante; pero felices, entu-
siasmados.
78
UN HECHO ESCANDALOSO
Es sábado y no te es lícito llevar la
camilla (Jn 5,l0)
79
na. Detrás -más abajo, por supuesto-, ha adver-
tido la presencia de un miserable publicano a
quien conoce perfectamente y con el que procu-
rará no rozarse siquiera.
80
Aquí, el bisbiseo -menos bisbiseo que en otras
ocasiones, porque conviene que el publicano se
entere bien- se ha transformado en emisión de
vozclara y nítida:
-¡Ni como ese Publicano!
Ese villano nos esquilma a los hijos de
Abrahám para beneficio de los impuros paganos
de Roma. Es una sanguijuela. Yo, en cambio,
pago el diezmo de cuanto poseo, faltaría más; y
no sólo de fincas y ganados; también de las plan-
tas que cultivo en macetas para el condimento,
con fin medicinal, o para dar gusto al olfato: el
anís, la menta, el perejil, la hierbabuena y el
cantueso. Eso sin omitir los dos ayunos semana-
les, que me permiten estar ligero como un galgo,
ágil y saludable; bastante mejor que ese grasien-
to publicano, todo pliegues de sebo rancio bajo
1a túnica.
Todavía se ha extendido en otros detalles de
los que conviene que Yahvé tome buena nota (y
si el publicano se entera, mejor para é1, que no
hay nada como el ejemplo): la escrupulosidad
observada en las abluciones previas a la oración
y a las comidas, las múltiples virtudes que prac-
8l
tica, y el hecho de saberse de memoria, al dedi-
llo, los seiscientos trece preceptos de la Torah.
82
ungir una herida, o un trozo de pergamino, o una
aguja. Tampoco se permite el trabajo de... ¡apa-
gar de'un soplo una candela encendida! Y ahora
un hombre lleva una camilla sobre sus espaldas.
83
zan en una discusión repleta de distingos
y
casuística.
Al de la camilla poco, o nada, le importan
y
las peroratas de los circunstantes, sus consejos
seÁoncillos. Se despide, sin que le presten la
menor atención, deseoso de llegar cuanto antes
a dar gracias a
a su casa. Luego subirá al Templo
Dios, y allí se encontrará con quien le ha curado'
.on de Nazaret. Descubrirá la diferen-
"iR"bbí
cia entre Alguien que es muy exigente
-porque a
Jesús nadie le gana a la hora de pedir
sacrificios'
un
renuncias y generosidades-, pero que ofrece
yrgo ,rurl áe llevar, alegre, en vez de una reli-
iiÁi¿ua hecha de formalismos, tiquismiquis e
boca-
ñipocresía. Va a sentir algo así como una
un ambiente
naaa ae tímpiOo oxígeno en medio de
enrarecido Y agobiante.
84
ESPBRANZA
Levantándose, se puso en camino hacia la
casa de su Padre (Lc 15,20)
85
mugrientos, de una suciedad tal que los vuelvc
como lona alquitranada; milagro será si no se
mantienen de pie caso de depositarlos vertical-
mente en el suelo.
86
Abundan allí el ganado lanar y los pastos. Hay
terreno de cultivo, planteles de vides y de oliva¡
almendral e higueras, además de otros árboles
frutales; lagar donde pisar la uva, así como ace-
ña y almazara donde molturar el cereal y expri-
mir la ace ituna de las cosechas propias. Esa hol-
gura se manifiesta también en el número de jor-
naleros que, con sus familias, disfrutan de un ré-
gimen de vida patriarcal, sin padecer jamás pe-
nuria, al abrigo de cualquier contratiempo de
orden económico.
Pero, así las cosas, el hijo menor -el mucha-
cho metido ahora a porquero- decidió reclamar
al padre la parte de la hacienda que le correspon-
día, para convertirla en dinero contante y sonan-
te. Y se marchó con los caudales a lejanas tie-
rras.
81
oyente, embobado, que ya se contemplaba pro-
tagonista de tantas aventuras..., con tal de dis-
poner de los medios de fortuna imprescindibles
para disfrutarlas.
88
-Por él deben estar informados mi padre y
hermano. Lo de los cerdos no Io saben; me mori-
ría de vergüenza antes que confesar dónde he
caído.
El compañero advierte, sin verlo a causa de
la oscuridad reinante, que el muchacho llora'
-¿Sabes? A veces envidio a los mismos ani-
males, que se hartan de algarrobas, mientras que
yo, un ser humano, paso un hambre canina' Has-
ia he llegado a disputarles esas algarrobas a los
puercos, tan insípidas y ásperas como son' pero
qu" no aguanto más. ¡Cuántos jornaleros en
"t
las propiedades de mi padre tienen pan en abun-
dancia, mientras que yo aquí me muerol
89
Ahora el compañero va a pronunciar las pa-
labras que domeñan cualquier resistencia -pocas,
pero suficientcs, certeras-, y pueden abrir una
brecha a través de la cual penetra un rayo de es-
peranzai
90
TENACIDAD
No me molestes, ya esúá cerrada la puer-
ta; yo y los míos estamos acostados (Lc I 1,7)
9t
pozo que se halla a las puertas de su pueblo nati-
vo: «¡Quién me diera de beber de esa agua!» Al
instante, tres héroes -Benjamín es uno de ellos-
se ponen en marcha, se infiltran a través de las
líneas enemigas, llenan de agua un cantarillo en
el pozo de Belén y retornan felices ante su jefe'
David está emocionado, pero no prueba el tenta-
dor líquido, sino Io arroja al suelo como ofrenda
a Dios: ¡Lejos de mí, Yaveh, hacer tal cosa! Bs
la sangre de mis hombres que han arriesgado
sus vidas! (2 Sam 23,17). Al terminar Ia campa-
ña militar, el rey quiere recompensar al fiel vasa-
1lo, y envía un emisario a casa de Benjamín; ese
mensajero está llamando a la puerta ahora mis-
mo...
<<¡Por todos los demonios, están llamando a
la puerta!», exclama Benjamín, que acaba de des-
pertar sobresaludo y consternado por tan inopor-
iuna intemrpción. Sí, alguien golpea' ¿Será po-
sible? Pues es posible. Hay gente que no tiene
piedad con un pobre padre de familia, que se ha
acostado deslomado después de una dura
jorna-
da de trabajo. Pues quien sea, ya puede golpear;
se va a desollar los nudillos; como si quiere
de-
rribar la casa a patadas, porque Benjamín no se
Ievanta; dale, dale, hasta que te canses'
92
Pasan los minutos, pero el de la puerta no es
de los que cejan pronto en el empeño. Es de ésos
que diría Santa Teresa que poseen «una muy de-
terminada determinación». ¡Pero cómo taladran
los oídos unos porrazos estentóreos en la quie-
tud de la noche! Benjamín se hace fuerte bajo el
cobertor con que se abriga. Tapa bien lacabeza,
pero nada. El estrépito no disminuye; por el con-
trario, las llamadas suenan cada vez más apre-
miantes, obsesivas, como si el de afuera se estu-
viese impacientando un poco. Incluso, acompa-
ña las llamadas con la voz:
93
-¡Chssst! Por [avor, Jacob, no sigas arman-
do ruido, marcha. Vas a despertar a mis hijos. Si
se desvela el pequeño, estamos perdidos. Vete,
déjanos dormir.
94
un año: «hoy mismo lo engraso». Se diría que
esta noche chirría a mala idea, amostazado, como
queriendo expresar una Protesta.
-Gracias, Benjamín, ya perdonarás. He acu-
dido a ti porque eres un amigo, con otro no me
habría atrevido...
95
A la fiel esposa de Benjamín, por asociación
de ideas, se le escaPa un comen(ario:
96
PARABOLA DEL BUEN JUDIO
(Lc 10'29)
¿Y quién es mi Prójimo?
97
El camino, en los prirneros tralnos, es tran-
quilo, llanea. Luego se torna en rápida bajada a
través de una región desolada, árida -rocas
calcáreas, sin agua ni apenas vegetación-, con
continuas revueltas y vericuetos, por donde con-
ducirá al asno con el debido tiento. Le consuela
el pensamiento de que al final de tanta aspereza
encontrará el vergel de Jericó: tierras de sembra-
dío, viñedos, olivares, áloes, higueras, naranja-
les, limoneros...,y la cobranza de una suma que
nunca viene mal.
98
pocas palabras que alcanza a pronunciar, ense-
guida se echa de ver que es samaritano. EI buen
judío siente una profunda compasión por el po-
bre individuo. Hombre práctico y resolutivo, acu-
de a las alforjas, de donde extrae su provisión de
vino y aceite, e improvisa un remedio casero: el
vino es modesto desinfectante, pero detersivo al
fin y al cabo, mientras que el óleo posee la virtud
de suavizar escoceduras y raspones, aliviando
algo de los dolores. De un paño limpio logra fa-
bricar unas vendas bastante aceptables.
Finalizada la cura de urgencia, tiende al mal-
trecho samaritano, boca abajo, sobre la cabalga-
dura, y tira del jumento despaciosamente, con
sumo cuidado, para no quebrantar más aún al
desgraciado (ay, Cervantes bien podría haberse
inspirado en esta escena para describirnos al Ca-
ballero de la Triste Figura de regreso de algún
lance, molido a palos y cantazos, sobre el rucio
de Sancho).
99
-¿Por qué has obrado así, sabiendo desde el
primer momento que soY de Samaría?
El buen judío replica, tras meditar unos ins-
tantes la respuesta:
100
El buen judío monta en el borrico, que ha
tenido tiempo para descansar y sorber el agua dc
una fuentecilla, además de haber recibido unos
puñados de forraje por parte del dueño. El buen
judío marcha alegre y considera cuánto ha signi-
ficado Jesús de Nazaret en su vida. Lo que no
sospecha -¿cómo lo iba a hacer?-es que en Jericó
va encontrar aI publicano Zaqueo tan feliz y trans-
formado como él mismo: también Jesús ha pasa-
do por su camino para hacerse el encontradizo...
t0l
MAS OPORTUNIDADES
Vete y desde ahora no peques más
(Jn 8,11)
103
que el Maestro había lavado los pies de los que
estaban celebrando el banquete pascual.
104
Las tiendas o tabernáculos eran de sencilla
manufactura. Bastaban unas estacas horquilladas,
unos palos trasversales y algo de carrizo y rama-
je.
-La nuestra estaba en la finca de Getsemaní'
junto a la fo-
Qué anocheceres más agradables,
gata, de charla con el Señor. Acudían de las tien-
das cercanas a sumarse a nuestra conversación'
105
Los presentes estaban atentos a los labios del
Discípulo, como embobados; eso, ¿a qué se de-
bería aquel alboroto?
-Pedían al Señor quejuzgase. Se trataba de
una mujer sorprendida el día anterior en flagran-
te delito de adulterio. En vez de presentarla ante
el Sanedrín, habían tenido la miserable ocurren-
cia de guardarla para que decidiera de su suerte
el Señor. ¿La apedrerían o no? Según la Ley, sí.
El, ¿qué decía? Ya comprendéis la clase de tram-
pa que habían urdido.
r06
Entonces intervino uno de los oyentes, quc
esperaba impaciente el desenlace de aquel com-
promiso:
-Yu,¿y qué hizo?
-Pues, al final, dejó de escribit se incorporó,
miró a los acusadores, con ojos que taladraban,
y solamente dijo esto: EI que de vosotros esté
sin pecado que tire Ia piedra el primero. Se
inclinó, acto seguido, y continuó escribiendo en
la tierra. Hubo un minuto eterno de silencio em-
barazoso por parte de unos y de expectación por
parte del resto. Nadie respiraba; al menos, eso
parecía. Hasta que, uno a uno, disimuladamente,
los acusadores fueron desapareciendo de la es-
cena. Quedaron solos en medio del corro Jesús y
la mujer. ¿Y sabéis qué sucedió entonces? pues
Jesús habló a la adúltera con mucha misericor-
dia. Preguntó por los denunciantes, que se aca-
baban de esfumar. ¿Ninguno te ha condenado?,
preguntó. Y añadió: Tampoco yo te condeno;
vete y desde ahora no peques más.
El Discípulo pensaba que antes de poner
punto final al relato convenía añadir algún co_
mentario:
r07
la ¡nu-
-No es que aprobara la conducta de
ier, porque bien le había
indicado que no pecara
'rná, Sucedía que le concedía una
«Tendrás
nr*u"n'u¿"tunte.
opo.runidad' Venía a decirle:
otras oportunidades»' Eso es
lo importante; no
fá pasado cuanto lo por venir' ¿ayi
t"tí:
"*"
de nosotros sin esas nuevas oportunidades?
¿Comprendéis, verdad?
108
LLANTO
Se enterneció en su interior,
se conmovió
(Jn I I,33)
como son
Los usos sociales arraigados son
y tenemos por lo general que amoldarnos a
ellos'
como st pre-
iunto si nos convencen plenamente
i"rirfu*ot que fueran distintos' Por tierras
cuanto
oalestinenses el difunto recibe sepultura
'onte, ser po-
-"1 mismo día del fallecimiento' de
con aromas
sible-, una vez lavado, embadurnado
pero el duelo se
liuju¿o con vendas y lienzos' le vamos
proiongu durante varias jornadas' Qué
'u
i,u."i así están las cosas' hay que aceptarlo'
el deber in-
iui., qu", cuando te toca, tendrásgentes que' en
eludiblá de atender a multitud de
presencta en
continuo peregrinar, harán acto de
tu casa.
finado'
Ahí tenemos a las dos hermanas del
en el interior de la vivienda familiar'
sentadas
recibiendo
roUtl uffo.nU.as, veladas las cabezas'
per-
palabras de condolencia' Llegan bastantes
desde Jerusalén, porque el bueno
de
;;;"j;t
;;;"era varón principal, conocido y estimado
109
en todo el contorno. Entrc la caterva de arriba-
dos distinguimos los simples conocidos, los de
mero compromiso y las auténticas amistades. Nos
consta que las hermanas echan en falta la presen-
cia de Alguien a quien consideran el mejor ami-
go de la familia, el que les traería el mayor con-
suelo. A veces se han acercado hasta los límites
de la aldea para otear desde allí su posible veni-
da, porque en el fondo del corazón presienten
que ya es inminente; tienen, incluso, encargados
de darles aviso en cuanto se sepa algo del regre-
so del Amigo.
Ahora, aparece en la estancia un renombra-
do hombre de negocios jerosolimitano, con quien
Lázaro tuvo frecuentes tratos sobre ganado la-
nar. Saluda ceremonioso a las hermanas y pro-
rrumpe compungido:
-Parece mentira. Un hombre tan joven y tan
saludable. Quién me lo iba a decir. Casi tengo la
impresión de estarle viendo, lleno de vitalidad y
con ese señorío que le caracterizaba. En fin -
mueve la cabeza con gesto de desolación-, se van
los mejores y quedamos nosotros.
Después le toca el turno a un sacerdote que
sirve en el Templo. Este se siente obligado a pro-
110
nunciar un largo panegírico en torno a las virtu-
des y méritos del fallecido, con la suficiente emo-
ción como para lograr humedecer, una vez más,
los ojos de las dosjóvenes.
lll
aunque nada hacemos por estar pendientes dc
las palabras.
buchecito de vino'
-Por Io que contó el mensajero que enviaron
Ias hermanai hasta el otro lado del
Jordán' se le
ocurrió decir algo así como: esta enfermedad
como
no es de muerte. Como lo oyes'Zacarías'
lo oyes. Para que luego venga por ahí dándose
airei de profeta: ¡valiente profeta!
dis-
Decidimos regresar al interior de la casa'
tropeza-
gustados por esa cháchara, y casi nos
Áo, la hermana mayor' Alguien -lo sabre-
"on que el
mos después- ha comunicado a Marta
Maestro esuí a las puertas de Betania'
Al poco
Marta reaparece y cuchichea algo
al oído de
M;i;. La menor se levanta de inmediato' Nos
distanciai
á""i¿itno. a seguirla a unos metros de
convenli!1s
irri" "". a relo de circunstantes'
t" qut se dirige al sepulcro a llorar por su querl-
col-
palabras de
¿o iAaro. Quizás necesite unas
de Jesús de
suelo' Pero no; va al encuentro
t12
discípulos habi-
Nazaret, a quien vemos con sus
tuales a la entrada de la población'
y ex-
María se postra a los pies del Maestro
clama entre sollozos:
no habría
-Señor, si hubieras estado aquí'
muerto mi hermano'
puesto el
El hondo dolor de María nos ha
que tampoco nos
corazónen un puño, de modo
de aguantar
sentimos capaces -ni 1o deseamos-
Al mismo
im i¿gti*"t que nos nublan la vista'
tiempo observamos que . Jesús. está
interior
conmocionado, con un estremecimiento
profundo de su ser' Ensegui-
ár" ii"v" ¿" ro más han puesto a
áu pr"lrntu el Maestro dónde
El hacia eI lugar
Lázaro.,y nos encarrunamos con
que
J" fu rápuf,ura. En el trayecto advertimos le
sus o¡os se han arrasado en
lágrimas: cÓmo
amaba, comentamos entre nosotros'
Podríamos seguir el relato de lo
acontecido
¿iu Betanii, dando fe del hecho grandio-
"r," "n nunca.hemos
.á qo" u.u"." al llegar al sepulcro:
la vuel-
nada tan espectacular como
"ont"*ptuOo ¡mundo de los vivientes' obediente
ál"tá*,
lluuorde Jesús. Pero hay algo que todavía
113
nos ha impresionado más -somos así, qué le
vamos a hacer-, y es la emoción del Señor.
tt4
UN AROMA INDELEBLE
La casa se llenó de la fragancia del perfu-
me (Jn 12,3)
u5
ella hace
rostro, resplandeciente la mirada' Y con
de per-
también acto de presencia una vaharada
fume de nardo.
de ver a
-¿Qué está pasando, Maía? Acabo
este
ludas dejar la casa como un demonio' ¿Y
olor? ¿Qué ocurre aquí?
-Luego te lo contaré' Ten un poco de
pa-
crencla.
vastla con
Toma María, la recién llegada, una
a la sala del
agua y regresa como una exhalación
convlte.
Una hora después -Jesús y los suyos
hace
116
María no se hace de rogar, y va narrando
«de pe a pa» lo acontecido ese atardecer en casa
de Simón el leproso, donde ambas muchachas
han aportado su pericia mujeril al éxito de un
improvisado banquete en honor de Jesús' recién
venido de Jericó para celebrar la Pascua'
-¿Que de dónde me vino la idea? Muy senci-
llo.lie acordé de lo que hizo aquella mujer pú-
blica en Galilea, cuando ungió al Maestro con
perfume y regó sus pies con lágrimas de ane-
pentimiento... Entonces tomé el pomo de bálsa-
mo de nardo -el que me trajo de Jerusalén
Lázaro
el mes pasado- y lo derramé sobre el Maestro'
como un presentimiento
¿Sabesi, tenía y tengo
á" qu" algo malo le va a suceder, de que nos lo
van a maliratar de un momento a otro' EI
mismo
que
ha pronunciado unas palabras misteriosas'
para
nada bueno auguran: dejadle que lo emplee
anun-
el día de mi sepultura; como si estuviera
ciando la proximidad de su muerte"'
-¿Lo has derramado entero?
-Sí, rompiendo el cuello de alabastro de un
gotpe, y ha salido el perfume al instante' Me hace
me había
ir*iu-uf,otu recordar lo que Lázaro
áicho et día en que 1o compró: que bien adminis-
rt7
trado, gota a gota, duraría años. Ya ves lo que ha
dado de sí, pero estoy feliz.
ll8
impetuoso; Tomás es todo lo cabezota que pue-
de ser un galileo, pero es valeroso y noble;
Natanael, un pedazo de pan, un bendito de Dios;
Juan, el deZebedeo, tiene su geniecillo, pero es
cariñoso con todos, y es el más querido del Maes-
tro; me consta que la Madre de Jesús lo adora...
Hace una pausa y continúacomo quien pien-
sa en voz alta:
n9
-¿Sabes, hermana, qué dijo el Maestro
cuan-
¿o saiió en mi defensa? Que de lo sucedido
hoy
se hablará en todas partes del mundo
dondequie-
ra que se predique su Evangelio
-y María ríe con
ta üg"nriaud de una niña, entusiasmada-' ¿Te
imaginas que dentro de cien años
todavía se cuen-
te tJque úa ocurrido esta tarde en
Betania?
120
BL TRONO DEL REY
tiene necesidad
Responded que el Señor
de él (Mc 1l'3)
al bueno de Jonatán' el
Quién le iba a decir en el
a la luz de un candil
día en que lo vio nacer
¿e Betfagé' que ese
animalejo le re-
,t" "J"0"
portaría tantas alegrías'
un diminuto ser
Cuando viene a este mundo
que los padres-tejan -si 1o-11
h;;;,';; ", '*oanticipación- todo un conjunto
ffi;;;il;^con heroicas' román$cas'
;';;;;il maravillosas'
izará la criatura' en
iriurfut"r..., que protagon
ti"mPo dJmost'ar sl vatil
s-o§
:#;;';;;; t":]:ii:l-
;';;iiñ -Po'qu" borrico *" "t
gasto rmagr-
á;- ;" hubo' naturalmente' mayor
la satisfacción de
nativo. El dueño experimentó
ür*T:"1':-t1$,::11',..1f
incrementarse con un
I ;::n:::;
animaltrabaja-
*" O* todo' El jumento es-Puede salir ade-
",
;;;;;; la alimLntación
de forrajes selectos'
días, a falta
iuni"'*o.r,ot tenaz' man-
onot hierbajos y unos cardos-'
"on ti t"
;;,'r-1" g.n"tul dócil' aunque no ryT,:"it"
hay quien Ie
-si se pone <<burro», diríamos-'
tzl
supere en cabezonería. No enferma casi nunca y.
si lo cuidas, se te planta en los cincuenta abriles.
que ya es dar de sí.
t22
to fue noticioso Jonatán del fin para el que pre-
tendían emplear al jumento, se Ie dibujó una am-
plia y cordial sonrisa en el rostro.
-Los amigos de Lázaro de Betania son mis
amigos. Y tratándose además del Maestro de
Nazaret, ya me diréis, ¿no?
123
Zebedeos, Juan y Santiago, insistierou -cosas
suyas- en caminar uno a la derecha y otro a la
izquierda del Maestro. Se formó de inmediato
un pequeño cortejo con los que le habían acom-
pañado desde Jericó, a los que se sumaron unos
cuantos de Betania, y posteriormente vinieron a
añadirse grupos de peregrinos de Galilea y de
Perea. Y enseguida explotó el entusiasmo de
aquellas gentes, porque comprendieron el gesto
de Jesús. ¡A ver quién no Io iba a entender! ¿Quién
no había escuchado al profeta Zacarías: No te-
mas, hija de Sión. Mira a tu Rey, que llega
montado en un pollino de asna(Zac 9,9)? Bastó
que uno captara el sentido de la acción para quc
corriera de boca en boca.
Cuántos hosannas, cuántos vivas, qué emo-
ción en los rostros, cómo enronquecían las gar-
gantas. Siglos de espera de este día. EI camino
por el que transitaba <<Lucero» estaba tapizado
por los mantos que el paisanaje depositaba en el
suelo. Unos arrancaban ramos de olivo, otros
palmas, los de más allá se aprovisionaban de
terebintos y arrayanes; el caso era tener algo en
Ia mano con que poder acompañ¿r rítmicamente
los gritos y manifestar el regocijo.
t24
Nos ha gustado la observación de un autor
sobre la prontitud con que se formó el cortejo
triunfal hacia Jerusalén. Es hombre que ha
pateado el terreno, ha convivido con los lugare-
ñot, t" ha familiarizado con la mentalidad, los
usos y costumbres de los orientales' Nos explica
la capacidad de entusiasmo y de improvisación
de festejos por aquellas tierras, en contraste con
la mentalidad europea (sobre todo la suya, pues
procede del área germánica): aquí, haría falta
Lonro.ut a los asistentes a través de la prensa y
de la radio, constituir comités, proceder a la or-
ganización del acto... En Jerusalén corrió la voz
áe Ia llegada de Jesús como reguero de pólvora
al
e, inmediatamente, salieron grupos a sumarse
que se acercaba, para entrar todos juntos en la
ciudad con cánticos y gritos dejúbilo'
Al anochecer, <<Lucero>> ya estaba de vuelta
en el arrabal de Betfagé. Derrengado, eso sí'
porque Ia falta de práctica y la aspereza de algu-
nos tramos del camino le habían dejado muy
molido. Jonatán no cabía de orgullo dentro de su
túnica, parecía ir a explotar de un momento a
otro. Récibió un abrazo del discípulo de Jesús
que se ocupó de la devolución del borriquillo y
unas palabras de gratitud del Maestro'
125
-Dale -insistió el discípulo- una buena ración
de avena. Se la ha ganado. Y agua bien limpia
del pozo.
No se descuidó el dueño. Si fuéramos poe-
tas, casi nos atreveríamos a insinuarque esa no-
che vino un ángel del Cielo, de parte del Todo-
poderoso, a dar a <<Lucero>> unos puñados de
avena y unas palmadas en el lomo. No; se encar-
gó de ello Jonatán. Pero -al margen ya de poe-
sías-, más de un «borrico» humano habrá recibi-
do la caricia del ángel por los servicios prestados
al Maestro. De eso sí estamos seguros.
1?-6
DE NOCHE
121
otras aseveraciones' no lrenos vehementes' del
resto.
Descienden desde la zona alta de la ciudad
en dirección a la muralla y recorren la complica-
da red de callejuelas de los barrios altos, retorci-
das y apeldañadas. Atraviesan el de Siloé, aban-
donan el recinto fortificado por la puerta de la
Fuente. Ahora el camino es en bajada abrupta
conducente hasta el torrente Cedrón -el de la
aguas turbias-, después asciende por la ladera
del
monte de los Olivos. En ese tramo del reconido'
el espía acecha con mayor cautela todavía: ora
se guarece tras este o aquel roquedal, ora se
cu-
bre de la vista de los otros al abrigo de zarzas'
matojos y arbustos canijos.
La comitiva se ha detenido en el lugar que cl
espía ya había supuesto. Se trata de una finca
dc
oliuar, con una almazara para la producción del
pega-
aceite. Posee la propiedad un nombre tan
do al terreno y sin concesiones a la imaginación'
de
como es el de «Getsem¿¡i», es decir,«lagar
aceite». Se escuchan unas breves instrucciones
la au-
del personaje que indudablemente detenta
toriáad, y el grupo se divide' Cuatro se adentran
en la foiesta plateada bañada de una luna
fría'
permane-
mientras que la porción más numerosa
t28
ce a la puerta con la clara intención de pasar
ahí
mismo la noche, durmiendo a pierna suelta sobre
el santo suelo. El espía se retira satisfecho; no es
que le preocupe gran cosa hacer frente' con las
fu"rrai de que dispone, a una docena de hom-
que todo
bres; lo que le tranquiliza es comprobar
uu u r"rritur rás fácil con esta fracción' Cuando
llegue el momento de actuar, habrá disminuido
el riesgo de confundir a las personas'
r29
una mirada majestuosa del Rabbí, una voz de
imperio, y caeríais por tierra o huiríais como ra-
tas». Se acuerda de cierta escena en el templo de
Jerusalén...; pero en su fuero interno está con-
vencido de que Jesús no hará nada por defender-
se; no echará mano de poderes sobrenaturales,
sino que se dejará prender y conducir como un
corderillo: como cordero llevado al matadero
(Is 53,7). Y ya parten hacia Getsemaní'
130
bcso, un rayo luminoso a las tinieblas, a la no-
che: ¡Amigo! (Mt 26,50); pero no consigue alum-
brar esa densa negrura, y el traidor ya no volverá
a ver nunca ese rostro; al menos, aquí en la tie-
rra; ¿lo habrá contemplado en el Cielo?; ¿habrá
sido anojado a las tinieblas exteriores, tal como
Cristo llama a la condenación? (Mt 22,13); ¿ha-
brá entrado en esa ciudad que no tiene necesi-
dad de que la alumbren el sol ni Ia luna, por-
que Ia ilumina Ia gloria de Dios y su lámpara
es el Cordero? (Apoc 2l,33).
l3r
NOMBRE DE'DULZURA
corazón
¿No es verdad que ardía el
dentro de nosotros, mientras nos hablaba
por el camino? (Lc 24'32)
133
Los scguimos con la mirada. ¿Quiéncs son y
adónde se dirigen? Ahora veremos.
134
embeleso, formulan preguntas, ansían respues-
tas, menean la cabeza con signos de aprobación.
135
Aquí descansarás, y mairana, con el nuevo dí4,
seguiriís tu camino, ¿eh? Te dispondremos un alo-
jamiento cómodo y una cena sustanciosa, verás
cómo no te anepientes del retraso, ya verás'
El Desconocido no se hace de rogar' Parece
como si hubiera esperado la invitación, a pesar
del ademán de inicia¡ la despedida' Le reconoce-
rán pronto a través de un gesto familiar' en cuan-
to se haya sentado a la mesa y haya comenzado a
partir el pan.
Emaús. Varias localidades se han disputado
el privilegio de levantarse sobre el mismo solar
de tu antiguo caserío, aunque sólo dos
gozan de
mayor credibilidad: El-Qubeibe, que tiene a su
favor hallarse a sesenta estadios de Jerusalén
Ílh1}:IffJ,""?f"::3,1[:Tt*ffi:",::
be-
aldea de Amwas, a ciento sesenta estadios'
neficiaria de una tradición que se remonta hasta
en
el siglo III, aunque tiene apoyo esa distancia
un número muY limitado de códices'
es pala-
Sea lo que fuere, Emaús, tu nombre
bra que poni dulrrtu en los labios del
cristiano'
Sabe a punto de destino, a meta,
y a camrno re-
cono-
corrido a la vera del Desconocido -ya bien
cido-, Y a esPeranza' Y a alegtía'
136
INDICI'
Introducción 7
Relato de viaje............... 9
A propósito de inocentes... 15
A los doce años................ 2l
Lo mejor para el ñnaI.... 25
Los marranos de Gerasa....... 3l
Noticias de posible interés............ 35
Lamentos....... 4t
Visita inesperada................... 47
Así de sencillo 53
Un fulano que banqueteaba opíparamente.. 59
Se discute en la era......... 65
Entre los dos................. t3
Un hecho escandaloso.... 79
Esperanza. 85
Tenacidad. 91
Parábola del buénjudío 97
Más oportunidades................ 103
Llanto............. 109
Un aroma indeleble........ 115
El trono del rey............ t2t
De noche........ 127
Nombre de dulzura...... 133
ITEI,ATOS DIl PALESTINA