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Le habían dicho que la vista desde las grandes alturas era maravillosa.
Cuando creció, confirmó que el panorama desde tan alto era espectacular.
En las conversaciones con sus amigos, escuchaba cosas muy extrañas para él, hablaban de
chicos jugando a la pelota, de perros corriendo, de abejas que se posaban sobre las flores, y
cantidades de comentarios sobre seres que no llegaba a distinguir desde allá arriba.
Pero ya no pudo bajar para conocerlos, se los había perdido mientras esperaba llegar bien
alto.
Gustavo Fingier
La llave de oro
La llave de oro
Luis trabajaba en una oficina en la que a todo el mundo le encantaba el café. Eso sí, no todos lo
tomaban igual. Unos le echaban leche, otros leche condensada, algunos incluso un poco de hielo o
una pizca de canela. Lo que sí compartían era el amor por esos granos recién molidos que
inundaban de aroma el ambiente cada mañana.
Un día, a media mañana, cuando todos estaban en silencio concentrados en sus tareas, se escuchó
un grito seco y agudo.
Era Lucía, una chica que llevaba toda la mañana reunida y soñando con el momento del café.
Cuando por fin pudo servirse su taza, una mosca decidió darse un chapuzón en ella. El insecto no
se ahogó y Pedro, un compañero, lo rescató del líquido caliente y fue a secarle las alas con mimo al
secador del baño. Un gesto que él consideraba de bondad y que tuvo consecuencias inesperadas
para Pedro y el resto de sus compañeros.
A la mañana siguiente, una mosca gigante ocupaba el centro de la oficina. No era peligrosa, de eso
se dieron cuenta casi al momento. De hecho, llevaba una gorra en la que se podía leer ‘café recién
hecho’. Era lo que se llamaba ‘la mosca del café’, una especie exótica en la que nadie creía pero
que ahora tenían delante de sus narices.
La leyenda decía que si una mosca se caía en una taza de café y un humano la rescataba a tiempo,
debía servirle esa bebida durante al menos un año. Así que eso fue lo que hizo la mosca que Pedro
rescató de la taza de su asustada compañera. El resultado: durante un año toda la oficina disfrutó
de café recién molido cada mañana. Al cabo de este tiempo, la mosca recuperó su tamaño original
y volvió a surcar los cielos en busca de una nueva misión. En la oficina, aunque habían estado muy
agradecidos a aquel servicial insecto, empezaron a usar tapas para sus tazas para evitar intrusos
inesperad
Silva Garcia
El misterio de la chaqueta de Sheila
Hubo una vez, hace mucho tiempo, un niño muy pobre que vivía en una cabaña cerca del bosque.
Un frío día de invierno, el más frío que jamás había conocido, el niño salió a buscar leña a pesar de
la espesa capa de nieve que cubría los caminos.
Tras recoger y cargar la leña en su trineo, el pequeño tenía tanto frío que decidió encender un
fuego para calentarse un poco allí mismo. El niño escarbó un poco en la nieve para colocar la leña.
Cuando quedó al descubierto el suelo helado, el niño se quedó sorprendido al encontrar una
pequeña llave de oro.
-Si hay una llave aquí es porque la cerradura debe de estar cerca -pensó el niño.
Entonces el siguió escarbando con sus manos, más abajo de la capa de hielo, y empezó a sacar
tierra. Después de un ratito el niño descubrió un cofre metálico.
-¡Ojalá ésta sea la llave que abre este cofre! -exclamó el niño-. Este cofre debe de encerrar algún
tesoro.
El niño movió la caja en todos los sentidos para encontrar la cerradura, que parecía estar bien
oculta. Después de un rato buscando afanoso, el niño descubrió la cerradura. El agujero era tan
pequeño que apenas se veía.
A pesar de que el agujero era pequeño, la llave entró sin ningún problema. El muchacho la giró
delicadamente y...
Ahora tendremos que esperar a que el niño levante la tapa para saber, al igual que él, que
maravillosos tesoros esconde el cofre.
A Sheila le habían regalado una preciosa chaqueta roja. Sheila estaba muy contenta. Le encantaba
el color rojo.
Sheila llevaba su chaqueta todo el día puesta. Se la ponía para ir al cole, para ir al parque y para ir
cualquier parte.
Las clases fueron bien el resto de la mañana. Pero cuando Sheila se fue a poner la chaqueta
descubrió que le quedaba enorme. ¿Cómo era posible que su chaqueta hubiera crecido tanto?
La mamá de Sheila estaba esperándola. Se llevó una gran sorpresa al ver aquella chaqueta tan
grande.
-No le sé, mamá -dijo Sheila-. Parece que mi chaqueta ha crecido. Porque yo no he encogido,
¿verdad?
-Habrá que resolver el misterio de por qué mi chaqueta es ahora tan grande, ¿no? -dijo Sheila.
-Vale, vamos a ver qué pistas tenemos -dijo su madre-. Empieza mirando en los bolsillos.
-Aquí hay un caramelo duro -dijo Sheila-. Esto sí que es raro, porque a mí solo me gustan los
caramelos blanditos.
-También hay un papel con un dibujo y unas letras, pero no sé qué pone -dijo Sheila.
-Mira, aquí hay un número. Pero está al revés. ¡Claro! El 6 se ha dado la vuelta y se ha convertido
en un 9. ¡Por eso la chaqueta es tan grande!
-Y ¿qué pasa con esas letras? ¿No tendría que haber un S seguida de una T y una A? Según tu
teoría, tendrían que estar del revés. Y yo veo un C, una O y una R. No me parecen tus iniciales del
revés, la verdad.
-¡Sheila, creo que nos hemos cambiado las chaquetas sin querer!
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Sheila se alegró mucho de encontrar su chaqueta. Aunque la idea de tener una chaqueta mutante
parecía interesante, recuperar la suya era mucho mejor.
En este nuevo cuento vamos a conocer un poco a uno de los personajes más importantes de la
historia de Europa y del mundo: Napoleón Bonaparte.
Napoleón nació el 15 de agosto de 1769 en Córcega (Francia) en una familia de 8 hermanos. Desde
pequeño le gustaron muchos las matemáticas y, gracias a su habilidad con los números, pudo
ingresar en una importante escuela militar. A los 17 años le nombraron subteniente. Al tiempo,
fue enviado a Italia para luchar contra los austriacos y los piamonteses. A pesar de que el ejército
con el que contaba era muy malo, las cualidades militares de Napoleón le permitieron
rápidamente ir ganando territorios en Italia. Fue organizando la política de la península italiana
según sus propios criterios porque no le solía gustar contar con las opiniones de los demás, sino
hacer las cosas a su manera y dando órdenes.
Años más tarde, Napoleón Bonaparte empezó a ser más conocido como militar, sobre todo
durante la Revolución Francesa que comenzó en París en 1789. En aquella época, la mayor parte
de los franceses vivían en la pobreza y no tenían libertad para decidir quién les gobernaba. Pero el
rey, la iglesia y los nobles acumulaban grandes riquezas y privilegios y organizaban lujosas fiestas y
bailes en palacios. Al final, los ciudadanos se cansaron y se lanzaron a la calle el 14 de julio de
1789.
Diez años después del comienzo de la Revolución Francesa, Napoleón se nombró a sí mismo
emperador de Francia. Su ambición lo llevó a conquistar varios países de Europa siempre haciendo
uso de las armas. Sin embargo, fracasó a la hora de conquistar Rusia y España. Napoleón trató de
bloquear las rutas y puertos comerciales de los británicos invadiendo Portugal. No lo logró y
además perdió a gran parte de su ejército en el intento. En 1812, las tropas rusas del zar Alejandro
I, sumadas al frío y al hambre, acabaron con el ejército napoleónico. Toda Europa, cansada ya de
tanta guerra, se levantó entonces contra el emperador Napoleón.
Durante la batalla de Waterloo fue vencido por los ingleses y sus aliados. Acabó entregándose y
fue encerrado para siempre en una cárcel en una isla en pleno Océano Atlántico. Fue enterrado en
un edificio de París que se llama Los Inválidos.
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Silva Garcia
Bibliografía
(s.f.). Obtenido de https://www.diariodeleon.es/articulo/sociedad/ternura-interes-carino-
educar/201707310400011699824.html
Gonzalez, L. (31 de julio de 2017). Ternura, interés y cariño para educar. Diario de Leon.
(Gonzalez, 2017) (Xabier Basogain Olabe, 2015) (ANONIMO, 2011) (Ballén, 2012) (Chapman, 2004)
(Cañas, 2018) (Alfonseca) (Jacqueline Balcells, 2012)
Puto 3:
Enero Febrero Marzo Abril TOTAL
ZAPATOS 30 22 12 11 75
TENIS 10 18 19 17 64
CHANCLAS 5 11 22 29 67
Ventas
67
75
64
30
22 22
19
18
17
12
11 11
10
5 5