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Apocalipsis 3:14-22
Introducción a la ciudad de Laodicea
La ciudad de Laodicea estaba ubicada a 69 km al sureste de Filadelfia. Era la puerta de
entrada a Éfeso, y hasta mediados del s. III a.C. se le conocía como Dióspolis (la ciudad
de Zeus). Alrededor del año 250 a.C. el gobernante sirio Antíoco II conquisto la ciudad
y le puso por nombre Laodicea, en honor a su esposa Laodice. La palabra Laodicea
significa "el juicio del pueblo," o "un pueblo justo."
II.- El reproche
(vv. 16-17) Para los laodicenses, tanto como para los de Sardis, sólo tuvo palabras de
reproche y ningún elogio.
Eran creyentes sin compromiso, sin determinación, con los brazos caídos y la mirada
perdida por desinterés y apatía. Para ellos daba igual ser frío o caliente, daba lo mismo
consagrarse o no, vivir por Cristo o no, servir a los hermanos o no, de hecho ni siquiera
habían falsos maestros. No eran ni decididamente falsos ni decididamente celosos de la
verdad, ni decididamente consagrados ni entregados completamente al mundo; No se
podía decir nada de esto sobre ellos. Sólo que eran tibios como el agua de su ciudad que
producía nauseas porque era tibia y cargada de carbonato de calcio. Una iglesia tibia es
una iglesia indefinida y ambigua. Él vomitará de su boca a quienes quieren tener un pie
en el camino angosto y otro en el camino ancho.
Creyentes que dicen venir a la iglesia porque necesitan recibir, pero no están dispuestos
a servir.
Personas que quieren todos los beneficios de una congregación, como ser consolados,
aconsejados y enseñados, pero que no están dispuestos a trabajar y poner sus dones a
disposición del Señor y de los hermanos.
Cristianos nominales que dicen creer en Jesús, pero que no quieren perder su reputación
ante los hombres, no están dispuestos a ser mal mirados como Jesús lo fue, ni
despreciados, ni perseguidos, ni insultados ni menospreciados como lo fue Jesús y
nuestros hermanos.
Personas que se identifican con la fe cristiana pero que no quieren crecer en el
conocimiento de Cristo y de su Palabra, ni quieren crecer en consagración por miedo a
perder lo que aman en el mundo.
Personas que se disgustan con quienes se guardan y santifican para el Señor, o con
quienes los exhortan a la fidelidad y la obediencia, acusándolos de graves y de
fanáticos.
Creyentes a quienes les gusta escuchar la Palabra del Señor, pero que a la hora de
aplicarla a sus vidas oponen toda clase de excusas y justificaciones; y se escudan en que
su contexto los obliga, las circunstancias los presionan.
Jesús dijo: “Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No
he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. Lucas 5:31, 32.
Oro refinado en fuego: Por su vasta comodidad esta iglesia necesitaba un poco de
persecución para que su fe fuese refinada. 1 Pedro 1.7 RVR60
para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque
perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea
manifestado Jesucristo,
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a
los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;
Debemos ver el pecado como lo ve Dios y veremos nuestra verdadera condición
para luego poder arrepentirnos.
Conclusion: El Apóstol Pablo describe lo que debe ser nuestra actitud: “El amor de
Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por
consiguiente todos murieron. 15 Y él murió por todos, para que los que viven ya no
vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado” (2 Co. 5:14-15).
“Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo” (Ef.
5:14).