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bibliográficas y bibliografía
¿Un poco más claro? Ojalá que sea así. De todas formas, queda mucho que hablar sobre el tema
por lo que prometo que le seguiré dedicando entradas.
Dentro de esta, Hegel introduce, en primer lugar, el timbre, y después, y antes de llegar
a la armonía propiamente dicha (lo que él llama el «sistema de los acordes») la
organización de los sonidos en escalas y tonalidades, es decir, el sistema tonal.
Los guiones
Y ya que han salido los guiones, empecemos poniendo un poco de orden ya que este signo no
es, en realidad, un signo, sino tres signos diferentes: el guión corto (-), el medio (–) y el bajo
(_).
Utilizamos guiones cortos para separar intervalos numéricos, normalmente años, páginas o
números de compases, y no ponemos espacio ni antes ni después de los mismos.
La utilización de escalas modales es habitual en esta pieza, como así se
puede ver en los cc. 23-24, cc. 32-26, y cc. 47-50.
La opinión sostenida por Baricco respecto a la interpretación actual de la
música clásica resulta evidente en este artículo (ver págs. 17-19).
Sin embargo, cuando se trata de hacer aclaraciones dentro del texto y no queremos utilizar
paréntesis, no usamos el guión corto, sino el guión medio. La elección de paréntesis o guiones
depende, en gran parte, de nuestras preferencias salvo que queramos hacer una aclaración dentro
de una aclaración en cuyo caso necesitaremos ambos signos. Y al igual que ocurre con los
paréntesis, no se deja espacio ni después del primer guión, ni antes del segundo.
Se trata de la segunda de las tres artes románticas –siendo las otras dos,
respectivamente, la pintura y la poesía– las cuales se caracterizan por
representar la subjetividad.
Respecto a la escritura de las siglas, la separación de sus letras mediante puntos ha caído en
desuso y, en la actualidad, ya no se utilizan los puntos en ellas. Es por ello que
escribimos CSIC y no C.S.I.C o CSM en vez de C.S.M.
En cuanto a la convención respecto al uso de puntos suspensivos, esta consiste en utilizar tres
y solo tres (…). Y cuando dentro de una cita queremos indicar que hay una parte que omitimos
ponemos también tres puntos pero esta vez entre corchetes ([…]).
Así se puede ver cuando Wackenroder nos habla de que el arte «nos muestra lo invisible
[…], todo aquello que es noble, grande y divino, en figura humana».
Entre los usos que, para el punto y coma, señala la RAE, los más comunes son: separar los
elementos de una enumeración compleja cuyos elementos incluyen comas (puedes ver algún
ejemplo aquí); para separar oraciones independientes pero entre las que existe una estrecha
relación; o delante de conectores de sentido adversativo, concesivo o consecutivo (pero, mas,
aunque, sin embargo, por tanto, por consiguiente, etc.).
En el caso de los trabajos académicos, es frecuente también la utilización del punto y coma en
las referencias bibliográficas como medio para separar los diferentes autores de un texto cuando
estos son más de dos.
Por lo que se refiere a los dos puntos, la RAE también define para ellos diversas aplicaciones.
Entre ellas destacan la de preceder a una enumeración de carácter explicativo o la de preceder a
la reproducción de citas o palabras textuales.
Es necesario recordar que entre los usos más habituales de los dos puntos en trabajos
académicos está también el de separar los títulos de los subtítulos.
Las comillas
Para terminar, vuelvo a las comillas, de las cuales ya hablé en una entrada anterior. Es
interesante saber que, al igual que ocurre con los guiones, tenemos diferentes tipos de comillas,
aunque en el caso de estas las diferencias en cuanto a su uso no son tan claras.
Existen tres tipos de comillas: españolas («»), inglesas (“ ”) y simples (‘ ‘). Las comillas
españolas (también llamadas latinas o angulares) son las que teóricamente serían más correctas
cuando escribimos en castellano. En teoría, el uso en nuestro idioma de las comillas inglesas
estaría reservado a los momentos en que tuviéramos que utilizar unas comillas dentro de otras y
a entrecomillar conceptos. Por su parte, las comillas simples se utilizarían como un recurso
cuando necesitáramos hasta tres tipos de comillas o también cuando quisiéramos aclarar un
concepto previamente introducido entre comillas inglesas. Puedes leer más sobre ello aquí.
En la práctica, es habitual utilizar casi exclusivamente un único tipo de comillas que bien
pueden ser las españolas o las inglesas (unas u otras, sin mezclarlas) y reservar las simples
para aquellos momentos en los que tenemos que usar unas comillas dentro de otras. Aun así, y
como siempre, comprueba que tu centro no tenga una normativa específica respecto a esto.
¡Y cuidado con no confundir las comillas españolas con los paréntesis angulares (< >)!
Pues bien, ni que haya muchas páginas que repiten una misma información es sinónimo de que
esta sea verdadera, ni el que no encontremos nada en internet significa que no exista nada sobre
el tema. ¿Qué hacer?¿En qué nos debemos fijar?
La regla número uno de internet cuando lo utilizamos para la investigación es evitar la
Wikipedia. Por muy útil y práctica que sea (que lo es), no puede ser considerada como una
fuente rigurosa. La calidad y profundidad de sus entradas es muy desigual y es frecuente que los
enlaces que estas nos proporcionan no funcionen. Consultarla cuando estamos muy perdidos y
queremos hacer una aproximación al tema puede ayudarnos pero utilizarla como fuente de
nuestro trabajo nos resta seriedad y credibilidad.
Por la misma razón, la segunda regla sería evitar los blogs, aunque en este caso sí hay alguna
excepción. ¿El blog que consultamos puede ser considerado una fuente primaria? Entonces,
adelante. ¿La autoría del blog corresponde a una «eminencia» en nuestro campo? Adelante
también. La segunda regla sería, por tanto, evitar los blogs salvo que sean una fuente
primaria o que su autoría se deba a una persona de reconocido prestigio en nuestro
campo.
En tercer lugar, desconfía de todo aquello que aparezca sin autor o autora. Ten en cuenta
que la autoría también puede deberse a organismos públicos o privados, fundaciones,
asociaciones, centros docentes, etc. La calidad de la información en estos casos la dará, entre
otras cosas, el grado de afinidad de la institución cuya página estemos mirando con nuestro
tema.
Desconfía también de toda información de la que no se indique su procedencia. Uno de los
criterios básicos a la hora de valorar una información es el poder saber de dónde se ha obtenido.
Si esto falta, si no podemos saber de dónde sale lo que leemos, entonces nos encontramos con
una clara falta de rigor que no debemos perpetuar.
Y puestos a desconfiar, cuando veas frases, párrafos, e incluso secciones enteras repetidas
en varias páginas, localiza el origen. Comprueba, en primer lugar, si son copias de la
Wikipedia y, en ese caso, descártalos. Si no es así, lo más normal es que sea difícil determinar el
origen y eso invalida también la información. Pero si encuentras el origen, este tiene una autoría
clara y en él se indica de dónde procede la información (es decir, remite a las fuentes), entonces
estará ante una página válida que podrás usar como fuente para tu trabajo.
Llegados a este punto, nos podemos preguntar, ¿entonces no hay nada bueno en
internet? Internet, en la investigación, es una herramienta fabulosa en muchos sentidos ya que,
entre otras cosas, nos permite saber qué existe en relación a nuestro tema y dónde podemos
encontrarlo aunque la mala noticia es que, también en muchos casos, para consultarlo
tendremos que volver al mundo físico y buscar una biblioteca o librería que nos lo proporcione.
Gracias a internet podemos:
1. Acceder a los catálogos una inmensa cantidad de bibliotecas.
2. Acceder a las hemerotecas digitales de muchas publicaciones periódicas actuales.
3. Acceder a hemerotecas digitales donde poder consultar y descargar prensa histórica.
4. Consultar periódicos y revistas digitales.
5. Acceder a los índices de una inmensa cantidad de revistas no digitales, muchas de ellas
relacionadas con nuestro tema.
6. Acceder a bases de datos especializadas a partir de las cuales podremos saber qué
publicaciones hay referentes a nuestro tema.
7. Consultar boletines oficiales y cualquier tipo de información legal actual e histórica.
8. Utilizar las bibliotecas digitales y descargar, a partir de ellas, libros o artículos.
9. Consultar parcialmente libros en Google Books.
10. Si estamos suscritos o si nos conectamos a través de una red universitaria, también
podremos consultar fuentes digitales que exijan suscripción: diccionarios especializados,
enciclopedias, revistas científicas, etc.
11. Descargar una inmensa cantidad de fuentes históricas que hace años eran difícilmente
accesibles: manuscritos, primeras ediciones, cartas, material gráfico…
En resumen, prácticamente ningún trabajo estará completo si pretendemos hacerlo solo
con lo que la red nos proporciona.
Nuestros aliados en la red son las páginas de las bibliotecas (BNE, bibliotecas universitarias…),
las bases de datos especializadas (Dialnet, Teseo, etc.), los periódicos y revistas digitalizados
y/o digitales(siempre revistas científicas), páginas institucionales (de organismos culturales
públicos o privados, fundaciones, centros docentes, etc.), páginas oficiales (dedicadas a algún
autor específico, de organismos estatales, etc.), bibliotecas digitales o diccionarios y
enciclopedias especializados online (recuerda, no la Wikipedia).
En cuanto a las descargas, lo mejor son las múltiples posibilidades de descarga de fuentes
primariasque la red nos da. Respecto a las fuentes secundarias, descárgalas también si puedes,
pero siempre valora, antes de enfrascarte en ellas, si son más o menos relevantes para tu
investigación. ¡Pero no dejes de consultar fuentes físicas!
El daño que hacemos cuando plagiamos es equivalente a un robo pero, si bien el dinero no deja
de ser algo material, el plagio es un robo espiritual: robamos la esencia del pensamiento de
otro, y eso no es algo que podamos restituir.
Volviendo al comienzo, ¿qué pasa si en la web de la que saco algo no hay autor? Pues pasa que
entiendo que la autoría es de la propia web. Suele ocurrir en las webs institucionales: de
ministerios, de fundaciones, de empresas, del congreso… Y en ningún caso el hecho de que no
haya una firma explícita nos exime de reflejar de dónde ha salido lo que decimos y de
entrecomillarlo si lo que hacemos es copiarlo tal cual. En ningún caso. De lo contrario
seremos, e independientemente de las consecuencias académicas, meros ladrones de ideas
ajenas.
Plagiar, robar, es lo mismo. Y que nadie nos diga lo contrario.
En un artículo, tendremos que aportar también el título del periódico o revista en el que
aparece y el intervalo de páginas que ocupa. En este caso, además, ya no es tan importante el
lugar de edición, pero sí lo son el número y/o la fecha de la publicación (en los periódicos,
solo la fecha y en el resto de publicaciones periódicas, número y fecha y, a veces, también el
volumen). ¡Cuidado, porque cada revista tiene su propia forma de numeración y es importante
respetarla!
FUENTE, Sandra de la. «Un encanto para los oídos». Clarín, 30 de agosto de 2012.
CALVO AZPEITIA, Cristina. «La leyenda negra y la figura de Felipe II en el Don
Carlo verdiano». Diferencias. Revista del CSM «Manuel Castillo» de Sevilla, nº 5
(2017), pp. 145-163.
GÓMEZ RODRÍGUEZ, José Antonio. «Reflexiones en torno a la historia de la
etnomusicología en España». Revista de musicología, XXVIII-1 (2005), pp. 457-500.
Un tipo de libro cada vez más habitual es el llamado libro de editor. Se trata de un volumen en
el que los diferentes capítulos o secciones han sido escritos por diferentes autores. A veces se
trata de la recopilación de las ponencias de un congreso o, a veces, simplemente corresponde a
planteamientos plurales en torno a un determinado tema. Sea como sea, en estos casos, junto al
autor del capítulo o sección que nos interese, también tenemos que nombrar al responsable o
responsables del volumen (editor/es, director/es, coordinador/es). Es decir, es necesario dar el
nombre del autor de la parte, el título de la parte, el de el o la responsable de la
compilación, el título del libro, el lugar de edición, la editorial, el año y el intervalo de
páginas de la parte utilizada.
Si lo que tenemos que citar es un tesis doctoral o algún otro trabajo no publicado, lo
relevante es, junto al autor o autora y el título, especificar el lugar donde ha sido
presentado y la fecha. Y, por supuesto, indicar de qué tipo de trabajo se trata. Si está
disponible en internet, también daremos la URL y la fechade la última consulta (o
descarga).
¿Alguna duda? Posiblemente muchas. Por eso la próxima entrada estará dedicada, precisamente,
a algunas de las dudas más habituales a la hora de escribir referencias bibliográficas.
Continuando con esta serie sobre lo que es, posiblemente, la parte más mecánica de cualquier
trabajo ademas de una de las que más quebraderos de cabeza dan, aquí va una primera serie de
preguntas que nos pueden surgir (y sus respuestas):
En la bibliografía, los apellidos van antes que los nombres y se separan de estos por una coma.
Sin embargo, no hay un criterio homogéneo a la hora de ordenar apellidos y nombre en la
autoría secundaria (traducción, edición…) en cuyo caso, y como siempre, habrá que comprobar
primero si las reglas que seguimos establecen algo al respecto. Si no, coherencia y sentido
común, En lo que respecta a las referencias bibliográficas hechas en notas a pie de página y que
aparecen a a lo largo del trabajo, la tendencia actual es a que el nombre aparezca delante del
apellido.
2. ¿Tengo que poner los nombres completos de los autores o vale solo con las iniciales?
Como para casi todo lo que tiene que ver con normas académicas, mientras tu centro o tu tutor
no establezcan una regla específica al respecto, puedes elegir qué haces ¡pero sé coherente!:
decidas lo que decidas, hazlo siempre. También puedes optar por usar las iniciales solo a partir
del segundo nombre de un autor o autora cuando tengan dos o más nombres. Así, cualquiera de
las opciones siguientes sería válida:
Ayarra Jarne, José Enrique. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del
Festival de Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.
Ayarra Jarne. J. E. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del Festival de
Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.
Ayarra Jarne, José E. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del Festival
de Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.
Mi consejo es que utilices los nombres completos, al menos en nombres españoles y cuando
estos no sean más de dos. En el caso de autores o autoras con tres nombres (algo muy habitual
en idiomas como el alemán) puedes optar por poner solo el primero de ellos y las iniciales en
los restantes. Eso sí, evita las abreviaturas (como el típico Mª) y respeta la ortografía del idioma
original de procedencia.
No obstante, y pese a todo lo dicho, también es un criterio común el mantener los nombres
escritos tal y como veamos que son utilizados habitualmente por el autor o la autora
correspondientes. Ejemplos de esto último serían:
El criterio aquí es similar al anterior. Si no tienes reglas específicas puedes elegir pero siempre
con coherencia. Mi consejo es que incluyas, siempre que sea posible, los dos apellidos, aunque
en ocasiones, y como ocurre con los nombres, eso te obligue a buscar la información que te falte
en internet. No cometas el error de poner uno o dos apellidos en función de lo que veas en cada
una de las fuentes consultadas puesto que caerás en muchas incoherencias.
Por coherencia con lo habitual en muchos nombres extranjeros, que solo presentan un apellido,
podemos pensar que es mejor escribir también un único apellido en el caso de los autores
españoles. Pero también es cierto que eso nos puede llevar a que la información acerca de la
autoría resulte ambigua o incompleta: ¿Cuántos Juan García puede haber? Sin duda muchos.
No es imprescindible, aunque puede haber razones para hacerlo. El traductor puede ser
necesario si estás trabajando, por ejemplo, con diversas traducciones de la misma obra, o si este
interviene activamente de una u otra forma en el texto. De igual forma, mencionar al autor del
prólogo, prefacio o estudio previo, parece imprescindible cuando se trata de obras en las que
esta parte inicial es extensa. En ambos casos, y en otros similares, dicha autoría secundaria debe
aparecer detrás del título.
Marcello, Benedetto. El teatro a la moda. Versión castellana y edición de Stefano
Russomano. Madrid: Alianza, 2001.
Lo más habitual es que si son dos o tres autores se pongan todos separados por punto y coma; y
si son más de tres, se ponga solo el primero seguido de «y otros». El orden en que deben
ponerse es el mismo que aparece en la fuente.
Chiantore, Luca; Domínguez Moreno, Áurea; Martínez García, Sílvia. Escribir sobre
música. Barcelona: Musikeon Books, 2016.
Igualmente, y en el caso de los libros de editor, si son varias las personas responsables de la edición, se sigue la
misma regla. Es a estas a quienes tenemos que mencionar como autores indicando, entre paréntesis, su relación
con el texto (edición, coordinación, dirección…).
6. ¿Y si no hay autor?
Lo primero es cerciorarnos de que es así, es decir, de que el texto es realmente anónimo. Hace
años, en estos casos, la palabra «anónimo» aparecía como nombre del autor. Sin embargo,
actualmente se tiende a iniciar la referencia directamente con el título. En el caso de que no haya
autor, pero sí una entidad responsable del texto, es esta la que debe aparecer como autora.
Cuando un libro, artículo, tesis u otro tipo de fuente, tiene título y subtítulo, este debería
reflejarse también en las referencias bibliográficas. Debe aparecer, como es lógico, después del
título y podemos utilizar, entre ambos, bien un punto o bien dos puntos. Esta última opción, la
de los dos puntos, parece la más universal ya que es coherente con muchas de las reglas de
catalogación vigentes:
Pastor Comín, Juan josé. Loco, trovador y cortesano: Bases materiales de la expresión
musical en Cervantes. Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2009.
Pastor Comín, Juan josé. Loco, trovador y cortesano. Bases materiales de la expresión
musical en Cervantes. Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2009.
Así que, como siempre, comprueba las normas específicas de tu centro y, si no dicen nada al
respecto, elige lo que prefieras y aplícalo con coherencia.
8. ¿El título se escribe como está o aplicando mis propias normas tipográficas?
Para el título, como para todo lo demás en un trabajo académico, las normas tipográficas son las
tuyas. Es decir, y dentro de las opciones que existen a la hora de hacer trabajos académicos,
aquellas que, o bien te hayan impuesto, o bien hayas elegido. Y ante la ausencia de normas para
cuestiones muy específicas, consulta otras normas, consulta páginas de ortografía y gramática y
toma tus propias decisiones siempre manteniendo la coherencia con las mismas a lo largo de
todo el trabajo.
Cuando parece que hubiera dos editoriales, lo normal es que una de ellas sea la colección o serie
a la que pertenece el libro. Tómate el tiempo de mirar en internet cuál es el nombre de la
editorial, cuál el de la colección y cuál el de la serie. Estos dos últimos no es necesario que
aparezcan en la referencia bibliográfica aunque los puedes añadir al final de la misma. También
puede pasar que, efectivamente sean dos o más las editoriales. Es algo que suele ocurrir cuando
se trata de entidades (universidades, comunidades autónomas…). En ese caso, se ponen todas
ellas separadas por una barra diagonal: /.
En la mayoría de los casos, no. Solo cuando esté claro que el nombre propio de la editorial
incluye la palabra «editores» o «editorial» deberíamos ponerlo. También debería incluirse
cuando su ausencia pueda provocar que el nombre de la editorial no se entienda o de lugar a
ambigüedad.
No, no se pone. Ni S.L, ni S.A, ni Inc., ni ninguna otra cuestión legal que tenga que ver con el
tipo de empresa que es la editorial.
Tampoco se ponen, aunque actualmente empieza a haber corrientes que lo recomiendan. Solo
deberíamos planteárnoslo en el caso de que, después de haber aportado todos los datos,
consideremos que estos son insuficientes y que la fuente solo puede ser localizada a través de su
número internacional de referencia (ISBN para los libros, ISSN para las publicaciones
periódicas, o ISMN para la música).
13. ¿El lugar de edición es el país, la ciudad, el pueblo…?
El lugar de edición es una ciudad. Si no aparece, pongamos s. l. (sine loco, sin lugar) o, si
podemos averiguarlo aunque no aparezca, pongámoslo entre corchetes. Actuaremos de forma
similar si no aparece la fecha aunque en este caso pondremos s. n. (sine data, sin fecha) o, si
podemos dar una fecha aproximada utilizaremos ca. (circa, cerca) seguido de esta.
14. ¿Son lo mismo el lugar de edición y el de impresión? ¿Y si no son el mismo cuál debo
poner?
15. ¿Qué año hay que citar, el de la primera edición o el de la que tengo entre mis manos?
La regla habitual nos dice que hay que citar la primera edición. No obstante, y puesto que
normalmente no sabemos si la edición que tenemos entre las manos es o no muy diferente a la
primera, yo aconsejo citar siempre la edición que realmente estamos consultando e indicar, al
final de la referencia, el año de la primera edición. También es interesante indicar su posible
primera edición en otro idioma especialmente si esta es muy anterior a la que manejamos.
16. ¿Si el libro lo he bajado en PDF de internet, lo cito como si realmente lo tuviera entre
mis manos?¿Y si es un e-book?
Cualquier material que descarguemos de internet debe ir acompañado de la descripción del tipo
de material (si es PDF, e-book, imagen…) así como de la URL y de la fecha de la descarga (o
de la última consulta). Todo ello independientemente de que, si es un libro, lo citemos como tal;
si es un artículo, sigamos las normas de citación para los artículos, etc.
Sí, sí puedes. Es el caso de las tesis doctorales u otros trabajos académicos, y también de
comunicaciones presentadas en congresos pero no editadas. En ese caso, son determinantes la
fecha y el lugar donde se hayan presentado dichos trabajos. Si se trata de trabajos no editados ni
hechos públicos de ninguna forma, la cuestión es más problemática. Lo primero que deberías
plantearte es la fiabilidad de la fuente. Si aun así decides que es válida e importante para tu
trabajo, a la hora de citarla deberías plantearla, o bien como una fuente primaria, o bien aportar
todo lo necesario para su posible localización. Recuerda que es imprescindible, en este tipo de
trabajos, el poder comprobar la exactitud de lo citado en relación a las fuentes que se indican.
Calvo Azpeitia, Cristina. Verdi y España: La trilogía sobre dramas españoles (Il
trovatore, Simon Boccanegra, La forza del destino). Tesis doctoral. Facultad de
Filología, Universidad de Sevilla, 2017.
¿Cuántas veces en un trabajo dudamos de si algo se pone con mayúscula o con minúscula? ¿Y
cuántas veces, ante la duda, terminamos utilizando las mayúsculas «de oído» y sin consultar ni
atender norma ortográfica alguna? Abusamos de las mayúsculas y haciéndolo, entorpecemos
la lectura de lo que escribimos.
Y eso que conocemos las reglas básicas y que es fácil ver las normas que da la RAE o consultar
en páginas como la de Fundéu BBVA que, por su claridad, os vuelvo a recomendar. Y si es tan
fácil, ¿por qué nos equivocamos?
Sin intentar ser exhaustiva, que para eso ya está la RAE, voy a comentaros las cosas que,
respecto al uso de mayúsculas y minúsculas, creo que pueden ser de utilidad en vuestros
trabajos académicos sobre música. Y, antes de nada, un consejo: ante la duda, ¡minúsculas!
Mayúsculas y títulos
Uno de los lugares donde más se echa de menos la presencia de una regla respecto a las
mayúsculas es en los títulos de libros o piezas musicales. Y el caso es que la regla existe: en los
títulos en español solo se escribe mayúscula la letra inicial de la primera palabra siendo
minúsculas todas las de las palabras intermedias. Así, debemos escribir: Diccionario de la
música española e hispanoamericana y no Diccionario de la Música Española e
Hispanoamericana. ¡Y en cursiva, que es un título!
Posiblemente la confusión venga porque la regla del español es diferente a las de otros idiomas,
especialmente a la del inglés donde sí se escriben con mayúsculas los nombres y adjetivos
intermedios de los títulos: The New Grove Dictionary of Music and Musicians.
Mayúsculas y abreviaturas
La primera regla básica dice que después de un punto se comienza con mayúscula y no necesita
aclaración alguna. O quizá sí. Démosle la vuelta y preguntémonos por qué, a veces, y
especialmente en el caso de las abreviaturas, nos saltamos alegremente la norma. Es incorrecto
escribir abreviaturas, como Nº, Pág. u Op., con mayúscula a no ser, claro está, que vengan
precedidas del mencionado punto.
No obstante, hay alguna excepción. Determinadas abreviaturas sí se escriben siempre con
mayúscula. Pero son pocas o muy pocas. Es el caso de los tratamientos, el de los nombres de las
voces o el de algunos catálogos de compositores. Así, escribimos Sr. por señor, o D. por
don; y también S por soprano, Mz por mezzosoprano, C por contralto, Ct por contratenor,
T por tenor y B por bajo. Y obsérvese en los casos anteriores que:
1. No se utiliza mayúscula si la palabra no está abreviada.
2. Algunas abreviaturas, como las de las voces, no van seguidas de punto.
3. Después del punto que sigue a una abreviatura (nº no lleva punto después puesto que su
última letra forma parte de la propia abreviatura), no se utiliza mayúscula.
En el caso del uso de la abreviatura «op.» (por «opus»), también hay excepciones ya que esta se
usa con mayúsculas cuando se hace referencia a una obra específica solo por su opus. Así, sería
correcto escribir «el Op. 118 de Brahms» aunque, en este caso, sería mejor hacerlo sin utilizar la
abreviatura y en cursiva (por aquello de que se está utilizando como el título de una
obra): «el Opus 118 de Brahms» y no «el opus 118 de Brahms» y Seis piezas para piano op.
118 y no Seis piezas para piano Op. 118.
También se ponen en mayúsculas siglas y acrónimos, y se hace sin utilizar puntos intermedios
(una práctica que ha caído en desuso). Una buena costumbre es que, siempre que se utilicen
tanto las unas como los otros, desarrollarlos entre paréntesis la primera vez que aparecen: ROSS
(Real Orquesta Sinfónica de Sevilla) y no R.O.S.S. En el caso de los acrónimos (el tipo de
siglas que pueden ser leídas como una palabra), si estos son de más de cuatro letras, solo se
pone mayúscula la primera de ellas: Sedem (Sociedad Española de Musicología) y
no SEDEM, ni SEdeM, ni S.E.D.E.M.
Y no, no son un trámite. Al contrario, son una parte fundamental del trabajo. Es más, se podría
decir que todo el trabajo existe para servir de apoyo a las conclusiones, para constituir su prueba
y para dar fundamento a las afirmaciones que hagamos en ellas.
«Se ha visto cómo….»; «Hemos comprobado la relación entre… y …»; «Se han analizado las
posibles causas de….»; «Se ha tratado sobre…»…
También es buena idea el hacer el resumen en relación con los objetivos pudiendo entonces
introducirlo con giros como los siguientes:
«En relación al primero de los objetivos planteados se ha visto que…»; «Respecto a… se ha
comprobado…»…
4. Reflexión personal
Es un espacio abierto en el que caben aspectos tan diferentes como pueden ser la valoración
de nuestro aprendizaje; el destacar qué aspectos del trabajo nos han parecido
más interesantes o cuáles nos han sorprendido; el cuestionar algo de lo obtenido; el plantear
nuevos caminos para la investigación sobre el tema; etc.
Y de nuevo es importante la sinceridad y el huir de las frases hechas. No vale de nada decir que
hemos aprendido mucho si no somos capaces de especificar el qué. Ni tampoco sirve de nada,
en el caso de un TFE de alguna especialidad instrumental, el decir que el trabajo nos ha ayudado
mucho en nuestra interpretación si no somos capaces de decir en qué aspectos concretos de la
misma.
1. Sitúa la metodología después de los objetivos ya que, de hecho, se trata de los pasos
u objetivos intermedios que nos conducen al objetivo u objetivos finales. Si los objetivos
son el «qué» voy a hacer, la metodología es el «qué pasos voy a dar para
conseguirlo». ¡Y cuidado! ¡Se trata de los pasos que voy a dar a lo largo del trabajo no
antes de él, ni fuera de él, ni…!
2. Una fórmula fácil y práctica para comenzar a redactar la metodología de nuestro trabajo es
encabezarla con un «para ello, este trabajo se ha estructurado en dos/tres/cuatro
partes…». Tras lo que deberíamos especificar de qué trata cada parte y explicar las mismas
(sin entrar en contenidos).
3. Dentro de la explicación de cada parte, es importante incluir los criterios de selección del
contenido así como los «para qué» de cada cosa:
4. Cita en la metodología los sistemas teóricos o analíticos en los que te bases o los modelos
de encuestas que emplees o… y, como siempre, no olvides dar las razones de por qué esos
y no otros.
5. La pregunta del millón a la que debes responder en la metodología es «Por qué y para qué
hago lo que hago y no otra cosa»
Y recuerda, como el resto de las partes de la introducción, es bueno que la intentes redactar, o al
menos plantear, antes de iniciar el trabajo. Eso sí, no quedará definitivamente redactada hasta el
final ya que lo normal es que vayas tomando decisiones sobre la marcha que, por supuesto,
habrán de figurar en tu metodología.