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CONCLUSIÓN

Diversas son las posiciones que se han advertido a lo largo de este artículo,
respecto de la necesidad o no, de regular la actividad del bicitaxismo en Bogotá.
Para un sector de la sociedad, liderado por la secretaria de movilidad de la ciudad,
tal actividad no debe ser legislada, por cuanto el tricimóvil no presenta las
condiciones de seguridad necesarias para el pasajero; además, que observa cierta
inutilidad de este servicio, pues asevera que el Sistema Integrado de Transporte
Público, junto con el sistema de transporte masivo Transmilenio, son suficientes
para atender las necesidades de los ciudadanos; sin embargo, para otro sector
mayoritario, representado por la célula política de la ciudad, que en diversas
ocasiones ha intentado regular la materia, sin contar con los votos suficientes para
su aprobación, las ventajas que representaría la reglamentación de este medio de
transporte estarían dadas por mayores garantías para los conductores,
representadas en el acceso al sistema de seguridad social, además de contar con
un contrato de trabajo que exigiría, al propietario del vehículo, el deber de cancelar
un salario que le asegure una vida digna al trabajador. Además, permitiría un
aumento del erario, a través de tributos que tendría esta actividad, por el uso de la
malla vial, así como una alternativa de solución al problema de movilidad de la
ciudad.
La Corte Constitucional, en ejercicio de su misión pendular dentro del Estado
Social de Derecho, en la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución,
ha entendido que, incluso, las relaciones contractuales están irradiadas por el
poder del texto superior por lo que, no solo es función de las autoridades proteger
los derechos fundamentales, sino también la actuación de los particulares,
limitando, incluso, caros principios del derecho privado, como la autonomía de la
voluntad. La Corte ha interpretado que, en el caso de la regulación del transporte a
través de vehículos no motorizados, la potestad de configuración legislativa no es
absoluta, estando limitada por los derecho fundamentales de todos los habitantes
en el territorio colombiano, reconocidos no solo por la Constitución Política de
1991, sino por tratados internacionales como la Convención Americana de
Derechos Humanos que reconocen la libertad de las personas de escoger
profesión u oficio, así como el derecho al trabajo, derechos estos que son
garantizados si se regula la actividad del bicitaxismo. Así, no sólo se protegerían
los derechos cardinales de los operados y propietarios de estos vehículos, sino
también se tendería a proteger el orden público y el bienestar colectivo, a través
del intervencionismo del Estado. Además se aseguraría un mecanismo idóneo
para que los usuarios de estos medios no convencionales de transporte, puedan
pedir la reparación de los perjuicios causados por la utilización de los bicitaxis,
reconociéndose la cláusula vital del Estado Social de Derecho, que busca
asegurar la igualdad de todos frente a la ley.

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