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de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
RESUMEN
Entre 1954 y 1955 se publicó en México la que se declaraba primera traducción completa al castellano de
las Mil y una noches. La firmaba Rafael Cansinos Assens, un prestigioso hombre de letras, ajeno al
arabismo académico universitario. Dicha versión fue saludada por el gran conocedor de la obra maestra
árabe en el ámbito del castellano: el argentino Jorge Luis Borges, quien se declaró, en más de una ocasión,
admirador del resultado de Cansinos. Al cabo de una década dos editoriales publicaron en Barcelona sendas
nuevas versiones debidas a bien asentados profesores universitarios de la Universidad de Barcelona. Y,
desde que aparecieron, personas cercanas al arabismo barcelonés comenzaron a dirigir ataques a Cansinos,
imprecisos al principio, pero que se fueron sustanciando con el paso del tiempo. En el presente estudio se
muestra lo infundado de algunos de tales ataques, y se ponen de manifiesto algunos de sus indudables
méritos. Con todo ello se ofrecen datos de interés para el estudio de los procesos que llevan a una traducción
a la condición de canónica, además de suscitar cuestiones relativas a la responsabilidad de los traductores
ante la labor de quienes los han precedido.
PALABRAS CLAVE
Mil y una noches, Rafael Cansinos, retraducción de clásicos, traducción canónica, autoridad, ética.
1. UN PASAJE SOSPECHOSO
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
primera vez que dicha historia se /138/ dio a conocer en castellano fue gracias a la versión
que Vicente Blasco Ibáñez (ca. 1916) realizó de la traducción francesa de las Noches por
J.-C. Mardrus. Al comienzo de dicho largo relato («Historia del rey Omar Al-Nemán
[…]», según Blasco) se produce un encuentro, de gran importancia para la trama, entre
un fiero guerrero musulmán y una hermosa joven cristiana, experimentada en los
ejercicios físicos. En la noche 47 (siempre según las Noches de Mardrus / Blasco) leemos
el siguiente párrafo, donde los personajes son la aludida pareja de jóvenes. Luego que la
cristiana acabase de retar al musulmán a mantener un enfrentamiento físico singular,
leemos (Blasco ca 1916: I, 493):
Y Scharkán pensó: «¿Esta joven ignora mi fuerza, y cuán de desfavorable había de serle
luchar conmigo?» Después dijo: «Te prometo, ¡oh joven! que no tocaré mis armas y que sólo
lucharé contigo del modo que tú quieras luchar. ¡Si quedase vencido, tengo bastante dinero para
pagar mi rescate; pero si te venciese, tendría con tu posesión un botín digno de rey! ¡Juro, pues,
obrar así por los méritos del Profeta! ¡Sean con él la plegaria y la paz de Alah!» Y la joven dijo:
«Jura por Aquel que ha introducido las almas en los cuerpos y ha dado sus leyes a los humanos.»
Y Scharkán prestó el juramento. Entonces la joven franqueó el río de otro salto, y volvió á la orilla,
junto á aquel joven desconocido. Y sonriéndole, le dijo: «He de lamentar que te marches, ¡oh mi
señor! pero no debes permanecer aquí, porque se acerca la mañana, van á venir los guerreros y
caerías en sus manos. Y ¿cómo podrías resistir a mis guerreros, cuando una sola de mis mujeres te
vencería?». Y dicho esto, la joven luchadora quiso alejarse hacia el monasterio, sin trabar ninguna
lucha.
A nuestros efectos aquí, y por lo que diremos más abajo, será menester que
citemos también el texto francés de Mardrus (1900 III, 28-29), al que veremos que se
ajusta, en lo esencial, Blasco:
Et Scharkân, en lui-même, pensa: «Ignore-t-elle donc, cette fille, le degré de ma force, et que la
lutte avec moi est inégale ?» Puis il lui dit : «Je te promets, ô jeune fille, que je ne toucherai point
à mes armes, et que je ne lutterai avec toi que de la façon dont tu voudras lutter. Si je suis vaincu,
j’ai assez d’argent pour payer ma rançon ; mais si je suis le vainqueur, alors te posséder toi-même,
quel butin digne d’un roi ! Je te le jure donc par les mérites du Prophète ! – que sur lui soient la
prière et la paix d’Allah !» Et la jeune fille dit : «Jure aussi par Celui qui a soufflé les âmes dans
les corps et a donné ses lois aux humains !» Et Scharkân fir le serment. Alors la jeune fille /139/ prit
son élan, de nouveau, et, d’un bond agile, franchit le fleuve et revint sur la rive, près de la pelouse.
Et toute rieuse, elle dit à Scharkân : «Vraiment je serais peinée de te voir partir, ô seigneur, mais
c’est pour ton bien : pars donc ! car voici le matin qui s’avance et les guerriers vont venir et tu
tomberas entre leurs mains. Car comment pourrais-tu résister à mes guerriers, toi qu’une seule de
mes femmes ferait ployer et terrasserait ?» Et sur ces paroles, la jeune lutteuse voulut s’éloigner
dans la direction du monastère, sans engager la lutte dont elle avait parlé.
Y ella [dijo]: «Por el Mesías os juro que, si no temiera ocasionaros la muerte, daría un
grito que bastaría para llenar la tierra de caballos y hombres, pero me compadezco de los
forasteros. Si lo que buscáis es /140/ botín, os ruego que desmontéis, me juréis por vuestra Ley que
os acercaréis a mí desarmado y luchemos en buena lid. Si me vencéis, podréis ponerme a lomos
de vuestro caballo y llevarnos a todas como botín; si, por el contrario, os derribo yo, dispondré de
vos a mi antojo. Jurádmelo, pues temo que queráis engañarme. ¿No se ha dichos siempre: no
pongas nunca tu confianza en nadie, quien menos te esperas querrá engañarte? Si me lo juráis,
cruzaré a vuestro lado». Ansioso por alcanzarla, dijo Sharkán para sus adentros: «Esta no sabe que
se las ve con un bravo guerrero…», y luego, dirigiéndose a la joven: «Podéis tomarme juramento,
por aquello que más confianza os merezca, de que no me moveré hasta que vos misma me hayáis
despojado de mis armas y me digáis: “Venid a luchar”. Solo entonces me acercaré a vos, y, si me
vencéis, sabed que poseo riquezas de sobra para pagar mi rescate; si, por el contrario, os venzo yo,
me llevaré este gran botín». «Conforme», dijo la joven, y Sharkán, un tanto desconcertado:
«Conforme estoy yo también, voto al Profeta, a quien Dios bendiga y dé la paz». «Jurad, pues —
dijo la hermosa dama—, ahora por Quien insufló los espíritus en los cuerpos y nos proveyó de
mandamientos que, si me acometierais con cualquier arma que no sean las fuerzas de vuestro
propio cuerpo, moriréis fuera de la Ley del islam». «¡Y si tal juramento me pidiese un juez, ni
aunque fuese el mismísimo juez de jueces, no lo prestaría yo!», contestó Sharkán. Con todo, juró
en los términos que la joven le había exigido.
Ató el bravo musulmán su corcel a uno de los muchos árboles que por allí crecían y,
sumido en un piélago de cavilaciones, exclamó, haciendo suyas las palabras del Sagrado Corán:
«¡Alabado sea Quien la formó a partir de un execrable líquido!». Se desprendió luego de sus armas
y, listo ya para enfrentarse en lucha cuerpo a cuerpo con la joven cristiana, dijo a esta: «¡Vadead
ahora el río y venid a esta orilla!». La dama repuso: «¡Ni hablar! No esperéis que sea yo quien
atraviese el curso de las aguas. Si de verdad queréis luchar, habréis de ser vos quien venga a
buscarme en esta orilla». Sharkán se negó en redondo: «Eso no puedo y no voy a hacerlo». «Sea,
doncel, iré yo a vos», dijo la intrépida joven, quien se arremangó los faldones y dio un brinco a la
otra orilla. Sharkán fue hacia ella, se inclinó y dio una fuerte palmada, maravillado ante la
extremada belleza de lo que a sus ojos se presentaba: una forma que el Omnipotente había sacado
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
a la luz sirviéndose de las hojas de los yinns, luego criada por la Mano de la Providencia y
refrescada por las brisas de la Buenaventura, que sobre ella se había cernido desde el mismo
instante de su concepción. La joven dama fue hacia él y le espetó: «¡Lucha, musulmán, antes de
que rompa el alba!», y se descubrió unos antebrazos más blancos que la nata, gracias a los cuales
se iluminó todo aquel paraje. Sharkán, muy confuso ya, /141/ se inclinó y dio una nueva palmada.
Otro tanto hizo la dama y un instante después estaban ambos enzarzados, cuerpo a cuerpo, en
encarnizada lucha. El joven le puso a la dama la mano en la esbelta cintura, y las yemas de sus
dedos resbalaron y se hundieron en los pliegues de su vientre. El cuerpo se le aflojó al guerrero,
quien, parado ante el lugar de los quejidos, y ante la certeza de aquel asiento de la suavidad, se
echó a temblar como una caña persa al tempestuoso viento. La luchadora aprovechó para
levantarlo, dar con él en tierra y sujetar al vencido enamorado poniéndole en el pecho unas nalgas
que más parecían suaves dunas. Sharkán apenas podía dominarse. La dama le dijo: «Vosotros, los
musulmanes, tenéis por lícito el matar a los cristianos, ¿no es cierto? Decidme, pues, qué os
parecería si ahora os mato yo a vos». El paladín repuso: «Que ahora me dieseis muerte sería
contrario a la Ley de Dios, ya que nuestro Profeta, a quien Dios bendiga y dé la paz, nos prohibió
que, de entre vosotros, diéramos muerte a las mujeres, los niños, los viejos y los monjes, de modo
que yo nunca jamás habría querido mataros a vos». La joven dama respondió: «Si tal inspiración
divina recibió vuestro Profeta, habrá que pagar en la misma moneda. Levantaos, pues, que os
regalo vuestra vida. Ninguna obra buena se hace en vano».
Y, esto diciendo, se levantó la bella del pecho de Sharkán, quien también se puso en pie
y se sacudió el polvo de la cabeza. Ella al punto, adivinando lo que por las mientes le pasaba al
joven, le dijo: «No tengáis vergüenza de lo ocurrido. Si bien reconoceréis que quien se interna en
los dominios de los rumíes con la intención de ganar botín y participar en las guerras que enfrentan
a unos reyes con otros ha de tener arrestos suficientes para defenderse de una mujer. ¿O es que no
habéis oído que a las de mi sexo nos llaman “costillas torcidas”, por el modo en que fuimos por
Dios creadas?». Sharkán respondió: «No es cuestión de arrestos ni de fuerza, pues lo cierto es que
no me han vencido vuestras artes en la lucha, sino vuestra extremada hermosura. De manera que
diría mucho de vos el que me concedierais una segunda oportunidad de batirme con vos». La joven
se rio: «Contad con esa oportunidad, pero tened en cuenta que, mientras luchamos y hablamos,
estas doncellas siguen ahí las pobres, maniatadas y con todos los miembros del cuerpo doloridos.
Mejor será que las libere ahora mismo, pues bien pudiera ser que en esa segunda oportunidad que
me pedís se prolongue mucho el cuerpo a cuerpo». Y, antes de pronunciar estas últimas palabras,
estaba ya la joven dama desatando a sus compañeras, a quienes dijo en la lengua de los rumíes:
«Id y refugiaos en lugar seguro hasta que las ansias que este musulmán tiene de echaros mano se
aplaquen». Las doncellas se pusieron en movimiento, sin quitarles ojo a los dos rivales, su señora
y /142/ Sharkán, quien, por su parte, no les quitaba ojo a ellos mientras se marchaban. Cuando lo
hubieron hecho, volvieron a enzarzarse y no tardaron en estar ambos vientre contra vientre. No
bien notó la dama el contacto, alzó a su oponente con la velocidad del rayo, y lo tiró al suelo de
nuevo. A Sharkán no le quedó más remedio que oír, en tierra y boca arriba, a la joven: «Levantaos,
que os concedo de nuevo la salvaguarda. La vez primera os regalé la vida en honor a vuestro
Profeta, por teneros prohibido el que matéis a las mujeres. Ahora quiero ser generosa con vos
porque me duelo de veros tan joven, solo y desamparado. Quiero, sin embargo, haceros un encargo
y es que, si por ventura hubiese, en el ejército de musulmanes que envía el rey Ómar Ennumán en
auxilio del señor de Constantinopla, alguien más fuerte y hábil que vos, me lo enviéis pronto y
contra mí lo azucéis, pues la lucha cuerpo a cuerpo tiene sus métodos, técnicas y pericias (de las
que, por cierto, no se excluye el engaño), tales como el adelantarse, el dejar ventaja, la presa de
piernas, el morder los muslos y asimismo la técnica que llaman irak y shibak, que bien conocen
los versados en tan noble arte». Sharkán, muy irritado con la suficiencia de la dama, exclamó: «¡A
fe, mi señora, que ninguno de los grandes ases de la lucha que en el mundo han sido, ni el Safadí,
ni Muhámmad Qimal, ni el hijo del Saddí en sus tiempos, pararon nunca mientes en esas florituras
y teorías que mencionáis! Y os repito que, si me habéis vencido, no ha sigo por vuestras fuerzas,
sino porque tenéis un trasero que encandila, y, como a nosotros, los iraquíes, nos gustan los buenos
muslos y caderas, he perdido el tino y la destreza, pero solo por ese motivo. Pero si queréis pelear
de nuevo conmigo, ahora que ya he recobrado el sentido, dadme la tercera y última oportunidad,
según es canon y costumbre en esta arte, como sin duda no se os escapa, que ya estoy listo para
venceros». La dama dijo: «¿Otra vez queréis morder el polvo? En fin, si ese es vuestro deseo, no
tengo inconveniente, pero solo una vez más». Se inclinaron ambos, y se lanzaron a la lucha.
Sharkán comenzó aplicándose con todo su esfuerzo. La joven dama halló en su contrincante un
vigor que no había mostrado antes, y le dijo: «Esta vez sí que os habéis precavido, ¿eh,
musulmán?». «Así es, pues ya no me vais a conceder más oportunidades, dado que, cuando os
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
haya vencido, se irá cada cual por su camino». Se rio la joven y, cuando fue él también a soltar
una carcajada, lo agarró ella por sorpresa de un muslo y lo tiró al suelo. La joven miró a Sharkán,
una vez más tendido a sus pies, boca arriba, se rio de buena gana y le dijo: «¿De qué os alimentáis,
de salvado? Un capirote de beduino parecéis, que cae al primer tropezón, o un pajarraco que no
puede mantenerse en el aire. ¡Ay de vos, malhadado! ¡Venga! Levantaos, id a vuestro campamento
de musulmanes y /143/ enviadnos a otro que tenga más bríos que vos, que ya nos encargaremos de
dar buena cuenta de cuantos árabes, persas turcos o dailamíes se consideren lo bastante fuertes
como para plantarnos cara».
Dicho lo cual, volvió a pasar la dama a la otra orilla de un salto limpio y aún añadió entre
risas: «Mucho me cuesta, señor mío, separarme de vos, pero estoy convencida de que lo que más
os conviene es volver con vuestros compañeros de armas antes de que amanezca, no sea que os
sorprendan nuestros caballeros y os traten a lanzazos. Pues, si no sabéis resistiros a las mujeres,
¿cómo podréis enfrentaros a hombres de armas».
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
examen de las ediciones Calcuta II (la de 1839) y Bulaq (un lugar cercano a El Cairo); su
conclusión fue que ambas provenían de una misma recensión, que él llamó, en francés,
«la redaction moderne d’Egypte» y que los especialistas en las Noches designan, en
inglés, «Zotenberg’s Egyptian Recension» (ZER). Esta recensión, acaso elaborada a
partir de un solo manuscrito egipcio hoy perdido (Irwin 2004), es asimismo la base de lo
que se entiende en las sociedades árabes contemporáneas como texto completo de las
Noches. De ZER derivan, en consecuencia, las ediciones árabes comerciales más
extendidas en la actualidad. Y, desde luego, de ZER dependen asimismo los traductores
más arriba mencionadas. Pero, mientras Mardrus, y por ende Blasco, parece sustentarse
en Bulaq, Cansinos depende a todas luces de Calcuta. Hemos de entender, pues, que el
editor de Bulaq pudo haber encontrado ofensivo el pasaje del que deriva la traducción
que acabamos de leer en su versión completa (una mujer cristiana vence a un hombre
musulmán, y lo que es lucha física acaba convirtiéndose en encuentro erótico) y decidió
suprimirlo. Estaríamos, así, ante un caso de censura en uno de los originales árabes, que
se ha reproducido en algunas versiones a otras lenguas.
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
referencia más abajo. Esto explica, desde luego, lo de «una de las /146/ primeras» versiones
al castellano; pero ¿y los otros dos rasgos positivos: «íntegras» y «honradas»? Es probable
que el subtexto que haya tras la afirmación sea una suerte de eslogan adecuado para la
situación de competencia en que se hallaban en ese momento cinco versiones de las
Noches publicadas por otras tantas editoriales. Vernet barría sin duda para casa, pues no
solo dejaba implicar que su propia versión era, además de la primera, íntegra y honrada.
Casi en el mismo rango dejaba a la versión de G.-Larraya y Martínez, sus compañeros de
departamento en la universidad, y, en el caso de Leonor Martínez, su esposa. Quedaban
así salvaguardadas, respectivamente, las versiones de Planeta (Vernet) y Vergara (G.-
Larraya y Martínez) frente a las que constituían «la competencia», por así decirlo. Para
empezar, es lógico que la versión de Sopena (Pedraza), al proceder de Galland, no pueda
ser considerada «íntegra». Nos queda, pues, la acusación menos amable, que parece poder
aplicarse a las otras dos. La que vendía AHR (Blasco) podía irritar a Vernet por el hecho
de que, como él mismo afirma en el prólogo (1965: 38), estaba marcada por «la carencia
de fidelidad textual de Mardrus». Y nos queda la que desde hacía una década ofrecía,
desde México, Aguilar; esto es, la particular versión de Cansinos, en la que vuelve a
producirse un hecho que ya se venía observando en las versiones previas de las Noches
por Galland y el propio Mardrus: la inclusión de relatos sin una genuina base textual árabe
que permitiera considerarlos parte de la obra. Esto ocurre con cierta frecuencia en las
Noches de Cansinos, quien lo anuncia, una y otra vez, con una indeterminada afirmación
en el pórtico explicativo con que inicia cada relato: «Falta en las más de las versiones»
(Cansinos 1954-55: pas.). No parece, pues, que este asunto, por más que Vernet pudiera
no estar de acuerdo en introducir historias de fuentes diversas (y enseguida veremos que
no lo estaba), fuera suficiente para llevarlo a insinuar que Cansinos pudo haber perpetrado
una traducción carente de honradez.
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
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Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
alabanza de la /147/ belleza de una mujer, en las versiones, respectivas, de Cansinos (1954-
55: I, 418), de Vernet (1964, 2005: I, 13) y de G.-Larraya / Martínez (1965: I, 49) y), para
apreciar de qué modo el ultraísta sevillano se impuso un objetivo de elaboración formal
que es ajeno a quienes, en los años sesenta, retradujeron la obra:
Ella apareció entre las tinieblas y en el acto resplandeció el día; su luz ilumina las auroras.
Cuando ella aparece, de un resplandor toman la luz los soles, y las lunas, el brillo […] Vernet)
El que Cansinos opte por ofrecer una versión rimada y medida, y que, además,
refleja el carácter monorrimo de la poesía árabe clásica es, por supuesto, cuestión
debatible y sujeta a los ideales cambiantes de la traducción del verso. Pero el hecho de la
mayor elaboración formal de Cansinos es innegable. Estamos, pues, ante una cuidada
versión de un escritor de prestigio, desde luego, y traductor experimentado de los clásicos.
Basta con ojear su biografía como traductor para comprobar (Palenque 2009) que fue
responsable de versiones de obras de Balzac, Goethe o Dostoievski, y, en árabe, del
Corán. Y eso no era todo. Cualquier aficionado al libro en castellano durante las últimas
décadas está familiarizado con los volúmenes de Aguilar, editorial de predicamento
indudable en el campo de la literatura, donde se publicaron obras cumbres de las
literaturas española, latinoamericana y universal, en traducción cuando había de ser el
caso. Pero aún había más. Borges fue el gran conocedor y valedor de las Noches durante
las décadas centrales del siglo XX, digamos que entre los años treinta y los ochenta, en el
ámbito del castellano y con trascendencia internacional. Y el gran escritor argentino, que
conocía personalmente a Cansinos, de quien se consideraba admirado discípulo, escribió
al menos en tres ocasiones elogios de la versión de las Noches que este llevó a cabo. Para
empezar, Borges (1960, 2011: 51) saluda las Noches de Cansinos porque, luego de no
haberse contado en español /148/ sino con traducciones indirectas del francés o el alemán,
se enmendaba la carencia: «Rafael Cansinos Assens nos da, por fin, el libro deseado». Su
trabajo de traslado, además, precisa el propio Borges (1960, 2011: 52), lo encabezó
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
Cansinos con un importante estudio, de nada menos que cuatro centenares de páginas;
por consiguiente, concluye el bonaerense, los usuarios del español «debemos alegrarnos
de poseer definitivamente esta delicada y rigurosa versión del libro famoso» (Borges
1960, 2011: 53). Por segunda vez, y con motivo del homenaje póstumo a Cansinos que
se le rindió en Buenos Aires poco después de su muerte, Borges (1964, 2011: 95) derivaba
de la curiosidad de Cansinos por las lenguas y las épocas el que se hubiese decidido a
«emprender la primera versión castellana del Libro de las mil y una noches». Y, por
última y tercera vez (que yo sepa), volvió al asunto, en un texto-curso acerca de las
Noches, donde se refiere (Borges 1980, 1993: 133) a Cansinos como «autor de una
admirable versión española». Talento literario y erudición del traductor, una destacada
empresa editora, junto con una recepción admirada por parte del máximo entendido en la
materia eran, pues, los avales que podrían esgrimir los partidarios de Cansinos. En tanto
que Vernet tenía a su favor su posición académica y un progresivo prestigio en los ámbitos
que podían estar interesados por las Noches en España. Él fue el encargado de realizar la
antología de relatos para la Biblioteca Básica Salvat, una colección de clásicos y ensayos
de divulgación que alcanzó una gran popularidad en la España de las postrimerías del
franquismo (Vernet 1970), gracias a un procedimiento que aún se comenzaba a explorar:
la publicidad televisiva.
Vernet, con todo, se mantuvo ambiguo, cuando no lacónico, en cuanto a la versión
de Cansinos, a la que lanzó —pues ese era su blanco a todas luces— el ataque de falta de
honradez que antes hemos visto. En el año 2000 Vernet contestó por escrito un
cuestionario sobre su labor traductora. Dado que Cansinos también se le había adelantado
como traductor del Corán al castellano, los comentarios acerca de las versiones de ambas
obras se ofrecen juntos. Por un lado, refiriéndose al Corán, afirma Vernet (Arias et alii
2003: 108):
El porqué prescindo del trabajo de Cansinos —creo que no cito su traducción del texto coránico
en mi prólogo, como tampoco hago referencia a su versión en el prólogo de mi traducción de Las
mil y una noches— pueden ustedes decidirlo comparando originales y traducción. Vale lo mismo
para la versión de Bergua.
/149/ De nuevo, pues, vuelve a expresar una crítica que se diría grave sin llegar a
formularla. Un poco más se aclara —por deducción— en otra de sus respuestas en el
mismo cuestionario (Arias et alii 2003: 112): «Sobre Cansinos vale lo dicho antes.
Introdujo además en su selección textos que jamás pertenecieron a Las mil y una noches».
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
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Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
En resumen, nuestra traducción, labor de seis años, es por lo menos la más completa que hasta
ahora se conoce, y aun podríamos decir integral, pues recoge todas las historias, que las versiones
anteriores extranjeras y españolas nos dan parcialmente, más otras que ninguna de ellas nos da; y
es, además, la única española que se presenta ilustrada con notas —de carácter filológico, histórico
y geográfico— que también permiten al lector identificar personajes reales y localizar datos
geográficos que de otra suerte quedarían en la región de lo problemático.
/150/ Declaración que es preciso completar con la que aparece en la portada del
libro, que seguramente hay que poner en boca del editor, pero —suponemos— a partir de
la información proporcionada por el traductor y con la aquiescencia de este, si es que no
fue el propio Cansinos quien la redactó: «[Las mil y una noches] por primera vez puestas
en castellano, del árabe original, prologadas anotadas y cotejadas con las principales
versiones en otras lenguas y en la vernácula por R. Cansinos Assens». Este, pues, hace
gala de tres méritos: el haber recogido todas las historias posibles, el haber adornado el
texto con múltiples notas y el haber partido del árabe original, que se ha confrontado con
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
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Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
castellana de Rafael Cansinos (1954-55), per més que pretenia derivar directamente de
l’àrab, sembla que deu bastant al text de Mardrus». Ya sabemos que, al menos en el pasaje
de la lucha entre la cristiana y el musulmán, Cansinos nada tiene que ver con Mardrus,
pues este elimina el pasaje cuyo contenido hemos reproducido más arriba. Esta falta de
precisión está en consonancia con el tono de la acusación: «sembla que deu bastant»
(«parece que debe bastante»), y nos lleva a preguntarnos si todos estos juicios están
meramente basados en la sospecha, en los rumores. El siguiente y último jalón nos lo
vuelve a proporcionar una gran arabista, del campo académico, si bien de la Universidad
Complutense de Madrid ahora. Me refiero a la especialista en literatura árabe, y ella
misma traductora de gran mérito, Teresa Garulo (2009: 788), quien se refiere a la versión
de Cansinos en parecidos términos a los que hemos ido viendo: «[Cansinos] proclama
haberla hecho del árabe, pero su texto es un híbrido en el que se incluyen historias ajenas
a la colección, procedentes de diversos orígenes, e incluso de Mardrus». Y añade que
«[d]irectamente traducidas del árabe» solo hay tres: la de Vernet (1964), la de G.-Larraya
/ Martínez (1965), y la de Cinca / Castells (1998) al castellano a partir del manuscrito de
Galland. Pero, si bien vuelve a precisarse la acusación, no se ofrecen pruebas o indicios
de ninguna clase.
Desde el mismo año en que murió Cansinos, en 1964, hasta, como mínimo, 2009
su versión de las Noches ha recibido, pues, ataques más o menos precisos que, pasando
por alto sus propias palabras, lo han acusado de falta de honradez o de falsedad, y ello sin
fundamentar tales acusaciones. De este poco amistoso pronunciamiento de Vernet hacia
Cansinos se hizo eco, no hace mucho, Pastor de María (2010: 225), quien pone sobre la
mesa tres posibles razones para /152/ explicarlo: 1) divergencias políticas o personales
entre contemporáneos; 2) desdén del académico de relumbre ante el mero hombre de
letras, y 3) la actitud de un catalán hacia un andaluz. Sin descartar alguna o algunas de
ellas, parece que podemos añadir, como se ha dicho antes, el que Vernet y su círculo
hayan estado asentando la condición de canónica para la versión de las Noches debida al
investigador y docente catalán. De la corriente contraria, la favorable a Cansinos, no ha
sido Borges, con todo, el único representante. Otro importante traductor español, Ramón
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
Aunque en la actualidad tanto el rigor filológico y las exigencias de la traductología como el propio
devenir de la lengua se aparten de la línea seguida por este autor, nosotros creemos que la versión
de Cansinos, sea considerada o no «honrada», contiene muchas aportaciones valiosas para seguir
siendo leída.
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
versión árabe de Bulaq, Vernet interviene para introducir una afirmación importante:
«ésta le venció», necesaria para salvaguardar la congruencia de la narración que sigue, ya
que hasta en cuatro ocasiones, hay referencias directas al combate en pasajes posteriores
del relato. Si nos limitamos a la traducción de Vernet, tenemos que la joven, más adelante,
en la noche 49, le echa en cara al musulmán, después de jugar con él al ajedrez y
derrotarlo: «En todo resultas vencido» (Vernet 1965: I, 300). Poco después, en la noche
50, cuando la cristiana ve al guerrero musulmán enfrentarse con un cristiano y vencerlo,
piensa que «cuando había luchado con él no lo había vencido con su fuerza, sino con su
belleza y con su hermosura» (Vernet 1965: I, 302). Luego, en la noche 51, la misma joven
cristiana refiere «cómo había tenido lugar la lucha y el desafío» con el guerrero musulmán
(Vernet 1965: I, 310). Y, por último, mucho más allá, en la noche 143, cuando se resuelve
la larga novela bizantina, hay una nueva referencia directa a la lucha entre ambos (Vernet
1965: I, 549).
Ateniéndose en estricto al texto árabe mutilado, G.-Larraya y Martínez no tratan
de subsanar la carencia por ningún procedimiento; en tanto que Vernet recurre a un
procedimiento curioso, consistente en añadir lo esencial, el hecho de la derrota del
guerrero musulmán, sin ofrecer los detalles narrativos del episodio. En ninguna de ambas
versiones se hace aclaración ninguna a pie de página, y, por supuesto, ninguna de ambas
se da por enterada de la solución de Cansinos (1954-55). Y ello, a pesar de que este había
publicado su traducción una década /154/ antes, y era accesible; a pesar de que la solución
del literato sevillano se basaba en el sencillo expediente de consultar la versión árabe más
completa de Calcuta II, y a pesar de que ese mismo procedimiento le había facilitado la
traducción al ilustre orientalista alemán Enno Littmann, en cuya versión, de los años
veinte, sí que figura la narración de la lucha cuerpo a cuerpo (1953: I, 516 ss.), y habría
de figurar, al cabo de los años, en la francesa de J. E. Bencheikh y André Miquel (1991:
I, 246 ss.), y, de nuevo, en la inglesa de M. C. Lyons (2008: I, 314 ss.). En la importancia
del pasaje para el devenir de la trama no es preciso insistir. Sí conviene señalar que, en
cuanto al impacto de la obra, y como es lógico, lo han tenido en consideración quienes
han examinado las Noches desde una perspectiva de género (Montero ¿1998?;
Roncagliolo 2010).
5. EN CONCLUSIÓN
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
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Peña Martín, Salvador (2017): “Las Mil y una noches que llegaron de fuera: autoridad, progreso y ética en retraducción de clásicos
(Una defensa de Cansinos)”, en Zaro, J. J. & Peña, S.: De Homero a Pavese: hacia un canon iberoamericano de clásicos universales,
Kassel: Reichenberger, pp. 137-158.
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