Vous êtes sur la page 1sur 20

Aclarando conceptos: fuentes, referencias

bibliográficas y bibliografía

Fuentes, fuentes primarias y fuentes secundarias


Empecemos por decir que, en sentido estricto, las fuentes son todo aquello sobre lo que se
construye nuestro trabajo y todo aquello de lo que extraemos información para el
mismo. Dicho de otra forma, si no hay fuentes no hay trabajo. Su tipología es extremadamente
variada y por ello se suele hablar de fuentes primarias –cartas, documentos, testimonios,
grabaciones, audios, vídeos, inventarios, emails, partituras manuscritas, borradores,
imágenes…– y fuentes secundarias –libros, revistas, artículos, reseñas, tesis doctorales,
carátulas, programas de mano, entradas en diccionarios y enciclopedias, partituras editadas…–.
Es decir, el concepto de “fuente” es extremadamente amplio, casi inabarcable.
Bibliografía
Para complicar la cosa más, en la actualidad a menudo se identifica la palabra
“fuentes” con tan solo una parte de las mismas, las fuentes primarias, mientras que para
nombrar a las fuentes secundarias se utiliza, también a menudo y de forma genérica, el
término “bibliografía”. De esa forma, cuando hablamos de todo aquello que constituye la base
documental de nuestro estudio, podemos hablar de fuentes primarias o de fuentes, sin más. Y
cuando hablamos de todo lo que otros han escrito en referencia a nuestro tema (y para lo cual
han tenido que consultar las fuentes primarias), entonces podemos hablar de fuentes secundarias
o bibliografía.
Y sin embargo, y de nuevo en su sentido estricto, la bibliografía sería la ciencia que
identifica, describe y clasifica los libros. Una ciencia cuyo objeto de estudio ha dejado de
limitarse a los textos recogidos en libros para abarcar una gran variedad de formatos y soportes.
Así que, como se ve, también el término “bibliografía” tiene diferentes acepciones y se utiliza
de formas diversas.
De hecho, cuando hablamos de la bibliografía en referencia a un trabajo, esta última
acepción, la de «ciencia de los libros», es la menos utilizada y el término se entiende, como se
ha visto, como el conjunto de fuentes secundarias utilizadas, y de forma más específica todavía,
como el listado ordenado de las referencias bibliográficas utilizadas en un trabajo y que se
incluye al final del mismo.
¿Y qué son las referencias bibliográficas?
Las referencias bibliográficas son un conjunto de datos que sirven para identifican una
determinada fuente (libro, artículo, tesis, texto legal, página web…) y permiten su
localización inequívoca. Como he comentado en otras entradas, el mundo académico es muy
estricto, casi maniático, con cuáles son estos datos, en qué orden deben aparecer y cuáles son las
reglas ortográficas, tipográficas y de puntuación que debemos seguir al escribirlos. Eso nos
obliga a ser especialmente cuidadosos, pues son muchas las reglas de esta particular «etiqueta»
y, lo que es peor, no hay un verdadero consenso al respecto sino muchas variantes dependiendo
del ámbito de nuestra investigación, del centro en que presentemos nuestro trabajo e incluso del
tutor o tutora que nos lo dirija.
Las referencias bibliográficas aparecen, por tanto, al final del trabajo, en la bibliografía, pero
también a lo largo del trabajo ya que tenemos que insertar referencias mediante el uso de las
notas a pie de página o añadiéndolas entre paréntesis (dependiendo del sistema que
utilicemos) para identificar, en cada momento, la procedencia de la información o las ideas que
presentamos. El hecho de que prácticamente las mismas referencias aparezcan tanto a lo largo
del texto como al final puede parecer redundante, pero es la única forma de que se sepa, por una
parte, y de forma general, en qué fuentes nos hemos basado para realizar el trabajo; y por otra, y
de forma específica, la procedencia exacta de cada cita o idea que aparece en el texto. ¿Más
información sobre esto? Mira aquí.
En la bibliografía, ¿puedo incluir fuentes que no haya
utilizado?
Lo normal es que en tu trabajo se te pida que incluyas solo la bibliografía citada o, como
mucho, labibliografía consultada. La primera estaría integrada solo por aquellas fuentes que
hayan aparecido como referencias a lo largo de tu trabajo. La segunda la formarían todas las
fuentes que hayas utilizado realmente aunque no hayan aparecido como referencias a lo largo
del trabajo.
¿Tengo que hacer apartados dentro de la bibliografía?
No necesariamente. Si la bibliografía es muy extensa (de varias páginas), te puedes plantear
hacer diferentes apartados y listar de forma independiente, por ejemplo, los libros, los artículos
o las páginas web. Pero si tu bibliografía no sobrepasa las dos o tres páginas no es necesario que
lo hagas. Sin embargo, sí es interesante que pongas aparte, si las hay, las fuentes primarias y
también fuentes con formatos diferentes como son las grabaciones, las partituras, etc.

¿Un poco más claro? Ojalá que sea así. De todas formas, queda mucho que hablar sobre el tema
por lo que prometo que le seguiré dedicando entradas.

Poniendo los puntos y las comas (y los


guiones y los paréntesis y…)
Sumergidos en este eterno verano al que ni siquiera noviembre consigue poner su punto final,
hoy vuelvo a la carga con un clásico: la puntuación. ¿Cuáles son los errores más comunes en
este campo? Aquí os dejo una síntesis de los que me suelo encontrar más a menudo.

¿Espacio sí o espacio no?


Lo primero a tener en cuenta es que, después de un signo de puntuación (punto, coma, punto y
coma, o dos puntos) siempre hay que poner un espacio. No sería correcto, por tanto, si yo
hubiera escrito lo siguiente:
Después de un signo de puntuación (punto,coma,punto y coma,o
dos puntos) siempre hay que poner un espacio.
Sin embargo, no hay que poner espacios justo después de abrir una frase exclamativa, una
interrogativa o una aclaración entre paréntesis; ni tampoco justo antes de cerrarlas. Es decir, lo
que va entre signos de admiración, de exclamación o entre paréntesis no se separa de dichos
signos.

Dentro de esta, Hegel introduce, en primer lugar, el timbre, y después, y antes de llegar
a la armonía propiamente dicha (lo que él llama el «sistema de los acordes») la
organización de los sonidos en escalas y tonalidades, es decir, el sistema tonal.
Los guiones
Y ya que han salido los guiones, empecemos poniendo un poco de orden ya que este signo no
es, en realidad, un signo, sino tres signos diferentes: el guión corto (-), el medio (–) y el bajo
(_).

Utilizamos guiones cortos para separar intervalos numéricos, normalmente años, páginas o
números de compases, y no ponemos espacio ni antes ni después de los mismos.
La utilización de escalas modales es habitual en esta pieza, como así se
puede ver en los cc. 23-24, cc. 32-26, y cc. 47-50.
La opinión sostenida por Baricco respecto a la interpretación actual de la
música clásica resulta evidente en este artículo (ver págs. 17-19).
Sin embargo, cuando se trata de hacer aclaraciones dentro del texto y no queremos utilizar
paréntesis, no usamos el guión corto, sino el guión medio. La elección de paréntesis o guiones
depende, en gran parte, de nuestras preferencias salvo que queramos hacer una aclaración dentro
de una aclaración en cuyo caso necesitaremos ambos signos. Y al igual que ocurre con los
paréntesis, no se deja espacio ni después del primer guión, ni antes del segundo.
Se trata de la segunda de las tres artes románticas –siendo las otras dos,
respectivamente, la pintura y la poesía– las cuales se caracterizan por
representar la subjetividad.

El punto, los puntos


Respecto a las peculiaridades del uso del punto, es importante saber que, aun cuando su función
primaria es la de señalar el final de una frase, no se utiliza el punto cuando la frase que este
debería cerrar es exclamativa o interrogativa. Sin embargo, sí se utiliza el punto para cerrar
frases que acaben con un paréntesis. ¿Queda claro? (Como veis, no he puesto punto después de
la pregunta pero sí lo pondré después de este paréntesis).
Otro de los usos habituales del punto es en las abreviaturas, donde sustituye a la parte omitida
de la palabra abreviada. Se pueden encontrar muchos listados de abreviaturas en internet.
Algunas de las más utilizadas en trabajos académicos sobre música son:

cf./cfr. confer: compárese o cotéjese


c./cc. compás/compases
coord./coords. coordinador o coordinadora/coordinadores o coordinadoras
dir. director o directora
ed./eds. editor o editora/editores o editoras
et al et aiii: y otros
i. e. id est: es decir
ibid. ibidem: en el mismo lugar
op. opus: obra
op. cit. obra citada
p./pp. página/páginas
pág./págs. página/páginas
s. l. sine loco: sin lugar
s. d. sine data: sin fecha
trad. traductor o traductora
vol. volumen
Es importante señalar que este punto, el de las abreviaturas, no implica, por sí mismo, el uso
de mayúsculas después, ya que su función es sustituir letras omitidas y no cerrar una frase. No
obstante, el punto de la abreviatura puede coincidir con un punto final y entonces sí debemos
iniciar lo siguiente con mayúscula (¡Y cuidado porque en este último caso solo hay que poner
un punto, no dos!). También puede ocurrir que, tras el punto de la abreviatura, sea necesaria una
coma o un punto y coma, en cuyo caso estos se pondrían justo después del punto (y sin dejar
espacio entre ambos).

Respecto a la escritura de las siglas, la separación de sus letras mediante puntos ha caído en
desuso y, en la actualidad, ya no se utilizan los puntos en ellas. Es por ello que
escribimos CSIC y no C.S.I.C o CSM en vez de C.S.M.
En cuanto a la convención respecto al uso de puntos suspensivos, esta consiste en utilizar tres
y solo tres (…). Y cuando dentro de una cita queremos indicar que hay una parte que omitimos
ponemos también tres puntos pero esta vez entre corchetes ([…]).

Así se puede ver cuando Wackenroder nos habla de que el arte «nos muestra lo invisible
[…], todo aquello que es noble, grande y divino, en figura humana».
Entre los usos que, para el punto y coma, señala la RAE, los más comunes son: separar los
elementos de una enumeración compleja cuyos elementos incluyen comas (puedes ver algún
ejemplo aquí); para separar oraciones independientes pero entre las que existe una estrecha
relación; o delante de conectores de sentido adversativo, concesivo o consecutivo (pero, mas,
aunque, sin embargo, por tanto, por consiguiente, etc.).
En el caso de los trabajos académicos, es frecuente también la utilización del punto y coma en
las referencias bibliográficas como medio para separar los diferentes autores de un texto cuando
estos son más de dos.

Por lo que se refiere a los dos puntos, la RAE también define para ellos diversas aplicaciones.
Entre ellas destacan la de preceder a una enumeración de carácter explicativo o la de preceder a
la reproducción de citas o palabras textuales.

Es necesario recordar que entre los usos más habituales de los dos puntos en trabajos
académicos está también el de separar los títulos de los subtítulos.

Preludio, diferencias y toccata sobre un tema de Isaac Albéniz: la reinterpretación


de la suite para piano en la obra de Manuel Castillo

Las comillas
Para terminar, vuelvo a las comillas, de las cuales ya hablé en una entrada anterior. Es
interesante saber que, al igual que ocurre con los guiones, tenemos diferentes tipos de comillas,
aunque en el caso de estas las diferencias en cuanto a su uso no son tan claras.
Existen tres tipos de comillas: españolas («»), inglesas (“ ”) y simples (‘ ‘). Las comillas
españolas (también llamadas latinas o angulares) son las que teóricamente serían más correctas
cuando escribimos en castellano. En teoría, el uso en nuestro idioma de las comillas inglesas
estaría reservado a los momentos en que tuviéramos que utilizar unas comillas dentro de otras y
a entrecomillar conceptos. Por su parte, las comillas simples se utilizarían como un recurso
cuando necesitáramos hasta tres tipos de comillas o también cuando quisiéramos aclarar un
concepto previamente introducido entre comillas inglesas. Puedes leer más sobre ello aquí.
En la práctica, es habitual utilizar casi exclusivamente un único tipo de comillas que bien
pueden ser las españolas o las inglesas (unas u otras, sin mezclarlas) y reservar las simples
para aquellos momentos en los que tenemos que usar unas comillas dentro de otras. Aun así, y
como siempre, comprueba que tu centro no tenga una normativa específica respecto a esto.
¡Y cuidado con no confundir las comillas españolas con los paréntesis angulares (< >)!

Fuentes «buenas» y fuentes «malas»


en internet
Hoy vuelvo al tema de las fuentes. Una vez aclarado el qué son y cuál es la diferencia entre
fuentes primarias y secundarias, no está de más recordar que no todas las fuentes son igualmente
valiosas. Es decir, no debemos usar la información que encontremos sin asegurarnos antes
de su procedencia y de su rigor.
Esto es especialmente delicado en el caso de todo lo que encontramos en internet ya que suele
ocurrir que la necesidad de saber sobre nuestro tema nos lleva a no preguntarnos si debemos
fiarnos o no de ello. Muchas, muchísimas veces, ante una búsqueda determinada, internet nos
devuelve montones de páginas en las que la información es, literalmente, idéntica. En otras
ocasiones, apenas si encontramos una página en la que se hable del tema.

Pues bien, ni que haya muchas páginas que repiten una misma información es sinónimo de que
esta sea verdadera, ni el que no encontremos nada en internet significa que no exista nada sobre
el tema. ¿Qué hacer?¿En qué nos debemos fijar?
La regla número uno de internet cuando lo utilizamos para la investigación es evitar la
Wikipedia. Por muy útil y práctica que sea (que lo es), no puede ser considerada como una
fuente rigurosa. La calidad y profundidad de sus entradas es muy desigual y es frecuente que los
enlaces que estas nos proporcionan no funcionen. Consultarla cuando estamos muy perdidos y
queremos hacer una aproximación al tema puede ayudarnos pero utilizarla como fuente de
nuestro trabajo nos resta seriedad y credibilidad.
Por la misma razón, la segunda regla sería evitar los blogs, aunque en este caso sí hay alguna
excepción. ¿El blog que consultamos puede ser considerado una fuente primaria? Entonces,
adelante. ¿La autoría del blog corresponde a una «eminencia» en nuestro campo? Adelante
también. La segunda regla sería, por tanto, evitar los blogs salvo que sean una fuente
primaria o que su autoría se deba a una persona de reconocido prestigio en nuestro
campo.
En tercer lugar, desconfía de todo aquello que aparezca sin autor o autora. Ten en cuenta
que la autoría también puede deberse a organismos públicos o privados, fundaciones,
asociaciones, centros docentes, etc. La calidad de la información en estos casos la dará, entre
otras cosas, el grado de afinidad de la institución cuya página estemos mirando con nuestro
tema.
Desconfía también de toda información de la que no se indique su procedencia. Uno de los
criterios básicos a la hora de valorar una información es el poder saber de dónde se ha obtenido.
Si esto falta, si no podemos saber de dónde sale lo que leemos, entonces nos encontramos con
una clara falta de rigor que no debemos perpetuar.
Y puestos a desconfiar, cuando veas frases, párrafos, e incluso secciones enteras repetidas
en varias páginas, localiza el origen. Comprueba, en primer lugar, si son copias de la
Wikipedia y, en ese caso, descártalos. Si no es así, lo más normal es que sea difícil determinar el
origen y eso invalida también la información. Pero si encuentras el origen, este tiene una autoría
clara y en él se indica de dónde procede la información (es decir, remite a las fuentes), entonces
estará ante una página válida que podrás usar como fuente para tu trabajo.
Llegados a este punto, nos podemos preguntar, ¿entonces no hay nada bueno en
internet? Internet, en la investigación, es una herramienta fabulosa en muchos sentidos ya que,
entre otras cosas, nos permite saber qué existe en relación a nuestro tema y dónde podemos
encontrarlo aunque la mala noticia es que, también en muchos casos, para consultarlo
tendremos que volver al mundo físico y buscar una biblioteca o librería que nos lo proporcione.
Gracias a internet podemos:
1. Acceder a los catálogos una inmensa cantidad de bibliotecas.
2. Acceder a las hemerotecas digitales de muchas publicaciones periódicas actuales.
3. Acceder a hemerotecas digitales donde poder consultar y descargar prensa histórica.
4. Consultar periódicos y revistas digitales.
5. Acceder a los índices de una inmensa cantidad de revistas no digitales, muchas de ellas
relacionadas con nuestro tema.
6. Acceder a bases de datos especializadas a partir de las cuales podremos saber qué
publicaciones hay referentes a nuestro tema.
7. Consultar boletines oficiales y cualquier tipo de información legal actual e histórica.
8. Utilizar las bibliotecas digitales y descargar, a partir de ellas, libros o artículos.
9. Consultar parcialmente libros en Google Books.
10. Si estamos suscritos o si nos conectamos a través de una red universitaria, también
podremos consultar fuentes digitales que exijan suscripción: diccionarios especializados,
enciclopedias, revistas científicas, etc.
11. Descargar una inmensa cantidad de fuentes históricas que hace años eran difícilmente
accesibles: manuscritos, primeras ediciones, cartas, material gráfico…
En resumen, prácticamente ningún trabajo estará completo si pretendemos hacerlo solo
con lo que la red nos proporciona.
Nuestros aliados en la red son las páginas de las bibliotecas (BNE, bibliotecas universitarias…),
las bases de datos especializadas (Dialnet, Teseo, etc.), los periódicos y revistas digitalizados
y/o digitales(siempre revistas científicas), páginas institucionales (de organismos culturales
públicos o privados, fundaciones, centros docentes, etc.), páginas oficiales (dedicadas a algún
autor específico, de organismos estatales, etc.), bibliotecas digitales o diccionarios y
enciclopedias especializados online (recuerda, no la Wikipedia).
En cuanto a las descargas, lo mejor son las múltiples posibilidades de descarga de fuentes
primariasque la red nos da. Respecto a las fuentes secundarias, descárgalas también si puedes,
pero siempre valora, antes de enfrascarte en ellas, si son más o menos relevantes para tu
investigación. ¡Pero no dejes de consultar fuentes físicas!

¿Y si no pone quién es el autor?


30 julio, 2018Elisa Pulla

Es sorprendente la cantidad de excusas que se pueden encontrar para «justificar» –o al menos


intentarlo– un plagio. Y es sorprendente que demos tan poca importancia a copiar el fruto
del trabajo de los demás. En fin, una vez más, aquí va un nuevo alegato para intentar
concienciar de la gravedad del plagio.
El caso es que cuando un personaje público reconoce públicamente que ha «copiado» pero lo
justifica diciendo que, total, en la web de la que lo sacó no ponía el autor, hay algo que está
fallando en el sistema. ¿Qué credibilidad puede tener un título de máster cuando quien lo
posee no respeta las más mínimas normas de la decencia académica y de la ética más
elemental? Parece que, si hasta hace poco aceptábamos que era normal que los políticos
robaran, ahora hay una nueva «plaga» de aceptación que parte de la idea de que «normal» que
los méritos académicos se consigan plagiando, es decir, copiando.
Reconozco que es agotador y frustrante ver, curso a curso, cómo los alumnos, aun sabiendo que
el plagio es grave, parecen no ser conscientes de que es lo que, sistemáticamente, hacen. Y
reconozco que, año tras año, TFE tras TFE, me pregunto si esos alumnos que parecen
sorprenderse genuinamente cuando les informo sobre la gravedad de lo que hacen, son
verdaderamente conscientes de ello o, por alguna razón que desconozco, su idea de «copiar-
plagiar» es algo abstracto que en ningún caso les afecta.
Pero si pongo el día a día de mi lucha contra el plagio junto a la frivolidad con la que, en la
escena pública, se tratan sonados plagios, y junto a la falta de consecuencias de los mismos, me
encuentro en el terreno de lo absurdo. ¿Cómo pedir a los alumnos que no hagan lo que para
exitosos personajes públicos parece normal?
De la misma forma que al final la corrupción política ha comenzado a tener consecuencias,
espero que también esta segunda «plaga», el plagio, las tenga. Sin quitar gravedad a lo primero,
quiero remarcar la importancia de lo segundo. Pensad, solo por un momento, qué os duele, a la
larga, más, ¿que alguna vez os hayan robado la cartera?¿que algún amigo no os haya devuelto lo
que en su día le prestasteis?¿o que os hayan copiado el nombre de vuestra empresa?¿o que un
compañero haya presentado una idea vuestra como suya?¿o que un amigo haya tenido éxito con
un proyecto que iniciasteis vosotros?

El daño que hacemos cuando plagiamos es equivalente a un robo pero, si bien el dinero no deja
de ser algo material, el plagio es un robo espiritual: robamos la esencia del pensamiento de
otro, y eso no es algo que podamos restituir.
Volviendo al comienzo, ¿qué pasa si en la web de la que saco algo no hay autor? Pues pasa que
entiendo que la autoría es de la propia web. Suele ocurrir en las webs institucionales: de
ministerios, de fundaciones, de empresas, del congreso… Y en ningún caso el hecho de que no
haya una firma explícita nos exime de reflejar de dónde ha salido lo que decimos y de
entrecomillarlo si lo que hacemos es copiarlo tal cual. En ningún caso. De lo contrario
seremos, e independientemente de las consecuencias académicas, meros ladrones de ideas
ajenas.
Plagiar, robar, es lo mismo. Y que nadie nos diga lo contrario.

Las referencias bibliográficas (1): ¿Qué


datos deberían recoger?
Nuevo curso y nueva serie de entradas, esta vez dedicadas a eso que a veces, y coloquialmente,
solemos llamar «citas» y que en realidad son las referencias bibliográficas. Por decirlo de
forma muy breve, una cita es lo que se toma de algún sitio (de alguna fuente) y se reproduce
literalmente. Una referencia bibliográfica es el conjunto de datos que permiten saber de dónde
sale una determinada cita, información o idea. Tanto aquí como aquí tienes más aclaraciones al
respecto.
Lo primero que deberías saber sobre el tema de las referencias es qué datos hay que dar en
una referencia bibliográfica completa tal y como debería aparecer en la bibliografía final del
trabajo (¡cuidado, que no será igual a lo largo del mismo!). Pero antes incluso de eso, deberías
tener claro cuál es el tipo de fuente de la que quieres hacer dicha referencia.
Entre todos los tipos de fuentes que puedes llegar a consultar para un trabajo hay muchas
posibilidades: libros, artículos, libros en los que participan varios autores, entradas
en diccionarios, páginas web, tesis doctorales, carátulas de CDs, programas de concierto, textos
legales, libros antiguos, cartas, documentos diversos, grabaciones… Y cada tipo
de fuente presenta sus propias características y necesita de su propia selección de datos para
poder ser identificado y localizado correctamente. Vamos con las más frecuentes y con ejemplos
inspirados en las normas del sistema Chicago (recuerda que no hay una única norma y que
puedes ver más aquí sobre los diferentes sistemas).
En un libro los datos imprescindibles que hay que dar son muy claros: el autor, el título, el
lugar de edición (la ciudad), la editorial y el año.
ANTOKOLETZ, Elliot. La música de Béla Bartók: Un estudio de la tonalidad y la
progresión en la música del siglo XX. Barcelona: Idea Books, 2006.
CHIANTORE, Luca; DOMÍNGUEZ, Áurea y MARTÍNEZ, Sílvia. Escribir sobre
música. Barcelona: Musikeon, 2016.
MANN, Thomas. Richard Wagner y la música, 2ª ed. Barcelona: Penguin Random
House Grupo Editorial, 2015.

En un artículo, tendremos que aportar también el título del periódico o revista en el que
aparece y el intervalo de páginas que ocupa. En este caso, además, ya no es tan importante el
lugar de edición, pero sí lo son el número y/o la fecha de la publicación (en los periódicos,
solo la fecha y en el resto de publicaciones periódicas, número y fecha y, a veces, también el
volumen). ¡Cuidado, porque cada revista tiene su propia forma de numeración y es importante
respetarla!

FUENTE, Sandra de la. «Un encanto para los oídos». Clarín, 30 de agosto de 2012.
CALVO AZPEITIA, Cristina. «La leyenda negra y la figura de Felipe II en el Don
Carlo verdiano». Diferencias. Revista del CSM «Manuel Castillo» de Sevilla, nº 5
(2017), pp. 145-163.
GÓMEZ RODRÍGUEZ, José Antonio. «Reflexiones en torno a la historia de la
etnomusicología en España». Revista de musicología, XXVIII-1 (2005), pp. 457-500.

Un tipo de libro cada vez más habitual es el llamado libro de editor. Se trata de un volumen en
el que los diferentes capítulos o secciones han sido escritos por diferentes autores. A veces se
trata de la recopilación de las ponencias de un congreso o, a veces, simplemente corresponde a
planteamientos plurales en torno a un determinado tema. Sea como sea, en estos casos, junto al
autor del capítulo o sección que nos interese, también tenemos que nombrar al responsable o
responsables del volumen (editor/es, director/es, coordinador/es). Es decir, es necesario dar el
nombre del autor de la parte, el título de la parte, el de el o la responsable de la
compilación, el título del libro, el lugar de edición, la editorial, el año y el intervalo de
páginas de la parte utilizada.

LAWSON, Colin. «La interpretación a través de la historia». En John Rink (ed.). La


interpretación musical. Madrid: Alianza, 2006, pp. 19-34.
MAHEDERO RUIZ, Benito. «Introducción y pasacalle para clave a cuatro
manos(1985).Una obra serial de Manuel Castillo (1930-2005). Guía analítica». En
Francisco Cuadrado Méndez, Benito Mahedero Ruiz e Israel Sánchez López
(coords.). En torno a Manuel Castillo. Granada: Libargo, 2016, pp. 157-211.
En el caso de que busquemos información en una enciclopedia o diccionario enciclopédico (y
siempre hablando de obras en las que cada entrada tiene un autor diferente cuyo nombre
aparece al final de la misma), tenemos que hacer algo parecido: el nombre del autor de la
entrada, el título de la entrada, el nombre de la persona responsable (quien dirige,
coordina o edita), el título del diccionario, el lugar de edición, la editorial, el año, el
intervalo de páginas de la entrada y, en esta ocasión, también el número del volumen del
diccionario en el que está la susodicha entrada. ¡Y cuidado! ¡El año que debemos citar aquí es
el del volumen consultado!
JAMBOU, Louis. «Variación (diferencia)». En Emilio Casares Rodicio
(dir.). Diccionario de la música española e hispanoamericana. Vol. 10. Madrid:
Sociedad General de Autores y Editores de España, 2002, pp. 751-753.
La idea es que, sea la que sea la fuente que consultemos, siempre tengamos en la mente estos
datos y este orden e intentemos seguirlos. En el caso de páginas web, si hay un autor del
artículo y un título del mismo, estos son los que tendremos que poner en primer lugar.
Después, el nombre de la página y su URL que, en este caso, sustituye a los datos de edición.
Añadiremos, además, la fecha de la última consulta (día, mes y año). Lo mismo haremos para
la información obtenida de un blog. Si la web en cuestión es un periódico o revista digital, la
referencia será similar a la de un artículo normal pero añadiremos el que se trata de una
edición digital, la URL y la fecha de la última consulta (o de la descarga).

SALGADO, Susana. “Bautista, Julián”. En Laura Macy (ed.). Grove Music


Online. http://www.grovemusic.com/shared/views/article.html?from=search&session_s
earch_id=395154859&hitnum=2&section=music.02377 (Consultado el 10 de julio de
2007).

Si lo que tenemos que citar es un tesis doctoral o algún otro trabajo no publicado, lo
relevante es, junto al autor o autora y el título, especificar el lugar donde ha sido
presentado y la fecha. Y, por supuesto, indicar de qué tipo de trabajo se trata. Si está
disponible en internet, también daremos la URL y la fechade la última consulta (o
descarga).

BEJARANO PELLICER, Clara. La música y los músicos en la Sevilla de los


Austrias. Tesis doctoral. Universidad de Sevilla, 2011.

¿Alguna duda? Posiblemente muchas. Por eso la próxima entrada estará dedicada, precisamente,
a algunas de las dudas más habituales a la hora de escribir referencias bibliográficas.

Las referencias bibliográficas (II): FAQs


8 noviembre, 2018Elisa Pulla

Continuando con esta serie sobre lo que es, posiblemente, la parte más mecánica de cualquier
trabajo ademas de una de las que más quebraderos de cabeza dan, aquí va una primera serie de
preguntas que nos pueden surgir (y sus respuestas):

1. ¿Qué se pone primero, el apellido o el nombre?

En la bibliografía, los apellidos van antes que los nombres y se separan de estos por una coma.
Sin embargo, no hay un criterio homogéneo a la hora de ordenar apellidos y nombre en la
autoría secundaria (traducción, edición…) en cuyo caso, y como siempre, habrá que comprobar
primero si las reglas que seguimos establecen algo al respecto. Si no, coherencia y sentido
común, En lo que respecta a las referencias bibliográficas hechas en notas a pie de página y que
aparecen a a lo largo del trabajo, la tendencia actual es a que el nombre aparezca delante del
apellido.

2. ¿Tengo que poner los nombres completos de los autores o vale solo con las iniciales?

Como para casi todo lo que tiene que ver con normas académicas, mientras tu centro o tu tutor
no establezcan una regla específica al respecto, puedes elegir qué haces ¡pero sé coherente!:
decidas lo que decidas, hazlo siempre. También puedes optar por usar las iniciales solo a partir
del segundo nombre de un autor o autora cuando tengan dos o más nombres. Así, cualquiera de
las opciones siguientes sería válida:
Ayarra Jarne, José Enrique. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del
Festival de Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.
Ayarra Jarne. J. E. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del Festival de
Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.
Ayarra Jarne, José E. «La música para órgano de Manuel Castillo». Papeles del Festival
de Música Española de Cádiz, nº 2 (2006). En memoria de Manuel Castillo.

Mi consejo es que utilices los nombres completos, al menos en nombres españoles y cuando
estos no sean más de dos. En el caso de autores o autoras con tres nombres (algo muy habitual
en idiomas como el alemán) puedes optar por poner solo el primero de ellos y las iniciales en
los restantes. Eso sí, evita las abreviaturas (como el típico Mª) y respeta la ortografía del idioma
original de procedencia.

No obstante, y pese a todo lo dicho, también es un criterio común el mantener los nombres
escritos tal y como veamos que son utilizados habitualmente por el autor o la autora
correspondientes. Ejemplos de esto último serían:

Gómez Muntané, Maricarmen. El Llibre Vermell: Cantos y danzas de fines del


Medioevo. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2017.
García Manzano, Julia E. Modos, armonías y estructuras en la música medieval
occidental. Barcelona: Editorial Arpegio, 2017.

3. ¿Se ponen los dos apellidos o solo uno?

El criterio aquí es similar al anterior. Si no tienes reglas específicas puedes elegir pero siempre
con coherencia. Mi consejo es que incluyas, siempre que sea posible, los dos apellidos, aunque
en ocasiones, y como ocurre con los nombres, eso te obligue a buscar la información que te falte
en internet. No cometas el error de poner uno o dos apellidos en función de lo que veas en cada
una de las fuentes consultadas puesto que caerás en muchas incoherencias.

Por coherencia con lo habitual en muchos nombres extranjeros, que solo presentan un apellido,
podemos pensar que es mejor escribir también un único apellido en el caso de los autores
españoles. Pero también es cierto que eso nos puede llevar a que la información acerca de la
autoría resulte ambigua o incompleta: ¿Cuántos Juan García puede haber? Sin duda muchos.

4. ¿Tengo que mencionar también al traductor, al autor del prólogo, al…?

No es imprescindible, aunque puede haber razones para hacerlo. El traductor puede ser
necesario si estás trabajando, por ejemplo, con diversas traducciones de la misma obra, o si este
interviene activamente de una u otra forma en el texto. De igual forma, mencionar al autor del
prólogo, prefacio o estudio previo, parece imprescindible cuando se trata de obras en las que
esta parte inicial es extensa. En ambos casos, y en otros similares, dicha autoría secundaria debe
aparecer detrás del título.
Marcello, Benedetto. El teatro a la moda. Versión castellana y edición de Stefano
Russomano. Madrid: Alianza, 2001.

5. ¿Y qué pasa si hay más de un autor?

Lo más habitual es que si son dos o tres autores se pongan todos separados por punto y coma; y
si son más de tres, se ponga solo el primero seguido de «y otros». El orden en que deben
ponerse es el mismo que aparece en la fuente.

Chiantore, Luca; Domínguez Moreno, Áurea; Martínez García, Sílvia. Escribir sobre
música. Barcelona: Musikeon Books, 2016.
Igualmente, y en el caso de los libros de editor, si son varias las personas responsables de la edición, se sigue la
misma regla. Es a estas a quienes tenemos que mencionar como autores indicando, entre paréntesis, su relación
con el texto (edición, coordinación, dirección…).

Cuadrado Méndez, Francisco; Mahedero Ruiz, Benito; Sánchez López, Israel


(coords.). En torno a Manuel Castillo. Granada: Libargo, 2016.

6. ¿Y si no hay autor?

Lo primero es cerciorarnos de que es así, es decir, de que el texto es realmente anónimo. Hace
años, en estos casos, la palabra «anónimo» aparecía como nombre del autor. Sin embargo,
actualmente se tiende a iniciar la referencia directamente con el título. En el caso de que no haya
autor, pero sí una entidad responsable del texto, es esta la que debe aparecer como autora.

7. ¿Qué hago con los subtítulos?

Cuando un libro, artículo, tesis u otro tipo de fuente, tiene título y subtítulo, este debería
reflejarse también en las referencias bibliográficas. Debe aparecer, como es lógico, después del
título y podemos utilizar, entre ambos, bien un punto o bien dos puntos. Esta última opción, la
de los dos puntos, parece la más universal ya que es coherente con muchas de las reglas de
catalogación vigentes:

Pastor Comín, Juan josé. Loco, trovador y cortesano: Bases materiales de la expresión
musical en Cervantes. Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2009.

No obstante, el uso de un único punto en estos casos también es habitual:

Pastor Comín, Juan josé. Loco, trovador y cortesano. Bases materiales de la expresión
musical en Cervantes. Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2009.
Así que, como siempre, comprueba las normas específicas de tu centro y, si no dicen nada al
respecto, elige lo que prefieras y aplícalo con coherencia.

8. ¿El título se escribe como está o aplicando mis propias normas tipográficas?

Para el título, como para todo lo demás en un trabajo académico, las normas tipográficas son las
tuyas. Es decir, y dentro de las opciones que existen a la hora de hacer trabajos académicos,
aquellas que, o bien te hayan impuesto, o bien hayas elegido. Y ante la ausencia de normas para
cuestiones muy específicas, consulta otras normas, consulta páginas de ortografía y gramática y
toma tus propias decisiones siempre manteniendo la coherencia con las mismas a lo largo de
todo el trabajo.

9. ¿Cuál es la editorial «buena» si parece que hubiera dos distintas?

Cuando parece que hubiera dos editoriales, lo normal es que una de ellas sea la colección o serie
a la que pertenece el libro. Tómate el tiempo de mirar en internet cuál es el nombre de la
editorial, cuál el de la colección y cuál el de la serie. Estos dos últimos no es necesario que
aparezcan en la referencia bibliográfica aunque los puedes añadir al final de la misma. También
puede pasar que, efectivamente sean dos o más las editoriales. Es algo que suele ocurrir cuando
se trata de entidades (universidades, comunidades autónomas…). En ese caso, se ponen todas
ellas separadas por una barra diagonal: /.

Marchena Hidalgo, Rosario. Las miniaturas de los libros de coro de la catedral de


Sevilla: El siglo XVI. Sevilla: Universidad de Sevilla/Fundación Focus-Abengoa, 1998.

10. ¿La palabra «editorial» forma parte del nombre de la editorial?

En la mayoría de los casos, no. Solo cuando esté claro que el nombre propio de la editorial
incluye la palabra «editores» o «editorial» deberíamos ponerlo. También debería incluirse
cuando su ausencia pueda provocar que el nombre de la editorial no se entienda o de lugar a
ambigüedad.

11. ¿Y el «S.L» o «S.A.»? ¿Tengo que poner el ISBN o ISSN?

No, no se pone. Ni S.L, ni S.A, ni Inc., ni ninguna otra cuestión legal que tenga que ver con el
tipo de empresa que es la editorial.

Tampoco se ponen, aunque actualmente empieza a haber corrientes que lo recomiendan. Solo
deberíamos planteárnoslo en el caso de que, después de haber aportado todos los datos,
consideremos que estos son insuficientes y que la fuente solo puede ser localizada a través de su
número internacional de referencia (ISBN para los libros, ISSN para las publicaciones
periódicas, o ISMN para la música).
13. ¿El lugar de edición es el país, la ciudad, el pueblo…?

El lugar de edición es una ciudad. Si no aparece, pongamos s. l. (sine loco, sin lugar) o, si
podemos averiguarlo aunque no aparezca, pongámoslo entre corchetes. Actuaremos de forma
similar si no aparece la fecha aunque en este caso pondremos s. n. (sine data, sin fecha) o, si
podemos dar una fecha aproximada utilizaremos ca. (circa, cerca) seguido de esta.

14. ¿Son lo mismo el lugar de edición y el de impresión? ¿Y si no son el mismo cuál debo
poner?

Es habitual que el lugar de edición y el de impresión sean diferentes. El importante es el de


edición ya que el lugar donde se imprima un determinado libro no es lo relevante de este.

15. ¿Qué año hay que citar, el de la primera edición o el de la que tengo entre mis manos?

La regla habitual nos dice que hay que citar la primera edición. No obstante, y puesto que
normalmente no sabemos si la edición que tenemos entre las manos es o no muy diferente a la
primera, yo aconsejo citar siempre la edición que realmente estamos consultando e indicar, al
final de la referencia, el año de la primera edición. También es interesante indicar su posible
primera edición en otro idioma especialmente si esta es muy anterior a la que manejamos.

16. ¿Si el libro lo he bajado en PDF de internet, lo cito como si realmente lo tuviera entre
mis manos?¿Y si es un e-book?

Cualquier material que descarguemos de internet debe ir acompañado de la descripción del tipo
de material (si es PDF, e-book, imagen…) así como de la URL y de la fecha de la descarga (o
de la última consulta). Todo ello independientemente de que, si es un libro, lo citemos como tal;
si es un artículo, sigamos las normas de citación para los artículos, etc.

17. ¿Puedo utilizar trabajos no editados?..

Sí, sí puedes. Es el caso de las tesis doctorales u otros trabajos académicos, y también de
comunicaciones presentadas en congresos pero no editadas. En ese caso, son determinantes la
fecha y el lugar donde se hayan presentado dichos trabajos. Si se trata de trabajos no editados ni
hechos públicos de ninguna forma, la cuestión es más problemática. Lo primero que deberías
plantearte es la fiabilidad de la fuente. Si aun así decides que es válida e importante para tu
trabajo, a la hora de citarla deberías plantearla, o bien como una fuente primaria, o bien aportar
todo lo necesario para su posible localización. Recuerda que es imprescindible, en este tipo de
trabajos, el poder comprobar la exactitud de lo citado en relación a las fuentes que se indican.

Calvo Azpeitia, Cristina. Verdi y España: La trilogía sobre dramas españoles (Il
trovatore, Simon Boccanegra, La forza del destino). Tesis doctoral. Facultad de
Filología, Universidad de Sevilla, 2017.

Cuando la música se escribe


con minúsculas
12 enero, 2019Elisa Pulla

¿Cuántas veces en un trabajo dudamos de si algo se pone con mayúscula o con minúscula? ¿Y
cuántas veces, ante la duda, terminamos utilizando las mayúsculas «de oído» y sin consultar ni
atender norma ortográfica alguna? Abusamos de las mayúsculas y haciéndolo, entorpecemos
la lectura de lo que escribimos.
Y eso que conocemos las reglas básicas y que es fácil ver las normas que da la RAE o consultar
en páginas como la de Fundéu BBVA que, por su claridad, os vuelvo a recomendar. Y si es tan
fácil, ¿por qué nos equivocamos?
Sin intentar ser exhaustiva, que para eso ya está la RAE, voy a comentaros las cosas que,
respecto al uso de mayúsculas y minúsculas, creo que pueden ser de utilidad en vuestros
trabajos académicos sobre música. Y, antes de nada, un consejo: ante la duda, ¡minúsculas!

Mayúsculas y títulos
Uno de los lugares donde más se echa de menos la presencia de una regla respecto a las
mayúsculas es en los títulos de libros o piezas musicales. Y el caso es que la regla existe: en los
títulos en español solo se escribe mayúscula la letra inicial de la primera palabra siendo
minúsculas todas las de las palabras intermedias. Así, debemos escribir: Diccionario de la
música española e hispanoamericana y no Diccionario de la Música Española e
Hispanoamericana. ¡Y en cursiva, que es un título!
Posiblemente la confusión venga porque la regla del español es diferente a las de otros idiomas,
especialmente a la del inglés donde sí se escriben con mayúsculas los nombres y adjetivos
intermedios de los títulos: The New Grove Dictionary of Music and Musicians.

Mayúsculas y abreviaturas
La primera regla básica dice que después de un punto se comienza con mayúscula y no necesita
aclaración alguna. O quizá sí. Démosle la vuelta y preguntémonos por qué, a veces, y
especialmente en el caso de las abreviaturas, nos saltamos alegremente la norma. Es incorrecto
escribir abreviaturas, como Nº, Pág. u Op., con mayúscula a no ser, claro está, que vengan
precedidas del mencionado punto.
No obstante, hay alguna excepción. Determinadas abreviaturas sí se escriben siempre con
mayúscula. Pero son pocas o muy pocas. Es el caso de los tratamientos, el de los nombres de las
voces o el de algunos catálogos de compositores. Así, escribimos Sr. por señor, o D. por
don; y también S por soprano, Mz por mezzosoprano, C por contralto, Ct por contratenor,
T por tenor y B por bajo. Y obsérvese en los casos anteriores que:
1. No se utiliza mayúscula si la palabra no está abreviada.
2. Algunas abreviaturas, como las de las voces, no van seguidas de punto.
3. Después del punto que sigue a una abreviatura (nº no lleva punto después puesto que su
última letra forma parte de la propia abreviatura), no se utiliza mayúscula.
En el caso del uso de la abreviatura «op.» (por «opus»), también hay excepciones ya que esta se
usa con mayúsculas cuando se hace referencia a una obra específica solo por su opus. Así, sería
correcto escribir «el Op. 118 de Brahms» aunque, en este caso, sería mejor hacerlo sin utilizar la
abreviatura y en cursiva (por aquello de que se está utilizando como el título de una
obra): «el Opus 118 de Brahms» y no «el opus 118 de Brahms» y Seis piezas para piano op.
118 y no Seis piezas para piano Op. 118.
También se ponen en mayúsculas siglas y acrónimos, y se hace sin utilizar puntos intermedios
(una práctica que ha caído en desuso). Una buena costumbre es que, siempre que se utilicen
tanto las unas como los otros, desarrollarlos entre paréntesis la primera vez que aparecen: ROSS
(Real Orquesta Sinfónica de Sevilla) y no R.O.S.S. En el caso de los acrónimos (el tipo de
siglas que pueden ser leídas como una palabra), si estos son de más de cuatro letras, solo se
pone mayúscula la primera de ellas: Sedem (Sociedad Española de Musicología) y
no SEDEM, ni SEdeM, ni S.E.D.E.M.

Mayúsculas y nombres propios


La segunda regla básica respecto a las mayúsculas es la que dice que los nombres propios se
inician con una letra mayúscula. Y esto que parece muy sencillo se nos puede complicar mucho.
A menudo nos tenemos que preguntar si lo que escribimos es un nombre propio o común
porque los nombres propios no solo hacen referencia a personas sino también a entidades,
instituciones, publicaciones, lugares geográficos, monumentos, partidos políticos,
hermandades, universidades, nombres de especialidades o asignaturas, congresos,
festivales, etc. Y porque hay palabras que pueden ser consideradas nombres propios o comunes
según su sentido o contexto.
Se escriben con minúscula:
1. Los períodos artísticos que no se aplican a la mayoría de las disciplinas artísticas ni a un
período histórico determinado: gótico, románico, estilo galante, impresionismo,
expresionismo, simbolismo, modernismo o dodecafonismo y no Gótico, Románico,
Estilo Galante, Impresionismo, Expresionismo, Simbolismo, Modernismo o
Dodecafonismo. Según esta norma, tampoco comenzarían en mayúscula ni el clasicismo ni
el neoclasicismo musicales ya que estas denominaciones no se corresponden con las
utilizadas para otras artes en su mismo período de tiempo ni para la época histórica en la
que se desarrollan. De igual forma, las generaciones de escritores, compositores, etc.,
tampoco irían en mayúscula: generación del 51 y no Generación del 51.
2. Las profesiones y los cargos: profesor (y no Profesor), catedrático (y
no Catedrático), maestro de capilla (y no Maestro de Capilla); general (y
no General), ministro (y no Ministro), hermano (y no Hermano), obispo (y
no Obispo), presidente (y no Presidente). Y aquí tenemos que tener especial cuidado
porque según qué tipo de documentación estemos consultando, encontraremos estos
nombres escritos con mayúscula (lo que no quiere decir que lo tengamos que reproducir
así).
3. Los nombres de edificios: la catedral de Sevilla y no la Catedral de Sevilla. Aunque
en algunos casos podemos dudar: ¿«biblioteca» forma parte del nombre de una biblioteca o
hace alusión solo al edificio? Dependiendo de la respuesta lo tendremos que poner con
mayúsculas o con minúsculas. Así, hablamos de la Biblioteca Nacional de España o de
la biblioteca de la Universidad de Sevilla.
4. Los nombres de formas musicales a no ser que sean parte del título de una pieza: sonata y
no Sonata, pero sí Sonata para viola y piano de Rebecca Clarke.
5. Los nombres de las tonalidades, los acordes y los grados de la escala: mi mayor y no Mi
Mayor; re menor y no Re menor; acorde de séptima de dominante y no acorde de
Septima de Dominante.
6. Los nombres de las notas musicales: do, re, mi, fa, sol, la si y no Do, Re, Mi, Fa, Sol, La,
Si.
Se escriben con mayúscula:
1. Los períodos artísticos que, y reproduzco íntegro aquí el texto de la Fundéu «abarcan todas
o la mayor parte de las disciplinas artísticas e identifican grandes periodos histórico-
cronológicos culturalmente diferenciados»: Edad Media y no edad media; Renacimiento y
no renacimiento; Barroco y no barroco, Romanticismo y no romanticismo
y también Neoclasicismo y no neoclasicismo cuando hagamos referencia al estilo que se
desarrolló en la literatura y en las bellas artes durante el siglo XVIII y no al musical del
siglo XX que, como se ha visto, es con minúscula.
2. Las iniciales de los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre propio de
entidades, organismos, departamentos o divisiones administrativas, edificios, monumentos,
establecimientos públicos, partidos políticos, etc.: Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte; Teatro de la Zarzuela; Conservatorio Superior de Música «Manuel Castillo»
de Sevilla; Hermandad de Nuestra Señora de la Alegría; Fundación Juan March.
3. Los sustantivos y adjetivos que forman parte del nombre de publicaciones periódicas o de
colecciones (que, recuerda, se escriben en cursiva) y también aquellos que sean parte del
nombre de editoriales: Revista de Musicología; Música y Educación; Cuadernos de Jazz;
Fondo de Cultura Económica.
4. La misma regla sirve para los nombres de festivales, los títulos de congresos y las
denominaciones oficiales de premios: Festival Internacional de Santander, Congreso
Internacional de Psicología de la Música, Premio Nacional de Música.
5. Los nombres y adjetivos que forman parte del nombre de una asignatura siempre que este
no sea excesivamente largo: Técnicas de Investigación Musical y no Técnicas de
investigación musical. Si el nombre es largo, se entrecomilla para evitar confusiones y solo
se utiliza la mayúscula en la primera inicial: «Mantenimiento y conservación de los
instrumentos de viento-metal» y no Mantenimiento y Conservación de los Instrumentos
de Viento-Metal.
6. En apodos, pseudónimos y sobrenombres. Si se trata de sobrenombres de obras musicales,
estos, además, se entrecomillan: Alfonso X el Sabio, sinfonía «Eroica».
7. En los apellidos que empiezan por «de», esta se escribe con mayúscula cuando omitimos el
nombre. Escribimos Conrado del Campo pero si mencionamos al músico solo por su
apellido lo hacemos como Del Campo.
A veces sí y a veces no:
Lo que llamamos mayúscula diacrítica es esa que permite diferenciar dos usos de una misma
palabra. Ocurre cuando hablamos, por ejemplo, del ayuntamiento como edificio o
del Ayuntamiento como organismo político; cuando nos referimos al estado de algo o
al Estado como entidad; o cuando mencionamos una nación cualquiera o decimos
la Nación como un ente específico.
También es necesario hacer una diferencia cuando estamos hablando de una especialidad o
asignatura que comparte nombre con una determinada disciplina o ciencia. La asignatura va en
mayúscula y la ciencia en minúscula. De ahí que el estudio de la música (con minúsculas) se
haga, en la enseñanza secundaria, a través de la asignatura de Música (con mayúscula). Y lo
mismo ocurre con el estudio de la lengua o de la historia en las asignaturas
de Lengua o Historia.
Y hablamos de antonomasia cuando utilizamos un nombre genérico para hacer referencia a un
sujeto específico. Así lo hacemos, por ejemplo, cuando escribimos la Novena, en alusión a la
novena sinfonía de Beethoven y, en este caso, un ordinal como es «novena» pasa a ser escrito
con mayúscula.
Lo que sí o sí debes saber sobre las citas
Aunque en una entrada anterior ya se habló sobre el tema, nunca está de más recordar algunas
cosas básicas y añadir alguna que otra nueva. Empezamos.
1. Recuerda poner las citas cortas (menos de tres líneas) integradas en el texto y entre
comillas.
2. Las citas largas (más de tres líneas) se ponen en un párrafo independiente, con mayor
sangría a la izquierda (y solo la izquierda) que el resto del texto y con un tamaño de letra
inferior. Acuérdate también de no ponerlas ni en cursiva ni entre comillas.
3. Si necesitas hacer alguna aclaración en medio de la cita o añadir algo que resulte necesario
para su comprensión, lo añadido se pone entre corchetes.
Ejemplo: «el autor [Louis Prospero Gachard] afirma que una cosa es segura: don Carlos era un
enfermo»
4. Si quieres suprimir parte del texto que citas, entonces debes sustituir lo que suprimes por
tres puntos entre corchetes: […]. No es necesario utilizar este signo ni al principio ni al final de
la cita ya que se sobrentiende que esta está precedida y seguida de algo.
Ejemplo: «Los historiadores no han confirmado ninguna de las acusaciones hechas por
Guillermo de Orange […]. Quizá sea la acusación que se refiere a la muerte del infante la única
que sigue con vigor aún en la actualidad»
5. Si en el texto citado hay alguna palabra extraña o mal escrita puede ser conveniente indicar
que no es un error nuestro sino que reproducimos lo que hemos encontrado. Para eso utilizamos
la palabra latina «sic» entre corchetes.
Ejemplo: «conteixtaran [sic] a dos antífonas con un verso»
6. Es habitual actualizar en el texto citado el uso de mayúsculas y minúsculas. En el caso de
textos antiguos también se puede optar por actualizar la ortografía de los mismos aunque
indicándolo en la metodología del trabajo o en una nota a pie (la primera vez que lo hagamos).
7. Las citas en otros idiomas se pueden dejar en el idioma original o traducirlas. Si se dejan en
el idioma original, se puede optar por escribir la traducción en una nota a pie de página
indicando si esta es o no propia. Si se traducen se puede optar por poner en una nota al pie el
texto original y hay que indicar (en la misma nota a pie) si la traducción es o no propia.
8. Es interesante el mencionar expresamente a los autores de las citas en el texto y hacerlo de
forma variada. Es decir no abusar del giro «según xxxx», sino utilizar diferentes fórmulas
como: «xxxx afirma que…»; «al contrario que xxxx, la opinión de yyyy es que…»; «xxxx se
pregunta si…»; «yyyy conjetura sobre la posibilidad de que…»; «zzzz cuestiona esta opinión y
sostiene que…». Es decir, utiliza el estilo indirecto de forma variada.
9. Si te preguntas qué tipo de comillas usar, mira aquí.
10. Procura poner los números de llamada para las notas a pie donde no interrumpan el
discurso, es decir, si parafraseas (si no utilizas una cita literal) espera al primer punto, o al
menos al primer signo de puntuación, para introducir la nota. Y en las citas literales (de las que
se está hablando aquí) pon el número justo después de acabar la misma. ¿Antes o después del
signo de puntuación? No hay acuerdo en este tema por lo que: antes o después, pero hazlo
siempre de la misma forma.
Y por favor, ¡cada cita tiene que tener su referencia completa con la indicación del número
de página o páginas exactas de donde sale!
Las conclusiones: algo más que un trámite
Comienza mayo y, si piensas presentar tu Trabajo Fin de Estudios, Fin de Grado o Fin de
Master en junio, estás en la recta final. ¿A estas alturas todavía no tienes ni idea de lo que
pondrás en las conclusiones?. Veamos si puedo ayudarte.
Las conclusiones (cuidado, siempre en plural) son una síntesis de los resultados obtenidos y
una reflexión acerca de los mismos. Deben conectar con los objetivos planteados en la
introducción y sirven para reflejar su grado de consecución así como los posibles caminos que
se abren para el estudioal terminar el trabajo. También son un espacio en el que tienen
cabida tus inquietudes, tus opiniones, tu valoración…, es decir, y hasta cierto punto, tu
subjetividad.

Y no, no son un trámite. Al contrario, son una parte fundamental del trabajo. Es más, se podría
decir que todo el trabajo existe para servir de apoyo a las conclusiones, para constituir su prueba
y para dar fundamento a las afirmaciones que hagamos en ellas.

En nuestras conclusiones deberíamos, al menos, incluir los cuatro puntos siguientes:


1. Conectar con la introducción retomando los objetivos.
2. Resumir los contenidos del trabajo.
3. Valorar el grado de cumplimiento de los objetivos (o de demostración de las hipótesis).
4. Aportar nuestras reflexiones.

1. Conectar con la introducción retomando los objetivos


La realización de un trabajo académico no suele seguir una línea recta y es habitual que,
durante su desarrollo, el planteamiento vaya cambiando en mayor o menor grado. Al finalizar el
trabajo, por tanto, es imprescindible repasar los objetivos iniciales para asegurarnos de que
responden a lo verdaderamente hecho y no a la idea original que tuvimos de ello y que hemos
ido perdiendo sobre la marcha.
En ocasiones, eso nos obligará a retocar o incluso a redactar de nuevo la introducción. Y sí,
puede ser algo pesado, pero eso no es nada comparado con la mala impresión que daremos si
presentamos un trabajo que no se adapte a sus propios objetivos.
Una vez revisada la introducción, es recomendable empezar las conclusiones aludiendo a los
objetivos planteados en ella. De hecho, fórmulas para comenzar estas últimas pueden ser:
«Al comienzo de este estudio, los objetivos que se planteaban eran…» o también «Al principio
de este trabajo se partía de la idea de…»

2. Resumir los contenidos del trabajo.


Se trata de aportar una muy breve síntesis en la que se recoja lo más destacado del trabajo. La
idea es que incluso alguien que no lo haya leído pueda hacerse una idea acertada del mismo.
Para ello podemos utilizar nuevas fórmulas:

«Se ha visto cómo….»; «Hemos comprobado la relación entre… y …»; «Se han analizado las
posibles causas de….»; «Se ha tratado sobre…»…
También es buena idea el hacer el resumen en relación con los objetivos pudiendo entonces
introducirlo con giros como los siguientes:
«En relación al primero de los objetivos planteados se ha visto que…»; «Respecto a… se ha
comprobado…»…

3. Grado de cumplimiento de los objetivos


Ante todo, sé honesto y no mientas. No debemos decir que hemos cumplido sobradamente
todas nuestras metas si no es así. ¿Y es posible que, aun después de revisar la introducción para
ajustar los objetivos a la realidad del trabajo estos no se hayan cumplido completamente? Sí, es
posible.
Por una parte porque la revisión que debemos hacer se refiere más a la dirección que marcan los
objetivos que a la amplitud de estos. Es decir, el trabajo puede haber estado bien dirigido
hacia los objetivos planteados pero puede que estos no se hayan conseguido totalmente.
Por otra, porque algunas veces los objetivos, especialmente los que reflejan nuestra finalidad
última, pueden ser de difícil cuantificación. Así ocurre cuando planteamos el «contribuir a» o
«dar a conocer» o «reivindicar la figura de».
De hecho, las conclusiones también consisten en reconocer que han quedado cosas por
resolver o que no se ha podido cumplir con todo lo previsto. Eso sí, en este caso, es
interesante explicar cuáles han sido las razones para ello y qué pasos tendríamos que seguir a
partir de ahora.
Y sea como sea, es especialmente importante que vigilemos nuestras afirmaciones. A no ser
que estemos totalmente seguros de que lo que decimos es un hecho probado, seamos sobrios y
prudentes con el uso del lenguaje.
Entre las fórmulas a las que podemos recurrir aquí estarían:

«Respecto a… se ha podido comprobar que…»; «A pesar de las muchas fuentes consultadas, no


es posible…»; «En lo referente a… parece demostrado que…»; «Después de todo ello, se puede
afirmar que…»

4. Reflexión personal
Es un espacio abierto en el que caben aspectos tan diferentes como pueden ser la valoración
de nuestro aprendizaje; el destacar qué aspectos del trabajo nos han parecido
más interesantes o cuáles nos han sorprendido; el cuestionar algo de lo obtenido; el plantear
nuevos caminos para la investigación sobre el tema; etc.
Y de nuevo es importante la sinceridad y el huir de las frases hechas. No vale de nada decir que
hemos aprendido mucho si no somos capaces de especificar el qué. Ni tampoco sirve de nada,
en el caso de un TFE de alguna especialidad instrumental, el decir que el trabajo nos ha ayudado
mucho en nuestra interpretación si no somos capaces de decir en qué aspectos concretos de la
misma.

Finalmente, un par de advertencias:


1. No introduzcas datos en las conclusiones que no hayan ya aparecido en el trabajo. Aquí
solo se reflexiona a partir de lo ya visto. Y puesto que no hay nuevos datos, no debe haber
notas a pie de página en esta parte del trabajo.
2. No conviertas las conclusiones en una repetición de la introducción. La función de la
introducción es plantear lo que se va a hacer y la de las conclusiones lo que se ha hecho.
Aunque eso signifique, hasta cierto punto, una recapitulación, las conclusiones no pueden
convertirse en una mera repetición de la introducción. Si esto ocurre, y tu introducción
puede ser utilizada como conclusiones, entonces tendrás que redactarla de nuevo para que
cumpla realmente con su función
La introducción en los trabajos académicos
(3): la metodología
Después de la presentación del tema, la justificación, el estado de la cuestión y los objetivos, la
metodología es la última de las partes que tiene que tener toda introducción de un trabajo
académico. Tiene que ver con el qué voy a hacer a lo largo del trabajo para conseguir mis
objetivos y el cómo voy a organizar la información para que conduzca claramente a ellos.
Dicho de otra forma, se trata de explicar el contenido y la estructura del trabajo, informar
de las decisiones que se han tomado en relación a todo ello y aclarar el cómo cada parte
contribuye a la consecución del fin último (los objetivos).
Y para empezar, es importante que sepas las tres cosas que la metodología no es:
1. No es contar tu vida. No se trata de incidir en lo fácil o difícil que ha resultado localizar la
información. Ni tampoco consiste en detallar, de forma más o menos novelada, las
peripecias por las que has pasado en el proceso de elaboración del trabajo.
2. No es decir que has buscado en libros, bibliotecas, enciclopedias, internet o en
cualquier otro lugar real o virtual que se te ocurra. La búsqueda de fuentes es un paso
imprescindible en el proceso de investigación. Dicha búsqueda no constituye, por sí misma
y en principio, la metodología específica que requiere tu trabajo que es lo que se espera que
expongas en la introducción del mismo.
3. Aunque parte de la metodología es explicar el contenido y la estructura del trabajo, no se
trata de repetir el índice tal cual. Contenido y estructura deben responder a una
determinada lógica. Y dicha lógica, la que hemos seguido a la hora de elegir los contenidos
y de ordenarlos y el cómo todo ello contribuye a los objetivos finales, es de lo que
deberíamos informar.
Pero es verdad que, aunque sepamos lo que es y lo que no es , a veces no resulta fácil el saber
cómo enfocar esta parte de la introducción.

Algunos consejos son :

1. Sitúa la metodología después de los objetivos ya que, de hecho, se trata de los pasos
u objetivos intermedios que nos conducen al objetivo u objetivos finales. Si los objetivos
son el «qué» voy a hacer, la metodología es el «qué pasos voy a dar para
conseguirlo». ¡Y cuidado! ¡Se trata de los pasos que voy a dar a lo largo del trabajo no
antes de él, ni fuera de él, ni…!
2. Una fórmula fácil y práctica para comenzar a redactar la metodología de nuestro trabajo es
encabezarla con un «para ello, este trabajo se ha estructurado en dos/tres/cuatro
partes…». Tras lo que deberíamos especificar de qué trata cada parte y explicar las mismas
(sin entrar en contenidos).
3. Dentro de la explicación de cada parte, es importante incluir los criterios de selección del
contenido así como los «para qué» de cada cosa:
4. Cita en la metodología los sistemas teóricos o analíticos en los que te bases o los modelos
de encuestas que emplees o… y, como siempre, no olvides dar las razones de por qué esos
y no otros.
5. La pregunta del millón a la que debes responder en la metodología es «Por qué y para qué
hago lo que hago y no otra cosa»
Y recuerda, como el resto de las partes de la introducción, es bueno que la intentes redactar, o al
menos plantear, antes de iniciar el trabajo. Eso sí, no quedará definitivamente redactada hasta el
final ya que lo normal es que vayas tomando decisiones sobre la marcha que, por supuesto,
habrán de figurar en tu metodología.

Vous aimerez peut-être aussi