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INTRODUCCIÓN
En honor a la verdad hay que decir que el autor se ha comportado con una
cierta honradez al dejar bien claro, desde el comienzo del libro cuál es el
propósito que persigue: "He llegado a la conclusión de que las ideas producidas
por los geógrafos no son únicamente un saber por el saber. Sus descripciones
sobre el mundo presentan finalmente una función política e ideológica mucho
más importante de lo que aparece en principio y puede resultar positiva o
negativa" (p. 24). Propugna que el geógrafo realice una auténtica "conversión"
y ofrezca con su trabajo armas para la "acción y la lucha". A esta conclusión ha
llegado el autor en los diez años que median entre la primera y la tercera edición
de su libro: "Ante el problema del subdesarrollo resulta imposible no tomar
partido, y por tanto, el geógrafo no debe limitarse a hacer un análisis aséptico,
sino ser útil, sobre todo, para quienes luchan contra la opresión" (p. 85).
CONTENIDO
Las realidades del subdesarrollo las reúne el autor en dos grandes grupos:
los hechos socio-demográficos y la infraestructura económica. En el primer
grupo se pasa revista a un factor subjetivo: el aumento de las necesidades
individuales y las aspiraciones colectivas en los países del Tercer Mundo; y a
los hechos objetivos ofrecidos por la estadística: el crecimiento demográfico y
el paro.
Para el autor, el paro no existe en los países socialistas del Tercer Mundo.
La colectivización de la agricultura y la desaparición de las minorías
privilegiadas, han obrado este "milagro", sin que el autor aporte explicaciones
más precisas. Se traen los ejemplos de Cuba (no se dice que la ausencia del paro
y la relativa escasez de mano de obra se debe a la brutal emigración que ha
provocado el régimen de Castro), China (donde la dictadura maoista suplió el
retraso tecnológico con un empleo masivo y forzado de la población para las
grandes obras públicas) y Vietnam (en que la guerra ha permitido absorber
mano de obra). En estos tres casos, la desaparición del paro se debe a factores
coyunturales y no precisamente a la "bondad" de la economía socialista. ¿Qué
ocurre en otros países socialistas del Tercer Mundo? El autor no dice nada; se
limita simplemente a generalizar el hecho. Ya se sabe que en un país socialista,
por definición, no puede haber paro; sería contradictorio con los postulados
marxistas, y los postulados se cumplen siempre y no hay que demostrarlos (¿
?).
Las causas que explican esta pobreza hay que buscarlas, mas que en la
hostilidad del medio natural, en las deficiencias de la estructura social y en las
contradicciones derivadas del sistema capitalista. Ciertamente en los países
subdesarrollados de las zonas tropical y mediterránea, las dificultades naturales
son un obstáculo debido a dos hechos negativos: la sequía y la erosión de los
suelos, por un lado, y los problemas de fertilidad derivados de la acidez
edafológica y lavado de los suelos, por otro. Pero el autor minimiza el influjo
negativo de las causas físicas, ante el deficiente y contradictorio
funcionamiento de las estructuras agrarias, impuestas por los colonizadores
(capitalistas) en los países del Tercer Mundo.
Las reformas agrarias que se han ido sucediendo en los países de América
Latina para corregir el latifundismo exportado por los colonizadores españoles
(el 1'5% de las explotaciones poseían más de la mitad de las tierras de cultivo),
son igualmente criticadas por el autor. Según él, estas reformas han sido
parciales y han beneficiado a los grandes propietarios por las indemnizaciones
cobradas. Estas reformas son en definitiva, maniobras capitalistas para "crear
una clase de propietarios medios de kulaks, que se consideran como el medio
de ampliar la base social de las oligarquías que controlan el poder y los sectores
más rentables de la economía" (p. 179). La ceguera impuesta por el prejuicio
ideológico llega aquí a su más absoluta oscuridad; no se admite más que una
reforma basada en la colectivización obligatoria... en beneficio de la burocracia
del partido...
No hace falta decir que el autor elogia la agricultura de los países socialistas
del Tercer Mundo, donde no existen contradicciones y los beneficios de la
Revolución Verde han sido óptimos (¿ ?). El autor hace estas afirmaciones sin
probarlas, citando a la Cuba castrista y al Vietnam como ejemplos.
Casi todos los autores son unánimes en afirmar que la característica más
evidente de los países del Tercer Mundo es la debilidad de la industrialización,
hasta el punto de convertir el término "subdesarrollo" en sinónimo de falta de
industria y el término "desarrollo" en equivalente a industrialización.
El índice más expresivo de la industrialización es el consumo de energía
por habitante y año, dada el Tm. de equivalente-carbón (es decir hulla, más
petróleo, mas gas , mas electricidad, expresados en su equivalente calórico de
carbón). Si en América del Norte el consumo es superior a 11 Tm. de
equivalente-carbón por habitante y año, y en Europa occidental más de 4 Tm.
en el conjunto de América Latina el consumo es menor a 1 Tm., en Africa 300
kg, y en Asia 480 kg. Asimismo los porcentajes de mano de obra empleada en
la industria siguen siendo bajos: 10% en Asia, 11% en Africa y 13% en América
Latina.
Según el autor nos ha hecho ver, los países del Tercer Mundo han
experimentado tales cambios en los últimos cincuenta años, "que ya no es
posible caracterizar a los países subdesarrollados por su arcaísmo o por la
persistencia de las estructuras tradicionales", por tanto, "la situación de
subdesarrollo ya no puede en absoluto ser considerada como estática y
bloqueada". Pero estos cambios rápidos y universales, han producido algunos
efectos positivos y muchos negativos, sobre todo para la gran masa de
población, y en consecuencia sólo pueden interpretarse como verdaderas
contradicciones: la disminución de la mortalidad (positivo) lleva a un
incremento demográfico que plantea problemas económicos nuevos (negativo);
la Revolución Verde, con un incremento de la productividad agrícola (positivo),
trae consigo dificultades complementarias para el conjunto de pequeños
campesinos (negativo); el sensible aumento del potencial de producción
agrícola e industrial (positivo), engendra paro, por el que un número de hombres
cada vez mayor no puede comprar lo que podría producir (negativo). Esta
última contradicción la considera el autor como la mayor y más monstruosa del
subdesarrollo.
Así pues el Tercer Mundo se divide en dos grupos. Por una parte los países
actualmente subdesarrollados que conocen el agravamiento de las
contradicciones capitalistas. Por otra parte, los países socialistas que fueron
subdesarrollados pero que desde hace unas décadas se encuentran en situación
muy distinta debido a la supresión de las contradicciones capitalistas.
VALORACIÓN DOCTRINAL
El colmo de esta visión estrecha y partidista, pero por otra parte coherente
con la tesis central del libro, es la afirmación de que el socialismo ha liquidado
el subdesarrollo en los países del Tercer Mundo en donde ha logrado triunfar.
Este convencimiento, que campea a lo largo de todo el libro, y que constituye
el contrapunto luminoso ante el oscuro panorama del subdesarrollo, no se
justifica ni se prueba en ningún momento; se acepta como un axioma que no
necesita demostración, simplemente, forma parte de la fe marxista. A lo más,
se nos dice que el colectivismo ha terminado con las minorías privilegiadas y
el paro de un solo golpe. El autor pone los ejemplos de Cuba y Vietnam, países
que ha visitado, y China y Corea, países que ha estudiado detenidamente. Pero
nada se dice de otros países socialistas del Tercer Mundo, como Ghana, Guinea,
Angola, Mozambique, Tanzania, Madagascar, etc.
Los elogios a los países socialistas del Tercer Mundo alcanzan altas cotas
de candidez. Véanse algunos ejemplos: el hecho de que los países socialistas no
experimenten las necesidades de consumo se atribuye a:"la organización de la
sociedad por un partido consciente de sus responsabilidades ante las masas, que
ha permitido asegurar a cada uno una ración alimenticia modesta, cuidados
gratuitos y la instrucción básica. El esfuerzo para igualar diferencias entre las
categorías sociales hace que la relación de inferioridad, es decir la pobreza, sea
considerada normal" (p. 104).
Si todos son pobres no hay pobres; aflora aquí la raíz envidiosa del
marxismo que no tolera las diferencias, nivelando la sociedad por debajo y no
por arriba, y la miopía socialista que considera la pobreza como una simple
"relación de inferioridad".
S.M.
(1984)