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Personajes:
* Chema
* Don Aniceto
* Petronilo
Época: ACTUAL
¡ACCIÓN!
La figura del viejo don Aniceto se dibuja en el marco de la puerta. Viste de campesino. Terciada
en su espalda trae una manta de tejido burdo (guangoche) en la que se aprecian varios bultos.
Tras él, llega Chema, quien viste de igual manera y quien, a su vez, trae su “guangoche”
terciado a la espalda. Ambos se detienen en el centro de la escena y simulan ver los muros de
la habitación y el techo.
CHEMA:(Quien trae una vela encendida alumbra los rincones de la habitación) ¡Ay, abuelo! ¿Y
vamos a pasar la noche en este camposanto?
CHEMA: La casa si me gusta; es grande, tiene bonito jardín; muchas macetas con flores y
mucha luz en el primer patio; pero este cuartucho… está todo lleno de telarañas. (Finge ver algo
que vuela en derredor de la habitación) ¡Cuidado, abuelo! ¡Cuidado! (Finge perseguir la alimaña
para darle caza con el sombrero; por fin golpea al abuelo con el sombrero) ¡Cuidado abuelo!
(Continúa dando sombrerazos en la cabeza del viejo) ¡Cuidado! ¡Cuidado!
CHEMA: (Cesando de golpear al abuelo) pero… ¿No lo vio, usted, abuelo? Un murcielagote
se le paró en la nuca. Mire, así de grandote, el indino. (Señala con las manos) gracias a que
yo se lo espanté, si no, le chupaba toda la sangre… si es que le queda algo: porque mirándolo
así de cerca… ya es usted puro pergamino, abuelo.
ANICETO: ¿Sabes una cosa, Chemita? Creo que en este cuarto no vamos a poder dormir.
ANICETO: Si… en un hotel dormiríamos en cama blanda, limpia… y sin sobresaltos; pero
tenemos que esperar a que don Anselmo nos entregue el dinero del trigo.
CHEMA: (Quien desde que saco el pañuelo intenta deshacer el nudo y no puede, se encoge
de hombros como diciendo: “lo mismo me da”)
ANICETO: Tan luego nos den el dinero nos vamos. ¿Te parece bien?
ANICETO: ¡Chema!
ANICETO: Te preguntaba…
CHEMA: Yo le contestaba.
CHEMA: (Sin volver la cara) ¡Oh, espérese tantito, abuelo! (aparte) ¡este nudo está bien
apretado!
ANICETO: (Tomando a Chema por una de sus orejas lo obliga a levantarse) Cuando su abuelo
le hable, obedézcalo inmediatamente.
CHEMA: (Llorando) ¡Ay… ay… ay…! ¡Pero es que yo tengo hambre y estaba sacando mi
dinero del paño!
ANICETO: Por ahí debió usted de haber principiado. “al que no habla, Dios no lo oye” (Saca de
su “guangoche” unos plátanos) Aquí hay plátanos.
ANICETO: Tú lo has dicho, cuando termines. (Aparte) Un plátano para él y el resto para mí.
(A Chema) ¿Tienes papel y lápiz?
CHEMA: Lápiz sí, pero papel… (Mirando al piso) ¡Ah! mire. Aquí hay papel. (Levantando un
papel del suelo, no muy limpio) No está muy limpio que digamos, pero para el santo que es…
¿Qué le digo a su compadre, abuelo?
ANICETO: Muy bonita costumbre; pero hoy te la aguantas hasta que termines.
CHEMA: (Toma un plátano y le quita la corteza) (Goloso) ¡Pero no se disguste, abuelo! (Da un
gran mordisco al plátano) ¡No se disguste! (Con la boca llena) ¿Qué más le digo a su
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compadrito?
CHEMA: (Quita la corteza del segundo plátano) espérese tantito, déjeme pelarlo. (Come)
¡Sígale!
ANICETO: … si les quiere avisar a sus parientes: dos puntos, Juan, coma, Bulmaro, coma,
Bonifacio, coma, Atenógenes y Caritino. Punto.
CHEMA: (Quien tomó otro plátano, lo despachó y quitó la corteza al último) ¡Espérese tantito;
deme tiempo para tragar el bocado!
ANICETO: (Presintiendo) ¿Tragar el bocado? ¡Yo no he dicho nada de tragar! (Busca los
plátanos sobre la mesa) ¿Qué has hecho, José María?
CHEMA: (Terminando con el último plátano) ¡Usted sígale, que este jueguito yo no me lo sabía
y está muy bueno!
CHEMA: (Con la boca llena) todos no, nomás los que usted trajo.
CHEMA: También usted decía a cada rato: coma, coma y punto y coma, y no había más que
comer que plátanos, pues yo comía plátanos.
ANICETO: (Buscando con que golpear a Chema) ¡Esto merece que te de una soberana paliza
por desconsiderado! ¡Tragón! (golpes fuertes a la puerta)
CHEMA: Ya déjese de payasadas. ¿No oye que don Anselmo está llamando?
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CHEMA: ¡Ábrale pronto! (Llamando fuertemente a la puerta por segunda vez)
ANICETO: Ya van. (Va al fondo y simula abrir una puerta) Pase don Anselmito.
PETRONILO: Les traigo el dinero del trigo. (Entrega un fajo de billetes) ¿Quiere contar?
ANICETO: (Mientras Chema le quita el dinero de las manos y se acomoda en la silla para
contarlo) ¿Qué estás diciendo, muchacho?
PETRONILO: No están para saberlo, pero… las criadas han dado en… inventar cosas.
PETRONILO: Se quejan…
ANICETO: ¿Aquí?
ANICETO: ¿Aquí?
CHEMA: (Pega un salto de miedo al tiempo que grita. Traga un buche de saliva y se aproxima
a don Aniceto, temeroso)
PETRONILO: Yo no, pero las criadas aseguran que ven al suegro del patrón, siempre que
pasan por este cuarto. Perdonen que los haya in- quietado. Buenas noches (Se va)
ANICETO: Don Anselmo es muy ladino y puede jugarnos una mala pasada. Mejor nos
esperamos que, al fin y al cabo, tú no le tienes miedo a los difuntos. ¿Verdad?
CHEMA: ¡Mejor no le busque tres pies al gato, abuelo! (Pausa en que se queda escuchando)
¿Oyó?
CHEMA: Nada
ANICETO: Es mejor que nos dispongamos a dormir. Tenemos solo una mesa ¿Quieres que
me quede yo en ella y tú en el suelo? O… tú en el suelo y yo en la mesa.
CHEMA: (Alcanza a comprender a medias y se rasca la cabeza) ¿Cómo dice, abuelo? (Se
escuchan fuertes golpes en la puerta)
CHEMA: (Va a la puerta) (Grita) ¿Qué se ofrece? (Se asoma hacia fuera de la habitación) (Grita
asustado) ¡Ohhh! ¡Don Anás…! (Corre y se sienta en las piernas de don Aniceto) ¡Don Anás…
abuelo… Don Anás…!
CHEMA: (Sin poder hablar por el susto) ¡Don Anastas! ¡Don Anastas!
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ANICETO: ¿Don Anastas?
ANICETO: (Se pone de pie y tira a Chema en el suelo) Estas nervioso por la plática de
Petronilo. Ves aparecidos en todas partes.
ANICETO: (Reflexiona) la puerta estaba abierta y con el aire golpeaban las mamparas.
CHEMA: (Hace impulsos por caminar, pero se encuentra anquilosado) No puedo moverme.
Tengo las piernas agarrotadas. Vaya usted.
CHEMA: Por cinco pesos voy hasta el panteón y le estiro las piernas a don Anastasio.
Présteme la pistola…
ANICETO: (Saca una pistola de entre los pliegues de la faja) Toma, hijito; pero no dispares
sino en caso de necesidad extrema.
CHEMA: (Toma la pistola por el cañón y apunta con la culata) no tenga cuidado, abuelo.
(Tembloroso por el miedo y pidiéndoles permiso a las piernas para caminar, se dirige al fondo.
Lejos de la puerta aun, grita) Ya estamos dormidos (Pausa) ¿Verdad que no es nadie?
CHEMA: (Triunfante regresa a donde su abuelo) ¿Ya lo ve? Nadie. ¡Bueno de miedoso! ¿No
dice que tierra somos y que puro polvo…? ¡Puro miedo!
ANICETO: ¡Tienes razón, hijito! Sin embargo… debemos proteger nuestro dinero.
CHEMA: Lo protegeremos.
ANICETO: ¿tú y yo? No. Necesitamos que alguno de los mozos de la casa nos haga
compañía. Debo salir.
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CHEMA: Yo le acompaño.
CHEMA: Pero…
CHEMA: (Refunfuñando) Si… con el dinero… ¡Está bien que yo cuide el dinero! Pero… ¿Quién
me va a cuidar a mí?
PETRONILO: (Quien alcanzó a escuchar la última parte de las palabras de Chema. Disfrazado
de fantasma con una sábana y una máscara) Yo… Chemita, yo te voy a cuidar.
CHEMA: (Recogiendo el dinero del piso; pero sin volver la cara a Petronilo) siendo así…
CHEMA: (Distraído) yo no, pero el abuelo es muy miedoso y hace que a uno se le ponga la
carne de gallina. (Al público, después de reflexionar un poco) bueno pero… ¿con quién estoy
hablando yo? (vuelve la cara hacia Petronilo, espantado cae de rodillas) ¡Ay, santitos inocentes!
¡Váyase, señor! ¡Yo no lo llame!
CHEMA: Didi… digo… que que… que antes no… pero… pero… aho- ra… ya… ya… creo.
¡Váyase por fafa… favor… señor… did… difunto!
PETRONILO: Debo cincuenta misas. Dame ese dinero y quedaremos en paz los dos.
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CHEMA: (Se defiende corriendo en torno de la mesa) ¡Alcánceme si puede!
PETRONILO: (Furioso se deja caer en la silla próxima a la mesa) ¡Ya llegarán esos centavos
a mis manos! (Coloca los codos sobre la mesa y descansa la barbilla en las manos) (Llega
Aniceto)
ANICETO: (Distraído) estamos de malas, Chemita. Todos los criados de la casa ya están
dormidos. (Coloca una mano sobre el hombro de Petronilo) Tendremos que pasar la noche
en vela para proteger nuestro dinero. A ver qué te parece… (Fija la vista en el rostro de
Petronilo quien también mira a la cara de Aniceto) ¡Ayyyyy! (Se desmaya Aniceto)
PETRONILO: ¡Lástima que no sea este quien tiene el dinero! (Incorpora a Aniceto hasta
dejarlo sentado y recargado en una silla. Se quita el manto y cubre al viejo con él. Sale por el
fondo) (Regresa Chema después de una pausa)
CHEMA: (Con una tranca en las manos. Descubre a Aniceto y lo con- funde con el fantasma)
¡Así lo quería yo agarrar! (A señas pide a los espectadores que guarden silencio. Se aproxima
al abuelo caminando en puntas de pie. Mide la distancia y descarga un golpe en la cabeza de
Aniceto) ¡Ya estas, pastel!
CHEMA: ¡Ah, chispas! ¡Si es el abuelo, y ya le rompí el chayote! (La cabeza) (Se arrodilla
junto a don Aniceto y le da masaje) ¡Abuelo!
¡Abuelito de mi vida y de mi corazón! ¡Despiértese! ¡Despiértese que nos van a robar los
centavos! (Desesperado) ¡Ay, abuelito! ¿Qué voy a hacer si regresa don Anastasio? (Regresa
Petronilo disfrazado de fantasma)
CHEMA: (Pega un salto al tiempo que grita) ¡Ay! ¡Abuelito! ¿No se lo dije? ¡Ya está aquí de
nuevo! ¡Ni que le hubiera pegado tan fuerte!
PETRONILO: (Avanzando lentamente hacia Chema) ¿Verdad que me vas a entregar esos
centavitos… Chemita?
ANICETO: (Volviendo en sí se lleva las manos a la cabeza) ¡Ay! Parece que me caí de la mesa.
Dame la mano, hijito.
ANICETO: (Se lleva el índice a los labios en demanda de silencio) ¡Shhh! ¡Cállate, Chemita,
no hables tan alto de los difuntos, que son cosa muy delicada!
CHEMA: ¡Pero si ya terminé con ellos! ¡Eran cincuenta, pero de uno por uno, como si fueran
gallinitas, les fui retorciendo el pescuezo!
CHEMA: (Mirando a Petronilo) ¡Ay, abuelo, no sé porque se me figura que ese bulto, no es
ningún difunto!
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ANICETO: ¡Que te calles, te digo!
ANICETO: ¡Vámonos!
ANICETO: ¿Y si se levanta?
(Repiten el juego)
ANICETO: ¿No te lo dije? De quien teníamos que cuidarnos era de los ladrones y no de los
difuntos. ¡A la máscara!
(Tratan de quitarle la máscara a Petronilo, pero en esos momentos se mueve y queda con la
cara hacia arriba. Aniceto y Chema tratan de correr, pero con la prisa el viejo queda
atravesado sobre el cuerpo de Petronilo, gritando y arrastrándose, pero sin avanzar debido al
grande miedo que lo embarga)
ANICETO: ¡Que bruto! Por poco me desmayo del susto. ¿Viste cómo se volteó?
CHEMA: Eso no ha de valerle ¡A la máscara! (Obliga a que el abuelo camine por delante)
ANICETO: ¡Te lo dije! ¡Te lo dije! ¡Los difuntos, difuntos están! Tierra son, polvo y nada
más.
CHEMA: Usted lo ha dicho, abuelo; los difuntos no vuelven y es de los vivos de los que
debemos cuidarnos. (Al público) ¡Ya lo saben!: a los difuntos, no les hagan caso, pero de
los vivos… ¡Líbranos, señor!
OBSCURO
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