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Para los neorrealistas, la hegemonía no es un tipo de sistema internacional, sino más bien una

"transición" entre sistemas. Debido a su inestabilidad, la hegemonía tiende a desaparecer dando paso a
algún tipo de sistema más estable. Sin embargo, los Estados Unidos desean mantener la hegemonía.
Autores como Lobell tratan de recomendar al hegemón actual cómo mantener su poder al largo plazo
¿Deben retirarse los EEUU? ¿Deben mantener su terreno en otros continentes? Estas preguntas
dependen de la gran estrategia

HEGEMONÍA Y GRAN ESTRATÉGIA


Lane, Lobell y Gilplin.
LECTURAS:
- “Balanza fuera de costas revisitadas” – Christopher Lane.
- “La gran estrategia del declive hegemónico” – Steven Lobell
La corriente neorrealista da muchísima importancia a los principales actores del sistema
internacional. Debido a la importancia que tomaron los Estados Unidos luego de la segunda
guerra mundial, la producción de conocimiento en Norteamérica se ha concentrado en crear
herramientas para entender y mantener la hegemonía de los Estados Unidos en el mundo.
De acuerdo con Gilplin: La hegemonía no puede ser considerada un sistema, carece de
estabilidad, por lo que es considerada más bien una etapa de transición entre un sistema y
otro.
Gilplin, ha obligado a diversos analistas a preguntarse: Si el sistema hegemónico no es
estable en sí mismo, ¿qué acciones conscientes se pueden tomar para poder sostener la
hegemonía norteamericana el mayor tiempo posible? ¿Qué factores condena a un hegemón
al declive y como inhibir sus efectos?
Steven Lobell trató de dar respuesta a estas interrogantes en un artículo que publicó en
security studies en el año 2000. De acuerdo con Labell, el dilema principal de un hegemón
se centra en reconciliar sus capacidades militares y compromisos globales sin reducir su
fuerza fiscal o veracionar sus intereses de seguridad.
Los teóricos de la hegemonía afirman que cuando un hegemón empieza a declinar, la
respuesta natural de los demás Estados es desafiar al hegemón por el control de alguna región,
en resumen: desafiar su hegemonía. La respuesta natural del hegemón es castigar a todo
contendiente, tanto es sus centros como en sus zonas periféricas, incluso si se trata de un
aliado que trata de desarrollar capacidades propias. Todo para disuadirlos de continuar
desafiándolo. Esto obliga al hegemón a gastar cada vez mayores recursos en mantener su
hegemonía, lo cual termina por agotarlo hasta que se ve obligado a ceder el control a otra
potencia.
De acuerdo con los teóricos realistas, el hegemón con el fin de evitar el agotamiento,
discernirá entre zonas geoestratégicas principales y zonas periféricas o de poca importancia,
lo cual permitirá ahorrar recursos cooperando con los desafiantes en zonas periféricas para
asegurar su control en las zonas principales. Esta visión, afirma Labell, es miope; pues ignora
la importancia de las finanzas a la hora de moldear la gran estrategia del hegemón.
La gran estrategia posee varios componentes, puede resumirse en el conjunto de medidas
militares, políticas y económicas al largo plazo, destinadas a mantener y aumentar el poder
de una potencia. No tiene un inicio ni un final, como es el caso de las guerras o la paz, sino
que se concentra en equilibrar medios y fines en ambas épocas. Involucra una planificación
a largo plazo de décadas o incluso siglos.
Para Labell, la estrategia de dónde debe retirarse y dónde debe castigar un hegemón los
desafíos, estará dirigida por la posibilidad de seguir disfrutando de los recursos de la región
una vez instaurado una nueva potencia en la misma. Según el hegemón castiga a los
desafiantes, su tasa de crecimiento se reduce, pues desvía recursos para producir riquezas a
sostener el gasto militar. Esta estrategia termina catalizando su declive respecto a las
potencias desafiantes, igualmente, cuando un hegemón se retira de una región, la potencia
desafiante tiende a cerrarla evitando que el hegemón pueda aprovechar los recursos de la
misma. Esto también termina por repercutir en su capacidad de crecimiento y cataliza su
declive, además de vulnerar sus intereses de seguridad. Eso es lo que se conoce como la
paradoja del hegemón. No importa que decisión tome a la hora de un desafío, todo resultará
en la catalización de su declive.
Pero Labell afirma que existe una manera en la que el hegemón puede reducir sus
compromisos de defensas en otras regiones sin perder capacidades de crecimiento. Para
lograr dicho resultado, es necesario que tanto el hegemón como las potencias desafiantes
sean potencias liberales. Pues las potencias liberales mantienen la apertura de los mercados
permitiendo que el hegemón liberal disfrute de los recursos de una región sin tener que
cumplir con los compromisos de seguridad en ella.
Cuando un hegemón toma control de una región, impone su política económica y
comercial en la misma. Labell describe, en este sentido, dos tipos de hegemón: Los imperiales
y los liberales.
Los hegemones liberales son Estados tecnológicamente avanzados y poderosos que al
tomar el control de una región mantienen un tratado comercial abierto en sus imperios
formales o informales. La política comercial liberal va a asegurar el acceso equitativo a los
recursos y mercados de la región, permitiendo el libre movimiento de bienes y de capital. El
hegemón imperial, por otro lado, es un Estado poderoso que impone un orden económico
exclusivo en toda la región que domine, prefiriendo la política económica eutárquica dentro
de su zona de influencia. El hegemón imperial tratará de eliminar la competencia comercial
y de inversión, asegurándose acceso exclusivo a los recursos y mercados de su imperio. Al
normalmente poseer una economía atrasada, el hegemón imperial es incapaz de competir en
una economía abierta contra Estados liberales.
También hace una distinción entre contendientes liberales e Imperiales. Un contendiente
Liberal desafía la supremacía del hegemón en una región y tiene preferencia por un orden
comercial liberal. El contendiente imperial desafía la supremacía del hegemón para instaurar
un orden comercial exclusivo, favorable solamente a él.
Existen, por lo tanto, una paz especial en las diadas liberales, pues el contendiente no
piensa modificar el orden comercial del que el hegemón se beneficia, por el contrario, las
diadas que involucren contendientes o hegemones imperiales, están destinadas al conflicto,
pues el Estado imperial siempre tratará de mantener un orden comercial que sólo le sea
beneficioso a éste.
De acuerdo con Labell, si un hegemón liberal se encuentra desafiado por un contendiente
liberal éste tiene dos opciones: 1. cooperar con la potencia cediendo el control de la región,
conocido como devolución, o 2. Tratar de castigar al desafiante, conocido como redirección.
La estrategia de devolución involucra ceder capacidad de gobierno de una región a un
contendiente. La devolución a un contendiente liberal significa que el hegemón podrá
mantener sus intereses tradicionales en la región sin tener que incurrir en los costos políticos,
económicos y militares que involucran mantener el control de la misma, pues los costos
recaerán ahora en el contendiente. En este sentido, contrario a la lógica realista, la estrategia
más adecuada sería catalizar el ascenso de contendientes liberales en las regiones para
acelerar la retirada del hegemón de las mismas. La otra opción que tiene el hegemón liberal
frente a un contendiente liberal, es la redirección. La redirección consiste en castigar al
contendiente liberal para disuadirlo de desarrollarse como centro autónomo de poder militar
y económico, esto puede crear una falsa ilusión de incompatibilidad entre los Estados
liberales, traduciéndose en una costosa espiral de hostilidad, crisis e incluso guerra, minando
la fuerza fiscal del hegemón en el proceso. Además, puede producir una costosa carrera
militar entre el hegemón y el contendiente que sólo catalizará el declive del primero.
Ahora, en caso de que un hegemón se encuentre desafiado por un contendiente y uno o
ambos Estados sean imperiales, el hegemón tiene dos opciones: 1. Cooperar con el
contendiente cediendo el territorio para aminorar su posición, conocido como
apaciguamiento, o 2. Tratar de castigar al desafiante, conocido como disuasión.
1. El apaciguamiento es una estrategia de reducción de costos que involucra dar
concesiones al desafiante por parte del hegemón. Cuando el hegemón se encuentra
incapaz o simplemente no desea aumentar su recaudación de recursos para la defensa,
el hegemón apostará por reducir sus costos asociados con sus compromisos globales
y ralentizar el engrandecimiento militar y la expansión territorial del desafiante a un
punto que éste pueda costearlo. Las concesiones pueden darse de manera tal que
cueste poco al hegemón, como es el caso de los tratados de limitación armamentística,
o pueden ser concesiones más grandes como la resolución de conflictos en una región
en disputa. El hegemón debe apaciguar a un contendiente sólo sí requiere ahorrar
recursos para proteger sus zonas principales, o sí se encuentra tan exhausto que no
puede seguir defendiendo la región pues, al abandonar la región, mina sus intereses
de seguridad. Las concesiones reducen la percepción predatoria del hegemón,
fomentando a los desafiantes a seguir exigiendo concesiones, además de que un nuevo
sistema comercial implantado por el desafiante impedirá el uso de recursos de la
región por parte del hegemón, reduciendo sus capacidades. Vale la pena acotar que
en las diadas no liberales, es muy poco común que el contendiente se limite a aceptar
las concesiones que el hegemón le dé, siempre tratará de obtener más.
2. La segunda opción del hegemón sería la disuasión. Esta es la estrategia preferida del
hegemón y las diadas no liberales. Según el hegemón en declive demuestre que aún
posee recursos para castigar a cualquier contendiente, su percepción predatoria
aumentará, reduciendo la posibilidad de que se presenten desafiantes. En el caso de
que su percepción predatoria no sea suficiente para disuadir, siempre estará listo para
lanzar un ataque preventivo a cualquier contendiente, reduciéndolo, destruyéndolo
mientras el hegemón siga teniendo la ventaja militar. Esta acción, sin embargo,
erosiona la capacidad fiscal del hegemón poco a poco para sostener el gasto militar.
Esto al largo plazo conllevará a la desaceleración del hegemón y por lo tanto a la
catalización de su declive.

EN RESUMEN: La gran estrategia del hegemón en declive debe estar determinada por la
posibilidad de seguir disfrutando de los recursos de una región una vez cedidos a un
contendiente. Para saber esto, el hace una distinción entre hegemones y contendientes
liberales e imperiales. En caso de que un hegemón liberal se encuentre desafiado por un
contendiente liberal, una vez la región pase de manos, el hegemón podrá seguir disfrutando
de los recursos de la región sin necesidad de incurrir en los costos económicos, políticos y
militares de protegerla. La estrategia más lógica, por lo tanto, es la devolución. Por el
contrario; si el hegemón liberal decide castigar al contendiente liberal, producirá una
desviación que crea una falsa ilusión de compatibilidad entre el hegemón y el contendiente,
produciendo un espiral de hostilidad, crisis e incluso guerra. En el caso de que el hegemón,
el contendiente, o ambas partes sean imperiales, la mejor estrategia del hegemón declinante
es la disuasión, a través del castigo a los desafiantes. Sólo en caso de que el hegemón desee
ahorrar recursos o se encuentre incapaz de defender una región, deberá acudir a la estrategia
de apaciguamiento, pues esto sólo reducirá su percepción predatoria aumentando el número
de contendientes dispuestos a desafiarlo.

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