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La economía solidaria o economía de solidaridad es una búsqueda teórica y práctica de formas

alternativas de hacer economía, basadas en la solidaridad y el trabajo.

El principio o fundamento de la economía de solidaridad es que la introducción de niveles crecientes


y cualitativamente superiores de solidaridad en las actividades, organizaciones e instituciones
económicas, tanto a nivel de las empresas como en los mercados y en las políticas públicas,
incrementa la eficiencia micro y macroeconómica, junto con generar un conjunto de beneficios
sociales y culturales que favorecen a toda la sociedad.

La economía de la solidaridad en el plano de la producción


se manifiesta en la cooperación en el trabajo, que acrecienta la eficiencia de la fuerza laboral; en el
uso compartido de conocimientos e informaciones que da lugar a un importante elemento de
creatividad social; en la adopción colectiva de decisiones, en una mejor integración funcional de los
distintos componentes funcionales de la empresa, que reduce la conflictividad y los costos que de
esta derivan; en la satisfacción de necesidades de convivencia y participación, que implica que la
operación de la empresa proporciona a sus integrantes una serie de beneficios adicionales no
contabilizables monetariamente, pero reales y efectivos; en el desarrollo personal de los sujetos
involucrados en las empresas, derivados de la comunicación e intercambio entre personalidades
distintas, etcétera (Razeto, 1998, pp. 7-8).5

La economía de la solidaridad en el plano de la distribución


En este sentido, lo distintivo y definitorio de la economía solidaria consiste en que los recursos
productivos y los bienes y servicios producidos fluyen, se asignan y distribuyen, no solamente por
medio de las relaciones de intercambio valoradas monetariamente (como sucede en el sector más
propiamente capitalista), sino también mediante otras relaciones económicas que permiten una
mayor integración social. En concreto, Razeto distingue: • Donaciones: esto es, transferencias
unilaterales por las cuales una parte (donante) transfiere a otra (beneficiario) un bien o un servicio
sin esperar una contrapartida. Las donaciones —desconocidas por la economía conven5
Específicamente sobre el Factor C, cfr. Razeto, 1998. Socioeconomía de la solidaridad: construcción
teórica de nuestro objeto de estudio 37 cional en sus análisis mercantiles—constituyen sin embargo
una relación absolutamente fundamental en cualquier mercado, como veremos más adelante,
cuando se analicen algunas cifras. • Reciprocidad: transferencias bidireccionales entre sujetos
ligados por lazos extraeconómicos de amistad y confianza, que no implican el establecimiento de
equivalencias formales entre los valores. • Comensalidad: transferencias pluridireccionales entre
distintos sujetos que constituyen un grupo humano integrado por vínculos familiares, religiosos,
sociales, culturales, etcétera. Los bienes, señala Razeto, fluyen libremente en términos de
compartir, distribuir y utilizar en función de necesidades individuales o comunes. • Cooperación:
transferencias bidireccionales múltiples, de bienes aportados por sujetos individuales a un sujeto
colectivo del que forman parte. A posteriori, el sujeto colectivo compensa a cada uno según su
contribución; es el esquema de la distribución en cooperativas.
La economía de la solidaridad en el proceso de consumo
En este campo, la solidaridad se verifica en una particular forma de consumir que se apoya en una
cultura diferente a la predominante en cuanto a la satisfacción de las necesidades. Algunos rasgos
distintivos en la materia son la preferencia por el consumo comunitario sobre el individual; la
integridad en la satisfacción de las necesidades de distinto tipo; la proximidad entre la producción
y el consumo —que se destaca en algunas formas populares de economía solidaria—, y finalmente
debemos señalar que en estos casos el consumo tiende cualitativamente a la simplicidad y la
austeridad, lo cual lleva incluso a una valoración mucho mayor de los “problemas ecológicos”, de
tal manera que la economía solidaria muestra un compromiso mayor por los frutos de la naturaleza,
no sólo en la producción sino también en el consumo de estos. Desde la economía de la solidaridad
se insiste, entonces, en la existencia de tres grandes sectores en los mercados determinados: el
sector capitalista de intercambios, el sector estatal regulado y el sector solidario. A manera de
introducción diremos que la corriente de la economía solidaria ha recibido, además de adhesiones,
ciertas críticas. Sin embargo, a diferencia del marco teórico anterior —que ya ha generado
interesantes debates académicos sobre todo en Norteamérica— el debate sobre la economía de la
solidaridad ha sido más que superficial en América Latina. Aun así, las críticas más frecuentes suelen
venir del paradigma neoclásico y del paradigma marxista. Entre los primeros, se suele argumentar
que si bien la solidaridad está presente en las relaciones sociales, en los procesos económicos tiene
muy escasa incidencia, y que por tanto es exagerado sustentar la existencia de un tercer sector
equiparable —al menos teóricamente— al Socioeconomía de la solidaridad 38 sector capitalista y al
sector estatal. Desde tiendas marxistas, si bien hubo acercamientos que repasaremos a lo largo de
este trabajo, se suele argumentar que las experiencias solidarias, tal como se dan actualmente, en
definitiva, están insertas en la lógica capitalista, y por tanto tienden a ser funcionales al sistema.
Finalmente, desde la teoría económica, suele argumentarse que las categorías clásicas y neoclásicas
ya son suficientes para dar cuenta de estos fenómenos, y por consiguiente todo esfuerzo por
repensar las categorías de análisis resultaría estéril.

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