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All content following this page was uploaded by Silvia Diana Matteucci on 09 November 2014.
Introducción
La expansión económica acelerada durante las últimas décadas ha ido
acompañada de un incremento también acelerado del consumo de recursos per
cápita, más marcado en los países industrializados. Si bien el nivel material de
vida ha incrementado, esto ha sido a costa de la degradación del patrimonio
natural como bosques y otros ecosistemas, suelos, agua, aire y la biodiversidad
de nuestro planeta. Los bienes naturales brindan servicios ecológicos importantes
para la superviviencia y el bienestar biológico, espiritual y material de la
humanidad. La humanidad todavía no se ha independizado de la naturaleza, y no
parece que lo hará a mediano plazo. La naturaleza produce un flujo estable de
requerimientos básicos para la vida. Requerimos energía para calefacción y
movilidad, madera para la vivienda y productos de papel, cultivos, ganado y agua
limpia para alimentación. Ninguno de estos bienes pueden suplirse artificialmente.
Mediante la fotosíntesis las plantas convierten la luz solar, el dióxido de carbono,
los nutrientes del suelo y el agua en energía química y toda la trama trófica que
soporta la vida animal, incluyendo la humana, depende de esta energía química
contenida en las plantas. Los sistemas naturales absorben los desechos que
producimos, y proveen otros servicios como regulación climática y protección de
los rayos ultravioletas. Los paisajes naturales deben ser vistos no sólo como sitios
agradables para visitar, o instalar nuestra vivienda, sino como el sistema de
soporte de la vida sobre la tierra.
Hasta el presente, muchos de los servicios no son reemplazables por la
tecnología y el costo ecológico de aquellos que pueden suplirse artificialmente es
muy alto, ya que requieren muchos insumos y energía cuya obtención atenta, en
mediano y largo plazo, contra los bienes ecológicos y los servicios que brindan.
Parte de la energía que consume la tecnología moderna proviene en última
instancia del combustible fósil, que es el producto de la acumulación de biomasa
vegetal y animal originada por la fotosíntesis en un remoto pasado geológico. Al
quemarse, el combustible fósil emite el dióxido de carbono (CO2) acumulado
durante mucho tiempo en el pasado geológico, y este CO2, que cada vez es
consumido por la fotosíntesis contemporánea a una tasa menor a causa de la
reducción espacial y del deterioro de los ecosistemas naturales, se acumula en la
atmósfera contribuyendo al calentamiento global.
El proceso de autodestrucción ha sido observado, estudiado e informado por
los ecólogos desde la década de 1960. Sin embargo, es sólo recientemente que
los profesionales y el público en general, comienzan a percibirlo. Aún más
recientemente, las empresas industriales comienzan a darse cuenta de que sus
intereses económicos peligran en un medio ambiente deteriorado y se interesan
por la protección de los bienes y servicios de los sistemas ecológicos (Matteucci,
2001).
El análisis de la huella ecológica es una herramienta que permite evaluar el
impacto de las actividades económicas sobre los sistemas naturales y expresar los
resultados de una manera tan gráfica y asequible a la comprensión que puede ser
asimilado por la población, desde los niños en escuela primaria hasta los
Huella Ecológica 2 Matteucci, 2003
lado optimista; esto es, la huella ecológica calculada es con toda probabilidad
subestimada.
7) Los cálculos se basan sobre el supuesto de que las prácticas agrícolas y
forestales y otras cosechas industriales son sustentables, lo cual no es cierto en
muchos casos.
8) El cálculo incluye sólo los servicios básicos de la naturaleza: cosecha de
recursos renovables, extracción de recursos no renovables, absorción de desechos
y pavimentación. Existen otros servicios que son afectados directa o
indirectamente por las actividades humanas y que hasta el presente no se
computan: extracción de agua fresca, contaminación del suelo, y otros tipos de
contaminación, incluyendo el agotamiento de la capa de ozono. Éstas podrán ser
incluidas en el futuro a medida que se avance en las investigaciones.
9) Es fácil cometer el error duplicación cuando un territorio esta provee dos
o más servicios simultáneamente. Un ecosistema puede ser proveedor de bienes
y al mismo tiempo colector de agua que luego es usada para riego. En estos
casos se computa sólo la actividad que consume la mayor extensión.
10) El cálculo de la huella ecológica de una población determinada es una
generalización y no detecta la variación del valor de la huella ecológica entre los
individuos que conforman la población. Se obtiene un valor global que enmascara
las inequidades internas. Es lo mismo que ocurre con el PBI.
11) Para la conversión de cantidad de producto consumido se utilizan
promedios mundiales de rendimiento. El rendimiento es muy variable
espacialmente, en particular entre países desarrollados y subdesarrollados. En
estudios detallados conviene usar valores locales para obtener un resultado más
ajustado a la realidad.
12) El valor calculado es estático, provee una foto instantánea; sin embargo,
es posible reconstruir tendencias mediante cálculos con estadísticas de diversos
momentos históricos.
Procedimientos de cálculo
Si bien el concepto de huella ecológica parece sencillo, el cálculo no lo es
tanto. Éste consiste en un balance cuyo resultado se resume en un número que
representa el espacio bioproductivo ocupado por una actividad humana
(Wackernagel, 2001). Se basa en dos hechos simples: 1) que es posible computar
la mayor parte de los recursos que se consumen y los desechos que se producen
en toda actividad; 2) es posible convertir los flujos de recursos y desechos en
superficie de tierra productiva requerida para producir los bienes y servicios
consumidos en dicha actividad. Entonces, la huella ecológica mide la cantidad de
espacio natural consumido por la actividad en cuestión.
Para poder convertir la cantidad de cada insumo a unidades de superficie es
necesario conocer la procedencia del mismo y la eficiencia de producción o
rendimiento; esto es, la cantidad de producto en peso o volumen por unidad de
superficie en la zona (país, región, localidad) en que se produce.
En primer lugar se requiere una narrativa del sistema productivo o la
actividad cuya huella se quiere estudiar. Este paso es importante porque la
descripción paso a paso del proceso ayuda a no dejar en el tintero productos y
servicios indispensables para el funcionamiento del sistema.
Huella Ecológica 6 Matteucci, 2003
de la actividad económica.
Estimo que facilitaría el análisis, y la toma de decisión posterior, dividir el
sistema en dos partes: construcción y habitación. En la primera se considerarían
los bienes y servicios requeridos para la construcción y en la segunda, los
vinculados al mantenimiento o habitación. Ambos serán luego considerados en
conjunto porque las decisiones acerca de los servicios de funcionamiento de
menor costo ecológico serán aplicadas a la construcción.
En los puntos siguientes se describen con más detalle aquellos pasos que
resultan esenciales para el análisis de la huella ecológica de la construcción. Estos
son, el cálculo de la superficie de tierra energética y la contabilidad de la tierra
construida. El cálculo de la tierra energética es muy importante porque en esta
actividad, como en toda actividad económica de carácter ingenieril, es mucha la
energía que se consume en todas las etapas de construcción y de mantenimiento
de servicios.
Cálculo de la superficie de tierra energética
Tierra energética se refiere a la función de sumidero de CO2 de los sistemas
naturales; esto es, a la superficie requerida para captar el CO2 liberado por
consumo de combustible fósil (carbón, petróleo y gas natural) para lograr la
estabilidad atmosférica; esto es, para evitar el calentamiento global. También
puede definirse como la superficie requerida para producir un combustible
biológico (por ej. etanol) a partir de un cultivo, y así reemplazar al combustible
fósil.
La mayor parte de la energía de la cual depende la vida humana proviene
del sol, que evía a la superficie terrestre 175.000 teravatios (energía requerida
para elevar 100 metros un peso de mil millones de toneladas por segundo). La
energía comercial que fluye en la economía humana es de 10 teravatios. Para
producir esta energía a partir de la fotosíntesis contemporánea se requeriría un
territorio enorme, ya que menos de un 0,1% de los 175.000 teravatios son
convertidos por fotosíntesis, sólo una fracción de la materia orgánica producida es
cosechada y sólo una fracción de la cosecha se puede convertir en combustible
útil.
Existen tres métodos para convertir el consumo de energía fósil en superficie
de tierra, que difieren en la filosofía subyacente:
a) sobre la base de la fotosíntesis contemporánea
b) sobre la base del potencial de captación del CO2 emitido al quemar
combustible fósil
c) sobre la base de la tasa de restauración del capital natural a la tasa de
consumo del combustible fósil.
En el primer caso (a) la premisa es que una economía sustentable requiere
una provisión sustentable de energía y para ello debe independizarse del capital
fósil que es no sustentable y, según las predicciones más optimistas, en 50 años
dejará de estar disponible al menos al costo actual. La ventaja de esta estrategia
es que evita el incremento de la proporción de CO2 en la atmósfera, al no haber
combustión del combustible fósil.
Supongamos que se elige al etanol como sustitutivo del petróleo. La
superficie requerida para la producción de etanol comprende aquella ocupada por
Huella Ecológica 9 Matteucci, 2003
Bibliografía citada
Folke, C.; A. Jansson; J Larsson y R. Costanza. 1997. Ecosystem
appropiation by cities. Ambio, volume 26, Nº3
Matteucci, S.D. 2001. La percepción del entorno. Encrucijadas, Año 1, Nº 10,
Páginas 42-49.
Rees, W.E. 1996. Revisiting carrying capacity: area-based indicators of
sustainability. Population and Environment: A Journal of Interdisciplinary Studies,
Volume 17, Nº3, páginas 195-215 (http://dieoff.org/pag110.htm)
Wackernagel, M. 2001. What we use and what we have: Ecological footprint
and ecological capacity. Sustainability Program.http://www.rprogress.org.
Wackernagel, M. y W. Rees. 1996. Our ecological footprint. Reducing human
impact on the earth. New Society Publishers, Gabriola Island, Canada.