Estimadas colegas Parlamentarias y Parlamentarios,
Los derechos a la libertad de expresión y al libre acceso de la
información son reconocidos por la comunidad internacional como derechos humanos fundamentales. A la vez, constituyen una sólida base para garantizar el desarrollo de sistemas democráticos de calidad, en que sea efectiva la participación de la ciudadanía y la rendición de cuentas por parte de las autoridades públicas. Es por ello que estos derechos fundamentales se hayan incorporados en los textos constitucionales de un gran número de naciones, y han sido ampliamente consagrados en declaraciones y convenciones internacionales. En Chile, la Constitución Política del Estado acoge expresamente la libertad de expresión en su artículo 19, número 12, asegurando “la libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa y por cualquier medio”. En términos semejantes a la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 19) y a la Convención Americana de los Derechos Humanos (art. 13), el reconocimiento de este derecho va acompañado de deberes y responsabilidades especiales. En consecuencia, su ejercicio debe asegurar el respeto a los derechos y la reputación de los demás, así como la protección de la seguridad nacional, el orden público y la salud o la moral públicas, todo lo cual puede requerir restricciones expresamente establecidas por la ley. 2
En particular, tanto la Convención Americana (art. 13, número
5) como el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (art. 20) consideran que toda propaganda a favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso constituyen un grave abuso de la libertad de expresión. Por ende, todo tipo de incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia contra distintas minorías, en tanto atentan contra la tolerancia de la diversidad y la convivencia democrática, debe ser prohibido por ley. Tal como afirma el jurista Alejandro Fuenmayor, en un informe para la UNESCO, el contenido del derecho a la información tiene “dos aspectos que se complementan entre sí: el primero es la libertad de informar, es decir, de difundir el mensaje informativo, comprendiendo tanto la difusión del mensaje como su contenido. El otro aspecto consiste en estar informado, es decir, recibir sin ningún impedimento los mensajes informativos”. Desde el primer punto de vista, como dice la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión adoptada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2000, “todo comunicador social tiene derecho a la reserva de sus fuentes de información, apuntes y archivos personales y profesionales”. Por su parte, desde el punto de vista del informado, tiene el derecho de recibir una información veraz, completa y libre de manipulaciones, y a no ser afectado en su reputación o privacidad por informaciones inexactas o agraviantes que se dirijan al público en general. En caso contrario, tanto la Constitución chilena como la Convención Americana han previsto el derecho de rectificación a ser ejercido a través del medio de comunicación en que esa información haya sido emitida. Asimismo, otra manifestación del derecho a la información se da en la facultad del interesado para acceder a los datos personales de que disponen distintos 3
organismos, públicos o privados, rectificar las informaciones
inexactas y velar por su confidencialidad por ser atingentes a su vida privada. El efectivo ejercicio del derecho a la información implica, para todas las partes de una relación informativa, la posibilidad de acceder de manera libre, veraz y oportuna a toda la información requerida. En la perspectiva de la mejora de la calidad democrática, la necesidad de fortalecer la participación ciudadana va de la mano con la provisión de los elementos esenciales en que fundar sólidamente sus juicios y opiniones sobre los asuntos públicos. En este sentido, desde hace una década, en Chile hemos venido trabajando para un cambio cultural en las autoridades y organismos públicos que incremente la transparencia de la administración y garantice el derecho fundamental de acceso a la información para todos los ciudadanos. En agosto de 2008 se promulgó la nueva Ley de Transparencia de la Función Pública y de Acceso a Información de la Administración del Estado, que desarrolla el artículo 8 de la Constitución que establece la regla general de la publicidad por el cual, salvo excepciones, “son públicos los actos y resoluciones de los órganos del Estado, así como sus fundamentos y los procedimientos que se utilicen”. La nueva ley entiende el concepto de información pública de manera amplia, a toda aquélla “elaborada con presupuesto público y toda otra información que obre en poder de los órganos de la Administración, cualquiera sea su formato, soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento”. En la norma se adopta el principio de transparencia activa, por lo que los órganos de la Administración deben mantener a disposición permanente del público determinados antecedentes actualizados. A la vez, se establecen los procedimientos expeditos para que 4
cualquier persona solicite acceso a toda información pública, y se
establecen las sanciones para una denegación injustificada. Además, la ley crea el Consejo para la Transparencia, como un órgano autónomo, especializado y con capacidad sancionatoria, para fiscalizar el cumplimiento de la ley y promover el acceso a la información pública. Por último, no podemos desconocer que un efectivo ejercicio de los derechos de expresión e información está íntimamente relacionado, en la sociedad actual, con la existencia de una pluralidad real de los medios de comunicación. Cuando los medios han logrado una influencia decisiva para fijar la agenda pública, y las prioridades se determinan muchas veces en base a la cobertura mediática, la concentración de los medios en pocas manos puede limitar sensiblemente la expresión plena de la diversidad de opiniones de la sociedad. En Chile, donde existe una prohibición constitucional expresa de un monopolio estatal de los medios, es también necesario evitar que la concentración mediática, a través del mercado, conduzca a un control monopólico u oligopólico privado de la información y la opinión. Se trata, como sostiene la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión de corregir situaciones que “conspiran contra la democracia al restringir la pluralidad y diversidad que asegura el pleno ejercicio del derecho a la información de los ciudadanos”.