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Estado y Sociedad
en la Colombia de hoy
XII Coloquio Colombiano de Sociología
Este libro puede ser reproducido en todo o en parte solo bajo autorización expresa de la Univer-
sidad del Valle – Facultad de Ciencias Sociales y Económicas.
El contenido de este libro expresa la opinión y el pensamiento del autor o autores del apartado
o artículo respectivo y no compromete el pensamiento institucional de la Universidad del Valle.
Cada autor responde por lo expresado en su apartado respectivo y por la información sensible
que manifieste en él en uso de su derecho de expresión.
Presentación 9
RECONFIGURACIONES POLÍTICAS
E INSTITUCIONALES DEL ESTADO COLOMBIANO, HOY
TRANSFORMACIONES SOCIOECONÓMICAS,
SOCIEDAD Y ESTADO
AUTORES 299
PRESENTACIÓN
Rainer Dombois2
Introducción
La “década perdida” de los ochenta condujo en América Latina el final de
la fase del ‘desarrollo hacia adentro’, bajo la égida del Estado desarrollista, y
la transición hacia una política neoliberal de mercantilización y de apertura,
orientada por los principios del “consenso de Washington”. Latinoamérica se
convirtió en un laboratorio de nuevas políticas laborales: con una reducción
masiva de puestos en el sector estatal, con el debilitamiento de los estándares
legales laborales y sociales, con la flexibilización y diferenciación legal y de
hecho en las relaciones salariales. Apenas en la última década se debilitaron
estas tendencias, con el estímulo de un crecimiento económico fuerte, pero
también con las crecientes dudas y críticas a las políticas neoliberales.
Estas modificaciones – en algunos países, abruptas y globales, en otros más
bien continuas y puntuales– se enfocaron en la industria, los servicios públi-
cos y privados modernos y con ello, en el mercado de trabajo formal.
A la sombra del mercado laboral formal, regulado por el derecho laboral y
social, y frecuentemente también por las convenciones colectivas, se expan-
dió y se consolidó un campo de empleo más allá del trabajo normalizado o
inclusive del sector asalariado, denominado “sector informal” o “empleo in-
formal”: por un lado, la mixtura de actividades ocupacionales independientes
de trabajadores de cuenta propia y de sus familiares no remunerados –campe-
sinos, artesanos, prestadores de servicios, microempresarios–; por otro, em-
pleos salariales precarios no protegidos por las normas legales –trabajadores
en microempresas, trabajadores rurales, jornaleros, empleadas domésticas,
etc.–.
Las modificaciones en el sistema de empleo, aunque también la transición
demográfica y con ella especialmente el rápido incremento del empleo feme-
nino, producen sus efectos en otro tipo de trabajo que, aunque a la sombra,
constituye el fundamento y el complemento del empleo: el trabajo reproduc-
tivo en el hogar y la familia, que se realiza como trabajo de cuidado (caring):
1 Traducción por Ricardo Lucio
2 Profesor del Instituto de Trabajo y Economía, Universidad de Bremen, Alemania.
18 XII Coloquio Colombiano de Sociología
pacidades de los individuos y las familias para hacerles frente a los riesgos
sociales claves:
I. Un ingreso que garantice la existencia, proveniente de un trabajo asala-
riado o por cuenta propia, e inclusive también de las rentas propias. En
las sociedades capitalistas el ingreso constituye el fundamento de la exis-
tencia, determina las oportunidades de conseguir bienes y servicios y es
un medidor importante de la pobreza. En el tinglado social el ingreso es
también una expresión y medida de la inequidad social.
II. La seguridad social que comprende medidas preventivas y prácticas que
deben proporcionar estabilidad o continuidad de sustento, aun en situa-
ciones o fases libres de empleo, o de desempleo, o de empleo insuficiente.
Se necesitan especialmente cuando las personas no pueden procurarse el
ingreso por sus propios medios; lo que ocurre en fases de la vida como
la niñez, la juventud y la vejez, el embarazo y la atención a los hijos, la
formación profesional, así como también en situaciones de riesgo como
desempleo, enfermedad, accidentes o invalidez.
III. La previsión y la asistencia social comprende finalmente las prestaciones
materiales básicas e interactivas, necesarias para el desarrollo y bienestar
de las personas, tales como alimentación, educación y formación, cuida-
do de los niños, asistencia en la vejez y la enfermedad.
La medición del bienestar está entonces en gran medida condicionada so-
cialmente, no solamente varía entre las sociedades, sino también entre los
grupos sociales, sean estos clases, estratos, grupos étnicos y géneros.
Especialmente tres instituciones se señalan como las fuentes más impor-
tantes de bienestar o “fuentes de la gestión de los riesgos sociales”5 (Powell/
Barrientos 2004,86) en las sociedades capitalistas: la familia, el mercado y el
Estado. Estas instituciones contribuyen al mix de bienestar.6
El mercado
En The Great Transformation Polanyi analiza el establecimiento del sis-
tema económico capitalista en la Inglaterra del siglo XIX, como un proceso
en el cual la economía se desprendió del contexto social y fue abandonada a
la autorregulación del mercado, y las formas sociales de vida se sometieron
a sus imperativos. En este proceso surge el empleo moderno, como trabajo
que, al decir de Kocka “sirve para la producción de bienes o la prestación de
servicios dedicados al intercambio en el mercado” (Kocka 2000: 481)8. Como
7 Para la diferenciación de las “relaciones de cuidado” ver Zelizer 2011, 269ss.; 290s.; para la interna-
cionalización del mercado de trabajo de cuidado Knobloch 2013; Senghaas-Knobloch 2013.
8 Ver también Gorz, quien diferencia al “trabajo en el sentido económico moderno” como actividad
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“que es ejecutada con el propósito de su intercambio en forma de mercancía y con ello necesariamente
está supeditado al cálculo matemático” (Gorz, 1989:195), de las actividades sin objetivo remunerativo, el
“trabajo propiamente para sí”, como la “producción de valores de uso en la que al mismo tiempo somos los
fabricantes y los únicos consumidores” (Ibíd, 218).
9 With no recourse to property, and no state to which human needs can be directed, the market becomes
to the torcer a prion mitin which ir es imperativa to Beaver as a comodita in arder to sur vive (en inglés en
el original, N.del T.).
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esferas vitales. Se estableció una división sexual del trabajo en la cual las mu-
jeres se volvieron “prioritariamente y en el sentido más amplio responsables
por el trabajo general en el hogar y en la familia” y los hombres se apropiaron
del trabajo remunerado, con lo cual asumieron el papel de los proveedores de
la familia (Hausen 2000: 352), una división del trabajo que viene acompañada
con una jerarquía en los géneros: el trabajo remunerado se equipara cada vez
más al trabajo a secas, mientras que el trabajo no remunerado, especialmen-
te el asumido en casa por las mujeres, pierde su valor y pierde visibilidad,
“deja de llamarse trabajo” (Kocka 2000: 480). Sin embargo, en el proceso
del desarrollo económico y político dos tendencias mutuamente relacionadas
contribuyen a la erosión de esta división tan estricta del trabajo: la creciente
participación de la mujer en el empleo que, aunque no la libera totalmente de
la carga principal del trabajo familiar, sí plantea un conflicto en las relaciones
entre el empleo y el cuidado, por un lado y, por el otro, la conversión parcial
del trabajo de cuidado y asistencia no remunerado en prestación de servicios
personales o sociales, sean comerciales o estatales (cfr. Zelizer, 2013).
III. Finalmente, las instituciones públicas asumen cada vez más funciones de
bienestar como servicios sociales, con lo que se descarga a las familias de
las tareas de cuidado. No solamente el sistema oficial de educación –des-
de el preescolar hasta la universidad– ha sido ampliado y abierto a grupos
cada vez más amplios de población. También se han establecido sistemas
de asistencia pública en salud. Finalmente, las instituciones públicas asu-
men tareas de cuidado, tal como guarderías y jardines infantiles para los
niños, y hogares para los ancianos.
IV. El Estado como empleador se convierte él mismo en un actor importante
en el mercado laboral; logra, por medio de la ampliación de las prestacio-
nes sociales, especialmente en los sistemas educativo y de salud, un mer-
cado laboral importante también para las mujeres; e influye en el sistema
ocupacional global, ante todo por medio de su demanda y de sus condi-
ciones contractuales, así como de sus políticas laborales activas y pasivas.
Con frecuencia las empresas fueron pioneras en la asunción de funciones
de bienestar que el Estado posteriormente generalizó o las hizo accesibles a
grupos más grandes de población, bien sea a raíz de la movilización política
en el conflicto de clases, bien como corolario de las estrategias estatales de
modernización. De esta manera, se ligaron en el ordenamiento paternalista de
las tempranas empresas industriales las obligaciones de los empleados al so-
metimiento, la lealtad y la disposición al trabajo productivo, con las obligacio-
nes de asistencia de los empresarios, las que podían incluir el empleo a largo
plazo, la protección frente a la enfermedad y a la vejez, inclusive la oferta de
viviendas y escuelas; aunque estas acciones de asistencia beneficiaron única-
mente al círculo de los empleados y de sus familias. Todavía hoy encontramos
una diversidad de prestaciones sociales ofrecidas voluntariamente por parte
de las empresas, que van más allá de las obligaciones legales, que han sido
negociadas con los empleados de manera individual o colectiva, tales como
pensiones empresariales, el apoyo empresarial directo en salud y vivienda, las
bonificaciones e indemnizaciones, becas etc. (cfr. Rein 1982). Estos recursos
están ligados al estatus de los empleados, presentes o futuros, y se diferencian
por tanto de salvaguardias comerciales o públicas. En muchos países los sis-
temas empresariales de asistencia social no han perdido el papel crucial que
habían tenido en las fases iniciales del desarrollo capitalista de las sociedades
industriales europeas; se han mantenido, no solamente en países del sur, sino
también en países del norte global como Estados Unidos y Japón, las colum-
nas de una seguridad social limitada a grupos específicos (Dombois, 1995).
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 27
Bienestar social
Estado Mercado
Para sintetizar, el bienestar puede alimentarse de todas las tres fuentes ins-
titucionales –mercado, familia, Estado– de las cuales cada una tiene sus con-
diciones específicas de acceso y patrones de redistribución. Sus aportes son
interdependientes: las modificaciones en las prestaciones de una institución
afectan las exigencias que se plantean a las otras. Los mixes de bienestar y los
regímenes de bienestar de las sociedades se modifican con las prestaciones de
las instituciones más importantes: los trabajos de cuidado pueden transferirse
parcialmente de la familia al mercado o a las instituciones públicas, transmu-
tarse en la prestación de servicios personales o sociales, que se pueden orga-
nizar como trabajo remunerado. En sentido contrario, las funciones estatales
de bienestar pueden ampliarse o restringirse o “privatizarse”, es decir, comer-
cializarse. Las modificaciones en el mercado se expresan en oportunidades de
empleo y de ingreso; las modificaciones demográficas influyen en las estruc-
turas de los hogares y las familias y en la disponibilidad de sus miembros para
asumir tareas de cuidado y seguridad.
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sión del trabajo entre los géneros (Pfau-Effinger 2000; Arts/Gelissen 2002;
Gough 2004; Wehr 2009; Zelizer 2013.).
El trabajo doméstico constituye una fuente de bienestar clave, aunque muy
“invisible” en todos los regímenes, y la división sexual específica del trabajo
es igualmente una fuente propia de inequidad social. Depende de las políticas
estatales de bienestar si, y en qué medida, las familias –lo que por regla ge-
neral quiere decir las mujeres– se liberan de las funciones de seguridad social
y cuidado, bien sea por medio de los servicios públicos de formación y asis-
tencia, bien sea por medio de transferencias. Como una dimensión adicional
para diferenciar los regímenes de bienestar, por lo tanto, se ha introducido
el concepto de la desfamiliarización: “la medida en que el bienestar de un
individuo es independiente de los lazos familiares, como contrapartida de la
desmercantilización e independencia del mercado”14 (Gough 2004, ver tam-
bién Esping-Andersen 1999; Sojo, 2007). Los diferentes regímenes descargan
de muy diversas maneras a las familias de las tareas corrientes, por medio de
transferencias y asistencia pública. Fomentan también de diferentes maneras
la división específica sexual del trabajo, como también la incorporación de
la mujer al empleo remunerado (Pfau-Effinger, 2000): el “régimen” conser-
vador tradicionalmente ha fomentado la división tradicional del trabajo entre
el hombre proveedor y la mujer ama de casa o como proveedora adicional; la
seguridad social de la mujer es indirecta, depende del empleo y del estatus del
hombre. Por el contrario, el régimen social demócrata prefirió, con su seguri-
dad social generosa, desacoplada del estatus ocupacional (en parte gracias al
cuidado oficial de niños y ancianos), el modelo dual de proveedores/trabaja-
dores adultos, o sea la vinculación laboral también de la mujer. En el régimen
liberal, finalmente, se determinan las oportunidades de descargar a las fami-
lias así como el estímulo del empleo femenino por medio de su posición en el
mercado laboral y la oferta de servicios privados.
15 Solamente en tres de quince países las políticas sociales tuvieron un carácter progresivo, es decir,
redistributivo. En las estadísticas latinoamericanas el quintil poblacional más rico se aprovecha más del
gasto social público (especialmente los complementos pensionales y los subsidios a la educación) que el
quintil más pobre (Cepal 2008, 31).
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países, con todas sus diferencias, mantiene un nivel muy bajo, la calidad de
los servicios sociales es modesta y el acceso socialmente selectivo. Con ello
se configura un caldo de cultivo para la oferta diferenciada de servicios co-
merciales –instituciones educativas privadas, clínicas privadas, compañías de
seguros–.
16 Para el desarrollo del concepto por la OIT cfr. Tokman 2007, 23s.; OIT 2011, 65; OIT 2013 b, 15ss.
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Tabla 1
América Latina: datos sobre ocupación y seguridad social
(Participación de los trabajadores totales en % – 2010-2012)
Trabajadores asalariados 63
- de ellos, con contrato laboral formal 37
- de ellos, sin contrato laboral formal 26
Trabajadores por cuenta propia 32
Empresarios 5
Trabajadores en el sector informal* 44
Trabajadores informales** 48
Trabajadores sin seguridad social 28
* Trabajadores en empresas de escasa productividad; por cuenta propia; microempresas; trabajo
doméstico.
** Trabajadores del sector formal o informal, sin acceso legal o de hecho a la protección y seguridad
social
*** Salud o pensión; trabajadores urbanos (2010)
Fuentes: Cepal, Panorama Social 2012 y 2013, Cepal 2012b; OIT: Panorama Laboral 2011 y 2013
17 Especialmente el concepto de “sector informal” ha sufrido fuertes críticas, ante todo en lo que se
refiere a la aceptación subyacente de una estructura dualista del sistema ocupacional, así como a la homoge-
neidad y la marginalidad de las ocupaciones informales (Portes 1994; Dombois 1995; Pries 1996 und 1997).
18 Para aclarar el incumplimiento de las normas legales obligatorias, de tipo laboral, en Latinoamérica,
ver Marshall 2007.
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Los hogares que perciben sus ingresos de empleos formales pueden re-
clamar transferencias de la seguridad social en determinadas situaciones de
riesgo –especialmente enfermedad, vejez, embarazo–. De sus ingresos y patri-
monio depende el que puedan utilizar servicios privados: contratar empleadas
domésticas, acceder a preescolares o colegios privados, bien sea para liberar
a las mujeres de tareas de cuidado y ampliarles sus márgenes de juego para el
trabajo remunerado, bien sea para proporcionarles a los hijos mejores oportu-
nidades sociales.
Pero cuando el empleo informal es la fuente de ingresos más importante de
la familia, el monto del ingreso se convierte en una magnitud determinante para
manejar los riesgos. Los trabajadores informales con buenas posibilidades eco-
nómicas pueden compensar con sus propios medios y negociar en el mercado
lo que necesitan para su seguridad social o inclusive, para un nivel adecuado de
protección. Pero para grandes grupos poblacionales –independientemente de si
trabajan como asalariados o independientes– estas condiciones dejan de tener
validez. Para los trabajadores pobres, ocasionales, desempleados o subemplea-
dos, se vuelve mucho más importante el papel de las familias y las redes socia-
les, para enfrentar los ciclos económicos y otros factores externos no influencia-
bles, en los que predominan los empleos precarios y los individuos disponen de
escasos amortiguadores financieros para las situaciones de emergencia, donde
la seguridad social propia del mercado laboral formal no es accesible, ni legal-
mente ni de facto, y se carece de los medios para acceder a formas comerciales
de seguridad y de asistencia. Las economías comunitarias, las transferencias y
el cuidado en el contexto familiar constituyen para los trabajadores pobres y
precarios –sean estos independientes o asalariados–, tanto en la ciudad como en
el campo, los recursos más importantes, confiables y flexibles, aunque frecuen-
temente no suficientes para manejar sus riesgos (Moser, 1998).
Barrientos (2004:121ss) ve, en medio de todas las diferencias entre los paí-
ses de la región, suficientes coincidencias como para desarrollar un solo tipo
ideal del régimen tradicional latinoamericano de bienestar que, a raíz de la
terminación del modelo de desarrollo prevaleciente de la industrialización con
sustitución de importaciones, de los ajustes estructurales y de la desregulación
de los últimos decenios, se transforma en un nuevo modelo.
El régimen tradicional conservador informal incluye:
I. Un rol predominante de los hogares y familias como fuente de seguridad
social frente a los riesgos y también como fuente de asistencia y cuida-
do sociales. Se aplica especialmente a grupos de población pobre de la
economía informal, excluidos de la asistencia y de la protección legal del
empleo, que no pueden permitirse el acceso a los servicios y la seguridad
social comerciales.
II. Los trabajadores asalariados con contratos formales de trabajo pueden
beneficiarse de la seguridad social estratificada según su estatus ocupa-
cional y la pertenencia a grupos ocupacionales, especiales y financiados
con contribuciones, así como de la protección estandarizada legal del tra-
bajo. Un sistema rudimentario universal de educación y salud públicas,
complementadas con sistemas de asistencia y seguridad comerciales para
los más pudientes (Barrientos, 2004: 133ss.).
Barrientos detecta una transformación profunda de este régimen de bienes-
tar, a welfare regime shift, a partir de los años ochenta. La economía informal
se ha ido ampliando y con ella el círculo de personas que, como trabajadores
por cuenta propia, o de microempresas, o jornaleros, han sido excluidos de
la seguridad social formal. Al mismo tiempo el Estado ha reducido su papel
en el mix de bienestar en beneficio del mercado y de las formas comerciales
de seguridad y asistencia. La seguridad social ha cedido cobertura a favor
de la privatización y contracción del sector formal; las reformas al derecho
laboral no solamente han reducido la seguridad de los trabajadores, sino que
han incorporado una paleta de formas de vinculación laboral “atípica” con
protección social reducida (cfr. también Bensusán 2006; Cook 2007; Goldin,
2007). El régimen tradicional de bienestar ha sido reemplazado por tanto, se-
gún Barrientos, por uno nuevo: el régimen liberal informal, en el cual han
ganado peso las asistencias y los cuidados privados –desde el hogar como
del mercado– en detrimento de las prestaciones sociales estatales de bienestar
(Barrientos, 2004: 154).
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Tabla 2
Países latinoamericanos: desarrollo económico, gasto social y sistemas
de empleo (Ocupación Nacional o estatal 2011/2012)
chi uru arg crica méx bra col ecu bol
BIP/cap en US $* 9453 7498 6853 5725 8427 5639 4251 3541 1284
Índice de desarrollo humano 0,82 0,79 0,81 0,77 0,77 0,73 0,72 0,72 0,67
Distribución del ingreso Gini n.d. 0,379 0,475 0,504 0,402 0,567 0,536 0,468 0,472
Trabajadores asalariados** 77 73 77 76 68 69 46 54 37
Independientes./trab.famil.** 21 23 21 20 22 28 48 43 58
Sector informal*** 27 35 38 36 46 37 59 54 60
Conclusiones
Las tipologías de los regímenes de bienestar en América Latina presenta-
das ayudan a descifrar la interacción de las tres instituciones –mercado, Esta-
do y familia– en la producción de bienestar en unas sociedades caracterizadas
por una gran inequidad socioeconómica y pobreza, por sistemas de empleo
heterogéneos, de seguridad social fragmentados y de asistencia social pública
deficitarios, así como por una gran inequidad en los riesgos y los recursos
de las familias. Las tipologías determinan y comparan formas, niveles, como
también la selectividad social de la desmercantilización y de la desfamiliari-
zación, tal como se presentan en los sistemas de seguridad y asistencia social,
con sus efectos en el sistema laboral y en la familia. En lo que concierne al
mercado, hacen visible la considerable inequidad y la segmentación del sis-
tema laboral, que se relacionan con oportunidades muy dispares en el manejo
de los riesgos del mercado y las carencias de la asistencia pública; finalmente,
destacan también las exigencias a las familias y los recursos y aptitudes tan
inequitativos para manejar los riesgos.
¿Qué nos aporta la investigación presentada aquí sobre la investigación
latinoamericana de los regímenes de bienestar para un análisis de la estructu-
ración institucional del trabajo?
Ya el tipo tan simple de un solo régimen de bienestar latinoamericano,
como lo propone Barrientos, muestra la medida tan alta en que el trabajo
–tanto el remunerado como el trabajo de cuidado– ha sido marcado, no solo
económicamente, sino también por medio de las instituciones sociales, el Es-
tado y la familia. Las tipologías de Filgueira y Martínez Franzoni muestran la
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enorme heterogeneidad en la región: los países del Cono Sur (Argentina, Chile
y Uruguay) y Costa Rica como un polo, la mayoría los países centroamerica-
nos como el polo opuesto.
Las tipologías, en primer lugar, llaman la atención sobre el significado
de las instituciones y políticas del Estado de bienestar para el trabajo remu-
nerado. Los Estados latinoamericanos pueden ser algo así como “Estados de
bienestar truncos” (truncated welfare states) (Saavedra/Tomassi 2007: 299);
las instituciones de seguridad y servicios sociales son comparativamente rudi-
mentarias, incompletas y socialmente selectivas. Sin embargo, las tipologías
muestran que, con sus instituciones y políticas específicas de Estado de bien-
estar, ejercen un influjo considerable en la estructuración del empleo y en la
inequidad como sistema ocupacional. Para comenzar, la “mercantilización”
de la fuerza de trabajo se configuró y estructuró en gran medida políticamen-
te. Las diferencias en la estructura del mismo empleo –como la relación entre
trabajo asalariado formal y el empleo informal– se explican no solo por el
desarrollo económico. Tienen en gran medida connotaciones políticas, están
marcadas por las políticas laborales y sociales, del derecho laboral y social y
por los márgenes de su implementación.
A la fragmentación del sistema de empleo contribuye la protección ex-
cluyente de los derechos laborales y sociales, reservada a las relaciones de
empleo asalariado formales, así como también el sistema imperante en Latino-
américa de la seguridad social estratificada. Eso beneficia a los insiders, sobre
todo a los trabajadores que se mantienen ininterrumpidamente en el mercado
de trabajo formal y a sus familias (y estimula en este caso la conservación de
la división familiar del trabajo y la dependencia de las mujeres) y discrimina
a los outsiders, los trabajadores con trayectorias laborales cortas o interrumpi-
das –como ocurre con mujeres, jóvenes, etc.
Excluidos están no solo los independientes, sino en la práctica también los
asalariados sin contratos formales de trabajo, que no pueden contar, o lo hacen
parcialmente, con las prestaciones y garantías de protección consagradas en el
derecho laboral y social.
En todo ello aparecen grandes diferencias entre los países, tanto en el gra-
do de mercantilización, como en el de desmercantilización. Ellas no reflejan
simplemente las diferencias en los niveles de desarrollo económico, sino que
se explican a partir de las configuraciones político-institucionales diferentes
conformadas históricamente.21
21 Filgueira destaca el impacto de las formas de dominación de las élites sobre los regímenes de
bienestar. Para otras explicaciones de los diferentes caminos que ha tomado la política social en los países
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les se dan mixes de bienestar diferentes aun dentro de los países latinoameri-
canos. Los diferentes mixes de bienestar tienen con todo, pesos específicos di-
ferentes, no solamente en la región, sino también dentro de los países mismos.
Los tipos de regímenes a los cuales se adscriben los países de manera
completa no conciben adecuadamente tal coexistencia de diferentes mixes de
bienestar dentro de los países. En este contexto es indicada la reflexión de
Powell/Barrientos, de que “...conceptualmente, el mix de bienestar es la base
sobre la que se construye el régimen de bienestar.”22 (Powell/Barrientos 2004,
85). Parece útil dirigir el enfoque de la investigación desde los regímenes a los
diferentes mixes de bienestar coexistentes dentro de los países –por ejemplo el
nexo de formas de hogar y de familia con estrategias de empleo y de trabajo y
formas de seguridad y asistencia social–. Un cambio semejante de perspectiva
insinúa no enfocar principalmente a las instituciones de la producción de bien-
estar, sino más bien a las familias o grupos sociales, que disponen de diferen-
tes recursos económicos e institucionales, así como a sus estrategias, con las
cuales buscan manejar las deficiencias y los riesgos sociales.23 Las funciones
de bienestar de las instituciones se presentan por tanto como aquellos recur-
sos distribuidos socialmente de manera desigual en cada caso, de los cuales
pueden servirse los individuos o las familias. La comparación de los mixes de
bienestar de grupos sociales dentro de los países podría ligarse a la compara-
ción internacional entre los países. Aunque siempre es posible que mixes de
bienestar de determinados grupos sociales de diferentes países muestren más
similitudes que entre grupos al interior de un mismo país.
sus relaciones con las políticas estatales sociales, sino también prestar mucha
atención a sus roles específicos y diferenciados en la producción de bienestar
–como si fueran variables independientes–.
Mercado
La diferencia entre empleo formal e informal, aunque tiene sentido para
determinar el alcance y los efectos de exclusión de las políticas públicas, da
cuenta sin embargo muy insuficiente de las formas y alcances de “la política
social anónima de la maquinaria del mercado”: los recursos del sistema ocu-
pacional, con los cuales se pueden superar los riesgos con medios propios. En
el campo mismo del empleo formal se presentan grandes diferencias en los
ingresos y en la seguridad social, por ejemplo entre académicos y operarios o
también entre relaciones laborales sujetas a convenciones colectivas y otras
no cubiertas por la negociación colectiva. Aún más grande es la heterogenei-
dad por fuera del mercado laboral formal, no solo en lo que atañe a las formas
ocupacionales, sino también en sus márgenes de juego, para dominar o com-
pensar las situaciones de riesgo24.
América Latina muestra en conjunto una inequidad extrema de la distri-
bución del ingreso y todavía el nivel de la pobreza es alto (cfr. Cepal, 2013a;
Segura-Ubiergo, 2007). El sistema de empleo genera niveles muy desiguales
de estándares de vida y, con ello, oportunidades muy dispares de acceder a se-
guridad y asistencia sociales por cuenta propia, con pagos del propio bolsillo
(Uthoff 2007). A una parte de los trabajadores sus ingresos les permites llevar
un tren de vida “conforme a su posición”, asegurar a su familia por medio de
ahorros, compra o membrecía de las aseguradoras sociales, enviar a los hijos a
jardines infantiles, colegios y universidades privados, como también a descar-
gar a las mujeres del trabajo de cuidado, gracias a la contratación de trabaja-
doras domésticas o entidades comerciales que presten cuidados, y abrirles con
ello espacio para su vinculación al mercado laboral. En cambio, una porción
amplia de la población –en algunos países la más grande– vive en la pobreza
y por ello en inseguridad permanente y necesita en gran medida la solidaridad
de su familia y sus redes sociales. En un análisis empírico de los mixes de
bienestar es por tanto necesaria la diferenciación “del mercado”, para captar
y comparar los niveles altamente inequitativos de estándares de vida y de las
capacidades de manejar los riesgos sociales.
24 Cfr. a este respecto los datos sobre el ingreso en Cepal 2013a y sobre la seguridad social Oit 2013a.
48 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Familias y hogares
Los trabajos de Barrientos (2004) y de Martínez Franzoni (2005) indican
las grandes diferencias dentro de las sociedades en los roles de las familias en
la producción de bienestar y destacan un campo de investigación para indaga-
ciones ulteriores diferenciadas.
Los riesgos del bienestar y la clase y cobertura de los cargos que las fami-
lias deben asumir, no se presentan simplemente por la carencia de recursos
disponibles suministrados por el mercado y el Estado. Están también relacio-
nados en alta medida con las estructuras mismas de las familias y los hogares:
el tamaño y composición de los hogares, la división del trabajo entre sexos
y entre generaciones son también condiciones importantes para que puedan
combinarse el empleo con el cuidado, y así puedan superarse las situaciones
de riesgo y de emergencia.
Como consecuencia de la transición demográfica en los últimos decenios
se modificaron profundamente las estructuras de las familias. La participa-
ción laboral de las mujeres se incrementó en conjunto notablemente; al mismo
tiempo, el tamaño promedio de los hogares disminuyó, no sólo a raíz de la
baja en la fertilidad, sino también del cambio en las formas de vida; por otro
lado, con la expectativa de vida se incrementó también el número de miem-
bros mayores de la familia que hay que cuidar. Con todo ello se modifica-
ron también los roles de las familias en la producción de bienestar (Cecchini/
Uthoff, 2008).
El sistema contributivo de seguridad social estratificada imperante en
Latinoamérica ha incidido, siguiendo el modelo europeo continental, en los
trabajadores empleados en el sector formal, como también en las familias.
Ha fomentado, como en los regímenes conservadores de bienestar de Europa
continental, la división tradicional por sexos de la familia nuclear. Con ello,
como lo menciona Sunkel, las mujeres se transforman “en dependientes y
subordinadas de sus maridos, accediendo a la seguridad social de manera
indirecta.” (Sunkel 2007, 176; ver también Marco 2004)25. Este modelo ha
contribuido entonces a la baja participación de la mujer en el empleo, allí don-
de el empleo formal ha contado con la mayor difusión (Tokman, 2007; Uthoff,
2007: 302ss.); mientras tanto, con el empleo informal se incorpora también
una participación alta de la mujer en el trabajo remunerado26.
Referencias Bibliográficas
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políticas, in: Arriagada, Irma (Coord.): Familias y políticas públicas en América
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RECONFIGURACIONES POLÍTICAS
E INSTITUCIONALES DEL ESTADO COLOMBIANO, HOY
DE LA GEOGRAFÍA DE LA VIOLENCIA A LA CONFIGURACIÓN
DEL ESTADO: APROXIMACIONES DESDE
EL CASO COLOMBIANO
dán, Irak, Somalia, Sierra Leona, Chad, Yemen, Liberia, Haití, Afganistán,
Ruanda y Corea del Norte. Según los análisis de esta revista, las mayores
preocupaciones de los líderes mundiales no provenían, en los años recientes,
de las amenazas de guerra entre los Estados poderosos sino de los problemas
de falta de poder de los débiles, que podría ocasionar actos de terrorismo
internacional, asociados a ias amenazas de los barones de la droga y de los se-
ñores regionales de la guerra. Pero, para consuelo nuestro, ya en el año 2006,
Colombia ya había descendido al puesto 27 de riesgo y para el 2010, estaba
ya en el puesto 46. Obviamente, esto significa que la recuperación del control
militar del territorio bajo los dos períodos presidenciales del presidente Uribe
Vélez se ha visto reflejada en la mejoría de la posición de Colombia.
En esos mismos años, Robert Rotberg, en el libro que editó sobre los Es-
tados débiles, colapsados y fallidos (2003), colocaba a Colombia en el grupo
de Estados que se estaba deslizando hacia abajo, pasando de la debilidad al
fracaso: en ese entonces, el Estado colombiano solo controlaba dos terceras
partes de su territorio mientas que tres ejércitos privados ejercían poder sobre
amplias zonas del territorio; además, Colombia tenía el segundo lugar mun-
dial en la tasa de asesinatos per capita y sus políticos y hombres de negocios
tenían que usar chalecos antibalas y andar protegidos por guardaespaldas fuer-
temente armados. Para él, el fracaso de las Naciones-Estado está relacionado
principalmente con la violencia interna, que trae consigo la pérdida de la le-
gitimidad de los gobiernos, puesto que la función más importante del Estado
es proporcionar el bien política de la seguridad por medio de la prevención de
invasiones externas y de alguna pérdida territorial, la eliminación de amena-
zas domésticas, la prevención del crimen y la capacitación de los ciudadanos
para resolver sus tensiones sin recurrir a la coerción física.
Por eso, entre los diferentes criterios que usa para clasificar a los Estados
como fuertes, débiles o fallidos, este autor presta mayor atención a la duración
de la violencia interna contra el régimen existente que a su intensidad, como
en los casos de Angola, Burundi y Sudán. Por ello, cuantifica las fallas estata-
les según sea la cantidad de territorio eficazmente controlado por las fuerzas
estatales, sobre todo por las noches, ya que en muchos casos el control del Es-
tado se limita a la capital y algunas zonas específicas. Otros indicadores serían
el aumento de la violencia criminal, la debilidad de las instituciones estatales
(poderes legislativo y judicial enteramente subordinados al poder ejecutivo,
burocracia no profesional, ejército muy politizado), el deterioro o destrucción
de la infraestructura física, la privatización de los sistemas de educación y
salud y la corrupción generalizada.
70 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Pero, tal vez los comentarios más importantes de Gutiérrez son los que
señalan las diferencias entre grupos guerrilleros y paramilitares, aunque todos
hayan penetrado al Estado de alguna manera. La guerrilla se veía inhabilitada
para cumplir una de las funciones básicas para la construcción de un dominio
territorial porque la condición esencial de su supervivencia es su capacidad
d sacrificar territorio para salvar territorios, lo que hace que los territorios en
disputa vivan en perpetuo cambio. En cambio, la relación de los paramilitares
con las elites locales es más fácil, ya que su razón de ser es la defensa de la
propiedad rural contra la guerrilla, la protesta social y la regulación del Estado.
Además, cree que la consideración del carácter contrainsurgente de los
paramilitares y el revolucionario social de las guerrillas como mitos políticos
distantes de la realidad no encuentra sustento en la información aportado, que
muestra como los paramilitares, a pesar de su ineficiencia en los combates,
fueron expulsando a la guerrilla hacia zonas periféricas y oprimiendo a la opo-
sición legal, gracias a la coordinación, explícita o implícita, con las agencias
estatales de seguridad. Así que, lejos de haber abandonado su posición anti
insurgente, su control interno terminó promoviendo un cierre político, que
identificaba posiciones críticas con posiciones pro guerrilleras, Esa concen-
tración en el control interno explica la aparente contradicción entre la pobreza
organizacional de los paramilitares y sus logros en la expulsión de la guerri-
lla; además, favorece las extorsiones, el control de los negocios ilegales y el
apoyo político a los gobiernos locales. Otra de las anotaciones importantes de
Gutiérrez se refiere a la relación de la inserción pública de los ilegales con la
crisis del bipartidismo, que, según él, abrió los espacios que hicieron posible
que los paramilitares pasaran del espacio regional, donde se hallaban circun-
scritos durante el dominio de los baronatos liberales, al ámbito nacional de la
política.
En resumen, después de comparar la presentación de Claudia López y los
comentarios de Francisco Gutiérrez, se puede concluir que la información re-
cogida por los autores evidencia, sin lugar a dudas, la magnitud de la inserción
de los actores ilegales en la vida pública. Sin embargo, no parece evidente la
interpretación de esa inserción como captura o configuración cooptada del Es-
tado pues los congresistas elegidos con los apoyos de los para narcotraficantes
no funcionaron nunca como bancada unificada, entre otras cosas, porque el
paramilitarismo nunca fue un proyecto político cohesionado sino la confede-
ración de grupos diversos. Esos congresistas entraron a hacer parte importante
de la coalición del gobierno de Uribe, que negoció con ellos con el estilo tradi-
78 XII Coloquio Colombiano de Sociología
niveles locales y regionales de poder con el nivel central. Esta crisis de repre-
sentación se ha venido evidenciando, en el mediano plazo, en el aumento de
la movilización social por fuera de los partidos y por la desarticulación de los
niveles de poder producida por los intentos de modernización estatal, desde
las reformas del Frente Nacional hasta las propuestas de paz de Betancur y
Pastrana. Más recientemente, en el gobierno anterior del presidente Uribe, la
tendencia al fortalecimiento del ejecutivo, identificado con la persona del ac-
tual presidente, presentó un nuevo modelo de articulación con la llamada clase
política tradicional que reúne los poderes locales y regionales.
En realidad, ese deterioro gradual del modelo bipartidista de funcionamien-
to estatal había comenzado mucho tiempo antes: la crisis es preludiada por el
surgimiento de grupos disidentes de los partidos asociados a los problemas
agrarios y obreros de los veinte, el aumento de la capacidad del Estado en esos
años y los intentos modernizantes de la República liberal de los treinta, que
producen una mayor estatalización de la política y una mayor capacidad del
Estado central para intervenir en la vida política y económica de las regiones.
Esto modifica el tipo de relación clientelista entre los políticos del centro y los
gamonales regionales y locales, cuya resistencia a los intentos modernizantes
y el surgimiento del populismo gaitanista reflejaron la heterogeneidad interna
del sistema bipartidista, caracterizado por los enfrentamientos entre facciones.
Esas contradicciones internas del modelo se hacen evidentes en los esfuer-
zos fallidos de los gobernantes por “modernizar” las sociedades consideradas
“atrasadas” y hacer más eficaz el funcionamiento del Estado, que se vieron
siempre neutralizados por los poderes locales y regionales previamente exis-
tentes. Así, el intento liberal de modernización política y social, liderado por
Alfonso López Pumarejo, de carácter más secular y pluralista, produjo un am-
biente de polarización social y política, que preparó el contexto de la llamada
Violencia de los años cincuenta. Sin embargo, ni el intento de modernización
liberal ni esos episodios violentos significaron una ruptura del modelo bipar-
tidista de intermediación política, aunque mostró algunos quiebres en el papel
articulador que jugaban los partidos entre los niveles local, regional y nacional
de la vida política: los hechos violentos mostraban diferentes características
según las particularidades de las regiones y su grado de integración a la vida
nacional. La naturaleza local de muchos hechos violentos reflejaba no solo el
predominio de las estructuras locales de poder sobre las nacionales sino tam-
bién la fragmentación interna que subyacía a las redes bipartidistas de poder:
las guerrillas locales, en espacial las liberales, representaban cierta distancia
94 XII Coloquio Colombiano de Sociología
6 Cfr., Fernán E. González “Presentación” al libro de Mauricio Archila, 2003, Idas y venidas, vueltas y
revueltas. Protestas sociales en Colombia, 1958-1900, ICANH y CINEP, Bogotá, pp.16.18.
96 XII Coloquio Colombiano de Sociología
miembros del Partido Comunista y de las propias FARC frente a la lucha ar-
mada, que trataron de disfrazarse bajo la formulación de la “combinación de
todas las formas de lucha”, que era una tácita invitación q que los grupos de la
derecha hicieran lo mismo.
En respuesta a los avances de la insurgencia, los grupos paramilitares tra-
taron de confederarse en las AUC, Autodefensas Unidas de Colombia, bajo el
liderazgo de Fidel y Carlos Castaño, pero que nunca lograron ir más allá de
constituir una organización sombrilla que ocultaba la diversidad de intereses
y grupos a lo largo del territorio nacional. Sin embargo, el control logrado por
esas diversas fuerzas llegó a cubrir buena parte del territorio rural de la Costa
Caribe, el Magdalena Medio e importantes partes de Arauca, Casanare, Meta
y Catatumbo.
Estas diferencias internas de los grupos paramilitares y la diversidad de
sus relaciones con los poderes locales y regionales de sus zonas de dominio
se hicieron manifiestas en los procesos de desmovilización y desarme de los
grupos armados bajo el gobierno de Uribe Vélez. La negociación de entonces
giraba principalmente en torno a los aspectos legales de la impunidad y la
necesidad de reparación, sin considerar las implicaciones políticas y econó-
micas que conllevaba, particularmente en relación con los poderes de facto
existentes en localidades y regiones. Los problemas de la integración de los
combatientes rasos a la vida civil, los aspectos relacionados con el despojo
o abandono de tierras que habían producido esos grupos, la contrarreforma
agraria que llevaron a cabo en algunas regiones y las relaciones de los señores
de la guerra con los poderes económicos y políticos dominantes en sus zonas
fueron sistemáticamente evadidos por los funcionarios del gobierno de Uri-
be. Los problemas empezaron a aparecer cuando la intervención de la Corte
Constitucional endureció las condiciones del sometimiento a la justicia de los
jefes paramilitares al obligarlos a la confesión de sus delitos, que hizo evi-
dente la magnitud de los lazos que ellos mantenían con los políticos locales y
regionales y de las negociaciones que llevaron a cabo para conseguir ventajas
para unos y otros. El surgimiento de la llamada “Parapolítica” obligó así a
profundizar el análisis de los juegos políticos y de las interacciones entre acto-
res políticos, legales e ilegales, tanto de los niveles locales y regionales como
nacionales, para acercarnos, desde otra mirada, al proceso de configuración
del Estado en Colombia.
100 XII Coloquio Colombiano de Sociología
A manera de conclusión
Esta mirada, que compara el proceso histórico de configuración estatal con
los modelos teóricos analizados, permite superar la visión del caso colombia-
no como una anomalía o un desarrollo deficiente con respecto al modelo ideal
de Estado para considerarlo como un estilo propio de construcción estatal, no
tan lejano de los procesos conflictivos que llevaron a los Estados consolidados
de la Europa occidental de donde ese modelo fue abstraído. Esta compara-
ción está implícita en nuestro análisis de las violencias más recientes, que se
distancia de las miradas apocalípticas que las consideran un síntoma de un
Estado a punto de colapsar. En vez de ser un Estado fallido, que ha perdido
el monopolio de la coerción, se trataría de un Estado que va integrando gra-
dualmente nuevos territorios y poblaciones marginales, donde la presencia
de las instituciones estatales es diferenciada según el grado de articulación
de esas regiones con el centro del país y según el tipo de relación que se esta-
blece entre el Estado central y los poderes de hecho existentes en regiones y
localidades. Y según los diferentes modos y momentos de esa articulación y la
manera como se poblaron y organizaron socialmente las regiones, se producen
diferentes estilos de violencia y diversos modos de inserción de los actores
armados ilegales.
Ese diferente grado de articulación y relación entre regiones, localidades y
nación hace que sean diversas las posibilidades de los actores ilegales, arma-
dos o no, para insertarse exitosamente en la vida pública. En ese sentido, los
actores ilegales aprovechan las oportunidades que le brindan tanto las insti-
tuciones estatales realmente existentes en el orden local, regional o nacional,
como las interacciones de ellas con los poderes de facto. La información re-
colectada por el equipo dirigido por Claudia López proporciona una evidencia
abrumadora sobre el grado enorme que alcanzó el aprovechamiento de esas
oportunidades por parte de los actores ilegales para insertarse en la vida públi-
ca en los niveles locales, regionales y nacionales.
Sin embargo, como comentaba Francisco Gutiérrez Sanín en sus comen-
tarios introductorios, esta evidencia no es suficiente para afirmar que se haya
dado una real configuración, cooptada o no, de las instituciones como un todo.
Para eso, aduce la eficacia de los pesos y contrapesos, específicamente de la
rama judicial para operar y la incapacidad de los legisladores elegidos con
apoyo de actores ilegales para actuar como bancada unificada para impulsar
un proyecto común. Esta incapacidad evidenciaba problemas de acción colec-
tiva, derivada de su esencial tendencia a la fragmentación, que respondía tanto
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 101
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106 XII Coloquio Colombiano de Sociología
¿Cuál es la premisa?
Repito la advertencia sobre que mis enunciados son propuestos solo desde
el ángulo de la violencia y los poderes, formales o fácticos, que se expresan a
través de la violencia.
Desde este ángulo, el Frente Nacional se propuso con éxito la
institucionalización del uso de la violencia para el control del orden público.
Durante la llamada Violencia de 1946 a 1958, el régimen había resuelto
el problema del control social y del orden público mediante carta blanca a
los grupos privados que se organizaron dentro del partido para la defensa del
gobierno: primero las comisiones mixtas de policías gobiernistas municipales
y nacionales, con civiles voluntarios, luego las cuadrillas de “chulavitas”
reclutados entre partidarios sectarios, y los sicarios pagos llamados “pájaros”.
Del lado de la oposición, las guerrillas organizadas con el visto bueno y el
apoyo del partido liberal, de oposición.
Tampoco tiene que ver con desconocer sus aspectos represivos, como las
restricciones a la movilización y a la protesta sindical y social en general,
ni equivale a decir que sea mucho más democrático que los gobiernos que
lo precedieron; aunque encuentro igualmente difícil pensar que fueran más
democráticos los gobiernos conservadores durante La Violencia o el gobierno
militar de Rojas Pinilla.
Pero el Frente Nacional logró la desprivatización y la institucionalización
del uso de la violencia en el control del orden social y del orden público, re-
curriendo para esto a las Fuerzas Armadas, bajo una cobertura y una lógica
institucional y nacional que estaba más allá de los poderes, tanto formales
como fácticos, de los territorios (o sea, de los departamentos y municipios).
Y que esto se tradujo en cifras de manera contundente e impresionante: el
descenso de los homicidios en el país, y en las regiones que habían estado más
afectadas por la Violencia de los años 1940 y 50, como Tolima, Antioquia, los
Llanos, Santander y la zona cafetera.
El homicidio registrado como político (por asesinato de liberales o
conservadores o de sindicalistas afiliados a las organizaciones sindicales
proclives a esos dos partidos) bajó a cero, e incluso el homicidio en general
por diferentes causas, bajó a tasas cercanas a las tasas medias de países
como Estados Unidos en la misma época (20 a 25 homicidios anuales por
100.000 habitantes), por debajo, por tanto, de las tasas de varios países de
Latinoamérica como Brasil, Guatemala, México.
¡Nada que ver con lo que sucedería en el país después de 1978, y
especialmente entre 1982 y 2003!
¿Cuál es la paradoja?
La paradoja a la que nos lleva la premisa anterior es que la violencia
–expresada en cifras de homicidios (y podríamos examinar también las cifras
de casos de tortura, de desaparición forzada y de desplazamientos)– no haya
consolidado el descenso logrado en los 20 años de Frente Nacional y desmonte,
entre 1958 y 1978, y, contrario a la institucionalización del uso de violencia
para el control del orden público, estemos en este momento nuevamente
bajo el imperio de la violencia de los grupos privados, los actores armados
irregulares: guerrillas, paramilitares y bacrim.
¿Qué pasó entonces? ¿Por qué se reversó el proceso de institucionalización?,
si fue ¿qué se reversó?, ¿o la reversa es aparente?
112 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Estos poderes regionales, dentro de los que tiene mucha fuerza un sector
económico como los hacendados ganaderos (sector también “recompuesto”
con “nouveaux arrivés” provenientes del narcotráfico), ejercen fuerte presión
y entran en un cruce de favores con la institucionalidad nacional representada
en las Fuerzas Armadas y de Policía.
Ven en el poderío creciente de la guerrilla reforzada por el negocio del
narcotráfico, dos grandes peligros: a) Como sector social y fuerza política, el
peligro para el control que tienen en sus regiones al amparo de la institucionalidad
nacional, control que, aunque remozado con los nuevos ricos provenientes del
narcotráfico, viene de años atrás y tiene rasgos muy tradicionales. Peor aún
si ven crecer fuerzas políticas nuevas (por ejemplo la Unión Patriótica) que,
o tienen vínculos con las guerrillas, o ellos conciben –incluso erróneamente–
así. B) Como individuos, ven peligro en la vulnerabilidad frente a la práctica
del secuestro, cada vez más generalizada sobre ellos (y no solo sobre ellos,
sino sobre otros sectores medios) por parte de las guerrillas, que no tienen
suficiente con las jugosas ganancias del narcotráfico para mantener unas
finanzas exorbitantes con las cuales alimentar la escalada de la guerra.
Como las guerrillas han extendido el secuestro más allá de los ganaderos
y de los empresarios urbanos y agroindustriales, también a campesinos y
comerciantes medios, estos se vuelven también legitimadores de toda lucha
contra el secuestro y contra las guerrillas que lo practican cada vez más
recurrentemente.
El aumento del secuestro es un factor clave para explicar la adhesión
ciudadana a las estrategias contra-insurgentes tanto de la Fuerza Pública
como de los poderes regionales que se trenzan en cruces con las jurisdicciones
y mandos regionales de ella en tanto institución nacional (de Ejército y de
Policía).
Comandantes militares en las regiones van incentivando que los
hacendados ganaderos armen grupos privados, “de autodefensa” contra
el secuestro de las guerrillas, que en ese propósito regional confluyen con
las estrategias institucionales y nacionales “contrainsurgentes” alimentadas
internacionalmente por la Guerra Fría.
Otra paradoja dentro de la paradoja ya expuesta: en esa articulación
contrainsurgente de comandos institucionales regionales con agentes del
poder regional (ganaderos, que a su vez son políticos), esos comandos reciben
–y reclaman– el patrocinio o padrinazgo de los narcotraficantes, que son parte
de los hacendados ganaderos.
114 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Introducción
Los derechos de ciudadanía no se adquieren sin tensiones, entre quienes los
reclaman y el Estado. Ni hay simples concesiones de éste a los “desvalidos” o
a las “víctimas”, ni la simple lucha de las organizaciones le “arranca” derechos
a las instituciones. La tensión siempre es inevitable y ello es lo que permite
que progrese la ciudadanía, al tiempo que se configura también un Estado
progresista, en algunas áreas. Lo que tratamos de mostrar en esta investigación
es que la relación Estado-sociedad muestra una enorme complejidad y que los
tres poderes no actúan del mismo modo. Mientras el ejecutivo es ambiguo en
su tratamiento con las víctimas y les otorga algunos espacios, las desconoce en
otros; el legislativo, en la mayoría de los casos, es estratégico y las utiliza para
ganar apoyo electoral. El poder judicial, por el contrario, dio muestras, durante
todo el período estudiado, de una enorme comprensión de la vulnerabilidad
de éstas y mediante su jurisprudencia resolvió varias fallas en la justicia y
produjo sentencias que favorecieron sus reivindicaciones. En consecuencia,
las víctimas reconocen que el Estado no está ausente, pero consideran que la
gestión a sus problemas es muy precaria y desigual.
El discurso del Estado llega a todos los rincones del país, así sea a través
de los medios de comunicación y mediante éstos difunde el discurso de la
comunidad nacional, de la pertenencia al Estado colombiano y, por lo tanto,
del sentimiento y orgullo nacional. El cual, sin ninguna duda, ha calado en los
ciudadanos, a pesar de esa precariedad con la que éste los atiende.
Por ello, estas mujeres que han conocido el poder que imponen los actores
armados en sus territorios y en sus cuerpos, reclaman la autoridad del Estado
y se movilizan en casi todos los rincones del país. Los liderazgos que surgen
son de distinto tipo, no obstante, aquí destacamos uno, que en su activismo por
1 Proyecto Activismo por la paz en Colombia. Mujeres e Indígenas durante el gobierno doble de la
seguridad democrática, financiada por la Vicerrectoría de investigaciones de la Universidad del Valle,
convocatoria 2011. Investigador principal Jorge Hernández Lara. En esta investigación participaron como
monitoras Irina Cuesta, Julieth Vargas, Nathalie Rojas, Jenifer Luna y Kelly Velasco.
2 Profesora-investigadora del Departamento de Ciencias Sociales, integrante del grupo de investiga-
ción Acción colectiva y cambio social, ACASO, Universidad del Valle.
122 XII Coloquio Colombiano de Sociología
la paz crea una esfera intermedia entre el Estado y la sociedad. Pues si bien las
mujeres que lo ostentan pertenecen a las organizaciones sociales, al destacarse
en su labor se vinculan al Estado como representantes de las víctimas, en
una fusión/tensión tanto con los funcionarios, como con los representados.
Los primeros las acusan de ser demasiado críticas del establecimiento y los
segundos de haber sido cooptadas (oportunistas), aunque ellas no se desliguen
de sus responsabilidades. A ese prototipo de mujeres haremos alusión aquí.
Conclusiones previas
Una de las principales conclusiones que se pueden derivar del estudio de las
acciones colectivas de las mujeres por la paz es que estas son emprendidas por
mujeres con múltiples adscripciones sociales. Una inmensa mayoría pertenece
a aquellas que siguen afirmándose solo como mujeres, es decir, que habitan
un universo coherente de representaciones y de prácticas que se muestra
profundamente distinto del de los varones, en los términos que introduce
(Touraine, 2007), en su libro El mundo de las mujeres, así se hayan aliado
a las tradicionales redes lideradas por feministas recalcitrantes, que siguen
hablando de la sociedad patriarcal como el enemigo único de las mujeres.
Otra conclusión preliminar que provee este estudio es la creciente
cualificación en cultura política, que han logrado personas que antes no estaban
interesadas en participar en la arena pública. Hoy, campesinas desplazadas,
esposas y madres de desaparecidos y secuestrados, indígenas y negras que
han visto reclutar a sus hijos, víctimas de masacres y de violaciones sexuales,
se han convertido en líderes de pequeños grupos y organizaciones capaces
de confrontar a curtidos líderes de los partidos, a funcionarios públicos,
diplomáticos y a notables académicos. En su activismo se van apropiando del
lenguaje de los derechos humanos y de las víctimas y respaldan sus reclamos
en la dignidad que les confiere su condición de madres.
Del seguimiento a las trayectorias de las profesionales vinculadas a
las acciones por la paz, es importante rescatarla influencia que tiene su
desplazamiento entre las ONG, los organismos internacionales, las agencias
de cooperación, el Estado y la academia en el logro de sus objetivos.
Su presencia en las instancias estatales, ya sea como funcionarias en las
diferentes dependencias o como contratistas del Estado para la ejecución de
programas y proyectos no puede interpretarse simplemente como la cooptación
del movimiento por parte de las élites políticas, como suelen sugerir aquellas
que desdeñan la participación de las mujeres en la política convencional. Un
análisis más detenido permitiría reconocer que este desplazamiento entre la
sociedad civil y Estado ha sido productivo para la consecución de objetivos
de corto y mediano plazo, porque logra permear a las instituciones y a los
funcionarios de un lenguaje incluyente y los hace más proclives a entender los
reclamos inmediatos de las mujeres, a pesar de las resistencias que tengan para
aceptar las grandes transformaciones que exigen. A la vez, esa la migración
constante entre las dependencias del Ejecutivo y las organizaciones de la
sociedad civil, hace que sus militantes comprendan mejor las dificultades
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 133
Por lo anterior, sus acciones hacen énfasis en subvertir ese orden y el ideal
de mujer que impone la ley. A veces refuerzan esos rasgos de la feminidad
esencial, pero también los contra estigmatizan al resaltarlos como un valor.
Uno de los aportes más importantes de la presencia de las mujeres en las
organizaciones por la paz y en contra de la guerra en Colombia es precisamente
el valor que le dan a la vida de seres anónimos, que son sus hijos, sus maridos,
sus familiares, sus vecinos. Y lo hacen a través de un duelo público, que bien
habría podido quedarse como un acto íntimo de llorar los muertos, secuestrados
y desaparecidos, pero que ellas deciden llevarlo a la esfera pública. En
principio para valorizar esas vidas, que han sido devaluadas por quienes
infringen violencia, lo que permite un tipo de conciencia aumentada de la
precariedad de esas vidas y de la necesidad de protegerlas; de comprenderlas
más allá de sus fronteras. Tienen claro que no pueden escapar de la muerte,
pero el hecho de aceptar esa precariedad, esa finitud de la condición humana,
es quizás su principal alternativa política (Butler, 2004).
Saben que no hay ningún medio para volverse invulnerable ante la
muerte, pero sí para evitar que las vidas sean devaluadas simplemente por su
condición socioeconómica, sexual o cultural. Por esta razón, para las víctimas,
es primordial hacer el máximo ruido, fijar una marca, dejar un trazo, hacer
ruido y hacer estallar la autoridad. En esa salida a la escena pública, al espacio
de deliberación de los asuntos que atañen a la sociedad y el Estado ellas ganan
estatus como actores políticos, enfrentan la autoridad y exigen negociar sus
demandas.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 135
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DOS LEGITIMIDADES EN TENSIÓN EN EL MISMO TERRITO-
RIO: EL ESTADO COLOMBIANO Y LA INSTITUCIONALIDAD
NASA EN EL NORTE DEL CAUCA (EL CASO DE TORIBÍO)
Introducción
A partir de algunos de los resultados preliminares del proyecto de
investigación “Encuesta Piloto Experimental Nasa sobre el Buen Vivir en el
municipio de Toribío”, realizado dentro del programa Universidad del Valle-
Fundación Ford de apoyo a las estadísticas étnico-raciales de afrodescendientes
e indígenas en Colombia, se propone un análisis sobre el juego conflictivo entre
las dos institucionalidades en el norte del Cauca, la del Estado colombiano y
la del pueblo Nasa en esta región en el municipio de Toribío. En realidad, se
trata de un interesante caso de los efectos de la Constitución de 1991 y de la
dinámica particular del movimiento indígena que ponen en cuestión las formas
hegemónicas de dominación estatal en la sociedad colombiana a través de las
prácticas políticas territoriales de resistencia que llevan a cabo los indígenas
en el territorio de una zona montañosa sobre la vertiente occidental de la
cordillera Central. De entrada, el efecto del autorreconocimiento étnico-racial
a través de las estadísticas censales y de registros permanentes introduce un
nuevo elemento que complejiza la interacción entre las dos lógicas sociales. La
percepción de los indígenas sobre sus instituciones y las del Estado nacional
1 Sociólogo, investigador del Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Eco-
nómicas, Universidad del Valle, coordinador del grupo de investigación CIDSE-COLCIENCIAS, “estudios
étnico-raciales y del trabajo en sus diversos componentes sociales”. Responsable del programa Universidad
del Valle-Fundación Ford de apoyo a las estadísticas afrodescendientes e indígenas en Colombia, en el
cual uno de los proyectos es la “Encuesta Piloto Experimental Indígena Nasa en el municipio de Toribío”.
2 Sociólogo, investigador asociado vinculado al grupo de grupo de investigación CIDSE-COLCIEN-
CIAS, “estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diversos componentes sociales” y coordinador de la
“Encuesta Piloto Experimental Indígena Nasa en el municipio de Toribío”.
3 Sociólogo, asistente de investigación proyecto “Encuesta Piloto Experimental Indígena Nasa en el
municipio de Toribío”.
4 Estudiante Nasa en trabajo de grado de sociología (pregrado), monitora proyecto “Encuesta Piloto
Experimental Indígena Nasa en el municipio de Toribío”.
Agradecemos al estudiante de sociología de la Universidad del Valle, Juan Manuel Torres Erazo por su
colaboración en la preparación de esta ponencia.
138 XII Coloquio Colombiano de Sociología
5 Por supuesto, este proceso se remonta en el siglo XX a la experiencia histórica del movimiento cam-
pesino-indígena liderado por Quintín Lame y en la larga duración desde inicios del siglo XVIII durante el
período del cacique Juan Tama (Rappaport (1982). La historia del pueblo Nasa o Paez constituye por cierto
como lo coloca muy bien Rappaport (1981) un mesianismo que recurrentemente ha reivindicado símbolos
mesiánicos, especialmente en Tierradentro, uno de ellos la figura mítica de Juan Tama.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 139
en las que población menor de 5 años tenía en dicho Censo una participación
porcentual menor al grupo etario de 5-9 años. Por otra parte, para el Censo
de población de los tres resguardos de Toribío al primer semestre del 2013,
la población con mayor participación porcentual para los dos sexos se ubica
entre los 10-14 y 15-19 años, perdiendo participación de modo considerable
la menor a los 10 años de edad.
En interacción posiblemente con lo precedente, debe tenerse en cuenta el
impacto de las inversiones de la famosa Ley Páez, las que se han focalizado
en parques industriales y de servicios en la zona plana de los municipios del
norte del Cauca, desde mediados de los años noventa, incidiendo ante todo
entre la población negra de la subregión, con mayor peso en la femenina. Esto
ha contribuido a un proceso de proletarización acelerado de capas campesinas
de gente negra, además de que se ha fortalecido la aparición de una capa
de profesionales negros (mujeres y hombres) en las cabeceras municipales8.
Si bien no hay información precisa que muestre una inserción de personas
indígenas en este proceso de desarrollo industrial y tampoco es aparentemente
muy visible9, no está por fuera de un razonamiento sociológico pensar que
de alguna forma este desarrollo industrial y agroindustrial ha tenido algunos
impactos sobre la población Nasa joven de los municipios más indígenas de
la subregión. Esto último posiblemente debe afectar, así sea al nivel de efecto
espejo que ha cambiado el paisaje rural de la zona plana, al aparecer más y
más unidades industriales.
No obstante, otro factor sociológico estructural ha tenido que ver con la
explotación de caña de azúcar en la zona plana del norte del Cauca a partir de
la década del setenta, la cual ha girado cada vez más alrededor de la producción
de etanol, incluso extendiéndose las tierras en caña al piedemonte presionando
el territorio Nasa (Mondragón, 2008). Sin embargo, este fenómeno fuente de
conflicto tiene como antecedentes las tomas sucesivas de las haciendas de El
Nilo10 y posteriormente años después El Japio y La Emperatriz11. La primera
8 En Santander de Quilichao, Puerto Tejada, Villarrica, Guachené, Miranda, Suárez y Buenos Aires.
9 Es posible que en algunas plantas industriales maquiladoras algunas pocas trabajadoras sean de pro-
cedencia indígena y por supuesto, que entre los corteros de caña exista un contingente de jornaleros Nasa.
Esto último puede ser más notorio, a pesar de que no se disponga de una información precisa, a diferencia
de la que existe sobre corteros negros, mestizos y mestizos indígenas nariñenses, más algunos corteros
blancos de origen paisa y caucano-nariñense. De cualquier modo, la inserción socio-laboral en las activida-
des industriales de maquila sí es muy reducida hasta el presente por parte de las mujeres Nasa.
10 Los terratenientes propietarios de esta hacienda en conjunción con los paramilitares propiciaron la
masacre de 20 indígenas en 1991 (Mondragón, Op. Cit.).
11 La toma de las haciendas El Japio y La Emperatriz para reclamar el cumplimento de los acuerdos
por la masacre de El Nilo, ante la escasez de tierras aptas para el cultivo, por parte de los Nasa del norte del
Cauca fue en el 2005 (Mondragón, Op. Cit.; y Ramírez, 2011).
142 XII Coloquio Colombiano de Sociología
desde mediados de la década del ochenta (El Nilo), o sea, mucho antes de la
fuerte expansión del cultivo azucarero. En este caso está en juego más bien
el factor tierra y territorio en los municipios indígenas frente a la expansión
capitalista, a veces entrando en conflicto por el mismo recurso tierra con
poblaciones negras y mestizas pobres en algunos municipios.
Lo anterior se relaciona con que en la subregión nortecaucana, en particular
para el pueblo Nasa que nos incumbe en esta ponencia, existe la presencia
histórica en la larga duración desde el período colonial de poblaciones
negras, indígenas, mestizas y blancas, constituyendo un mosaico complejo de
conflictos interraciales e interétnicos articulados a los de clase alrededor de la
tierra (Urrea, Op. Cit.).
Para complejizar los factores que tocan el norte del Cauca indígena se
advierte desde los años sesenta en el siglo XX la presencia armada guerrillera
en la cordillera Central, correspondiente a los municipios del norte del Cauca
y sur del Valle; sin dejar de señalar que en los años ochenta también operó
un frente guerrillero indígena (Quintín Lame) y que la presencia guerrillera
en algunos de los municipios presentó una competencia entre las FARC y
el M19, hasta la desaparición de este último y del frente armado indígena
ya mencionado. Las guerrillas han tenido como contraparte la presencia de
las fuerzas armadas y de policía del Estado colombiano para contenerlas y
golpearlas. A estos últimos actores se suman las incursiones de los grupos
paramilitares desde inicios de la década del noventa, pero con presencia de
bandas armadas al servicio de los terratenientes e ingenios azucareros ya en
la década del ochenta12. Esto ha conllevado que el territorio indígena y su
población estén continuamente afectados por la guerra, no solamente porque
las acciones militares de los dos bandos se llevan a cabo en el mismo territorio
indígena sino también porque ambos actores, especialmente la guerrilla, ha
reclutado desde su llegada a la zona a jóvenes Nasa, en un permanente desafío
frente a las autoridades indígenas13.
Finalmente, el norte del Cauca indígena ha sido desde los años setentas
y sobre todo desde los noventas una subregión de cultivos ilegales (coca,
amapola y marihuana), articulando a campesinos indígenas Nasa, unas veces
como productores y otras como fuerza de trabajo asalariada.
12 Entre los estudios más completos sobre el conflicto armado en el norte del Cauca indígena véase
Luna (2010: 303-367), el cual registra de una forma muy detallada la dinámica del conflicto armado en la
última década, pero permite una mirada desde décadas atrás.
13 Para un análisis de algunos de los efectos negativos del conflicto armado en el pueblo Nasa en el norte
del Cauca, en particular las acciones de la guerrilla en contra de la territorialidad y las instituciones indígenas
y sus dirigentes, consúltese el interesante texto de Bonilla (1989) y dos artículos de Suárez (2007 y 2010).
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 143
Por el conjunto de factores anteriores la población Nasa del norte del Cauca
presenta una dinámica de efectos de un desarrollo urbano metropolitano sin
conurbación con epicentro en Cali, industrialización acelerada en las últimas
dos décadas en la zona plana y una participación en el conflicto armado
desde décadas atrás que afecta considerablemente el territorio y la población,
además de olas económicas sucesivas de expansión y contracción de cultivos
ilegales según las corrientes de globalización de la economía que alcanza esta
subregión.
Es claro, que en medio de estos procesos ha avanzado también el aumento
de cobertura del sistema educativo básico y secundario, técnico y tecnológico
y universitario entre las nuevas generaciones del pueblo Nasa en las últimas
dos décadas como lo señalan los datos intercensales (Urrea, Op. Cit.), al igual
que en algunas capas de la población rural Nasa ya existe algún tipo de acceso
a los servicios convencionales de salud, vía régimen subsidiado.
En síntesis, el norte del Cauca indígena está más comunicado con Cali y
por lo mismo está más cerca de esta ciudad que de la capital departamental
(Popayán). El trabajo de campo etnográfico hasta ahora realizado en los
tres resguardos de Toribío revela que es el mercado de trabajo en el servicio
doméstico en Cali el que atrae mayoritariamente a las mujeres Nasa de éste
y otros municipios indígenas en el norte del Cauca con menores niveles
de escolaridad. También se ha detectado que desde la década del 2000
la afluencia de estudiantes Nasa de Toribío, Jambaló, Corinto y Caloto
(mujeres y hombres) que han terminado bachillerato buscan su ingreso a las
Universidades del Valle, la Santiago de Cali, la Libre y el Instituto Antonio
José Camacho. Los resultados de la Encuesta de Empleo y Calidad de Vida
de Cali realizada por el Ministerio de Trabajo (noviembre 2012-enero 2013)
sobre autorreconocimiento étnico-racial muestran que entre el 5% y 6% de
la población residente en Cali se declara indígena14, lo cual permite pensar
que la presencia indígena en Cali se ha incrementado considerablemente
después del Censo 2005. Es un hecho que la mayor parte de ella corresponde
a población Nasa procedente del norte del Cauca y Tierradentro, pero más de
los municipios nortecaucanos.
14 Con un CVE menor al 10% para el total del municipio de Cali. Una buena parte del procesamiento
de esta encuesta ha corrido a cargo del CIDSE, por el mismo grupo de investigación que tiene bajo su res-
ponsabilidad el proyecto sobre Toribío que respalda esta ponencia.
144 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Por ejemplo, en Toribío se pasa del 80,1% al 95,9% para el total (en la
cabecera del 22,4% al 60,4% y en la zona rural de este municipio del 85,0%
al 98,3%); en Jambaló la tendencia también muestra un incremento, pero
ya desde el Censo de 1993 aparecía como el municipio más “indígena”
entre los municipios Nasa (Cuadro 1). También en Corinto es muy clara la
“indigenización” (se pasa del 25,1% al 47,7% y en su zona rural del 40,1%
al 78,1%), como también en Inzá (del 34,0% al 47,3%, observándose fuertes
incrementos en cabecera y resto) y Paez (del 60,6% al 68,2% para el total; e
incrementos significativos porcentuales en cabecera y resto). La excepción la
constituye Caldono que prácticamente mantiene la misma relación porcentual
entre los dos censos, tanto para el total municipal como para la zona rural,
mientras desciende en la cabecera (Cuadro 1).
A partir de los datos del Cuadro 1, se puede incluso releer la hipótesis de
Rojas de una tipología de formas de bipolaridad del poder local dependiendo del
peso demográfico de la población indígena. Así, en los municipios de Toribío
y Jambaló de acuerdo a los resultados del Censo 2005, el 96,2% y 99,3%
146 XII Coloquio Colombiano de Sociología
progreso”, como decía textualmente el padre David González, prefecto apostólico de Tierradentro (Gonzá-
lez, 1976). Los caciques y las autoridades tradicionales fueron captadas por la iglesia, y los chamanes o thë’
wala pasaron prácticamente a la clandestinidad”.
20 El mismo nombre de estadística viene de ciencia del Estado como lo advierte este autor.
21 Como ejemplo empírico la propuesta del DANE en Colombia durante las negociaciones y luego la
puesta en marcha del Censo 2005 en el Departamento del Cauca de llegar a un acuerdo con el CRIC (Con-
sejo Regional Indígena del Cauca) para que la propia organización indígena hiciera el levantamiento de
los registros de defunciones y nacimientos en todos los resguardos del Cauca. Esto significa que la misma
operación estadística del registro permanente poblacional pasa a manos de la organización indígena con
plena aceptación de ésta.
148 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Guardia indígena
La guardia indígena se crea en junio del 2000 en la vereda El Tierrero
del municipio de Caloto. Como precedente existió un grupo de comuneros
Nasa para la búsqueda de varios líderes del resguardo de Tacueyó secuestrados
por las FARC en 1998. Entre este año y junio del 2000 repetidas veces los
resguardos de Toribío y de otros municipios del norte del Cauca (Jambaló,
Caloto, Corinto) mantuvieron los grupos de búsqueda de comuneros por
las continuas acciones de secuestro de la guerrilla23. En realidad, para los
cabildos los organismos de seguridad del Estado colombiano nunca han sido
una garantía de protección para las comunidades indígenas, entre otras por su
asocio con los grupos paramilitares y sectores terratenientes y empresariales
de la región y el hecho de que su tarea prioritaria ha sido perseguir a la guerrilla
en un contexto de guerra degradada, lo cual termina golpeando a la población
indígena. Según Galeano (2006: 213), en el norte del Cauca la guardia indígena
apareció en el año 2000 ante la agudización del conflicto armado.
Según Wilches (2005: 103-104), “la guardia indígena es una de las
estrategias del plan de emergencia adoptado por las comunidades indígenas del
norte del Cauca para protegerse de los efectos directos e indirectos del conflicto
armado, o de lo que esas comunidades llaman el desorden público”. Sólo se
arman con la autoridad otorgada por la comunidad y con sus tradicionales
bastones de mando”. En otra parte señala que: “las otras dos estrategias que,
conjuntamente con la guardia indígena conforman una sola unidad, son las
22 Según Arquimedes Vitonás, líder indígena, se calcula que la ACIN genera alrededor de 2.000 em-
pleos para gente Nasa en el norte del Cauca, una buena parte de ella con estudios universitarios.
23 Entrevista a uno de los líderes fundadores de la guardia indígena en el año 2000.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 149
25 Este es una rama de la estructura del cabildo como tal, funcionando por ello como programas espe-
cíficos: cabildo de la familia, cabildo de educación y cabildo económico- ambiental.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 151
Los cabildos
Si bien los cabildos fueron una institución colonial junto a la figura de los
resguardos, para la población indígena e incluso blanca mestiza26 representan
la máxima autoridad en el territorio, su intervención social se extiende a varias
esferas de la vida de la población a través de los programas de educación,
programas de familia, el cabildo económico ambiental y el cabildo jurídico,
estos programas han sido creados al interior de los tres cabildos indígenas en
el municipio y para su funcionamiento y mantenimiento se destinan recursos
que son provenientes de las transferencias.
Otra extensión de la institucionalidad del cabildo tiene que ver con los
proyectos económicos comunitarios que buscan introducir un “orden moral”
en el sentido de Gow (Op.Cit.: 251) a la actividad productiva. Por ejemplo,
las fincas comunitarias, asociaciones comunitarias o tiendas, las empresas
de piscicultura, lácteos, ganadería y agricultura, las cuales se han convertido
en generadores de recursos para el sostenimiento de las familias Nasa como
productores y como asalariados.
Proyecto Nasa
El proyecto Nasa es en la actualidad según Chilito un “proyecto conjunto,
adelantado con la organización indígena local y la administración municipal”,
fue a principios de los años 80, por iniciativa del sacerdote indígena Álvaro
Ulcué Chocué, que se creó el Proyecto Nasa en un esfuerzo conjunto de las
autoridades indígenas de los tres resguardos del municipio de Toribio. El
objetivo de la asociación proyecto Nasa es recuperar la conciencia, la identidad
y la cultura y convertirlas en un modo de vida práctico en equilibrio y armonía
con el territorio. El proyecto Nasa ha sido una institución fundamental para la
reinvención de la identidad Nasa en el municipio de Toribío, su intervención
se realiza a través de los programas económico, ambiental, educativo, jurídico,
de salud, el programa de jóvenes denominado Movimiento Juvenil Álvaro
Ulcué Chocué (MJAUCH), el programa de mujeres y equidad de género,
y se crearon los proyectos productivos comunitarios materializados en la
Acuícola “Juan Tama”, Lácteos San Luis, Jugos Fintxe, entre otras empresas
comunitarias.
El Proyecto Nasa ha sido dirigido por varios intelectuales indígenas con
formación universitaria y experiencia académica que desde este espacio
26 Muchos comerciantes blancos-mestizos del casco urbano de Toribío y Tacueyó, reconocen la auto-
ridad de los gobernadores indígenas y aunque no forman parte del Cabildo, respetan las decisiones tomadas
en asamblea por la comunidad e incluso en algunos casos ayudan a financiar las actividades del cabildo.
152 XII Coloquio Colombiano de Sociología
pero buscando a toda costa desalojarlos, incluso con acciones de fuerza. Hay
que recordar que los noticieros de televisión RCN y sobre todo Caracol TV y
radio, presentaron en casi todo momento a los indígenas como enemigos de la
nación colombiana y en cierta manera como cómplices de la guerrilla. Tampoco
los medios escritos abrieron un espacio más imparcial (es el caso de Semana).
Este tipo de interpretación parcializada ha desprestigiado considerablemente
los medios de comunicación en estos municipios indígenas.
100
89
90
80
80 71 72
70 61
60 54 52 54
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40
30
20
10
0
Los votos se Se previene que Las noticias de TV Los votantes son Los periodistas Las autoridades La gente rica Los votantes son A los votantes se
cuentan se postulen favorecen al sobornados proveen cobertura electorales son compra elecciones amenazados con les ofrece un
justamente candidatos de partido de justa de las justas violencia en las proceso
oposición gobierno elecciones urnas transparente en
las elecciones
Indígena Nacional
28 El cambio de mano se refiere a la fuerza de trabajo que se ofrece de manera gratuita entre los comu-
neros para llevar a cabo faenas agrícolas.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 163
29 Ahora bien, si sumamos miembros activos e inactivos en los tres municipios la OPIC arroja ape-
nas un 8,0% de simpatía mientras las otras organizaciones presentan los siguientes porcentajes: ACIN un
59,0%, CRIC un 66,0% y la ONIC un 42,0% (datos EMV 2012); o sea, que la representación indígena se
mantiene alrededor de las dos fuertes organizaciones como el CRIC y la ACIN regionales, seguidas de una
nacional como la ONIC. Debe señalarse que la muestra llevada a cabo en los tres municipios por parte del
CNC (180 casos) fue seleccionada en terreno en forma completamente aleatoria sin ningún criterio prede-
terminado de simpatía por algún tipo de organización indígena.
164 XII Coloquio Colombiano de Sociología
90 80
80
70 61
60
50
40
30 26
17
20 12
10 3
0
Muy orgulloso Bastante orgulloso No muy orgulloso
Indígenas Nacional
los Nasa del norte del Cauca no se sienten muy orgullosos de ser colombianos.
Esto es indicativo de que a pesar de la situación conflictiva en la región norte-
caucana con reacciones racistas sufridas por los indígenas, lideradas por
antiguos sectores de las elites regionales, más del 85,0% se identifica como
parte de la nacionalidad colombiana.
Conclusiones
El municipio de Toribío y otros municipios Nasa del norte del Cauca
constituyen uno de los polos de la resistencia étnica-racial más sobresaliente
en el país, como resultado de procesos sociales micro que se desprenden de
la historia del movimiento social indígena en esa subregión caucana en la que
ingredientes externos e internos permitieron consolidar cambios sustanciales
en la conformación de una bipolaridad de poder local en tensión y conflicto
con el orden estatal colombiano y las elites regionales de terratenientes,
empresarios y políticos tradicionales. Entre los ingredientes aceleradores
seguramente como lo ha mostrado Gow (Op. Cit.) ha sido la influencia de
la teología de la liberación bajo el liderazgo de un cura indígena (Nasa), el
padre Álvaro Ulcué. Dicha influencia tuvo que ver con la formación de una
intelectualidad Nasa con estudios universitarios que desde los años noventa
ha tomado el liderazgo del movimiento social en Toribío y otros municipios.
Aunque este fenómeno no ha sido objeto de esta ponencia de cualquier modo
tenía que haber sido colocado como elemento a tenerse en cuenta. De hecho,
la influencia de esta corriente de la Iglesia Católica ha continuado hasta hoy
en día a través de la orden Consolata, como lo ha analizado el estudio reciente
de Mung’athia Matogi (Op. Cit.) con respecto a los Planes de Vida en los tres
resguardos del municipio de Toribío.
Sin embargo, el contexto macro regional ha tenido que ver con la posibilidad
de que los procesos micro cristalizaran en el norte del Cauca, en particular en
Toribío. El fenómeno de ser una subregión del área metropolitana de Cali,
así sea periférica, ha sido determinante porque ha podido acelerar el acceso
al sistema educativo técnico, tecnológico y superior, incluso con programas
168 XII Coloquio Colombiano de Sociología
sucesos de la toma del cerro de Berlín en Toribío fue una clara demostración de estigmatización con cacería
de brujas a los cabildos y la dirigencia indígena, al acusarlos de agentes de las FARC. A esto se añade las
manifestaciones de sectores de la elite tradicional payanesa y caucana con consignas racistas y vulgares
contra el CRIC y la ACIN después de la toma del cerro de Berlín por los indígenas y la retoma por parte del
ejército y la policía en el mes de julio del 2012.
170 XII Coloquio Colombiano de Sociología
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GLOSAS AL ESTUDIO DE LA FORMACIÓN LOCAL DEL ESTADO:
EL CASO DEL PIEDEMONTE CAQUETEÑO (1960-1980)
Presentación
Esta ponencia hace parte de un trabajo de más largo aliento en el que se in-
tenta establecer el papel que jugaron las políticas agrarias implementadas por
el Incora en el piedemonte caqueteño, entre 1960 y 1980, en la configuración
de un orden estatal en esta región del país. Partiendo de considerar los proce-
sos de formación estatal como procesos siempre inacabados y disputados, que
se erigen “desde abajo” a partir de las luchas por el poder y la dominación que
se producen entre actores diferencialmente situados en el seno de la sociedad,
este trabajo se interesa por conocer las dimensiones locales y culturales que
adquieren estos procesos en una región de frontera, como es el caso del Ca-
quetá de mediados del siglo anterior.
Para ello, hemos decidido focalizar la atención en el estudio de la historia
local del Incora en los frentes de colonización dirigida establecidos en el Ca-
quetá, a finales de los años cincuenta del siglo anterior (Maguaré, La Mono y
Valparaíso), como una manera de acceder al conocimiento de las estrategias,
prácticas y representaciones que le dan vida a determinadas configuraciones
locales del Estado. Por tratarse de una investigación en curso, en esta ponencia
se presentarán algunos resultados preliminares obtenidos a partir del análisis
de las entrevistas en profundidad realizadas a algunos de los beneficiarios
de los programas implementados por el Incora, así como a ex funcionarios
de esta entidad que prestaron sus servicios a la misma durante el periodo de
estudio, con lo cual buscamos avanzar en la tarea de reconstruir la experiencia
de estos actores, en términos de las prácticas y representaciones surgidas de la
interacción entre ellos en el marco de estos programas.
Pero antes de pasar a la presentación de estos resultados, haremos un rápi-
do recorrido por las aproximaciones antropológicas al estudio del Estado que,
en las últimas décadas, han planteado la necesidad de trascender la mirada
del Estado como un aparato centralizado y unificado, que concentra el ejerci-
cio del poder sobre la sociedad, para situar el lente analítico en las múltiples
1 Profesora-investigadora del Departamento de Ciencias Sociales, integrante del grupo de investiga-
ción Acción colectiva y cambio social, ACASO, Universidad del Valle.
176 XII Coloquio Colombiano de Sociología
2 Gupta y Ferguson identifican dos de estas “topografías imaginarias”. Se trata de las metáforas de la
“verticalidad”, mediante la cual el Estado es representado como una entidad que se sitúa “por encima” de
la sociedad y del “abarcamiento”, que supone una disposición espacial a la manera de círculos concéntri-
cos, donde la circunferencia de mayor tamaño representaría al Estado-nación, englobando sus localidades,
comunidades y regiones (Gupta y Ferguson, 2002).
178 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Antecedentes históricos
La historia del poblamiento del Caquetá es la historia de los intensos y
sucesivos procesos de colonización a través de los cuales esta región se ha
integrado a la sociedad nacional. El ciclo económico de la quina entre 1870 y
1880, seguido de la alta demanda de caucho natural que tuvo lugar entre 1880
y 1920, marcarían el inicio del proceso colonizador en la región, con la lle-
gada de migrantes provenientes del interior que dieron origen a los primeros
núcleos de poblamiento estable en el piedemonte caqueteño. Estas primeras
corrientes migratorias se verían alimentadas en los años treinta a partir de la
construcción de la vía Altamira-Florencia, como parte de las estrategias mili-
tares implementadas por el gobierno para contrarrestar la avanzada de los pe-
ruanos durante la guerra con el país vecino. Los procesos de expulsión forzosa
de que fueron objeto miles de colombianos durante los años de “La Violencia”
184 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Fue así como se dio inicio al Proyecto Caquetá 1 (1963-1971) que, con el
apoyo financiero de la USAID, adelantó una serie de programas encaminados
a facilitar el establecimiento de los colonos espontáneos en la región: cons-
trucción de vías, titulación de tierras baldías, créditos supervisados, asistencia
técnica, creación de la Cooperativa de Comercialización del Caquetá –Coope-
ragro– y programas de desarrollo comunitario. Dando continuidad a esta polí-
tica, en 1971 el gobierno colombiano obtuvo un préstamo del Banco Mundial
para la financiación del Proyecto de Colonización del Caquetá, el cual abarcó
dos fases: la primera entre 1971 y 1976, y la segunda, desde 1976 hasta 1980
(Marsh, 1983; Valencia, 1995).
Durante estos diez años, la intervención del Incora en la región se dirigió
a la implementación de un ambicioso programa de desarrollo rural integral, el
primero de este talante en el país. Pensado como una estrategia de desarrollo
en la que el crecimiento económico debía ir acompañado de políticas redis-
tributivas y de la atención a las necesidades de los sectores más pobres, el
Proyecto de Colonización del Caquetá se propuso no sólo aumentar los nive-
les de productividad de la región, sino también ofrecer a los colonos mayores
oportunidades de empleo, facilidades para el almacenamiento y mercadeo de
sus productos, legalización de sus propiedades, servicios educativos y de sa-
lud, conectividad con el interior del país a través de la construcción de vías de
comunicación y apoyo en sus procesos de organización comunitaria. Pese a
que más de veinte mil familias se vieron beneficiadas con los distintos servi-
cios ofrecidos por el Proyecto, sus logros en materia de adjudicación de tierras
y de asistencia a los productores más pobres son discutibles. La intervención
del Incora no sólo fue insuficiente para contrarrestar los procesos de concen-
tración de la tierra en las áreas recientemente colonizadas, sino que muchas
veces fue favorable a ellos, al tiempo que algunos de sus programas termina-
ron beneficiando a los medianos productores en desmedro de los colonos más
pobres (Marsh, 1983; Balcázar, 1995; Valencia, 1995).
Más allá de una evaluación de estos programas, la cual además ya ha sido
realizada por las entidades responsables de la ejecución y financiación de
los mismos, lo que se busca con este trabajo es comprender las dimensiones
locales y culturales de la formación del Estado, a la luz del estudio de los
programas de desarrollo rural implementados por el Incora en el piedemonte
caqueteño, entre 1960 y 1980.
186 XII Coloquio Colombiano de Sociología
bien en términos generales las interacciones con los colonos eran amistosas,
no estaban exentas de los conflictos que pudieran surgir por distintas razones
como el incumplimiento de los compromisos adquiridos por los colonos en
contraprestación a los créditos otorgados, o los recortes presupuestales que
eventualmente impedían darle continuidad a algunos programas.
Los vínculos surgidos de esta interacción configuraron una manera particu-
lar de tramitar el acceso a los programas y beneficios ofrecidos por la entidad
por parte de los campesinos que, en su mayoría, valoran la “amistad” con los
funcionarios del Incora, como el mejor medio para acceder a los servicios del
Estado. Este hecho resulta sumamente significativo por lo que representa en
términos de la construcción de ciudadanía, donde estos pobladores conciben
sus derechos como favores o como una cuestión que depende de la “colabo-
ración” prestada por los funcionarios, al tiempo que los recursos públicos son
considerados como “regalos” concedidos por sus “amigos”.
A esto se suma el hecho de que algunos de los funcionarios fueron también
migrantes o hijos de los migrantes provenientes del interior del país que arri-
baron a la región como parte de los procesos de colonización que se intensifi-
caron desde la década de los cincuenta del siglo anterior, y que posteriormente
tuvieron la oportunidad de escolarizarse a nivel técnico o superior, logrando
de esta manera vincularse a la entidad como asistentes técnicos o como pro-
fesionales.
En segundo término, situar la atención en las prácticas cotidianas de los
funcionarios se constituye en una manera de comprender la naturaleza de las
intervenciones burocráticas en la vida de las poblaciones a las cuales se diri-
gen, así como los efectos de estas políticas. En su trabajo más reciente, Akhil
Gupta se interesa en la comprensión de los factores que han posibilitado la
persistencia de la extrema pobreza en la India pese a la ingente cantidad de
recursos económicos que se han invertido para contrarrestarla, encontrando
en la manera como se despliegan las políticas y prácticas estatales una posible
explicación de este fenómeno. Es decir, aunque los pobres en la India han sido
incluidos en los proyectos nacionales de desarrollo, los propósitos de ayudar
a este sector de la población se ven subvertidos por los procedimientos de
las burocracias que, al anteponer el cumplimiento de unos objetivos al logro
del bienestar de la población, terminan produciendo resultados arbitrarios. Si-
guiendo a Herzfeld, el autor caracteriza a las burocracias como una “máquina
de producción social de indiferencia” (Gupta, 2012: 6), pues aunque sus inter-
venciones pueden estar cargadas de buenas intenciones, la cuestión es cómo
188 XII Coloquio Colombiano de Sociología
los procedimientos desplegados por ellas impiden que los servicios estatales
les lleguen a los pobres.
Esta consideración acerca de la naturaleza de las intervenciones de las bu-
rocracias oficiales puede ser retomada en bien de un análisis de las políticas
de colonización dirigida y de desarrollo rural integral implementadas por la
Caja Agraria y el Incora, respectivamente. En el primer caso, vimos cómo el
enganche y traslado de cientos de pobladores procedentes del interior hacia
los frentes de colonización en el Caquetá obedeció a la necesidad de tramitar
las demandas territoriales en estas zonas sin alterar la estructura de la tenencia
de la tierra, buscando con ello aquietar el convulsionado ambiente político que
se vivía en aquel entonces. Ahora bien, al interrogar a los colonos y funciona-
rios que conocieron de cerca este proceso, sus voces son unánimes en señalar
el fracaso del mismo, toda vez que la gran mayoría de los colonos dirigidos
abandonó las parcelas que les fueron asignadas al poco tiempo de haberse
trasladado a la zona. El origen de este fallido intento de consolidación de las
colonias agrícolas puede situarse en la fase de planeación de este proceso, por
cuanto los trazados de las parcelaciones se elaboraron desde el escritorio, sin
consideración alguna de las condiciones de relieve, suelos y red fluvial del
terreno, por lo que al momento de la asignación de las parcelas, muchos adju-
dicatarios se encontraron con tierras de mala calidad. También en el proceso
de selección de los colonos se presentaron fallas, ya que el reclutamiento de
los mismos se hizo de manera indiscriminada, sin tener en cuenta la experien-
cia previa en las labores agrícolas como un requisito para poder acceder al
programa. Fue así como la gran mayoría de los colonos trasladados a la región
(Bücher estima que un 90%) desempeñaba oficios urbanos en sus lugares de
origen, lo cual hizo sumamente difícil el proceso de adaptación tanto a las
condiciones climáticas como a las labores del campo. El sistema de crédito
implementado por la entidad tampoco ayudó mucho a consolidar este proce-
so, pues inicialmente los plazos concedidos para el pago de la deuda fueron
muy cortos, lo cual desestimuló la permanencia en la zona. En otros casos,
el número de reses entregadas a las familias no fue suficiente para cubrir las
necesidades de los colonos. A esto se sumó, la falta de supervisión por parte de
la Caja, que no pudo recuperar gran parte de la cartera entregada, pues muchos
de los prestatarios migraron, despilfarraron los recursos o no los invirtieron
en las parcelas. Esta situación generó un sinnúmero de problemas jurídicos
en torno a los derechos de propiedad sobre las tierras, que en muchos casos
fueron tituladas a nombre de colonos que habían abandonado la región.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 189
de los programas para que éstos se hicieran cargo del engorde de los animales,
sin entregarles ninguna retribución a cambio. Haciendo un uso extralimitado
de sus funciones, algunos oficiales entablaban negocios con los proveedores
del ganado destinado a los usuarios de los créditos, otros presionaban a estos
últimos para que les vendieran sus tierras o ganaderías a bajos precios, mien-
tras que otros más intimidaban a los colonos para que entregaran las reses que
les habían sido adelantadas por el Incora bajo el sistema de créditos.
Un último punto que quisiéramos considerar dentro de este campo de inte-
racciones entre las burocracias y los campesinos son las representaciones que
de estos últimos tenían los funcionarios. Los oficiales entrevistados coinciden
en señalar una clara distinción entre los colonos dirigidos, trasladados por la
Caja Agraria a la región, y los colonos espontáneos, que arribaron por su pro-
pia cuenta y riesgo. En su opinión, el factor motivacional incidió directamente
en la actitud de los colonos hacia los programas que se adelantaban. Mientras
que los primeros llegaron a la zona de manera inducida, bajo la tutela pater-
nalista de la Caja Agraria, y en su mayoría, sin contar con un conocimiento y
experiencia previas de las labores agrícolas, los colonos espontáneos migra-
ron motivados por el interés de hacerse a una nueva vida en estas tierras, y por
lo tanto, dispuestos a sortear las vicisitudes que se les pudieran presentar. Sin
ningún apego a la tierra y al trabajo en el campo, ante la primera dificultad
que se les presentaba, muchos colonos dirigidos decidieron regresarse a sus
lugares de origen, en contraste con los colonos espontáneos que tuvieron un
grado de permanencia mucho mayor en la región.
Una tercera categoría se suma a las dos anteriores. Se trata de los llama-
dos “colonos profesionales”, que se especializaban en el desmonte de selvas
vírgenes con la finalidad exclusiva de vender las mejoras incorporadas a los
especuladores de la tierra, para proseguir con la apertura de nuevos frentes en
lugares cada vez más alejados. Incluso, algunos de los funcionarios entrevis-
tados refieren el caso de colonos que hicieron del acaparamiento de tierras su
modo de vida. Adentrándose en la selva, desmontaban una o dos hectáreas,
sembraban algunos cultivos de pancoger como el plátano o la yuca, cons-
truían una vivienda provisional y abrían una trocha con la cual delimitaban
extensiones de tierra que abarcaban 100 o 200 hectáreas que posteriormente
eran vendidas a los especuladores. Sin duda alguna, este fue un proceso que
contribuyó a la concentración de la tierra en el departamento.
194 XII Coloquio Colombiano de Sociología
A manera de conclusión
El estudio de los distintos niveles y dimensiones en los que se despliegan
las prácticas estatales permite problematizar algunos supuestos que se han
dado por sentados. Así, esta primera aproximación al campo de interacciones
entre los funcionarios del Incora y los beneficiarios de los programas imple-
mentados por la entidad pone en evidencia la necesidad de replantear algunos
de los hábitos de pensamiento más extendidos sobre el Estado. El primero
de ellos se refiere a la dicotomía Estado-sociedad civil que, en nuestro estu-
dio de caso, tiende a desvanecerse. En efecto, los funcionarios de que trata
esta investigación no responden a pie juntillas al prototipo del burócrata que,
desde el espacio de su oficina, resuelve los asuntos públicos que le han sido
encomendados, sin involucrar sus sentimientos e intereses, sino que llegaron
a involucrarse profundamente en la vida de los colonos. Tanto así que la cer-
canía entre unos y otros dio lugar a una forma particular de tramitar el acceso
a los distintos servicios ofrecidos por la entidad, a partir de la cual los colonos
buscaban capitalizar los lazos de “amistad” construidos con los funcionarios.
Un segundo supuesto que es preciso revalorar es aquél según el cual los
fracasos en la ejecución de los programas sociales pueden explicarse en virtud
de un diseño erróneo de los mismos, de lo que se sigue que una adecuada for-
mulación de estos programas garantiza en sí misma el “éxito” de aquéllos. Si
bien este factor incide en los resultados obtenidos, no explica del todo el rum-
bo que pueden llegar a tomar estas intervenciones. Es preciso “abrir la caja
negra” de los procedimientos desplegados por las burocracias en sus queha-
ceres cotidianos para entender que no bastan las nobles intenciones cuando se
privilegia el cumplimiento de unas metas que a la postre le impiden el acceso
de los servicios estatales a los sectores más desfavorecidos. Situar la atención
en las prácticas estatales permite también comprender el rol de la contingencia
y la improvisación en el funcionamiento del aparato burocrático.
En tercer término, fijar la mirada en el campo de interacciones entre los
burócratas y los ciudadanos nos permite constatar la eficacia de las prácti-
cas estatales ejercidas por los oficiales en sus encuentros con los campesinos,
en el moldeamiento de las representaciones que éstos construyen en torno al
Estado. Normalmente, los analistas sociales se han dirigido al estudio de los
rituales públicos a través de los cuales el aparato estatal construye un discurso
explícito acerca de su naturaleza, pasando por alto el poder representacional de
estas interacciones cotidianas. En este sentido, nuestro estudio de caso revela
cómo los imaginarios de los campesinos acerca del Estado están íntimamente
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 195
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UN ORDEN LOCAL EN LAS MÁRGENES DEL ESTADO.
EL CASO DE SAN PEDRO DE URABÁ1
1 Este artículo es de la autora, pero propiciado en las reflexiones del proyecto Colciencias Órdenes Lo-
cales en Reconfiguración: de regulaciones, acomodamientos y resistencias en regiones de intenso conflicto
armado, 1991-2010. Una investigación comparada.
2 Antropóloga, investigadora y profesora del Grupo Estudios del Territorio. Instituto de Estudios Re-
gionales. Universidad de Antioquia.
3 Los hermanos Fidel, Vicente y Carlos Castaño, principales fundadores del proyecto paramilitar en
Colombia.
202 XII Coloquio Colombiano de Sociología
beranía en función de la lealtad que recibe el centro desde sus márgenes; ésta
propone, más bien, una interpretación reticular del territorio para reconocer la
superposición y los flujos de poder entre formas diversas de territorialidad (le-
gitimas o no, estatales y alternas), entre estrategias organizativas distintas en
un mismo territorio (del Estado y de otros actores no estatales) y con lealtades
no exclusivas al Estado. La tercera propuesta entiende el territorio como la ex-
periencia humana del espacio, ese sentido del lugar y de pertenencia que dota
de capacidades a las personas para ejercer agencia en, con y por el territorio.
Las tres propuestas de territorialidad, red y experiencia del espacio me per-
miten presentar el caso de San Pedro de Urabá como una localidad producida
en las márgenes del territorio nacional como efecto de las decisiones de los
poderes centrales de desfogar hacia ellas la población sobrante en el centro y
mostrar algunos rasgos de cómo aquí se configuraron formas de poder propio,
actores sociales y organizaciones territoriales de tipo transcultural, insurgente,
paramilitar y criminal que, como veremos, interactúan en una red donde las
distintas territorialidades, incluida la del Estado en sus márgenes, se solapan y
transforman mutuamente.
gran propiedad (ver Darío Fajardo, s.f, PNUD 2011, Alejandro Reyes 1978).
Por esa razón, el Estado estimuló la colonización hacia el Magdalena Medio,
Catatumbo, Putumayo, Urabá, Bahía Solano y otros territorios de “frontera
abierta” a partir de 1930, tierras baldías o zonas consideradas “vacías” pro en
realidad habitadas por población negra dispersa de cimarrones o de palenques
y de indígenas que entraron en conflicto con la llegada de los colonos. Este
movimiento hacia la frontera abierta no se compadeció con un Estado intere-
sado en consolidar la economía campesina agraria sino que, más bien, la dejó
a la deriva y sin las condiciones necesarias para fortalecerla, lo que determinó
que fuera absorbida nuevamente por la gran propiedad con la conocida ley de
los tres pasos: abrir, mejorar, vender.
La colonización de San Pedro de Urabá obedeció a esa dinámica de princi-
pios del siglo XX cuando buscadores de raicilla y cazadores penetraron estas
selvas desde los años 1920s y 1930s aprovechando que estaban medio descua-
jadas por economías de tipo extractivo como la representada por la compañía
Emery de Boston que venía explotando maderas desde el río Sinú desde fines
del siglo XIX. Ese movimiento lento y sostenido de migrantes continuó en los
años 1930s y 1940s con pobladores procedentes de San Pelayo, San Bernardo
del Viento, Lorica, San Antero, Cereté, Puerto Escondido, Los Córdoba, Mon-
tería y Valencia. Al terminar la Violencia o “guerra montuna” en la década de
1950, el pueblo se estableció definitivamente, recomenzó un ciclo importante
con la raicilla, tuvo un auge porcino, construyó aeropuerto local, carretera
secundaria que comunicó con Turbo a mediados de la década, todo lo cual
inauguró un tránsito continuo entre Urabá y Córdoba, incrementó la colo-
nización paisa y desató la apertura de tiendas mayoristas, compras de maíz,
cacao, comederos, depósito de materiales y almacenes agrícolas y ganaderos
(Universidad Nacional, 1990: 205).
Zygmunt Bauman (2005) analiza la existencia de territorios como éstos en
su libro Vidas Desperdiciadas, considerados espacios vacíos, capaces de ab-
sorber el exceso de población de las regiones más desarrolladas, lugares des-
tinados a “exportar” los «seres humanos superfluos» de los proyectos econó-
micos hegemónicos, vertederos dispuestos para recibir los residuos humanos
de la modernización, para solucionar, de forma local, un problema nacional
y para ocultar las imperfecciones del orden establecido (Bauman, 2005: 16).
Mandar al excluido a la margen y expulsarlo del orden creado en el centro,
expone ese lugar menor del colono en la lógica hegemónica de la organización
territorial y del poder, la deprivación a la que se somete su existencia y la ca-
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 205
La superposición de territorialidades
¿Qué pasó con esta territorialidad transcultural y resistente de San Pedro
de Urabá? La localidad expresa esa condición compleja de Colombia de “en-
4 Julio Guerra proponía la Divisa Roja como organización que implantara la moral en una región sin
ley o donde la ley no tenía moral. Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y DIH.
2009.
206 XII Coloquio Colombiano de Sociología
5 Tales fuerzas respaldaron en 1994 la candidatura de Gloria Cuartas; ellas fueron la Unión Patriótica-
Partido Comunista Colombiano (UP-PCC), Esperanza, Paz y Libertad (EPL), el Partido Liberal de Urabá,
el grupo Compromiso Cristiano con la Comunidad (C-4), y los movimientos cívicos Partido Nacional
Cristiano, Apartadó para Todos y Generación 21. El Partido Conservador aunque no participó en las con-
versaciones, para la escogencia del candidato, adhirió posteriormente al acuerdo. La Diócesis de Apartadó
jugó también un papel destacado en la configuración de un consenso político por la paz en Urabá. Este se
conoce como Consenso de Urabá.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 209
los procesos de asignación social, la institucionalización de la fuerza militar (como en las diversas teorías
reduccionistas)” (Mann, 23)
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 215
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ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LA RELACIÓN ESTADO,
SOCIEDAD Y POLÍTICA A PARTIR
DEL CASO DE LA AMAZONIA OCCIDENTAL
La dicotomía Estado/sociedad
La mencionada meta-narrativa de integración territorial y social de la na-
ción y el establecimiento de la soberanía del estado-nación sobre sus regiones
de frontera internas (territorios de colonización continua insertados en medio
de zonas con estructuras más consolidadas), sus fronteras abiertas o zonas de
colonización (Sur y Oriente del país), así como sobre las fronteras internacio-
nales, están presentes en los estudios que se hacen sobre el Estado, tal como
se evidencia al identificar un eje conceptual que busca caracterizar el estado
a partir de su ausencia en ciertos lugares o de la existencia de regiones no
controladas directamente por el mismo. Entre dichos estudios se encuentra la
propuesta de Paul Oquist (1978) que plantea el “colapso parcial del Estado”,
a partir del análisis del derrumbe de sus instituciones durante el período de la
Violencia de los años 50 debido a la guerra abierta entre liberales y conser-
vadores que controlaban el gobierno central y quienes se excluían el uno al
otro debido al clientelismo político y económico, hasta las que plantean su
“derrumbe” en las regiones periféricas (Pizarro Leongómez, 2004), pasando
por las que reconocen los “espacios vacíos dejados por el Estado” (Pécaut,
1988), su “precariedad” por no ejercerse autoridad estatal en amplios lugares
del territorio nacional (González, 1999; Pécaut, 2001) o una “presencia dife-
renciada y desigual [en el territorio nacional] de las instituciones y aparatos
del Estado” (González et ál., 2002). Todas estas caracterizaciones constatan
que no se ha pensado el Estado en Colombia sin aludir a la paradoja de su
histórica presencia y ausencia simultánea.
En consecuencia el estado central, a través de sus gobiernos, continúa en
la búsqueda de reconquistar, colonizar y sobre todo, intervenir con el fin de
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 221
como estado supletorio del estado central en regiones con precaria presencia
del mismo, las FARC supervisan el estado buscando que cumpla sus funcio-
nes como estado de bienestar sin oponerse al mismo en la práctica, de manera
que se puede afirmar que los grupos armados son una parte fundamental en la
conformación de la idea de estado en estas regiones. En consonancia con este
presupuesto, en la tesis de maestría de Alejandra Ciro sobre el poder político
y la configuración del Estado en el Caquetá, una de sus propuestas centrales
es la de “incluir en la comprensión de la configuración del estado, el papel de
los poderes locales tanto ilegales como legales…como sujetos intrínsecos de
su constitución” (2013:3) y muestra la importancia que ha tenido las FARC en
la configuración regional de la Amazonía Occidental.
Por otra parte, en estas regiones, sus habitantes consideran la Fuerza Públi-
ca como un actor armado más en el conflicto, percepción que se contrapone
a la del estado central que equipara la presencia militar con presencia estatal,
lo cual se ha traducido en la militarización de la política social que se imple-
menta en estas regiones como lo reflejó tanto el Plan Colombia como el Plan
Consolidación. Este último se presentó como “un viraje en el Plan de guerra”
(Ministerio de Defensa 2007:2) al introducir en su diseño la vinculación de la
fuerza pública con la acción social del estado, reflejando la priorización del
tema de seguridad en el tratamiento de las necesidades sociales y económicas
de la población, confirmándose así que existen claras diferencias en cuanto a
la idea de estado que se tiene a nivel nacional y regional.
El Putumayo no es una población muy grande y aquí es más visible por eso,
5 o 10 familias que se han levantado así rápidamente son demasiado visibles.
El Bajo Putumayo siempre ha puesto los ojos en la gente de Mocoa pues desde
aquí se maneja todos los intereses, se recauda y no se revierte en servicios y
entonces se presenta un choque entre el alto y el bajo Putumayo (Entrevista a
Hugo Zambrano, enero de 2010).
(…) el bajo Putumayo dice votemos contra Mocoa porque en Mocoa, di-
cen, está centralizado el poder, el robo y todo lo demás. Entonces la aspiración
es hacernos sentir que nosotros también podemos ser una opción, que nos re-
conozcan, ese tipo de motivaciones.” (Conversatorio en La Dorada septiembre
2 de 2008).
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TRANSFORMACIONES SOCIOECONÓMICAS,
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DEL PROBLEMA AGRARIO A LA CUESTIÓN RURAL: 1960-2013
Absalón Machado1
2 La seguridad humana es un concepto utilizado por las Naciones Unidas que no se refiere a una preo-
cupación por las armas sino por la vida y la dignidad humanas. Es un pacto mínimo de ciudadanía donde el
Estado por excelencia protege la vida e integridad de todas las personas. Se define como las condiciones y
medios para preservar el núcleo central de todas las vidas contra riesgos graves y previsibles
236 XII Coloquio Colombiano de Sociología
trata de estudios regionales que permitan precisar las redes de poder y sus
relaciones con las estructuras agrarias y el conflicto.
La reconfiguración de la estructura agraria hacia la multimodalidad tiene
que ver con varios factores. Entre ellos: la compra de tierras por narcotrafican-
tes que han reconstruido predios hacia la mediana propiedad vía testaferros,
el despojo de tierras por grupos armados y su administración por testaferros
segmentando propiedades para no conformar grandes, el funcionamiento del
mercado de tierras, en algunas regiones, las acciones del Incora/Incoder en
la compra de tierras para redistribuir a pequeños, la entrega de baldíos por
el Estado en UAFs, la fragmentación de la propiedad por las herencias en
grandes fincas; el desarrollo capitalista hacia la mediana propiedad en muchas
regiones.
tegias y las políticas. En este panorama es claro que la crisis del sector rural
no se deriva de los TLC como se ha dicho en el debate público. Esos tratados
agravan los problemas estructurales existentes pero no son la causa primige-
nia de la cuestión rural y del drama de los agricultores de esta querida Colom-
bia. Hay que hacer mucha claridad sobre ello para no confundirse y perder la
perspectiva estructural y del tipo de políticas a implementar. Porque los sub-
sidios a los productores y otras medidas tomadas recientemente no arreglan el
problema, son sólo un alivio pasajero.
Colombia quizás ha cometido el error de dedicarse a firmar tratados co-
merciales sin estar preparado para ello. Pues una apertura externa en el caso de
Colombia tiene que ir acompañada de una apertura interna para que el sector
rural pueda enfrentar los desafíos y aprovechar las oportunidades del libre
comercio. Y la apertura interna es una transformación estructural del sector
que parte de reconocer su potencial, sus limitantes y se guie con criterios de
democracia, equidad y justo trato sin discriminación a grupos sociales. Es una
apertura interna que se resume en dos expresiones en boga: Reforma Rural
Transformadora que sugirió el INDH 2011 del PNUD, y Desarrollo Rural
Integral que se ha propuesto desde la Habana en la Mesa de Conversaciones
sobre la Paz.
Esas reformas rurales son de carácter estructural y requieren visiones com-
partidas sobre el problema y apuestas de largo plazo. Esas reformas propues-
tas tienen diferencias claras con las apuestas gubernamentales que se encuen-
tran en el Plan de Desarrollo o en el Proyecto de Ley de Tierras y Desarrollo
Rural del Ministerio de Agricultura. La diferencia es que el gobierno se guía
por el postulado de “mercado hasta donde sea posible y Estado hasta don-
de sea necesario”. En cambio el PNUD con la RRT propone algo diferente:
“más Estado en el mercado, menos mercado en el Estado y más sociedad en el
diseño e implementación de la política pública”. Este último enunciado es el
que se perfila como el más ajustado a las condiciones colombianas, el prime-
ro, el del gobierno es una fórmula copiada de los enunciados que Tony Blair
quiso practicar en Inglaterra. Y la diferencia es entonces entre el liberalismo
económico donde los mercados tienen una importancia relevante, y los cam-
bios estructurales para el desarrollo humano de toda la población, con énfasis
en los más vulnerables.
Y tendremos que esperar los detalles de los acuerdos de la Habana para
calificar adecuadamente las propuestas en el ámbito de esos dos enunciados,
o a lo mejor, en otro que habrá que proponer.
244 XII Coloquio Colombiano de Sociología
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ECONOMÍA POLÍTICA Y CRECIMIENTO ECONÓMICO:
COLOMBIA 1906-2009
Presentación
Cuando se analiza la senda del crecimiento económico de Colombia y se
la relaciona con los vaivenes de la política nacional, en especial con el manejo
que le han dado las élites en el poder a las políticas económicas, se encuentran
pistas de que el ejercicio de la política es un factor determinante del desenvol-
vimiento económico nacional de largo plazo. Es una hipótesis que se sustenta
en la ya veterana visión de la economía política.
Gráfica 1
Crecimiento Económico de Colombia 1906 – 1924
Gráfica 2
Crecimiento Económico de Colombia
1925 – 2009
Para empezar conviene observar que los datos del crecimiento económico
de 1925 a 1928, arriba referenciados, se muestran en esta gráfica (los primeros
cuatro puntos de la serie). Ahora bien, esta serie es complicada. Pero si se tie-
ne en cuenta que la línea punteada representa la tasa de crecimiento promedio
anual de la economía en ese periodo de 85 años (1925-2009), 4.1%, se pue-
den deducir por lo menos cuatro conclusiones sobre la dinámica económica
nacional:
1. Colombia experimenta una tendencia al crecimiento sostenido: en 85
años de historia sólo en 3 años (1930, 1931 y 1999) tenemos estrictamen-
te recesiones.
2. El crecimiento económico ha sido muy volátil: descontando los años de
recesión, las tasas han variado entre 0 y 10%.
3. El crecimiento económico de Colombia ha sido cíclico: los auges tienden
a ser seguidos por desaceleraciones y viceversa.
4. Ninguno de esos ciclos ha durado más de 7 años: no pasan más de 7 años
antes de que la senda del crecimiento vuelva a la media.
Para caracterizar la dinámica económica de largo plazo se deben descontar
los efectos cíclicos. Eso se lleva a cabo de dos formas: se estima la tendencia
que resulta de aplicar el filtro de Hodrick y Prescott [GPIB(HP)], y se suaviza la
serie del crecimiento económico con un promedio móvil de siete años centrado
en el cuarto año [GPIB(7)]. Los resultados se muestran en la siguiente gráfica.
250 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Gráfica 3
Tendencia del Crecimiento Económico de Colombia
1928-2009
Tabla 1
Restricciones del Desarrollo
Con base en algunas investigaciones previas (Ortiz 2009, Ortiz et al. 2009
y 2013), se postula que los activos públicos más importantes para el creci-
miento económico de Colombia han sido los siguientes: la diversificación
industrial, la distribución de la riqueza y del ingreso, el desarrollo infraes-
tructural, el respeto a la propiedad (especialmente el respeto a la vida como
propiedad fundamental), las políticas para la acumulación del capital físico
y humano, y el desarrollo institucional que promueve los anteriores activos
públicos productivos.
Cada uno de estos motores del crecimiento económico ha sido analizado
en diferentes modelos de crecimiento endógeno. El impacto de la diversifica-
ción productiva fue analizado por Romer (1987, 1990) y por Aghion y Howitt
(1992). El efecto de la distribución de la riqueza y del ingreso sobre el creci-
miento económico ha sido analizado por Murphy, Shleifer y Vishny (1989a y
1989b) de la Universidad de Chicago; en estos trabajos se muestra que una
economía con un ingreso nacional más homogéneamente distribuido tiene un
mercado interno más grande, explota economías a escala, aumenta la produc-
tividad y crece más rápidamente en un círculo virtuoso de expansión económi-
ca a la manera como se analiza en Smith (1776) y Young (1928). El impacto
del gasto público, como en el caso de la infraestructura, sobre el crecimiento
económico ha sido analizado por Barro (1990). El respeto a la propiedad (em-
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 253
3 Tanto las empresas privadas como las públicas demandan factores de producción (capital fijo y
capital humano).
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 255
Gráfica 4
Dinámica Económica y Transformación Productiva
1931-2009
4 Este resultado es consistente con el hallazgo reciente de que más que la diversificación de la industria
manufacturera per se es la diversificación de las actividades productivas intensiva en tecnología la que
impulsa el crecimiento económico (Rodrik, 2007; Naciones Unidas 2007).
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 257
Gráfica 5
Participación en la Generación de Valor Agregado del Sector Industrial
Productor de Materias Primas (MATPRIM) y del sector de Servicios de
Transporte (TRANSP)
Gráfica 6
Tasa de Homicidios y Tasa de Secuestros por 100.000 habitantes
Gráfica 7a
Tasa de Acumulación de Capital Fijo vs. Tasa de Secuestros
Colombia 1951-1979
Gráfica 7b
Tasa de Acumulación de Capital Fijo vs. Tasa de Secuestros
Colombia 1980-2009
Gráfica 8
Tasa de Interés Real de Colocación
Colombia 1953-2012
ble, pero cuando se ponen juntas es evidente que la tendencia a la caída de los
trabajadores en la participación en el ingreso es sistemática desde los años 80;
por lo menos no se puede afirmar que aumente.
Gráfica 9
Participación del Trabajo en el Ingreso Nacional
Colombia 1970-2009
Fuente: Cuentas Nacionales del DANE, diferentes Bases (1975, 1994, 2000, 2005).
ga = gy – ε gf
La serie estimada de la tasa de crecimiento de la productividad es tan volá-
til como la serie del crecimiento económico (no se presenta aquí). Estimando
las tendencias que arroja el filtro de Hodrick y Prescott para ambas series se
construye la Gráfica 10. La línea con rombos negros es el crecimiento tenden-
cial del PIB [GPIB(HP)], y la línea negra continua es la tendencia del creci-
miento de la productividad [GA(HP)]. La línea negra continua muestra que ha
habido dos periodos del comportamiento de la productividad en Colombia: un
primer período que va de 1951 a 1977, cuando las ganancias en crecimiento de
la productividad tuvieron una media del 2.2%, y otro de 1978 a 2009, cuando
esa media disminuye a 1.2% –es una pérdida de un (1) punto porcentual por
año en la dinámica económica nacional–.
Gráfica 10
Tendencias del Crecimiento del Producto
y del Crecimiento de la Productividad
Ortiz et al. (2013) reclaman que esta descomposición del crecimiento eco-
nómico corrige la conclusión usual a la que han llegado los economistas: la
propuesta de que hubo uno implosión de la productividad. Con este nuevo en-
foque se obtiene, por el contrario, que no hubo una implosión del crecimiento
de la productividad en las últimas tres décadas del siglo XX: las ganancias de
productividad multifactorial fueron inferiores a las del período anterior, pero
siguieron siendo positivas como tendencia.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 263
Tabla 2
Restricciones del Desarrollo
para las élites, es bueno para el país. Y realmente resulta que no. Lo que hace
Pastrana Borrero es desmontar el sistema que existía de apoyo a la indus-
trialización para sustituirlo por una política de vivienda y explotación de las
exportaciones. Resulta que eso no lidera el cambio tecnológico, no lideró la
demanda de fuerza de trabajo calificado, porque precisamente lo que llamaba
la atención de la construcción es que demanda fuerza de trabajo no calificada
(y ¿quién necesita educar a los “rusos”?)6. El otro aspecto que manejó el se-
ñor Pastrana fue la contrarreforma agraria, de tal manera que, digamos aquí
el sector terrateniente agroexportador obtuvo por lo menos cinco regalos: 1)
el desmonte definitivo de la propuesta liberal de la reforma agraria; 2) que se
impidiera la tributación sobre la tierra; 3) alta protección para los productos
agrícolas; 4) subsidios crediticios por parte del Banco de la República (se creó
el Fondo de Fomento Agropecuario); 5) También se benefició con la disminu-
ción de los aranceles de las materias primas que venían desde el plan Vallejo,
y otros beneficios de tipo tributario. Eso es lo que ganó el sector terratenien-
te agrario-exportador, pero la burguesía financiera industrial ganó también, a
costa de cederle esos beneficios al sector terrateniente; ganó el manejo de la
política económica a su favor. Entonces, hay una política de devaluación sos-
tenida para promover las exportaciones, hay una política crediticia del Banco
de la República para la industria, hay una política de desgravación de las im-
portaciones de maquinaria, equipo y materias primas industriales. Y el sector
financiero ganó las 4 políticas que se mencionaron arriba: la desregulación
financiera, la liberación de las tasas de interés, la privatización de la banca
estatal y, finalmente, la connivencia de los gobiernos frente a los procesos de
centralización del capital.
Se requiere un acuerdo nacional para diversificar la economía con énfa-
sis en las actividades productivas intensivas en tecnología e inteligencia, que
son las que lideran el crecimiento económico, y el Estado debe recuperar su
función de proveedor de activos públicos que complementan la actividad eco-
nómica del sector privado, potencian la productividad y jalonan el crecimien-
to económico. En otras palabras, se debe cuestionar y cambiar el modelo de
desarrollo que vive y sufre Colombia desde hace 40 años.
6 “Rusos” es el término coloquial para denominar en Bogotá a los trabajadores rasos de la construc-
ción.
268 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Referencias Bibliográficas
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siembra. Revista de Economía Institucional, II (21), 107-147.
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 269
Hoy me gustaría compartir con ustedes algunas ideas sobre la relación entre
el derecho y las ciencias sociales, de cómo estas últimas podrían interpelar
el discurso predominantemente jurídico y dogmático que ha caracterizado
la investigación criminal en el país. Probablemente, de la mano de una
interpretación muy restrictiva de la disposición del Código de Procedimiento
Penal que le otorga al fiscal la dirección de la investigación penal, en Colombia
ésta ha estado a cargo de abogados. El uso de otras disciplinas es visto como
un apoyo auxiliar a la investigación criminal, pero, por lo general, no permea
la caracterización que se hace de la criminalidad y las estrategias que se trazan
para identificar y judicializar a los responsables. En lo que sigue indicaré
algunas de las formas en las que las ciencias sociales y el derecho se relacionan
entre sí para establecer las oportunidades y los retos de acercar la investigación
criminal a la investigación social. Normalmente, es fácil distinguir entre lo que
hace un juez y lo que hace, por ejemplo, un historiador. La palabra del juez
producida en el marco de un rito muy particular que es el proceso judicial,
tiene efectos que distan ostensiblemente de los que normalmente tiene la
palabra de un historiador. Por más historias que escribamos sobre cualquier
villano, sólo una sentencia judicial tiene el poder de declararlo culpable y de
disponer y tazar castigos válidos.
En términos generales, simplificando el asunto, el historiador explica,
mientras el juez decide. Y como el historiador tiene ante todo la obligación de
suscitar en nosotros, sus lectores, representaciones adecuadas de lo que nos
está contando sin que nos pierda en la narrativa, a veces le permitimos que se
invente cosas, siempre y cuando esté en el ámbito de lo posible, o mejor, de
lo verosímil (como cuando hace inferencias psicológicas o cuando se inventa
1 Los apuntes presentados en esta ponencia son fruto de mis largas conversaciones con Luis Carlos
Sánchez. Además es probable que algunas de las ideas desarrolladas partan de la investigación a la que
contribuí como investigadora asistente del Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Repa-
ración y Reconciliación, publicada en 2012. Centro Nacional de Memoria Histórica, Justicia y Paz: Verdad
judicial o verdad histórica (Bogotá: Taurus, 2012)
2 Historiadora, Coordinadora de Analistas, Unidad Nacional de Análisis y Contextos, Fiscalía General
de la Nación.
274 XII Coloquio Colombiano de Sociología
a través del relato? ¿Cuáles son los énfasis que ponen en él, que es lo que
consideran importante recordar? Y a partir de allí entonces entender qué es
lo que nos están reclamando y que esperan de nosotros como ciudadanos. No
hacer este ejercicio nos parecía que era ir en contra de nuestra apuesta ética.
La voz de las víctimas no la podíamos reducir a la lógica de lo verdadero o de
lo falso o a la contrastación de una tesis.
Y en este orden de ideas, obviamente, había que tener en cuenta que el
relato o el testimonio no surgen solos sino que necesitan de unas preguntas
detonantes para que se pueda producir. Esto en términos metodológicos nos
producía muchas angustias sobre la manera de hacer unas preguntas que
interfirieran o condicionaran lo menos posible el relato que se iba a construir.
Decidimos entonces elegir cuatro o cinco preguntas para guiar el proceso
de acopio de los testimonios, que consistían en pedir a las víctimas que nos
contaran lo que pasó, por qué pasó, como lo afrontaron, qué consecuencias
tuvo lo sucedido y que recomendaciones podían hacer para que no se
repitieran los acontecimientos. Este paquete básico de preguntas lo tomamos
de otras experiencias de comisiones de la verdad, que habían hecho trabajos
similares, sabiendo que podían incluso condicionar el relato; pero también
éramos conscientes de que el relato requería de un detonante y necesitábamos
combinar el testimonio, como relato y como fuente, para que nos proporcionara
una información para la construcción de los otros capítulos y el desarrollo de
los temas que deseábamos explorar.
Reconociendo la particularidad de que usábamos esas preguntas como
detonantes, lo que hicimos, entonces, para poder llegar a este capítulo, fue
hacer un gran análisis de todos los testimonios que recogimos y tratar de
buscar cuáles eran los énfasis que las víctimas ponían para tratar de identificar
sus reclamos o lo que ellos consideraban importante. Así logramos organizar
el trabajo a partir de tres ejes: el primero, al que llamábamos eje narrativo,
se estructura a partir de la pregunta de qué fue lo que pasó. El segundo, al
que llamábamos eje interpretativo, nos habla de la explicación que dan las
víctimas a lo que les ocurrió, y se estructura alrededor de la respuesta a la
pregunta de por qué pasó lo que pasó. El tercer eje, al que llamábamos el
eje del sentido, responde a la pregunta de cómo afrontaron la situación y
recoge los recursos que usó la víctima para sobrevivir, para resistir y para
reconstruir. Hay que decir que este último es un reclamo permanente de las
víctimas cuando hacíamos este trabajo: “no nos coloquen únicamente en el
plano de la vulnerabilidad o del sujeto indefenso o inactivo; nosotros a pesar
Estado y Sociedad en la Colombia de hoy 289
tener en cuenta que los acontecimientos están allí latentes todo el tiempo, hay
que afrontarlos y hay que reconocerlos, porque es un tema muy importante
para la gente.
Este tema de la complicidad del Estado nos pone de presente la importancia
de reafirmar una tesis de nuestro informe: la violencia no se explica por
ausencia del Estado, porque éste siempre ha estado allí, la gente lo reconoce
en sus referentes, identifica su posición y le exige. Un Estado ausente nos
llevaría a otro tipo de énfasis y en este caso la gente nos pone al Estado en
primer lugar y es consciente de que quien tiene que proteger es el Estado, ya
que ese es su mandato legal.
La gente reconoce en su entorno regional más próximo las responsabilidades
de los que fungen alrededor del actor armado (los políticos, los poderes locales
o empresariales), adquieren conciencia de que el actor armado no es sólo un
aparato armado, ya que no pueden pervivir y existir sin otros anclajes sociales
y políticos. Esta es una visión que va más allá del perpetrador, por ello, al
exigir justicia, las víctimas tratan de llegar a otros niveles de responsabilidad
que trascienden el nivel del victimario directo. En este tipo de énfasis hay
una búsqueda por parte de las víctimas de otros niveles de responsabilidad.
Además, las víctimas le agregan complejidad a las complicidades cuando
hacen referencia a que éstas también están presentes en la propia comunidad,
en la que hay colaboradores de los actores armados. En algunos casos,
para que el actor armado lleve a cabo su acto violento; en otros casos, para
exponerlos a esta violencia. La gente reconoce esto y le imprime matices. La
coacción y la colaboración de todas maneras tienen un límite muy poroso
entre la voluntariedad y el carácter coactivo de los actos.
El hecho de que exista una relación asimétrica entre alguien que tiene las
armas y otro que no las tiene, significa que hay un límite y la misma gente
trata de imponerse ese límite hasta el punto de no atreverse a juzgar de manera
tan contundente o asignar responsabilidades. La gente construye una especie
de tipificación de las poblaciones en su relación con el actor armado, en
particular, cuatro tipos de relaciones: la del complaciente, que está de acuerdo
completamente con el actor armado; la del condescendiente, que tiene una
actitud mucho más pragmática y si se quiere realista; la del vacilante, que
duda todo el tiempo, no quiere quedar marcado pero tampoco se atreve a
resistir; y la del reticente, que no quiere tener nada que ver con el actor armado
y cuestiona su presencia en una determinada comunidad.
292 XII Coloquio Colombiano de Sociología
Rainer Dombois
Sociólogo, Doctor en Sociología de la Universidad de Friburgo, Alemania.
Desde el año 2009 es investigador del Instituto de Trabajo y Economía de la
Universidad de Bremen. Fue también investigador en el Centro de Ciencias
de Berlín y en el Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard
y Profesor Visitante en la Universidad Autónoma Metropolitana de México
y en la Universidad Nacional de Colombia de Bogotá durante el periodo.
Sus intereses académicos e investigativos giran alrededor del mercado, las
relaciones laborales y las normas laborales, bajo perspectivas comparadas,
teniendo como foco importante países europeos y latinoamericanos. Es autor
de numerosas publicaciones, entre las que se destacan libros, capítulos de
libros y artículos. De sus libros se pueden mencionar: Relaciones Laborales
entre mercado y Estado. Sendas de Transformación en América Latina (2000);
Internationale Arbeitsregulierung in der Souveränitätsfalle. Das Lehrstück
des North American Agreement on Labor Cooperation zwischen den USA,
Mexiko und Kanada (2004); Lateinamerika - Eine Fiktion? Notizen von
Reisen zwischen Mexiko und Feuerland (2013).
Fernán E. González González
Doctor en Historia de la Universidad de Berkeley, con formación en Teología,
Filosofía y Letras. Por más de cuatro décadas ha estado vinculado al Centro
de Investigación y Educación Popular - Programa por la Paz (CINEP/PPP)
en calidad de investigador alrededor de temáticas como la Construcción del
Estado, la violencia política, el clientelismo, entre otras, coordinando también
el grupo de investigación „Violencia política, Paz y construcción del Estado“.
También es el Director del Observatorio Colombiano para el Desarrollo
Integral, la Convivencia Ciudadana y el Fortalecimiento Institucional en
regiones fuertemente afectadas por el conflicto armado, ODECOFI. Tiene
una larga trayectoria como profesor en distintas universidades nacionales y
extranjeras, entre ellas, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad
Javeriana, el Instituto de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad
de París. Tiene una extensa producción intelectual, de la que se destacan los
libros Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia (1997); Violencia
política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado
(2002); Partidos, guerras e Iglesia en la construcción del Estado Nación en
Colombia, 1830-1900 (2006), ambos en colaboración con Ingrid Bolívar y
Teófilo Vásquez; Poder y violencia en Colombia (2014).
Carlos Miguel Ortiz Sarmiento
Doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales
de París, con formación en Filosofía y Letras y Ciencia Política. Ha sido
miembro académico en diversas instancias de educación superior como
el Consejo de la Educación Superior Universitaria –CESU– y la Comisión
Nacional Intersectorial de Aseguramiento de la Calidad de la Educación
Superior –CONACES–, en las salas de Humanidades y Ciencias Sociales y de
Maestrías y Doctorados. Ha estado vinculado por varias décadas, en categoría
de profesor titular en la Universidad Nacional de Colombia, siendo también
profesor visitante en la Escuela de Altos Estudio en Ciencias Sociales de París
y en la Universidad de Valencia, España. De su amplia producción intelectual
pueden destacarse los libros Estado y subversión en Colombia (1985); La
violence en Colombie: racines historiques et sociales (1990); Urabá: tras las
huellas de los inmigrantes 1955-1990 (1995); Urabá: pulsiones de vida y
desafíos de muerte (2007).
María Eugenia Ibarra Melo
Socióloga, con Maestría en Investigación, Gestión y Desarrollo Local y
Doctora en Ciencias Sociales de la Universidad complutense de Madrid.
Profesora Asociada de la Universidad del Valle, coordinadora del grupo de
investigación Acción Colectiva y Cambio Social (ACASO), de la Facultad
de Ciencias Sociales y Económicas de la misma Universidad. Sus temas de
reflexión e investigación se orientan fundamentalmente hacia las relaciones
de género, dando énfasis a sus dinámicas políticas y públicas. Participa como
profesora en el Doctorado en Humanidades de la Universidad del Valle, en
la línea en Estudios de Género. De sus publicaciones pueden destacarse el
libro Mujeres e insurrección en Colombia: reconfiguración de la identidad
femenina en la guerrilla (2009) y artículos recientes entre los que se
encuentran, Mujeres, verdad, justicia y reparación en Colombia, Revista
Universitas humanística (2011); Los estudios de género en Colombia. Una
discusión preliminar, Revista Sociedad y Economía (2013); Aportes de las
académicas latinoamericanas para comprender las acciones colectivas de las
mujeres, Revista CS (2015).
Fernando Urrea Giraldo
Sociólogo, con Maestría en Ciencia Política de la Universidad de los Andes.
Profesor titular de la Universidad del Valle. Ha sido Coordinador del grupo
de investigación Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diversos
componentes sociales, de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas
de la misma universidad. En el marco de este grupo, ha coordinado varios
proyectos de investigación en el campo de los estudios étnico-raciales, entre
ellos el Programa de apoyo a la población afrodescendiente colombiana en
estadísticas laborales y de condiciones de vida, epidemiológicas y en otros
componentes (CIDSE-Fundación Ford, 2012-2015); el Proyecto Piloto
Sistema Estadístico Nasa para el Buen Vivir, municipios de Toribío y Jambaló,
con perspectivas de incidencia en todo el norte del Cauca indígena (CIDSE-
Fundación Ford, Proyecto Nasa de Toribío, Proyecto Global de Jambaló y el
Cecidic, 2015). Autor de numerosas publicaciones, entre ellas el libro Gente
negra en Colombia. Dinámicas sociopolíticas en Cali y el Pacífico (2004)
con Olivier Barbary; Pobreza y grupos étnicos en Colombia: Análisis de sus
factores determinantes y lineamientos de políticas para su reducción (2007),
con Carlos Augusto Viáfara; Raza, etnicidad y sexualidades: ciudadanía
y multiculturalismo en América Latina (2008) con Mara Viveros y Peter
Wade; Race, Ethnicity, Crime and Criminal Justice in Colombia (en Race,
Ethnicity, Crime and Criminal Justice in the Americas, editado por Anita
Kalunta-Crumpton, 2012); From Whitened Miscegination to Tri-Ethnic
Multiculturalism. Race and Ethnicity in Colombia (en Pigmentocracies.
Ethnicity, Race and Color in Latin America, editado por Edward E. Telles,
2014).
Jairo Alexander Castaño López
Sociólogo de la Universidad del Valle e investigador vinculado al grupo
de investigación Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diversos
componentes sociales, de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de
la Universidad del Valle y coordinador de la Encuesta Piloto Experimental
Indígena Nasa en el municipio de Toribío (CIDSE-Fundación Ford, Proyecto
Nasa de Toribío, Proyecto Global de Jambaló y el Cecidic, 2015).
Eudo Fidel Cuarán Hernández
Sociólogo de la Universidad del Valle, vinculado al grupo de investigación
Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diversos componentes sociales,
de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del
Valle. Asistente de investigación en la Encuesta Piloto Experimental Indígena
Nasa en el municipio de Toribío (CIDSE-Fundación Ford, Proyecto Nasa de
Toribío, Proyecto Global de Jambaló y el Cecidic, 2015).
Magaly Gualiche Garcés
Socióloga de la Universidad del Valle, vinculada al grupo de investigación
Estudios étnico-raciales y del trabajo en sus diversos componentes sociales,
de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle.
Integrante del proyecto Encuesta Piloto Experimental Indígena Nasa en el
municipio de Toribío (CIDSE-Fundación Ford, Proyecto Nasa de Toribío,
Proyecto Global de Jambaló y el Cecidic, 2015).
Sandra Patricia Martínez Basallo
Socióloga, con Maestría en Geografía de la Universidad Pedagógica y
Tecnológica de Colombia y el Instituto Geográfico Agustín Codazzi y con
Doctorado en Antropología Social de la Universidad Iberoamericana de
México. Profesora Asistente de la Universidad del Valle, miembro del grupo
de investigación Acción colectiva y cambio social (ACASO), de la Facultad
de Ciencias Sociales y Económicas de la misma Universidad. Sus temas
de investigación giran alrededor las dinámicas locales del Estado desde
enfoques étnicos y culturales. Entre sus publicaciones se encuentran el libro
Configuraciones locales del Estado: titulación colectiva, economías de enclave
y etnicidad en el Pacífico colombiano (2013); y artículos recientes entre los que
se encuentran La política de titulación a las comunidades negras del Pacífico
colombiano: una mirada desde los actores locales, Boletín de Antropología
(2010); Hacia una etnografía del Estado: reflexiones a partir del proceso de
titulación colectiva a las comunidades negras del Pacífico colombiano, Revista
Universitas Humanistica (2013); Funcionarios y colonos: la formación del
Estado en el suroriente colombiano, Revista de Ciencias Sociales, FLACSO-
Ecuador (2015).
Clara Inés Aramburo Siegert
Antropóloga, Especialista en Planificación y Gestión Urbana del Instituto
de Estudios de Administración Local de Madrid, con Maestría en Ciencia
Política de la Universidad de Antioquia. Actualmente hace parte del Instituto
de Estudios Regionales –INER de la misma universidad, miembro del
grupo de investigación Estudios del Territorio. Sus temas de reflexión e
investigación están orientados a los estudios regionales desde los campos de
la política y la violencia. Ha trabajado como investigadora en el análisis de las
Asambleas Municipales, comunitarias y constituyentes en el Departamento de
Antioquia y en el diseño del Observatorio de Educación Superior Regional.
Autora de numerosas publicaciones, entre las que se encuentran Lo político
en una interpretación de la región desde la perspectiva del orden, Revista
Estudios Políticos (2004); Asambleas Municipales ¿Movimientos sociales,
organizaciones o acciones colectivas? Una propuesta interpretativa (2006) con
Diana Marcela Barajas; Violencias, territorios y resistencias en el conflicto
armado. Urabá, Colombia 1980-2008 (en Conflictos sociales, luchas sociales
y políticas de seguridad ciudadana, coordinado por César Barreira et. al.,
2013); Orden social y conflicto: resultados de una metodología comparada en
nueve localidades de Colombia, Revista Sociedad y Economía (2014).
María Clemencia Ramírez Lamus
Antropóloga, con Maestría en Historia de la Universidad Nacional de
Colombia, Maestría y Doctorado en Antropología de la Universidad de
Harvard. Ha estado vinculada por más tres décadas al Instituto Colombiano
de Antropología e Historia, como investigadora en temas relacionados con las
configuraciones del Estado en contexto de conflicto y de economías ilegales en
el país. Autora de una amplia producción bibliográfica, destacándose Historia
regional y tendencias historiográficas 1980-1997 (en Guerra, Etnicidad y
Conocimiento. Comisión Regional de Ciencia y Tecnología de la Amazonía,
1999); Entre el estado y la guerrilla: identidad y ciudadanía en el movimiento de
los campesinos cocaleros del Putumayo (2001); Frontera Fluida entre Andes,
Piedemonte y Selva: el caso del Valle de Sibundoy, siglos XVI-XVIII (2002);
Significado de las acciones de la AID en el Putumayo en el contexto de la
promoción de la seguridad global y del buen gobierno –Good Governance– (en
Globalización, Cultura y Poder en Colombia: Una Mirada Interdisciplinaria,
compiladores Fernán González y Gloria Isabel Ocampo, 2006); Maintaining
Democracy in Colombia through Political Exclusion, States of Exception,
Counterinsurgency and Dirty War (en Violent Democracies Of Latin America:
Toward An Interdisciplinary Reconceptualization, Duke University Press,
2010); Elecciones, coca, conflicto y partidos políticos en Putumayo, 1980-
2007 (2011) con Ingrid Bolívar, Juliana Iglesias, María Clara Torres y Teófilo
Vásquez; Between the Guerrillas and the State: the Cocalero Movement,
Citizenship and Identity in the Colombian Amazon (2011).
Absalón Machado Cartagena
Economista, con Maestría en Economía de la Universidad de Chile. Fue profesor
de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, con amplia
trayectoria investigativa en temas de desarrollo agrario y agroindustrial. Ha
sido asesor de la Red de Desarrollo Rural y Seguridad Alimentaria (RESA) de
la Universidad Nacional de Colombia y fue el Director Académico del Informe
Nacional de Desarrollo Humano PNUD 2011, Colombia rural, razones para la
esperanza. Autor de numerosas publicaciones, de los que pueden destacarse los
siguientes libros: Democracia con campesinos, o campesinos sin democracia
(1993), con Luis C. Castillo e Isauro Suárez; Reestructuración y desarrollo
institucional en el cooperativismo agropecuario (1995), con Fundecoop y
Bancoop; La cuestión agraria en Colombia a fines del milenio (1998); Las
organizaciones del sector agropecuario: un análisis institucional (2000); Las
organizaciones del sector agropecuario. Un análisis institucional (2000) con
Henry Samacá y Diego Roldán Luna; De la estructura agraria al sistema
agroindustrial (2002); La Academia y el sector rural, Universidad Nacional
de Colombia (2004) con Carlos Salgado y Rafael Vásquez; Ensayo para la
historia de la política de tierras en Colombia (2009); Esbozo de una memoria
institucional La política de reforma agraria y tierras en Colombia Centro
Nacional de Memoria Histórica (2013).
Carlos H. Ortiz Quevedo
Economista de la Universidad del Valle, con Maestría y Doctorado en
Economía de la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de la Universidad
del Londres. Es Profesor titular de la Universidad del Valle y actualmente es el
Coordinador del grupo de investigación Desarrollo económico, crecimiento y
mercado laboral de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la misma
universidad. Autor de una amplia publicación, entre los que se destacan libros
y artículos tales como Coyuntura económica del Valle del Cauca, 1988-1998
(en Cuatro Ensayos de Coyuntura: Valle y Cauca a fines del Siglo Veinte, con
Álvaro Guzmán y otros, 2003); Informalidad laboral en Colombia 1988-2000.
Evolución, teorías y modelos (2006) con José Ignacio Uribe García; The war
on drugs is counterproductive, once again, Lecturas de Economía (2009); La
desaceleración económica colombiana: se cosecha lo que se siembra, Revista
de Economía Institucional (2009); La Rentabilidad de la Formación para el
Empleo en Colombia, Revista Cuadernos de Administración (2011) con José
Ignacio Uribe García y Jorge Andrés Domínguez; Transformación industrial y
crecimiento económico. Colombia 1925-2005 (2012) con José Ignacio Uribe
García y Harvy Vivas Pacheco; Productividad, acumulación y deseconomías
públicas en el crecimiento económico colombiano, Cuadernos de Economía
(2013) con José Ignacio Uribe García y Harvy Vivas Pacheco; Política y
Crecimiento Económico en Colombia, 1906-2009, Revista de Economía
Institucional (2014); Diversificación productiva y crecimiento económico,
enfoques teóricos y análisis del desarrollo socioeconómico de Colombia
(2015).
Gina Cabarcas Maciá
Abogada, con Maestría en Historia de la Universidad de los Andes y Maestría
en Derecho de la Universidad de Yale, Estados Unidos. Ha sido profesora en
la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y actualmente trabaja
en la Fiscalía General de la Nación, en la que ha coordinado el grupo de
analistas de la Unidad Nacional de Análisis y Contextos, estando actualmente
en la Subdirección de Políticas Públicas de la misma entidad. Es autora del
libro Militares, política y derecho. Sobre los silencios de la constituyente de
1991 (2011) y fue miembro del grupo de investigación que elaboró el informe
La Rochela: memorias de un crimen contra la justicia, Centro Nacional de
Memoria Histórica (2010).
Andrés Fernando Suárez
Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia, con Maestría en Estudios
Políticos del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de
la Universidad Nacional de Colombia (IEPRI), participando también como
investigador asociado. Ha sido analista nacional del Sistema de Alertas
Tempranas de la Defensoría del Pueblo, consultor externo del Centro de
Referencia Nacional sobre Violencia del Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses, consultor externo del Programa de Fortalecimiento y
Acceso a la Justicia. Actualmente es asesor de la Dirección General del Centro
de Memoria Histórica, siendo también investigador del Grupo de Memoria
Histórica, centrando sus estudios en los actores armados y en las modalidades
de violencia en el país. Participó en la relatoría de los informes La Masacre
de El Salado: Esa guerra no era nuestra (2009) y Silenciar la Democracia.
Las masacres de Remedios y Segovia (1982-1997) (2010). Asimismo, hizo
parte del equipo de investigación del informe general ¡Basta Ya! Colombia:
memorias de guerra y dignidad, Centro Nacional de Memoria Histórica (2013).
Es autor de libro Identidades políticas y exterminio recíproco. Masacres y
guerras en Urabá (1991–2001) (2007).
E
l tema del XII Coloquio de Sociología, “Estado y
Sociedad en la Colombia de hoy”, se instala en las
redeniciones actuales del Estado y de la Sociedad,
pero no de forma separada, sino en el mismo cen-
tro de sus relaciones, el cual tiene como soporte histórico el
proceso complejo de recuperación del control territorial y del
uso legítimo de la violencia por parte del Estado. No obstan-
te, la capacidad democrática de la sociedad se ve fragilizada
en virtud de este fortalecimiento del Estado, retardando pro-
cesos de reducción estructural de los conictos en el país. La
construcción del Estado no se agota en la formalización del
monopolio de la violencia legítima, ya que la sociedad misma
se implica en dicha construcción, congurando procesos de
integración y diferenciación. Así las cosas, las ponencias pu-
blicadas en este libro presentan desarrollos investigativos al-
rededor de las reconguraciones políticas e institucionales del
Estado colombiano, el problema de la nación y la diversidad,
el Estado y la sociedad en las márgenes, las transformaciones
socioeconómicas y sus efectos en la sociedad, el conicto y su
relación con las memorias y la reparación.