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Las décadas perdidas del siglo XIX arriba descritas fueron seguidas por un periodo de
recuperación y crecimiento económico que se inicia durante la República Restaurada y se
acelera con el Porfiriato. Cuando el general Díaz por primera vez ocupó la presidencia de
México en 1877, el 42% del PIB lo generaba la agricultura y solo 16% las manufacturas
(cuadro III.3). Más del 70% de la población total de 9,5 millones vivían en áreas rurales y
más del 80% de los mexicanos de seis o más años de edad no sabían leer ni escribir. En los
años que vendrían, tendría lugar un viraje que revirtió el largo período de declive
económico.
En efecto, entre 1870 y 1910, el ingreso por habitante de México creció alrededor de 2,3
por ciento al año, una tasa muy superior a la registrada en el último cuarto de siglo, y por
encima también de la de las regiones económicamente más avanzadas en ese entonces. Así,
el ingreso por habitante como fracción del de Estados Unidos pasó de un monto equivalente
a menos del 28 por ciento a uno de más de 33 por ciento, a la vez que como proporción del
ingreso correspondiente de Europa Occidental pasó de alrededor de una tercera parte a la
mitad.
El desempeño con respecto a España fue particularmente dinámico; en 1910, el ingreso por
habitante era cerca de 90 por ciento del nivel español (comparado con poco más de la mitad
en 1870). Más precisamente, el crecimiento de la economía mexicana en este lapso
transcurrió en dos fases diferentes (Beatty, 2001). En la primera que, de hecho, se inició a
finales de los 1860s antes del Porfiriato, la expansión estuvo liderada por las exportaciones
y tuvo como elemento crucial la construcción del ferrocarril, la recuperación de la minería
de plata y de algunas otras actividades tradicionales. El producto per cápita de México, de
acuerdo a Maddison (2006), creció a una tasa media anual de 2,1% entre 1870 y 1895. A
los factores internos, que revisaremos más adelante, hay que agregar la modificación
favorable del entorno económico internacional que —con la revolución en los transportes y
la creciente demanda por materias primas en las potencias industriales emergentes— llevó a
un auge exportador basado en productos primarios que funcionó de manera efectiva como
un motor efectivo de crecimiento para la economía en su conjunto.
¿Qué factores están detrás de este rápido proceso de crecimiento? El éxito del Porfiriato en
desencadenar un largo período de crecimiento económico elevado debe ser atribuido a que
consistente y efectivamente enfrentó las restricciones más acuciantes que habían impedido
el crecimiento en el pasado. Un primer aspecto se refiere a la llegada del ferrocarril y la
drástica caída en los costos de transporte; factores que aumentaron los rendimientos
sociales de la inversión a partir de los bajos niveles que las desventajas geográficas habían
previamente determinado. En 1877 México tenía 570 kms. de líneas ferroviarias
construidas, y solo una línea operaba normalmente entre México y Veracruz. Para 1885 la
red cubría 6.000 kms., en 1890, 10.000, en 1900 llegaba ya a 14.000; y en 1910 su
cobertura total era de casi 20.000 kms. (Kuntz Ficker 1999; Rosenzweig, 1965). En
contraste, desde entonces hasta 1990 se construyeron solamente 6.000 kms. adicionales. Es
decir, 75% de la red ferroviaria fue construida durante el Porfiriato.