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Instituto de Formación Docente Continua

Profesorado de Geografía
Asignatura: Historia Moderna y Contemporánea

Trabajo Práctico
Sobre:

La Revolución Francesa
Libro: La Era de las Revoluciones 1789 – 1848
Capitulo 3
Autor: Eric Hobsbawm

Profesor:
Adriano Cavallín

Alumno:
Merlos Marco Antonio

2019
Introducción

En el presente trabajo se pretende abordar los puntos principales del capítulo III
de la obra de hobsbawn, sobre el desarrollo de la Revolución Francesa y los
factores económicos y políticos que afectaron la estabilidad de la creciente
burguesía de la época, los cuales determinaron el proceso revolucionario desde
su comienzo, su auge en 1789 y su posterior legado político, social e intelectual
en el mundo actual.
Desarrollo

I
La base de la economía del siglo XIX se formó principalmente bajo la influencia
de la Revolución industrial inglesa, Francia lo hizo en la política y la ideología.
Entre 1789-1917 las políticas europeas y de todo el mundo lucharon
ardorosamente en pro o en contra de los principios de 1789, o de los más
radicales de 1793. Francia proporcionó el vocabulario y los programas de los
partidos liberales, radicales y democráticos de la mayor parte del mundo.
Proporcionó el concepto y vocabulario del nacionalismo, proporcionó los
códigos legales, el modelo de organización científica y técnica, y el sistema
métrico decimal.
Ya entre 1776 y 1790 se produjo una serie de revoluciones democráticas, en
EE.UU. Bélgica, Holanda; pero fue la revolución francesa fue mucho más
fundamental que cualquiera de sus contemporáneas y sus consecuencias
fueron mucho más profundas. En primer lugar, sucedió en el más poderoso y
populoso estado europeo. En 1789 uno de cada cinco europeos era francés.
Además, que de todas las revoluciones que la precedieron y la siguieron, fue la
única revolución social de masas, y por ende, más radical que cualquier otro
levantamiento. Al contrario de la Revolución en Norteamérica, la francesa
influyó en ámbitos geográficos muy distantes: su pensamiento influyó en
Sudamérica cuyos resultados fueron en términos generales que los países
quedaran poco más o menos como antes, aunque liberados del dominio
político de los ingleses, los españoles o los portugueses. Fue el primer gran
movimiento de ideas de la cristiandad occidental que produjo algún efecto real
sobre el mundo islámico (caso de la India y Turquía).

En las décadas anteriores a la revolución de 1789, la monarquía absoluta de


Luis XVI, no aceptaba las pequeñas dosis reformistas como las propuestas de
Turgot que preconizaba la eficaz explotación de la tierra, la libertad de empresa
y de comercio. Estas refrmas fracasaban frente a las resistencias de las
aristocracias locales. Pero las fuerzas de cambio burguesas eran demasiado
fuertes para caer en la inactividad, por loque se limitaron a transferiri sus
esperanzas de una monarquía ilustrada al pueblo o a “la nación”. Estos
acontecimientos terminan de englobar del por qué la revolución estalló cuando
lo hizo, y por qué tomó el rumbo que tomó.

La revolución americana terminó con la victoria para Francia, pero el precio fue
demasiado alto: una bancarrota total. Aunque muchas veces, se ha echado la
culpa de la crisis a las extravagancias de Versalles, pero hay que decir que los
gastos de la corte sólo suponían el 6% del presupuesto total en 1788. La
guerra, la escuadra y la diplomacia consumían un 25% y la deuda existente un
50%. Guerra y deuda (la guerra norteamericana y su deuda) rompieron el
espinazo de la monarquía.
La Revolución comenzó con la “Asamblea de notables” de 1787 y la
convocatoria a Estados Generales de 1789. Todo comenzó como un intento
aristocrático de retomar el control, pero el error fue subestimar el accionar del
Tercer Estado con una crisis económica tan profunda, la crisis del trigo, que el
pan duplicara su precio, el aumento del bandolerismo y los motines, hicieron de
la Asamblea “del juego de pelota” algo más revolucionario y crítico de lo que
cabría esperar. La toma de la Bastilla fue el símbolo del final del Antiguo
Régimen en Francia.
La revolución fue burguesa y liberal-conservadora. El Tercer Estado fue liberal-
radical. Por momentos esta dicotomía oscilaba hasta que finalmente quebró.
Algunos burgueses dieron un paso más hacia el conservadurismo, al ver que
los “jacobinos” llevaron la revolución demasiado lejos para sus ideales. El
Tercer Estado no quería una sociedad burguesa, que progresivamente adquiría
tintes aristocráticos.
De los jacobinos, solo los sans-culottes tenían cierta iniciativa política. El resto,
desarrapados y hambrientos eran incultos y seguían a líderes bien formados.
Marta y Hébert defendían los intereses de la gran masa de proletarios, el
trabajo, la igualdad social y la seguridad del pobre: igualdad, y libertad directa.
Pero su utopía fue irrealizable y más fruto de la desesperación que de un plan
bien trazado. Su memoria queda unida al jacobinismo, del que no siempre fue
partidario.

II
Entre 1789 y 1791 se dio pocas satisfacciones a la plebe, favoreciendo tímidas
mejoras. Desde el punto de vista económico, las perspectivas de la Asamblea
Constituyente eran completamente liberales: su política respecto al
campesinado fue el cercado de las tierras comunales y el estímulo a los
empresarios rurales; respecto a la clase trabajadora, la proscripción de los
gremios; respecto a los artesanos, la abolición de las corporaciones.
La Constitución Civil del clero fue un mal intento, no de destruir el clero, sino de
alejarlo del absolutismo romano.
El rey sabía que la única opción de reconquistar el absolutismo sería con una
intervención desde el exterior, pero esto sería difícil debido a la buena situación
del resto de países. Pero Europa se dio cuenta de que corría peligro su
derecho al trono y se pusieron en marcha. La Asamblea Legislativa
pronosticaba la guerra y así fue en 1792, sin embargo los
contrarrevolucionarios fueron derrotados y las masas se radicalizaron. Los altos
mandos fueron encarcelados, incluido el rey, y la República fue instaurada.
La Convención Girondina se percató de que o vencían rotundamente o eran
eliminados del tablero de juego. Para ello movilizó el país como nunca se había
hecho: economía de guerra, reclutamiento en masa, racionamiento, y abolición
virtual de la distinción entre soldados y civiles. Por último, reclamaba sus
fronteras naturales con dos propósitos: tumbar la contrarrevolución y conseguir
más territorios con los que hacer la guerra económica a Gran Bretaña. En este
clima, los jacobinos fueron ganando terreno palmo a palmo. Esto derivó en la
toma de poder por los sans-culottes en 1793.

III
La Convención jacobina se recuerda por el almidonado Robespierre, el gigante
Danton, el elegante Saint-Just, el tosco Marat y el Comité de Salud Pública, el
tribunal revolucionario y la guillotina. Hubo 17.000 ejecuciones oficiales en 14
meses. Pero el caso es que tras ese tiempo de muerte, para junio de 1793
Francia se estaba desintegrando por los ataques extranjeros en todos los
frentes. El resultado: la contrarrevolución vencida, un ejército mejor formado y
más barato, una moneda más estable (en papel), y un gobierno estable que iba
a comenzar una racha de casi veinte años de victorias militares
ininterrumpidas.
El fin del programa jacobino era un Estado fuerte y centralizado (le grande
nation), las levas en masa y una Constitución radical que prometía el sufragio
universal, alimento, trabajo y derecho a la rebelión. Se procuraría el bien
común con unos derechos operantes para el pueblo (lo que implicaba el fin
total de todo lo concerniente al sistema y los privilegios feudales).
El rígido Robespierre venció al pícaro Danton, que acaudilló a numerosos
delincuentes, especuladores, estraperlistas y otros elementos viciosos y
amorales de la sociedad. La guillotina recordaba que nadie estaba seguro. Los
procesos de descristianización disgustaron a algunos. En 1794 con la victoria
en Fleurus y la ocupación de Bélgica, se dio paso a una revolución
termidoriana que terminó con los andrajosos sans-culottes y los gorros frigios.
Robespierre, Saint Just y Couthon, junto con otros 87 miembros, fueron
guillotinados.

IV
Termidor se encontraba con el problema de enfrentarse la clase media
francesa para la permanencia de lo que técnicamente se llama período
revolucionario (1794-1799). Tenían que lograr una estabilidad política y un
progreso económico sobre las bases del programa liberal original de 1789-
1791. Los sucesivos regímenes hasta 1870 (Directorio, Consulado, Imperio,
monarquía borbónica restaurada, monarquía constitucional, República e
Imperio de Napoleón III, no fueron más que el intento de mantener una
sociedad burguesa intermedia entre dos sistemas antagónicos: la república
democrática jacobina y del antiguo régimen.

El régimen civil era débil. Su constitución no fructificó como se esperaba.


Precariamente, los políticos oscilaron entre la derecha y la izquierda y tenían
que hacer uso frecuente del ejército tanto contra los agentes exteriores como
contra las rebeliones internas. En este contexto, es normal que Napoleón
brotara en este clima de ambigüedad en el que los militares tenían más poder
que los gobernadores. Poco a poco el ejército fue abandonando su carácter
revolucionario y adquirió tintes de ejército tradicional y nacional, propiamente
bonapartista.
La escala se configuraba por las dotes personales y la capacidad de mando. La
rigidez castrense aún no estaba definida. El ejército no contaba con un
abundante armamento, respaldado por una industria pesada efectiva. Contaba
más la efectividad de actuación. Con estos Napoleón Bonaparte conquistó
Europa, no solo porque pudo, sino porque tenía que hacerlo. Con él, el mundo
tuvo su primer mito secular: de cónsul pasó a Emperador: estableció un código
civil, un concordato con la Iglesia y hasta un Banco nacional. El nativo de
Córcega hizo de la revolución liberal un régimen liberal asentado.
Napoleón fue mito y realidad. Era el hombre civilizado del siglo XVIII,
racionalista, curioso, ilustrado, pero lo suficientemente discípulo de Rousseau
para ser también el hombre romántico del XIX. Si bien construyó las estructuras
de la universidad, la legislación, el gobierno, la economía, destruyó el sueño
jacobino de la libertad, igualdad y fraternidad: ascensión del pueblo para
sacudir el yugo de la opresión, este mito revolucionario sobreviviría a la muerte
de Napoleón.
Conclusión

Cuando se habla de revolución Francesa, se habla de todo un proceso histórico


que determinó un antes y un después (primero en Francia y posteriormente en el
mundo) de un sistema de gobierno monárquico absolutista a un gobierno
representativo, republicano y democrático en lo político. En lo económico, se da
paso al liberalismo económico, al crecimiento de la industria francesa, lo que
deviene en el crecimiento del poder adquisitivo burgués, y por ende, en su
crecimiento en la escala social y política. Posteriormente a éste proceso, se
puede hacer referencia al estudio o abordaje de las clases sociales, y del papel
que les cabe dentro de una sociedad de paradigma positivista, en virtud de ser
poseedores del capital, o de ser vendedores de su fuerza de trabajo.
Bibliografía

- HOBSBAWM ERIC, “La era de la revolución 1789-1848”. Crítica Grupo Editorial


Planeta – Buenos Aires. 2009.

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