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Participante:

LUZ MARIA DELGADO FERRERAS


15-7126
Facilitador/a:
Gelson Navarro
Asignatura:
Planificación Educativa y Gestión Áulica
Educación Básica

Tema:
Actividad 2

Fecha:
24-11-2017
¿Qué debe saber un maestro o maestra dispuesto a planificar sus clases
de un trabajo docente?

Podríamos decir que lo que debe saber un maestro por un lado es la cultura
profesional como un conjunto de prácticas, creencias, ideas, expectativas,
rituales, valores, motivaciones y costumbres que definen una profesión en un
contexto y en un tiempo dado. Contexto y tiempo que enmarcan las
coordenadas de la cultura y de las subculturas y que van modificándose de
manera paulatina y, a veces, de forma brusca, dado el trepidante ritmo de los
cambios, el acelerado movimiento de la historia.

Voy a incluir en el concepto de docentes solamente a los profesores de los


niveles Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato, dejando fuera del mismo a
los profesores universitarios. Incluir también a éstos en ese término podría
distorsionar el análisis, ya que los profesores universitarios tienen un estatus
particular, una selección diferente, una organización peculiar y unas
prescripciones de otra índole.

El ascenso en el escalafón docente, tiene peldaños que van desde la


Educación Infantil hasta la Enseñanza Universitaria. No es frecuente ver que
los profesionales desciendan por esa escalera. Solamente se asciende por ella
hasta los niveles más altos. Dentro de cada nivel no existe un desarrollo
profesional, salvo en el universitario. En algunos niveles del sistema, los
profesionales tienen un techo sobre la cabeza tan consistente que les obliga a
mirar hacia el suelo.

Cuando se forman las categorías profesionales de docentes e investigadores,


de prácticos y teóricos, de pensadores y actores, se está estableciendo una
división de funciones perniciosa, aunque tiene arraigo en la realidad (CONTRE-
RAS, 1991). Según esta clasificación unos tienen la tarea de pensar y otros la
de ejecutar. Se considera más decisiva la primera, más difícil y anterior en el
tiempo. El profesor que interviene en el aula se convierte así en un traductor
del pensamiento, en un ejecutor de las ideas, en un aplicador de los
descubrimientos.
Los primeros tienen más sueldo, más estatus (se les supone una mayor
capacidad) y, sobre todo, un tiempo mucho más amplio para pensar, investigar,
descubrir y comprender en qué consiste la enseñanza y cómo debe ser llevada
a la práctica.

Esta división desprofesionaliza al docente (al práctico) ya que le hace un


paralítico funcional: no puede moverse solo, no tiene autonomía ni capacidad
de movimiento. Depende de agentes externos que piensan por él, que le dicen
lo que debe hacer y que, incluso, le aseguran qué es lo que está haciendo bien
o mal porque él solo no lo sabe. En esa dinámica se mete el propio docente,
que demanda esas ayudas externas: ¿Cómo se hace esto? ¿Lo estoy
haciendo bien? ¿Por qué no nos explican lo que quieren? ¿Por qué no nos dan
ejemplos prácticos? El profesor demanda esas orientaciones porque estando
solo se siente perdido.

Existen, entre muchos otros, tres factores que configuran la cultura profesional
de los docentes: las condiciones sociales en que se desarrolla, la concepción
que se tiene de su función y el contexto organizativo en que tiene lugar.

La organización de la escuela (como explico en mis obras “Cadenas y sueños”,


“Entre bastidores” y “La luz del prisma”) es muy importante por dos motivos.
En primer lugar desde un punto de vista instrumental, como vehículo del
curriculum.

No se suele tener en cuenta esta importancia cuando se legisla. Se diseña un


curriculum basado en las más avanzadas teorías de la psicología el
aprendizaje, pero no se piensa que ha de ser desarrollado en el marco
organizativo de una institución. Hace tiempo escribí un breve artículo sobre
esta cuestión. Lo titulé “Un coche en los riscos”. Decía allí, utilizando el valor de
la metáfora que, en ocasiones, nos ocupamos en diseñar un coche de línea
aerodinámica, motor potente y altísima velocidad, sin tener en cuenta dónde va
a circular. Si colocásemos ese vehículo maravilloso en los riscos de una
montaña, el coche acabaría destruido, el conductor desesperado y apenas si
podría desplazarse unos metros.

En segundo lugar la organización es importante porque en ella se instala una


parte importante del curriculum oculto. Los espacios, los itinerarios, el
mobiliario, los tiempos, el poder… encierran importantes contenidos de
aprendizaje. Unos aprendizajes que se producen de forma subrepticia,
omnímoda y persistente. Por eso son tan eficaces, aunque no sean explícitos y
pretendidos.

Pondré algunos ejemplos:

Si hay baños para el profesorado con papel higiénico, toalla y jabón (y una lleve
en la puerta) y los baños del alumnado no disponen de los mismos
imprescindibles materiales, se aprende que hay personas con diferente
dignidad, aunque se diga otra cosa en las clases de ética.

Si los espacios de las personas que tienen poder son más grandes, bonitos y
cómodos que los de las personas que no tienen poder en la escuela, se
aprende que el poder no está para servir a los demás sino para servirse de
ellos.

Si las mesas están alineadas en el aula, sin que los alumnos y alumnas puedan
verse las caras, se está aprendiendo que unos de otros nada pueden aprender
y que solo es posible hacerlo del que está delante de la clase.

Si los espacios de recreo están ocupados por los chicos para jugar al futbol y
las chicas tienen que entretenerse hablando en corrillos, se aprende que las
mujeres tienen un lugar secundario en la sociedad.

Todo habla en la escuela. Basta prestar atención para escuchar. Y todo lo que
habla en la escuela dice cosas cargadas de significado. Hay que aplicar el
sentido crítico para poder entenderlo.
3. Recuerdo la lectura sugerente de una obra suya con un nombre ilustrativo:
“La escuela que aprende” (Ediciones Morata, 2006). Además de la función
clásica de enseñar, y para que nuestros lectores puedan hacerse una idea:
¿qué significa e implica una escuela que aprende en el s. XXI?

La escuela suele ser estudiada y entendida como una institución que enseña.
Pocas veces se la contempla como una institución que tiene que aprender.

Escribe un análisis de una página sobre el articulo de Miguel Ángel


Santos Guerra

La pieza clave del sistema educativo es el profesorado. Para que haya calidad
en el sistema educativo debemos contar con profesores y profesoras
comprometidos y competentes.

Creo que las competencias que tiene que tener el profesor/a del siglo XXI
tienen que situarse en tres ejes diferentes:

Competencias relacionadas con el SABER

Los profesores tienen que tener dominio de sus disciplinas, tiene que tener
conocimientos psicopedagógicos, dominio de la sociología de los grupos y de
la organización escolar. Hoy en día no puede faltar el dominio de idiomas.

Competencias relacionadas con el SABER HACER

Los profesores tienen que tener capacidad didáctica, destrezas digitales,


habilidad creativa y capacidad de liderazgo.

Competencias relacionadas con el SABER SER

Los profesores tienen que tener integridad moral, tenacidad ante situaciones
adversas, cercanía emocional y actitud optimista.

Esta cuestión conlleva, al menos otras tres que solamente voy a enunciar:
cómo se adquieren esas competencias, cómo, quién y cuándo se adquieres y
cómo se evalúan cuando el profesor o profesora inician el ejercicio profesional.

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