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¿Es Catalunya una colonia?

La administración colonial y el régimen de la colonialidad


José Romero Losacco

En días recientes se ha abierto un debate a partir de declaraciones como la de Ramón


Cotarelo, quien sostiene que ​"La relación entre Catalunya i Espanya és una relació colonial"​, o
la de Belén Murillo afirmando que ​"Catalunya es la última colonia que le queda a España"​.
Afirmaciones como estas han sido respondidas por activistas como ​Daniela Ortiz, Sara Cuentas
y Maria Dantas​, para quienes “No se puede tratar de una relación colonial porque Catalunya
nunca ha sido inscrita en el sur global y nunca ha tenido una economía extractivista” como
afirma Daniela Ortiz, que por estos días presenta la exposición ESTA TIERRA JAMÁS SERÁ
FÉRTIL POR HABER PARIDO COLONOS.
Se trata de una debate que requiere de algunas matizaciones y precisiones de orden
conceptual con profundas implicaciones políticas. En tal sentido, lo que intentaré a lo largo de
las siguientes líneas será introducir algunas ideas dentro del mismo para, a partir de diferenciar
entre las formas coloniales de gobierno y el régimen de la colonialidad, que en palabras de A.
Quijano implica tratar la diferencia entre colonialismo y colonialidad, para aportar a la discusión.
Me detendré por algunos momentos en dos ejes fundamentales para esta discusión, el primero
es el aporte que el análisis de los sistemas-mundo ha dado al posicionamiento decolonial,
fundamentalmente las implicaciones geopolíticas de la división axial entre centro,
semi-periferias y periferias, y en segundo lugar como dicha división está atravesada por una
división racial que diferencia lo humano de lo no humano, y define lógicas diferenciales para el
tratamiento de los conflictos.

1. Diferenciando colonialismo y colonialidad

Pronto serán tres décadas de la oprobiosa celebración del quinto centenario de la invasión de
Abya-Yala, 1992 fue un año en que a los pueblos del sur global se nos volvía a recordar
nuestro lugar dentro del sistema-mundo moderno, Expo Sevilla, los juegos olímpicos de verano,
todo se hacía para celebrar el genocidio de nuestros pueblos, la fiesta sería coreada a gritos de
Barcelona en las voces de Freddy Mecury y Montserrat Caballé. Mientras esto ocurría, pueblos
del sur global se enfrentaban a la violencia del consenso neoliberal, son los años de la
Tormenta del desierto, el Caracazo o el levantamiento del zapatismo. Hablo de un contexto en
el que la resistencia a esta celebración dio entre sus frutos la actualización de herramientas
conceptuales de lucha, herramientas que vienen de lejos, de la lucha contra el colonialismo,
contra el eurocentrismo y el occidentalismo.
Allí se comienza a nombrar como colonialidad del poder una forma de organización global
fundada en la clasificación etno-racial de los pueblos del mundo, me refiero a algo que era ya
evidente para pensadores negros del Caribe, que el capitalismo se funda con el racismo, que la
identidad de Europa y de la civilización Occidental se constituye a partir del colonialismo, que la
modernidad y su retórica de salvación encubre su violencia constitutiva, la lógica de la
colonialidad.
Un momento en el que se hace necesario diferenciar entre colonialismo y colonialidad, tal como
lo hiciera A. Quijano, lo primero implica una forma de administración de un territorio en la que la
autoridad es ejercida por quien tiene una identidad extranjera, una identidad diferente a la
población que habita el territorio en cuestión, por otra parte la colonialidad es una lógica que
opera a partir de la clasificación etno-racial de las poblaciones de estos territorios, el primero
supone un orden administrativo, la segunda un orden mental, cognitivo, epistémico, existencial.
La superación del colonialismo no implicó la superación de la colonialidad.
La diferenciación entre uno y otra permite sostener que los procesos de independencia durante
el siglo XIX, y los de liberación nacional en el XX, no derivaron hacia procesos de
descolonización, sino que terminaron siendo solo una ruptura administrativa, un cambio de
manos con el cual las estructuras de la colonialidad quedaron intactas.
A partir de estas definiciones encuadramos la pregunta ¿Es Catalunya una colonia? Siguiendo
lo dicho habría que caracterizar al colonialismo castellano como fundador de la lógica de la
colonialidad, y cómo la idea de España es central para el sostenimiento de dicha lógica tanto
en la península, como allende el mar océano. Podríamos, pues, realizar otra pregunta ¿fue la
relación entre Catalunya y Castilla una relación colonial?
La primera pregunta nos lleva a una discusión fundamentalmente administrativa, útil para armar
el expediente de la autodeterminación, en tanto ésta, en definición ONU ​significa que el pueblo
de una colonia o Territorio dependiente decide sobre la futura condición de su país​, cuestión
que resulta tácticamente fundamental para replicar, en sus términos, a una Castilla que se
rehúsa a reconocer tal derecho, esgrimiendo que Catalunya nunca ha sido una colonial. La
segunda pregunta, por su parte, permite complejizar la respuesta saliendo de los marcos
impuestos desde Castilla y avanzar, por ejemplo, hacía la caracterización de Catalunya como
territorio dependiente.

2. España una nación colonial

Para continuar la presente exposición habría primero que aclarar algunas cuestiones que
suelen portarse desde el sentido común impuesto a través de la lógica de la colonialidad, en
este punto me concentraré en aquello necesario para afirmar que España como comunidad
imaginada es un proyecto colonial-imperial. Según la RAE una colonia es un “territorio fuera de
la nación que lo hizo suyo, y ordinariamente regido por leyes especiales”, el problema con esta
definición no es tanto la definición en sí, sino la idea que de nación se tiene a la hora de poner
en contexto cómo se define la comunidad imaginada. Esta es la gran limitación a la hora de
plantear que Catalunya es una colonia, porque para esta discusión hay que entrar en el debate
sobre la condición histórica de la nación española y su relato fundacional en lo que usualmente
se define como “la reconquista”
La idea de “reconquista” supone que existe una España inmanente, cuyo vínculo con Europa
será la identidad Cristiano-Católica, que la introduce en la esfera del Imperio Romano, y por
tanto de la idea de Europa. Esto es fundamental para que España se defina como una nación
europea, un ejercicio central para mirar hacia un norte que desde 1648 la mira con aires de
superioridad. La “reconquista” es una noción con la que se pretende superar el complejo de
inferioridad ibérico frente al norte de Europa. Un relato para el que 1492 es un año fundacional.
Usualmente lo que ocurre con esta fecha es que opera como un marcador temporal para
separar a España de sus territorios conquistados en el “nuevo mundo”, la noción de
reconquista resulta no solo un anacronismo, sino un dispositivo que impone una lectura
particular de lo ocurrido antes y después de 1492. Hablamos del año de las Capitulaciones de
Santa Fe, del fin de eso que llaman “reconquista” y que para ser más precisos habría que
llamar la conquista de al-Andalus, es el año de la gramática del castellano de Nebrija y de la
invasión a Abya-Yala. Habría que añadir que al decir “reconquista” se construye un relato con
el cual la conquista de al-Andalus queda escindida, como proceso histórico, de la conquista de
Abya-Yala, produciéndose un criterio de periodización con el cual se analizarán cada una de
forma distinta.
Por otro lado, lecturas, como las que viene realizando ​Javier Garcia Fernandez​, en las que la
expansión de Castilla implicó un proceso de acumulación por desposesión y por despojo a
modo de acumulación originaria, permiten dar cuenta de cómo el viaje de Colón fue la
continuación de esa expansión, un proyecto aprobado a pocos días de la rendición de Boabdil y
la entrega de Granada, es decir, un proyecto que recibe la aprobación de Castilla para
continuar aquello que “concluía” con la conquista de al-Andalus, el proyecto de crear un imperio
universal (Católico).
Visto con ojos posteriores el viaje de Colón significó la transformación, a la larga, del orden
vigente, pero desde el propio 1492 se trata de la extensión de las lógicas de conquista usadas
para la captura y administración de los territorios de al-Andalus. De modo que el proceso de
conquista y colonización de Abya-Yala se llevará a cabo trasladando instituciones que fueron
creadas durante este tiempo, entre ellas la encomienda, mientras otras serán creadas en las
dos orillas en la medida en la que el imperio requería reformas en sus instrumentos de
administración.
Entre estas instituciones encontramos los virreinatos y las capitanías generales, por ejemplo,
en 1520 Catalunya adquiere el carácter de virreinato, en un poco más de una década será
creado el Virreinato de Nueva España, esto nos habla de una continuidad administrativa entre
la península y Abya-Yala. Luego de 1648, tras la paz de Westfalia y la independencia del Reino
de los Países Bajos, un momento en el que Sevilla comienza a ser desplazada como centro del
comercio, siendo sustituida por Amsterdam, es decir, del inicio de la periferialización de la
península con respecto a al norte de Europa, el imperio afrontará la nueva realidad geopolítica
transformando la administración política su territorio, con ello y tras el fin de la guerra de
sucesión vendrán las llamadas reformas borbónicas.
Durante el siglo XVIII estas reformas darán pie, en 1716, a la transformación de Catalunya en
una Capitanía General, un año más tarde, en 1717, se crea el Virreinato de Nueva Granada y
sesenta años después estas reformas darán pie a la creación en 1776 de la Capitanía General
de Venezuela y del Virreinato del Río de la Plata. La recentralización del control administrativo
imperial no solo no sirvió para enfrentar la periferialización, sino que precipitó procesos de
ruptura territorial, las independencias y la creación de nuevos Estados-nacionales en lo que ya
era América, todo ello aderezado con las invasiones napoleónicas y la posterior firma de la Paz
de Viena, lo que abre el siglo XIX al control imperial inglés.
La inestabilidad de la unidad territorial que produjo la nueva realidad geopolítica en manos de
Gran Bretaña no acabaría en 1830 tras las primeras independencias americanas, las réplicas
de este sismo, se verán a fines de siglo, cuando se pierda Filipinas, Puerto Rico y con la
Independencia de Cuba, un momento en el que conferencia de Berlín y la Gran Depresión
marcan el inicio del declive del siglo Británico, una coyuntura sistémica que abre un ciclo de
inestabilidad política que atravesará las dos grandes guerras inter-imperiales (1914-1918,
1939-1945), la revolución de octubre (1917) y la guerra civil española (1936-1939).
Lo que se trata de señalar con esto es que, como en la transición geopolítica de Sevilla a
Amsterdam y la transición de Amsterdam a Londres, el paso de Londres a Nueva York produjo
inestabilidades territoriales asociadas a la cada vez más clara y profunda periferialización de la
península ibérica. Transformaciones de un sistema social, el sistema-mundo moderno-colonial,
cuyo desequilibrios globales resultan en disputas inter-imperiales de las que el Reino de
España no solo no ha logrado escapar, sino que ha resultado en procesos de fractura y pérdida
de los territorios que quedaron subordinados a Castilla durante sus años de expansión.
Esta interpretación nos permite afirmar que la guerra civil se inscribe dentro de un proceso de
larga duración iniciado con el ciclo de independencias del primer siglo XIX, se trata de una
historia que rompe la manera tradicional de pensar lo español como algo que acontece solo en
territorio peninsular, permitiendo así comprender que la llamada cuestión territorial no debe
tomarse fuera del marco de la voluntad imperial de castilla y como esta constituye aquello que
viene a llamarse España.
Así, se comprende que el golpe de estado en 1939 pone en pausa la inestabilidad territorial y
con ello al largo siglo XIX español, y que cuando en el siglo XXI la economía-mundo capitalista
enfrenta un nuevo ciclo de inestabilidad, esta vez anunciando un cambio de timonel que
supone el desplazamiento de Nueva York por Shanghai, lo que vemos en Catalunya es la
reactivación de tendencias profundas que han puesto históricamente en tensión la unidad
territorial del Imperio castellano.

3. Catalunya un territorio dependiente

No resulta tan evidente, por lo expuesto hasta ahora, que Catalunya pueda calificar
administrativamente como una colonial, pero si nos quedamos en el debate administrativo va a
resultar que tampoco quedaría claro que los territorios en Abya-Yala eran territorios coloniales,
siendo que nominalmente estos territorios contaron con estatus administrativos similares al
territorio catalán, siendo virreinatos y capitanías generales. La clave, sin embargo, para esta
discusión estaría en la diferencia entre colonialismo y colonialidad. Aunque Catalunya
compartió estatus administrativo con los territorios conquistados y anexados a Castilla tras la
invasión de Abya-Yala, la gran diferencia estaría en la aplicación de las leyes de indias a un
lado del Atlántico.
Sin embargo, la historia de Catalunya, al ser leída en este encuadre permite evidenciar su
subordinación colonial (en el sentido de la colonialidad) a los intereses de Castilla desde el
mismo momento en el que Fernando el Católico aceptó su condición de Rey Consorte y
depositó los intereses del norte de la península a los intereses expansivos de Isabel de Castilla,
la Católica. En la medida en la que Castilla quedaba subordinada al norte de Europa, se
aplicaron formas de exterminio que fueron importadas de aquellos territorios donde opera la
colonialidad con todo su brutal despliegue, lógicas como aquellas usadas durante la guerra civil
y la dictadura franquista, que implican lógicas de colonialismo interno.
En este sentido, Catalunya se transformó en una suerte de semi-periferia peninsular, gozando
por ende de los beneficios y privilegios de cualquier semi-periferia. Por ello, si bien su
economía no fue del tipo extractiva o de plantación, ésta fue dependiente de los intereses de
Castilla, en tanto fue una semi-colonia, un territorio dependiente y subordinado a la identidad
española y sus intereses geopolíticos.
Si nuevamente nos remitimos a la definición de la RAE, una colonial es territorio dominado y
administrado por una potencia extranjera, de modo que Catalunya no sería administrativamente
una colonial si se reproduce el relato españolista sobre la conquista de al-Andalus, la llamada
“reconquista”, que como hemos dicho, invita pensar en una España inmanente cuya identidad
coincide con la población de todo el territorio peninsular, un relato funcional para ocultar las
lógicas coloniales con las que se unifica el territorio.
Sin embargo, si miramos la pretendida inmanencia de esta España peninsular, propia del
nacional catolicismo, ya no desde la noción de “reconquista” aparece como ésta siembra sus
raíces, entre otras, en la cuestión lingüística, se trata del relato que justifica la pertenencia de
España a una Europa que se piensa desde el norte y que la desprecia, un relato en el que la
identidad religiosa su junta con la identidad lingüística produciendo la imagen de continuidad
entre el Imperio Romano y Castilla.
La cuestión lingüística es fundamentalmente una cuestión colonial, la identificación del
castellano con lo español deviene de la relación entre lengua y religión, un debate que surgirá
al calor de la conquista de Abya-Yala. El castellano, asociado al latín, emparenta Castilla a la
Roma Católica, se establece una relación entre la identidad del Estado y la identidad religiosa
de la población que habita los territorios bajo control del Estado. Pero será la diversidad
lingüística de Abya-Yala lo que informará la unificación lingüística de España.
Bernardo José de Aldrete será clave en una historia en la que se reclamará la lentitud con la
que avanza el Imperio, para esto se argumenta que, como el Imperio Romano, Castilla debe
avanzar con su lengua. En tal sentido, todos los territorios subordinados debían ser colonizados
lingüísticamente. En su obra la cuestión se presenta desde el propio título de uno de los
capítulos ​“Los conquistados recibien la lengua de los conquistadores, rindiendo la suya junto
con su tierra y su gente”1.
En tal sentido, Walter Mignolo explica que
“En ese capítulo Aldrete se ocupó de los ejemplos de la Península Ibérica y de
las Indias (Occidentales). En la Península Ibérica el núcleo de su argumento fue
proporcionado por las diferencias entre los romanos y los árabes (o los moros).
El árabe fue, obviamente, la lengua utilizada en los territorios que los moros
tenían bajo su control: los castellanos bajo los moros no solo perdieron su
lengua sino, a veces, su religión y, con frecuencia, sus vidas (Aldrete 1975:139).
Pero los árabes dejaron partes significativas de la península en las que las

1
​ l lado más oscuro del renacimiento. Alfabetización, territorialidad y
Walter Mignolo (2016)​ E
colonización.​ Universidad del Cauca, Colombia. Pág. 66
personas fueron capaces de preservar su sentido de territorialidad mediante la
preservación de su religión, el cristianismo, y su lengua, el castellano”2

Queda claro la complicidad entre identidad religiosa e identidad lingüística, asumiendo esta
como preexistente a la conformación histórica de al-Alandalus, definiendo el sentido de la
territorialidad atado a la lengua castellano, complicidad que luego será pretendidamente secular
cuando entre en juego la idea de nación, una comunidad imaginada que hablará castellano, y
será propietaria natural de toda la península y de los territorios del Abya-Yala.

4. Catalunya, entre la Regulación/Emancipación - Dominación/Violencia

En sus ​16 Tesis de Economía Política3, E ​ nrique Dussel, inicia con una reflexión sobre aquello
que la emancipación es. Nos dice el filósofo latinoamericano que se emancipa el hijo del padre
para ser lo que ya es, mientras que el esclavo se libera para ser lo que aún no ha podido ser,
con esto se intenta decir que aquellos para quienes la condición humana ha sido negada la
emancipación no es la primera opción, se debe primero liberarse, quebrar el orden vigente que
lo deshumaniza para luego poder ser, ,mientras que aquel cuya opción es la emancipación se
encuentra en una posición en la que ya siendo no requiere liberarse, la emancipación es solo
posible para el ser, la liberación es el único camino para el no-ser.
Catalunya en su condición semi-colonial se debate entre ser Europa o ser otra cosa, su
europeidad pasa por la subordinación a Castilla, en tal sentido, una futura república debe
comenzar por liberarse de Europa, salir de la condición semi-colonial/semi-periférica será un
proceso de liberación si es un proceso de descolonial.
En la construcción de una futura república se deberán asumir los costes de enfrentar las
dinámicas que operan fuera de la zona del ser, me refiero a aquello que Boaventura de Sousa
Santos describe cómo las lógicas de regulación/emancipación y las lógicas de
dominación/violencia.
Se trata de lógicas diferenciadas de gestionar el conflicto, por un lado en los territorios que
habitan en la zona del no ser aplican las lógicas de dominación/violencia, en estos territorios se
gestiona la violencia más brutal y descarnada, cuyos ejemplos vemos hoy en Chile, Ecuador y
Colombia, una violencia que por otro lado es justificada por los grandes medios de
desinformación global, lo contrario ocurre en casos como el de Venezuela, donde los medios
de comunicación ofrecen una cobertura humanizante de la violencia paramilitar ejercida por
grupos de oposición al gobierno, mientras justifican la actuación policial del 1 de octubre en
Catalunya.
El camino hacia la república también significa asumir sus privilegios, Catalunya no es Bolivia ni
la estelada es la whipala, la historia de la subordinación relativa a Castilla permite explicar las
cunetas aún lado del Atlántico y los golpes de estado al otro, pero también explica las
diferencias entre ser una colonial y ser una semi-colonia. Catalunya se debate entre

2
Idem.
3
Enrique Dussel (2014) ​16 Tesis de Economía Política​. Siglo XXI Editores, México.
emanciparse y ser lo que ya es: Europa, o liberarse/descolonizarse y ser aquello que no ha
podido ser.
Catalunya no es una colonia si nos restringimos la definición a la forma de gobierno, pero el
régimen de la colonialidad sí que opera, de manera relativa cuando se trata de la relación de
Castilla con el territorio y su población, lo que no desacredita que desde Catalunya se
reproduzca este régimen con respecto a la población migrante.

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