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La Primera Revolución industrial produjo el paso del taller artesano a la fábrica, donde
trabajan centenares o miles de trabajadores, quienes utilizan máquinas que se mueven con nuevas fuentes
de energía. Para que se diera esta transformación hacía falta mucho dinero, puesto que es necesario pagar
los locales, las materias primas, las máquinas, los salarios... Hace falta capital; de ahí que el nuevo
sistema de producción que surge en estos momentos pase a llamarse capitalismo, y los empresarios que
invierten su dinero se denominan capitalistas. El capitalista es el propietarios de la fábrica, de la
maquinaria y de la producción.
Las primeras empresas industriales se pusieron en marcha con el dinero ahorrado por una
persona o una familia en otros negocios. Pero las grandes empresas del siglo XIX (siderúrgicas,
ferrocarriles, navieras...) necesitaban tan grandes cantidades de capital para adquirir maquinaria que una
fortuna familiar no bastaba para ponerlas en marcha.
Para conseguir el capital necesario, los empresarios podían utilizar diversos sistemas:
- Asociarse con otros empresarios y repartir los beneficios.
- Solicitar un préstamo a los bancos, pagando intereses.
- Crear una sociedad anónima (S.A.): el capital de una S.A. está distribuido en pequeñas partes,
llamadas acciones, repartidas entre muchas personas, que reciben beneficios de la empresa
proporcionalmente al dinero que han invertido y por tanto al número de acciones que poseen.