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Todos
somos obra de tu mano.” – Isaías 64:8
La Biblia dice que Dios es el Alfarero y nosotros somos el barro. Cuando estamos abiertos a la
voluntad de Dios en nuestras vidas, Él nos moldea, transforma, y santifica si andamos con Él.
Cuando venimos al Alfarero, tenemos que entregar todo, todas nuestras imperfecciones y dejar
que Él sea nuestro Maestro. Tenemos que dejarle moldearnos y hacernos el vaso de honor que Él
quiere que nosotros seamos.
Para que esto se logre, tenemos que tener el conocimiento de la Palabra de Dios antes de que Él
pueda comenzar el proceso en nosotros. Cuando el alfarero coloca un pedazo de barro en una
rueda necesita echar agua a fin de hacerlo flexible y bastante suave para que él sea capaz de
usarlo. Jesús es nuestra Agua Viva y la Biblia nos dice: “… para hacerla santa. Él la purificó,
lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia
radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.” – Efesios
5:26-27
Por consiguiente, el primer paso que tenemos que tomar, si realmente queremos que Dios nos
moldee en la clase de persona que Él quiere que nos hagamos, debemos dedicar tiempo en la
Palabra de modo que nos hagamos flexibles y moldeables.
El siguiente paso es que la pieza de barro debe ser bien centrada en la rueda. La razón de esto es
que si un pedazo de barro no está bien centrado en la rueda, el desgarrará finalmente antes de
que el alfarero puede terminar el proceso. Del mismo modo tenemos que ser correctamente
centrados en Jesucristo ante Dios puede comenzar a moldear y formarnos.
Estar centrado en Jesús es tener la vida totalmente entregada a Él donde Él está en control total.
Jesús tiene que ser Señor y Salvador de nuestra vida.
Justo como el alfarero no puede moldear el pedazo de barro en el pedazo de cerámica que él
trata de hacer a menos que sea perfectamente centrado en la rueda, del mismo modo el Señor no
puede comenzar a trabajar correctamente con nosotros a menos que seamos perfectamente
centrados en Él en plena rendición.
Si tratamos de vivir nuestra vida sin Jesús conduciendo y dirigiendo el camino, nuestras vidas
con el tiempo se descomponen y nunca llegarán a cumplir con el destino divino a que Dios nos ha
llamado. Por eso Jesús nos dice en Su Palabra que sin Él no podemos hacer absolutamente
nada: “Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho
fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.” – Juan 15:5. Dios también nos dice que si
tratamos de construir nuestra propia casa sin su guía directa, que vamos a terminar trabajando
“en vano” si tratamos de hacerlo todo a través de nuestros propios esfuerzos. “Si Jehová no
edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.” – Salmo 127:1
Una vez que la masa de barro tiene suficiente agua y se centra en la rueda, entonces el proceso
de moldeo comienza. La rueda comienza a girar y la mano del alfarero hace presión en la cumbre
del barro para crear una apertura y mueve sus manos en el interior del centro del barro. Él sigue
constantemente formándolo y moldeándolo para que el resultado final sea el vaso que él desea
hacer.
De la misma manera, la mano de Dios, literalmente, obra profundamente en nuestra alma y
espíritu donde el trabajo de santificación realmente es hecho, moldeándonos y transformándonos
en los santos que Él quiere que nosotros seamos.
Así como la pieza de barro tiene que confiar plenamente en el alfarero, de la misma manera
tenemos que confiar plenamente en el Señor para moldar y transformar nuestras vidas. El barro
está totalmente bajo Su control. Tiene que ser el cien por ciento cedido a Él. El barro debe ceder
el paso a la mano del alfarero, si es para convertirse en algo útil. Por esta razón, tenemos que
ceder a Dios rindiéndonos completamente.
Cuando estamos en las manos del Alfarero, sintiendo Sus presiones, sintiendo el moldeado de
Sus dedos, nosotros podemos relajarnos y confiar en Él, porque sabemos que este Alfarero ha
sufrido con nosotros y sabe cómo nos sentimos, pero está decidido a hacernos en un vaso útil y
dispuestos a hacer toda buena obra: “En una casa grande no sólo hay vasos de oro y de plata
sino también de madera y de barro, unos para los usos más nobles y otros para los usos más
bajos. Si alguien se mantiene limpio, llegará a ser un vaso noble, santificado, útil para el Señor y
preparado para toda obra buena.” – 2 Timoteo 2:20-21
Si permitimos que Dios use Su habilidad y su poder para moldear a la gente, y en el carácter que
Él quiere que seamos, todos debemos decir con Isaías: “Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros
somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.”