¿CUÁL ES LA ÉTICA DEL ABOGADO EN EL EJERCICIO DEL DERECHO?
Estudiante: Dayana Margarita Calderón Noble
Muchas veces se cuestiona al abogado en el ejercicio de su profesión,
especialmente, en lo contradictorio que podría ser su actuar. Creo que es común encontrar cuestionamientos, chistes y bromas respecto al derecho y sobre quien lo practica, frases o palabras muy usadas como “torcido” o “corrupto” son el pan de cada día de muchos abogados, y es que la mayoría de esas veces son porque en el ejercicio de la labor encontramos actividades poco gustosas, que ponen en una supuesta balanza las convicciones personales, la ética que tenemos como persona, y la ética profesional, el deber ser como representante de los intereses de una persona ante otra o el Estado. Entonces ¿Qué debe hacer el abogado en esos casos? ¿Defender con todos los argumentos jurídicos posibles (aunque no lo comparta) a su cliente? O, por el contrario, ¿abstener de llevar casos que no van acorde con lo moralmente correcto? Para entender mejor la idea he decidido utilizar un ejemplo práctico, basado en el diario vivir, que les ayude a comprender mejor el desarrollo de mi planteamiento: La fiscalía sospecha que una persona ha asesinado a un cliente de un restaurante en Barranquilla, luego de que este saliera del lugar a las nueve de la noche del día domingo. A esa conclusión llega gracias a los videos de las cámaras de seguridad ubicadas en la calle, fuera del local, que muestra una discusión entre el occiso y el posible homicida, enfrentamiento que, se observa, llega a las agresiones físicas. Al final del video no se sabe que ocurrió después, debido a que por una falla en la red, la cámara no pudo grabar todo lo sucedido, quedando incompleto. El fiscal al ver el material probatorio recaudado considera que la persona es culpable (haciendo un juicio a priori de lo sucedido), además que cumple con los requisitos necesarios para ser imputado y ser procesado, como resultado ordena la aprehensión del sujeto. El video se filtra y llega a las redes sociales, en las cuales, en cuestión de horas, las personas comienzan a dar opiniones sobre lo sucedido, la gran mayoría encaminadas al señalamiento del sospechoso de ser culpable. Mientras tanto, los policías encargados de capturar a la persona del video, llegan a la casa de este y de manera violenta acceden a la vivienda, gritando y maltratando a la familia que esta confundida por lo que está sucediendo. Minutos después sacan al sujeto de su casa sin brindarle la información de porque está siendo capturado, tampoco le explican sobre los derechos que tiene, por el contrario, lo golpean e insultan. La esposa preocupada, decide contratar un abogado para que defienda a su cónyuge. Primeramente, decidí utilizar la rama del derecho más juzgada por la sociedad, el cual es el derecho penal, que por lo delicado de los bienes jurídicos que son tutelados y el tipo de conductas penalizadas tiende a ser el blanco de miles de críticas a diario. Aquí comienza una verdadera odisea para el abogado. Normalmente las personas del común les es fácil juzgar el actuar de otros sin intentar comprender porque actúa de esa manera. En el hipotético caso, el profesional de derecho se entera por conversación de su cliente que fue él quien mató a la víctima, pero esa “confesión” está protegida por la confidencialidad entre ambos. Es cierto que la homicida fue tratado de mala manera al momento de practicarse su captura y que bajo la luz del derecho procesal eso implicaría la liberación inmediata por ilegalidad, entonces ¿qué debería hacer el abogado? ¿defender a su cliente, aunque tenga conocimiento que es quien cometió el delito? O ¿realizar una mala praxis para obtener que la persona continúe privada de la libertad? Para una persona que no esté relacionada con el mundo del derecho puede parecerle sencilla la respuesta, y se iría por el segundo planteamiento, alegando que “no es justo que una persona culpable este en libertad”, mostrando así uno de los pilares en la ética de la sociedad. Pero sucede, que el abogado al estudiar esta carrera, hizo un compromiso de lealtad frente su profesión, la cual ejercería bajo los valores y principios que esta propugna, es decir, la ética del abogado. Entonces más allá de lo que el argot común predique, considere y exija como correcto, el abogado no puede olvidar que tiene una promesa con la justicia, la cual debe ser igual para todos, desde la protección de sus bienes jurídicos hasta en la garantía de un debido proceso ajustado a la ley. El caso anterior es producto de mi imaginación, aunque no está muy alejado de la realidad que se vive hoy en el país. Todos, debido a la viralidad que tiene la información y la rapidez en que esta es compartida, todos creen tener el derecho y habilidad para juzgar lo que ven en una foto, video o grabación, sin entender que, en la búsqueda u obtención de ese material, o en la aprehensión del sospechoso se pudieron cometer infinidades de faltas (que aunque sean meramente formales), existen para la protección de los derechos de todos los ciudadanos, inclusive si este ha cometido alguna conducta delictiva, disciplinaria o reprochable. No podemos olvidar que continúan siendo personas que merecen una legítima y buena defensa. Sin embargo, cual el abogado actúa conforme a la ley, y eso no es lo que la sociedad espera que ocurra, es a él a quien dirigen los insultos y reprimendas. En conclusión, el abogado a pesar de tener convicciones y una moral como toda persona dentro de una comunidad, no puede olvidar que tiene un deber con su profesión, con la ética del abogado, la cual, sin importar las situaciones sociales que lo rodeen deberá cumplir. No se debe confundir mi idea de defender la ética del derecho con ocultar, tergiversar información o ayudar a una persona a cometer actividades ilegales sin que sea procesado, sino, que al momento de ejercer la defensa, asesoría, consultoría o cualquier actividad relativa al derecho, debe procurar por ejercer de la mejor manera su carrera.