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Bienio 1931-1933.
Stepánov y Moreno
hacían los masones desde siglos atrás, su verdadera lealtad era a sus supe-
riores en sus logias, y no a ellos. En la batalla de Teruel, en diciembre de
1937, ante el estupor soviético, los oficiales masones republicanos intenta-
ron restablecer la organización de los oficiales como ellos lo entendían, sin
informar al PCE, ni pedirles su opinión. Para “Stepánov”, el Frente Popular
tenía que haber resistido, y si no lo hizo, se debía, a ese derrotismo – a su
juicio propiciado por la masonería –en el que tanto peso tuvo Azaña y Mar-
tínez Barrio y, especialmente Casado, en su rendición en la primavera de
1939.
El agente de Stalin se hallaba en las antípodas ideológicas de Franco, pero
de manera bien reveladora, coincidía con él en algunos aspectos muy con-
cretos relacionados con la masonería; el riesgo de tener a masones en el
Ejército, los masones sólo obedecían a sus mandos en las logias y que para
llevar a cabo sus propósitos contaban con el apoyo de sus hermanos de
otros países. Entre 1931 y 1936 fue cuando la masonería influyó más en la
educación y en los niveles de libertad de pensamiento, destacando la figura
del pedagogo masón Francisco Giner de los Ríos (1879-1949), cuyo mayor
logro fue la fundación de la Institución Libre de Enseñanza.
Algo más de historia.
En 1823, una vez llegados a España los llamados “Cien Mil Hijos de San
Luis”, al mando del duque de Angulema, Luis Antonio de Francia (1775-
1844), que era primo de Fernando VII, en tiempos del rey Luis XVIII de
Francia, se estableció el absolutismo ambicionado por el “Deseado”, en el
cual todo tipo de liberalismo y por ende la masonería, fueron perseguidos
con saña, al promulgar el 6 de diciembre de 1823 un Real Decreto acha-
cando a la masonería y a todas las sociedades secretas, la revolución de Es-
paña y América, desatándose una dura represión antimasónica, llevada a
cabo por la policía, ya que la Inquisición había dejado provisionalmente de
existir. El 2 de septiembre de 1824, otro Real Decreto prohibió la masone-
ría y todas las sociedades secretas y el 14 de febrero de 1827 se ordenó el
cumplimiento sin paliativos de la bula del Papa Gregorio XVI, “Quo gra-
viora”. A la muerte de Fernando VII, en 1833, la persecución antimasónica
se ablanda un poco. La reina Regente, María Cristina, el 26 de abril de
1834, amnistió a los masones arrepentidos, pero reiterando las condenas
contra quienes, a partir de esa fecha continuaban perteneciendo a la maso-
nería. Ese mismo año, el gobierno del masón Martínez de la Rosa promul-
gó el Estatuto Real, en el que figuraban muchos liberales que regresaban
del exilio, sin lograrse la unión del liberalismo, ya que se formaron dos co-
rrientes: radical y conservadora, que andando el tiempo equivaldrían a los
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Franco, con su obsesión antimasónica que le duró hasta el final de sus días,
achacó siempre a la masonería todas las causas de la decadencia histórica,
política y social de España durante los últimos dos siglos, y la internacional
conspiración judeo-masónica le acompañó durante los casi 40 años de per-
manencia en el poder. Escribió el libro “Masonería”, que bajo el pseudóni-
mo de J. Boor, fue editado en 1952. No se sabe con certeza cuál es el ori-
gen de su antimasonismo. Su hermano, Ramón, héroe del vuelo del “Plus
Ultra”, fue iniciado en la logia “Plus Ultra” de Paris y él, al parecer, intentó
seguir sus pasos, sin conseguirlo. Se dice, - nunca ha podido comprobarse –
que hacia 1926, siendo teniente coronel, solicitó el ingreso en la logia
“Lixus” de Larache, y en 1932, lo solicitó de nuevo en Madrid, sin que en
ninguna ocasión fuera admitido. Lo que sí es sabido, es que cuando visitó
el Monasterio de Poblet, en 1952, ordenó al abad el traslado de los restos
del duque de Wharton, fundador de la masonería española, aunque había
poco que trasladar, pues la tumba estaba vacía debido al saqueo a que los
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La “Logia del Derecho Humano”. Masonería mixta, con unos 100 miem-
bros.
La “Gran Logia Femenina Francesa”, con unas 40 mujeres.
Se calcula que en 1989 había 7.000 logias en Inglaterra y Gales y otras tan-
tas en Escocia, sumando un total aproximado de 800.000 masones y en los
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George Washington
poder y luego una no menos clara voluntad de implantar una visión, no por
sectaria más eficaz, a la hora de solventar los verdaderos retos con los que
se enfrenta, día tras día, cada ser humano.
Si algo llama la atención, son dos aspectos primordiales: la tendencia parti-
dista y de intereses personales, que ha primado a lo largo del devenir histó-
rico sobre la unidad que teóricamente debería haber prevalecido entre la
hermandad masónica; tendencia centrífuga que permanece inalterable hasta
el día de hoy. El otro aspecto es el de su no muy brillante participación ac-
tiva en los momentos cumbres de nuestra historia, y ello, o ha sido debido a
que estos acontecimientos han cogido a contrapelo y desprevenida, a la ma-
sonería, o bien, a causa de que su infraestructura, su visión atenta de los
acontecimientos claves del momento, o incluso su supuesto poder o in-
fluencia, dejaba mucho que desear, aunque todo puede ser uno.
¿Qué hacen hoy los masones? ¿Cuál es su misión? Actualmente, la maso-
nería se asemeja a una especie de gremio de hombres de negocios, aunque
no sea más que para indicar que deben ser honrados y ayudarse en sus tra-
tos, con la idea que esto se debe aplicar, por ellos, a los que no son maso-
nes. Entre sus miembros, es una especie de sociedad de socorros mutuos,
incluso a nivel internacional. Para llevar a cabo las actuaciones, se reúnen
por término medio unas ocho o diez veces al año, quizá más, dependiendo
de las logias, y en las tenidas se tratan temas como la iniciación y ascenso
de los nuevos o antiguos hermanos, conferencias sobre temas masónicos,
ceremonias de apertura y clausura de las logias, que son sus principales
ocupaciones y que les sirven, por otra parte, para lo que acaso sea lo más
palpable que les queda de su sugestiva historia: la confraternización entre
todos sus miembros, extensiva a toda la Humanidad.
Un futuro en manos de la masonería significaría, presumiblemente, un re-
corte de las libertades de aquellos que no están dispuestos a plegarse a un
discurso único sincrético y multicultural; un aplastamiento de los que co-
mulgan con un sistema laico en el que la civilización y la fe de cada uno
tenga que aceptar su sustitución por el guiso masónico amalgamador; un
reparto de poder entre los hermanos que no aumentará la eficacia del Esta-
do, aunque sí la corrupción y los saldos de determinados masones; una ero-
sión del papel del Cristianismo en la sociedad mundial; y finalmente, la
consagración de un gobierno que pondrá todo su empeño no en gestionar
correctamente, sino en controlar los medios de comunicación para mante-
ner sumida en el engaño y en la propaganda a una opinión pública que, bajo
ningún concepto, debe saber hacia dónde la dirigen. La masonería españo-
la, desde un punto de vista histórico, es un fenómeno sociopolítico que, con
más o menos protagonismo, ha estado presente en nuestra historia, de for-
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(*) Según Gonzalo Sanz Larrey y Carlos Mayor López, en su obra “La Ma-
sonería”, la ópera “La flauta mágica”, fue, entre otras, inspirada en la ma-
sonería y que dicha ópera supuso el final de Mozart, pues en esta obra, el
autor transmitía secretos de dicha sociedad; fue estrenada el 30 de septiem-
bre de 1791, y curiosamente, Mozart falleció ese mismo año, el 5 de di-
ciembre.