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“La pintura ha muerto”, expresión realizada por Paul Delaroche al ver las nuevas
imágenes de Daguerre, nos permite presenciar cierto temor de parte de los
pintores al surgir la fotografía, creyendo que ésta tomaría su puesto. No tenían en
cuenta las limitaciones con las que cuentan los fotógrafos.
El fotógrafo debe ser una persona muy hábil y con muchos conocimientos, con el
poder de decidir rápidamente, sobre todo al retratar, para evitar que el sujeto
tenga la sensación de ser fotografiado y se pierda la magia del instante.
Según el autor, el artista verdadero (ya incluyendo a los fotógrafos) tendría que
apoyarse en aquello que conocemos y amamos en común para despertar la
imaginación: la naturaleza, en donde su trabajo, si llega a ser auténtico, no pone
límites a sus posibilidades de sugestión y a las impresiones del receptor. Al
alejarse de la naturaleza, acepta sus limitaciones y las impone.