Vous êtes sur la page 1sur 15

LA SIESTA

Abel Arcos
Carlos Lechuga

El hueso de “La siesta” salió de la cabeza de Carlos Lechuga, que me


lo contó para que le diera cuerpo. Luego se lo di a leer a Jorge Molina
pues a Inocencio lo ideé pensando en él. Molina no aceptó actuarlo,
pero sí dirigirlo.

“La siesta” va sobre un amnésico que vaga por lo que supone el fin de
la guerra. A veces se recuerda como un héroe mambí, otras veces no
se recuerda como nada concreto. El equivalente pictórico de “La
siesta” se encuentra en la serie “La tregua fecunda” de Ariel Cabrera
Montejo. Salvo libertades puntuales, los hechos que siguen reflejan
cabalmente sus fuentes históricas.

1
INT. CUEVA-NOCHE

La luna asciende obesa por la boca de la cueva, se


escucha el crepitar de una fogata.

Un gran caracol resbala por la herida en el hombro de


Inocencio, que yace sobre una camilla improvisada.
La intermitencia del fuego muestra taburetes, una mesa y
otras camillas vacías. Evidentemente la cueva es
compartida o al menos fue habitada antes que ellos.
Caniqui despega el caracol del hombro de Inocencio y
coloca un nuevo gran caracol que se adhiere a la herida.
Luego ensarta aquel a un pincho junto a caracoles
anteriores que hace girar a las llamas.
De un bocado se llena la boca y masticando, sustituye al
caracol por otro, que gira y gira chamuscándose.

Inocencio ha despertado, todavía inmóvil, sus ojos vagan


a su alrededor buscando referencias y se detienen al
presentir el caracol en su hombro.
El rostro de Caniqui surge de la oscuridad y lo mira
sonriente.

CANIQUI
No te asustes, son tus amigos…se comen
lo malo (muerde y le extiende un trozo)
¿quieres?

Inocencio se incorpora sobre su lado derecho y Caniqui se


lo lleva a la boca.

2
Inocencio mastica sin dejar de mirar el rostro de
Caniqui, que luce más grande de lo que es debido al afro
de varios centímetros de largo.

CANIQUI
Los caracoles abren y cierran los caminos
porque son macho y son hembra a la vez.
En mi aldea todos íbamos con un caracol
escondido en el culo por si nos atrapaban
pudiéramos alimentarnos travesía…
…en el vientre de los barcos negreros, como
íbamos encadenados, por las noches pujábamos hasta
expulsar el caracol que cada cual llevaba dentro…

En este punto se interrumpe pues Inocencio ha caído


dormido nuevamente.
Revive de pronto y vomita ruidosamente, luego queda
dormido ahora con medio cuerpo fuera de la camilla.
Caniqui lo endereza, le aplica en el hombro un nuevo
caracol y se echa en el suelo con sus pies junto al
fuego.
Mientras su pie izquierdo acaricia al derecho tararea una
melodía como de cuna, como medio improvisada que se
extiende hasta que sus pies ya no se mueven más.

EXT. LLANURA-DIA

Caniqui e Inocencio, al lomo de un potro bayo moteado,


emergen de una arboleda y se internan en una llanura de
hierba baja.
El sol muy horizontal los difumina, a cierta distancia y
por la diferencia de estaturas, parecen un Quijote con su
Sancho a la espalda como una mochila.

3
INOCENCIO
¿Cuántas noches pasaron en la cueva?

CANIQUI
Una mano y tres dedos

INOCENCIO
¿Por qué me salvaste?

CANIQUI
¿Porque no?

Y se encoge de hombros, cabalgan un trecho en silencio.


Inocencio contra la espalda sudorosa de Caniqui, abrazado
a su cintura.

INOCENCIO
En la cueva soñé que antes
yo era un oficial…

CANIQUI
¿Un capitán…un coronel?

INOCENCIO
Más alto, alguien más alto, pero
nadie me llamaba por mi nombre…

Un remolino de tiñosas chillan y danzan en el horizonte.


A medida que se acercan, distinguen hundidos en la hierba
cadáveres de caballos, cadáveres humanos aun vestidos,
una bayoneta que brilla, un brazo y una cabeza ambas
humanas.
Se detienen, miran en derredor, claramente se hallan
donde hubo un combate hoy tamizado por el pasto crecido.

4
Desmonta Inocencio, desmonta Caniqui.
Pasean distraídos la pradera, como buscando se agachan
aquí y allá y extraen de la hierba una camisa, un
pantalón, un sombrero.
Se deshacen de sus harapos y se prueban las prendas de
los muertos.
Caniqui se calza un par de botas que no le entran y las
regresa junto a un par de pies mustios.
Inocencio se prueba un sombrero mambí, pero le baila en su
pequeña cabeza. Da unos pasos más y se encasqueta un
sombrero de ala ancha hasta la frente, un sombrero del
ejército español.
Luego unos pantalones claros y un cinturón con funda para
machete.
En conjunto es una mezcla de mambí, español y bandido.
Caniqui silba y el potro bayo, que pacía al fondo, trota
hacia ellos por la pradera.
Caniqui le acaricia la frente, lo monta, ayuda a montar a
Inocencio y arrea.
Retoman su paso monótono a campo traviesa, son otros sin
dejar de ser los mismos.

CANIQUI
Mi padrino, príncipe de niño
y esclavo hasta morir en Trinidad,
no recordaba su nombre cuando
lo trajeron y su amo lo miró fijo
a los ojos antes de comprarlo y lo
bautizó Inocencio,
Él me enseñó todo lo que importa saber (…)

Caniqui hace una pausa, recoge saliva y lanza un


escupitajo antes de continuar.

5
CANIQUI
¿Te molesta si te llamo Inocencio?

Inocencio va como pensando seriamente el asunto.

INOCENCIO
(Se repite para sí)
Inocencio…Inocencio… Inocencio…
me gusta…

La llanura antes verde se ha ido degradando en un pasto


raso y seco salpicado al fondo de cactus que se repiten
con sus brazos en diferentes posturas.

INOCENCIO
Y…¿es linda Trinidad?

CANIQUI
(Asiente)
Si eres un amo sí, si eres otra
cosa no tanto…

Debido al exceso de sol deben bajar la mirada y parecen


cabalgar dormidos, como al azar del potro bayo que por
mera intuición trota en línea recta.
A veces se detienen en medio de la nada sin otro motivo
aparente que el de estarse un rato quietos, saturados de
sol.

Tres Negritos, o las siluetas difusas de tres niños


recortadas contra el resplandor aparecen de la nada,
riéndose y empujándose juguetonamente como duendes, y de
pronto rompen a correr.

6
Caniqui arrea y persigue sus risas como si tuvieran algo
que mostrarles oculto en la claridad que ciega.

INT. TRINIDAD- CASERÓN ABANDONADO – TARDE

Inocencio desmonta a Alejandro frente a un gran caserón


colonial, derruido, arrasado por la guerra, parece

7
abandonado hace cien años cuando en realidad hasta antes
de la guerra allí vivía gente sin dudas rica.

Inocencio va a amarrar a Alejandro bajo un árbol, pero la


Homeless le advierte negando con la cabeza.

HOMELESS DE DIENTES NEGROS


Yo que tú guardaba al burro…hay otros pelúos
Que acechan en la noche y se comen cualquier
Cosa que tenga pelos…

Inocencio mira a Alejandro y lo trae consigo.


Todas las ventanas y puertas cubiertas por trapos, por
troncos, el interior del caserón asaeteado de rayos de
luz.
Pasan por varias habitaciones vacías hasta llegar a lo
que fue un gran salón, donde hay algunos Homeless sumidos
en la sombra, entorno a una pipa de opio improvisada.

HOMELESS
¿Adivinen a quien trajo la marea?

Algunos se incorporan y lo miran sin ningún interés,


otros continúan dormitando.
Claramente están todos bajo los efectos del opio.

HOMELESS
¿No lo reconocen? Es el pelagatos…

VOZ ANÓNIMA
(Adormilada)
¿Eso es un burro?

8
INOCENCIO
Se llama Alejandro…

VOZ
Alejandro…Alejandro…creo
Que sí se me hace conocido…

Mientras extrae las botellas de su carrito.

HOMELESS
El burro no…el pelagatos idiota..
Comía gatos vivos por alcohol y
Tabaco…pero con la guerra todo el mundo
Comía gatos y su vicio perdió el chiste
Y entonces se hizo mambí…perdón oficial, era
Alguien alto…

Inocencio asiente dándole la razón en silencio mientras


se acomoda en un sillón cojo.
La Homeless carga la pipa con lo que trajo y se la tiende
a Inocencio, que sin más preámbulos aplica los labios y
aspira. La pasa a uno que tiene al lado, y en realidad
todos se han acercado y han armado rueda para fumar.

VOZ ANÓNIMA
Una vez vi un gato gordo y amarillo
Era un tigrazo…hace tiempo no veo
Un gato…extraño a los gatos…

INOCENCIO
Cuando acabe la guerra volverán
los gatos.

9
La Homeless le sonríe.

HOMELESS
La guerra terminó hace meses..

Algunos sonríen, sin darse muy bien cuenta Inocencio


vuelve a tener la pipa en sus manos, así que aplica los
labios.
Y la mueca de beatitud de todos los que lo rodean se
apodera de Inocencio también, y las voces a su alrededor
se distorsionan, expiran.
Cuando la pipa regresa a sus manos, es ya de noche y las
rendijas de luz han desaparecido. Se escucha, o Inocencio
cree escuchar muy cercano el golpeteo de las olas, el
mar. De pronto se siente solo en la oscuridad y se pone
de pie, anda a tientas hasta dar con la habitación en
dónde dejó a Alejandro, y encuentra a Tres hombres
agachados como buitres sobre el cuerpo tumbado de
Alejandro, ¿comiéndoselo, rezándole?

Enseguida despierta de nuevo, con la pipa en sus manos,


está de vuelta, o eso parece pues han hecho fuego y
distingue la voz de la Homeless. Así que aplica los
labios y se vuelve a ir.

Inocencio camina apoyándose con una mano en la pared,


algo le duele, y acto seguido se baja los pantalones y
defeca.
Otras sombras también defecan en la oscuridad, y esto le
provoca arcadas a Inocencio, que ahora también vomita.
Al despertar esta vez, el rumor del mar es todo lo que
escuchamos, la orilla debe estar ahí mismo detrás de la
oscuridad.

10
Inocencio se incorpora y anda en esa dirección, choca de
lleno con una alfombra que cubre un hueco en la pared.
Inocencio la golpea y la empuja con fuerza seguro de que
al otro lado encontrará el mar, hasta que por fin se
viene abajo e Inocencio vuelve a despertar:
Encuentra el rostro de bruja de la Homeless, iluminado
por una antorcha, sus encías negras mostrando una
sonrisa.

HOMELESS DIENTES NEGROS


¿Quieres ver mi tesoro?

Casi a rastras, Inocencio es conducido por la Homeless de


dientes negros, lo adentra en una de las habitaciones
vacías, abandonada.
Inocencio sostiene la antorcha mientras extrae de un
agujero en la pared varios marcos envueltos en telas.

HOMELESS
Una noche estábamos persiguiendo
a una rata y echamos abajo la pared…
y allí estaban…
Los dueños eran unos perversillos, pero
Gracias a ellos cada vez que se nos termina
El alcohol y el opio, cogemos uno y lo
Cambiamos Por más alcohol y más opio.

Asistimos, iluminadas por la antorcha, una tras otra y a


toda pantalla, a las pinturas que siguen:

11
12
13
14
15

Vous aimerez peut-être aussi