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Pensar al sujeto víctima

¿Con qué víctima trabajan los profesionales entrevistados?

“Nosotros acompañamos a las víctimas, y nos posicionamos del lado de la víctima,


ideológicamente de hecho. Profesionalmente también, porque es nuestro trabajo”
(entrevista 1)

Al releer las entrevistas y los decires acerca de la noción de víctima en el contexto de


derechos humanos y puntualmente, en el marco de la última dictadura, nos encontramos
con un claro posicionamiento a favor de la víctima tanto a nivel ideológico como con
respecto a las labor de dichos profesionales entrevistados. Esto es algo que más allá de
poner en juego una ética profesional, tiene que ver con un contexto que se fue gestando
desde la vuelta a la democracia y la re apertura de los juicios a los responsables de los
delitos cometidos sumado a las distintas políticas reparatorias generadas por el Estado.

Antes de comenzar a repensar los fragmentos de las entrevistas junto a distintos autores,
no es menor retomar que al momento de la entrevista los distintos trabajadores
evidenciaban ciertas dificultades de bosquejar sus consideraciones acerca del concepto
de víctima y sus ideas en relación a ella. Se generaban silencios en esos momentos y
pocos significantes eran los que podían ser asociados para hacer referencia a las
víctimas (algunos de esos significantes era el horror, lo traumático que atraviesa una
víctima pero no mucho más de allí), por ello lo que pensamos teóricamente a posterior
viene un poco a modo de repreguntarnos si quizás algo de lo siniestro y degradante que
envuelve a las víctimas de delitos de lesa humanidad se hacía presente en esa dificultad
de poner en palabras, es decir, utilizaremos ese interrogante a fin de motorizarnos en la
investigación.

Tania Aramburo (2016) en un artículo de su autoría1 nos permitirá pensar a la víctima


bajo el concepto de traumatismo, situando que la victimización refiere a un
acontecimiento en el que se encuentra un sujeto expuesto a situaciones de daño físico,
psíquico y/o social, pudiendo estar acompañado de consecuencias traumáticas. La
víctima, en términos de la autora, se entiende como aquella persona que en algún

1
Aramburo, Tania. (2016). Del concepto de traumatismo en el proceso de victimización al concepto de
trauma en psicoanálisis. Recuperado de http://www.nel-amp.org
momento fue violentada y que más allá de las instancias particulares y singulares del
hecho, el traumatismo se encuentra allí como algo que uniría al colectivo de víctima.

Abordar la noción de victima bajo la dictadura militar sobrepasa la misma categoría


teórica y nos lleva a interpelar por un lado, en qué lugar queda el sujeto frente a la
perversión de los distintos vejámenes a la humanidad que se sufrieron en nuestro país y
por otro a repensar cuál será el lugar que tendrán las prácticas de los trabajadores de los
distintos equipos intervinientes. Ante esto podemos pensar lo que Eva Giberti (s.f) nos
aporta con su idea de cierta degradación al pensar la víctima, seria aquella que por algún
motivo, no puede. Se encontraría en un lugar de impotencia, de no poder y por el otro
lado se observa el poder como opresión, que en éste caso lo encontramos en el Estado.
La violencia derivaría de “uis” que supone la idea de fuerza y que aquel que va a hacer
uso de ella lo hace en tanto asume cierto poder, y éste último es el que marca la relación
de víctima-victimario. Para la autora, víctima entendida en estos términos seria
descontando a la persona, despreciándola como tal.

Aquí podríamos retomar la idea de encerrona trágica que plantea Fernando Ulloa (1995)
para pensar la cita de la entrevista que incorporamos al principio. La encerrona trágica
se la asocia al campo de los derechos humanos y la práctica de la tortura, allí donde la
víctima depende totalmente de su opresor para sostenerse con vida. Ésta situación es
una instancia de dos lugares, dominado y dominador, aquí no hay ningún tercer de
apelación ni ley que valga. Y lo que prevalece es el dolor psíquico, lo cual el autor lo
diferencia de la angustia ya que en ella hay picos altos y otros de alivio, pero en el dolor
psíquico el sujeto no observaría la posibilidad de que ello se termine, siendo una
situación infernal sin salida (p. 185). Considerando la cita, podemos pensar que ese
tercero de apelación hoy está ocupado por el Estado, que viene a delimitar cierta ley con
respecto a lo ocurrido y específicamente, los profesionales entrevistados demarcando su
posicionamiento al momento de trabajar con las víctimas, también podríamos pensarlos
como aquella terceridad frente a las violencias sufridas.

Como venimos planteando en el transcurso de pensar la víctima con las que se


encuentran los trabajadores entrevistados, tenemos conocimiento que la dictadura
militar supuso el horror en su máxima expresión, donde la crueldad y la perversión
fueron moneda corriente y bajo estas condiciones los sujetos que fueron secuestrados y
presos en centros clandestinos de detención se vieron expuestos –entre tantos vejámenes
y torturas- a diversos arrasamientos subjetivos como plantea Fabiana Rosseaux (2015)
al pensar la dignidad humana como aquella instancia que permitiría –entre tantas cosas-
tomar decisiones propias y enfrentar subjetivamente distintos actos, lo cual se vio
cercenado en la lógica concentracionaria. En ese lugar nadie era dueño de nada, fueron
ultrajados hasta de lo más íntimo, de tomar decisiones. El dispositivo
concentracionario desmantela la dignidad del sujeto, atenta contra lo propio del ser
humano, la palabra (p. 75).

Pilar Calveiro (2004) plantea, en relación a éste robo de la dignidad, que desde un
comienzo la tortura a la que estaban expuestos los secuestrados en los campos de
concentración tenía como objetivo despojar a los sujetos de todos sus apoyos,
desnudarlo de sus resistencia para adaptarlo a esa lógica, quedando atrás su vida en el
mundo para sumergirlo en el calvario y la incertidumbre (p. 36/37).

“…el objetivo era obtener información útil, pero además, quebrar al individuo, romper
al militante anulando en él toda línea de fuga o resistencia, modelando un nuevo sujeto
adecuado a la dinámica del campo, un cuerpo sumiso que se dejara incorporar a la
maquinaria, cualquiera que fuera el lugar que se le asignara. Este quiebre era el
producto más preciado de la tortura; alcanzarlo era el mayor desafío para el
dispositivo concentracionario y la prueba evidente, insoslayable del poder del
interrogador” (Calveiro, 2004, p. 41)

La configuración y generación de las victimas podemos pensarla a partir del uso del
poder sobre un sujeto o en este caso, un colectivo o sociedad que implicaba un
arrasamiento de tal magnitud que solo restaban cuerpos victimizados.
¿Cómo posicionarse al momento de trabajar con las víctimas de la última dictadura
militar?

“Al trabajar con las victimas uno tiene que realizar un trabajo profesional, que implica
un corrimiento especifico aunque sabemos que eso es casi imposible, en nuestro caso
tenemos que saber habilitar el espacio de la escucha, del encuentro, y poder ver que se
genera ahí.” (Entrevista 2)

De esta manera observamos cierta imposibilidad a la que hace referencia el entrevistado


de no hacerse eco de este horror que atravesaron las distintas víctimas y que
mencionamos, dichos profesionales no pueden no tener presente la historia y cómo el
poder hizo de esas personas meros pedazos de carne. Este uso del poder lo expone
Foucault en “Vigilar y castigar” (2015) al hablar del suplicio como modo de pena por
parte del soberano, donde se generaba todo un ritual organizado para hacer uso del
cuerpo de las víctimas en función de la economía del poder, de alguna manera “marcar”,
dejarla la huella de su poder. (p.44) En relación a esto, Pilar Calveiro (2004) nos dirá
que uno de los mecanismos principales de los campos de concentración de la dictadura
era lograr despojar a las víctimas de toda humanidad, facilitando la labor cotidiana en el
campo, tornándose todo a una lógica burocrática de administrar cuerpos (p.23).

La cuestión preponderante que surge de las entrevistas remite a cierta posición a la que
hacen referencia los profesionales al momento de trabajar con las víctimas y mencionan
un posicionamiento profesional, ideológico y podríamos pensar nosotros que remite
también a una instancia ética. Pensar el lugar del profesional al momento de trabajar con
las victimas remite de algún momento a generar el espacio para que dicho sujeto pueda
de algún modo inscribirse en otro discurso. Elena Nicoletti y Fabiana Rosseaux (2003)
nos dirán que ésta labor remite sin duda a un trabajo con la miseria, la violencia, donde
la pregunta principal que se hacen y que retomamos es ¿dónde pensar la subjetividad
allí? Las posibilidades del sujeto de atravesar una situación de violencia y emerger hace
alusión sin duda a la idea de un deseo pero también de ciertas condiciones que habiliten
a ello. No está de más recordar que esas condiciones deben venir del Estado como
responsable de aquello derechos humanos arrasados. En estos términos, pensar el
dispositivo psicoanalítico o de abordaje psicológico de las victimas seria de algún modo
bajo la lógica de bordear el horror, intentar hacer algo con lo sucedido, de algún modo
“hacer ficción con lo real”. Y las autoras instalan una duda que retomaremos:
“Cuando en el trabajo clínico escuchamos a quienes sobrevivieron de los campos, la
pregunta que se impone es, ¿cómo se sanciona, a nivel subjetivo, haber atravesado esta
experiencia?”2

De esta manera al considerar lo planteado en las entrevistas nos remite a un


posicionamiento profesional al momento de intervenir en el abordaje con víctimas de
delitos de lesa humanidad, permitiéndonos pensar lo que Verónica Perelli (2009) nos
plantea al decir que el analista –o en este caso los profesionales de los equipos de
acompañamientos a víctimas y testigos- se ofrece en dicha instancia para que el sujeto
pueda poner a hablar su sufrimiento en la búsqueda de generar algún sentido frente al
sin sentido, o al sentido singular de lo que atraviesa. Las intervenciones de los
profesionales en estos momentos de una real urgencia subjetiva podemos pensarlas
destinadas a generar un espacio de alojamiento, de escucha, de intentar velar de algún
modo aquel horror que quedó totalmente develado para el sujeto, dejándolo en una
situación de total desamparo (p. 96).

“Sabemos que somos un equipo interdisciplinario de salud, por lo tanto la salud de las
víctimas es lo que dirige nuestro trabajo en estos contextos de los juicios” (Entrevista
2).

2
Nicoletti, E y Rosseaux, F. (2004). “Psicoanalista en la trinchera donde se enfrenta el horro”.
Recuperado: www.pagina12.com.ar
Esta cita nos permite observar el lugar de aquellos trabajadores en relación a las
víctimas y pensar que su lugar implica, de alguna manera, lograr sobreponerse frente a
lo paralizante de estos hechos o más específicamente, dichos delitos. Priorizando la
instancia de labor de aquello que un principio no se sintomatizó, en tanto estaba
silenciado. Es gran interrogante el que hacer allí cuando lo pulsional se muestra
desbaratada y justamente, la pulsión de vida carece totalmente de valor. El lugar de
aquellos trabajadores podríamos pensarlo bajo la lógica de un sostén de la palabra que
aquel sujeto pueda poner en juego (Nicolletti y Rosseaux, 2004).

Ante esto que observamos que emerge en las entrevistas el poner la salud de las
víctimas como eje de la labor de los profesionales y podemos señalar, retomando a
Andrea Botas (2015), que en muchos casos el acompañamiento y el trabajo en conjunto
con las víctimas –pensándolo desde el psicoanálisis- se ubica no solo con generar ese
alojamiento que le permita al sujeto poner en palabras lo sucedido, sino también con
marcar por medio de ciertas intervenciones la diferencia entre el ser y el estar,
permitiendo localizar al sujeto allí, donde claramente apunta a nociones de
responsabilidad subjetiva, ya corriéndose de alguna mera de víctima de Otro, sino
permitirle posicionarse con respecto a su historia y a su padecer, de una manera
sumamente subjetiva.3

Abordar el trabajo con las victimas requiere de algún modo considerar la posición de
objeto de goce de otro, generando un terror ante esta idea de que en la violencia se
genera un uso total del cuerpo de la víctima, pero puntualmente en los casos de delitos
de lesa humanidad la violencia recorre –cruelmente- todos los modos. Ante esto,
planteábamos anteriormente observando las entrevistas que la labor de los profesionales
estaba dirigida a poner en juego la escucha y la palabra. En relación a esto María
Cristina Maia (s.f.) plantea que el trabajo a realizar con ese sujeto tiene que ver más que
nada con posibilitar mediante la palabra, una confrontación con ese real del goce que le
permita articular su saber de lo que atraviesa en el plano significante, convocar a ese
sujeto a que hable, poner la palabra donde no estaba.4

3
Botas, Andrea. (2015). Ser víctima y política del psicoanálisis. Recuperado de:
http://www.revconsecuencias.com.ar
4
Maia de Oliveros Fernandes, Maria C. (s.f.) El tratamiento de la palabra. Recuperado de:
http://revistainterrogant.org
La apertura de un espacio institucional, como lo son los programas de asistencia a las
víctimas y testigos en el marco de ciertas políticas estatales que mencionamos en otros
capítulos van en esta línea de movilizar la palabra abriendo paso a nuevas construcción
subjetivas que permitan al sujeto un “hacer” con lo ocurrido, donde algunos de estos
sujeto lo harán en el ámbito de la justicia mediante denuncia y testimonio, otros tomar
el camino de comenzar un espacio de análisis que le permita encauzar ese malestar,
producto de la situación sumamente traumática, en lo que conocemos como síntoma y
en relación a esto Gil Caroz (s.f.) nos plantea:

“Pero la voluntad de testimoniar de una víctima de la contingencia de un real sin ley


implica otro punto. No se trata de certificar de la posición del sujeto, sino de
reconquistar una zona donde el sujeto había estado ausente, puesto que él no se
esperaba esta intrusión de lo real fuera de programa. Se trata entonces de nombrar, de
dar cuenta, de relatar, y así de circunscribir los bordes de un agujero fuera de sentido,
de lo que ha hecho retorno en lo real”5.

Bajo esta idea que venimos abordando acerca del trabajo de los profesionales de los
equipos entrevistados, podemos pensar palabras de Freud en Construcciones del análisis
(1937):

“Su trabajo de construcción o, si se prefiere, de reconstrucción, se parece mucho a una


excavación arqueológica de una casa o de un antiguo edificio que han sido destruidos y
enterrados. Los dos procesos son en realidad idénticos, excepto que el psicoanalista
trabaja en mejores condiciones y dispone de más material en cuanto que no trata con
algo destruido, sino con algo que todavía se halla vivo, y tal vez también por otra
razón. Pero así como el arqueólogo construye las paredes del edificio a partir de los
cimientos que han permanecido, determina el número y la situación de las columnas a
partir de las depresiones en el suelo y reconstruye las decoraciones y pinturas murales
partiendo de los restos encontrados en las ruinas, lo mismo hace el psicoanalista
cuando deduce sus conclusiones de los fragmentos de recuerdos, de las asociaciones y
de la conducta del sujeto. Los dos tienen un derecho innegable a reconstruir, con
métodos de suplementación y combinación, los restos que sobreviven. También los dos
están sujetos a comunes dificultades y fuentes de error. Uno de los problemas más

5
Caroz, Gil (s.f.). La víctima real no es víctima del inconsciente. Recuperado: http://www.eol.org.ar
arduos que se presentan al arqueólogo es la determinación de la antigüedad de sus
hallazgos; y si un objeto aparece en algún nivel o si ha sido llevado a él por algún
trastorno posterior. Es fácil imaginar las dudas correspondientes que surgen en el caso
de las construcciones psicoanalíticas.”(p. 3366)

Allí hace referencia a la labor precisamente del analista pero podemos pensarlo en
analogía al trabajo de los equipos. Esta idea de comparar el rol del analista en paralelo
al del arqueólogo nos permite pensar justamente el abordaje que, puntualmente, llevan
adelante los equipos de profesionales entrevistados. Y de alguna manera, la referencia
que los trabajadores hacen cuando mencionan cierta “posición” que toman al momento
de trabajar con víctimas nos remite a pensar en la noción de la ética y retomar las ideas
que Delgado Kovach (s.f) nos plantea al decir que la ética con la que trabaja el
psicoanálisis y por consiguiente, los practicantes, tiene que ver con una ética distinta a
la de “hacer el Bien”, es decir, no se sostiene en valores morales. Podríamos pensar la
labor realizada por los profesionales entrevistados del lado de la ética psicoanalítica, de
dar paso a la diferencia, a la singularidad de cada caso, que intenta no caer en ese ideal
de querer “salvar” o en la práctica del furor curandis, que su ubicaría del lado de la
moral, de ciertas normas y del para todos, lo mismo.6

En relación a esto, Freud trabaja la idea del “psicoanálisis salvaje” en Sobre el


psicoanálisis silvestre (1910) y podríamos retomar esto para marcar la diferencia con
respecto a la labor de los trabajadores. En dicho texto Freud plantea en relación a un
caso clínico, que lo salvaje estaría dado por la suposición del médico, que el sufrimiento
del paciente estaría dado por algún tipo de ignorancia y que con el sólo hecho de
comunicarle eso no sabido ya bastaría. Claro está que la práctica psicoanalítica
entendida en los márgenes de consideración a la subjetividad y singularidad, se aleja de
dichos modos salvajes y hasta violentos, mas allá de que desde el psicoanálisis se
plantee en determinado momento del análisis la comunicación a modo de intervenciones
pero en el marco de ciertas cuestiones dadas producto de la transferencia.

Rescatamos otra frase de las entrevistas realizadas:

6
Delgado Kovach, Emilse (S.f). Alojar al sujeto. Algunas reflexiones acerca de la ética en psicoanálisis.
Recuperado: http://www.revistanudos.com.ar
“Sabemos que somos un equipo interdisciplinario de salud, por lo tanto la salud de las
víctimas es lo que dirige nuestro trabajo en estos contextos de los juicios” (Entrevista
2).

Podemos retomar el significante de salud de dicha cita y repensar que claramente tener
la salud como punto final permite motorizar la labor cotidiana y el deseo por hacer algo
con ello, pero también nos abre paso a repreguntarnos acerca del lugar que tiene allí el
psicoanálisis. Ante esto Luis Enrique Espinosa Sosa7 (2013) nos plantea que aquellos
que trabajan desde dicha posición teórica conlleva un trabajo minucioso de revisión con
los fines de caer en una práctica terapéutica con el solo objetivo de solucionar y
normativizar. Pero sabemos que el psicoanálisis no se ubica del lado alcanzar un
funcionamiento considerado “correcto”, al contrario, considera que esos efectos
terapéuticos se dan por añadidura. Esto lleva a que constantemente los practicantes del
legado de Freud deban problematizar sus intervenciones, lo cual es posible pensar esto
en el marco de un abordaje interdisciplinario como menciona el profesional
entrevistado.

Considerando esta idea, podemos retomar lo expuesto por Fernando Ulloa (1995) en
relación a su labor en el marco de los Derechos Humanos y la noción de ternura, que si
bien la piensa con respecto al infante, podemos repensarla en el trabajo que plantean los
entrevistados en función de las víctimas. Ulloa dirá que la ternura remite por un lado a
una instancia propia de lo humano, casi asociada a nuestra naturaleza pero también la
piensa como una instancia ética y es allí donde podemos pensar un paralelo con el
posicionamiento al que hacen mención los profesionales entrevistados. Y de la ternura
se desprenderían dos habilidades, empatía y miramiento. Esta última característica
resulta de especial significación, en tanto el autor dirá que la mirada permite generar
cierto interés amoroso mediante el cual se reconoce al sujeto como distinto a uno (p.
135)

De esta manera podemos concluir retomando las preguntas que utilizamos a modo de
subtitulos que nos permita motorizarnos para continuar repensado los alcances de
aquellos espacios institucionales de escucha, atención y abordaje a las víctimas de la
última dictadura argentina y ante esto, Ulloa nos plantea que pensar una práctica en

7
Espinosa Sosa, Luis E. (2013). La violencia de las familias y sus víctimas (del inconsciente). Recuperado:
http://www.nel-mexico.org
función de los derechos humanos desde la instancia de la ternura permitirá que de algún
modo el sujeto pueda comenzar de a poco aquel camino de contrariar el sufrimiento, en
un marco de cierta confianza que posibilite el advenimiento de un sujeto deseante,
abriendo paso a un escenario ético y por qué no, dentro de los marcos de la justicia (p.
136)

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