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Cuando analizamos las bases sobre las que se ha construido nuestra civilización, el “mundo
occidental”, o “mundo libre”, tenemos que hablar del antiguo Egipto, de la mitología clásica
grecorromana, y de las religiones judía y cristiana.
Alrededor del pensamiento de un individuo creyente, es imposible construir una moral objetiva
sin la existencia de Dios, ya que si el bien y el mal no provienen de un ser superior al humano,
todas las normas éticas y sistemas de valores morales quedan reducidas a meras opiniones
personales, llegando al “Relativismo Moral”, donde todas las opiniones tienen la misma
verdad, y todo es subjetivo.
Más allá de que la historia de occidente es conocida y la respuesta a esta pregunta resulta
obvia, parece necesario recordar estas cuestiones a los semejantes occidentales que no se
sienten privilegiados, ni valoran al Cristianismo como una innovación maravillosa que trajo un
progreso humano incomparable, y un sistema de valores que transformó sustancialmente a
los pueblos acostumbrados a vivir en un mundo de tiranía, anarquía, guerras, destrucción,
traiciones, asesinatos, violaciones, y sin ningún tipo de valoración por los débiles y pobres.
Es cierto que se realizaron abusos en nombre de Dios. Pero si bien inicialmente se produjeron
grandes matanzas en nombre de Dios, y durante algún tiempo una corrupta Iglesia Católica se
atribuyó el monopolio del acceso a Dios, el avance posterior logrado en Occidente en apenas
un par de siglos, es el más importante y dramático de la historia humana.
Es en Occidente donde ocurrió el desarrollo de la filosofía, donde se dieron los debates sobre
la libertad humana y los derechos de las personas, donde se desarrollaron las ideas liberales
que condujeron a las revoluciones contra el absolutismo y el despotismo. Es en Occidente
donde se emitió la Carta Magna, donde se universalizaron los Derechos Humanos tras las
Revolución Francesa, y donde se establecieron las libertades humanas como verdades
absolutas tras la Revolución Americana. En Occidente tuvieron lugar el Iluminismo, la
Ilustración, el Romanticismo, y se cultivaron el arte y la ciencia, alcanzando un grado de
desarrollo artístico e intelectual sin igual.
Es en Occidente donde se emancipó a las mujeres y se les reconocieron derechos políticos, y
fueron los países cristianos los primeros en abolir la esclavitud, una institución que existía en
absolutamente todas las sociedades del mundo.
Se podría argumentar que no fue el Cristianismo lo que provocó todo eso, sino que es una
mera casualidad que se haya dado en Occidente. Quizás todo este desarrollo intelectual y
científico no se dio gracias al Cristianismo, sino a pesar de él.
¿Será entonces una mera coincidencia que los más grandes filósofos del liberalismo (John
Locke, Juan B. Alberdi, etc.) eran no sólo creyentes en Dios, sino fervientes practicantes y
seguidores de las enseñanzas morales del Cristianismo?
Recordemos que hasta el propio Nietszche, férreo filósofo anticristiano y máximo exponente
del relativismo moral, reconoce que fue el Cristianismo el que contribuyo en todo ese progreso
a la humanidad. Nietszche al proponer el modelo de “superhombre” (hombre desprovisto de la
moral cristiana, que superó a la religión), no niega los logros del Cristianismo, sino que
considera que ya no es necesaria la Iglesia como institución de progreso humano, y que el
hombre ya está capacitado para continuar en el camino del desarrollo sin la religión.
“¿Le corresponde todavía hoy a la Iglesia, en ese aspecto, una tarea necesaria? […] La
Iglesia se ha convertido poco a poco en algo grosero y tosco, que repugna a una inteligencia
delicada, a ese gusto, particularmente moderno. ¿No debería al menos, tratar de moderarse
un poco? Hoy más que seducir o atraer, aleja. ¿Quién de nosotros sería librepensador si
no existiera la Iglesia? La Iglesia es la que nos repugna, no su veneno.”
Sin embargo, sabemos muy bien lo que ha sucedido cuando una sociedad se apartó de esos
valores. Los regímenes totalitarios (Nazismo) y extrema izquierda (Comunismo), al alejarse de
la moral judeocristiana, pasaron a carecer de normas objetivas sobre el bien y el mal, y por lo
tanto, terminaron en la matanza de decenas de millones de seres humanos. Trajeron miseria,
guerras, y genocidios.
No es casualidad que los principales grupos asesinados por el Nazismo construido sobre las
ideas de Nietszche (el filósofo favorito de los nazis) hayan sido los judíos (y los católicos en
menor medida, entre otras minorías); y que el Comunismo construido sobre las bases de Marx
(pensador anticristiano también) haya perseguido enfáticamente a los judíos y a los cristianos
ortodoxos. Por algo los regímenes totalitarios atacaron a los grupos que más defendían esos
valores.
La historia empírica nos dice que cuando la sociedad occidental se aparta de los valores
cristianos, por más desarrollada que esté, termina en tragedia.
“Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él, y le
preguntó: Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? […] -Ya sabes los
mandamientos: No mates. No cometas adulterio. No robes. No digas mentiras en perjuicio de nadie ni
engañes; Honra a tu padre y a tu madre”.
Marcos 10: 17-19
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Cristianismo y progreso
Análisis del texto: La Victoria de la Razón: Cómo el Cristianismo llevó a la Libertad, al
Capitalismo y al Éxito de Occidente del sociólogo Rodney Stark.
Fuente: Zenit.org
Rodney Stark defiende esta tesis en «The Victory of Reason: How Christianity
Led to Freedom, Capitalism, and Western Success» (Random House) (La
Victoria de la Razón: Cómo el Cristianismo llevó a la Libertad, al Capitalismo y
al Éxito de Occidente).
Stark, profesor de sociología en la Universidad Baylor, sostiene que, en
contraste con otras creencias que acentúan el misterio y la intuición, la teología
cristiana privilegia la razón. Este factor --no la geografía, ni un sistema agrícola
más productivo, ni la reforma protestante-- está detrás del ascenso de
Occidente, sostiene.
El autor observa que está visión está contraste con la postura de muchos
intelectuales occidentales del siglo XX. Éstos han mantenido que Occidente se
puso por delante de otras culturas precisamente por su capacidad de superar
las barreras religiosas para progresar. El crédito que dan a la religión se
limitaba a reconocer la aportación del protestantismo, como si los quince siglos
anteriores de cristianismo tuvieran poca importancia, dice Stark.
Un don de Dios
Desde los primeros siglos del cristianismo, los Padres de la Iglesia enseñaron
que la razón era un don de Dios y el medio para aumentar la comprensión de la
Escritura y la revelación. Las religiones orientales, por el contrario, carecieron
de la figura de un Dios consciente y todo poderoso, que pudiera ser objeto de
reflexión teológica.
Así, cuando tuvo lugar la revolución científica en el siglo XVI, no fue una
irrupción repentina del pensamiento secular. Más bien, surgió de siglos de
progreso sistemático de loa pensadores escolásticos medievales, y se sostuvo
por una invención cristiana del siglo XII, las universidades.
Progreso medieval
Stark dedica un capítulo a derribar la idea de los «Tiempos Oscuros». Mucho
antes de que tuvieran lugar el renacimiento y la ilustración, la ciencia y la
tecnología europeas habían superado con mucho al resto del mundo. La idea de
que la época medieval fue un periodo de estancamiento «es una caricatura
creada por los intelectuales del siglo XVIII, antirreligiosos y amargamente
anticatólicos», escribe Stark.
Libertad e igualdad
Aunque las condiciones para el desarrollo del capitalismo han existido en
algunos países, en ocasiones faltaba el elemento esencial de la libertad,
impidiendo así el progreso económico. La libertad, sostiene Stark, es una
victoria de la razón y fue apoyada por los teólogos cristianos que durante
mucho tiempo teorizaron sobre la naturaleza de la igualdad y los derechos
individuales. De hecho, el trabajo de los teóricos políticos seculares de tiempos
posteriores, como John Locke, suelen basarse en ideas desarrollados por
eruditos de la Iglesia.
Razón y fe
Stark no reclama originalidad alguna por sus ideas. Precisa que historiadores
eminentes como Henri Pirenne y Fernand Braudel establecieron hace mucho
que los hechos históricos contradicen la noción de que la ética protestante del
trabajo fue la fuerza que estuvo detrás del capitalismo.