Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
funciones
La evaluación es un aspecto fundamental de la práctica docente, ya que
permite realizar un seguimiento de los aprendizajes que los alumnos y
alumnas van obteniendo. En este documento podrás encontrar
información acerca de la distinción entre las formas tradicionales de
comprender la evaluación y el enfoque actual de este tema, con los
diferentes puntos que considera.
De acuerdo con la RAE, evaluar es estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento
de los alumnos. Su origen conecta el vocablo con el étimo latino valere, esto es,
valorar, dar valor, asignar valor.
Con relación a lo anterior, lo primero que habría que tener claro respecto a la
evaluación es que ésta forma parte de un contexto. Por lo tanto, forma parte de un
proceso y mantiene vínculos con los demás elementos que componen un sistema, en
este caso, el sistema escolar.
En este apartado, podemos señalar que hemos observado una dicotomía entre la
teoría y la práctica evaluativas. Por una parte, las concepciones teóricas explicitan
que la evaluación es un proceso de continua ocurrencia, inherente incluso a toda
actividad humana. Por otro lado, la práctica indica que en los hechos, la evaluación se
ha convertido en situaciones de ocurrencia aislada, con un alto grado de solemnidad
ritualista, y que se llevan a cabo al final del proceso que se pretende evaluar.
Suele suceder que los docentes tendamos a proponerle a los alumnos y alumnas
ciertas actividades que desarrollen sus capacidades analíticas y reflexivas, pero que
en un momento de evaluación formal, sólo les pidamos nombres, acontecimientos,
lugares, fechas, nombres de personajes, o en el mejor de los casos, que repitan casi
textualmente lo que nosotros hemos aseverado respecto de un contenido
determinado. Es por eso que afirmamos lo siguiente: los(as) profesores(as) no deben
adoptar una forma metodológica en sus clases y adoptar otra en el momento de una
evaluación formal (entendida ésta como una instancia donde el docente requiere
información para observar avances o retrocesos en los procesos pedagógicos y que es
diferente a la evaluación permanente que ya mencionáramos), para no provocar en el
estudiante un quiebre total de sus modelos y sus estructuras categoriales. La
coherencia aludida debe atender también, entonces, a las expectativas de los
alumnos y alumnas.
La evaluación debe considerar la posibilidad del error por parte del estudiante, o de
una desmesurada exigencia por parte del docente, por lo que una de nuestras
propuestas principales en este ámbito es la asistencialidad como factor evaluativo, es
decir, cada vez que sea necesario, en una evaluación formal, proponemos que el(la)
profesor(a) pida a sus alumnos y alumnas que corrijan detalles, que vuelvan a
intentar. En otras palabras, apoyo constante y permanente, que es coherente con los
principios de la teoría vigotzkiana (zona de desarrollo próximo), en tanto se evalúa lo
que el estudiante puede hacer por sí solo y lo que puede hacer con la ayuda de un
adulto, considerando además en este ámbito, el nivel de dificultad que el carácter
prospectivo incluye en la evaluación formal. Todos los aspectos que hasta aquí hemos
mencionado intentan fundamentar que la evaluación, además de ser un momento de
medición, puede transformarse en un espacio o instancia de aprendizajes, siendo por
tanto, un instrumento valioso en la relación pedagógica al interior del aula.