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¿Estás ahí?

de Javier Daulte

A manera de un prólogo

Javier Daulte es sin duda una de las estrellas de la llamada dramaturgia emergente,
aunque bien se podría argumentar que a estas alturas dicha dramaturgia ya está bien
“emergida.” Autor prolífico de una serie de obras exitosas, tanto en la Argentina como en el
exterior, algunas estrenadas en salas de teatro alternativo (también llamado “de
resistencia”) como el Babilonia y el Espacio Callejón y otras en teatros más
“convencionales” como el San Martín y el Del Pueblo, ha dado a conocer anteriormente,
Martha Stutz (1997), Criminal (1996), Gore (2000), Bésame mucho (2002), Geometría
(1999), Faros de color (1999), y La escala humana (2001, escrita con Rafael Spregelburd y
Alejandro Tantanián), para mencionar sólo unas cuantas. Bien se podría postular que gran
parte de su obra gira alrededor de la cuestión de la verdad: en muchas de sus piezas se
busca la verdad (aunque sin éxito), búsqueda que en sí implica primero cierto
cuestionamiento de la posibilidad de encontrarla y segundo la conciencia de que toda
“verdad” es de antemano una verdad reflejada, torcida, manipulada por intereses no
siempre a la vista. Por lo tanto, sus piezas casi siempre nos dejan con más preguntas que
respuestas. ¿Qué es lo que le pasó “de verdad” a Martha Stutz? ¿Quién es el “verdadero”
criminal de Criminal? ¿De quién(es) es la culpa en última instancia? Al final de Bésame
mucho o Faros de color, ¿qué ha pasado “de verdad”? A fin de cuentas, ni el espectador ni
el dramaturgo puede contestar estas preguntas con certidumbre, precisamente por la
naturaleza precaria de cualquier “verdad.”

Aquí el dramaturgo nos brinda una de sus obras más recientes, ¿Estás ahí?. Digo
una de las más recientes porque Daulte parecería incansable, siempre a punto de estrenar
una pieza más o crear aun otra. Como toda la obra de Daulte ésta también se puede
interpretar en varios niveles: el personal, el filosófico, y el teatral, entre otros. Es de notar
que en más de una ocasión el dramaturgo/director ha declarado que lo más le importa en el
teatro es el compromiso, pero no con un mensaje ni tampoco con una verdad moral (que,
como señalamos, es siempre la “verdad” de algún grupo hegemónico de algún momento
histórico específico, los dos efímeros en mayor o menor grado) sino con lo lúdico, con el
procedimiento teatral. Su propósito es quizá siempre el de ser despertador de conciencias
aunque no en el sentido tradicional ya que por un lado tales conciencias son siempre
personales, ni previsibles ni universales, y por otro los objetivos de su obra no preexisten la
obra en sí, ni son conceptualizados de antemano. Al contrario, Daulte siempre deja abierta
la recepción de sus obras y ésta depende en gran medida del público, del espectador
individual, único, e irrepetible. Así que las “verdades” propuestas por su obra son siempre
relativas, alterables, y sujetas a varias lecturas e interpretaciones personales. Por eso, hay
que reconocer de antemano lo personal y lo provisional de las posibles lecturas que siguen.

Lo personal: Al nivel personal/interpersonal habría que reconocer que la pregunta


del título, “¿Estás ahí?” es la pregunta fundamental, si bien dolorosa, de cualquier relación
entre seres humanos. ¿Estás ahí?: ¿me ves de verdad? ¿de veras me conocés? ¿tenés idea
de quién soy, qué quiero, etc.? ¿me escuchás verdaderamente? La respuesta a todas estas
preguntas (esbozada en la obra) es, desde luego, que no: que no nos conocemos, que no nos
vemos, nos escuchamos, etc. Y por varias razones. Primero, hay la cuestión del egoísmo
básico, innato en todo ser humano. Como precisa uno de los personajes, “No me hacés
feliz. Y es tu obligación ¿sabés?” Es decir, es tu obligación hacerme feliz a mí; no es mi
obligación hacerte feliz a vos. Segundo, entra el problema de la comunicación y la
comprensión mutua, problema subrayado constantemente, desde el primer momento de la
obra. Fran no puede ver ni entender a Claudio (ni más adelante a Ana); tampoco puede
entenderse bien con su madre ni con Renata. Las palabras dichas o escritas o no le son
comprensibles al otro o cambian de significado según el contexto y parecería que el
contexto de uno nunca es exactamente el del otro: uno toma literalmente lo que el otro dijo
figurativamente o al revés. Lo que uno llama pizarra mágica es el block maravilloso del
otro. Por mucho que uno se esfuerce para entender al otro, no lo logra o lo logra sólo en
parte. (Fran no sabe a ciencia cierta si Claudio escribió cuatro, cuarto, Claudio, u otra
palabra.) Tercero, existir, vivir entraña continuos cambios y modificaciones personales.
Como resultado de lo que se vive, lo que se experimenta entre el ayer y el hoy, el “yo” de
hoy no es el “yo” de ayer. Por eso el ser a quien el otro cree conocer y/o querer es siempre
el de ayer o anteayer, nunca el actual, producto (inconsciente desde luego) de experiencias
recientes. En muchos sentidos el ser humano es como la pizarra mágica de la obra: se
escribe (inscribe), se borra, y después se escribe (crea) de nuevo, en un proceso de
renovación continua. Además, como afirma Fran, “Cuando está ahí, cuando lo tenés
adelante, el amor es... imposible. Uno sólo ama al que estuvo, no al que está.” Sólo con la
distancia, lejos de lo cotidiano y la convivencia, se permite la fantasía, la idealización, la
invención de un ser hecho a la medida e inmutable, y quizá precisamente por eso, objeto de
amor (gesto que no dista mucho de lo que hacemos al recordar, interpretar una obra teatral).
Esto por un lado. Por otro la pieza propone la necesidad de seguir adelante, no
necesariamente de perdonar ni olvidar, pero sí de seguir con la vida y dejar atrás lo que ya
no sirve, lo que ya no tiene remedio (en el sentido personal, histórico, y estético). Esto lo
vemos sugerido en la última imagen de la pieza, en las dos palabras escritas en el pizarrón y
reflejadas en el espejo—adiós, adiós.

Lo filosófico, existencial: Además de lo ya expuesto, la obra implícitamente plantea


la pregunta ¿existimos? ¿En qué consiste la existencia? Aquí algunos de los personajes ya
están muertos, fantasmas y por ende visibles sólo cuando se juntan “los ojos como
desenfocando la imagen.” Pero ¿no se puede decir lo mismo de todos nosotros?—que
somos siempre hoy los fantasmas de los que fuimos ayer y que nos “vemos”, nos
entendemos, nos queremos sólo al desenfocar la imagen un poco. Es decir, sólo vemos al
otro deformado, según nuestra propia mirada y nuestro propio enfoque (interés). Así que se
pregunta hasta qué punto nuestra “existencia” no es producto del otro, de las miradas,
proyecciones de toda una serie de “otros”.
Pero quizá lo más interesante de la obra es la propuesta teatral y su empleo de varios
recursos teatrales. Dada la naturaleza del teatro como una ficción hecha viva por seres
humanos (los actores), bien se puede hacer al teatro la misma pregunta que hicimos antes al
ser humano, ¿estás ahí? Como se subraya sutilmente aquí, en toda obra teatral, el personaje
literalmente está y no está ahí, tal como los fantasmas, Ana y Claudio. Es decir, el actor
está presente físicamente pero obviamente el personaje es sólo una ilusión;
metafóricamente logramos ver al personaje de la misma manera que Fran ve a Ana y a
Claudio—desenfocando la “realidad.” A la vez, en gran medida la obra funciona como una
literalización de la tesis de Marvin Carlson, para quien toda obra teatral nos llega poblada
de fantasmas del pasado: de otras obras, de montajes anteriores, de personajes y tipos ya
conocidos, etc. Aquí estos fantasmas no sólo se encuentran en las tablas sino que también
hay (para mí por lo menos) ecos de otras obras claves como Hamlet. Recordemos que en
Hamlet, también rondado por fantasmas, el protagonista no sólo mantiene que el teatro es
un espejo de la naturaleza sino que emplea el teatro (dentro del teatro) para “atrapar la
conciencia del rey.” No seremos reyes los espectadores de la obra de Daulte, pero de todas
formas él seguramente ha atrapado nuestras conciencias, aunque no de manera uniforme,
previsible, ni inequívoca, sino más bien de manera múltiple, cambiante y efímera. Y quizá
en ningún momento es más patente esto que al final, cuando ya han salido los muertos, Ana
y Claudio, para seguir adelante y dejar que Fran haga lo mismo. En este momento Fran lee
las palabras (adiós, adiós) que dejaron en el pizarrón, palabras que evocan un pasado que ya
terminó y seres que un día fueron pero quienes ya no son ni serán nunca iguales, como
argumentamos antes. Pero es más, estas palabras Fran las lee por medio de un espejo,
referencia al espejo del teatro que tantas veces sirve de mediador para atrapar nuestras
conciencias, para dejarnos ver (si bien de manera desenfocada e imprevisible) lo que quizá
no veríamos, lo que no captaríamos sin dicha mediación.

Sospecho que como las otras obras de Daulte, ésta también provocará múltiples
interpretaciones diversas porque todo espectador habrá enfocado o desenfocado de forma
distinta, como será inevitable dada la doble mediación de toda obra teatral y la propuesta
estética de Daulte de no pretender brindarle al público una verdad única y fija. Lo que no
dudo es que nos estimulará a todos a pensar, cuestionar, y revisar lo que hemos visto (o
creído ver) tanto dentro como fuera del teatro.

Sharon Magnarelli
Quinnipiac University
Estados Unidos
¿Estás ahí? fue originalmente estrenada en su primera versión de un único
personaje masculino1 y en lengua inglesa en agosto de 2002 en el Old Vic Theatre de
Londres dentro del marco del Festival Fronteras 02. En mayo de 2003 ese montaje fue
nuevamente presentado en el Blue Elephant Theatre de esa misma ciudad. En ambos casos
el reparto fue:

Título en inglés Are you there?


Traducción al inglés Ana Sánchez Colberg
Interpretada por Niel Smith
Dirección Javier Daulte

El 12 de febrero de 2004, la compañía Díaz de Gloria estrena ¿Estás ahí? en el


Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires.

Elenco Gloria Carrá


Héctor Díaz
Iluminación Javier Daulte
Vestuario Mariana Polski
Escenografía Alicia Leloutre
Diseño de sonido Pablo Ratto
Prensa Duche & Zárate
Teatro Nacional Cervantes
Asistente de dirección Marcelo Pozzi
Dirección Javier Daulte
Producción Teatro Nacional Cervantes

El espectáculo ha recibido las siguientes distinciones:


 Premio ACE a la Mejor Comedia y/o Comedia Dramática
 Premio Clarín al Mejor Espectáculo del Circuito Off
 Premio GETEA 2004 al Mejor Director del Año
 Mención Especial GETEA para el actor Héctor Díaz
 Terna Premios ACE al Mejor Director de Comedia y/o Comedia Dramática
 Terna Premios ACE a la Mejor Actriz de Comedia y/o Comedia Dramática, Gloria
Carrá
 Terna Premios Clarín al Mejor Autor Argentino
 Terna Premios Clarín al Actor Revelación, Héctor Díaz
 Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Dramaturgia
 Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Dirección
 Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Actor (Héctor Díaz)
 Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejor Escenografía (Alicia Leloutre)
 Nominado al Premio Teatro del Mundo Mejores Efectos Mecánicos (Alicia
Leloutre)
 Terna Premios María Guerrero al Mejor Autor

1
En esa primera versión sólo aparecía el personaje de Francisco. Los personajes de Ana y Renata fueron
incorporados en una reescritura ulterior.
 Terna Premios María Guerrero al Mejor Director

En marzo de 2004 el espectáculo pasa a hacer temporada en el Teatro del Pueblo de Buenos
Aires. En noviembre de 2004 se presentó en el Festival de Temporada Alta de Girona Salt.
En marzo de 2005 el espectáculo comienza una nueva temporada en el Teatro del Pueblo de
Buenos Aires.

En enero de 2005 se estrena en el Teatro Romea de Barcelona, la versión catalana con


dirección del autor. El reparto fue el siguiente,

Elenco Clara Segura


Joel Joan
Iluminación Javier Daulte
Vestuario Montse Enguita (sobre el original de Mariana
Polski)
Escenografía Alicia Leloutre
Diseño de sonido Raúl Lucea (sobre el original de Pablo Ratto)
Traducción y
Asistente de dirección Toni Casares
Dirección Javier Daulte
Producción Vania Producciones y Teatro Romea

Este montaje ha recibido las siguientes distinciones

 Premio Margarita Xirgu a Clara Segura (2005).


 Terna Premios Butaca para Clara Segura como mejor actriz (2005).

En septiembre de 2005 el montaje vuelve a Barcelona, esta vez en el Teatro Borrás, con
Marc Martínez en el papel masculino.

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