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Cinco cosas que deberíamos saber sobre nuestro

cerebro
Es un órgano con una impresionante capacidad de procesamiento, pero existen circunstancias
que incrementan su actividad. El aprendizaje, por ejemplo, puede favorecerse en
determinadas condiciones.

Hoy nuestra parte racional controla los impulsos naturales.

Nuestro cerebro tiene muchas funciones: recordar, razonar, memorizar, sentir, aprender pero
también tiene sus peculiaridades.

1. Tiene gustos caros


Los vinos más caros saben mejor, la ropa más costosa es la más bonita. A la hora de comprar
parece que se cumple el viejo adagio de “cuanto más caro mejor”. Y esto fue lo que quiso
comprobar el instituto de tecnología de california con un experimento: varias personas
probaron 5 tipos de vino, con precios que iban de $10 a $90 la botella. A todos los voluntarios
les gusto el más caro, pero la verdad era que todos los vasos contenían el mismo vino barato.
¿Por qué se engañaron?

Al analizar las tomografías de sus cerebros, se observó una mayor actividad neuronal cuando
los voluntarios creían estar tomando los vinos más caros. Y cuando más costoso era el vino,
más actividad había en el córtex, demostrando que el placer que sentía se originaba en un
efecto real que sucedía en el cerebro. Los científicos señalan que esta área seria la responsable
de engañar a nuestros sentidos. Pensamos que el vino más caro es mejor, lo tomamos con
satisfacción y nos da más placer. Un truco que el marketing puede aprovechar para que el
individuo pague más por un producto y también se sienta satisfecho.

El cerebro está preparado para recibir satisfacción cuando se cubren las necesidades básicas,
pero cuando eso ya ha sucedido, se crean nuevas necesidades para seguir sintiendo placer.

2. Los 7 pecados
Todos alguna vez, hemos comido por gula, envidiado a alguien o sentido pereza. La revista de
divulgación BBC focus no se equivoca cuando afirma que nadie estaría a salvo de los llamados
“pecados capitales”.

Varios estudios parecen demostrar que se alojan en nuestro cerebro, y que no serían
aprendidos sino impulsos naturales humanos generados durante la evolución.

La lujuria respondería a la necesidad de procrear. Los escaneos cerebrales revelaron que al ver
películas eróticas activamos el hipotálamo, región del cerebro encargada del placer, aunque
también de la alimentación y la agresión. La naturaleza nos animara a tener sexo para que
transmitamos nuestros genes y la especie sobreviva.
La gula activa esta misma área, y como encontramos placer en ingerir alimentos nos motiva a
continuar haciéndolo. Seguramente en los albores de la humanidad comíamos mucho más de
lo necesario como manera de almacenar reservas para las épocas de hambruna cuando la
cacería escaseaba.

El pecado de la envidia tiene un lado positivo: nos motivara a superarnos. En voluntarios


japoneses que leían perfiles de personas exitosas, se registró una reacción en la corteza
cingulada anterior que no estaba vinculada con el placer sino con el dolor físico. La envidia
seria entonces una emoción dolorosa.

La soberbia es un mecanismo de reforzamiento de nuestra autoestima y, al igual que la


envidia, es un motor clave que nos ayuda a superarnos. Claro que hasta cierto límite.
Investigaciones científicas revelaron que estimulando la corteza pre frontal se puede
desactivar esa sensación de arrogancia.

El pecado de la pereza también nos da placer y nació por la necesidad de ahorrar energía. Los
primeros hombres cazaban para sobrevivir y cuando ya estaban satisfechos ahorraban fuerzas
y descansaban hasta que apareciera otra presa.

La avaricia tendría su origen en la necesidad de guardar los alimentos escasos para sobrevivir.
Pero a diferencia de los oros 6 se habría desarrollado por aprendizaje: una mezcla de nuestros
instintos básicos y de la parte racional del cerebro.

Finalmente la ira tendría la misión de moderar nuestro comportamiento a largo plazo. Los
científicos afirman que las personas explosivas son menos rencorosas que las pasivas. La ira
nace de la amígdala cerebral, la zona encargada de emociones como el miedo.

Parecería entonces que la naturaleza nos quiere malos, pero no es así. En realidad estos
impulsos exagerados habrían ayudado a los humanos a sobrevivir. Hoy la parte racional de
nuestro cerebro controla estos impulsos naturales, y cuando eso no se consigue pueden
terminar por convertirse en una enfermedad mental

3. ¿Es bueno repetir para memorizar?


Por los años se ha desestimado que sea bueno repetir como loro para aprender. Y es así:
repetir sin entender el concepto no sirve para aprender. Pero una investigación realizada por
la universidad de Sevilla afirma que la repetición es un método de aprendizaje natural y eficaz
que le permite al cerebro consolidar la memoria.

La memoria se basa en conexiones entre neuronas y la repetición es el mecanismo que


asegura el número y la fuerza que tendrá estas conexiones. Por ejemplo, conducir bien un
carro o tener destreza en un videojuego requiere largos periodos de aprendizaje y repetición.
Todos los campeones, en cualquier disciplina, ensayan una y otra vez los mismos movimientos.

Igual sucede cuando estudiamos. La repetición permite mantener el mayor tiempo posible en
la memoria ciertas palabras clave de una frase o de un texto. Y cuando más repetimos algo,
más fácil es que quede grabado. Eso es lo que permite aprender para toda la vida formulas
complejas, fechas importantes o las tablas de multiplicar. Pero cuidado, lo más importante
seguirá siendo entender lo que se estudia, para que quede guardado en la memoria el
concepto de lo aprendido. Los niños aprenden el sentido de las palabras cuando leen más:
cada vez que la misma palabra aparece en contextos distintos, aprenden todos sus significados
y usos.

4. ¿Retenemos más leyendo o escuchando?


Hay mucha diferencia entre escuchar una noticia en la radio o en la televisión, y leerla en la
letra impresa. La diferencia está en el movimiento de los ojos. En diversos experimentos se
usaron cámaras especiales y se comprobó que, inconscientemente, el ojo retrocede ante una
palabra que al cerebro no le resulta familiar. A eso se le llama “regresión” y nos da la
oportunidad de familiarizarnos con el término, parar y entender su significado. Y esa repetición
ayuda a recordar mejor lo leído.

Este ejercicio no se puede realizar con el sonido, porque no hay la oportunidad de retroceder.
En otro experimento, un grupo de niños entendió casi el doble durante una clase escrita que
una clase oral. La lectura entonces es la manera más eficaz de aprender. Y más aún si el texto
se vocaliza. Cuando leen, los niños mueven los labios repitiendo en silencio las palabras. A ese
mecanismo se lo conoce como su vocalización y funciona como una memoria auxiliar: se
estima que mejora la memorización entre el 20 y el 40%.

5. Las mejores horas para estudiar


No es lo mismo estudiar a las 07:00 que a las 11:00. Y hay una razón subyaciente para ello.
Estudios científicos con chicos en edad escolar han comprobado que el cerebro rinde más a
partir de las 09:00, llegando a su máximo entre las 10:00 a las 12:00. Y eso sucede porque para
aprender nuestro cerebro debe estar “despierto”.

En el experimento con ejercicios de matemáticas, tras un comienzo difícil, los resultados


aumentaban para alcanzar un pico entre las 10:00 y 12:00; por la tarde también era típico un
descenso en el momento de la digestión, sin embargo a medida que avanzaba el día el
rendimiento aumentaba.

Los 2 coinciden con causas biológicas: a la mañana el regreso a la actividad tras el sueño, y por
la tarde, digestión del almuerzo. El mejor rendimiento y por lo tanto las horas más beneficiosas
para estudiar son de 9:30 a 11:30 y de 15:00 a 18:30. Información que deberían tomar en
cuenta las escuelas para elaborar sus horarios. Tampoco rinde estudiar de noche. Es preferible
dormir bien porque el sueño facilita que lo ya estudiado se almacene en la memoria de corto
plazo y deje espacio para nueva información. Bien dicen que no solo hay que estudiar sino
saber estudiar bien.

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