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RELIGIÓN, RELIGIONES
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De ahí que el primer problema que suscita el término «religión» sea la definición de
su contenido. Los cultivadores de la ciencia de las religiones están de acuerdo en
rechazar cualquier definición obtenida de forma apriórica, desde una determinada
filosofía o desde una teología particular, así como las que suponen la imposición a
los fenómenos históricos a que se refiere de una noción adquirida desde un ámbito
humano diferente al de la religión, como pueden ser el filosófico o el ético. Pero la
necesaria atención a los hechos religiosos, a las diferentes religiones, para la
construcción de la definición de religión comporta otros problemas: ¿Cómo
seleccionar esos hechos sin un conocimiento previo de lo que es religión? ¿Este
conocimiento previo no hará inútil el recurso a los hechos o lo convertirá en un
procedimiento de confirmación de la noción de que se parte?
Aun con todas estas cautelas, y aunque se refieran al mismo material histórico, las
ciencias de la religión vienen ofreciendo definiciones notablemente diferentes de
acuerdo con el enfoque y el tratamiento de ese material. Así, una descripción
realizada desde los aspectos externos, expresivos del fenómeno y preocupada
sobre todo de descubrir su función en la persona o en la sociedad llegará a una
definición aplicable a una gama muy amplia de fenómenos, alguno de los cuales no
han sido identificados como religiones por los propios sujetos que intervenían en
ellos. Es el caso de las definiciones funcionales de religión de no pocos sociólogos,
definiciones aplicables con frecuencia a hechos como determinadas ideologías
políticas, o las llamadas religiones civiles o la «religión de la humanidad» (Spiro, J.A.
Prades).
En cambio, una definición más atenta a los niveles vividos del fenómeno religioso,
o a la experiencia religiosa, y que tiene en cuenta la realidad con la que el sujeto
religioso pretende entrar en contacto —definición sustantiva— ofrecerá una
noción más restringida de religión sólo aplicable a fenómenos que han sido
reconocidos por la historia como religiosos. Tales definiciones sustantivas corren el
peligro de no describir con suficiente amplitud esa realidad «objeto» de la relación
religiosa y llegar así a nociones de definición que sólo pueden aplicarse a
fenómenos históricos muy limitados. Así sucede con las definiciones que concretan
esa realidad hasta describirla con los rasgos estrictamente teístas.
Las reflexiones anteriores muestran que la religión es, más que una realidad
histórica, una categoría interpretativa de lo único que realmente existe que son las
múltiples religiones. ¿Qué relación guardan éstas entre sí? La cuestión, muy
compleja, se plantea en diferentes niveles que conviene diferenciar
cuidadosamente.
Para las religiones universales, e incluso para algunas religiones nacionales, como la
de Israel, cuando han llegado a la convicción de que su Dios es el Dios de todos los
hombres, sí plantea problema la existencia de otras religiones. En ellas se produce,
como efecto de su pretensión de universalidad, la misión hacia otros pueblos,
abriendo así el espacio para el conflicto específicamente religioso.
En los últimos años, movidos por las nuevas condiciones históricas, no faltan
teólogos que intentan ir más allá y plantear el problema de las religiones no
cristianas superando el horizonte eclesiocéntrico de otros tiempos y el horizonte
cristocéntrico de las teologías inclusivistas y proponiendo como único horizonte
legítimo el teocéntrico que permitiría, según ellos, legitimar el pluralismo religioso
y la plena aceptación de todas las tradiciones religiosas en sí mismas. Sus
razonamientos no parece que hayan conseguido hasta ahora una coherencia plena
con las formulaciones tradicionales de la fe cristiana y con la pretensión de
unicidad y universalidad que el cristianismo ha venido afirmando a lo largo de toda
su historia. Con todo, la misma evolución de la teología cristiana en este terreno
parece aconsejar que no se dé por zanjada de antemano la cuestión ni se repriman
las preguntas que la nueva situación de la humanidad nos fuerza a plantear.
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aceptación de ese nombre, la agregación a esa institución y la práctica de esos
ritos.