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El Reino de Dios anunciado por Jesús

Para hablar del Reino de Dios, predicado por Jesús, es necesario contemplar el contexto en el que
es anunciado. Podría decirse que Israel se encontraba dentro de un gran contexto de pecado. Los
israelitas se encontraban desorientados de un camino de salvación. En este punto surgen dos
propuestas para reencaminar al pueblo hacia la cercanía con Dios. La primera solución es la que
brinda Juan Bautista. Según él, el bautizo es la forma de purificar el pecado. Además, este
implica una entrega total hacia un camino virtuoso de reivindicación. La segunda solución es
brindada por Jesús y es, precisamente, esto de lo que se habla más detalladamente a continuación.
¿Qué implica el Reino de Dios?

En primer lugar, el Reino de Dios debe ser de Dios. Esto implica que, a diferencia de lo que
señalan algunos estudiosos en el tema, el Reino de Dios requiere inevitablemente de la presencia
de Dios para poder ser. De hecho, el afirmar el reino como algo distante a Dios es un completo
error y muestra una malinterpretación de Jesús. Si bien Jesús generó un movimiento social
importante con el anuncio del reino, es imposible quitarle la categoría divina.

Así mismo, es necesario preguntarse a qué Dios hace referencia Jesús al momento de anunciar su
Reino. En el contexto de vivencia de Jesús se tenía conciencia de las creencias grecolatinas y de
las religiones orientales. De modo que bien podría confundirse el Dios del que habla Jesús con
aquel, o mejor dicho aquellos, Dioses griegos. O se podría pensar que hace referencia a las
diversas creencias orientales. Sin embargo, Jesús sólo habla del Dios del antiguo testamento.
Aquel Dios bondadoso, comprensivo, que todo lo perdono y que busca, incansablemente, el bien
máximo para los hombres.

Tras saber a qué Dios se refiere Jesús, es necesario pensar cuales son las características
fundamentales de este reino. Estas serían: la proximidad, la extensión y el papel que juega el
hombre sobre este Reino.

En tanto a la primera característica, resalta la siguiente pregunta: ¿qué tan cercano es el tiempo en
que llega el Reino de Dios? Ante esta pregunta se presentan dos alternativas: la primera se
destaca al afirmar que el Reino de Dios no está próximo sino que ocurre ahora mismo. Está
presente desarrollándose en este contexto. La segunda postura, afirma que es necesario esperar
para que el Reino de Dios se manifieste realmente. El Reino de Dios es una posibilidad futura por
la que es necesario esperar y algo a lo que se debe llegar mediante ciertos esfuerzos.

Detallando la primera de las posturas, es importante reconocer que existen ciertos pasajes
Bíblicos en los cuales se puede dar a entender que Jesús afirma que el Reino ya está presente.
Esto posiblemente se deba a la emoción que conlleva el hablar sobre la posibilidad de un Reino.
Pero, no por ciertas emociones al momento de su anuncio pierde el peso significativo que
conlleva en sí el acontecimiento de tener lo anunciado ahora. Otro rasgo importante de este
acontecimiento del mismo momento es anunciar que los violentos son los que atentan contra este
reino existente. Pese a que esto se pueda tomar de forma bastante literal, parece más un reproche
hacia lo que representan “los violentos” que no serían más que aquellos personaje cercanos al
contexto de Jesús que hayan atentado contra el anuncio de la buena nueva. Un ejemplo de esto es
quien mató a Juan Bautista.

Aunque la postura de tener el Reino de Dios entre nosotros es bastante alentadora, no resulta
menor la postura que sostiene la llegada del mismo. Tal interpretación también se sostiene en
ciertas afirmaciones realizadas por Jesús al momento de anunciar la buena nueva. En este caso,
quedaría bastante claro que Jesús propone ser pacientes ante la llegada del Reino. Sin embargo,
es importante notar que Cristo no se manifiesta por un futuro distante y lejano. De hecho, el
Reino que se espera a futuro es bastante cercano. No pasaría de la generación que comparte
contexto con Jesús. Pese a la paciente espera, según esta interpretación, Jesús observó que la
llegada se había tardado bastante y, en un acto de verdadero amor por la humanidad, decidió
entregarse para poder alentar la mano de actuación de Dios.

Realmente, es difícil decantarse por una de las dos posturas. Pero, se sugiere que lo mejor es
considerar igual de verdaderas a ambas. Es decir que ambas son verdaderas y como tal se
desarrollan simultáneamente. Es necesario vivir el Reino en el presente, con la virtud que implica
hacerlo. Esto a la espera del Reino a futuro.

Hablar de la extensión no implica hacer un detalle riguroso como se acaba de realizar al hablar de
la proximidad. La pregunta fundamental de este punto es: ¿Jesús hablaba de un contexto global al
momento de referirse al Reino o delimitaba este a un contexto israelí?
La respuesta, tal como se mencionó previamente, resulta bastante sencilla y los estudiosos de la
biblia se apoyan en pasajes de Jesús para poder responder. Al momento de plantear como salida
el Reino de Dios, Jesús pensaba en un renacer de Israel. De hecho, si se observa detalladamente
el origen, se llega a percibir que este movimiento comienza por el contexto israelí. En este
sentido, la extensión parece responderse sola. Pero, pese a las intenciones iniciales de Jesús es
inevitable pensar que la extensión real que tuvo la buena nueva es algo global.

En este sentido, hay que pasar a la última característica que es tratar con el papel del hombre
dentro del Reino. En inicio hay que considerar que este es un don de Dios. Es decir que
generosamente Dios nos entrega el Reino sin un requisito en específico alrededor de él. Pese a
esto, es importante detallar la necesidad de estar preparados para poder hacer un recibimiento del
Reino y en este sentido el papel del hombre es prepararse espiritualmente para poder recibir tal
obsequio. El hombre no construye pero se convierte en un habitante y por ende debe encontrase
totalmente preparado para tal encargo.

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