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CAPITULO ONCE LA LENGUA Y LOS LABIOS HUMANOS I, ENTRE LOS ANTIGUOS nel capitulo anterior hemos visto la gran importancia que la teologia egipcia, varios E milenios antes de la era crist.ana, daba a la funcién de la Palabra, del Verbo Eterno, en su modo de concebir la Divinidad y su accidn creadora y vivificadora. Y cuando ha- blemos del Ibis veremos que los hicrofantes de Egipto, en su iconografia simbélica, represen- taron al Verbo divino, Thot, con la cabeza del ibis, que era su jeroglifico como el halcén lo era de Horus, personificacién del Corazén de Dios. También los griegos sinticron por el Logos, el Verbo divino, toda la adoracién debida a la Palabra creadora, que permanece en el mundo desde el comienzo de las cosas como un ave que planea, por decirlo asi, para asegurar en el mundo la vida, la perpetua fecundacién, y para ins- pirara los sabios, Almas de élite, en efecto, se elevaban asi, en la medida de lo posible, hacia los misterios incognoscibles que sentian que eran el manto obligatorio de que se ha de recubrir la Divinidad ante nuestros ojos durante nuestra etapa terrena Convirtieron la palabra humana en el emblema de la Palabra inefable y le consagraron los instramentos huma- ‘nos que la producen, la lengua y los labios. El Egipto simbolista adjunt5 a estos érganos de ‘nuestro cuerpo la hoja y el fruto del persea «porque, dice Plutarco!, el fruro parece un corasén y la hoja una len- gua». El persea, pues, simbolizaba para ellos todo el mis- fctio del Pensamiento divino y de su débil imagen, el 4 Ean ee concebidos ambos, decian los sa- » an & Secreto del corazén, y lanzados luego al espa- 5 cio, en forma sonora, mediante la lengua. Este drbol, ae a ee: para muchos hoy en dia, parece haber sido una : ao del mango, por ejemplo el fig. Hops y fuse del mange del Ode Etiopia (Fig. 1), es decir, cl Balanites Agyptiace fie cen Mute Guimer, 1880, ps 43; y Ch. Cavin, SJ, “La chasse de Muy”,

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