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sensibles se tornan espirituales y a la inversa. Es
la conjunción de dos mundos: se mezclan y la
diferencia se disuelve. El jardín representa el
matrimonio entre el espíritu y los sentidos:
forman una sola “carne”, como reza el Génesis.
Todo cae bajo el imperio del ingenio poético: los
arroyos, los árboles, los frutos se convierten en
símbolos y estos instauran la identi-dad poética
entre las cosas y la pasión amorosa desbordante
de naturaleza. Así surgen las diversas virtudes
de las plantas (de las que está particularmente
preñado por la influencia morisca el espíritu del
Renacimiento): la mandrágora, la albahaca, la
rosa, el jazmín...
4
en la que se crió Barragán es también una
conjunción de dos mundos: un espacio natural
racionalizado. Aquí se conciertan las rudas
faenas del campo, de la sierra, con la belleza
agreste de los pastizales, los pinos, la pureza del
aire serrano que es una metáfora espléndida de
la altura.
6
Simple, naif.
7
Ferdinand Bac: Jardins Enchantés. Un Romancero
avec 36 Jardins en couleurs de l’auteur, Louis Conard
Libraire-Éditeur, 6 Place de la Madeleine, 6, Paris,
1925. La traducción de los textos citados es mía.
8
Conjeturalmente, creo que esto fue lo que captó la
atención y la fascinación de Barragán.
6
simbólico. Desde la respuesta del eremita se
hace patente el estilo elíptico, sugerente,
evocador:
9
Op. Cit., p.1.
7
una búsqueda personal. El eremita repre-senta
al hombre que no está comprometido con
dilemas morales ‘urbanos’: vive apartado de la
ciudad. No es pues, una figura caprichosa.
b) La concepción idealista de la mujer al estilo
del amor cortés de la Edad Media. Ese tipo de
amor que fue tan popular en la novela de
caballería del Renacimiento10 -y que fue el objeto
de burla de Cervantes-, pero mucho antes aún:
en la vida del Mío Cid. Hay, por cierto, una
semejanza exterior entre este modo de entender
la pasión amorosa y el propio del siglo XIX, por
ejem-plo, en el Werther de Goethe. Pero con una
salvedad. El amor de Werther no es heroico sino
sentimentalista. El de Rodrigo Díaz de Vivar es
un amor virtuoso. Esta confusión entre dos
formas completamente distintas de existencia
dado su parecido super-ficial es delatado por Bac
-como veremos más adelante- al distin-guir la
vida de Minguilla de la vida de los monjes del
claustro.
c) Está el tema del agua y, por extensión, el de
la fuente, tan caro a Barragán. El agua como
claridad, como irradiación de luz, como medio
traslúcido. En otra parte será la mar que sigue al
es-critor como una cortesana, lo rodea por todas
partes como si debiese elevarlo hasta las cimas
de los montes o hasta el cielo mismo: de nuevo la
claridad.11. Hay una metáfora oculta: a mayor
altura, mayor claridad.
d) La oposición entre cercanía y lejanía. La
capacidad de ver desde el horizonte. La crítica a
la proximidad (la actitud que sólo ve los
‘materiales’ -su utilidad- e ignora su sentido
humano o habitable). En el capítulo La puerta
roja escribe Bac: “El loco me había dicho bien
10
El Amadís de Gaula a título de ejemplo.
11
Ibid., El mirador, p. 7.
8
que era necesario amar las cosas lejanas. Quiero
creer que ellas se dignarán venir a mi encuentro
y que no están entrenadas por bueyes
castellanos”12.
17
Ibid., p. 3. También podríamos traducir: “¡Qué
broma!”
18
Ibid., loc. cit.
19
Bajo el arco de un viejo puente. Ibíd., p. 4
11
hermosas de la imaginación20 (la razón tiende a
suprimir la belleza, que por ser de una sustancia
sutil parece irreal):
20
El concepto de imaginación, como se advierte al
analizar la poética de Proust, no está asociado a lo
fantástico o irreal. Es un órgano estético: su función es
proporcionar vivencias reales. Al margen de las
diferencias, creo que el modo de entender este
concepto es común a Bac y a Proust. No tendría, por
ende, nada de extraña la particular afición o afinidad
de Barragán con ambos: si ambos son afines entre sí.
Bac y Proust.
21
Ibíd. p. 4.
12
En el siguiente capítulo se enhebran dos
temas: el amor y la ciudad:
24
Ibíd., p. 5-6. También puede traducirse como
“ordenanza” (ordonnance).
14
miedo al infierno sobre la piel? Quizá el miedo a
la riqueza, la diversidad, el miedo a no saber
confrontar el placer y la abundancia. Si la
Minguilla habita cerca de los monjes es porque
también, aunque de modo diverso, practica la
austeridad. Una austeridad sin ostentación,
frente a la despreciada y conde-nada ostentación
sin austeridad.
25
El giro goloso, ibíd., p. 11. También puede traducirse
cotournable como “pecadora”. Tour también se puede
traducir como “vuelta”.
26
El giro goloso, ibíd., p. 12.
15
amada, se parece a una casa habitable: seduce y
se sustrae al exterior!: “Lo que yo percibo de las
murallas que ella habita no me muestra más que
estancias ciegas”.27 Sólo el aman-te puede
descubrir sus cualidades ocultas. Así es el
espacio de Barragán: algo que se tiene que
desocultar con una operación de la mirada. No
basta estar ahí, hay que saber ver... Y ver es
amar.
29
Ibid.
30
Ibid., p. 9.
31
Ibid., p. 10
17
al inicio de nuestro comentario 32, el autor
pretende apoderarse de Minguilla, pues siendo
su musa, es ella quien desea, secretamente, ser
po-seída. La puerta metálica es sólo para
arredrar a los inconstantes: representa la
dificultad propia del arte: “Cuando en su vida
tiene uno esta ganga33 de ir por delante de una
sultana, cuando uno se sabe ardiente y quizá
amado, qué importan las esperas.”. 34 El hombre
que no conoce el valor de la espera, no se sabe
sumergido en el misterio, como el paje que
papalotea a las puertas de una iglesia. Y al revés,
el hombre que reverencia la espera, sabe como
Don Gregorio el eremita (amigo de Bac) que:
“Todo lo que es real es difícil”.
35
Equivalente: ‘que llueva sobre tu cabeza’ . Convertir
la estupidez en causa de mortificación, en un martirio
personal.
36
El giro goloso, ibíd., p. 12.
19
príncipes han des-pilfarrado los escudos”37. La
ciudad misma carecería de razón de ser si no
existieran los amantes.38 Lo que viene en seguida
es otro catecúmeno del arte:
37
El pabellón blanco, ibíd., p. 13.
38
En este sentido, puesto que el artista es un amante
tiene una función moral dentro de la ciudad.
39
El pabellón blanco, ibíd., p. 14.
40
La quimera ¿Como ensueño, como visión onírica,
fantástica? ¿O en el sentido de la ensoñación de
Bachelard? Tendremos que avanzar más para poder
responder a esta pregunta. Pero, desde ahora, por
motivos que expondré, me inclino por la segunda
opción.
20
platónico41: el no-ser sensible de las ideas (que
no pierden por ello un ápice de su carácter
real)42. Las ideas no se pueden ver ni tocar: no
tienen carácter sensorial. A ellas se aplica de
modo especialmente apto: “Todo lo real es difí-
cil”. El arte, por tanto -¿en la visión de Bac?- es
el placer de lo real que nada tiene que ver con lo
existente. La existencia es indiferente a lo real.
Pero sigamos el recorrido de Bac:
51
El jardín rojo, ibíd., p. 19.
25
ser perfectas, y muchas otras dejan su alma entre mis
manos «como una calabaza». Es así como Ángelo el
Malo, el payaso insolente, hablaba de su frivoli-
dad...”52.
54
La puerta roja, ibid., p. 18.
55
El jardín rojo, ibid., p. 19.
27
disfru-tarlo?”56. Bac se persuade de que tiene
que liberar a la Minguilla de estos jardines
“celosos” que ahora contempla golpeado por la
emoción de ver la serie de innombrables verjas.
¿Qué tenemos aquí? Nada menos que una crítica
a la arquitectura deshonesta; la que se oculta a
través de la ornamentación, la de los cortesanos,
el derroche: tan infinito como una mujer de
palacio experta en la intriga. Pero hay tanta
riqueza que el propio poeta queda des-lumbrado
por un instante. Luego comprende que tiene que
librar a su amada justo de aquello que le seduce.
Es una forma muy elegante de decir que hay que
evitar la corrupción del arte. Como aquella
corrupción de ciertas mujeres que:
56
El jardín rojo, ibíd., p. 20.
57
La puerta de Ibis blancos, p. 21-22.
58
La puerta de Ibis blancos, p. 22.
28
palacio (o de la ciudad) y sencillamente se
entrega con el corazón en la mano, es burlado o
zaherido por su amante. No es un caso raro. Se
trata de “la divina borrachera de contrariar la
razón”59. De aceptar, por ejemplo, lo que el
instinto rechaza porque la moda lo impone. Se
trata, también, de negar al otro cuando lo que
nos ofrece, sin necesidad de arrebatarlo, es
autoafirmación, admiración, libertad. Lo que el
poeta no tolera es el desamor que, para su poca
fortuna, es tirano del amante. Traducido al
lenguaje de la antropología: cuanto más frívolas
son las cosas más nos retienen (y peor si somos
capaces de grandes amores porque entonces
seremos también capaces de grandes
banalidades). Y traducido al lenguaje de la
arquitectura: nos olvidamos del arte real
cautivados por las seducciones de la vista. Aquí
vale aquello de:
64
El precipicio, ibíd., p. 71-72.
32
porque no está ga-rantizado el encuentro). La
arquitectura de Barragán está cons-truida sobre
atisbos de sentido y precisamente porque son
atisbos, no se pueden redondear, no pueden
adquirir la forma de una teoría: ésta presume la
posesión de la idea, y la idea no obstante, es
inaprehensible65. Su verdadera naturaleza es
semejante al agua, a las sombras, a las nubes
bajo un cielo encendido: su fi-gura es fugaz. La
renuncia amorosa del poeta Bac a Minguilla se
traduce en una renuncia amorosa de Barragán a
una teoría arquitectónica, a una comprensión
definitiva del habitar y el cons-truir.
65
Por cierto que la contemplación de las ideas en
Platón no supone tampoco la visión prístina o total. Es
mera aproximación. Lo prístino no pertenece al
presente sino al pasado. Véase como ejemplo: La
República, libro VII.
33