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CEREMONIA SOLEMNE EXTRAORDINARIA

DE INVESTIDURA
DEL DR. GONZALO GALDOS JIMÉNEZ
COMO NUEVO RECTOR
Y DEL DR. LUIS BUSTAMANTE BELAUNDE
COMO RECTOR EMÉRITO
DE LA UNIVERSIDAD PERUANA
DE CIENCIAS APLICADAS (UPC)

Discurso del Dr. Gonzalo Galdos nuevo Rector de la Universidad

Peruana de Ciencias Aplicadas

Martes 9 de noviembre de 2010

Señor Presidente y señores miembros de la Oficina Regional

Andina de Laureate International Universities,

Señores Vicerrectores,

Señor Doctor Luis Bustamante Belaunde,

Señores Decanos y Directores de Área,

Señores Directores de Carrera,

Señores Profesores,

Señores Rectores invitados,

Señoras y señores invitados:

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Esta noche, no puedo, evitar la emoción que me provoca el

significado de esta ceremonia, Por ello desde este estado de

consciencia alterada, espero que dicha emoción se convierta en

fuente de inspiración en el momento de dirigirles la palabra.

En primer lugar quiero expresar mi profundo agradecimiento a la

universidad, a través de sus fundadores y promotores que me

brindaron, hace ya 7 años, la oportunidad de incorporarme a la

institución como director de la Escuela de Postgrado y se

convirtieron en entusiastas guías para el ejercicio pertinente de mis

responsabilidades profesionales. Quiero darles las gracias también

a todas las personas, de las distintas instancias de la UPC y de

Laureate, que han sido responsables de que esta noche se me

otorgue el honor de recibir la investidura como rector. Gracias a

quienes evaluaron con tanta generosidad mi desempeño

profesional y han considerado, confiado y depositado en mí esta

nueva misión, que asumo con gratitud y compromiso. Ubicado

como estoy en este podio, me siento honrado de representar a un

equipo de colegas y colaboradores, profesional competente y

comprometido con sus ideales y objetivos. Un equipo tan

desprendido que, esta noche, me otorga el privilegio de plantear

nuevos desafíos. Gracias al profesionalismo de este equipo, que la

UPC, luego de 16 años de vida institucional, ha alcanzado los

logros ya citados por el doctor Luis Bustamante. La lista de logros

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es tan amplia que uno podría creer que ha transcurrido muchísimo

tiempo más. Sin embargo, a nosotros el tiempo se nos ha hecho

muy corto, razón inequívoca de que disfrutamos con lo que

hacemos. En relación al doctor Luis Bustamante, que hoy pasa a

ostentar la condición de rector emerito, solo tengo sentimientos y

palabras de reconocimiento por la confianza depositada en mí

desde mi incorporación. El doctor Luis Bustamante empezó siendo

mi mentor profesional y hoy puedo decir, con honor y gratitud,

que me precio de su amistad. Trabajar junto a él ha significado

para mí un privilegio profesional y ha supuesto también una

experiencia de aprendizaje personal profundamente

transformadora. Me atrevo a decir, con conocimiento de causa, que

este es un sentimiento compartido por todos aquellos que

trabajamos con él, en esta institución, con la convicción y fuimos

contagiados de su caballerosidad y rigurosidad en la notable tarea

de construir universidad de prestigio.

Mas no es de la organización interna, que tanto orgullo nos genera,

de lo que quiero hablarles. Ello sería en realidad, tema de una

reunión interna. Considero que al asumir el Rectorado me

corresponde dirigirme a ustedes, distinguida concurrencia, padres

de familia y jóvenes en forma responsable atendiendo sus

expectativas y explicarles con claridad las opciones de desarrollo

profesional que la UPC les ofrece. Por lo tanto, no puedo ni deseo

eludir el gran debate vigente en nuestra sociedad, acerca del rol de

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las universidades, específicamente de las universidades privadas

dentro del sistema educativo, y el gran proyecto que compartimos

hoy los peruanos somos concientes de convertirnos en una nación

de primer mundo.

En dicho debate, están en juego diferentes concepciones y modelos

acerca de lo que la universidad debe hacer y con mucho más vigor

y discrepancias acerca de cómo debe hacerlo.

En cuanto a lo que debe hacer, suelen distinguirse tres aspectos: en

primer lugar, la creación del conocimiento. En segundo, la

transmisión de ese conocimiento. Y en tercer lugar, la certificación,

a través de un grado o título, de que los alumnos adquirieron

dichos conocimientos.

Sabemos que este paradigma esta siendo resquebrajado profunda

y vertiginosamente a nivel mundial por realidades contundentes

que se gestan al margen del sistema de educación superior.

La universidad no es más la gran generadora de conocimiento, a

pesar de sus denodados esfuerzos por retener las fuentes de

financiamiento privadas y públicas. Estamos enfrentando y

beneficiándonos simultáneamente del apogeo del mundo virtual.

Es a través de la red y las metabases de datos como se está

transmitiendo la información cada vez más elaborada como

conocimiento. Estos canales de comunicación no tradicionales,

están empezando a relegar a las universidades a la condición de

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proveedores pasivos, frente una demanda cada vez más selecta y

especializada.

En cuanto a las certificaciones, es cierto que se han convertido en el

último reducto defensivo del status quo. Algunas universidades

tienen como último recurso de amparo, la oficialidad del título y el

nombre de la nación. A otras solo les quedó como carta de

presentación, el prestigio de antaño. No será que todo ello,

obedece al oculto deseo de expiar un sentimiento de culpa por la

inacción e inercia mostrada frente al desafío de nuevas y más

complejas necesidades de formación. Como dice Henry Mintzberg,

un reconocido académico canadiense especialista en temas de

educación superior:“no son las carreras, los programas o los títulos

universitarios los que se están volviendo obsoletos frente a la

demanda de las naciones, son en realidad algunas universidades

las que se están haciendo obsoletas institucionalmente”.

Es en este complejo panorama donde abundan las estafas

educativas y los reclamos de vigencia institucional que se amparan

en estereotipos dogmáticos creando una falsa dialéctica entre

universidades públicas y privadas, o entre privadas y privadas de

régimen societario. En realidad, la verdadera diferenciación

debería forjarse entre universidades buenas y malas, entre globales

y locales, entre conservadoras e innovadoras.

Los procesos de acreditación internacional y nacional son

indispensables, tanto para evitar una oferta educativa inorgánica

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carente de medios y recursos para cumplir la promesa, como

también para orientar de una mejor manera a padres y jóvenes en

una elección que puede implicar incluso el destino de una

inversión familiar significativa.

Por ello deseo exhortar a los lideres responsables del sistema

universitario, a realizar ciertas reflexiones, en el seno de sus

propias instituciones , acerca de temas como la acreditación y los

meritorio avances de dicho proceso en el país, los mismos que son

apenas los primeros pasos de una verdadera transformación

donde el fin último es la creación de un propio y verdadero

sistema de gestión y aseguramiento de calidad en cada

universidad acreditada, la acreditación damas y caballeros, es solo

el medio, porque evalúa la consistencia entre la oferta educativa y

la realidad que respalda dicha oferta, más el gran desafío consiste

en redefinir nuestros objetivos para ajustarnos a las demandas de

nuestra sociedad, sedienta de liderazgo. Por ello con su venia me

atrevo a plantear algunas hipótesis exploratorias que alimenten el

debate.

Para empezar, consideramos que los objetivos primigenios de la

universidad podrían subsistir. Sin embargo, resulta imperativo

integrarlos a la esencia y eje del modelo educativo, el alumno, sin

ellos los conocimientos equivalen tan solo a medios o instrumentos

que no crean valor para las sociedades. Por tanto el supremo

objetivo de una universidad es desarrollar capital humano,

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entendiendo la acepción, no en un sentido reduccionista y

puramente utilitario de la persona, sino en un sentido tan amplio

como integral, como lo proponen Lynda Gratton y Sumantra

Ghoshal del prestigiado London Business School. El capital

humano es, desde esa perspectiva, la responsabilidad de las

personas de ser productivas y creadoras de valor para su sociedad.

Se trata de un capital humano basado en desarrollar y equilibrar

los tres tipos de recursos que posee una persona:

En primer lugar su capital intelectual entendido como la

complejidad cognitiva, la capacidad de aprender el conocimiento

especializado, sus competencias y experiencia. Solo en ese

contexto, la generación de conocimientos y su transmisión

adquieren un sentido social.

El segundo tipo de recursos se llama Capital social, un conjunto de

competencias, injustamente llamadas blandas, tales como el

respeto, la sociabilidad, la credibilidad y la imparcialidad. Estas

competencias son las que permiten la construcción de redes

sociales. Son las que facilitan el acceso compartido a recursos de

propiedad individual. Es este capital social el que permite la

construcción de verdaderas y eficaces plataformas de colaboración

e innovación con un propósito mucho más elevado que la creación

de valor económico. Se trata de crear sostenibilidad y evitar que

los jóvenes profesionales caigan rendidos frente a la tentación del

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corto plazo, del atajo facilista o el riesgo desmedido, como ocurrió

en la reciente crisis financiera internacional.

Sin este capital como integrador de nuestra diversidad, nuestra

sociedad seguirá siendo solo una promesa incumplida, o como

diría Jorge Basadre una síntesis incompleta.

Finalmente, el tercer tipo de recurso que constituye el capital

humano es el capital emocional. Se trata de un conjunto de

características que definen el comportamiento y las conductas,

como la consciencia acerca de uno mismo, la autoestima, la

integridad personal, la ética y los valores asociados. ¿Cómo

podríamos desarrollar verdaderos líderes, capaces de transformar

la realidad si no incorporamos en la currícula, progresiva y

consistentemente, todas las innovaciones pedagógicas que apoyan

el desarrollo y el fomento de la responsabilidad, la confianza y el

coraje que se requieren para convertir la información en

conocimiento, el conocimiento en procesos, conductas y relaciones,

y las mismas en acciones transformadoras?

Si las hipótesis mencionadas sobre el capital humano de Gratton y

Goshal, son correctas, entonces, la UPC está en el camino correcto

y el prestigio ganado por nuestro crecimiento y calidad seguirá

aumentando y consolidándose tal como lo sobre la base que

afirma Dipak Jain, decano de Kellogg, de dos megatendencias, en

las que la sociedad enfocará su atención: las innovaciones

pedagógicas y la formación de líderes.

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Apreciados amigos, la magnitud de la tarea pendiente es enorme,

pero es vasta también la convicción de que nuestra universidad, la

UPC, estará a la altura de las circunstancias históricas que le han

tocado vivir. En sus primeros tiempos, asumió un rol iconoclasta,

transgresor del status quo, diferenciándose de la competencia.

Ahora continúa asumiendo un rol de liderazgo activo, consecuente

con la importancia que tendrá en la próxima década del siglo XXI,

la calidad educativa. La calidad educativa que es derivada de

principios elementales como la experiencia de aprendizaje en el

aula, donde cada estudiante representa un potencial único. Que

deriva también de una plana docente con experiencia profesional

comprobada, además apoyada en el rigor académico. Solo así

podrán generarse empresas, instituciones y empleadores

satisfechos. Jefes, colegas y subordinados comprometidos con el

ejemplo profesional. Y ciudadanos que transciendan más allá del

éxito, con la convicción que pueden transformar positivamente

nuestra sociedad y que sí pueden hacer la diferencia.

Abrumado por la responsabilidad, me asiste la confianza de que

haré todo lo que esté en mis manos en mi mente y en mi corazón

para conducir a la UPC hacia los objetivos trazados. Más aún,

respetando la continuidad y sabiendo que cuento con el apoyo del

maravilloso equipo humano que me acompaña y con ustedes. Su

presencia me da ánimo y al mismo tiempo me compromete a en la

difícil pero necesaria y feliz tarea de cumplir con mi deber.

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Muchas gracias.

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