Eligen a los candidatos finalistas para el cargo de procurador anticorrupción.
Desde que se destapó el caso Lava Jato, la agenda
nacional se centró en la lucha anticorrupción, lo cual es justificable si consideramos que varios referentes de nuestra casta política, empezando por los últimos cuatro expresidentes, están involucrados en este escándalo de alguna manera.
Pareciera que nos hemos esforzado en demostrar ser un
país inherentemente corrupto, llegando a liderar rankings internacionales de corrupción. Por ejemplo, Perú es el quinto país más corrupto de América del Sur, superando a sus pares subsaharianos, como Burkina Faso, Costa de Marfil y Gambia (CPI, 2018). Por ello, es importante entender los costos que este mal genera al país, no solo para castigar a quienes esquilmaron las arcas del Estado, sino para que nuestra sociedad tome consciencia de esta problemática y se puedan evitar hechos similares en el futuro.
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En ese sentido, tomando como referencia las estimaciones
de la Defensoría del Pueblo, que sugiere que al año se pierde el 10% del presupuesto público en actos de corrupción, desde el gobierno de Toledo hasta el actual se han perdido S/151,862 millones.
Si ponemos esta cifra en perspectiva, es posible entender
lo que hubiera mejorado nuestra calidad de vida, ya que hubiéramos podido construir nueve líneas de metro equivalentes a la Línea 2, aumentar 65 veces el sueldo a docentes, implementar 95 veces el programa Qali Warma, reflotar 539 veces las 48 EPS y construir 726 centros penitenciarios.
OPINION: Es inevitable preguntarse quién es el
responsable, ya que desgraciadamente, todos los peruanos lo somos, ya que nos equivocamos en elegir a ciudadanos capaces con trayectoria indiscutible y elegimos al pendenciero de moda. Claramente, la ausencia de partidos políticos acentúa el problema. ¡La estabilidad, la estabilidad! “¿Qué dirán ahora todos esos analistas y políticos apocalípticos que durante la primera mitad del año nos anunciaban, en tono de amenaza, que nos encontrábamos al borde del abismo económico?”.
El INEI reportó que la economía peruana creció 3.39%
durante agosto, la tasa más alta de todo el año. Una de las razones es que el consumo familiar incrementó durante ese mes, algo que suele suceder cuando la incertidumbre da paso a la confianza. ¿Qué dirán ahora todos esos analistas y políticos apocalípticos que durante la primera mitad del año nos anunciaban, en tono de amenaza, que nos encontrábamos al borde del abismo económico? Para un buen grupo de ellos, muy cómodos con la correlación de fuerzas de ese momento, Vizcarra y todo el Ejecutivo tenían que inclinar la cerviz ante el fujiaprismo parlamentario, pues la tensión nos estaba transportando a la debacle total. ¡La “estabilidad”, la “estabilidad”!, repetían, ante la imposibilidad de encontrar otro argumento.
No me sorprendería que esos resultados económicos se
mantengan luego de la disolución constitucional del Congreso, a pesar del contexto internacional al que siempre estamos atados. Hoy la confianza, dentro y fuera de nuestras fronteras, es bastante más tangible que en ese agosto premonitorio medido por el INEI.
Casi tres semanas después de la disolución del Congreso,
aun seguimos a la espera de la catástrofe económica que anunciaban esos analistas y políticos si Vizcarra tomaba la decisión final. ¿Realmente creían que todo era culpa de la “dictadura vizcarrista comunista” y no de la cloaca que teníamos de Congreso?
OPINION: El consumo familiar incrementó durante ese
mes, algo que suele suceder cuando nuestra población da paso a la confianza y elige por la mejor opción, y no les tomo atención a tantos operadores mercantilistas que se visten de analistas independientes o políticos preocupados que lo que no quieren es perder espacios de poder... a costa del país. De esos hay demasiados. La evidencia, nuevamente, los deja fuera de lugar. Andrés Manuel López Obrador prometió que, en caso de llegar a la Presidencia, construiría cinco refinerías y bajaría el precio de los combustibles. Lo anterior viene a ser relevante ante la promesa de Andrés Manuel López Obrador que, de llegar él a la Presidencia de la República, construiría cinco refinerías y además reduciría el precio de los combustibles. Claramente López Obrador no tiene idea del costo de oportunidad y, de concretarse lo que prometió, derivaría en un desperdicio de recursos escasos.
Primero las refinerías. En el mundo existe en la actualidad un
exceso de capacidad de refinación y dentro del sector petrolero es la actividad menos rentable. En México, particularmente, si se tomara a Pemex refinación como una empresa independiente, es notoriamente ineficiente desde un punto de vista económico. El contrato colectivo de trabajo entre Pemex y el sindicato de trabajadores petroleros impide, efectivamente, aumentar la eficiencia. Construir en las actuales condiciones cinco refinerías no tiene sentido. Si el petróleo mexicano se puede refinar más barato en el exterior, a un costo de oportunidad menor, eso es más eficiente que refinarlo internamente. El país como un todo gana.
Y ahora los precios. El subsidio que en la actualidad se otorga a
través del precio de los combustibles es de alrededor de 200,000 millones de pesos y casi cinco veces el presupuesto anual del Programa Oportunidades. Este subsidio es, además, uno de los más regresivos que existen, ya que favorece más a los individuos de mayores ingresos. Así, se estima que 75% del total del subsidio se lo apropia 40% de las familias de más altos ingresos, mientras que de ese total sólo le llega 12% a 40% de las familias de menores ingresos. Reducir el precio de la gasolina como ha prometido López Obrador es una política claramente errónea. El precio interno de la gasolina tiene que reflejar el costo de oportunidad y ello implica que tiene que ser igual al precio internacional. Si México tuviese una producción excedente de gasolina, la vendería en el exterior a ese precio, pero como importamos gasolina al precio internacional, a ese precio debe venderse internamente.
Tratar de combatir la pobreza controlando precios ha
demostrado una y otra vez ser una política fallida, además de las muchas distorsiones que generan estos controles; 200,000 millones de pesos para subsidiar las gasolinas representa incurrir en un enorme costo de oportunidad. Son recursos que podrían destinarse a otros usos como, por ejemplo, ampliar la cobertura del Programa Oportunidades, aumentar las transferencias directas al ingreso de las familias más pobres, sacándolos de la pobreza, aumentar la cobertura de educación y salud, etcétera.
No porque tengamos petróleo hay que regalarlo. Aumentar el
subsidio a la gasolina implicaría incurrir en un costo de oportunidad mayor. En esto, como en muchas otras cosas, López Obrador se equivoca.
OPINION : El costo de oportunidad de vender barato el combustible
es todas las otras posibilidades en las que pudo invertirse el dinero. Hablar de becas o ambulancias es muy populista, pero sin duda gastar 250 mil millones de pesos en educación o salud es mucho mejor que usarlos para financiar conductores despilfarradores. Porque con precio alto, le garantizo que van a caminar un poco más.