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Libertad de expresión y derecho a la información:

derechos fundamentales e instrumentos claves para


construir democracias de calidad

Diputada María Antonieta Saa

Estimadas colegas Parlamentarias y Parlamentarios,

Los derechos a la libertad de expresión y al libre acceso de la


información son reconocidos por la comunidad internacional como
derechos humanos fundamentales. A la vez, constituyen una sólida
base para garantizar el desarrollo de sistemas democráticos de
calidad, en que sea efectiva la participación de la ciudadanía y la
rendición de cuentas por parte de las autoridades públicas. Es por
ello que estos derechos fundamentales se hayan incorporados en
los textos constitucionales de un gran número de naciones, y han
sido ampliamente consagrados en declaraciones y convenciones
internacionales.
En Chile, la Constitución Política del Estado acoge expresamente
la libertad de expresión en su artículo 19, número 12, asegurando
“la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa y
por cualquier medio”. En términos semejantes a la Declaración
Universal de los Derechos Humanos (art. 19) y a la Convención
Americana de los Derechos Humanos (art. 13), el reconocimiento
de este derecho va acompañado de deberes y responsabilidades
especiales. En consecuencia, su ejercicio debe asegurar el respeto a
los derechos y la reputación de los demás, así como la protección
de la seguridad nacional, el orden público y la salud o la moral
públicas, todo lo cual puede requerir restricciones expresamente
establecidas por la ley.
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En particular, tanto la Convención Americana (art. 13, número


5) como el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos
(art. 20) consideran que toda propaganda a favor de la guerra y
toda apología del odio nacional, racial o religioso constituyen un
grave abuso de la libertad de expresión. Por ende, todo tipo de
incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia contra
distintas minorías, en tanto atentan contra la tolerancia de la
diversidad y la convivencia democrática, debe ser prohibido por ley.
Tal como afirma el jurista Alejandro Fuenmayor, en un informe
para la UNESCO, el contenido del derecho a la información tiene
“dos aspectos que se complementan entre sí: el primero es la
libertad de informar, es decir, de difundir el mensaje informativo,
comprendiendo tanto la difusión del mensaje como su contenido. El
otro aspecto consiste en estar informado, es decir, recibir sin
ningún impedimento los mensajes informativos”. Desde el primer
punto de vista, como dice la Declaración de Principios sobre
Libertad de Expresión adoptada por la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos en 2000, “todo comunicador social tiene
derecho a la reserva de sus fuentes de información, apuntes y
archivos personales y profesionales”.
Por su parte, desde el punto de vista del informado, tiene el
derecho de recibir una información veraz, completa y libre de
manipulaciones, y a no ser afectado en su reputación o privacidad
por informaciones inexactas o agraviantes que se dirijan al público
en general. En caso contrario, tanto la Constitución chilena como la
Convención Americana han previsto el derecho de rectificación a ser
ejercido a través del medio de comunicación en que esa
información haya sido emitida. Asimismo, otra manifestación del
derecho a la información se da en la facultad del interesado para
acceder a los datos personales de que disponen distintos
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organismos, públicos o privados, rectificar las informaciones


inexactas y velar por su confidencialidad por ser atingentes a su
vida privada.
El efectivo ejercicio del derecho a la información implica, para
todas las partes de una relación informativa, la posibilidad de
acceder de manera libre, veraz y oportuna a toda la información
requerida. En la perspectiva de la mejora de la calidad democrática,
la necesidad de fortalecer la participación ciudadana va de la mano
con la provisión de los elementos esenciales en que fundar
sólidamente sus juicios y opiniones sobre los asuntos públicos. En
este sentido, desde hace una década, en Chile hemos venido
trabajando para un cambio cultural en las autoridades y organismos
públicos que incremente la transparencia de la administración y
garantice el derecho fundamental de acceso a la información para
todos los ciudadanos.
En agosto de 2008 se promulgó la nueva Ley de Transparencia
de la Función Pública y de Acceso a Información de la
Administración del Estado, que desarrolla el artículo 8 de la
Constitución que establece la regla general de la publicidad por el
cual, salvo excepciones, “son públicos los actos y resoluciones de
los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los
procedimientos que se utilicen”. La nueva ley entiende el concepto
de información pública de manera amplia, a toda aquélla “elaborada
con presupuesto público y toda otra información que obre en poder
de los órganos de la Administración, cualquiera sea su formato,
soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento”.
En la norma se adopta el principio de transparencia activa, por lo
que los órganos de la Administración deben mantener a disposición
permanente del público determinados antecedentes actualizados. A
la vez, se establecen los procedimientos expeditos para que
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cualquier persona solicite acceso a toda información pública, y se


establecen las sanciones para una denegación injustificada.
Además, la ley crea el Consejo para la Transparencia, como un
órgano autónomo, especializado y con capacidad sancionatoria,
para fiscalizar el cumplimiento de la ley y promover el acceso a la
información pública.
Por último, no podemos desconocer que un efectivo ejercicio de
los derechos de expresión e información está íntimamente
relacionado, en la sociedad actual, con la existencia de una
pluralidad real de los medios de comunicación. Cuando los medios
han logrado una influencia decisiva para fijar la agenda pública, y
las prioridades se determinan muchas veces en base a la cobertura
mediática, la concentración de los medios en pocas manos puede
limitar sensiblemente la expresión plena de la diversidad de
opiniones de la sociedad. En Chile, donde existe una prohibición
constitucional expresa de un monopolio estatal de los medios, es
también necesario evitar que la concentración mediática, a través
del mercado, conduzca a un control monopólico u oligopólico
privado de la información y la opinión. Se trata, como sostiene la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la Declaración
de Principios sobre Libertad de Expresión de corregir situaciones
que “conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y
diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la
información de los ciudadanos”.

Muchas gracias.

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