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Como hemos tenido oportunidad de señalarlo, en el mundo moderno todo Estado tiene
Constitución; pero ello no significa que todo Estado tenga un régimen constitucional, entendiendo
por tal, de acuerdo con los principios que inspiraron el movimiento constitucionalista de los siglos
XVIII y XIX, aquel en el cual no solo se consagren en la Constitución los derechos individuales y las
garantías contra los abusos del poder, por medio de una separación armónica entre las diversas
ramas de ese poder, sino que efectivamente esos preceptos constitucionales se cumplan en la
práctica, por parte de los gobernantes. La realidad nos muestra, con los distintos tipos de
regímenes autoritarios o autocráticos que ha habido y que hay en el mundo, cómo ha cambiado el
significado de la Constitución, en cuanto que la existencia de una Constitución escrita no implica,
en absoluto, el respeto de los derechos del individuo ni una limitación al poder de los
gobernantes. Como dice el profesor L o ew en stein, cada vez con más frecuencia la técnica de la
Constitución escrita es usada conscientemente para camuflar regímenes totalitarios. Estos
regímenes suelen, en efecto, autoproclamar como “democrático” su esquema constitucional,
pretendiendo así demostrar su legitimidad, con lo cual de hecho están aceptando un logro del
constitucionalismo clásico: el que ningún sistema político puede hoy permitirse el lujo de rechazar
abiertamente la ideología democrática, según la cual todo el poder emana del pueblo y su ejercicio
solo es legítimo cuando está de acuerdo con la voluntad popular. Teniendo en cuenta el cambio
fundamental que ha sufrido el papel de la Constitución escrita en la realidad sociopolítica, el
profesor L o ew en stein ha acometido en su Teoría de la Constitución una nueva clasificación, que
él llama “ontológica”, de las constituciones, diferenciándolas según su carácter normativo,
nominal y semántico. En lugar de analizar la esencia y el contenido de las constituciones, el criterio
del análisis ontológico — explica él— radica en la concordancia de las normas constitucionales con
la realidad del proceso del poder29. Parte de la tesis de que una Constitución escrita no funciona
por sí misma una vez haya sido adoptada por el pueblo, sino que una Constitución es lo que los
detentadores y destinatarios del poder hacen de ella en la práctica. Para que una Constitución sea
viva, agrega, debe ser, por tanto, efectivamente “vivida” por destinatarios y detentadores del
poder, necesitando un ambiente nacional favorable para su realización. Para ser real y efectiva! la
Constitución tendrá, entonces, que ser observada lealmente por todos los interesados y tendrá
que estar plenamente integrada en la sociedad estatal. Solo en este caso podrá hablarse de
una Constitución normativa: sus normas dominan todo el proceso político y este debe estar
adaptado y sometido a las normas constitucionales. Una Constitución puede ser jurídicamente
válida, pero si la dinámica del proceso político no se adapta a sus normas, esa Constitución carece
de realidad existencial. Será entonces una Constitución meramente nominal. La Constitución
nominal implica que los presupuestos sociales y económicos existentes -—por ejemplo la carencia
de educación en general y de educación política en particular, la inexistencia de una clase media
independiente, los problemas derivados de la condición de subdesarrollo de un país y otros
factores—-, operan en el momento actual contra una concordancia absoluta entre las.normas
constitucionales y la práctica del ejercicio del poder. Esta situación, de hecho, impide
transitoriamente la deseada integración completa de las normas constitucionales en la dinámica
de la vida política. Pero existe, supuestamente, un deseo, una buena voluntad de parte tanto de
los detentadores del poder como de sus destinatarios, de que tarde o temprano la realidad del
proceso del poder habrá de corresponder al modelo establecido en la Constitución. Así, la función
primaria de la Constitución nominal es, como dice el autor citado, educativa; su objetivo es, en un
futuro relativamente cercano, convertirse en una Constitución normativa30. No cabe duda que de
acuerdo con los planteamientos del eminente tratadista, las constituciones actualmente en
vigencia en los países democráticos de América Latina, entre ellas la de Colombia, pueden ser
clasificadas dentro de este último tipo31. Por último, existen muchos casos en los cuales si bien la
Constitución es plenamente aplicada, su realidad ontológica no es sino la formalización de la
situación existente del poder político en beneficio exclusivo de los detentadores del poder de
hecho — régimen defacto— , que disponen a su antojo del aparato coercitivo del Estado. En este
régimen la libertad de acción de los destinatarios del poder es encauzada y limitada según las
conveniencias de los detentadores del poder, sean ellos un individuo, como en las dictaduras
personalistas, o un grupo de individuos, como en los totalitarismos de partido. Este tipo de
constituciones son las semánticas, en las cuales la Constitución es el instrumento para estabilizar y
eternizar la intervención de los detentadores fácticos del poder político. Lamentablemente son
muchos los ejemplos de constituciones semánticas en la historia moderna. Bastaría citar a todas
aquellas de inspiración fascista, las de los Estados islámicos, las de la mayor parte de las nuevas
repúblicas africanas, las de los regímenes comunistas o la chilena de 1980.
4.6 Otras variedades de Constitución Aparte de las anteriores, pueden existir otras variedades de
Constitución. Así, por ejemplo, el profesor argentino Néstor P edro S agúes32 contempla las
constituciones codificadas, no codificadas e intermedias. Las primeras son aquellas que tratan de
contenertoda la materia constitucional principal, siendo ellas las típicas del siglo XX; las segundas
— que corresponden a las llamadas consuetudinarias— , son hoy muy escasas (ejs.: Reino Unido,
Israel y Nueva Zelanda), y las intermedias o mixtas son aquellas que se iniciancomo codificadas,
pero incorporan apéndices o, como dice él, “constitucionalizan normas que alteran su fisonomía
inicial”. Están también las constituciones cortas y las constituciones extensas. Como anota el
autor, el estilo constitucional del sigloXIXera en general breve, puntual y esquemático. Ejemplo
clásico de ello es la de Estados Unidos de 1787, con tan solo siete artículos, divididos en secciones.
Entre las colombianas del siglo XIX, la de 1851 constaba apenas de 64 artículos. En cambio, las
Constituciones del sigloXX tienden a ser más extensas y en ciertos casos excesivamente largas y
reglamentarias como las de la India, la antigua Yugoslavia y la de Colombia de 1991, con 380
artículos, más 60 transitorios. Como anota S agüés, “la Constitución extensa — o Constitución
Código— peca de obesidad jurídica; importa una desnaturalización de su misión (ya que no deben
existir para regular cualquier cosa, sino solo lo principal); y obstaculiza el desarrollo de una
sociedad, ya que al legislar sobre temas contingentes y accesorios, muy cambiantes, impide su
reforma y actualización, dado que por el principio de rigidez constitucional, resulta difícil la
modificación de esas reglas constitucionales”33. S agüés también distingue las Constituciones
totalitarias, autoritarias y de poder moderado, según la cuota de poder que otorgan al Estado.
Ejemplo de las primeras son las de sistemas de partido único, como la de los países de “dictadura
del proletariado”; en las segundas se presenta una fuerte concentración de poder en el Estado,
aunque en dosis menor a la anterior, las terceras reconocen un amplio espectro de derechos
individuales, sin perjuicio de restricciones en situaciones de emergencia, pero encuadrando esas
limitaciones según pautas de razonabilidad. 4.7: Valor jurídico de la costumbre constitucional Los
usos nacidos de la vida política en el interior del Estado es lo que comúnmente se califica como
costumbre constitucional, diferente de la Constitución consuetudinaria, puesto que esta resulta de
tradiciones a las cuales no se opone ningún texto escrito anterior, en tanto que aquella surge
dentro de un 32 N é s t o r P e d r o S a g ü é s , Elementos de derecho constitucional, 1.1, Buenos
Aires, Edit. Astrea, 1993, págs. 84 y ss. ' 33 Ibídem, pág. 85. NOCIÓN DE CONSTITUCIÓN 331 Estado
regido poruña Constitución escrita. Lo que sucede es que el desenvolvimiento de la vida política en
estos casos, hace aparecer, como anota B u r d e a u , lo que hay de artificial en la Constitución
dogmática, e introduce entonces usos y prácticas que a veces la complementan y en otras la
deforman o contradicen. Como ejemplos de aplicación de la costumbre constitucional, podrían
citarse la institución del presidente del Consejo, durante la III República francesa, la cual se impuso
por la práctica mucho antes de ser consagrada en la Constitución; igualmente en Francia, el papel
atribuido al jefe del Estado bajo la V República, que contradice la disposición de la Constitución de
1958 que confía al gobierno la conducción política de la Nación, o el uso introducido por los
presidentes de los Estados Unidos, con muy raras excepciones, durante largo tiempo, de no
postularse sino para una sola reelección. En cuanto hace al valor jurídico de la costumbre
constitucional, el profesor B ur deau explica que una gran parte de la doctrina admite que la
costumbre constitucional debe ser clasificada entre las fuentes del derecho positivo y que aeste
título podría intervenir contra legem, es decir, modificar o aun abrogar disposiciones contenidas
en una ley constitucional. Entre las razones que se aducen para ello, están las de que su
flexibilidad permite corregir el rigor de los textos escritos para adaptarlos a las circunstancias, y
que su modo de formación garantiza su oportunidad en un dominio en el cual la experiencia es a
menudo más fecunda que el dogmatismo. El mismo B u r d e a u refuta, en los siguientes términos,
estos argumentos: “Observemos, dice él, que en materia constitucional, la costumbre es casi
siempre una creación de los gobernantes, la masa no interviene sino para aceptar tácitamente las
consecuencias. Si entonces los gobernantes adoptan ciertas prácticas por fuera de las reglas
previstas por la Constitución, nada se opone a que se reconozca como obligatorio el uso que no
contradice ningún texto. Si, por el contrario, la práctica se establece contra legem, ¿puede
admitirse que ella tiene el poder de abrogar la ley?”. El eminente jurista responde explicando la
primacía de la regla escrita sobre la costumbre: “Cuando el legislador constituyente inscribe una
regla en la Constitución, obedece a una convicción jurídica existente en el grupo en cuanto a la
importancia de esta regla. Si ella es consagrada de una manera especial es, de una parte, para que
ella sea precisa y, de la otra, para que escape a las intervenciones del legislador ordinario. La
redacción cristaliza arbitrariamente la regla del derecho, pero este arbitrario es querido porque se
le considera necesario a una cierta seguridad política. La regla podrá ser cambiada por un
procedimiento especial de revisión, pero la costumbre no prevalecerá contra ella...34. En
definitiva concluye B u r d e a u , aparece que “la costumbre constitucional puede valederamente
influir para complementar un texto insuficiente o para i nterpretarlo, pero no para corregirlo” . Por
su parte el profesor V edel afirma que al conceder fuerza a la cos34 G. B u r d e a u , ob. cit., pág.
60. 332 t e o r Ia d e l a c o n s t it u c ió n tumbre sobre la Constitución escrita, se llegaría a la
concepción de que toda Constitución y todo sistema de derecho no vale sino como formulación de
reglas consuetudinarias, que perderían su valor al encontrar usos repetidos opuestos, lo cual
equivaldría a rehacer todas las concepciones del derecho público y el sentido clásico de
Constitución, porque se convertirían en fuente de derecho constitucional no solo
sus.prescripciones sino sus violaciones35. La solución según la cual la costumbre no tiene valor
ninguno cuando contradice textos constitucionales es también la adoptada por el constituyente
colombiano; ella está implícita en los artículos 374 y siguientes de, la Constitución Política que
establecen los sistemas de reforma de la Carta Fundamental. De otra parte, el Código Civil
colombiano en su art. 80 establece de manera categórica: “la costumbre en ningún caso tiene
fuerza contra la ley. No podrá alegarse el desuso para su inobservancia, ni práctica alguna por
inveterada y general que sea”.