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NUEVA HISTORIA ARGENTINA: Los años peronistas (1943/55) – Juan Carlos Torre

LA REVOLUCIÓN DEL 4 DE JUNIO Y EL ASCENSO POLITICO DE PERÓN

Hacia 1940, Electo por medio del fraude y al frente de una coalición fragmentada Ortiz buscó un acercamiento con los
radicales. En las elecciones legislativas y consolidaron su predominio en el Congreso.
En julio de ese año tras enfermar Ortiz se delegó la presidencia al vicepresidente Ramón Castillo. En el
desplazamiento hacia una gestión cada vez más autoritaria, Castillo replegó sobre el respaldo que le brindaban sus
apoyos en las FF.AA
La revolución de Junio fue obra de unas FF.AA atravesadas también ellas por los contrastes que dividían la vida
política nacional. Ramón Castillo había optado por una política de neutralidad y esta cambió de significado para ser la
expresión de toda una definición ideológica. Sectores crecientes de la opinión pública levantaron tribunas y
Washington respondió a la neutralidad suspendiendo la venta de armamentos.
A principios de 1943 Catillo tomó una decisión que sería fatal para su suerte política. En el mes de septiembre debían
realizarse elecciones presidenciales. A ellas se sumó la oposición a través de La Unión Democrática (UCR, Partido
Socialista y Partido Demócrata Progresista). Por su parte Castillo designo como candidato de sus sectores a
Robustiano Patrón Costas, el cual resumía los rasgos más irritativos de la restauración conservadora.
La decisión de Castillo tuvo por efecto aglutinar en un rechazo unánime al único sector que podría obstaculizar sus
planes: Las FF.AA.
Las distintas facciones militares se sumaron a la Revolución y en octubre de 1943 se produjo, finalmente, una
revolución dentro de la revolución. El poder pasó a manos del GOU (Grupo de Oficiales Unidos). Estos jóvenes
oficiales concebían el 4 de junio como la oportunidad histórica para reorganizar las bases institucionales del país.
En enero de 1944 el presidente Ramírez decidió la ruptura de relaciones con el Eje y la misma tuvo dos
consecuencias:
 Designación del General Edelmiro Farrell en la presidencia.
 Desencadenamiento de una puja entre los miembros del GOU que llevo a convertir al Coronel Juan Domingo
Perón en el hombre fuerte de la revolución.
Perón se vinculó inicialmente con la facción de militares nacionalistas que rodeaban al general José F. Uriburu, pero
luego se apartó de esta.
El círculo de Uriburu era favorable a un régimen militar que llevara a cabo una reforma institucional para suprimir los
partidos y abrir paso a un sistema corporativista. Una vez en la presidencia Uriburu purgo inmediatamente la nueva
administración de los elementos asociados a Justo. Entre ellos ese fue el caso de Perón, quien llegó al cargo de
profesor gracias a los avatares de la política militar.
En las siguientes elecciones resultó electo presidente Justo y Perón fue designado ayudante de campo del nuevo
ministro de Guerra, general Manuel Rodríguez.
Cuando hacia mediados de 1944 estalló el conflicto dentro del GOU la Revolución de Junio se hallaba a la defensiva.
Perón fue quien supo ofrecer en esos momentos difíciles dos cosas de las que carecía la Revolución de Junio:
 Un programa social y económico
 Apertura hacia grupos estratégicos de la sociedad
Con respecto a las propuestas de Perón hubieron dos importantes: En mayo de 1944 fue creado por su iniciativa el
Consejo Nacional de Posguerra y una segunda comenzó a esbozarse con su designación en octubre de 1943 al frente
del Departamento Nacional del Trabajo.
Perón buscó un acercamiento con los principales dirigentes sindicales, a excepción de los comunistas.
Resuelta la disputa interna las promesas del Secretario de Trabajo se hicieron realidad. Al tiempo que se puso en
marcha la apertura laboral, Perón convoco a los sectores empresarios invitándolos a colaborar con ella. En la defensa
pública de sus iniciativas, Perón coloco la acción de la Secretaria de Trabajo en línea con la doctrina social de la
Iglesia.
Al tiempo que conducía la súbita reconversión de la Revolución de Junio, Perón se preparaba para gravitar sobre la
próxima transición a la democracia. Su proyecto político termino en un fracaso. En primer lugar, la apertura laboral
fue recibida al principio con frialdad y, luego, con hostilidad por el mundo de los negocios.
En segundo lugar, la búsqueda de apoyos entre los partidos tradicionales tampoco hallo en ellos suficientes
voluntarios dispuestos a acompañar la empresa política de quien tenía los días contados. El revés más clamoroso fue
la negativa de Amadeo Sabattini, el líder del ala progresista del radicalismo, al que Perón llego a ofrecerle la
vicepresidencia en una fórmula encabezada por él. El viraje de Perón era demasiado tardío para ser tomado en serio.
La mayoría de los universitarios e intelectuales vio en la acción de Perón desde la Secretaria de Trabajo nada más que
la faz demagógica del régimen autoritario en retirada.
A medidos de 1945 la movilización opositora redoblo la ofensiva y en junio se sumaron a ella los empresarios. En el
mes de julio organizaron un gran acto en defensa de las reformas laborales y fue en esas circunstancias que Perón
tomo una decisión estratégica: proclamó el advenimiento de la era de las masas, el fin de la dominación burguesa, y
convoco a los trabajadores a movilizarse con el complot reaccionario que amenazaba la obra de la Revolución de
Junio.
El llamado a los trabajadores no habría de suscitar en ellos una respuesta inmediata y serviría más bien para dar la
señal a la acometida final del movimiento opositor. El 19 de septiembre la Junta de Coordinación Democrática
organizó una formidable demostración de fuerzas en el centro de la ciudad. El 9 de octubre la poderosa guarnición de
Campo de Mayo impuso a Perón la renuncia a todos sus cargos y tres días más tarde fue enviado en prisión a la isla
Martin García.
En la gestación de este desenlace concurrieron varios factores:
1. Error táctico de la oposición democrática
2. Las demoras y desinteligencias que rodearon la concreción de esa solución de compromiso crearon el espacio
político para la intervención de un segundo factor: La movilización de los trabajadores al rescate de Perón.
3. Las noticias de su renuncia y su posterior encarcelamiento hicieron cundir inquietud y descontento en las
fábricas y en los barrios obreros, logrando que entre un tercer factor: La actitud del general Avalos ante la
movilización obrera. Contra esto el 16 de octubre los dirigentes sindicales se reunieron en la CGT. Con el paso
de las horas quedó claro que no tenía plan alguno, fuera de resistir el uso de la fuerza. Por la tarde debió
admitir su derrota. En consecuencia inicio negociaciones con oficiales cercanos a Perón. El acuerdo final fue
una capitulación: Avalos y sus aliados debían renunciar. Farrell nombraría un nuevo gabinete con hombres de
confianza de Perón y este, entre tanto, quedaría fuera del gobierno para proseguir con libertad su carrera
hacia la presidencia.

LA PRIMERA PRESIDENCIA

Las elecciones generales fueron convocadas para el 24 de febrero de 1946 y Perón participo como candidato del
oficialismo y de la Iglesia.
Frente a la proximidad de las elecciones y cerrada la opción de contar con el aporte de aparatos partidarios
existentes, Perón y quienes lo apoyaban debieron organizar en breve plazo su coalición electoral. Los dirigentes
sindicales crearon un partido político propio, el Partido Laborista. El otro componente de la coalición fue la UCR-Junta
Renovadora. Perón debió extremar su poder de persuasión primero para la concertación de un pacto de unidad
electoral y luego para imponer a Hortensio Quijano, como su compañero de fórmula. Las fuerzas de la oposición se
nuclearon bajo la Unión Democrática formada por la UCR, el Partido Socialista, el Partido Democrático y ahora, el
Partido Comunista.
Alertados y levantando la consigna “Por la libertad contra el nazi fascismo” los partidos opositores salieron al
encuentro del electorado.
Dos incidentes marcaron la batalla electoral:
 Decreto firmado en diciembre por el presidente Farrell el cual hizo que no se espera la respuesta obrera y
que el 8 de enero las grandes tiendas de la capital fueran ocupadas por sus empleados y su ejemplo se
multiplicó en las fábricas de la periferia industrial.
 La intervención intempestiva del ex embajador norteamericano en Bs. As., Spruille Braden, en la campaña
electoral.
El 24 de febrero la coalición peronista se impuso contra la Unión Democrática y a fines de marzo, con la difusión de
los cómputos finales, la derrota de la Unión Democrática era definitiva y el triunfo de Perón no fue abrumador.
En las grandes concentraciones el electorado obrero se volcó en masa a favor de Perón mientras que la oposición
recogió sus votos en las clases medias y altas. En las zonas rurales la penetración peronista en las clientelas populares
de los partidos tradicionales también fue amplia. El apoyo rural al peronismo también reclutó en los sectores medios.
Restaba ahora definir todavía:
 El perfil del nuevo régimen político.
 La participación institucional que correspondía a las fuerzas reunidas en torno de su candidatura.
A mediados de junio de 1946 concluyó la breve resistencia laborista. Perón nombró a los organizadores del nuevo
partido entre los legisladores recientemente electos. Cuando en enero de 1947 los organizadores del nuevo partido
se dirigieron a Perón para que aprobara llamarlo Partido Peronista sancionaron explícitamente otro y más decisivo
rasgo de la estructura política del movimiento: El personalismo. Perón llego a ocupar el cargo de conductor político y
de enunciador e interprete autorizado de las iniciativas e ideas del movimiento que se reconocía en su nombre.
Perón apunto hacia la CGT. En noviembre de 1946 Luis Gay, fue electo secretario general de la central obrera. La
prensa oficial monto entonces una maliciosa campaña contra Gay y en enero de 1947 Gay presento la renuncia y el
resto de la vieja guardia sindical opto por replegarse sus organizaciones. Desde entonces la CGT se transformó en un
agente de las directivas oficiales en el movimiento obrero.
Otro pilar importante fueron las FUERZAS ARMADAS (FF.AA), Perón procuró presentarse como un hombre de armas
con el fin de atraerse la solidaridad de la corporación militar. El nacionalismo, la industrialización y el anticomunismo
coincidían con creencias arraigadas al cuerpo de oficiales. Las FF.AA se insertaron discretamente en el régimen
peronista. La iglesia también contribuyó asimismo al afianzamiento del nuevo régimen.
Con el respaldo de las FF.AA y la Iglesia y la adhesión de una masa popular progresivamente encuadrada bajo una
conducción centralizada, el nuevo orden tenía un futuro relativamente seguro.
La expropiación de uno de los diarios más tradicionales, La Prensa, en 1951 y su transferencia a la CGT condujeron
prácticamente al monopolio estatal de los medios de comunicación de masas. Garantizada su legitimidad en el plano
interno, el nuevo gobierno busco una reaproximación a los Estados Unidos. Todas las iniciativas de Perón coexistieron
con la proclamación de la Tercera Posición en el plano de la política internacional. Al final de la guerra, la Argentina se
encontró libre de la deuda externa y la administración peronista realizo sus decisiones de política económica.
La economía peronista no fue el resultado de una estrategia exclusivamente económica. Los apoyos sociales de Perón
condicionaron sus opciones en materia económica y la continuidad de la industrialización liviana. También la
combinación de un conjunto de circunstancias favorables, que no volvieron a repetirse, fue de gran importancia.
IMPORTANTE
 La creación del IAPI, proveyó al gobierno de un acceso indirecto a las fuentes de recursos.
 Para la masa de migrantes provenientes del interior la incorporación al trabajo de mercado urbano implico
una elevación social
 Hubo un fuerte crecimiento de los asalariados de cuello y corbata impulsado por la expansión de la
administración pública y las burocracias de las empresas privadas
 Los sectores trabajadores vieron ampliarse sus horizontes de vida más allá de sus necesidades inmediatas.
 Para las clases medias se abrieron nuevas fuentes de confort y de expectativas
Perón facilitó las cosas designando a uno de los propietarios del campo al frente del Ministerio de Agricultura y
Ganadería.
En la mayoría de las actividades de la economía urbana la tasa de sindicalización se ubicó entre el 50 y 70%.La mayor
implantación de los sindicatos promovió la extensión de la cobertura de negociaciones colectivas sobre el mercado de
trabajo. Los nuevos convenios comportaron una verdadera redistribución del poder en la empresa al incorporar
garantías y ventajas a los trabajadores que recortaban la autoridad patronal. En forma paralela el Congreso dio fuerza
de ley a los beneficios otorgados durante la Revolución de Junio:
 LEY DE ASOCIACIONES PROFESIONALES.  ¡No olvidarnos! Lo resaltó mucho el profe.
 El aguinaldo anual.
 La generalización de las vacaciones pagas.
 Inclusión de asalariados en la industria.
 Comercio en el sistema jubilatorio.
 Indemnizaciones por despido y accidentes de trabajo.
 Estatuto del peón rural.
Con la consigna de la justicia social, el gobierno prosiguió ensanchando los cambios en el nivel de vida de las clases
trabajadoras mediante las políticas de un incipiente Estado Benefactor. Así con el paso del tiempo las masas que
habían entrado al terreno político como descamisados ganaron el reconocimiento alcanzado en una sociedad ahora
más igualitaria. El vínculo establecido entre Perón y los trabajadores el 17 de octubre resulto ser sólido y duradero.
La lealtad de Perón se hizo extensiva a Evita, quien tomo a su cargo la activación política del movimiento oficial, a
cuyo servicio puso una oratoria vibrante y combativa que enfervorizaba a sus seguidores y provocaba el temor y el
odio entre sus adversarios. En su papel de intermediaria entre el líder y las masas, distribuyo también premios y
castigos a los dirigentes sindicales. Luego se ocupó de extender la justicia social y con ese fin creó una vasta red de
asistencia social a través de la Fundación Eva Perón. La participación en la campaña por el derecho al voto de la
mujer, sancionado en 1947, fue otra de las empresas de Evita.
Era previsible que buscara la consolidación de la sociedad en todos sus aspectos y eso fue lo que inspiro a la reforma
constitucional de 1949, con ella se incorporaron derechos sociales, voto directo para presidente y vice, ampliación del
mandato de diputados y senadores y el fortalecimiento del poder ejecutivo por medio de la facultad del voto parcial.
Ante esto se produjo un alzamiento el 28 de septiembre de 1951 que fue fácilmente sofocado.
Aprobada la reforma se inició una campaña para la reelección de Perón y en los comicios de noviembre Perón, por
segunda vez, alcanzó una aplastante victoria.
En estas elecciones se mostraron grandes transformaciones, entre ellas un padrón sustancialmente ampliado por la
sanción del voto femenino, el cual, en el caso peronista, superó en todos los distritos al voto peronista masculino.

SEGUNDA PRESIDENCIA

En 1952, El Congreso, convirtió por medio de una ley la doctrina peronista en doctrina nacional. La consagración del
peronismo como único movimiento nacional elimino todo vestigio de pluralismo en la vida política. Esta presión
unificadora venia acompañada por la retórica propia de una tentativa fundacional. En ella, el advenimiento del
peronismo era el acontecimiento desencadenante de un recomienzo de la historia. En el marco de esta Nueva
Argentina todo debía ser la expresión de la concordia social, por fin y definitivamente alcanzada.
La preocupación por la paz social presidió la reorganización de las relaciones entre el Estado y los intereses sociales.
El objetivo era la creación de un orden capaz de armonizar las exigencias legítimas de los sectores sociales y de
neutralizar los efectos desestabilizadores de las luchas de clases.
Perón también aspiraba a construir un sistema institucional que le devolviera al Estado su papel de árbitro.
A partir de 1952 fueron más abiertas las tentativas por reemplazar la subordinación de las FF.AA al jefe de Estado por
la lealtad al liderazgo de Perón: La doctrina justicialista fue incorporada a los programas de las escuelas militares.
Pero esto trajo rechazo, el cual fue llamado antiperonismo y el mismo fue una reacción política, social y cultural.
Al tiempo que el país se deslizaba hacia la polarización política y social, el 26 de julio de 1952, murió Evita, a los 33
años, víctima de cáncer. Su ausencia gravitaría sobre el desenvolvimiento futuro del régimen.
A comienzos de 1953 el círculo íntimo de Perón se vio envuelto en un sonado caso de corrupción. Después de que el
gobierno ordenara una investigación a fondo Duarte fue encontrado muerto. La CGT convoco entonces una
concentración popular para solidarizarse con Perón. El acto del 15 de abril habría de tener una dramático final al
estallar dos bombas, con un saldo de 7 muertos y casi un centenar de heridos.
A fines de 1953 el Congreso aprobó una ley de amnistía y con ella la mayoría de los detenidos recupero la libertad.

En este marco estallo la crisis externa. Ante ellas las primeras reacciones fueron parciales e inefectivas y condujeron
al reemplazo de Miguel Miranda en el timón de la economía.
Una de las consecuencias fue la sucesión de conflictos y huelgas. La reacción gubernamental incluyó la prisión para
los rebeldes y llegó hasta la movilización militar de los trabajadores.
Para entonces el gobierno decidió una nueva estrategia económica, que involucró la revisión de sus prioridades.
 Estabilidad por sobre la expansión
 Agricultura por sobre la industria
 Iniciativa privada y el capital extranjero por sobre el crecimiento del sector publico

El llamado a gastar menos procuraba aliviar la situación externa y aquietar las presiones inflacionarias. Finalmente, el
gobierno modificó su política de incentivos con vista al aumento de exportaciones del agro.
El plan de ajuste logró capear la emergencia: La inflación se redujo en forma significativa, la economía volvió a crecer
y entre 1953 y 1954 las cuentas del comercio exterior cerraron con un saldo positivo.
En su segunda presidencia, Perón no solamente tropezó con la resistencia de ideas y creencias y entró en colisión con
intereses que eran centrales para su sustentación política.
A fines de 1954 el gobierno se hizo cargo de las demandas y promovió un nuevo ejercicio de concentración social
reuniendo a la CGT y a la CGE en el Congreso Nacional de la Productividad.
El hecho a destacar es que Perón no apeló a su liderazgo político para forzar un desenlace más acorde con el nuevo
rumbo económico.
Luego de la dura prueba de 1952 y del mejoramiento de la situación económica, el gobierno pudo afrontar las
elecciones legislativas de 1954 con éxito.
El ejercicio crecientemente absolutista del poder por parte de Perón fue afectando con el tiempo y sin remedio sus
relaciones con la Iglesia. Desde las esferas oficiales comenzó a delinearse el mensaje de un “cristianismo peronista”,
independizado de la tradición catoliza y con frecuencia incluso en contra de ella. El nuevo evangelio se asignó la
misión de rescatar el mensaje social de Cristo del olvido al que lo confinara un clero dominado por preocupaciones
mundanas y atento al cumplimiento formal de los preceptos religiosos.
La jerarquía eclesiástica reaccionó con cautelosa prudencia pero esa no fue la actitud del mundo católico en general.
Se eliminó la enseñanza religiosa en las escuelas y los subsidios a la enseñanza privada, se aprobó una ley de divorcio,
se autorizó la reapertura de prostíbulos y se prohibieron las procesiones religiosas.
A la protesta civil le siguió el 16 de junio un atentado en gran escala contra la vida de Perón. Aconsejado por los altos
mandos del Ejército, Perón lanzó una política de conciliación.
Este llamado a la pacificación no tuvo el eco esperado y llevo a Perón a dar un nuevo golpe de timón. El 31 de agosto
comunico su decisión de abandonar el gobierno para garantizar el éxito de la pacificación. La central sindical organizo
una gran demostración de apoyo y la Plaza de Mayo asistió a una nueva edición del 17 de octubre de 1945.

Perón comunicó a la muchedumbre que retiraba su renuncia y pronuncio el discurso más violento de toda su carrera.
“A la violencia le hemos de responder con una violencia mayor”
Esta inesperada declaración de guerra no tuvo consecuencias entre sus partidarios, pero terminó por convencer a
muchos militares todavía indecisos sobre qué hacer. El 16 de septiembre se produjo finalmente un alzamiento militar
y el 23 de septiembre, mientras la CGT reclamaba a los trabajadores conservar la calma, otra multitud lleno la Plaza
de Mayo, ahora para aclamar al nuevo presidente, el general Eduardo Lonardi, y celebrar el fin de la década
peronista.
En el futuro los peronistas y antiperonistas prolongarían sus conflictos y la disociación entre los valores de la justicia
social y los ideales de la democracia política abierta en las elecciones de 1946 mantuvo toda su vigencia.
Perón puso al alcance de los trabajadores niveles de vida y de expectativas sociales que hicieron de ellos
componentes principales de la sociedad y la economía. Pero para los que lo derrocaron en 1955 los límites que tuvo
Perón serian más duros y difíciles de franquear porque hicieron sentir su influencia en el marco del conflicto de
legitimidad que rodeo la obra de los años peronistas.

El poder sindical en la Argentina peronista (19446-1955) – Marcos Schiavi

PRIMERA PRESIDENCIA DE PERON

Consolidación política
 El peronismo que asumió el poder era expresión de una política joven e inestable con algunos conflictos
internos, que había vencido a los sectores más poderosos del país, en medio de un clima de movilización
social inédita en la historia argentina. Era clave para Perón estabilizar la situación, legitimarse y fortalecerse
políticamente.
En la etapa inicial de su presidencia:
 Se quería construir una nueva legitimidad alejada del autoritarismo del gobierno militar, se propuso respetar
las libertades políticas. No hubo ataques o amenazas a otros partidos políticos.
 Se fortaleció a la Iglesia Católica y a las Fuerzas Armadas. Se disolvió el Partido Laborista y se creó el Partido
Peronista, en un intento de desindicalizar el movimiento. El gobierno necesitaba un partido unificado,
homogéneo y disciplinado y el PP fue pensado así. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos, el movimiento
sindical no perdió su posición política.
El auge económico
Principales ejes político-económicos:
 Firme política de distribución del ingreso, expansión del empleo y aumento de la participación del sector
público en el sistema productivo.
 Se aposto al crecimiento del mercado interno protegido porque después de la Segunda Guerra Mundial se
temía una crisis de subconsumo en Argentina a partir del regreso al mercado de las principales economías
mundiales.
 Se apoyó a las industrias mediante créditos bancarios y se estimuló al poder comprador del mercado interno
urbano por medio del aumento del poder adquisitivo y el nivel de vida de la clase obrera y las clases medias.
 Se nacionalizaron el Banco Central y los depósitos bancarios.
 Se impuso el control del comercio exterior, lo que desligaba los precios de los alimentos en el mercado
interno de los vaivenes internacionales. Trasladaban el excedente agroexportador al sector urbano-industrial.
 Se apoyó la industrialización (ISI). Un ejemplo es la creación del Banco de Crédito Industrial y la Secretaria de
Industria y Comercio. Se protegían las manufacturas existentes y al mismo tiempo se estimulaba el desarrollo
de nuevas industrias para sustituir importaciones (acero, productos químicos básicos…). Esto genero un alto
nivel de empleo.
 Sin embargo, el modelo de crecimiento seguía dependiendo de las divisas ingresadas por las exportaciones
de productos agropecuarios. Se necesitaban para materias primas y maquinaria y para solventar los altos
salarios. Como consecuencia esto llevo a una crisis económica.
Crisis económica (1949-1952)
En lo económico:
 Dos ejes clave del bienestar económico dejaron de cumplirse hacia 1949: los beneficiosos términos de
intercambio exterior y la inflación controlada.
 Los golpes más duros a la balanza comercial fueron: la caída de los precios internacionales de las materias
primas exportadas y la reducción del volumen de producción y de las exportaciones agropecuarias debido a
dos grandes sequias que golpearon al campo en 1949/1950 y en 1951/1952.
 Debido a la importancia de la producción agraria (por las divisas) hubo cambios en las políticas económicas,
mediante las mismas herramientas usadas para favorecer la industria en un comienzo, sin abandonar por
completo al sector urbano porque allí estaban los mayores apoyos del peronismo. El gobierno continuo
financiando la industria, las principales beneficiarias fueron las textiles y luego las metalúrgicas.
Clima político:
 Persecución y hostigamiento a opositores, muchos fueron encarcelados o huyeron al exilio. Por otro lado, el
campo político argentino se dividió en peronistas y antiperonistas.
 Autoritarismo: control de la prensa. Una de los métodos fue el manejo de los permisos de cambio destinados
a importar papel para diarios, por lo cual la edición se encareció. Luego, empezaron los cierres de periódicos
opositores. En 1952 se expropio La Prensa lo cual produjo mucho revuelo a nivel nacional e internacional. Se
volvió a editar meses después, pero estaba en manos de la CGT.
 El endurecimiento del gobierno fue no solo con la oposición, medios, clase media, universitarios y comunistas
sino que también estaba dirigido a disciplinar al movimiento peronista, a sindicatos y trabajadores. No
lograron controlarlos completamente a pesar de sus esfuerzos.
La crisis para los trabajadores.
 La crisis golpeo a las industrias de manera despareja. En la textil fue peor que en el sector metalúrgico. El
poder sindical fue el mayor obstáculo para el desarrollo del desempleo en Argentina: frenó los despidos
masivos y los incrementos del ritmo de trabajo, a pesar de la reducción del mercado de compradores.
 A pesar de las campañas patronales, no hubo grandes saltos en los niveles de productividad por obrero.
 La inflación impacto en la vida de los trabajadores porque golpeaba su bolsillo y resquebrajaba su salario real.

1952 PICO DE LA CRISIS Y SEGUNDA PRESIDENCIA DE PERÓN

Nueva política económica


 El principal conflicto era la necesidad de sustituir trabajo por capital en la industria y en los servicios
directamente productivos. Se buscaba aumentar la productividad obrera industrial.
 1952 fue el auge de la crisis debido al boicot productivo de grandes propietarios y una gran sequía.
 El gobierno proponía cambiar el estímulo de producción de artículos de consumo hacia la de productos
intermedios y bienes de capital. El problema era que estos solo se podían importar limitadamente por la
disminución de precios de las materias primas. Se volvía necesario un aumento de la productividad y así crear
condiciones favorables destinadas a atraer inversores de capital a la industria pesada.
 Se congelaron precios y salarios, se redujo el plan de obras públicas, se impusieron condiciones para dar
créditos, se limitaron subsidios sociales y se redujeron las importaciones a las importaciones.
El énfasis estaba en elevar la producción y la productividad. Se convocó a los obreros a esforzarse más y
consumir menos (“la hora de la austeridad”)
El Segundo Plan Quinquenal siguió con esta línea de acción.
 Tenía como objetivos organizar una industria productora de bienes de capital y alcanzar una mayor
racionalización de las empresas privadas y del Estado.
 En consonancia, el proyecto de Ley de Inversiones Extranjeras: se garantizaba a los capitales que ingresaran al
país una repatriación lógica de sus inversiones (hasta un 8% del capital) una atención adecuada del servicio
financiero y garantías jurídicas de una productividad razonable.
 Los industriales volvieron a tener una entidad que los represente: la CGE (Confederación General Económica)
 Se realizó el Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar en marzo del 55 organizado por la CGT y la
CGE presionados por el gobierno. Fue un fracaso y no se efectivizo ningún acuerdo.
Gobierno vs Oposición
Opositores:
 Fuerzas Armadas: los intentos de difusión doctrinaria peronista habían generado malestar, también la ley de
autoabastecimiento, que buscaba reducir el peso de los gastos militares en el presupuesto.
 La universidad y los estudiantes: la relación no hizo más que empeorar con el correr de los años.
 La clase media: el peronismo nunca había logrado influir políticamente en esta fracción de la sociedad que se
veía amenazada por el ascenso económico de los trabajadores y por la inflación. Otro motivo era la supuesta
amoralidad del gobierno.
 Iglesia Católica: la relación se había ido debilitando hasta que a fines de 1954 se convirtió en un
enfrentamiento abierto. Uno de los disparadores puede ser la fundación del Partido Demócrata Cristiano.
Una muestra de la gravedad de la situación fueron las transformaciones institucionales que el gobierno
realizo: establecimiento del divorcio, reforma del régimen legal sobre prostitución, suspensión de cinco
fiestas religiosas, eliminación de la enseñanza religiosa, supresión de la eximición de impuestos al culto,
sanción de la ley que declaro la reforma de la Constitución Nacional para suprimir el artículo sobre
sostenimiento del culto católico apostólico y romano.
El conflicto con la iglesia fue clave en la caída del peronismo porque gran parte de los sectores militares
movilizados en septiembre del 55 lo hicieron motivados por él.
 Ante la amenaza militar opositora y el nuevo apoyo masivo que había recibido el peronismo en las elecciones
del 52, se profundizaron políticas autoritarias, por ejemplo el estado de sitio.
 Sin embargo, la oposición no planeaba vencer al peronismo con votos sino con un Golpe de Estado.
 El 15 de abril de 1953 durante una concentración popular organizada por la CGT en apoyo a Perón estallaron
dos bombas y el gobierno hizo un llamado a la conciliación nacional, el discurso se tornó pacifista. El mensaje
de paz de Perón fue ignorado, y como consecuencia amenazó con renunciar. LA CGT organizo una
movilización en la Plaza de Mayo para apoyarlo y el retiro su renuncia, pronunciando un discurso en el que
expreso que la violencia seria respondida con más violencia y por cada uno que caiga de ellos caerían cinco de
sus opositores.
 Sin embargo nada de eso ocurrió. El peronismo cayó casi sin poner resistencia dos semanas después cuando
estallo en Córdoba una sublevación militar encabezada por Lonardi el 16 de septiembre. Luego de su
renuncia huyo al exilio al que volvería 17 años después. Así se cierra un ciclo clave de la historia argentina.
Los años peronistas (1943-1955): La democratización del bienestar - Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza.

El 17 de octubre de 1945 finalmente llegó la hora de las masas de la mano de Perón. La al sorpresa primero y
la condena después dominaron la actitud del mundo político porteño. La crónica de la movilización peronista se
detuvo sobre detalles que comportaban una ruptura respecto de lo que cabida esperar de una manifestación obrera.
Incluso los propios comunistas se apresuraron a decretar que “los pequeños clanes con aspecto de murga que
recorrieron ayer las calles de la ciudad no representaban a ninguna clase de la sociedad argentina.
Durante los quince años previos la estructura económica y social había experimentado importantes y continuos
cambios debido a las consecuencias de la depresión mundial de 1929 y del estallido de la Segunda Guerra Mundial. El
cierre de los mercados europeos y la depreciación de las exportaciones agropecuarias argentinas en los primeros
años de la década del treinta forzaron a la élite conservadora en el poder adoptar una serie de medidas de
emergencia. Así, el control de cambios establecidos para velar por el equilibrio de la balanza de pagos creo incentivos
para la producción local de manufacturas. Un número significativo de empresas extranjeras que abastecían el
mercado nacional reaccionó rápidamente y se instaló en el país, poniéndose al abrigo de las barreras
proteccionistas indirectas levantadas por el gobierno.
Luego, la guerra, al dislocar el comercio internacional, acentuó todavía más las medidas defensivas que
dirigían naturalmente el crecimiento del país hacia el mercado. Al final del conflicto bélico un vasto espectro
de fábricas y talleres manufactureros rodeaba el cinturón de Buenos Aires, el epicentro del cambio económico.
Paralelamente al crecimiento industrial se produjo un importante reordenamiento de la población en el
territorio nacional, que se tradujo en una mayor urbanización. Aquí opero tanto la expulsión de pobladores de las
zonas agrícolas en como, sobre todo, la atracción ejercida por las nuevas no por y unidades de empleo que surgían
en las industrias y en las actividades de servicios de las ciudades. Los nuevos de trabajo fueron ocupados por grandes
masas del interior del país que migraron los centros urbanos, en especial a Buenos Aires y su periferia.
Visto en perspectiva, su impacto sobre Buenos Aires puso en marcha un proceso en cierto sentido comparable con el
que dio lugar a la masiva inmigración extranjera medio siglo antes. Partiendo de 1870 y después de sesenta años de
inmigración casi ininterrumpida podría decirse que la sociedad argentina se hizo de nuevo y que ésa fue la obra de los
propios migrantes y sus descendientes. Por medio de la mezcla y la aculturación, estos crearon una sociabilidad. Las
repercusiones del proceso puesto en marcha por la llegada de la población extranjera al país se observaron, así
principalmente en el plano social, donde además se verificó una intensa participación que sirvió de vehículo a sus
demandas hacia los poderes públicos. Los efectos de dicho proceso en el terreno político-electoral fueron casi nulos
porque la gran mayoría de inmigrantes optó por no adquirir la ciudadanía argentina. Esta
situación paradójica comenzó a revertirse gradualmente, con el ingreso a la vida política de los hijos de los
inmigrantes.
Las transformaciones que trajo consigo el período de migraciones internas constatan una trayectoria diferente. Breve
había sido el tiempo transcurrido desde que abandonaron sus lugares de origen cuando los provincianos fueron
llamados a desempeñar un papel político protagónico. Su llegada coincidió con una crisis política y el surgimiento de
un líder necesitado de apoyo popular, lo cual les abrió las puertas a una influencia temprana y decisiva en el terreno
político-electoral. Sin embargo, no habrían de tener una influencia equivalente en el plano social, ya que no
encontraron a su arribo al área metropolitana un escenario comparable al que recibió a los inmigrantes europeos
medio siglo antes, un escenario relativamente vacío en términos de la población y las instituciones existentes. Por lo
tanto, más que ante una sociedad toda por hacerse se encontraron con una sociedad sustancialmente hecha. Lo que
los puso en movimiento fue un proceso de asimilación o incorporación de los recién llegados en la sociedad
receptora.
Un país más vertebrado
El escenario físico sobre el que tuvo lugar este nuevo episodio en el proceso de la integración de la sociedad
argentina fue el de un país más vertebrado, un país en el que sus habitantes distribuidos en el territorio estaban en
una relación más estrecha entre sí.
Esto se debió a:
La mayor urbanización: Durante la década previa su magnetismo se había ejercido principalmente dentro de la región
pampeana. Una vez instalado el peronismo en el poder, la atracción del Gran Buenos Aires llego hasta las provincias
más lejanas, de donde partió la nueva ola de migrantes que engroso la marcha sostenida de la urbanización. El
crecimiento de origen migratorio en el periodo, incluyo, así mismo, un contingente de inmigrantes europeos al final
de la Segunda Guerra.
La fuerte concentración geográfica: La distribución de los pueblos y las ciudades reflejó el inalterable predominio de
la región pampeana en el poblamiento del territorio. En los años cuarenta y cincuenta, los contactos y las redes
propias del mundo urbano constituían el ambiente natural de la mayoría de los hombres y mujeres del país.
La expansión de los modernos medios de comunicación: Por su capacidad de suscitar un sentimiento de comunidad a
la distancia y en forma instantánea entre millones de personas, la radio habría de ser el medio más efectivo para
fortalecer el proceso el proceso de homogeneización cultural promovida por la escuela pública y el servicio militar. La
radio también sirvió para difundir una experiencia que también caracterizo esos años y por medio de la cual los
argentinos ganaron un mejor conocimiento de la geografía del país. Nos referimos a la transmisión radial de las
competencias de turismo de carretera. Además. Aquí la radio ejerció un papel de primer orden al galvanizar los
vínculos formados a partir de las adhesiones masivas que los clubes de futbol de la capital despertaban en las
provincias. El futbol argentino era por definición el futbol de Buenos Aires.
El nuevo episodio en la integración social de la Argentina que tuvo lugar en los años del peronismo encontró la
plataforma propicia para dilatar su influencia y transformarse en una experiencia de alcance nacional. Sin duda, las
políticas lanzadas desde el Estado se propusieron ese objetivo.
La sociedad móvil
En relación con los inmigrantes internos que empezaron a arribar al Gran Buenos Aires desde mediados de la década
del treinta en adelante, los recién llegados tendieron a ubicarse en los niveles más bajos de la pirámide social,
empujando a los que ya estaban hacia arriba, a posiciones obreras más altas y hacia los estratos medios. Este fue un
periodo de ascenso social. Para los peones y jornaleros que venían del interior la entrada al mercado de trabajo del
área metropolitana significó de por si un movimiento ascendente porque se trataba de ocupaciones con ingresos
superiores a los que recibían en sus zonas de origen. Entre tanto, para los trabajadores residentes en la ciudad el
crecimiento económico de la época trajo aparejada la expansión de nuevas fuentes de empleo. La suma de estas
experiencias de movilidad infundió durante estos años un renovado vigor al secular proceso de integración de la
sociedad argentina.
A partir de este perfil ocupacional, puede obtenerse una idea bastante aproximada de los cambios en la estructura
social por medio de la clasificación de las ocupaciones registradas en los sectores de actividad según su ubicación en
la organización económica y luego por su agrupamiento en grandes conjuntos en términos de clases sociales.
La sociedad móvil de los años del peronismo fue, pues, una sociedad con una estructura de ingresos más igualitaria.
Y, con más ingresos disponibles, los argentinos pudieron consumir más y en forma y en forma más variada. La
evolución de los dos rubros básicos del presupuesto de las familias(los alimentos y las viviendas) tuvo un papel
central en la elevación de los niveles de vida de la población, particularmente de los estratos populares.
Las vías de acceso al bienestar social (la parte que el profe dijo que había que prestarle más atención)
Con la redistribución de los ingresos y la expansión de los consumos, la prosperidad de los años del peronismo fluyó a
lo largo de la pirámide social urbana como nunca antes en el pasado. Esta vivencia directa y palpable en los más
diversos aspectos de la existencia cotidiana tuvo distintas implicaciones dentro de la población. Entre los sectores
trabajadores de más reciente radicación ella significo la ampliación de sus horizontes más allá de las necesidades
inmediatas de subsistencia. Para los obreros más establecidos, los empleados los empleados y las clases medias
represento el acceso a una mayor variedad de bienes y un mejor aprovechamiento de los beneficios de las políticas
sociales y del gobierno. Esto se refleja en:
La cuestión de la vivienda: La pregunta acerca de cómo garantizar abrigo y techo había ganado relevancia pública. La
decisión de congelar los alquileres y prohibir los desalojos adoptada en 1943 puede ser vista como una expresión de
ello. El gobierno del presidente Castillo procuro neutralizar los efectos de la presión sobre el mercado inmobiliario
que ejercía la influencia creciente de nuevos residentes urbanos.
En términos generales, se puede afirmar que la casa propia, que simbolizaba desde principios del siglo la culminación
ideal de la aventura del ascenso individual, permanecía todavía fuera del alcance de muchos.
Para ampliar el mercado de la construcción, en 1948 fue aprobada la Ley de Propiedad Horizontal, la cual admitió la
división de la propiedad por unidades permitiendo, en consecuencia, la adquisición de departamentos.
La iniciativa oficial más importante para democratizar el acceso a la vivienda se concretó a través del crédito barato
por intermedio del Banco Hipotecario Nacional, los cuales operaron como mecanismos de redistribución de ingresos
ya que no requerían depósitos previos y sus tasas de interés no se reajustaban al ritmo de la inflación.
Además, el gobierno tomo a su cargo la construcción de viviendas con destino a sectores de menores recursos. El
crecimiento del Gran Buenos Aires, descanso en el proceso más molecular de la autoconstrucción, a partir del
financiamiento bancario y el loteo de masivo de tierras.
La contrapartida fue la situación en que se encontraron los pobladores sin dinero suficientes para alquilar o comprar
un lote de terreno en cuotas. Para ellos la alternativa disponible fue convertirse en ocupantes, a menudo ilegales, de
tierras fiscales en zonas inundables o de escaso valor, en las llamadas “villas de emergencia”.
Políticas de protección social: Comenzando por las jubilaciones. Durante los primeros años del peronismo el régimen
jubilatorio opero con un enorme superávit ya que era muy reducida la proporción de beneficiarios, circunstancia que
permitió al gobierno contar con ingentes recursos para financiar las cuentas públicas.
En 1944 fue creado el Instituto Nacional de Previsión Social con dos finalidades. La primera, promover la jubilación
entre los trabajadores que carecían de ella. Este objetivo fue, inicialmente, alcanzando como ya indicamos por medio
de las cajas para los empleados del comercio y el personal de la industria. La segunda finalidad fue incorporar a los
diversos esquemas jubilatorios en un régimen unitario para coordinar su acción y reducir la desigualdad de derechos
y obligaciones existentes entre sus beneficiarios.
El resultado de la gestión peronista fue, así, la extensión de la red de protección social a secciones más amplias de la
población pero también la fragmentación de la solidaridad pública en función de la distinta capacidad de presión de
las categorías de trabajadores en el mercado.
Política de la salud pública: La acción gubernamental tuvo una envergadura inédita y queda asociada a la figura de
Ramón Carrillo, designado al frente de la recién creada Secretaría de Salud Pública en 1946. Carrillo procuró llevar a la
práctica el programa desarrollado por el pensamiento sanitarista, un programa que ponía el acento en el primado de
la intervención estatal y que confiaba a esa intervención la misión de centralizar las tareas de atención médica y de
asistencia social a los efectos de una acción integral.
Se realizaron fuertes inversiones en la construcción de hospitales y puestos sanitarios, así como de los trabajos de
modernización organizativa llevados a cabo para corregir las deficiencias heredadas del sistema de salud.
Paralelamente, las campañas masivas y de alcance nacional para erradicar las enfermedades endémicas fueron una
actividad central de la gestión.
La acción del Ministerio de Salud Pública fue respaldada por la realización de obras de infraestructuras (desagües
cloacales, construcción de acueductos y la provisión de agua potable).
Actividades asistenciales: Su radicación en el ámbito de la Secretaria, más tarde, Ministerio de Trabajo y Previsión,
habría de dar el marco institucional para un desarrollo todavía en ciernes de la acción sindical: la provisión de
servicios de salud a los afiliados. Como parte de la relación privilegiada de los gremios con el gobierno peronista
surgirán, así, las primeras obras sociales sindicales y lo harán en forma independiente de la pretensión del ministro de
Salud de colocar bajo un comando unificado la atención médica y la asistencia social en el país. En 1952, el Segundo
Plan Quinquenal confirmo el eclipse de ese proyecto l incluir entre sus metas que los gremios desarrollaran sus
propios servicios asistenciales.
Expansión de la educación: Se realizó una intervención pública bastante consistente a lo largo del tiempo y del valor
arraigado que la educación tenía en grandes franjas de la población como medio para el ascenso social. Se
incrementó la participación de los gastos en educación dentro del presupuesto nacional. Con la reorganización
administrativa y los mayores recursos financieros se puso en marcha una activa política dirigida a ampliar el acceso a
la enseñanza. Sus resultados fueron visibles en todos los niveles pero sobresalieron en particular los alcanzados en el
nivel secundario. Sus resultados fueron vistos en parte por medio de la evolución de los índices de analfabetismo.
El desarrollo del turismo de masas: Este fue un objetivo que estuvo presente desde un comienzo en la gestión del
peronismo. Lo que habría de distinguirla sería más la envergadura que la novedad de las iniciativas a través de las
cuales se concretó. El esparcimiento en los lugares de veraneo como programa del uso del tiempo libre venía
creciendo sostenidamente en la década del treinta, difundiéndose entre capas más amplias de la población.
El balneario de Mar del Plata y las sierras de Córdoba eran los destinos preferidos en el paisaje turístico del país, que
incluía asimismo centros lejanos y todavía incipientes en torno de las Cataratas del Iguazú, las estaciones termales de
Mendoza y Salta y el lago Nahuel Huapi. Al tren se agregó ahora el automóvil y luego el ómnibus y con ellos aumentó
el flujo de veraneantes, atraídos por la proliferación de hoteles y pensiones al alcance de bolsillos más modestos.
El desenlace conflictivo de la democratización del bienestar
El proceso de democratización del bienestar a que asistió el país durante la década peronista puede ser condesado en
una imagen, la de una familia típica tal como aparece en forma recurrente en la propaganda oficial y los libros de
lectura de la escuela.
Para Buenos Aires y los grupos más establecidos de su estructura de poder y prestigio, la coexistencia con los efectos
de la democratización del bienestar no sería empresa fácil.
Por un lado estaba la velocidad con la que se producía el cambio en distintos planos. El largo brazo del Estado hizo
que todo sucediera a la vez y rápidamente, el incremento del número de los asalariados, el desarrollo del
sindicalismo, la redistribución de los ingresos y los bienes públicos y, en un nivel más profundo, la crisis de la
deferencia y del respeto que el orden social preexistente acostumbraba a esperar de sus estratos más bajos.
Por otro lado, lo que volvía todavía más difícil la asimilación del cambio era el tono desafiante con el que eran
introducidas sus novedades.
De este modo, Buenos Aires se convirtió en el escenario de un conflicto cultural por medio del cual la sociedad
urbana reaccionó frente a aquello que resumía ejemplarmente cuanto tenía de irritante el cambio social impulsado
por el peronismo.

La “Revolución Argentina” y la crisis de la sociedad posperonista (1966-1973) – Sergio Nicanoff y Sebastián


Rodríguez

Introducción:
El 28 de junio de 1966 Argentina asiste por quinta vez en 36 años a una interrupción de los mecanismos
institucionales previstos por el juego democrático representativo. (Golpe de Estado). Las FFAA constituyeron un
elemento coercitivo que impone por la vía de las armas el derrocamiento de un presidente electo, y la institución
militar toma las riendas del nuevo gobierno. El golpe de Estado del 66 inaugura una novedad en la dinámica de las
intervenciones militares: la autodenominado “Revolución Argentina” se presenta así como la fundadora de una nueva
República, de un golpe de Estado que se aboca a la tarea de reconstruir la sociedad en su totalidad para librarla de los
males crónicos que se le diagnostican. Este periodo sienta el precedente de su lógica y trágica dictadura que se inicia
el 24 de marzo de 1976 bajo el rótulo “proceso de reorganización Nacional”.
EL GOLPE:

Luego del derrocamiento de Perón en 1955 el sistema institucional del país no había logrado recomponerse. A la
proscripción del peronismo se agregaba la debilidad propia de los gobiernos de turno, que se sucedían uno tras otro
sin lograr establecer un grado de legitimidad que les permita terminar sus respectivos mandatos. El gobierno de
Arturo Illia no sería la excepción. Instalado en el poder luego de haber triunfado en las elecciones de 1963
representando a la UCRP, Illia tenía los días contados. Los años de su gobierno fueron cargándose de tensiones que
terminaron en el desencadenamiento del golpe más preparado y anunciado de la historia hasta ese momento. En
primer lugar, las elecciones para la gobernación de Mendoza (entre Perón y Vandor, líder de los metalúrgicos y de
organizaciones peronistas cuyos resultados ratificaban el liderazgo del general pronunciaban un triunfo del
justicialismo para las elecciones de gobernador) esto hacía temer a los sectores anti peronistas del ejército y la
Marina donde en las elecciones del 62 el peronismo se había alzado con un claro triunfo. En este sentido la figura del
“golpe de estado preventivo” parecía la única solución. Las políticas económicas de Illia ponían límite a las prebendas
de las empresas petroleras y químicas norteamericanas, comenzaba a incomodar a los grupos más poderosos de la
economía. La incompetencia de la cual se acusaba al gobierno para reprimir los conflictos obreros en los ingenios
azucareros de Tucumán parecía ser el disparador de la cuenta resigna al golpe... Los medios de prensa y
comunicación llevo a la opinión pública a aceptar y consensuar la necesidad de un recambio institucional. La
reconstrucción de la figura negativa de Illia se complementó con la magnificación de Juan Carlos Ongania – quien
encabezaría el golpe de estado- como el hombre del momento, inicie irreemplazable para sacar al país de su letargo.
Parecía como la única esperanza capas de condensar dos elementos, seguridad y desarrollo, Illia era condenado por
carecer de las virtudes que la urgencia requería, cosas que Ongania tenía.
La alianza golpista
El 28 de Junio de 1966 Ongania llegaba al poder con un amplio apoyo de la sociedad civil. Con el sustento de la Iglesia
Católica (dispuesta a negociar poder con los militares), con el aval de la central obrera (vandorismo quienes perdieron
con Perón y no querían que el “viejo caudillo” vuelva) y con el apoyo mismo de Perón, quien de su exilio saludo con
buenos augurios a la asunción del gobierno militar, ya que no podía evitarse regocijar que el peronismo no fuera el
único partido proscripto, sino uno más. Los militares apuntaron a la fracción de la burguesía ligada al capital más
concentrado de la economía, los llamados “tecnócratas” hombres letrados en la economía, cultores de un liberalismo
y de visiones monetarias de ajustes y consideraban cualquier tipo de conflicto social como disfunción al, y por lo
tanto causa de ineficiencia económica.
El golpe del 66
El modelo del ISI había comenzado a mostrar sus límites ya durante el primer gobierno peronista. A estos males
contribuía un sector agropecuario atrasado, organizado en un régimen latifundio con estacas inversiones en capital
fijo y maquinaria, incapaz de generar divisas que el sector industrial requería para continuar funcionando. El modelo
de industrialización liviana no integrada, basada en producción de bienes de consumo e intermedios requería de
periódicas y continuas importaciones de insumos y tecnología. Además el aumento de los salarios de los sectores
populares y clase media restringía los saldos exportables, ya que el aumento de los salarios se volcaba en un in rento
de la demanda de bienes de consumo procedentes de la producción agropecuaria. Las divisas del agro tendrían a
decrecer mientras que los de la industria iban en aumento. El segundo plan quinquenal de Perón intentó dar solución
a este círculo vicioso de stop and go. De más está decir que Perón no pudo concretar este proyecto. El gobierno de
Frondizi intentó algo similar, la tecnología de punta, la industria pesada y el incentivo para atraer capitales
extranjeros aparecían como prioridad. Sin embargo este impulso también encontró límites a la hora de su aplicación
concreta. El gobierno de la ICRI sentó un punto de no retorno en el modelo de desarrollo industrial a partir de la
llegada de capitales extranjeros que se instalaron en sectores estratégicos de la economía y terminó en otro golpe de
estado. La facción colorada de las FFAA ligada a los intereses liberales y siempre presente la burguesía terrateniente
fue la que apoyo el derrocamiento de Frondizi en un último intento de revivir el modelo de desarrollo del campo y la
apertura económica. Las FFAA devienen entonces de la burguesía monopoliza ligada al capital transnacional y llevan a
cabo tareas necesarias para allanar el camino a la introducción de modificaciones estructurales de la economía
argentina. Los intereses de la “Revolución argentina” no fueron otros que los de la burguesía industrial monopólica. El
rol de las FFAA fue de proteger a la burguesía industrial y reprimirá la clase obrera, a los conflictos sociales que
generaría la implementación del plan económico de Krieger Vasena, min de economía,
El plan de la dictadura:
Se planteó un cronograma de acción en tres tiempos:
1) “tiempo económico” se llevaría adelante un programa de reformas ya mencionados que tenía como objetivo
reformular profundamente el modelo de acumulación de capital.
2) “tiempo social” de acuerdo con los grandes tecnócratas y FFAA los beneficios del crecimiento industrial se
expenderían en una suerte de derrame hacia el resto de la sociedad, es decir, se sostenía mediante un
eufemismo poco convincente que para que las necesidades del pueblo puedan satisfacerse, primero debían
satisfacerse los de la burguesía.
3) “Tiempo político” en el que la sociedad una vez reestructurada de raíz, podría volver a tomar n sus manos la
responsabilidad de la democracia.
Plan Económico
El plan económico de Krieger Vasena pretendía incentivar la modernización a través de la racionalización. Se
buscaba que Argentina se abriera al mercado mundial como exportadora de productos manufacturados mediante
la industria.
El segundo pilar del plan proponía erradicar los sectores de la economía considerados irracionales e
improductivos, lo cual llevaría a cierres de pymes y a la concentración en manos de empresas de capital
vinculadas con intereses extranjeros.
Para llevar a cabo las tareas de desarrollo industrial, se basaron en una fuerte devaluación del 40% de la moderna
nacional, con miras a frenar la inflación para favorecer las inversiones. A diferencia de detener el crecimiento
económico industrial para beneficiar al sector agro exportador, esta vez se buscaba mantener el nivel de
actividad evitando la transferencia de ingresos de la industria hacia el agro. Para lograr esto, se establecieron
retenciones a las exportaciones de inigualable magnitud que la depreciación del peso.
En el campo laboral se interrumpían por dos años las prerrogativas de los sindicatos de negociar la convención
colectiva tripartita. La introducción de tecnología de punta en las plantas de producción intensificaba las jornadas
de trabajo a la vez que dejaba a buena parte de la mano de obra que no lograba adaptarse al tren del progreso.
La clase obrera era no sólo relegada sino reprimida con ferocidad a la hora de imponer ajustes estructurales, en
las plantas fabriles de punta, la consigna era incrementar la productividad de trabajo sin importar las condiciones
de trabajo.
La explotación del trabajo comenzaba a centrarse cada vez más en la extracción de “plusvalía relativa”, lo que se
buscaba ahora era abaratar el costo de producción de la fuerza de trabajo disminuyendo la cantidad de tiempo
invertido en la confección de las mercancías, así en una misma jornada de trabajo, los ritmos de intensidad de la
producción debían incrementarse de mando que el obrero logrará producir más pero en igual cantidad de
tiempo. Además, hubo un congelamiento de los salarios, que se habían afectado por la devaluación. La CGT
vandorista, que poco atrás había saludado al golpe desatado, se cargó contra el gobierno decretando una serie de
medidas de fuerza. La respuesta de Ongania no se hizo esperar. La central obrera fue intervenida y las huelgas
reprimidas con ferocidad.
La reestructuración de la sociedad en su conjunto
El onganiato acordó la “Doctrina de Seguridad Nacional”, que consistía en depurar la sociedad y extirpar los
nichos de subversión. Se dedicó por intervenir universidades nacionales y provinciales, consideradas semillero del
marxismo donde el “exceso de pensamiento” podía hacer peligrar la misión encomendada de la Revolución
argentina. El episodio del 29 de Julio de 1966 en la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA donde la resistencia del
cuerpo de profesores y alumnos con motivo de desalojo sitio una jornada represaba conocida como “la noche de
los bastones largos” generadora de una masiva “fuga de cerebros” del país, entre ellos el futuro premio Nobel de
medicina Dr. César Milstrein.
Por último se intentó modificar las pautas de conducta de la sociedad en su conjunto, combatiendo todas las
actitudes indecorosas y que no encajaban en el estilo de vida “occidental y cristiano”, desde la ley de censura a
los medios de comunicación y cinematográficos, hasta detener a personas con actitud sospechosa como la de
lucir pelo largo, y las famosas incursiones en los hoteles alojamiento en busca de ilegalidad extra matrimonial.
Contradicciones del régimen
Ongania hacia dudar su posible concreción, a lo que el general Alejandro Lanusse comenzó a pensar en el modo
de desplazar a Ongania del puesto de Presidente de la Nación. En cuanto al proyecto económico no conseguiría
establecerse de manera definitiva. Su dinámica encubría sus propias contradicciones y en poco tiempo llevaría a
una economía estancada y con los mismos problemas de siempre. Las empresas transnacionales no iban a
reinvertir sus ganancias en el país sino que las repartirían en sus casas del exterior. La represión no sólo había
logrado contener la protesta y el conflicto laboral, sino que, ante las respuestas del gobierno aumentarían en
escala creciente. Así, el cierre de todos los canales de participación política, la intervención de las universidades y
de los sindicatos, sumado a la feroz represión tanto en la vida laboral como cotidiana, llevaría a que una olla a
presión sin válvulas de escape tomará la forma de un frente opositor heterogéneo pero con un mismo interés. La
cuenta regresiva del onganiato se había iniciado, su primer estruendoso estallido fue en la ciudad de Córdoba el
29 de mayo de 1969.
Él cordobazo
Ya desde el segundo gobierno de perón, Córdoba se transformaría en el segundo centro industrial del país
después de Buenos Aires. Especializados en la fabricación de motores para la Fuerza Aérea, vehículos de uso
militar y motocicletas. Esta transformación genero por supuesto una importante demanda de mano de obra
industrial y de personal técnico calificado. La instalación de la Fiat italiana y la empresa automovilística Káiser
terminarían este proceso.
De esta manera aprecia un nuevo proletariado en las zonas aledañas, convocando la posibilidad de conseguir
trabajo en las grandes empresas y obtener salarios más altos en comparación con otros empleos. La clase obrera
cordobesa había alcanzado niveles importantes de organización y politización. El clima laboral cultural donde los
trabajadores de las grandes fábricas habían establecido vínculos solidarios que excedían a las fábricas.
Junto a la clase trabajadora, el peso social del movimiento estudiantil confirmado por jóvenes de Córdoba era
muy visible. La mecha había sido encendida por el gobierno al derrotar el “sábado inglés” ley por la que una
semana laboral de 44 horas tenía una paga de 48 hs.
Las grandes empresas automotrices se enfrentaban a una fuerte competencia de empresas instaladas en Buenos
Aires, generando descontento en Córdoba. También dada la necesidad de redimensionar los costos, implicaba
para los trabajadores un aumento en la velocidad de las líneas de montaje, presiones de todo tipo para aumentar
la productividad y una jornada de trabajo no más larga sino más intensa. En Córdoba se canalizaría una ola de
conflictividad contra las políticas del onganiato. El cordobazo sería la culminación de un proceso de luchas. Como
antecedente insoslayable, una seguidilla de asesinatos comedias por las “fuerzas del orden” días previos al
cordobazo. El 15 de mayo caía en corrientes un estudiante de medicina, luego una protesta contra la privatización
del comedor estudiantil universitario llevó a una represión con otro asesinato, ante una marcha por ese
asesinato, un estudiante de 15 años fue asesinado. La respuesta enfurecida de los manifestantes genero
enfrentamientos que se prolongaron por horas en distintos puntos de la ciudad en los que las fuerzas de
seguridad fueron desbordadas. La protesta del 29 de mayo se transformaría en un paro activo de tareas y
movilización por el centro de la ciudad. El inicio de la jornada se tiño de sangre cuando la policía intentando
defender una columna de trabajadores, provocó la muerte de un obrero. Para el mediodía las hogueras se
extendían por 150 cuadras. Para la tarde las topas del tercer cuerpo del ejército avanzaban sobre la ciudad de la
que los manifestantes de habían adueñado. Los detenidos fueron juzgados, y el cordobazo culminaba, después de
dos días, con más de 60 muertos, centenares de heridos y alrededor de 300 encarcelados. El aumento de la
conflictividad social repercutía directamente sobre las FFAA.

CRISIS ORGÁNICA Y LOS NUEVOS ACTORES SOCIALES

Esta crisis hegemónica se expresa en una “crisis de autoridad...o crisis de Estado en su conjunto”, donde el
dominio es cuestionado en diversos planos por las clases subalternas y éstas comienzan a esbozar al menos en
potencia las líneas de un proyecto propio y ajeno a las estrategias de la primacía ideológica de quienes detentan
el poder. Al viejo reclamo democrático de poner fin a la proscripción del peronismo y permitir el retorno de Perón
al país, se agregaban las demandas de amplios sectores sociales, cansados del autoritarismo, y se expresaban en
sus luchas para enfrentar la ofensiva del capital en el nivel de las fábricas. La crisis orgánica se potenciaba con la
existencia de un Estado que, se caracterizaba por la vulnerabilidad ante las demandas de las distintas coaliciones
sociales dado que carecía de una organización burocrática con capacidad de generar un orden político estable,
por lo que, al sostenerse solo en el autoritarismo, se vería desbordado por una sociedad civil fuertemente
movilizada.
La rebelión obrera
La avalancha de desobediencia civil tuvo su epicentro en la aparición, de un nuevo activismo social. La CGTA y el
clasismo. LA primera se la muestra motorizada centralmente por aquellos sindicatos directamente afectados por
la reestructuración económica diseñada por Krieger Vasena, de tamaño más pequeño y provenientes de ramas de
la producción cuya organización se caracterizaba por ser más atrasada que las industrias de punta.
Se analiza su nacimiento como un proceso surgido en las plantas industriales instaladas en el país desde la década
del cincuenta. La preocupación principal que motorizaba las luchas del clasismo no es esencialmente la
marginación, la desocupación o el conflicto salarial, sino que se encuentra en la pelea por modificar las
condiciones del trabajo dentro de las fábricas. La predica gremial del clasismo se orienta hacia los ritmos de
producción, la insalubridad de ciertas tareas, la clasificaciones y categorías de los obreros, en esencia a disputarle
al capital el escenario del control de la planta fabril.
La CGTA desarrollará su accionar en un contexto de debilidad del movimiento obrero y de fortaleza de la
dictadura, por lo que su rebelión ayudara a galvanizar el espíritu de lucha de sectores de la población justo en el
momento en que el proyecto gubernamental aparecía como indetenible, señaló el renacimiento de dos
reconciliaciones importantes y estrechamente vinculadas, la primera entre la clase obrera y la izquierda y la
segunda entre la clase obrera y el movimiento estudiantil. Si su trayectoria se tornó efímera se debe
fundamentalmente a dos factores. El primero fue indudablemente el rol de Perón que lo llevó a alentar el
surgimiento del ala sindical disidente, él tendió puentes abogando desde España por la unificación del
gremialismo en una única central obrera, terminando pro autorizar a la central combativa hasta ordenar su
disolución y la reunificación en la CGT.; la obediencia irrestricta de muchos sindicalistas combativos a las órdenes
de Perón debilitó a la CGTA limitando sus posibilidades de crecimiento.
El segundo factor que llevó a la desaparición del a central fue la intensidad de represión estatal. Entre ello, una
coyuntura determinada le dio la posibilidad al gobierno de lanzar el ataque final contra la central rebelde: el
asesinato de Vandor el 30 de junio de 1969 en la sede de la Unión Obrera Metalúrgica. Onganía aprovechó la
ocasión para decretar el Estado de sitio, intervenir los sindicatos ligados a la CGTA, ilegalizar de manera definitiva
a la central y detener, a Raimundo Ongano bajo la falsa acusación de estar relacionado con el crimen; lo que llevó
finalmente a la disolución de la central.
En los primeros meses de 1970 la conducción burocrática del Sitrac de la planta de Concord de Fiat fue repudiada
por los trabajadores tras la firma de un convenio colectivo de trabajo con la empresa que no contenía ninguno de
los reclamos sentidos por las bases. Allí se inició una escalada del conflicto entre los dirigentes gremiales, la
empresa y los funcionarios gubernamentales por un lado y la inmensa mayoría de los trabajadores por el otro.
Esto terminó con la victoria de los reclamos de los obreros. El ejemplo pronto se trasladó a Fiat Materfer, donde
también los representantes sindicales de Sitram fueron repudiados y desplazados. Ambos sindicatos, pasaron a
actuar en conjunto sembrando la semilla de una lógica sindical diferente. La nueva generación de activistas
sindicales puso en marcha formas organizativas que poco tenían que ver con las adoptadas por el sindicalismo
tradicional como las asambleas abiertas, la toma de plantas con rehenes de la gerencia, paros activos con
movilización o huelgas de hambre.
En el marco de la Revolución Argentina, el clasismo expresaba un discurso de corte anticapitalista y socialista. El
accionar reivindicativo asumía objetivamente un perfil político de desafío al núcleo del sistema encarnado en la
complicidad entre las empresas monopólicas transnacionales, las Fuerzas Armadas y la diligencia sindical
nacional.
En buena medida, la lucha del clasismo creció porque conjugaba con buena parte de la sociedad debido a que
una lucha contra el autoritarismo en la sociedad. Es también importante señalar que las agrupaciones obreras
que formaban parte del ideario clasista, nunca llegarían a conformar una estructura política gremial unificada. El
intento más cercano fue probablemente el Congreso realizado en la ciudad de Córdoba en agosto de 1971
convocado por Sitrac-Sitram, pero a los efectos prácticos, no llegaría a consolidarse.
Los sacerdotes del Tercer Mundo
A fines de la época del cincuenta, Juan XXIII a cargo de la Iglesia, introduciría una etapa de cambios que para
muchos resultaría inesperada. Comenzó a impulsar una serie de medidas que buscaban generar reformas de
notable importancia en la institución eclesial, donde además de defender la necesaria vigencia de los derechos
humanos en el mundo, se oponía a la carrera armamentista característica de la Guerra Fría y abogaba por la
necesidad del dialogo y el entendimiento entre marxistas y cristianos. Este rumbo seria mantenido, por su
sucesor Pablo VI, que prestaría particular atención a los acontecimientos de América Latina y daría luz a la
encíclica Populurum Progressio, en la cual señalaba el carácter legítimo de las rebeliones de las poblaciones que
sufrieran tiranías manifiestas y prolongadas que atentaran contra los derechos humanos. Se gestaba así el primer
encuentro que se llevaría cabo el 1° de mayo en Córdoba donde los religiosos elegirían un secretariado nacional
que entre sus primeras tareas , debía elaborar una carta dirigida al Papa y a los obispos reunidos en Medellín
sobre un tema nodal de la época: la violencia. Nacía un movimiento social que tuvo un rol protagónico en los
acontecimientos venideros. El movimiento expresaba la fuerte sensación de malestar de cientos de curas con el
apoyo que le brindaba a la dictadura la cúpula eclesial. Su creación se engarzaba con la subjetividad de sus
integrantes potenciando un proceso que era previo. La mayoría de los sacerdotes llevaba adelante su
compromiso religioso en barrios obreros, en las villas miseria y barriadas más pobres del país. Surgía un
sentimiento de rebelión contra las injusticias del poder que, de manera creciente, los llevaba a la conclusión de
que ninguna de las tareas de ayuda y caridad podía ser verdaderamente efectiva sin un profundo cambio de las
estructuras económico-sociales que engendraban la pobreza.
Aunados los factores de experiencia cotidiana, los cambios posconciliares de la Iglesia y el rechazo al compromiso
institucional con la dictadura, se articularon las condiciones que pusieron en marcha al movimiento. El
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) se hizo extensiva a otros ámbitos como a la aparición
en la revista Cristianismo y Revolución que hizo una contribución enorme a la difusión del explosivo coctel
político que combinada creencias cristianas, peronismo, socialismo apoyo explícito a la lucha armada.
En líneas generales, la radicalización de elementos cristianos tuvo un fuerte impacto sobre la juventud.
Particularmente aquellos que acompañaban las tareas religiosas y sociales de los curas tercermundistas
recorrerían un camino de incorporación a la vida política que se asemejaba en mucho al tránsito realizado por sus
mentores.
Comenzaba como un sentimiento de rebelión ante las injusticias sociales con las que se encontraban y se
consolidaba en una visión del mundo que incluía una nueva forma de concebir la doctrina cristiana.
Los tercermundistas eran un afluente clave del torrente social que se enfrentaba a la dictadura, tuvieron un
destacado papel en el conflicto desatado alrededor de las villas miseria cuando Ongania promulgó la ley de
erradicación de las mismas que se proponía el traslado compulsivo de sus habitantes a unos núcleos
habitacionales transitorios que, como pronto se comprobó, eran inexistentes.
El tercermundismo influyó además en el trayecto de peronizacion de los sectores medios ya que un sector
mayoritario de ellos hacia cada vez más publica su adhesión a la fuerza proscripta, abogando para que no se
repitiera la situación de separación entre los trabajadores y la Iglesia vivida durante el segundo mandato de
Perón. La prédica de MSTS ayudó también a legitimar el uso de la violencia contra el gobierno militar.
Las organizaciones armadas
El gobierno de Arturo Illia conoció dos intentos de desarrollar focos guerrilleros. El primero fue el Ejército
Guerrillero del Pueblo que se instaló en la provincia de Salta, Su líder, Jorge Massetti, estaba directamente bajo la
conducción de Ernesto “Che” Guevara desde el exterior.
Ya durante la Revolución Argentina nuevamente miembros del movimiento peronista llevaron adelante la
tentativa de un foco armado en Taco Ralo, provincia de Tucumán, durante 1968. Aunque la Gendarmería
descubrió tempranamente el campamento y detuvo a la mayoría de sus integrantes, a la reciente organización
bautizada por sus integrantes como Fuerzas Armadas Peronistas sobrevivió a su tropiezo inicial y comenzó una
etapa de crecimiento visible para 1970.
Las condiciones sociales presentes en el país tras el Cordobazo favorecían el despegue de un amplio número de
organizaciones armadas: Fuerzas Armadas Revolucionarias, Fuerzas Argentinas de Liberacion, Ejército
Revolucionario del Pueblo, Guerrilla para el Ejercito de Liberacion, Fuerzas Armadas Peronistas, Descamisados y
Montoneros. Existía un conjunto de aspectos y concepciones que las unían a partir de la opción común por la
lucha armada.
 Se acercaban a un análisis que enfocaba la violencia organizada como una forma superior de lucha que
permitía superar el espontaneismo de los conflictos sociales anteriores.
 Todas coincidían en poner en el centro de su accionar el problema del poder del Estado y en criticar las
tradiciones más antiguas de la izquierda argentina por sus estrategias de cambio graduales, por etapas y
centralmente electorales. Seguros de que las clases dominantes habían demostrado de sobra su
predispoción a aniquilar tempranamente cualquier alternativa de cambio, descartaban de plano por
irrealizable la posibilidad de acceder al poder por la vía pacífica y postulaban la necesidad de la
destrucción de los organismos represivos del Estado y su reemplazo por un nuevo sujeto: el ejército
popular.
 Todas ellas fueron influenciadas por la Revolución Cubana. Esto actuaría como un irradiador de
conciencia hacia las clases explotadas que, en la medida en que la guerrilla se desarrollara, irían pasando
de la simpatía política a la lucha frontal al convencerse de que el triunfo era posible
 Tenían una concepción estratégica: “la guerra integral, popular y prolongada”. La guerra integral
implicaba que este enfrentamiento debía llevarse adelante adoptando todos los medios posibles de
lucha, era popular porque todo el pueblo debía comprometerse en el conflicto, dejando afuera solo a las
clases sociales y fracciones comprometidas con el dominio imperialista. Y era prolongada, porque no
podían fijarse límites espaciales y temporales al proceso de construcción de la herramienta clave: el
ejército popular.
Todos estos elementos favorecían al menos potencialmente el acercamiento entre sí, aunque nunca llegarían a
unificarse.
Las ligas agrarias
La agitación social no se remitió exclusivamente a los centros urbanos, sino que impactó también en el campo,
generándose luchas del campesinado que dieron lugar a la aparición de una nueva organización social conocida con el
nombre de Ligas Agracias.
Voceros de un reclamo de fondo que cuestionaba la estructura latifundista de la tenencia de la tierra, impulsando
medidas de acción directa que iban desde las concentraciones hasta las huelgas donde se negaban a vender la
producción a los grandes acopiadores, promoviendo la elección de sus autoridades a través de asambleas, las ligas
agrarias fueron otro de los múltiples actores de la protesta social.
En síntesis, tanto las nuevas formas de organización de los obreros (CGTA y clasismo), como el movimiento de los
Sacerdotes del Tercer Mundo, las múltiples experiencias de las organizaciones armadas como las acciones de las Ligas
Agrarias, constituyeron indicadores de que la Argentina de fines de los años sesenta estaba siendo testigo privilegiada
de un proceso en germen, proceso que desde el Cordobazo en adelante iría in crescendo hasta constituirse en una
verdadera situación revolucionaria. Si la dictadura de 1966 había venido para quedarse, sus fisuras internas y las
pugnaciones a las que la sociedad desde sus diversas formas de manifestarse la sometía una y otra vez demostraban
que su tiempo se estaba terminando.
La Violencia
Nos referimos, claro está, al problema siempre abordado y nunca resuelto de la violencia política en Argentina. Al a
luz de la Doctrina de Seguridad Nacional, el conflicto social era entendido como el producto de una conspiración
subversiva mundial que se enmarcaba en el enfrentamiento entre el mundo comunista y el Occidente cristiano.
La esencia del enfrentamiento social de las décadas del sesenta y setenta se reduciría a la lucha entre dos actores en
lo que se popularizó como la “teoría de los dos demonios”. Desde esta visión el conflicto se reduciría a la disputa
entre las Fuerzas Armadas y las organizaciones guerrilleras. Se postulaba que los dos actores tenían en común una
lógica que buscaba imponer su ideología a través del aniquilamiento del contrario, por lo que ambos elitistas y
autoritarios por naturaleza, habían introducido en el país un espiral de muerte y violencia a la que la mayoría de la
población asistía como observadora impotente e inerme, transformándose en víctima de las acciones de militares de
guerrilleros.
Waldmann se anticipa a la formulación dela teoría de los dos demonios cristalizada en el citado prólogo del Informe
de la Conadep señalando la idea acerca de que las organizaciones armadas generaron una suerte de “subcultura de la
violencia”, construyendo un imaginario falso y justificado su accionar “subversivo”. La idea, por lo tanto, gira en torno
de un mismo y reiterativo eje, y es que la violencia no forma parte del desarrollo de una sociedad sino que presenta
una disfuncionalidad.
Respuestas al onganiato
Fue la propia acción de la dictadura la que llevo a que distintos sectores sociales, incluso claramente antiperonistas,
comenzaran a visualizar el uso de la violencia como la única alternativa posible para enfrentar la violencia del
régimen.
El intento de remodelar a la sociedad no se remitía solamente al plano económico y político sino que incluía también
la esfera cultural. Se trataba de modificar las conductas sociales y cotidianas a través de la represión directa a toda
forma de expresión contestataria.
La búsqueda gubernamental de restablecer la autoridad del poder sobre la sociedad a un nivel celular que cruzaba la
realidad de las fábricas, centros educativos y todas las relaciones sociales, publicas y privadas, puso progresivamente
al descubierto el carácter estructuralmente coercitivo del régimen, generando un fuerte descontento social
particularmente visible en los sectores medios que originalmente habían apoyado la llegada del nuevo gobierno.
La lógica asfixiante de la vida cotidiana en la dictadura tiene n ejemplo evidente en el nivel de la universidad. Tras la
eliminación de la autonomía universitaria, se descargaron una serie de golpes ininterrumpidos sobre ese sector. Esa
experiencia seria fundante de la radicalización estudiantil de la etapa y para una parte del movimiento estudiantil se
conjugaría con otro proceso: el de peronizacion.
La dinámica de cambios que operaba en el movimiento estudiantil era el emergente de un fenómeno preexistente y
más de fondo. En la década del sesenta una nueva experiencia de surgimiento de una contracultura surcaba todos los
ámbitos, abarcando la música, la vestimenta, el cine, nuevas formas de relacionarse y de entender el sexo. El
descontento con el mundo heredado, la búsqueda de renovadoras formas expresivas y la experiencia compartida de
la represión del onganiato le daban a ese multifacético mapa expresivo un lenguaje común, una cierta percepción y
sensibilidad compartida que generaba un campo cultural propio y convergente.
El fracaso de reflotar la dictadura
Desde la herida mortal que implicó el Cordobazo, el gobierno de Onganía asistió a un lento pero inexorable deterioro
de su poder político que terminaría por provocar su caída. El desmejoramiento de la balanza de pagos, la caída de
reservas del Banco Central, la interrupción delas inversiones de capital extranjero, la suba de las tasas de interés y la
reaparición de las presiones inflacionarias, lo que ponía en evidencia que el problema de fondo era que la gran
burguesía monopolística había perdido su confianza en el gobierno y lo juzgaba incapaz de mantener el orden. Al
mismo tiempo, las organizaciones del campo, representativas de la burguesía agraria, hacían oír su voz de
descontento de manera cada vez más intensa. Las diferencias dentro de la clase dominante se agudizaban y, si
Ongania pervivió por algún tiempo al derrumbe, esto se debió sin duda a la perplejidad del bloque dominante ante la
situación de aceleramiento de las luchas populares.
El 29 de mayo de 1970, la organización político-militar Montoneros se daba a conocer públicamente a través del
secuestro y posterior ejecución del ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu. El hecho terminaría de acelerar
los tiempos de un golpe interno, y en junio de 1970, los comandantes de las tres fuerzas derrocarían a quien ellas
mismas habían entronizado en el poder.
La junta militar colocaba en la presidencia al desconocido general Roberto Marcelo Levingston, quien llevó adelante
un proyecto propio que consistió en el intento de reestructurar la política de alianzas de la dictadura con el objetivo
de conseguir una dosis de legitimidad mayor para su gobierno. Lanzó una batería de medidas donde se ponía en
marcha una redistribución del crédito bancario más favorable para los sectores pequeños y medianos del capital
agrupados en la CGE, al tiempo que retornaba al esquema proteccionista elevando los aranceles aduaneros a la
importación. Asimismo, para atraer a la burguesía agraria se dispuso suspender el impuesto a la exportación de
carnes mientras que, buscando ampliar la base de sustentación a la burocracia sindical, se otorgaban módicos
aumentos salariales y la promesa de un pronto retorno a la negociación paritaria.
El proyecto partía de la firme decisión de no llevar adelante ninguna apertura electoral, y el propio Levingstion se
encargó de remarcar públicamente que la Revolución Argentina se prolongaría al menos por cuatro o cinco años más.
La búsqueda de relanzar la dictadura muy pronto demostró su inviabilidad estructural y Levingston apenas prolongó
su estadía en la Casa Rosada por nueve meses.
La obcecación del gobierno en negar la posibilidad de elecciones profundizaba el descontento social y lo alejaba de
toda negociación seria con los representantes de los principales partidos que, ante los nuevos tiempos, se
apresuraban a retornar como actores protagónicos dada la probabilidad de reapertura democrática. Un síntoma de
este clima fue la “hora del pueblo” constituida en noviembre de 1970, donde una junta interpartidaria compuesta por
peronistas y radicales, junto a otros partidos menores, exigía públicamente un pronto llamado a elecciones generales
con fecha precisa.
Por último, los intentos de recomposición del bloque dominante se encontraban delimitados y condicionados por la
insubordinación civil, que se hacía sentir de manera incansable. Ninguno de los actores sociales que lideraban la
protesta estaba dispuesto a comprar el espejismo de un régimen dictatorial súbitamente reconvertido a propuestas
“populares”. Por el contario, se reforzaban sus alas más radicales, como los demostraría, en marzo de 1971, el
estallido del segundo Cordobazo, conocido como el Vibrorazo.
La jornada de lucha dispuesta por la CGT provincial el 12 de marzo culminó con la MUERTE DEL TRABAJADOR DE Fiat
Adolfo Cepeda, para desembocar finalmente en los hechos del 15 de marzo, cuando una concentración masiva derivó
en una insurrección aún más intensa que el primer Cordobazo. El episodio terminaría con Levingston derrocado y
Lanusse en la Presidencia.
Lanusse: el “Gran Acuerdista”
A la movilización de la sociedad en su conjunto venía a sumarse, el crecimiento exponencial de las organizaciones
armadas, el estudiantado en pie de lucha y la experiencia del movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. En este
contexto, la Revolución Argentina estaba agotada. La cuestión que se planteaba ahora era la de encontrar una puerta
de salida “digna” para las cabezas visibles del golpe de junio, y por otro lado establecer una agenda política que debía
convocar a elecciones presidenciales para el año entrante, llamando a lo que se conoció como el “Gran Acuerdo
Nacional”(GAN). Lanusse intentaba encolumnar a todos los sectores de la sociedad en un mismo frente que
condenara las acciones armadas de los grupos más radicalizados. Para esto devolvió a la legalidad a los partidos
políticos y se levantaron las sanciones impuestas a la CGT en un intento de normalización del a vida institucional.
Lanusse no ocultaba su intención de allanar el camino para ser ungido nuevamente presidente de los argentinos,
pero esta vez con la legitimidad del voto popular. Para lo cual, convocó al peronismo a formar parte de las
negociaciones buscando el aval de Perón para el Gran Acuerdo. Perón no fue tan fácilmente tentado, y hacia fines de
1972 rompió con las negociaciones y tomó distancia de Lanusse.
Ante la negativa de Perón de integrarse al GAN, Lanusse redobló la apuesta e introdujo las famosas clausulas por las
cuales él mismo quedaba imposibilitado para presentar su candidatura en las elecciones presidenciales del año
entrante pero Perón tampoco podría hacerlo en virtud de carecer de un mínimo de tiempo estipulado de residencia
en el país.
El 17 de noviembre de 1972 el avión que traía de vuelta a Perón tocaba suelo en el aeropuerto de Ezeiza. El líder
llegaba a Argentina tras diecisiete años de exilio forzado, y lo hacía para ungir al candidato que lo representaría en las
elecciones. Hector Cámpora sería quien llevaría las insignias del justicialismo en el frente que se había conformado
tras la divisa “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
El gobierno de Lanusse, colapsado, modificó la ley electoral instaurando el mecanismo de segunda vuelta si la primera
fuerza no alcanzaba el 50 por ciento de los votos, con la esperanza de contraponer una alianza que reuniera a todos
los sectores antiperonistas en un hipotético ballotage. Un 49 por ciento del a población que votó por la fórmula
Cámpora-Solano Lima el 11 de marzo de 1973, dio por tierra con la estrategia de Lanusse.
Luego del inrregno camporista y pasando por un efímero mandato provisional de Raúl Lastrini, Perón accedió
nuevamente al gobierno.

“PRIMER MOMENTO": GOBIERNO DE CÁMPORA (25/5/1973-7/7/1973) – Pacto Social

El gran debate de la época se correspondía con la demanda de institucionalización del movimiento, la cual atravesaba
tres escenas:

 Escena política: intento de definir la relación con las organizaciones armadas peronistas.
 Escena económica: disputa entre los actores corporativos. Alianza de clases. Aplicación de un modelo
populista.
 Escena social: sociedad movilizada que rompía con la institucionalización.

La alianza de clases sólo era posible dentro de un contexto de PACTO SOCIAL (8 de Junio de 1973): suscripto por la
CGT, la CGE y el gobierno. Actores: Sector Rural, Gobierno, Industria, Sindicatos y Movimiento Obrero. Establecía el
congelamiento de precios (para detener el principio de hiperinflación que amenazaba el país), la suspensión de
negociaciones colectivas (sobre el salario) por dos años, el reajuste de tarifas públicas y sólo un aumento del 20%
(Alza General de Sueldos -$200 mensuales- para que cesen los conflictos laborales). A partir de este proyecto, lo cual
sellaría su fracaso, se produjo un aumento de la conflictividad social en un contexto de puja intersectorial, así como la
desaparición del líder y aún más violencia.

La última dictadura: genocidio, desindustrialización y el recurso a la guerra (1976-1983) -Ezequiel Sirlin

La última dictadura se llamó “Proceso de Reorganización Nacional”, en 1976. Sus conductores fueron Jorge Rafael
Videla y Roberto Viola. Y constituye la más extrema de las contrarrevoluciones y contrarreformas habidas en
Argentina.

2. El proyecto
Las elecciones y el accionar de los partidos quedarían clausurados por tiempo indeterminado (primera esfera de
intervención).
Los altos mandos habían acordado aniquilar a las organizaciones armadas de izquierda y a quienes desde el
Cordobazo lideraban la protesta social con miras revolucionarias. Intervenir los espacios transgresores de la cultura
(segunda esfera de intervención).
El objetivo era rediseñar el aparato productivo en desmedro de las industrias de sustitución fácil de importaciones a
las que consideraban el hábitat primario de la indisciplina laboral (tercera esfera de intervención).
Causas más profundas de la desobediencia social:
-Al garantizar el pleno empleo y fortalecer el poder sindical en las fábricas y en los tribunales del trabajo, el
peronismo habría desvirtuado la coacción económica, alterando el disciplinamiento automático de la clase obrera por
parte del mercado laboral, generando trabajadores pleitistas e improductivos.
-Trabajadores díscolos y empresarios que cedían ante los reclamos, mientras que el Estado populista apañaba la
relación por medio de aranceles y subsidios para sostener los aumentos salariales con recursos provenientes del
campo y de otros sectores eficientes de la economía.
Tercera esfera de intervención: Buscaban desmontar lo que consideraban el ámbito más básico de la formación de la
“guerrilla industrial”, lo que implicaba: eliminar al sindicalismo combativo, y reimponer la coacción económica
mediante la apertura de los mercados y la llegada de la competencia extranjera. Así, los patrones se verían obligados
a mejorar la productividad, poniendo en caja a sus trabajadores, restaurando el orden social en cada fábrica. La
obediencia sería reimpuesta en todas sus dimensiones, comenzando por un aumento de la explotación.
Lo que los liberales del 76 de algún modo se habrían propuesto era volver al curso industrial planteado por el Plan
Pinedo de 1940: un crecimiento basado en industrias de bienes exportables que fijara límites a la sustitución de
importaciones con el objeto de recuperar los mercados externos. La continuidad del modelo de intercambio, ventajas
comparativas y “crecimiento hacia afuera” en el mundo post-30.
La reducción del número de obreros ocupados en la economía se concretaría por un proceso selectivo al cabo del
cual decrecerían las industrias de tecnología precaria basada en la adición del trabajo, al mismo tiempo que se
desarrollarían las industrias de capital intensivo y mano de obra escasa. El sometimiento del trabajo se lograría
combinando un ataque represivo y un golpe de gracia tecnológico estimulado por la apertura económica.
La conducción militar era reticente a privatizar las empresas estatales; un punto de primer orden en cualquier agenda
neoliberal antikeynesiana. El gobierno militar promovería la filtración subterránea del capital privado en la esfera
estatal, pero no concretaría ventas ostensibles de los activos estatales. Las privatizaciones chocarían con el matiz
nacionalista y desarrollista que pervivía en buena parte de las Fuerzas Armadas, y particularmente Videla. Mantener
las empresas en manos del Estado también permitía al régimen sumar cargos para las tres fuerzas, lo que contribuía
al involucramiento total de cada una de ellas con el “Proceso”.
La corporación militar tampoco constituía el instrumento más adecuado para la aplicación de un programa
monetarista basado en fuertes ajustes del gasto público debido a que, lejos de reducir los gastos para desinflacionar
la economía, necesitaba aumentarlos en rearme y obras públicas.
2.1 Aspectos políticos del proyecto
El rol de las Fuerzas Armadas cambió. Fue desechado el modelo “presidencialista” de 1966 por un gobierno pleno de
las Fuerzas Armadas. Los militares coparían integralmente la estructura del poder, desde los municipios hasta las
gobernaciones, las instituciones educativas, sindicatos, medios de comunicación, etc. Recibirían la colaboración de
civiles de extracción política conservadora (“amigos del Proceso”), y el involucramiento de las tres fuerzas estaría
asegurado tanto por el diseño institucional en torno a la cúspide como por el reparto equitativo del botín burocrático
que por lo general sobrerrepresentó a las dos armas menores.
La última dictadura lejos de apelar a las corporaciones, planeaba reducirlas al mínimo, sobre todo a las dos
corporaciones que estructuraban la “comunidad organizada” de la sociedad peronista: la CGT y la CGE, y otras
organizaciones empresarias donde se encontraba representada la burguesía industrial defensora de la “economía
peronista”. Se prohibía por tiempo indeterminado la actividad de los partidos y se buscaría anular las corporaciones.

3. Genocidio y radicalidad del mal


Hubo Grupos de Tareas que llevaron a cabo el exterminio. Son muchas las evidencias de que todo respondía a los más
altos mandos de las fuerzas “diurnas”, quienes finalmente disponían de las instalaciones y la colaboración del
conjunto de las Fuerzas Armadas.
La empresa de secuestro y exterminio, tiene carácter estatal, lo que constituye el primero de los agravantes que
permiten categorizarla como matanza administrada.
La dictadura encabezada por Videla no solo cometió crímenes masivos, sino que en los centros clandestinos de
detención (364) construyó un infierno para cada una de sus víctimas en base a normas elaboradas. La tortura de
embarazadas o de hijos en presencia de sus padres respondía a una perversión entrenada en las instituciones
militares.
En la empresa de exterminio se desplego un conjunto de recursos burocráticos y técnicos. Esto distingue al
“genocidio” de otro tipo de crímenes masivos en la medida en que la organización de una maquinaria para el
exterminio de prisioneros corresponde al grado más alto de premeditación en circunstancias de racionalidad
propicias para la conciencia y el arrepentimiento. Por el tipo de matanza se lo puede categorizar como genocidio
tecnificado.
Los “hombres grises” precisan deshumanizar a las victimas siguiendo el camino trazado por los “ideólogos”. Estos son
los primeros artífices del genocidio en la medida en que conciben la “demonización” que lo precede, lo que Duhalde
denomina “el asesinato nominal de las víctimas”. Un genocidio no es solo una matanza masiva, lo que termina de
conformarlo es la inclusión de las víctimas.
La ideología antiinsurgente se había desarrollado en las imágenes de la amenaza comunista disolvente de la
nacionalidad que compusieron los golpes de 1930, de 1943 y de Onganía interpretando la Doctrina de la Seguridad
Nacional.
La caracterización del “insurgente subversivo” como amenaza expansible no era nueva, pero el modo en que los
genocidas internalizaron hasta el paroxismo las metáforas de la “manzana podrida”, del “cáncer” y del “tumor a
extirpar”, constituye el factor agregado que condujo a la concreción del plan.
La “demonización” de las víctimas se nutrió de diversos elementos:
- El sobredimensionamiento del enemigo: ERP y Montoneros. Si bien la amenaza de las guerrilla superaba a
cualquier otra que hubieran enfrentado las fuerzas de seguridad, los analistas concuerdan en que las dos
organizaciones guerrilleras ya estaban desarticuladas y en desbandada bastante antes de que el régimen
militar cumpliera un año en el poder.
- El convencimiento de la “irrecuperabilidad” de los prisioneros contribuía a la construcción del “demonio
absoluto”.
- Terminaría de conformarse con el sostén religioso que brindaron los capellanes del Ejército y la jerarquía de
la Iglesia que ofreció un argumento de consolidación eficaz para la conciencia de los genocidas. Establecía
que la culpa de la víctima estaba siendo expiada por su sangre y su dolor en la tortura, su alma era limpiada
de los demonios marxistas al momento de morir, lo que permitía que católicos practicantes como Videla
compatibilizaran sus creencias religiosas incluso con el asesinato de monjas y de hijos de militares
pertenecientes al “bando enemigo”.
En la Masacre de Trelew (agosto de 1972) 16 detenidos habían sido acribillados clandestinamente. Se comenzaron a
ver los principales elementos del genocidio: política genocida, pedagogía del terror, no asunción de la autoría del
hecho criminal, pacto de sangre y aplicación de la ley de fugas.
En 1973 el gobierno civil liberaba a los presos políticos, entre quienes se encontraban algunos militantes de las
organizaciones guerrilleras. Fue entonces cuando en lo más alto de las Fuerzas Armadas se produjo el consenso en
torno a la eliminación física de lo que llamarían “subversión”.
Desde 1975 el Ejército puso en marcha el Operativo Independencia en Tucumán, cacería de militantes de izquierda,
promoviendo la persecución parapolicial.
Muchos de los desaparecidos intervenían en la militancia social sin participar de la lucha armada o del área armada
de la organización a la cual pertenecían. Se registraron también algunos casos de desaparecidos totalmente
desvinculados con la lucha armada o social desarmada.
Luego de las víctimas seleccionadas por los Grupos de Tareas, el destinatario del terror era la sociedad completa.
Surge el juego de misterio y semiocultación que el régimen montó alrededor de un genocidio clandestino. Se
informaba la aparición de cadáveres no identificados o de “subversivos” supuestamente en combates cuya
descripción por medio del relato era suficientemente inverosímil. “el decir todo y no decir nada” corresponde a la
estructura del relato del terror. Los carteles “zona de detención” que reemplazaron las viejas paradas de colectivos
sugerían la amenaza.
Factores que impulsaron la ejecución masiva de prisioneros a fines del año 1977:
- “Fase 4”: la represión consistente en el exterminio de gran parte de los prisioneros, un genocidio dentro del
genocidio. El objetivo era vaciar los centros clandestinos antes de que miles de extranjeros visitaran el país
durante el Mundial de fútbol.
- Competencia interna de poder: La decisión de apurar el exterminio fue un hecho relacionado con la interna
política del régimen: la elección del “cuarto hombre”, es decir del presidente que gobernaría por encima de la
Junta Militar tripartita. La acumulación de poder dentro del “partido militar” se medía por el número de
muertos y detenidos que podían adjudicarse los jefes de la represión. La masiva matanza de fines del 77 y
principios del 78 coincidía con que los principales aspirantes a presidentes- Videla, Massera y Galtieri-
enfrentaban una partida decisiva en la lucha por la conducción.
Esta competencia permanente en función de la mirada corporativa explica la presencia de los altos mandos
en las salas de tortura.
La industria automotriz había sido un ámbito particularmente intenso de la lucha de clases, en lo que se observa de
un modo más patente lo que el genocidio implicó en cuanto a la ofensiva del capital contra el trabajo en el territorio
de la producción capitalista más avanzada y conflictiva.
También hubo un “Plan de castigo familiar” donde las víctimas fueron los 500 niños y bebes raptados, 800
adolescentes capturados. Por otro lado también se secuestró más de 100 abogados.
En el escenario de impunidad nacional y mundial que imaginaron los genocidas, podemos ver que muchos de ellos se
referían a los desaparecidos de tal forma que traslucía la ilusión de que las víctimas habían pasado a un plano de
inexistencia tan profunda que nadie reclamaría por ellas, o que los reclamos se difumarían debido a la ausencia de
cadáveres como prueba del delito.

4. La política económica de Martínez de Hoz


José Alfredo Martínez de Hoz buscaba “desperonizar” la economía. El contacto con la conducción militar se
estableció por intermedio de dos grupos ultraliberales que meses antes del golpe acercaron materiales sobre las
claves del plan económico a los jefes de las Fuerzas Armadas: el denominado “grupo Perriaux”, el “grupo La Plata”,
junto a dirigentes de la Asamblea Permanente de Entidades Gremiales Empresarias (APEGE). Estos nucleamientos de
linaje antiperonista conformaban lo más encumbrado del bloque civil de la dictadura.
El respaldo en el exterior era a través de desembolsos otorgados por consorcios de la banca mundial como el Chase
Manattan, y organismos internacionales como el FMI, que avaló la designación con mayor préstamo a un país
latinoamericano.
Durante la gestión de Martínez de Hoz se produjo el implante de un modelo basado en la especulación financiera, el
endeudamiento externo, el declive de la producción industrial, la concentración económica, y el hundimiento social
de Argentina aunque este haya terminado de concretarse en las décadas posteriores.
4.1 La conformación gradual del sistema especulativo
Argentina constituye un caso muy pronunciado de valorización financiera (recibe una enorme masa de capitales) y
desindustrialización selectiva (destruye una parte considerable de su capacidad productiva).
Cómo se fue erigiendo el circuito de especulación financiera con garantía estatal (bicicleta financiera) que llegó a su
apogeo entre marzo de 1980 y marzo de 1981, produciendo el quebranto de buena parte de las industrias que no
pudieron enfrentar la competencia extranjera en condiciones arancelarias y cambiarias muy desventajosas.
“Bicicleta financiera”: el empresario volcado a la especulación pedía un crédito al extranjero, lo convertía en pesos y
lo depositaba en bancos locales que ofrecían tasas de interés superiores a la inflación local y al interés del crédito
contraído en el extranjero. La tablita y la garantía oficial de los depósitos le aseguraban que no sería perjudicado por
una devaluación, ni por el quebranto del banco que pagaba intereses tan altos. Los elementos que hicieron posible
este mecanismo especulativo fueron:
 Afluencia de capitales extranjeros:
- Orígenes en el aumento del ahorro mundial que saturó a los bancos del Primer Mundo.
- A esas reservas se sumaron los “petrodólares” de las burguesías árabes que habían cuadriplicado los precios
del petróleo.
- Esos capitales se trasladaron de inmediato a la banca occidental en busca de mayor seguridad.
- Pero la recesión que después de veinte años interrumpía el crecimiento del capital central era un obstáculo
para que tan importante masa de capitales líquidos pudiera reproducir el ciclo a través de un crecimiento
productivo dentro de la región.
- El sistema buscó exportar su contradicción de una región a otra.
- La banca internacional necesitaba prestar a toda costa para reproducir el ciclo del capital bancario, evitando
que el sistema financiero colapsara a causa del exceso de depósitos sin colocación ulterior.
- Lo que los acreedores no ignoraban era que los Estados disponían de valiosos activos con que responder al
endeudamiento más tarde o más temprano: las empresas estatales.
Sobre la base de estos puntos serían esgrimidos los planteamientos más sólidos de ilegitimidad de la deuda.

 Ancla Salarial:
- El primer plan procesista se propuso desinflacionar la economía mediante una brutal transferencia de
ingresos en favor de los empleados.
- La carrera inflacionaria sería frenada por “el ancla salarial”: solo los salarios serían congelados y como los
precios y las tarifas seguirían subiendo, el poder adquisitivo de los asalariados quedaría rezagado.
- La caída de los salarios reales fue cercana al 40% con respecto al promedio de los primeros 5 años de la
década del 70.

 Privatización periférica:
- Las empresas del Estado no fueron privatizadas.
- Se liquidaron o vendieron las de pequeñas dimensiones, y se estatizaron otras de grandes dimensiones.
- Es la forma en que se compatibilizó el neoliberalismo del equipo económico con el nacionalismo que pervivía
en las Fuerzas Armadas.
- Es un mecanismo de infiltración selectiva del capital privado en las empresas estatales a través de
concesiones y tercerización de actividades selectas. En el corto plazo, esta vinculación puntual del capital
privado aseguraba una mayor rentabilidad a los adjudicatarios, considerando que las empresas de servicios
eran por lo común deficitarias.
- Bajo el imperio de la “ley de mayores costos” habría sido el atajo mediante el cual las fracciones más
concentradas buscaron contrarrestar el “círculo vicioso de crecimiento inestable” que afectaba al capitalismo
argentino.

 Desregulación financiera:
- Reforma de 1977:
1) Liberar las tasas de interés que en lo sucesivo serían reguladas por la oferta y la demanda de créditos
2) Disminuir las exigencias estatales a las entidades financieras lo que llevó a una multiplicación de las
mismas
3) Mayor permisividad a la entrada y salida de capitales de Argentina.
- Terminaría así de configurarse un circuito lo suficientemente fluido para atraer a la liquidez mundial,
facilitando el crédito mediante el cual la industria se equiparía con el fin de afrontar la competencia de
productos importados.

 Tasas de interés positivas:


- La multiplicación de entidades financieras y la masiva toma de crédito por parte del Estado dieron lugar a
tasas de interés extraordinariamente positivas, muy superiores a la inflación y a las tasas de los bancos
internacionales.
- Atrajeron a los capitales especulativos una vez que el Estado argentino dio la señal de que él mismo
devolvería los depósitos en el caso de que las entidades financieras quebraran.

 Garantía estatal de los depósitos bancarios:


- Ante el peligro de que se extendiera la corrida bancaria, el Estado terminó por garantizar la devolución del
100% de los depósitos.

 Apertura económica:
- Constituye la disposición de cuño neoliberal más intensivamente aplicada por Martínez de Hoz.
- Mediante la rebaja de aranceles proteccionistas se proponía que la competencia de productos extranjeros
depurara a la industria sustitutiva sencilla.

 Atraso cambiario o dólar barato:


- El segundo programa antiinflacionario abandonó la pauta de “ancla salarial” por una estrategia basada en la
desinflación concentrada en cuatro variables: salarios públicos, tarifas de servicios públicos, la sobreemisión
monetaria que realizaba el Estado para solventar sus gastos, y la devaluación de la moneda. La disminución
de estas variables llevaría a disminuir la inflación general de precios.
- Se produjo el nacimiento de la primera “tablita” que anticipaba la cotización del peso respecto del dólar en
los ocho meses siguientes, como el Estado se comprometía a cambiarlos en el mercado oficial.
- Los precios de la economía habían subido más de lo previsto debido al fracaso del segundo plan
antiinflacionario.
- Esto condujo a la sobrevaluación del peso, o sea, a un dólar abaratado a la mitad de su paridad histórica que
de diversas maneras incidiría en el derrumbe.
- En la industria el atraso cambiario estimuló aún más la invasión de artículos extranjeros, y la producción
nacional no podía competir.
- El dólar barato facilitaría la importación de maquinaria para el reequipamiento industrial, pero aun cuando
los aranceles para bienes de capital fueron rebajados a cero, no resultó suficiente para soportar la caída de
las ventas que sufrieron los productos nacionales.

 Plata dulce:
- Una corta fiesta de consumo para ciertos sectores de la clase media que accedieron a una variedad de
artículos importados y al turismo internacional en el verano del 81.
- Artificio cambiario subsidiado a futuro por el Estado y la comunidad.
Las piezas indispensables para la conformación del mecanismo especulativo fueron:
1. Las tasas de interés extraordinariamente positivas.
2. La garantía estatal de los depósitos bancarios ante cualquier quebranto.
3. La tablita que disipaba el temor de una devaluación abrupta.
El sistema colapsó en marzo de 1981 dando lugar a una devaluación del 500%.
4.2 Los resultados
La socialización de los costos se produjo en diversos momentos:
- Cuando el Estado se endeudaba en dólares para sostener la “tablita”.
- Luego de la devaluación del 81, cuando el Estado absorbió gran parte de la deuda privada, al mismo tiempo
que socorría a inversores de más de 80 bancos y financieras quebradas.
- Cuando el Estado debió enfrentarse con su propia deuda contraída en dólares baratos para financiar las obras
públicas, el déficit de las empresas estatales y la abultada compra de armamentos.
Desde el inicio del proceso de endeudamiento masivo la relación entre la deuda externa y la fuga de capitales al
exterior sería de uno a uno.
Tendencias que continuarían desarrollándose en décadas posteriores:
- Concentración del ingreso
- Crisis del sistema provisional y de las prestaciones básicas del Estado de bienestar.
- Quebrantos de industrias pequeñas que en muchos casos serían absorbidas por las grandes.
- Inicio de la agonía de ISI que en algunas ramas como la textil sería particularmente grave.
- Preludio de la desaparición de ramas enteras en los años 90.
- Precarización del empleo y el esbozo de una desocupación y subocupación sin antecedentes.
- Las ramas industriales que más crecieron fueron las del sector de bienes intermedios con ventajas
comparativas como celulosa, aluminio, petroquímica, plásticos, construcción, conductores y cemento.
El desarrollo fue notoriamente desparejo entre los grupos integrados al “complejo económico estatal-privado”,
respecto de los “no integrados”. Mediante diversas formas de vinculación con el Estado “los integrados”
duplicaron su rentabilidad mientras que los “no integrados” la vieron disminuir a la mitad. La obtención de cuasi
rentas de privilegio fue el modo en que los más favorecidos incrementaron su participación relativa en el sector
industrial mediante la absorción vertical y horizontal de las actividades en desmedro de las empresas no
integradas de menores dimensiones.
El desempate entre burguesías que la economía del “Proceso” traía aparejado derivó en:
- La reconfiguración de una clase dominante compuesta por sectores multiimplantados.
- En las actividades bancarias.
- En industrias competitivas de bienes exportables dirigidos tanto al mercado interno como al externo.
- En servicios.
- En obra pública tercerizados por el Estado.
Las actividades financieras volvían a ser el ámbito de las más rápidas ganancias. En 1880 como en 1980, se
consolidaron las clases dominantes a través de una concentración de bienes productivos, adquiridos por migajas
luego de un pellizco financiero auspiciado por el Estado. Los grupos domésticos mejor posicionados hacia el final de la
dictadura llegarían en mejores condiciones al reparto del período Menem-Cavallo.
4.3“Maquiavelismo o ingenuidad”,” deliberación o demanejo”
(Chicas esto no lo veo importante. Son dos párrafos del texto, es conveniente leerlo de ahí. Habla de dos visiones con
respecto a las “intenciones” del equipo económico y la conducción militar.)

5. Sometimiento, resistencia, consenso y complicidad


Una amplia gama de actitudes mutantes fueron las respuestas que provocaron las distintas acciones y montajes del
régimen.
Cómo se posicionan las organizaciones y personalidades públicas:
1) El apoyo “propositivo”, entusiasta y duradero de la Iglesia, los partidos conservadores provinciales, los
medios de comunicación apologéticos, buena parte de las asociaciones empresarias y ejecutivos partícipes de
la represión en las fábricas, un segmento del peronismo de gobierno partícipe de la cacería estatal del año
1975, dirigentes territoriales del PJ y de la UCR que conformaron un buen porcentaje de los intendentes.
2) El respaldo condicional, oportunista, dosificado y negociador de figuras de los partidos mayoritarios- UCR, PJ,
Partido Intransigente (PI), Democracia Cristiana(DC)-, del Partido Comunista Argentino y de buena parte de
los medios masivos de comunicación que coadyuvaron al “espejismo” de acompañamiento. De artistas e
intelectuales asociados al “apagón cultural”.
3) El respaldo inicial de parte de la clase media angustiada por el escenario violento. El respaldo ocasional y
eufórico de millones de argentinos manipulados por la comunicación que apelaba al sentimiento nacional
durante el Mundial 78 y Malvinas.
4) La “pasiva conformidad” o “pasivo discurrir” de parte de la sociedad doblemente condicionada por “el mundo
del terror” y el “mundo de la seguridad”; mundos superpuestos que propiciaron las “transacciones mentales”
tendientes a “preferir no saber” o a “culpabilizar a las víctimas”.
5) La resistencia silenciosa o “molecular” de diversos sectores de la clase obrera, antes y después de
hundimiento económico del 81. Las protestas sociales en los barrios periféricos. La resistencia solapada de las
agrupaciones de izquierda alejadas de la lucha armada, de ciertas formaciones y seguidores del rock nacional,
y de lo que se ha dado en llamar la “cultura de catacumbas”(círculos artísticos e intelectuales que emergieron
lentamente a la superficie a partir del aflojamiento de 1979-1980.)
6) La resistencia pública de las agrupaciones de derechos humanos que surgieron en los años más duros de la
represión.
7) La resistencia clandestina y armada de las organizaciones guerrilleras hasta que fueron definitivamente
derrotadas.
8) Sobre el final, el grito social reprobatorio que estalló tras la derrota de Malvinas y que en gran medida fue
canalizado por la Multipartidaria.
El consentimiento fue mayor de lo que la memoria colectiva preferiría recordar tras la caída del régimen.
La Iglesia argentina mantuvo enfrentamientos con el Vaticano, y los partidos mayoritarios tuvieron declaraciones
y silencios funcionales con “la vuelta al orden” que proclamaban los sectores más sonoros de la opinión pública.
Surgió la sensación de “legitimidad de origen” que el régimen sentía a su favor.
El Movimiento de Opinión Nacional (MON) impulsado por Jorge Aguado y por Saint-Jean, como el Proyecto
Nacional instruido por Genaro Díaz Bessone surgieron de la posibilidad de institucionalizar el diálogo fluido que
existía entre el régimen y buena parte de la dirigencia política, religiosa y empresarial, más allá de la figura de
Ricardo Balbín en quien la conducción videlista depositaba las mayores expectativas.
Una “atmósfera de normalidad” envolvía a la Argentina aislada de las denuncias que proliferaban en Europa y
México. Estos contactos se extendían a la sociedad a través de los medios de comunicación, los medios masivos
que se cuidaban de alinearse explícitamente con el régimen pero que contribuían a crear un clima de optimismo.
La prensa media contribuyó al enlace del régimen con la sociedad en la medida en que ocultó el horror,
neutralizó sus editoriales, impersonalizó los verbos de las acciones represivas y, sobre todo, contribuyó a instalar
la agenda de temas de administración que normalizaban la imagen del régimen.
No todo lo que contribuyó a que la dominación fuese efectiva surgió de la iniciativa del régimen sino que existían
procesos previos a marzo del 76 que cooperaron con la subordinación general. “Cultura del miedo” vinculada a la
sensación de caos que reinaba antes del golpe. La violencia desplegada por las organizaciones guerrilleras, los
comandos sindicales, y las fuerzas paraestatales antes del 76, había reactivado el “escenario hobbesiano” en el
cual “un ciudadano teme tan intensamente a los otros, que prefiere estar encadenado si también los otros lo
están”, era el “pacto implícito de seguridad”.
El desgaste y la sensación de “violencia caótica” habrían llevado a que muchos militantes sociales emprendieran
la retirada hacia la esfera individual. Se sumó la clausura impuesta por el régimen que no solo descansaba en
métodos represivos sino también económicos, “la vuelta al mercado” reforzaba el individualismo más como
instinto de supervivencia que como valor preeminente.
La imposición del silencio fue exitosa pero nunca absoluta. El control de la murmuración resultó imperfecto en la
medida en que surgieron “voces oblicuas” dispuestas a saltar del cerco con gestos sutiles. En los primeros 5 años,
el régimen consiguió impedir que resurgiera la deliberación en los ámbitos públicos y colectivos.
(Para Delich) Entre 1976 y 1980 se registró el período más extenso de “inmovilidad sindical”, la burocracia de los
gremios fue sustraída por la burocracia estatal, se desmoronaba la solidaridad obrera y el lugar se convertía en un
“ámbito de pura productividad y mecanización”.
(Para Pozzi) Las formas “huelguistas” y “no huelguistas” de la resistencia obrera como los sabotajes a la
producción y otras formas de resistencias moleculares, impidieron que el régimen lograra someter a los
trabajadores en función de la hegemonía del capital monopólico, lo que a la larga conllevaría al fracaso global de
la dictadura.
En 1980 los gremios llevaron adelante 188 conflictos en los que intervinieron cerca de 1.800.000 trabajadores. La
primavera de los gremios recordó la pesadilla que los militares más temían y se transformó en otro motivo de
presión que impulsó al régimen a la búsqueda de soluciones milagrosas como Malvinas.
La resistencia más frontal de los primeros años la encarnaron los militantes de las organizaciones armadas y los
familiares de desaparecidos.
La resistencia armada contra la dictadura se sostenía en el espíritu de lucha que caracterizaba a la subjetividad de
“los setenta” y en una visión distorsionada de la correlación de las fuerzas. La sobreestimación de las
posibilidades de éxito habría perdurado más de la cuenta debido a que las organizaciones se habían jerarquizado
en férreas estructuras de mando conforme a su militarización.
Tanto los líderes montoneros como los erp-perretistas pensaron que la llegada de los militares al poder
provocaría el surgimiento de un poderoso ejército popular. Apostaron ciegamente al voluntarismo al momento
de creer que sus dirigidos podrían soportar indefinidamente la tortura o que la organización en células los
protegería suficientemente de la cacería de los Grupos de Tareas.
El ERP-PRT resistió en diversos niveles como la Operación Gaviota (febrero del 77), donde por poco no se logró
destruir el avión presidencial en el que viajaban Videla y Martínez de Hoz. La organización Montoneros llevó
adelante en 1977 más de 600 acciones, se destacaron el secuestro de empresarios vinculados con la represión,
acciones de sabotaje a fábricas e infraestructura, la destrucción de un cuartel general en La Plata, un atentado
contra el Ministerio de Defensa y otro dirigido a Videla en octubre del 77.
Las Madres de Plaza de Mayo se constituyeron en sujetos de la resistencia durante los días más cruentos de la
dictadura. Muchas de ellas eran amas de casa y sus reatos sobre el momento en que comenzaron a girar
alrededor de la Pirámide de Mayo dan cuenta de la intemperie inicial. Quebraron el aislamiento que envolvía a la
sociedad y así se constituyeron en el sujeto político esencial en los años totalitarios. Convocaron a la primera
concentración pública desafiante de la clausura impuesta por el régimen y en su apelación al mundo enfrentaron
la represión y el fervor nacionalista que los comunicadores del régimen direccionaban contra ellas. Uno de los
móviles que impulsó su lucha fue la “situación de búsqueda”, los militares no habrían previsto hasta qué punto el
ocultamiento y la negación de los crímenes reforzarían la desesperación y el temple de los familiares de las
víctimas y la justicia. La presencia abstracta de los desaparecidos, expresada iconográficamente en “las siluetas”,
revertiría en permanente reacción contra la impunidad, el pacto de silencio y la indiferencia inicial de la opinión
pública y de buena parte del conjunto social.
(Vezzetti) Si bien en Argentina no hubo un despotismo desde abajo, artífice del exterminio, existieron
responsabilidades colectivas en la implantación de la dictadura que lo llevó a cabo. La visión de guerra del Ejército
fue compartida por diversos sectores de la sociedad cuyo llamado al orden habría estado más cerca del accionar
de los verdugos de lo que la memoria del conjunto estaría dispuesta a admitir.
“El anestesiamiento de las conciencias morales”, “el fantasma de la disolución nacional”, “la privatización de los
individuos”, “el miedo”, “la culpa”, “la impotencia”, el “desconocimiento sincero o el “preferir no saber”,
constituyen algunos de los ingredientes que interactuaron en diferentes proporciones sobre la conciencia de
millones de argentinos que no dejaron de ser víctimas de aquella dictadura aunque tardaran en reconocerlo.

6. Las convocatorias nacionales de la última dictadura.


Enemigos construidos por el “Proceso”:
 La “guerra contra la subversión”, el enemigo que había unificado a los militares en el pacto de sangre que
los condujo al poder desde donde ese enemigo fue proyectado hacia la nación toda. La amenaza debía
ser aniquilada mediante una acción del Estado y la sociedad.
 La guerra con Chile, no llegó a concretarse, pero a través de consignas y simulacros, el régimen
instrumentó en 1978 para conectarse nuevamente con la sociedad mientras la preparaba para un
conflicto armado.
 1979-1980, en el primer plano de enemistad nacional estaban quienes supuestamente promovían la
“campaña anti argentina”: familiares de desaparecidos entre otros.
 La reconquista de Malvinas en manos de los usurpadores ingleses. Las islas debían ser recuperadas sin
dilación.
Elementos para explicar las “guerras”:
1. Justificar su presencia en el poder aduciendo que “las amenazas contra la nación” no han cesado. Para
presentarse como regímenes de excepción para tiempos de emergencia deben renovar el escenario de las
supuestas “emergencias nacionales”.
2. La competencia interna por el poder. Quien más decidido se mostrara seduciendo a las fuerzas con promesas
de triunfos históricos, ganancias patrióticas y suculentos aumentos en la compra de armamentos, ganaría
apoyo en un lugar decisivo: el cuerpo de generales del Ejército, quienes reunidos constituían la instancia
decisiva para la sucesión presidencial. Así Galtieri logró la destitución de Viola para asumir la conducción.
Fue durante el conflicto con Chile cuando la competencia interna de poder puso de manifiesto lo precario
que era el liderazgo militar de Videla y la falta de conformación institucional de un régimen determinado por
internas aplazadas pero no resueltas.
3. La apelación a lo nacional permitía al régimen congraciarse de múltiples maneras con la sociedad y constituir
la imagen de una nación cohesionada por “intereses transversales” al conflicto entre las clases.
La dictadura que había atomizado a la sociedad destruyendo asociaciones de base debía reunir a esos mismos
individuos en otro tipo de convocatoria, en un reencuentro colectivo prefigurado por su voz rectora. Mundial
78: era posible dirigirse a una multitud modelada por discursos adulatorios sin que el alma colectiva notara la
contradicción que existía entre esos elogios y el cercenamiento del derecho a voto.
4. Los impulsos comúnmente denominados “huida hacia adelante”. Cuando los militares advirtieron que más
tarde o más temprano buena parte de la opinión pública mundial y de la sociedad argentina los iba a obligar a
rendir cuentas por sus crímenes, la necesidad de permanecer en el poder apelando al nacionalismo con su
manto de confusiones se hizo más urgente que nunca. Se sumó el derrumbe económico de 1981, el
resurgimiento de la protesta obrera y el agravamiento de la competencia interna de poder que amenazaba
con fragmentar al régimen desde arriba.

Durante la presidencia de Viola en 1981, tan profunda fue la sensación de pérdida de rumbo que los “duros”
del Ejército arrebataron el control a la conducción Videla-Viola, destituyendo a este último en favor de
Galtieri, quien asumía la presidencia con la idea fija de Malvinas.
Había un resurgir de la protesta en 1981 y 1982, y los militares estaban dispuestos a cualquier
emprendimiento con tal de evitar su repetición.
Argentina se veía envuelta en una elemental experiencia de distorsión nacionalista.

El 2 de abril de 1982, día del desembarco en las islas, Galtieri fuera aclamado por añadidura en las plazas del
país, en las escuelas y en los cafés, en los estadios de fútbol y en las colas de los bancos. La ceguera fue
compartida por los militares y buena parte de la sociedad que se limitó a actuar como si ignorara los peligros
que se avecinaban.

Al principio, se mantenía la ilusión de que Inglaterra no respondería. Para la refundación conservadora


liderada por Margaret Thatcher la guerra significaba la oportunidad espléndida para superar sus propios
fracasos después de tres años de tozudo neoliberalismo. Inglaterra sí respondería y con la asistencia de su
aliado Estados Unidos.
Se renovaron las ilusiones basadas en la leyenda del soldado criollo que nunca había perdido una guerra, o en
el voluntarismo de los argentinos que si era necesario “volverían a tirar aceite hirviendo desde los balcones
como en 1807”.

Las primeras víctimas fueron los conscriptos muy jóvenes e inexpertos. Mal equipados, debieron enfrentarse
a dos enemigos que la geografía y el clima hicieron más temibles. En el frente la máquina militar inglesa que
contaba con soldados expertos, bien pertrechados. En la retaguardia, la negligencia de los mandos
argentinos, que en muchos casos descargaban sus temores maltratándolos con sadismo. 649 soldados
muertos, 1.300 heridos, y 350 ex combatientes se suicidaron en la postguerra.

Correspondió a los medios instalar primero el optimismo y luego el triunfalismo cuando las acciones bélicas
comenzaron. “Estamos ganando” , impusieron con la asistencia de operaciones de prensa que soslayaban o
falsificaban hechos, y que inventaban la existencia de armas milagrosas y de circunstancias favorables.
Los comunicados 164 y 165 anunciaron livianamente y con eufemismos la rendición argentina, desatando la
reacción callejera más colérica hasta el momento.

El fracaso de Malvinas, junto a la crisis económica que renacía a la conciencia civil una vez apagada la euforia
nacionalista, dio lugar a un estallido de protesta que fue encausado por una Multipartidaria dispuesta a
absorber la crisis del modo más cauto y controlado que le fuera posible.

Los militares abandonaron el poder en un contexto de repudio y descrédito social. La dictadura argentina
abandonó el poder velozmente, sin llegar a planificar su impunidad con la misma parsimonia, ni a conseguir
imponer su visión de los hechos sobre extensos sectores de la sociedad.
La reconstrucción de la democracia argentina – Hugo Quiroga

En 1983 surgieron nuevas demandas en la sociedad: la búsqueda de la igualdad social, seguridad, la eliminación de la
corrupción, la calidad de las instituciones públicas. La democracia se volvió inestable por la falta de confianza en las
reglas de procedimiento constitucional, en la ausencia de un sistema de alternancia y en la desobediencia de los
militares al poder civil. Un sistema político que entre 1916 y 1983 se desplegó entre momentos de legitimidad y de
ilegitimidad democrática, no contribuyó a fortalecer la creencia en la Constitución Nacional, ni llegó a crear un poder
democrático legítimo, en torno a las reglas pacificas de sucesión del poder, la libertad de sufragio y la soberanía
popular. Por eso, las dificultades del proceso de transición a la democracia iniciado después de la derrota de Malvinas
no fueron pocas. Al mismo tiempo que la renaciente democracia luchaba por institucionalizarse, debió adecuarse a
las exigencias de reestructuración de una economía mundial, lo que le provocó considerables fisuras sociales.
El derrumbe de la dictadura militar de 1976 permitió a la sociedad argentina ingresar en un nuevo periodo
democrático con un horizonte de esperanza que la movilizo tras la prosecución de dos grandes objetivos:
 -La renovación del sistema político.
 -La reorganización de la economía.
El éxito del periodo de transición inaugurado en 1983, tanto en su faz política como económica, dependió en gran
medida de la interacción de ambos procesos. A partir de entonces una demanda de orden, político y económico, se
instaló con intensidad en una sociedad que deseaba organizar su capacidad de convivencia luego de tantos años de
retroceso y frustraciones.
Los cambios políticos se iniciaron con la instalación de la democracia en 1983 y las reformas económicas estructurales
comenzaron en 1989. Raúl Alfonsín y Carlos Menem, fueron los protagonistas principales de la reconstrucción de la
democracia argentina.

EL GOBIERNO DE ALFONSÍN

La reorganización de la vida política: entre el Parlamento y la participación.


El 30 de octubre de 1983 tuvieron lugar las “elecciones fundacionales”. El resultado de los comicios confirmó la
continuidad del sistema bipartidista radical-justicialista. Los cambios políticos iniciados con la transición tuvieron
como actores principales al peronismo y al radicalismo. El triunfo electoral del radicalismo con la formula Raúl
Alfonsín - Víctor Martínez, que obtuvo el 52% de los votos, planteó el inicio de un renovado liderazgo social. El nuevo
presidente convocó a la población a una concentración en la Plaza de Mayo. Por un lado se clausuraba el régimen
autoritario de 1976 y, por el otro, se quebraba la hegemonía electoral de cuatro décadas del peronismo; el
radicalismo aparecía como el partido más coherente y con mayor aptitud para hallar soluciones a una de las crisis
más agudas de la Argentina contemporánea.
Durante los primeros años, el gobierno de Alfonsín se encontró, por un lado, amenazado por el pasado autoritario y,
por otro, se vio animado por las demandas de participación y por la imperiosa necesidad de consolidar la democracia.
Al asegurar los derechos civiles y garantizar la libertad política a través de las instituciones públicas, se abrió un
periodo de lucha por la ampliación de la participación política.
La participación mayoritaria de la ciudadanía junto a las decisiones del primer gobierno democrático fueron factores
determinantes del acontecer político de una sociedad. El juicio a las juntas militares, la labor de la CONADEP
(Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), el tratado de paz con Chile, la implementación de. Plan
Austral, un programa económico heterodoxo, el Congreso Pedagógico Nacional, y la sociedad masivamente en las
plazas públicas de todo el país. La política participativa permaneció entre 1984 y 1987, en aquellas formas y espacios
pero resultaron insuficientes, comenzó a perder fuerza a partir de las elecciones de septiembre de 1987, causaron
una derrota electoral al partido gobernante, signo de un deterioro político. La gravedad de la crisis, el poder de los
centros financieros internacionales y el peso de una sociedad altamente corporativa doblegaron la voluntad política
del gobierno. Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, impulsadas por las presiones de los rebeldes militares,
comprometieron la continuidad de los juicios militares, limitando la acción de la Justicia, y perjudicaron la credibilidad
presidencial.
Hasta el comienzo del Plan Austral en 1985, el gobierno radical no había percibido la gravedad de la crisis argentina.
Cuando se propuso plasmar las reformas que permitirían acomodar el país la oposición política y sindical peronista
salió a combatir con dureza, tanto a través de trabas parlamentarias como del uso de la acción directa y a frenar las
tácticas oficiales que buscaban un rendimiento más adecuado del Estado y la economía.
Los grandes empresarios al ver que la crisis económica iba devorando la administración radical y que el Estado se
mostraba incapaz de manejarla dieron un paso al costado que fue interpretado como una reacción consciente y
contundente destinada a producir un “golpe económico” al final del mandato de Alfonsín.
La sociedad había cifrado sus esperanzas de cambio en el resultado de un doble proceso de transición. En relación
con la transición política, el gobierno de Alfonsín no pudo subordinar completamente las Fuerzas Armadas a la
democracia. Esta incertidumbre militar hizo más difícil la transición económica.
El fracaso del Plan Austral, las dificultades para reformar el Estado, así como también la imposible reestructuración
económica, clausuraron las posibilidades transformadoras del gobierno radical y lo dejaron prácticamente
inhabilitado para continuar en el ejercicio del poder. El modelo de espacio público participativo había entrado en
crisis y hacia 1987 el Estado democrático no pudo continuar como antes.
Por un momento, el ciudadano se había sentido participe de los asuntos públicos: apoyó abiertamente al sistema
democrático, puso barrera a los alzamientos militares y participó de la discusión pública. También el gobierno radical,
presionado por la crisis y en apuros, había dejado a un lado el impulso a la participación política.
La insubordinación militar y los derechos humanos
El problema de la violación de los derechos humanos en el Cono Sur (Chile, Uruguay, Brasil y Argentina) planteó una
pregunta decisiva ¿Cuál era la capacidad de estas democracias para juzgar a las Fuerzas Armadas? Ningún país en
América latina que hubiera atravesado por el horror de una dictadura cruel llegó tan lejos como la Argentina en la
investigación y el juicio a las Fuerzas Armadas.
El juicio a las juntas militares realizado por el gobierno de Alfonsín constituyó una transparente afirmación del
sistema democrático, a la vez que representó el primer antecedente de este tipo en América latina. Se juzgó a los
responsables de la quiebra institucional de 1976 y se juzgó también a todos los golpes de Estado y al autoritarismo
militar.
Uno de los primeros pasos de la estrategia gubernamental en el tema de los derechos humanos fue la creación de la
CONADEP por decreto presidencial del 15 de diciembre de 1983, con la finalidad de recibir denuncias y pruebas para
ser remitidas a la Justicia. El informe titulado “Nunca más” fue entregado al presidente en septiembre 1984.
La estrategia gubernamental reformo en febrero de 1984 el Código de Justicia Militar estableciendo tres niveles de
responsabilidad:
-los que planificaron y ejercieron la supervisión.
-Los que actuaron si n capacidad decisoria cumpliendo órdenes.
-Los que cometieron exceso en el cumplimiento de directivas superiores.
El hecho más remarcable fue el terrible clima golpista que rodeó la iniciación del juicio a los comandantes el 22 de
abril de 1985.
A partir del juicio a los responsables de la represión se abrió una tensa relación entre el gobierno radical y las Fuerzas
Armadas, que estalló con el alzamiento militar de Semana Santa, en abril de 1987. La Ley de Punto Final había salido
al cruce de las presiones militares con la finalidad de evitar posibles rebeliones. El sentido de esa ley era evitar tanto
la proliferación de los juicios como disipar el estado de sospecha que pesaba sobre la institución militar. Se preveían
plazos de 30 y 60 días para denunciar hechos nuevos y para procesar a quienes no lo hubieran sido. Sin embargo
resultó insuficiente para la voracidad de los “carapintadas”, el sector del Ejército que se alzó en armas en Semana
Santa. Este levantamiento, encabezado por el teniente coronel Aldo Rico, terminó con una sospecha de negociación
entre el presidente Alfonsín y los amotinados realizada en Campo de Mayo.
En los primeros días de junio de 1987, dos meses después de la rebelión militar, se aprobó la ley que delimitaba la
obediencia debida sobre la base de dos fuertes considerandos:
1) La presunción de pleno derecho, sin admitir prueba en contrario, de que los oficiales jefes, oficiales
subalternos y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de seguridad no eran punibles por los delitos cometidos
en la lucha contra el terrorismo por haber obrado en virtud de obediencia debida.
2) La misma presunción se aplicó a los oficiales superiores que no hubieran revistado como comandantes en
jefe, jefe de zona, jefe de subzona o jefe de fuerzas de seguridad, salvo que en el plazo de treinta días de
promulgada la ley se resuelva judicialmente que tuvieron capacidad decisoria o que participaron en la
elaboración de las ordenes.

Las dificultades de la modernización democrática


La sociedad no toleraba más prácticas y modelos autoritarios de convivencia social. Ese fue el significado principal de
la participación social en el proceso electoral del 30 de octubre. Se buscaba una salida integral que diera lugar a una
nueva etapa de progreso social y modernización de la Argentina, fuera del marco del Estado militar o de cualquier
otra forma autoritaria de gobierno. La sociedad civil buscó recomponer un espacio democrático y reconquistar el
respeto a sí misma. El gobierno de Alfonsín diseñó una propuesta de modernización democrática que puso una
esperanza y una alternativa al atraso del gobierno militar. Encontró rápidamente resistencia en los principales
poderes corporativos: los militares, la Iglesia, los sindicatos. Se reclamaba cambios culturales, institucionales y
políticos y requería un amplio sustento social. Aunque contaba con el apoyo de la sociedad civil no había logrado en
las elecciones la mayoría en el Senado; tampoco el peronismo político y sindical estaba dispuesto a acompañar un
proceso de reforma sobre el cual no tenía ni la iniciativa ni el control.
Puso en marcha el juicio a los integrantes de las tres primeras juntas militares y creó la CONADEP. En el terreno social
implementó, a través de una ley, un programa alimentario nacional. La convocatoria al Congreso Pedagógico,
encargado de crear un estado de opinión y de elaborar propuestas para una nueva ley nacional de educación.
Una de las propuestas más interesantes del proyecto renovador del radicalismo fue la democratización sindical. Se
apuntaba a la libertad gremial y a la inclusión de las minorías en los órganos de conducción, al control de las
elecciones por el Estado y a la limitación de la reelección de los dirigentes. El proyecto fue aprobado en la Cámara de
Diputados y rechazado por un voto en el Senado. Esta fue la primera derrota importante del radicalismo, que frustró
la posibilidad de hacer ingresar al sindicalismo en el proceso de democratización abierto en 1983.
La CGT en 1984 organizó trece paros nacionales. El proyecto inicial de Alfonsín preveía también acuerdos con los
partidos políticos y con los sectores económicos y sindicales. El acta de Coincidencias Políticas fue firmada con las
principales fuerzas de la oposición en junio de 1984. Se buscaba fortalecer el sistema político - institucional. Su
fracaso se debió principalmente a la debilidad y a la crisis interna del Partido Justicialista, que no había superado aún
su derrota electoral, y al creciente poder del sector gremial en la esfera partidaria y política, que no estaba muy
dispuesto a los acuerdos.
Por sus discrepancias con el gobierno, la CGT realizó un paro nacional en el mes de septiembre de 1984 y suspendió
durante una semana su participación en la concertación en enero de 1985.
Tres hechos principales distinguen a este nuevo período clausurado en 1987:
 El Plan Austral
 El Consejo para la Consolidación de la Democracia
 El discurso de Parque Norte.

El discurso presidencial en la Plaza de Mayo a fines de abril de 1985 convocó a la sociedad a la defensa de la
democracia por las amenazas golpistas. Alfonsín anunció ante una multitud el inicio de una “economía de guerra” que
apuntaba a controlar los gastos y frenar la inflación. Luego vendría la declaración del estado de sitio en octubre del
mismo año por 60 días ante la denuncia de campañas desestabilizadoras.
El Consejo para la Consolidación de la Democracia fue creado por decreto presidencial del 24 de diciembre de 1985.
El gobierno radical promovía la elaboración de un proyecto de reforma constitucional de carácter semipresidencial
que iría a remplazar al clásico régimen presidencialista argentino.
Otro momento sobresaliente fue el acercamiento de intelectuales laicos y progresistas al Estado. La producción más
significativa de ese núcleo de hombres de ideas, conocido como “Grupo Esmeralda” fue el discurso de Parque Norte,
que Alfonsín leyó en el mes de diciembre de 1985 marcaron un cambio de rumbo en el discurso presidencial.
La hiperinflación y el retiro anticipado del gobierno
El éxito inicial del Plan Austral le permitió al gobierno radical mantener la iniciativa política hasta 1987. A partir de
entonces, debilitado por el deterioro de la economía y por el reducido apoyo social, ingresó en un proceso de
negociación con los poderes corporativos, económicos y sindicales. El gobierno de Alfonsín ingresó en 1987 en un
proceso progresivo de rigidez, provocado por situaciones hiperinflacionarias que lo obligaron a adelantar el traspaso
del poder en 1989.
En febrero de 1986 se anunció la segunda etapa del Plan Austral que proponía un paquete de medidas ortodoxas que
estaba dirigido a la reforma del Estado y a la reducción del déficit fiscal. Se apuntaba a la reconversión industrial y al
aumento de las exportaciones.
El plan Austral evidenció la necesidad de su reformulación en 1987; tuvo el propósito de liberalizar la economía y
promover las exportaciones, medidas que venían reglamentando los “capitanes de la industria”.
La Junta Coordinadora Nacional (la “Coordinadora”) encabezados por Enrique Nosiglia, fueron desplazando en
algunos lugares clave a los sectores históricos del radicalismo.
El acercamiento al Grupo de los 15 (opositor al secretario de la CGT, Saúl Ubaldini) fue promovido por los propios
dirigentes de la Coordinadora. A estas alturas, el peronismo político parecía haber superado los efectos de la derrota
electoral de 1983, se reorganizaba como oposición desde la dirección renovadora de Cafiero, recuperaba
protagonismo en el interior de su propio partido y se mostraba como una alternativa de poder.
El año 1987 fue muy difícil para el presidente Alfonsín. Debió enfrentar:
 Los sucesos de Semana Santa.
 El fracaso de la alianza con el Grupo de los 15.
 El malestar de los grupos económicos.
 El descontrol de la inflación.
 La derrota electoral de septiembre.
 Las resistencias en el interior de su partido.
 La pérdida de legitimidad de apoyo.
En agosto de 1988 Alfonsín puso en marcha el denominado Plan Primavera, que pretendía impulsar las reformas
estructurales:
 Medidas de ajuste.
 Control fiscal.
 Promoción de las inversiones extranjeras.
 La definición de un perfil productivo sobre la base de la especialización.
 La búsqueda de la integración regional.
En febrero de 1989 un colapso económico puso fin al Plan Primavera y a los intentos de privatización, derivando en la
crisis final del gobierno de Alfonsín. Lo que siguió después fue el descontrol financiero y monetario.
Las elecciones presidenciales tuvieron lugar el 14 de mayo en medio de un clima de alta inflación y el vencedor fue el
candidato justicialista Carlos Menem. La crisis económica encontró su más alta expresión en el colapso
hiperinflacionario de fines de mayo cuyas manifestaciones más dramáticas fueron
 La especulación financiera.
 Las corridas bancarias.
 Los estallidos sociales.
El presidente Alfonsín renuncio a su cargo el 8 de julio de 1989. Dejo sin resolver dos temas centrales para la
estabilidad de la democracia:
 Las reformas estructurales de la economía.
 La subordinación total de las Fuerzas Armadas al poder civil.

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