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LA MASONERÍA ESPAÑOLA (III de III)

Habíamos acabado el capítulo anterior hablando de la influencia masónica


en la Constitución de 1931.

Bienio 1931-1933.

Alejandro Lerroux García

Durante ese gobierno republicano-socialista, hubo trece ministros masones,


el resto, influenciados en gran manera por la masonería, se caracterizó por
declaraciones voluntaristas; búsqueda innecesaria de la confrontación con
la Iglesia Católica y la incompetencia económica, entre algunas cosas. La
responsabilidad de los masones en estos fracasos no fue escasa: Fernando
de los Ríos en Instrucción Pública, Álvaro de Albornoz como presidente
del Tribunal de Garantías Constitucionales, Juan Botella como ministro de
Justicia, Manuel Portela, Eloy Vaquero y Rafael Salazar como titulares de
Gobernación, Lluis Companys como presidente de la Generalidad catalana
o Gerardo Abad Conde, como presidente del Patronato para la Incautación
de los bienes de los jesuitas, fueron masones en puestos de responsabilidad,
lo que demuestra la gran influencia y el poder que ejerció la masonería. In-
cluso, en 1933, un militar masón, Armando Reig Fuertes, ya apuntó la ne-
cesidad de realizar “la depuración del Ejército”.
En las elecciones de 1933, perdidas por la izquierda, tan solo fueron elegi-
dos 55 diputados masones. El presidente de la República, Niceto Alcalá
Zamora nombró a Lerroux (masón) para que nombrara gobierno. La entra-
da de la CEDA (Gil Robles) en el gobierno, precipitó que el PSOE, la
CNT, el PCE y Esquerra Republicana pusieran en marcha una insurrección
armada - violando la legalidad republicana - que venía fraguándose meses
atrás. Hubo asesinatos y el masón de Esquerra, Companys, proclamó “el
Estado Catalán dentro de la República Española, creando un gobierno Cata-
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lán”. Fracasó la intentona, pero causó destrozos en iglesias, fábricas, puen-


tes, ferrocarriles, carreteras, edificios particulares y públicos, amén de
muertes, por parte de ambos bandos. No eran pocos los masones responsa-
bles de haber llegado a ese estado de cosas. Como consecuencia de la aso-
nada, Azaña (que se hizo masón cuando era presidente de República) pro-
puso al PSOE la creación del Frente Popular (coalición electoral de iz-
quierdas) al que la masonería estaba dispuesta a ayudar, inicialmente, cosa
que al final no hizo.
Cuando la Guerra Civil estalló, los masones, que no la masonería, se divi-
dieron en su apoyo a los dos bandos. Un reciente estudio sobre los militares
que eran masones muestra que de un total de 646 militares, 92 no llegaron a
ser iniciados y 617 eran militares profesionales, una cifra que indica la pe-
netración de la masonería en el Ejército. Antes de la guerra fallecieron 40
y, de los que intervinieron en ella, 29 eran milicianos y movilizados, 171 se
sumaron al Alzamiento y 16 sirvieron como agentes a favor de los subleva-
dos, confirmando la idea de que bastantes masones abandonaron las logias
y se sumaron a la rebelión al contemplar la actuación revolucionaria del
Frente Popular. En la zona controlada por el Frente Popular murieron 32
militares masones y, en la zona controlada por los nacionales los muertos
por diversas causas llegaron a 36, los fusilados hasta 1942 fueron 73 y, los
perdonados que además siguieron en activo, 27. Ciertamente la visión an-
timasónica de Franco fue innegable.
La colaboración de los masones en algunos de los episodios más siniestros
en la España controlada por el Frente Popular, resulta incontestable. En
agosto de 1936, se celebró en el Círculo de Bellas Artes (que posteriormen-
te se trasladó a la calle Fomento, de Madrid, donde se creó la checa del
mismo nombre) una reunión respondiendo a una convocatoria de Manuel
Muñoz Martínez, director general de Seguridad y diputado de Izquierda
Republicana (partido político de Azaña) y masón de grado 33. En esa
reunión a la que asistieron representantes de los partidos y sindicatos que
englobaban el Frente Popular, se acordó la constitución de un Comité Pro-
vincial de Investigación Pública, en colaboración con la Dirección General
de Seguridad y que iba a encargarse de la represión en la zona republicana
y, entre otras misiones, tenía la de acordar las muertes que se estimaran
convenientes. Los detenidos podían ser entregados por las autoridades pe-
nitenciarias o policiales a dicho Comité, sin ningún tipo de requisito y sin
garantías penales, además proporcionó a las llamadas “checas” una capa de
legalidad, al convertirlas en dependientes de dicho Comité. El citado Mu-
ñoz tuvo un papel relevante en la matanza de Paracuellos del Jarama, en
noviembre de 1936, donde se asesinó a cerca de 5.000 presos, enterrándo-
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los posteriormente en fosas comunes que junto a la masona de origen judío,


Margarita Nelken, permitieron la realización de los asesinatos masivos.
En el otro bando, la represión antimasónica fue inmediata. En septiembre
de 1936, Franco - uno de sus compañeros de alzamiento fue el general ma-
són Miguel Cabanellas Ferrer - dictaba el primer decreto contra la masone-
ría, en Tenerife. Durante los años siguientes, la represión tuvo a los “hijos
dela viuda” – masones - como uno de sus blancos más específicos. A ellos
se les achacaba la creación de un régimen sectario que había degenerado en
una Guerra Civil, y a no pocos males, entre ellos, la pérdida del imperio en
Ultramar.

Stepánov y Moreno

Según el informe de Stoyán Miniéevich Mínev, alias “Stepánov y Moreno”,


agente de Stalin para fiscalizar lo que ocurría en España durante la Guerra
Civil, los “hijos de la viuda” habían sido una de las causas de la derrota del
Frente Popular. Según el “Informe Stepánov” (que no fue accesible hasta la
caída de la URSS) afirmaba que “todos los componentes de la traidora jun-
ta de Casado eran masones, el presidente de la República, Azaña, era ma-
són, todo su aparato y séquito militar eran masones, el presidente de las
Cortes, Martínez Barrio, y la mayoría de los dirigentes de su partido,
Unión Republicana, eran masones, la dirección del partido de los republi-
canos de izquierda estaba compuesta por masones, la mayoría de los
miembros de la dirección del PSOE y de la UGT eran masones, así como
la mayoría de los miembros de la CNT y de los redactores de su prensa, la
mayoría de los puestos responsables del Ministerio del Interior, de la poli-
cía, de la dirección del departamento de seguridad, de la guardia móvil y
de los carabineros está ocupada por masones, y la inmensa mayoría de la
oficialidad del Ejército republicano está compuesta por masones”. A partir
de julio de 1937, los soviéticos empezaron a comprobar que los “hijos de la
viuda” no eran comunistas leales a la disciplina del PCE, sino que, como
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hacían los masones desde siglos atrás, su verdadera lealtad era a sus supe-
riores en sus logias, y no a ellos. En la batalla de Teruel, en diciembre de
1937, ante el estupor soviético, los oficiales masones republicanos intenta-
ron restablecer la organización de los oficiales como ellos lo entendían, sin
informar al PCE, ni pedirles su opinión. Para “Stepánov”, el Frente Popular
tenía que haber resistido, y si no lo hizo, se debía, a ese derrotismo – a su
juicio propiciado por la masonería –en el que tanto peso tuvo Azaña y Mar-
tínez Barrio y, especialmente Casado, en su rendición en la primavera de
1939.
El agente de Stalin se hallaba en las antípodas ideológicas de Franco, pero
de manera bien reveladora, coincidía con él en algunos aspectos muy con-
cretos relacionados con la masonería; el riesgo de tener a masones en el
Ejército, los masones sólo obedecían a sus mandos en las logias y que para
llevar a cabo sus propósitos contaban con el apoyo de sus hermanos de
otros países. Entre 1931 y 1936 fue cuando la masonería influyó más en la
educación y en los niveles de libertad de pensamiento, destacando la figura
del pedagogo masón Francisco Giner de los Ríos (1879-1949), cuyo mayor
logro fue la fundación de la Institución Libre de Enseñanza.
Algo más de historia.
En 1823, una vez llegados a España los llamados “Cien Mil Hijos de San
Luis”, al mando del duque de Angulema, Luis Antonio de Francia (1775-
1844), que era primo de Fernando VII, en tiempos del rey Luis XVIII de
Francia, se estableció el absolutismo ambicionado por el “Deseado”, en el
cual todo tipo de liberalismo y por ende la masonería, fueron perseguidos
con saña, al promulgar el 6 de diciembre de 1823 un Real Decreto acha-
cando a la masonería y a todas las sociedades secretas, la revolución de Es-
paña y América, desatándose una dura represión antimasónica, llevada a
cabo por la policía, ya que la Inquisición había dejado provisionalmente de
existir. El 2 de septiembre de 1824, otro Real Decreto prohibió la masone-
ría y todas las sociedades secretas y el 14 de febrero de 1827 se ordenó el
cumplimiento sin paliativos de la bula del Papa Gregorio XVI, “Quo gra-
viora”. A la muerte de Fernando VII, en 1833, la persecución antimasónica
se ablanda un poco. La reina Regente, María Cristina, el 26 de abril de
1834, amnistió a los masones arrepentidos, pero reiterando las condenas
contra quienes, a partir de esa fecha continuaban perteneciendo a la maso-
nería. Ese mismo año, el gobierno del masón Martínez de la Rosa promul-
gó el Estatuto Real, en el que figuraban muchos liberales que regresaban
del exilio, sin lograrse la unión del liberalismo, ya que se formaron dos co-
rrientes: radical y conservadora, que andando el tiempo equivaldrían a los
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partidos progresista y moderado, en los que figuraron múltiples adeptos a la


masonería.
En el exilio portugués se había fundado el “Grande Oriente Nacional de
España”, siendo “Gran Comendador y Gran Maestre” el infante Francisco
de Paula y Borbón (1794-1865), hijo menor de Carlos IV. La época de los
cuarenta es época de efervescencia política; los gobiernos se desgastan rá-
pidamente, las asonadas se repiten, fiel reflejo de las tensiones sociales y
políticas de todo tipo, que se manifiestan en la masonería, pues sus miem-
bros fueron parte muy específica de la sociedad. En 1846 se crea un “Gran
Oriente”, denominándose “Hespérico” u “Oriente Español”, y que tan sólo
duró dos años. Como había dos Grandes Orientes, ninguno con la estructu-
ra adecuada, ocasionó desconcierto en muchas logias, siendo no pocas las
que se acogieron a los Grandes Orientes Extranjeros: “Grande Oriente Lu-
sitano Unido”, “Grande Oriente de Francia o de Italia”, “Gran Logia de In-
glaterra” o en el “Grande Oriente de Bélgica”.
En esos momentos, las logias españolas más importantes eran: “Moralidad
y Filantropía”, en Cádiz; en Barcelona, las logias “Sabiduría” y “San Juan
de España”; en Gijón “Los Amigos de la Naturaleza y la Humanidad”, to-
das de corta duración. A partir de 1843 hubo diferentes cambios de go-
bierno: Espartero, Narváez, O’Donnell, Serrano, Prim (todos masones) lo
que provocó desconcierto y desorden entre las filas masónicas. A partir de
la época de Prim la masonería deja de ser perseguida. En 1870 supone el
momento álgido de la masonería española al ser nombrado Manuel Ruiz
Zorrilla, “Gran Maestre de la Gran Logia Simbólica de España”. La maso-
nería se agrupó en: “Gran Oriente Nacional de España”, “Gran Oriente de
España”, las logias agrupadas bajo la dependencia del “Gran Oriente Lusi-
tano Unido”, “Gran Logia Independiente Española” y “Gran Capítulo Cata-
lán”. Los masones catalanes crearon un centro autónomo e independiente;
la “Gran Logia Simbólica Catalano-Balear”, en la que se integraron medio
centenar de logias. Siguiendo su ejemplo, se fundaron la “Gran Logia Sim-
bólica Provincial de Málaga”, la “Gran Logia Simbólica Galaica”, la “Gran
Logia Provincial de Murcia”, la “Gran Logia Regional de Andalucía”, etc.
En 1871, el “Grande Oriente Lusitano” reformó sus estatutos lo que supuso
que los españoles pertenecientes a él se vieran menospreciados, integrándo-
se gran parte en el “Gran Oriente de España”. Las logias aparecen por do-
quier. Se sabe que en Cádiz hubo 28; en Madrid, 113; en Barcelona, 86; en
Sevilla, 42; en Alicante, 13, etc. Se enconó la pugna entre el “Grande
Oriente de España” y el “Grande Oriente Nacional” por conseguir la su-
premacía, y parece que el “ganador” fue el primero, pues en 1876, contaba
con casi 15.000 miembros, de los cuales, 130 eran políticos y personalida-
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des de relieve. Cuando fue proclamada la primera República, Ruiz Zorrilla,


tuvo que exilarse, por motivos estrictamente políticos. El “Grande Oriente
de España”, en 1873, indicó la ineludible necesidad de clarificar la posición
de la masonería ante la política, recalcando que no era ningún partido polí-
tico, sino una comunidad de ciudadanos trabajando por la libertad, igualdad
y fraternidad de todos los hombres, saliendo al paso de las críticas recibidas
por la incorporación masiva a las logias de simples medradores y especula-
dores de la política, con la esperanza de ver recompensada su adhesión con
algún puesto oficial o un acta de diputado.
Y no sólo era eso, los verdaderos masones no conformes con la situación a
que se había llegado protestaron, incluso algunos de ellos llegó a decir hu-
morísticamente: “en vez de masonería, esto es un burdel masónico-
político…hay ahora en Madrid: el “Grande Oriente Nacional de Espa-
ña”…; el “Serenísimo Grande Oriente Hispano”…; el Serenísimo Oriente
cuyo nombre no me acuerdo, pero que procede del “Oriente Lusitano Uni-
do”, de modo que esto es un guirigay masónico, individuos que llevan nue-
ve meses de masones, son ya, hace tiempo, de grado 33. Hay una logia cu-
yo Venerable se ha comido hasta el nombre del Gran Arquitecto del Uni-
verso y hay Venerables a quien se les ha formado causa por detentador de
caudales…”. El medro como único móvil para afiliarse a las logias fue des-
crito por un contemporáneo con estas palabras: “Muchas veces asombra a
las gentes ver subir como la espuma a tal cual Pérez o Sánchez, tan vulga-
res como sus apellidos, que de una modesta oficina del Estado o desde el
escritorio de un comerciante de última categoría, se convierten de la noche
a la mañana en importantes personajes políticos o en banqueros acaudala-
dos. Pues bien, puede asegurarse, noventa por lo menos de cien veces, que
esos encumbramientos rapidísimos tienen en base una filiación secreta en
la secta masónica”.

Práxedes Mateo Sagasta

Cuando la República se hundió dando paso en 1874, a la Restauración, bajo


la mano de Antonio Cánovas del Castillo, en 1876, el jefe del partido Libe-
ral, Práxedes Mateo Sagasta, fue elegido “Gran Comendador y Gran Maes-
tre del Oriente de España”. La algarabía masónica continuó sin solución de
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continuidad, hasta el tal punto que irregularidades administrativas ocasio-


naron tal desconcierto que desembocó en la disgregación del “Gran Oriente
de España y del Supremo Consejo”, hallándose el “Gran Oriente Nacional”
en la misma situación. La masonería a nivel social o político era un hecho
evidente; el pertenecer a ella ya no era motivo de persecución y sí, en no
pocos casos, de ornato social.
Ahora el enemigo no era el Estado, aunque la Iglesia continuaba su enfren-
tamiento con ella. Ya en1873, comenzaron a aparecer las logias de adop-
ción, las compuestas por mujeres; integradas en el “Gran Oriente” estaban:
“Las Hijas de la Regeneración” (Cádiz), “Las Hijas de los Pobres” (Ma-
drid), “Las Hijas de la Unión nº 5” (Valencia), etc., hasta un total de siete.
Las había también mixtas como “Los Hijos de Riego”, en Madrid. En 1888,
el catedrático de Historia, Miguel Morayta y Sagrario, consiguió la unifica-
ción de los Grandes Orientes formando el “Grande Oriente Nacional de Es-
paña”, nombrando a Morayta, Gran Comendador, quien al año siguiente
fundó el “Gran Oriente Español” que tuvo un desarrollo espectacular. No
obstante, la fusión de ambos Orientes fue efímera, pues en 1892 los des-
contentos con la elección de Morayta, fundaron por su cuenta un “Grande
Oriente Ibérico”. Por si esto fuera poco, apareció otro “Gran Oriente Na-
cional de España”, por lo que a finales de siglo había los siguientes Orien-
tes: “Grande Oriente Nacional de España”, “Grande Oriente Nacional”,
“Grande Oriente Español” y “Grande Oriente Ibérico” y una casi incalcula-
ble cantidad de logias y talleres, dependientes e independientes. También
en 1888, se creó el Colegio del Grande Oriente Nacional de España, para
dar educación a los hijos de los masones y acoger a sus huérfanos. En esta
situación acaba el siglo.

Miguel Morayta y Sagrario

La masonería española es poderosa, siendo el número de afiliados superior


a los 10.000; personalidades de la vida pública y privada figuraban adheri-
dos a algún Oriente y para su propaganda contaba con ocho periódicos ma-
sones: “La Humanidad” (Alicante); “La España Masónica” y “El Eco Ma-
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sónico” (Madrid); “El Taller” (Sevilla); “Cádiz Masónico” y “El Gran


Oriente Nacional de España” (Cádiz); “La Estrella Flamígera” (Málaga) y
“La Luz del Cristianismo” (Alcalá la Real–Jaén). Además, periódicos afi-
nes a la masonería, había otros once. La Iglesia seguía fustigándola; duran-
te el pontificado de León XIII (1878-1903) unos 200 documentos emana-
ron del Vaticano condenando todas las sociedades secretas, en especial la
masonería, destacando la encíclica “Humanus genus” (20 de abril de 1884),
que fue un duro ataque, creando un foso de intransigencia, odio, recelos y
rencores que daría sus frutos medio siglo más tarde.
El nuevo siglo y la dictadura de Primo de Rivera.
Para adaptar la masonería a los nuevos tiempos, en 1902, “El Gran Consejo
de la Orden y el Supremo de grado 33” se federaron, tomando el nombre
“Grande Oriente Español”. También se unieron la “Gran Logia Catalano-
Balear” con el “Grande Oriente”. En 1921 se creó “La Gran Logia Españo-
la”, implantando su sede en Barcelona y unida por un pacto de amistad con
el “Grande Oriente Español”. En 1923, Primo de Rivera, instaura su dicta-
dura, en la cual la masonería tuvo poca fuerza y no se puede hablar de per-
secución sistemática, aunque no gozaba de ninguna simpatía ante el dicta-
dor, dejando estos asuntos en manos de los gobernadores civiles, que ac-
tuaban según su talante y convicciones. En 1928, la politización de la prác-
tica totalidad de las logias en contra de Primo de Rivera era un hecho evi-
dente, el fracaso de la “sanjuanada”, la detención de un elevado número de
militares, muchos afilados o relacionados con la masonería, la disolución
del Cuerpo de Artillería, etc., hizo que la policía hiciera muchas redadas en
muchas logias deteniendo personalidades masónicas como el Gran Maestre,
Demófilo de Buen y a Diego Martínez Barrio, entre otros.
La Segunda República.
En 1930 cae Primo de Rivera, en lo cual parece que la masonería nada tuvo
que ver. En el advenimiento de la Segunda República, en 1931, tampoco
hay constancia que la masonería estuviera implicada. En esos momentos la
masonería se componía fundamentalmente de la “Gran Logia Española”, de
la que pronto se separaron algunos miembros constituyendo “La Gran Lo-
gia Unida” y, sobre todo, el “Grande Oriente Español”, cuya sede en la
madrileña calle del Príncipe número 12, 2º, que fue el centro de la masone-
ría española hasta 1939. En total, existían unas 167 logias y el número de
masones oscilaba entre 4.000 y 5.000. Los masones, por el contrario, sí tu-
vieron una extraordinaria influencia en la redacción de la Constitución de
1931, en diversas leyes y en el nombramiento, por medio de sus miembros,
de funcionarios adeptos a las logias, según escribió Niceto Alcalá Zamora.
En la Cortes Constituyentes de 1931, de 470 diputados, al menos 183 eran
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masones. Los ministros masones del gobierno provisional eran cinco de un


total de once: Alejandro Lerroux, ministro de Trabajo; Fernando de los
Ríos Urruti, ministro de Justicia; Santiago Casares Quiroga, ministro de
Marina; Marcelino Domingo Sanjuan, ministro de Instrucción Pública;
Diego Martínez Barrio, ministro de Comunicaciones, a los que habría que
añadir Manuel Azaña Díaz, ministro de la Guerra; Francisco Largo Caba-
llero, ministro de Trabajo, y Luis Nicolau D’Olwer, ministro de Economía,
que ingresaron poco después en la masonería, datos que nos hacen ver la
gran influencia que las ideas masónicas pudieron ejercer en este gabinete
ministerial y que se plasmó en el desarrollo de la Constitución Española,
siendo presidente de la Comisión Constitucional el prestigioso abogado,
Luis Jiménez de Asúa, notorio masón.
En algunas ciudades la abundancia de masones era incontrovertible: Ali-
cante, 10 diputados eran masones de un total de 11; Cádiz, nueve de diez;
Cartagena, los dos lo eran; Albacete, cinco de siete; Las Palmas, tres de
cinco; Barcelona, 10 de 36, etc. En 1936, el “Grande Oriente Español” con-
taba con 1.198 miembros; la “Gran Logia Española”, unos 1.000; la “Gran
Logia Regional del Centro”, unos 780; la “Gran Logia Regional del Nor-
deste”, unos 400; la “Gran Logia Regional de Levante”, unos 300; la “Gran
Logia Regional del Mediodía”, unos 1.289. En total los masones en toda
España podrían alcanzar los 5.000. Situación aparte es la problemática de la
afiliación de los militares; hubo 20 generales miembros de las logias de la
península o de Marruecos lo que motivó que en 1934 el Ministerio de la
Guerra les prohibiera afiliarse a los partidos políticos, aunque acogiéndose
al estricto sentido de la palabra, los militares masones no se dieron por alu-
didos, ya que la masonería no era en modo alguno una organización políti-
ca. Para acabar con esta situación, al año siguiente, 1935, fue presentada
una proposición no de ley atacando la interrelación de la masonería y las
Fuerzas Armadas – en ese momento estaba en el poder Gil Robles (CEDA)
-, no siendo escasos los militares masones que fueron cambiados de destino
e incluso seis generales fueron cesados: Riquelme, López Ochoa, Martínez
Cabrera, Romerales, López Jiménez y Urbano Palma. En esta situación se
llega a 1936, en que el asesinato de Calvo Sotelo desencadenó la Guerra
Civil, asesinato que fue achacado por varios autores a la masonería, sin que
este hecho haya podido ser demostrado de una manera fehaciente.
La Guerra Civil, el exterminio masónico y el retorno de los masones.
Apenas dos meses después de haber comenzado la contienda, el 15 de sep-
tiembre, Francisco Franco, firma el primer decreto contra la masonería.
Una ola de odio, sangre y fuego, atizado en bastantes ocasiones por el cle-
ro, se abatió sobre la masonería en las zonas ocupadas por los sublevados.
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En la logia “Helmántica” de Salamanca, fueron fusilados 30 miembros;


otros tantos de la logia “Constancia” de Zaragoza; de la logia “Trafalgar”
de Algeciras, 24; de los triángulos “Zurbao” de Logroño, y “Libertad” de
Burgos, 15 y 7 respectivamente; las logias “Vicus” de Vigo, “Lucus” de
Lugo, y todas las de La Coruña conocieron el fusilamiento de casi todos
sus miembros. En la toma de Málaga, en 1937, por el mero hecho de ser
masón, sin otro cargo, fueron pasadas por las armas cerca de 80 personas.
Diferentes estudiosos del tema difieren en cuanto al número no ya de los
muertos, ni siquiera del número de miembros que componían la masonería
en España; José Zaplana habla de 7.000, Juan Pablo García Álvarez de
10.000. En lo que sí coinciden es que a partir de 1939 apenas quedaban en-
tre 300 y 800 masones en el país, habiendo podido huir al extranjero unos
2.000, donde en México – los que llegaron – fundaron las logias “Presiden-
te Cárdenas”, “Presidente Company” y “Presidente Azaña”. De los que pu-
dieron escapar de los juicios sumarísimos, al terminar la guerra, la mayoría
fueron concentrados en la madrileña prisión de Porlier (calle general Díaz
Porlier 54), donde les fue asignada la quinta galería.

Prisión Porlier, actualmente colegio de los Escolapios

Franco, con su obsesión antimasónica que le duró hasta el final de sus días,
achacó siempre a la masonería todas las causas de la decadencia histórica,
política y social de España durante los últimos dos siglos, y la internacional
conspiración judeo-masónica le acompañó durante los casi 40 años de per-
manencia en el poder. Escribió el libro “Masonería”, que bajo el pseudóni-
mo de J. Boor, fue editado en 1952. No se sabe con certeza cuál es el ori-
gen de su antimasonismo. Su hermano, Ramón, héroe del vuelo del “Plus
Ultra”, fue iniciado en la logia “Plus Ultra” de Paris y él, al parecer, intentó
seguir sus pasos, sin conseguirlo. Se dice, - nunca ha podido comprobarse –
que hacia 1926, siendo teniente coronel, solicitó el ingreso en la logia
“Lixus” de Larache, y en 1932, lo solicitó de nuevo en Madrid, sin que en
ninguna ocasión fuera admitido. Lo que sí es sabido, es que cuando visitó
el Monasterio de Poblet, en 1952, ordenó al abad el traslado de los restos
del duque de Wharton, fundador de la masonería española, aunque había
poco que trasladar, pues la tumba estaba vacía debido al saqueo a que los
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franceses sometieron al Monasterio en el siglo anterior. Tres años después


la tumba fue nuevamente colocada en el lugar primitivo, y ahí se encuentra
actualmente.
En febrero de 1939, se dictó la ley de Responsabilidades Políticas, por la
que fueron puestos al margen de la ley todos los masones, excepto quienes
se hubiesen dado de baja antes del 18 de julio de 1936. El uno de marzo de
1940, se publicó la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo, con
penas que oscilaban de 20 a 30 años para los grados superiores y de 12 a 20
para los inferiores, con confiscación de todos sus bienes. Dicha ley perma-
neció vigente hasta el 11 de febrero de 1964.

En 1943, se reorganiza la masonería española con el “Grande Oriente Es-


pañol”, la “Gran Logia Española y del Supremo Consejo Español del Gra-
do 33”.
Una vez muerto Franco, un “Gran Oriente Español” es creado aprovechan-
do las circunstancias, siendo nombrado “Gran Maestre”, Jaime Fernández
Gil de Terradillos, que públicamente expresó su apoyo a la Monarquía del
rey Juan Carlos, pero muy pronto acontece otra escisión masónica; se crea
otro “Grande Oriente Español”, que no reconoce al “Gran Maestre”, Terra-
dillos, y elige a Francisco Espinar Lafuente, pero al no poder éste conseguir
el reconocimiento del Ministerio del Interior, porque Terradillos se le había
adelantado, cambió el nombre por el de “Grande Oriente Español Unido”.
La masonería reapareció de manera oficial. Insistió en su apartidismo, so-
ciedad discreta, que no secreta y en su carácter meramente filantrópico, pe-
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ro su peso no pasó desapercibido durante la Transición; el 30 de septiembre


de 1979, Felipe González Márquez, fue elegido secretario general del
PSOE, estando la gestora que lo había fraguado compuesta por cinco
miembros de los cuales varios pertenecían a la masonería: José Federico de
Carvajal, José Prat, Carmen García Bloise, además en la lista también se
encontraban Joan Raventós, Enric Sopena y Gregorio Peces-Barba (padre).
Legalización.
El 21 de noviembre de 1979, las autoridades españoles reconocieron el
“Gran Oriente de España” y el “Gran Oriente Español Unido” como aso-
ciaciones culturales. Mientras en 1978, había surgido en España la “Gran
Logia de España”, formada por logias catalanas y con un carácter liberal.
Los trámites para la legalización de la masonería en España se concretaron
el tres de julio de 1979 por sentencia del Tribunal Supremo, permitiendo su
inscripción en el Registro Nacional de Asociaciones, legalizando tanto el
“Grande Oriente Nacional Español” como el “Grande Oriente Español
Unido”. A estos dos Grandes Orientes hay que añadir, las logias catalanas,
adscritas a la “Gran Logia Francesa de Neully” y otras diversas logias in-
dependientes de Barcelona.
En España existen en la actualidad tres obediencias destacadas aunque hay
una decena más de pequeñas obediencias francamente minoritarias:
La “Gran Logia de España”. Reúne a 2.500 afiliados y es la mayoritaria, Su
sede central está en Barcelona, pero tiene logias en toda España y relacio-
nes con Gran Bretaña y Estados Unidos. Reconocida por la “Gran Logia
Unida de Inglaterra”. Su Gran Maestro es Josep Corominas i Busqueta.

La “Gran Logia Simbólica Española”, que con sede en Barcelona reúne a


unos 500 afiliados con logias en toda España y tiene también relaciones
internacionales. Obediencia irregular. Sus logias son masculinas, femeninas
o mixtas. Su Gran Maestro es Ascensión Tejerina.
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La “Gran Logia Federal de España”. Escisión de la “Gran Logia de Espa-


ña”. Tiene en torno a unos 400 miembros.
La “Gran Logia de Canarias”. Cuenta con unos 200 miembros.
La “Gran Logia de Cataluña”, también con unos 200 miembros.
El “Gran Oriente de Cataluña”, con sede en Barcelona, agrupa a unos 150
afiliados con logias en algunas zonas de España, siendo su Gran Maestre
Gabriel Plana.

La “Logia del Derecho Humano”. Masonería mixta, con unos 100 miem-
bros.
La “Gran Logia Femenina Francesa”, con unas 40 mujeres.

El “Gran Oriente de Francia”. Varias logias levantinas pertenecen a esta


Obediencia. Irregular y liberal.
La “Gran Logia Femenina de España”, que preside Rosa Elvira Presmanes.

Se calcula que en 1989 había 7.000 logias en Inglaterra y Gales y otras tan-
tas en Escocia, sumando un total aproximado de 800.000 masones y en los
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Estados Unidos, en el mismo año, cerca de 4.000.000 personas pertenecien-


tes a la masonería. Aunque la masonería en el Continente europeo ha tenido
una historia inestable, sigue creciendo. En cambio, la masonería en Gran
Bretaña nunca ha vivido una época difícil, y continúa conectada a la reale-
za, la aristocracia y la clase dirigente. En el gobierno de “apartheid” de
Pieter Willem Botha, en Sudáfrica, se acusaba a la masonería de aspirar a
establecer un gobierno y una religión mundial. En los años noventa, algu-
nos croatas culpaban a los masones por la demora de varios gobiernos para
conseguir la paz.
Masones españoles destacados (siglos XVIII y XIX):
Políticos: Pedro Pablo Abarca de Bolea (conde de Aranda), Antonio Alca-
lá Galiano, Melquiades Álvarez González, Juan Álvarez y Méndez (Mendi-
zábal), Eusebio Bardaxí y Azara, Manuel Becerra y Bermúdez, José María
Calatrava, Emilio Castelar y Ripoll, Francisco Cea Bermúdez, Estanislao
Figueras y Moragas, Eduardo Barriobero Herrán, Ángel Galarza Gago, Ro-
dolfo Llopis Ferrándiz, Francisco Javier Istúriz, Eugenio Montero Ríos,
José Moñino Redonde (conde de Floridablanca), Segismundo Moret y
Prendergart, Salustiano de Olózaga, Francisco Pi y Margall, el marqués de
Pontejos, José María Queipo de Llano (conde de Toreno), Nicolás María
Rivero, Manuel Ruiz Zorrilla, Práxedes Mateo Sagasta, Nicolás Salmerón
Alonso, Luis Mariano de Urquijo, Luis de Argüelles (el “divino”).
Militares: general Francisco Javier Castaños y Aragoní, capitán Luis Daoíz
Torres, general Juan Díaz Porlier, general Baldomero Espartero (duque de
la Victoria), general Francisco Javier Espoz y Mina, general Cayetano
Lacy, general Juan Martín, “el Empecinado”, almirante Casto Méndez Nú-
ñez, general Francisco Milans del Bosch, general Cipriano Palafox y Porto-
carrero (conde de Montijo), general Pablo Morillo, general Tomás de Mor-
la, general Enrique José O’Donell, general Gonzalo O’Farril, general Mar-
celino Oraa, general José Rebolledo Palafox y Melci (duque de Zaragoza),
general Juan Prim Prats (conde de Reus), general Nazario Reding Von Bi-
beregg, general Rafael del Riego Núñez, general Juan Ramón Rodil, gene-
ral Francisco Serrano Domínguez, almirante Juan Bautista Topete y Carba-
llo, general José María Torrijos, general Martín Zurbano, general Evaristo
San Miguel, general José María de Torrijos y Uriarte, general Juan Van
Halen.
Artistas e intelectuales: José Casado del Alisal, José Echegaray y Eizagui-
rre, Silverio Álvarez de la Escosura, José de Espronceda y Delgado, Lean-
dro Fernández de Moratín, Gaspar Melchor de Jovellanos, Alberto Lista y
Aragón, Abelardo López de Ayala, Francisco Martínez de la Rosa, Ramón
Mesonero Romanos, Juan Antonio Meléndez Valdés, Narciso Monturiol y
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Estarriol, Claudio Moyano y Samaniego, Gaspar Núñez de Arce, Isaac Pe-


ral y Caballero, José Manuel Quintana, Mariano José de Larra, Ángel Saa-
vedra (duque de Rivas), Félix María de Samaniego, Antonio Trueba y La
Quintana, José Manuel Quintana, Julián Romea y Parra, Ramón Pérez de
Ayala, Francisco Giner de los Ríos, Buenaventura José María de la Vega y
Cárdenas (Ventura de la Vega).
En el siglo XX.
Políticos: Álvaro de Albornoz Limiñana, Manuel Azaña Díaz, Francisco
Largo Caballero, Lluys Companys y Jover, Marcelino Domingo Sanjuan,
José Giral Pereira, Alejandro Lerroux García, Francesc Maciá y Lluisa,
Luis Araquistáin Quevedo, Diego Martínez Barrio, Manuel Portela Valla-
dares, Pedro Rico López, Fernando de los Ríos Urruti, Rafael Salazar
Alonso, Augusto Barcia Trelles, José Canga Argüelles, Juan Negrín López,
Margarita Nelken Mansbergen, Ramón Pérez de Ayala, Ángel Rizo Bayo-
na, Antonio Tuñón de Lara, Juan Botella Asensi.
Militares: general Antonio Aranda Mata, general Miguel Cabanellas Ferrer,
general Rosendo Castell y Valdespí, general Luis Castelló Pantoja, coronel
Felipe Díaz Sandino, general Domingo Batet Mestres, general Agustín
Gómez Maroto, general Eduardo López Ochoa, general Toribio Martínez
Cabrera, general Fernando Martínez Monge, general José Miaja Menant,
general Nicolás Molero Lobo, general Miguel Núñez de Prado, general
Rogelio Caridad Pita, general Manuel Romerales Quintero, general Fran-
cisco Milans del Bosch, capitán Fermín Galán Rodríguez, capitán Ramón
Franco Bahamonde.
Intelectuales y artistas: Domingo Badía y Leblich, Vicente Blasco Ibáñez,
Ramón Gómez de la Serna, Luis Jiménez de Asúa, José de Letamendi y
Manjarres, Tomás Bretón Hernández, Mariano Benlliure y Gil, Antonio
Machado Ruíz, Federico Rubio y Gali, Joaquín Sorolla Bastida, Enrique
Aguilera y Gamboa (marqués de Cerralbo), Juan Gris, Santiago Ramón y
Cajal, Salvador de Madariaga Rojo.
Entre los extranjeros destacan como masones políticos: el marqués de La-
fayette, Simón Bolívar, Giuseppe Garibaldi, Salvador Allende, Mijaíl Ba-
kunin, Winston Churchill, José Rizal Mercado, general Douglas Mac Art-
hur, general George Marshall, Eduardo VII de Inglaterra, Benito Juárez,
Nelson Mandela, Alexander Kérensky, Charles Maurice de Talleyrand, Jo-
sé Martí, Hugo Chávez, Arthur Wellesley (duque de Wellington), Mohan-
das Ghandi, Kemal Ataturk, Mijaíl Gorbachov, Mohamed Shan Aga Khan
III, Mohamed Reza Palhevi, Silvio Berlusconi.
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Músicos y cantantes: Wolfang Amadeus Mozart (*), Joseph Haydn, Héctor


Berlioz, Félix Mendelsshon, Antonio Salieri, George Philip Telemann,
Luigi Cherubini, Franz Liszt, Nicolò Paganini, Jean Sibelius, Nicolás Puc-
cini, Louis Armstrong, Duke Ellington, Nat King Cole.

Filósofos: Ephraim Lessing, Friedrich Krause, Johann von Herder, Johann


Fichte, Goethe, Jean Jacques Rousseau, François Marie Arouet (Voltaire).
Científicos: Benjamín Franklin, Enrico Fermi, Alexander Fleming, Charles
Lindberg, hermanos Montgolfier, Antoine Lavoisier, Sigmund Freud, Isaac
Newton, Stephen Hawking.
Escritores: Vittorio Alfieri, Giosue Carducci, Rubén Darío, Arthur Conan
Doyle, Rudyard Kipling, Alexander Puskin, Walter Scott, Mark Twain,
Thomas Mann, Víctor Hugo, Alexandre Dumas, Giovanni Casanova, Oscar
Wilde.
Del mundo del espectáculo: Walt Disney, Cecil B. de Mille, Clark Gable,
Stan Laurel, Oliver Hardy, Harpo Marx, John Wayne, Telly Savallas,
Glenn Ford, Peter Sellers, Ernest Borgnine, Ingmar Bergman, Mario Mo-
reno (Cantinflas), Bob Hope, Harold Lloyd.
Inventores e industriales: André Citroen, Walter Chrysler, Henry Ford,
George Pullman, Charles C. Hilton, Samuel Colt, Joseph Ignace Guillotin,
King Camp Gillete.
Algunos presidentes de USA: George Washington, Abraham Lincoln,
Thomas Jefferson, James Madison, James Monroe, Andrew Jackson, Wi-
lliam Howard Taft, William Mac Kinley, Theodore y Franklin Delano
Rooselvelt, Harry Truman, Lyndon Johnson, Gerald Ford.
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George Washington

Astronautas: Edwin Aldrin, Leroy Cooper, Don F. Eisele, Virgil Grisom,


Neil Amstrong, John Glenn.
Premios Nobel: hay 14 masones y por lo menos seis Nobel de la Paz (Elie
Ducommun - 1902, Theodore Roosevelt -1906, Alfred Hermann Fried -
1911, Henry Lafontaine -1913, León Bourgeois - 1920, Gustav Stresemann
- 1926).
Conclusiones.
Los masones o sus ideas han influido a lo largo de la historia en diferentes
acontecimientos: La Ilustración durante el periódo de los Estados Absolu-
tos (1750 y 1800); la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, la
Revolución Francesa; la Independencia de Iberoamérica; la abolición de la
esclavitud; la secularización de las universidades y de las ciencias; la unifi-
cación de Italia y la supresión de los Estados Pontificios; el laicismo en la
enseñanza; la Sociedad de Naciones; la Organización de las Naciones Uni-
das; la descolonización de Asia y África desde 1950 y su influencia en la
evolución del socialismo europeo.
Intentar predecir el futuro sobre la base del pasado es poco menos que im-
posible. Del pasado de la masonería sabemos que, a pesar de la leyenda ro-
sada, ha demostrado, una y otra vez, un contenido gnóstico e iniciático que
choca frontalmente con el Cristianismo; ha demostrado una inmensa capa-
cidad para derribar gobiernos y alcanzar el poder; y que, una vez con los
resortes en las manos, no pocas veces ha demostrado una pasmosa incom-
petencia para solucionar los problemas reales y crear un orden estable, a la
vez que una repetitiva tendencia a la corrupción. Sus mensajes han podido
ser atrayentes y sugestivos; sus resultados, por regla general, han sido de-
plorables, cuando no cruentos. En ese sentido, la masonería se asemeja a
otras utopías de la Historia, como el verdadero socialismo y, sobre todo, el
comunismo. No ha cumplido ciertamente con lo prometido, pero ha puesto
de manifiesto una acentuada falta de escrúpulos para conseguir detentar el
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poder y luego una no menos clara voluntad de implantar una visión, no por
sectaria más eficaz, a la hora de solventar los verdaderos retos con los que
se enfrenta, día tras día, cada ser humano.
Si algo llama la atención, son dos aspectos primordiales: la tendencia parti-
dista y de intereses personales, que ha primado a lo largo del devenir histó-
rico sobre la unidad que teóricamente debería haber prevalecido entre la
hermandad masónica; tendencia centrífuga que permanece inalterable hasta
el día de hoy. El otro aspecto es el de su no muy brillante participación ac-
tiva en los momentos cumbres de nuestra historia, y ello, o ha sido debido a
que estos acontecimientos han cogido a contrapelo y desprevenida, a la ma-
sonería, o bien, a causa de que su infraestructura, su visión atenta de los
acontecimientos claves del momento, o incluso su supuesto poder o in-
fluencia, dejaba mucho que desear, aunque todo puede ser uno.
¿Qué hacen hoy los masones? ¿Cuál es su misión? Actualmente, la maso-
nería se asemeja a una especie de gremio de hombres de negocios, aunque
no sea más que para indicar que deben ser honrados y ayudarse en sus tra-
tos, con la idea que esto se debe aplicar, por ellos, a los que no son maso-
nes. Entre sus miembros, es una especie de sociedad de socorros mutuos,
incluso a nivel internacional. Para llevar a cabo las actuaciones, se reúnen
por término medio unas ocho o diez veces al año, quizá más, dependiendo
de las logias, y en las tenidas se tratan temas como la iniciación y ascenso
de los nuevos o antiguos hermanos, conferencias sobre temas masónicos,
ceremonias de apertura y clausura de las logias, que son sus principales
ocupaciones y que les sirven, por otra parte, para lo que acaso sea lo más
palpable que les queda de su sugestiva historia: la confraternización entre
todos sus miembros, extensiva a toda la Humanidad.
Un futuro en manos de la masonería significaría, presumiblemente, un re-
corte de las libertades de aquellos que no están dispuestos a plegarse a un
discurso único sincrético y multicultural; un aplastamiento de los que co-
mulgan con un sistema laico en el que la civilización y la fe de cada uno
tenga que aceptar su sustitución por el guiso masónico amalgamador; un
reparto de poder entre los hermanos que no aumentará la eficacia del Esta-
do, aunque sí la corrupción y los saldos de determinados masones; una ero-
sión del papel del Cristianismo en la sociedad mundial; y finalmente, la
consagración de un gobierno que pondrá todo su empeño no en gestionar
correctamente, sino en controlar los medios de comunicación para mante-
ner sumida en el engaño y en la propaganda a una opinión pública que, bajo
ningún concepto, debe saber hacia dónde la dirigen. La masonería españo-
la, desde un punto de vista histórico, es un fenómeno sociopolítico que, con
más o menos protagonismo, ha estado presente en nuestra historia, de for-
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ma directa o indirecta, pero siempre constante a lo largo de estos tres últi-


mos siglos.

(*) Según Gonzalo Sanz Larrey y Carlos Mayor López, en su obra “La Ma-
sonería”, la ópera “La flauta mágica”, fue, entre otras, inspirada en la ma-
sonería y que dicha ópera supuso el final de Mozart, pues en esta obra, el
autor transmitía secretos de dicha sociedad; fue estrenada el 30 de septiem-
bre de 1791, y curiosamente, Mozart falleció ese mismo año, el 5 de di-
ciembre.

Bibliografía: “La Masonería”, Sangeet Duchane; “La Masonería “, Gonzalo


Sanz Larrey y Carlos Mayor López; “Introducción a la masonería españo-
la”, Juan Blázquez Miguel; “La verdadera historia de los masones”, Jorge
Blaschke y Santiago Río; “La Masonería”, José A. Ferrer Benimeli; “Los
masones: la sociedad secreta más influyente de la historia”, Cesar Vidal.

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