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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LOS


LLANOS OCCIDENTALES -EZEQUIEL ZAMORA EN
CONVENIO CON ENLACE LATINOAMERICANO
DE UNIVERSIDADES

ENSAYO
EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA
III TRIMESTRE-SECCIÓN “A”
Derecho Contencioso
Administrativo
FACILITADOR: Abog. David
Colina

APELLIDOS Y NOMBRES CÉDULA DE IDENTIDAD CORREO ELECTRÓNICO



Grimaldo Pabón, Gerson Eduardo 11.494.537 eduarger_141@hotmail.com
Hernández Barrios, Omar 5.020.943 hbomarxxi@gmail.com
Pereira Rosales, Edixon Bersali 16.409.584 Preb_3@hotmail.com
Rojas Sánchez, Lindeliz Carolina 14.041.298 carlizdee@hotmail.com
Torres Peña, Carmen Yaneth 12.633.874 tcarmenyaneth@yahoo.es

San Cristobal, Noviembre de 2019.


EJECUCIÓN DE LA SENTENCIA

La sentencia se define como el mandato jurídico individual y concreto, creado por


el juez mediante el proceso, en el cual se acoge o rechaza la pretensión que se hace
valer en la demanda. Para Couture. Sentencia es el "Acto procesal emanado de los
órganos jurisdiccionales que deciden la causa o punto sometidos a su conocimiento".
Es decir, la sentencia es un acto procesal del Juez, a través del cual pone fin al
proceso o a una etapa de este.

Ahora bien, en este orden de ideas, luego de los pronunciamientos del juez en el
proceso es necesaria la fase de ejecución de las decisiones, en este ensayo nos
dedicaremos al estudio de la manera en la cual es aplicable esa ejecución de
sentencias de forma voluntaria y de forma forzosa conociendo sus bases, fundamentos
y planteamientos constitucionales.

De la disposición contenida en el artículo 243 del Código de Procedimiento Civil


venezolano vigente, se observa que la sentencia está estructurada de tres (3) partes, a
saber: a. Narrativa: Una síntesis clara, precisa y lacónica de los términos en que ha
quedado planteada la controversia, sin transcribir en ella los actos del proceso que
constan de autos. (Art. 243 Ord. 3º), b. Motiva: Los motivos de hecho y de derecho de
la decisión. (Art. 243 Ord. 4º) y c. Dispositiva: Decisión expresa, positiva y precisa con
arreglo a la pretensión deducida y a las excepciones o defensas opuestas, sin que en
ningún caso pueda absolverse de la instancia. (Art. 243 Ord. 5º).

En tal sentido, las tres partes de la sentencia, narrativa, motiva y dispositiva, en la


primera el Juez se comporta como un Historiador, en la segunda es un catedrático y en
la tercera es un agente del Estado que dicta una orden. En general, el Código de
Procedimiento Civil, establece lo relativo a la ejecución de la sentencia en los artículos
523 al 584, Título IV
del Libro Segundo. Al respecto, la ejecución se define como:
“La ejecución, es la última fase o etapa del procedimiento, hace que el
mandato general contenido en la sentencia se cumpla, se materialice en el
mundo de lo físico, ya que de otra manera se frustraría la finalidad del
derecho procesal, que no es otra que la de hacer efectivo el derecho,
quedando reducida la sentencia a un estudio con valor exclusivamente
lógico o pedagógico, y sin eficacia práctica”

De acuerdo a lo anterior, es el acto de llevar a efecto lo dispuesto por un juez o


tribunal en el fallo que resuelve una cuestión o litigio. Como requisito fundamental, la
sentencia ha de ser firme, es decir consentida por las partes o que no quepa contra ella
ningún recurso, salvo el extraordinario de invalidación o revisión (según sea el caso).
Ha de haber sido dictada por juez competente y de acuerdo con las leyes de forma y
fondo que regulen la materia. Asimismo, en la fase ejecutiva del fallo, ha de seguirse
estrictamente lo dispuesto en la ley.

Por consiguiente, el proceso de ejecución de sentencia es el procedimiento


dirigido a asegurar la eficacia real y práctica de las sentencias de condena. Constituye
la última etapa del iter procesal y sucede al proceso de conocimiento, con la finalidad
de no hacer ilusorios los fines de la función jurisdiccional. En este orden de ideas,
Couture señala que: Frecuentemente la sentencia no contiene una condena específica
en sumas de dinero líquidas y exigibles, por lo que entonces resulta imprescindible
realizar la liquidación correspondiente. Se dice, entonces, que el proceso se divide en
dos etapas; la primera, destinada a determinar el “an debeatur” y la segunda, para
determinar el “quantum debeatur”.

Ahora bien, con relación a lo antes dicho fue necesario acudir a una diversidad de
libros, doctrinarios que exponen con mucha claridad sobre la ejecución de las
sentencias, el cual es un proceso que persigue el cumplimiento íntegro de éstas, que
deberá efectuarse en sus propios términos. Son verdaderos procedimientos con
características, requisitos y efectos propios y distintos de la acción original entablada.
No consiste en un procedimiento contradictorio, por lo que el ejecutado tendrá muy
limitadas sus posibilidades de actuación.

En cuanto a esta determinación, puede decirse inicialmente, que en sentido


general toda sentencia puede ser susceptible de ejecución, en tanto y en cuanto se
entienda por ejecución, la necesaria conformación de la realidad de la vida jurídica a la
voluntad de la ley expresada en la sentencia, o sea, el adecuarse de la realidad al
contenido, al dispositivo del fallo definitivamente firme, o bien como expresa el
procesalista Alsina "la sentencia es la expresión de la voluntad concreta de la Ley".

Sin embargo, en un sentido más estricto, y si se quiere técnicamente más propio,


de ejecución se habla con referencia a una categoría determinada de sentencias y no
en referencia a todas las sentencias. Esta categoría de sentencias respecto de las
cuales se habla propiamente de ejecución, es la llamada sentencia de condena, la cual
siguiendo enseñanzas pasadas, difiere de la sentencia declarativa y de la sentencia
constitutiva, en que la sola sentencia de condena no realiza plenamente la tutela
jurídica invocada; para la plena realización de la tutela jurídica se requiere, en la
sentencia de condena, de una actividad ulterior, jurídicamente y plenamente regulada,
dirigida esa actividad a lograr para el actor victorioso, esto es, para el titular del derecho
declarado en la sentencia, el bien jurídico que constituye el objeto de ese derecho
declarado en el fallo.

Esta actividad necesaria es la que recibe el nombre de ejecución, y en los casos


en que esa ejecución implica o comporta una agresión a la esfera jurídica del obligado,
recibe el nombre de ejecución forzosa o forzada, y en este sentido definimos la
ejecución con Chiovenda, como el conjunto de actividades dirigidas en su fin a que el
vencedor consiga prácticamente por obra de los órganos públicos, el bien que le fue
concedido o reconocido por la ley, según la declaración contenida en la sentencia. En
efecto, la ejecución para su realización requiere de la presencia de determinados
presupuestos, a saber: a. Presencia de un título que apareje ejecución; b. Presencia o
exigencia de la actio judicati; c. Existencia de bienes sobre los cuales deba recaer la
ejecución, y 4) Inejecución voluntaria del fallo por parte del deudor condenado en la
sentencia.

El Código de Procedimiento Civil, establece lo relativo a la ejecución de la


sentencia en los artículos 523 al 584, Título 4e del Libro Segundo.

La ejecución, como última fase o etapa del proceso, hace que el mandato
general contenido en la sentencia se cumpla, se materialice en el mundo de lo
físico, ya que de otra manera se frustraría la finalidad del derecho procesal, que
no es otra que la de hacer efectivo el derecho, quedando reducida la sentencia a
un estudio con valor exclusivamente lógico o pedagógico, y sin eficacia práctica,
si el Estado no dispusiera de los medios para hacer cumplir el fallo; De modo
pues que la ejecución de la sentencia forma parte del oficio del Juez y
comprendida dentro de su función jurisdiccional.

Al tratar el tema sobre la jurisdicción como función y como actividad, suele


señalarse que la jurisdicción como función presenta un doble contenido: En primer
término es una facultad de decisión que se manifiesta en el poder del órgano
jurisdiccional para conocer de las demandas o peticiones que le sean presentadas por
los particulares, proveer sobre la misma y en último caso para pronunciarse y decidir.
Una segunda facultad, es facultad de coerción, imperium o ejecución.

En este orden de ideas, los principios constitucionales que deben servir de base a
la ejecución de las sentencias en materia contenciosa administrativa: 1. Derecho a
la Tutela Judicial Efectiva (art. 26 CN). 2. Derecho a la Igualdad (art. 21 CN). 3.
Principio de la Colaboración por parte de la Administración (Art. 136 CN) 4. El Principio
de Legalidad (art. 137 CRBV) 5. Derecho a exigir la responsabilidad patrimonial del
estado (Art. 140 CRBV) Este derecho consagra el principio de responsabilidad objetiva
del Estado. 6. Autonomía e Independencia de los Jueces respecto a los demás
Órganos del Poder Público (Art. 254 CRBV) De lo anterior expuesto se concluye que la
ejecución de las sentencias dictadas por los jueces contenciosos administrativos se
fundamenta en elementos subjetivos (ejercicio de derechos constitucionales) y
objetivos (potestades y competencias propias de la jurisdicción).
Por su parte, los Principios Rectores del Derecho a la Ejecución de han sido
desarrollados jurisprudencialmente, los cuales son del tenor siguiente: 1.-El Principio de
Inmodificabilidad de la Sentencia, 2. El Principio de Interpretación Finalista del Fallo, 3.
El Principio de Prohibición de Ejecuciones Fraudulentas o Simuladas, 4. El Principio de
la Diligencia Debida, 5. El Principio de Ampliación de la Legitimación.

De esta manera, se habla de Juez competente, según el Artículo 523 Código de


Procedimiento Civil establece:
“La ejecución de la sentencia o de cualquier otro acto que tenga fuerza
de tal, corresponderá al Tribunal que haya conocido de la causa en primera
instancia. Si fuere un Tribunal de arbitramento el que haya conocido en
primera instancia, la ejecución corresponderá al Tribunal natural que hubiere
conocido del asunto de no haberse efectuado el arbitramento.”

Respecto al Mandamiento de Ejecución: El Artículo 527 del Código de


Procedimiento Civil nos señala el mandato de ejecución de la siguiente manera: Si la
condena hubiere recaído sobre cantidad líquida de dinero, el Juez mandará embargar
bienes propiedad del deudor que no excedan del doble de la cantidad y costas por las
cuales se siga ejecución. No estando líquida la deuda, el Juez dispondrá lo conveniente
para que se practique la liquidación con arreglo a lo establecido en el artículo 249.
Verificada la liquidación, se procederá al embargo de que se trata en este artículo.

El Tribunal podrá comisionar para los actos de ejecución, librando al efecto un


mandamiento de ejecución en términos generales a cualquier juez competente de
cualquier lugar donde se encuentren bienes del deudor. El mandamiento de ejecución
ordenará: a. Que se embarguen bienes pertenecientes al deudor en cantidad que no
exceda del doble de la cantidad y costas por las cuales se siga la ejecución, b. Que se
depositen los bienes embargados siguiendo lo dispuesto en los artículos 539 y
siguientes de este Código y c. Que a falta de otros bienes del deudor, se embargue
cualquier sueldo, salario o remuneración de que disfrute, siguiendo la escala indicada
en el artículo 598.”

Por su parte, el Cumplimiento voluntario: de la sentencia se puede definir como la


ejecución, realización o la efectuación que el deudor cumpla con la obligación en un
lapso fijado por el Tribunal no menor de tres días de despacho ni mayor de diez de
despacho, cuando esta haya quedado definitivamente firme. En el artículo 524 del
Código de Procedimiento Civil señala la ejecutoriedad de la sentencia, en los siguientes
términos:
“Cuando la sentencia haya quedado definitivamente firme, el Tribunal, a
petición de la parte interesada, pondrá un decreto ordenando su ejecución. En dicho
decreto el Tribunal fijará un lapso que no será menor de tres días ni mayor de diez,
para que el deudor efectúe el cumplimiento voluntario, y no podrá comenzarse la
ejecución forzada hasta que haya transcurrido íntegramente dicho lapso sin que se
hubiese cumplido voluntariamente la sentencia”.
Por otro lado el cumplimiento forzoso o ejecución forzosa; a diferencia de la
anterior, se da en aquel supuesto en el cual el obligado se niega o no cumple
voluntariamente la prestación, de modo que el que resulta beneficiado por la resolución
(el acreedor de la prestación) se ve obligado a acudir al órgano jurisdiccional para que
actúe coactivamente, realizando los requerimientos necesarios e, incluso si es preciso,
empleando el auxilio de la fuerza pública. Por todo ello, se puede definir la ejecución
forzosa como aquel procedimiento mediante el cual los órganos jurisdiccionales y a
través de medios coercitivos pretenden la ejecución obligada de los derechos
subjetivos privados a una prestación. Con relación a los estos bienes excluidos me
remito al Código Civil Venezolano en el artículo 1929, el cual nos señala lo siguiente:
“Las sentencias que hayan de ejecutarse por los Tribunales de la República,
se llevarán a efecto sobre los bienes muebles o inmuebles del deudor y
sobre sus derechos y acciones que puedan enajenarse o cederse. No están
sujetos a la ejecución:
a. El lecho del deudor, de su cónyuge y de sus hijos.
b. La ropa de uso de las mismas personas y los muebles y enseres de que
estrictamente necesiten el deudor y su familia.
c. Los libros, útiles e instrumentos necesarios para el ejercicio de la
profesión, arte u oficio del deudor.
d. Los dos tercios del sueldo o pensión de que goce el deudor (actualmente
inembargable mandato constitucional artículo 91, salvo materia de
manutención)
e. El hogar constituido legalmente.
f. Los terrenos o panteones y sus accesorios, en los cementerios.”

Desde este punto de vista, los Modos de Ejecutar las Sentencias son: a. Entrega
de cosa mueble o inmueble, se efectúa la entrega aún con la ayuda de la fuerza
pública, b. Entrega de una cantidad que puede ser: Líquida: en este caso se
embargarán bienes del deudor por el doble de la cantidad más las costas o Ilíquida: se
practicará la liquidación por el juez, c. La ejecución de una obligación de hacer o no
hacer, la actividad del Juez se dirige al cumplimiento de las mismas, tal como es
ordenado en la decisión, en caso negativo el ejecutante será autorizado para efectuarla
por su cuenta. Si la condena es de no hacer, el incumplimiento es referido a los daños
y perjuicios; lo que serán estimados como si fuera cualquier otra indemnización, d. La
ejecución de obligaciones alternativas, en principio el deudor en él la oportunidad del
cumplimiento voluntario puede escoger entre las alternativas que ofrece su obligación;
pero si no diera cumplimiento voluntario a la sentencia, esta elección la hace el
ejecutante.

Sobre dicha base, las Defensas contra la ejecución: El principio general en


materia de ejecución de sentencia es el de la continuidad de la misma, es decir, que
una vez comenzada la ejecución de la sentencia esta debe continuar sin interrupciones
excepto en los casos siguientes: (Art. 532 C.P.C.)

Dispone el artículo 524 del Código de Procedimiento Civil, que cuando la


sentencia haya quedado definitivamente firme, el Tribunal, a petición de parte
interesada, pondrá un decreto ordenando su ejecución, entendiéndose que la sentencia
haya quedado definitivamente firme, cuando se han agotado respecto de la misma, los
recursos ordinarios, apelación, como el extraordinario, de casación; o bien, cuando
éstos no han sido ejercidos oportunamente. Por consiguiente, para que una sentencia
se encuentre definitivamente firme, debe entenderse que no existe recurso alguno que
interponer en su contra, bien porque los ejercidos se declararon sin lugar, o bien
porque no fueron ejercidos oportuna y legalmente por las partes interesadas. En
consecuencia, operándose esta situación, a solicitud de parte, el Tribunal pondrá un
decreto mandando a ejecutar la sentencia.

En efecto, preceptúa el artículo 526 del Código de


Procedimiento Civil, que, si hubiere transcurrido el lapso establecido en el artículo
524 sin que se hubiese cumplido voluntariamente la sentencia, se procederá a la
ejecución forzada. Este lapso que establece el artículo 524 para cumplimiento
voluntario no puede ser menor de tres días ni mayor de diez. En consecuencia, la
oportunidad en que comienza la ejecución forzosa o ejecución propiamente dicha, está
señalada en el artículo 524, y es un lapso no menor de tres días ni mayor de diez, para
que el ejecutado de cumplimiento Voluntario a la sentencia, sin que pueda precederse
a la ejecución forzada hasta que haya transcurrido íntegramente dicho lapso.

Finalmente, se entiende por ejecución de sentencia el conjunto de actuaciones


procesales tendentes a la ejecución de un derecho subjetivo reconocido en un título de
ejecución, que es lo que habilita el inicio de la fase de ejecución dentro de un proceso
contencioso administrativo. La ejecución de sentencias ha sido identificada como el
problema fundamental del contencioso administrativo, ya que al ser la culminación del
proceso, con ella se verifica si un Estado es de Derecho o no. Ello es así ya que de
nada vale el proceso si no es posible ejecutar lo decidido. Esta fase de ejecución de las
sentencias forma parte normal del proceso judicial, la triada integrada por “acción-
proceso-jurisdicción” fundamenta esa afirmación, por ende, el contencioso
administrativo es un proceso al que le son aplicables los mismos principios y
consecuencias del proceso en general.

La ejecución de sentencias no hace sino llevar a efecto una resolución judicial y,


por lo tanto, los actos materiales o técnicos en que la ejecución consiste, carecen de
viabilidad propia, por eso es importante la existencia de un control judicial de la
legalidad administrativa, que solo se logra si los jueces al decidir lo juzgado pueden
ejecutar lo decidido, cristalizando de esta manera también el derecho a la tutela judicial
efectiva frente a la Administración Pública.

Los fundamentos de la ejecución de sentencias tienen una doble vertiente: 1. -


Objetivos u Orgánicos: El fundamento orgánico se refiere a la naturaleza misma del
poder jurisdiccional de los tribunales. En efecto, el ejercicio del Poder Judicial conlleva
tres fases inseparables: conocer el conflicto, decidirlo mediante una sentencia firme y
hacer cumplir lo decidido. En otras palabras, juzgar y ejecutar lo juzgado, son partes
inseparables del ejercicio del poder jurisdiccional. La ejecución de sentencia es la
expresión de la autonomía e independencia del poder judicial. 2. - Subjetivos o
Dogmáticos: El fundamento subjetivo se refiere a los derechos fundamentales o
constitucionales envueltos en la propia ejecución de sentencias. Se trata en definitiva
del ejercicio del derecho constitucional a la tutela judicial: utilizar los órganos de la
administración de justicia para la defensa de los derechos e intereses. Y la tutela
judicial no es efectiva si no se alcanza a ejecutar la declaración contenida en la
sentencia.

El proceso de ejecución de las sentencias contencioso-administrativas debe


desarrollarse con fundamento en los derechos y garantías que consagra la
Constitución, salvaguardando la equidad entre los derechos de la Nación y los
intereses de los particulares, logrando así el justo balance, que a su vez permita la
efectiva exigibilidad y reparación del Estado responsable de sus actos.

La fase de ejecución de la sentencia hace posible que el mandato concreto


contenido en la sentencia pueda ser prácticamente operativo. El estado debe disponer
de los medios prácticos para hacer cumplir el fallo. Tal como lo sostiene la Doctrina
más calificada la ejecución de la sentencia no puede dejarse a manos del acreedor
quien probablemente abusaría de ello ni a la voluntad del deudor porque este no
siempre daría cumplimiento a lo sentenciado, por tanto es necesario proceder a esa
ejecución mediante la intervención del Poder Judicial.
CONCLUSIÓN

Por lo antes expuesto podemos decir que la ejecución de sentencias forma parte
del proceso judicial, la triada integrada por “acción, proceso, jurisdicción”, por ende, se
desarrolla en los principios generales del Derecho Procesal y excepcionalmente por
leyes especiales. La ejecución tiene como finalidad llevar a puro y debido efecto los
pronunciamientos judiciales contenidos en la sentencia o resolución, por lo que debe
comprender todo a fin de que el resultado sea de identidad entre lo ejecutado y lo
estatuido.

También podemos decir que la ejecución de las sentencias (y, en general, las
resoluciones judiciales), vuelven a ser uno de esos aspectos de la jurisdicción
contenciosa administrativa en los que aflora con especial intensidad la dificultad
intrínseca a la peculiaridad de su especifica función, el control de la actividad sujeta al
derecho administrativo de otro poder público, dotado de una función constitucional
propia, que debe ser compatibilizada en su integridad.

La configuración constitucional del poder judicial y por tanto del orden


contencioso administrativo en tanto que es integrado por este, concreta, en exclusiva la
función de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado, sin excepción subjetiva alguna, ni aún
para otros poderes públicos, cumplir la sentencia y demás resoluciones judiciales
firmes, así como prestar la colaboración requerida por los órganos judiciales en el curso
del proceso y también en la ejecución de lo resuelto.

No obstante, el juez contencioso administrativo sigue estando atado por unos


privilegios aparentemente legales, que distan mucho de tener algún basamento
constitucional, más aún, se podría afirmar decididamente que no lo tienen, tal como lo
ha puesto en evidencia la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales, al concederle los poderes de coerción necesarios al juez
constitucional para que haga ejecutar el fallo constitucional.

Finalmente, debemos señalar que nuestro ordenamiento constitucional,


consagra el principio de la legalidad como uno de los valores fundamentales que rigen
nuestro Estado de Derecho y no existe norma alguna en la constitución, que limite las
funciones del Poder Judicial, cuando juzga a la administración, sino que por el contrario
se establecen plenos poderes a los órganos jurisdiccionales contencioso
administrativos, según lo expresan los artículos 68 y 206 de la constitución, al
proclamar a la tutela judicial efectiva.
CONSIDERACIONES FINALES

El tema de la ejecución de sentencias contencioso-administrativas y sus


principales problemas se inserta en el más general de la evolución del Derecho
Procesal Administrativo, a la vez que se vincula con el siempre polémico punto atinente
a la delimitación de los poderes o potestades del juez contencioso-administrativo como
contralor de la Administración. En ese sentido, el marco conceptual de estos asuntos
en la actualidad venezolana alcanzó cierto grado de depuración teórica y práctica,
sobre todo si se toman en cuenta los lineamientos constitucionales, el desarrollo
doctrinal e incluso algunos precedentes judiciales dictados en las últimas décadas del
pasado siglo, y hasta decisiones de la Sala Político-Administrativa del año 2000, que
recogieron el basamento principialista de esta materia, al margen de la precaria
concreción y aplicación jurisprudencial de este a partir del año 2001.

Asimismo, no sucedió así con el Derecho Positivo. La Ley Orgánica de la


Jurisdicción Contencioso Administrativa de 2010 no avanzó mucho más allá de la
regulación de la derogada reforma de la Ley Orgánica de Régimen Municipal de 1989,
con el agravante de que ni siquiera uniformó el régimen de la ejecución de las
sentencias en el proceso administrativo, sino que añadió una nueva regulación a las ya
existentes, cada uno aplicable dependiendo de la naturaleza de los entes públicos o
estatales condenados.

Es así como el tema de los límites del poder de sustitución declarativa y


ejecutiva en la Administración es una materia aún pendiente de regulación en el
contencioso-administrativo venezolano, más allá de alguna referencia incidental en el
Derecho Positivo. Igual cabe decir para el caso del régimen de ejecución de las
condenas pecuniarias a la Administración, sometido a un sinnúmero de obstáculos
legales que salvo a los ojos de nuestro legislador hoy en día han sido superados.
Mención aparte merece el contraste de la legislación con algunas iniciativas
jurisprudenciales que tuvieron lugar en las dos últimas décadas del siglo pasado, y que
contribuyeron a promover el estudio y desarrollo del tema del control judicial de la
inactividad administrativa, en el caso venezolano, enfocadas en el control de la
inactividad mediante el «recurso por abstención o carencia».

En ese sentido, el álgido tema de las potestades de sustitución declarativa y


ejecutiva del juez contencioso-administrativo fue abordado en la hipótesis de
inactividad formal de la Administración. Se trató, con sus limitaciones, de una
importante iniciativa para contribuir con la consolidación del control judicial integral de
la actividad administrativa, y, por tanto, con la cláusula de universalidad del
contencioso-administrativo como garantía plena de la justiciabilidad de todas las
manifestaciones de la actividad administrativa. Esas primeras expresiones, no obstante
haber sido en cierta manera reforzadas con los aportes de más reciente doctrina y con
algunos criterios jurisprudenciales en el plano de los principios aportados por la Sala
Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia en la década pasada, no
tuvieron su desarrollo más reciente ni en el tema de la ejecución de sentencias
contencioso-administrativas, ni adecuada recepción en la Ley Orgánica de la
Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Mucho menos en la práctica jurisprudencial
actual de los tribunales contencioso-administrativos.

Por ello, resalta la escasa referencia a decisiones judiciales que se hayan


dictado y ejecutado una vez vigente la Ley Orgánica de la Jurisdicción Contencioso-
Administrativa. No obstante, existe un soporte doctrinal claro e inequívoco y unas
bases constitucionales que permiten suponer que en algún momento el desarrollo del
tema de la ejecución de sentencias contencioso-administrativas seguirá su curso,
poniéndose al día con las circunstancias actuales. Ante ello, es factible esperar que en
un futuro este trascendente asunto encuentre más soporte jurisprudencial que
comentar y que se restablezca el necesario diálogo entre la doctrina, a través del
«poder normativo» de esta, y la jurisprudencia, en el Derecho Administrativo
venezolano.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Gaceta Oficial N° 36.860.

Caracas Venezuela. 1999

Código Civil. Gaceta Nº 2.990 Extraordinaria del 26 de Julio de 1982. El Congreso de la


República de Venezuela.

Código De Procedimiento Civil Venezolano (CPC) Gaceta Oficial N° 39264 del 15 de


septiembre de 2009.

Couture, Eduardo J. “Fundamentos del Derecho Procesal Civil” Tercera Edición. (1978)

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