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Sociales
ISSN: 1315-6411
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Universidad Central de Venezuela
Venezuela
Angeleri, Sandra
Identidades sociales y apelación al privilegio epistemológico
Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, vol. 17, núm. 1, enero-abril, 2011, pp. 51-72
Universidad Central de Venezuela
Caracas, Venezuela
Introducción
Alejandro sostenía que Kant debía tener razón al afirmar que existe una ley
moral universal y que debemos utilizar la razón, independientemente de
nuestras inclinaciones, para formular dicha ley. Señalaba que pese al hecho de
que en su mundo la venta de drogas no s610 era permisible sino también reco-
mendable, él bien sabía que el tráfico no es ético y, por lo tanto, había decidido
rechazar ese tipo de vida. Dado que no había sido a través de la experiencia
que había concluido que está equivocado traficar con drogas, continuaba Ale-
jandro, únicamente podía haber sido a través de la razón que había llegado a
su propio juicio moral. Insistía en que sus palabras proporcionaban evidencias
contundentes sobre la verdad de la teoría moral kantiana.
Pienso, sin embargo, que el hecho de enseñar hoy una asignatura titulada
Género y Poder: Sociedad, Persona y Políticas Sexuales en el Programa de
Cooperación Inter-facultades (PCI) de la UCV, me ha llevado a cuestionar el
marco teórico que informa mi pedagogía basada en las premisas derivadas de
la experiencia de la investlqación-acción". Los cursos del PCI están conforma-
dos por una población estudiantil extremadamente heterogénea que con difi-
cultad podría clasificarse como perteneciente a las clases altas, con una edad
promedio que oscila entre los dieciocho y los veinticinco años, con muchos y
muchas estudiantes que trabajan -algunas a medio tiempo y muchas a tiempo
completo (como empleadas del Estado o de empresas privadas, como docen-
tes de la escuela primaria, como artesanas o buhoneras) y responsables de,
por lo menos, un hijo o una hija.
En las clases donde dicto la asignatura Género y Poder del PCI de la UCV,
la diversidad de saberes subyugados es superior al promedio de saberes
subyugados de otras aulas cuyas estudiantes pertenecen a una sola Escuela,
tal cual lo había venido experimentando desde hacía muchos años en la
Escuela de Antropología. En otras oportunidades, cuando me había tocado
impartir clases a un estudiantado que compartía maneras homogéneas de en-
tender al mundo, la apelación a la experiencia había generalmente producido
escaso conflicto, o, en todo caso, lo que se había dado era una oposición ta-
jante entre los puntos de vista de los y las estudiantes que hablaban desde el
privilegio versus quienes hablaban desde la opresión. En los cursos de la asig-
natura Género y Poder: Sociedad, Persona y Políticas Sexuales del PCI hay
una gran variedad de saberes subyugados divergentes y contradictorios que
se hacen visibles en los relatos de las experiencias del estudiantado.
Entre tan diversos aprendizajes, hoy por hoy no puedo seguir basando mi
pedagogía en el principio del "privilegio epistemológico" de las gentes oprimi-
das, dado que el alto grado de complejidad de las identidades presentes en el
salón de clases genera una competencia difícil de resolver entre diferentes
modos de saber y vivir. Son, justamente, estas múltiples y diversas realidades
que hoy dan forma a mis clases, lo que me ha empujado a reexaminar las
justificaciones pedagógicas y los efectos epistemológicos del aprendizaje ba-
sado en la experiencia.
En este artículo ubico mi análisis dentro del salón de clases. Sin embargo,
no estoy sólo interesada en el aula universitaria; deseo también extender estas
reflexiones a otros contextos institucionales nacionales".
rosos y están contra Dios y contra mi religión. Soy católica y no creo en la ho-
mosexualidad". Esta joven retiró la materia a los pocos días de haber comen-
zado el semestre, luego de informar al curso que estaba embarazada, hecho
por el cual recibió las felicitaciones del resto de los y las cursantes. En una
discusión sobre dos casos de violación que aparecen en la película Cuatro
meses, tres semanas y dos días de Cristian Mungiu (2007), muchos y muchas
estudiantes concluyeron que las víctimas "se merecían que las violaran"
porque nunca deberían haber buscado al profesional que escogieron para que
le realizara un aborto a una de ellas, quien luego las violó como parte del co-
bro por sus servicios médicos. Al ver la película El beso de la mujer araña de
Héctor Babenco (1985), estudiantes que siempre habían mostrado madurez y
sabiduría, gemían y se tapaban los ojos con falso pudor y horror, y murmura-
ban insultos contra los homosexuales a sus amigos y amigas del salón de cIa-
ses.
tear que "no crees" en la homosexualidad? ¿No crees que soy una lesbiana
real?"
enfoque, tanto sobre Alejandro como sobre otras y otros estudiantes, son
bastante más complicados. Dentro de nuestros salones de clases se encuen-
tran los mismos grupos sociales que existen, en relaciones de dominación y
opresión más complejas, en el universo más amplio de la nación venezolana.
Nuestro compromiso por desmantelar historias e ideologías de dominación es
crucial para la producción de un conocimiento liberador; pero esta afirmación
no cambia las dinámicas de poder social y político que operan en nuestras au-
las. Cuando una integrante de un grupo oprimido reclama su privilegio episte-
mológico, otras presumen, con frecuencia, que todas y todos aquellos posicio-
nados socialmente de forma semejante, comparten el mismo punto de vista.
Irónicamente, esto tiene con frecuencia el efecto de reinscribir ideologías cla-
sistas, racistas, sexistas y homofóbicas. Volviendo al caso anterior, para estu-
diantes que no tienen experiencias sobre las economías de la droga y sobre
las prácticas policiales de un barrio caraqueño, el testimonio de Alejandro pue-
de servir para confirmar sus puntos de vista clasistas que plantean que la deci-
sión de no ser narcotraficante es sólo una cuestión puramente personal e indi-
vidual, y que poco tiene que ver con las fuerzas sociales y económicas que
aparecen al momento de decidir si traficar o no. Más o menos, para Alejandro
y otras y otros estudiantes posicionados de forma parecida, la aceptación acrí-
tica de su conocimiento experiencial contribuye a considerar que el método
para superar la opresión se basa en la excepcionalidad individual más que en
las transformaciones políticas, económicas y sociales. Esto es lo que me ha in-
clinado a identificar como reaccionarios -al menos en parte- los resultados de
la apelación a la experiencia en el salón.
Esta recomendación parece tener validez epistémica, dado que todas las
teorías de identidad (sean éstas feministas, post-coloniales, queer o raciales)
señalan que no existe tal cosa como "la experiencia afro-descendiente", "la ex-
periencia gay", "la experiencia de las mujeres", etc. Cuando la pertenencia a
una comunidad de creación de conocimiento depende de la experiencia y es
autodefinida, tal como se propone en este trabajo, se logra evitar la práctica--
teóricamente insostenible- basada en la premisa que sostiene que todas las
personas que tienen una experiencia común desde la cual evaluar afirmacio-
nes, analizar teorías e identidades sociales, crean conocimiento objetivo.
Bibliográfía