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LA SOTA PERSONAJES: SOFIA FIERRO DE LUGO Y SANTANDER, criolla, 21 afios GABRIEL CAMDEN PALOMO, mulato, 23 afios FABRIZIA, india, 26 afios ROMANA, india, 30 afios DR. DAMIAN HEREDIA, criollo, 41 afios AGUSTINA SANTANDER BRITO, criolla, 38 afios DR. MANUEL ESCOBEDO, crioHo, 47 afios TADEO SANTANDER BRITO, criollo, 36 afios CELIO AKE, mestizo, 34 aftos DOS CHIQUILLAS, indias yaqui, 12 y 13 afios DOS SOLDADOS, indios, 25 afios DOS MOZOS, indios, 20 afios Afio 1894 En un puerto del Golfo de México, hacia el sureste. Casa de la familia Santander Brito. La antecocina, seis de Ja tarde. Alli se come, se juega, se con- versa, es el cuarto mas intimo de la casa. Luce, sobre una mesa de su tamano, un bello nacimiento catalan: un pueblo entero retratado con minucia y mucho arte alrededor det Portal de Belén. Hay una mesa alta, para adultos, con bancas; otra baja, con butaques pequerios, para nifios. La Inds baja es la favorecida por el gusto de chicos y grandes, Una mecedora grande. Hay algun armario o varios, para guardar licores, vasos, medicinas y en Ia pared, colgado como al des- cuido, un sombrero de paja femenino, usado sin duda para atravesar el gran patio bajo el sol. La habitacién tiene tres puertas, a la cocina, apenas visible: gran brasero, ollas, patlas de cobre reluciente; otra al interior de la casa y otra més al jardin: pueden verse los tulipanes rojos, las acacias, las enreda- deras persistentes y olorosas. A Ia mesa baja, en butaques, estén sentados Sofia Fierro de Lugo y Gabriel Camden. Ella, vestida de blanco, muy arreglada; toda su ropa es bella, bien cortada, de buenas telas, pero no es expresién de su persona, es evidente que alguien se ocupa de vestirla y arreglarla, Soffa es muy blanca, de cabellos negros lacios peinados en trenzas alrededor de la cabeza; tiene los ojos negros, grandes y planos por dentro. Fue gruesa y si no la cuidaran seria gorda y hasta obesa. Ahora estd delgada, flexible y casi perfecta, sin embargo provoca desconfianza, para decir poco. Gabriel es claramente mulato, de segunda cruza, muy bello, de facciones delt- cadas, alto, de un color moreno parejo yopaco. Viste con mds libertad que los criollos y con mds gusto. No lleva la filipina de los hacendados. No usa chaleco, leva pantalones blancos y un saco suelto y abrochado que deja ver que no usa camisa sino camiscta, no calza los botines de los criollos, tampoco, sino unas sencillas y venti- Jadas alpargatas. Si necesitara sacar patiuelo, seria uno rojo, estampado, paliacate en otras partes del pais. En Ja mesa alta, Fabrizia pela chicharos. Estén jugando con una baraja espa- fiola. Sofia tiene muchas cartas en la mano; Gabriel, tres. Gabriel toma una carta del montén ordenado que esta en la mesa. Las cartas son grandes. GABRIEL: Oros, encanto. A ver. (Reune Ia carta con otra suya y las pone a un lado. Saca otra y vuelve a juntarla con una suya.) Bastos. Dios mio qué suerte tengo. (Lo hace de nuevo.) ;Huy! Otra vez oros. (Ya gand, se queds sin barajas.) SOFIA: (Aplaude.);Ganaste, Gabriel! (Luego recuerda que ella perdid, extiende sus barajas.) GABRIEL: Deja ver. Encanto, estas lena de copas. Con razon perdiste; estas enteramente borracha. {Quie- res jugar otro? SOFIA: Ahora no. Vamos a acordar- nos de Paris. Gabriel se rie. Sigue barajeando y extendiendo las cartas. GABRIEL: Muy bien. {De qué lugar quieres hablar? SOFIA: Del dia de campo a las orillas del Sena. Con tu mama Lugarda y don Apolinar, {te acuerdas? Lu- garda llevaba de todo: pollos fritos, pasteles y vino. También estaban los Cabrera Larsen. Y Miguel, tu her- mano. Yo me senté junto a ti, como siempre. GABRIEL: Como siempre que esta- ban los Cabrera. {Por qué te caen tan mal? SOFIA: ;Porque son odiosos! (Se arrepiente.) Ya sé, ya sé que son como hermanos tuyos. ;Pero, qué pretenciones, por favor! En ese dia de campo, mientras Miguel y tu rodaban por el césped, ellos no podian sentarse por miedo a arru- garse los pantalones. ;Qué cosa mas grande! Como decia tu mama Lu- garda, Hasta que Don Apolinar les dijo que podian regresar a casa si no eran capaces de disfrutar el paseo, pues no era obligatorio. Entonces se sentaron con mucho cuidado, como el nifio de San Antonio, segin opind tu mama Lugarda. (De repente se queda callada, con vergiienza de lo que iba a decir.) GABRIEL: (Riendo.) A ver, encanto. {COmo esta el nifio de San Antonio? SOFIA: (Seria.) Sonriente y con la estaca adentro. {Por qué me haces decirlo? GABRIEL: (Riendo.) Yo no hablé de ese nifio ni de ese santo. Fuiste tu. SOFIA: (Si? Si, :verdad? Bueno, pues asi estaban. Creyéndose guapisimos y no les llegan a ustedes ni a los zapatos. Con la sangre sueca no mejoraron. No sé ustedes como los toleran. GABRIEL: Hemos vivido mucho junto a ellos, ti lo sabes. Primero en La Paloma, luego en Paris, todos los afios de estudio. Estamos acos- tumbrados y ellos, pretenciones aparte, son buenos muchachos. (Se queda pensando.) SOFIA: Su madre es mi madrastra. GABRIEL: Ah, Sofia. Ese es tu punto débil. La madre de los Cabrera Lar- sen, sueca y todo, es la mujer mas gentil y generosa que yo conozco. SOFIA: (Asombrada.) {Mas que yo? GABRIEL: Mujer mayor, dije. Tu eres mi muchacha preferida. Y no te veo gentil. Generosa, si. Perono conesa familia. No los puedes querer. SOFIA: Mi padre ya lo hace por mi, por mi hermanita, por todos. Esta enamorado de ella como un buey. GABRIEL: (Se rie a carcajadas.)\C6- mo eres! jSera como un toro de lidia! {No crees? Soffa no percibe Ia diferencia, pero nota la malicia. SOFIA: Estoy segura de que te burlas de mi. GABRIEL: (Serio.); Yo? {Yo me burlo de ti? SOFIA: No. No. Perdéname. Cuando Megué a Francia, hace cuatro aiios, ninguno de los otros se me acercé, s6lo tu. Me llevaste a caminar por los Campos Eliseos y me explicaste cosas, como si yo hubiera estado cuerda y no loca. Me senti bien, nunca habia pensado en ser amiga de un muchacho, ademas no conoz- co ninguno, aparte de ustedes. Luego fui a Suiza, porque no me sentia tranquila mds que contigo y con Lugarda. Un afio. Ha sido el afio mas largo de mi vida. Lloraba todos los dias. GABRIEL: Pero te hizo bien el trata- miento, {0 n6? SOFIA: Pura agua, por dentro y por fuera. Tinas de agua caliente, chorros de agua fria. Ejercicio fisico. Asi fue como adelgacé. GABRIEL: Eso es bueno. {No te parece? SOFIA: Yo me sentia como un sapo. (Pausa.) Quiero preguntarte una indiscrecion, Gabrielito. GABRIEL: (Baraja en mano, pero atento.) (Si? {Cual? (Sofia calla.) {Qué te pasa? SOFIA: Es... una impertinencia. GABRIEL: (Viniendo de ti? Jamas. SOFIA: (Te enamoraste de Mademoi- selle Rose? GABRIEL: (Deja las barajas.) Las cosas claras, encanto. Tengo, por caracter, una fuerte necesidad de claridad. Mademoiselle Rose vino con nosotros en el barco como acompafiante, era una empleada tuya. SOFIA: Acompajfiante y enfermera. GABRIEL: Para mi la palabra enamo- ramiento quiere decir algo, un proyecto, por lo menos. Frustrado ono. Ella es una mujer de cuarenta afios que en cuanto te dejé en tu casa no pens6 sino en volver al bar- co para regresar a Francia. SOFIA: Eso se sabe. Pero dime, ;tu- viste con ella un enamoramiento? GABRIEL: (Recoge las barajas. Las Janta.) Eso no. Mira Sofia, ya estas grande y somos muy amigos. Dormi con ella algunas veces. SOFIA: (Y no..?;Y ella no..? (Ella esté ruborizada, confusa.) Perdoname Gabriel. De veras que he sido in- discreta. GABRIEL: (La mira con ternura.) No, encanto. Yo creo que las mujeres pueden hablar de esas cosas con sus amigos. Me choca que la conversa- cin de las mujeres tenga limites. SOFIA: (Mas tranquila.) No tiene limites. Yo suelo preguntar lo que quiero saber. Silencio. GABRIEL: (Sonriente.) Yo puedo decirte lo que quieras, siempre que no me ofenda ni a ti tampoco. SOFIA: Pero como, jsabes cosas que ofenden? GABRIEL: Pues... si. De eso hablo, no me gusta... chapalear. SOFIA: {Qué es chapalear? GABRIEL: Revolcarse en el lodo blan- do que salpica. SOFIA: jQué horrible! Claro que no puede gustarle a nadie. GABRIEL: (Se /evanta.) Ya es hora de irme. SOFIA: (Se levanta.) {Sabes un juego que se llama “Esconde la Sota”? GABRIEL: No. (Me vas a ensefiar? SOFIA: Yo tampoco s¢ jugar eso. ;Vie- nes majfiana? GABRIEL: Voy a estar en La Natura- Jeza. Eusebia quiere que la ayude a traer frutas y otras cosas. SOFIA: (Con doble intencién.) {Te Hevas bien con las mulas? GABRIEL: (Riendo.) Divinamente. Vengo pasado maiiana. Adids, no me acompafies. SOFIA: Adis. (EI sale por el jardin. Sofia revisa Ia baraja. Saca una sota de copas.) Esta es la Sota. (Rie quedo, va al Nacimiento catalan y en un cajoncito de la mesa, guarda la baraja.) FABRIZIA: (Cansada.) {Qué haces, Sofia? SOFIA: Escondo la Sota. Fabrizia frunce las cejas, no dice nada. Oscuro, I. Casa de la familia Santander Brito. Cubo del zagudn. Amplio, con buta- ques, un sofa, una mesita en donde se ofrece limonada a los visitantes. Sale a Ia calle, al jardin y al interior de la casa. Romana viste hipil y chancletas. Siempre con cadena de oro, aretes de oro y carey. Prende un quinqué que pondré sobre la mesa. Inmediatamente después de Ia escena anterior. Entra Gabriel por el jardin. GABRIEL: Ya me voy, Romana. ROMANA: Espera un momentito, Gabriel. Quiero hablar contigo, ojala no lo tomes a mal. (Se sien- tan.)Tu no meconoces mucho, pero yo fui hermana de leche de Encar- nacion, la madre de Sofia, y creci en esta casa. Aqui aprendi a leer y aescribir; mi vida es la de los San- tander, a quienes considero mi familia. Por eso quiero hablarte de Sofia. ;Te molesta mucho? GABRIEL: No, Romana, encantado, diga usted. ROMANA: Hace dos semanas que llegaron y hasta ahora no ha sido posible que Sofia hable con noso- tras. Estuvo lejos cuatro afios, no cuatro siglos. GABRIEL: Nunca me lo hubiera imaginado. Yo siempre la encuentro conversadora y... décil. Jamas se ha negado a hablar conmigo. ROMANA: Se niega a vestirse y a arreglarse por las majianas; si tiene oportunidad se encierra en el cuarto de la esquina. No pide su comida. Se arregla cuando vienes ti y se tar- da horas. GABRIEL: Estoy muy sorprendido. Es cierto que mi mama Lugarda, la vestia y la peinaba desde la mafiana y luego en la tarde, volvia a hacerlo, pero... ROMANA: {Quieres decir que Sofia No se viste ni se peina sola? GABRIEL: Pues si. Eso quiero decir. Hasta ahora me doy cuenta. Nunca la vi acercarse a un espejo ni com- prar nada. No tiene... deseos... ROMANIA: (Por qué nadie me lo dijo? Hubiera yo sabido como tratarla. Antes de ir y hasta de nifia, era inde- pendiente, muy pronto aprendié a bafiarse y a peinarse. (Se frota Ia ca- ra.) {Cuantas cosas no sabré ahora de ella! GABRIEL: Traje una carta de papa Apolinar para usted. Me dijo que le comunicaba lo necesario. ROMANA: Me decia de varias ma- neras distintas que Sofia detesta a su padre y a dofia Ilse, que jamas toleraria encontrarselos alla y que ellos estaban por llegar de la Penin- sula Escandinava... jImaginate eso! También hacia notar que Sofia no queria hablar de ellos. Y también que por el momento, nada mas po- dia hacerse por ella. Ah, que estaba muy mejorada. GABRIEL: Esta mejorada, Romana. Cuando llegé a Francia estaba olvi- dada de si misma, ni hablar queria. ROMANA: Pues asi esta ahora... me- Nos contigo. GABRIEL: Desde que lleg6 nos hi- cimos amigos y nunca me rechaz6. Mi papa Apolinar lo sabe y me dijo que no me alejara de ella mientras ella no volviera a relacionarse con su familia. ROMANA.: (La visitas por obligacion? GABRIEL: No, Romana. Lo hago contento. Yo nunca he estado en- fermo como ella, y sin embargo, la prefiero a los demas, hasta a mi her- mano. ROMANA: (Lo ve con alguna descon- fianza, no sabe expresarla.) Oye, {no estas enamorado de ella? GABRIEL: Eso seria muy malo, ;no? ROMANA: (Honesta.) La verdad es que no lo sé. ;Tu qué piensas? GABRIEL: Yo pienso una cosa que usted sabe. Ser de una raza dife- rente, quiere decir algo. (Romana baya los ojos y entrecruza los dedos.) Esta familia no es racista, pero... ROMANA: Esta familia es racista, pero no es estupida. No es racista para las cosas menores y del diario. Pero la cantidad de hijos que don Sebastian ha tenido con las indias de sus haciendas no tienen derecho a nada; ni a su nombre, ni a su di- nero, ni a recibir educacion, ni a visitarlo siquiera, cosa que él no busca ni le interesa. Si sus hijos fueran blancos y de su raza, serian bastardos, pero no se les negaria la vida de ese modo. A mi me han dado todo, siempre he sabido cual es mi lugar. Si, ser de una raza distinta, es algo. No se casan con uno. GABRIEL: No sé cémo mi abuela Melania tuvo una hija con un negro. ROMANA: Porque hacia todo para Hevarle la contraria al mundo. Fue la primera y Unica mujer que aqui ha salido a la calle vestida de hom- bre. No es racismo ni falta de racis- mo, es rebeldia y extravagancia. GABRIEL: No se caso, tampoco. ROMANA: Asi dicen. No vayas a pensar mal de ella. GABRIEL: No. Pero cuanta consecuen- cia, {no le parece? Me voy. Necesito seguir visitando a Sofia... por lo pronto. Hasta que se aclimate. ROMANA: Bueno, ten cuidado. No quiero que nadie sufra. ;Te das cuenta? GABRIEL: Me doy muy bien cuenta. Buenas noches. Van al zagudn. ROMANA: Que Dios te acompaie. GABRIEL: (Le hace un saludo sim- patico. Sale.) Hasta pasado maiiana. ROMANA: (Lo ve irse.) Es hombre muy guapo. Oscuro. IT. Casa de Ia familia Santander Brito. Cubo del zagudn, al dia siguiente, ocho de la mafiana. El zaguén esta cerrado con una gruesa tranca. Cantan los péjaros, hay humedad y ternura en la Juz. De pronto cascos de mulas, ruidos de voces, tocan el zagudn con el Ilama- dor en forma autoritaria. Romana aparece por el jardin, Fabrizia desde el interior de Ia casa. ROMANA: (En voz alta.);Ya va! ;Qué modo de tocar! Quitan /a tranca entre las dos, le dan vuelta a Ia Have. Por fin abren. Entran Tadeo Santander Brito y Celio, un mestizo que bien pudiera ser su medio hermano. Los dos visten filipinas y alpargatas, son hacendados en hora de trabajo. Tienen buen fisico, altos, en fa flor de Ia edad, ambos son rubios pero Celio tiene la piel mas oscura y los ojos negros, se parecen en Ia esta- tura y en Ila forma de llevar el cuerpo. Apenas se dan abasto para dominar a dos chiquillas indias. Ellas visten unos hipiles de bordado sencillo y van des- calzas. Estan sucias, con el pelo sobre Ja cara; en piernas y brazos se ven las hAuellas rojas del létigo. Quieren soltarse pero ellos no las dejan, se debaten y muestran claramente la Intencién de morder. ROMANA: {Quiénes son éstas? TADEO: (Besa a Romana enla frente.) Romanita. (A Fabrizia la saluda con menos familiaridad.) Fabrizia. FABRIZIA: Son de las que trajeron del norte para vender. Agustina sabia de eso. TADEO: Asi es. Las compraron unos hacendados yucatecos y son de ellos, pero se escaparon. Bueno, son salvajes. No hablan espafiol ni maya, tampoco. Dice papa Sebas- tidn que no podemos tenerlas en las haciendas porque nos las van a reclamar y cuando las recobran, las matan, pero primero las violan... por centésima vez, diria yo. ROMANA: (Y qué hacemos conellas? CELIO: Esconderlas. ROMANA: Pero a donde. TADEO: Dice papa Sebastian que en uno de esos cuartos con cerradura que estan después de la cocina. Lo que no sé es como se van a alimen- tar. Papa Sebastian dice que les eches la comida entre los barrotes y te vayas. Sino las ves puede ser que coman y que no se te mueran de hambre, porque eso es lo que quie- ten. Entienden el latigo. ROMANA: (Con Ios ojos brillantes.) éTU les diste esos latigazos? TADEO: (Turbado.) No todos. Pero si algunos. ;Cémo ibamos a evitar que se nos fueran? No se dejaban subir al coche. Hace una semana que estan con nosotros, las teniamos amarradas a una reja. ROMANIA: (A Celio.) Les pegaste tu, iverdad? (Celio baja Jos ojos.) Un indio y un medio indio no mal- tratan a los otros indios. No tienes vergiienza. TADEO: No habia modo. La verdad es que vinieron acostadas en el suelo y les pusimos los pies encima. (Ro- mana Jo mira con una célera que él conoce.) Bueno, pues ya. Ya ves la dificultad. CELIO: Amarrenlas a una ventana del patio, donde haga sombra. Pero de noche pueden ir a los cuartos. FABRIZIA: Como perros. Y en el suelo, su comida. TADEO: {Qué quieren? No podemos dejarlas sueltas. La ventana o el cuartito, las dejamos amarradas. No estés enojada conmigo, Romana. ROMANA: (Por qué no? Dimelo. TADEO: Porque no hallabamos qué hacer. Es una emergencia. No tene- mos la culpa. También muerden. ROMANA: Ese coche de ustedes no leva dos sino cuatro mulas. TADEO: (Ofendido.)Celio, vamonos. Sino nos podemos entender, no nos podemos entender. Cierra el zaguan y suéltalas. (Celio obedece. Los dos ‘sueltan a las chiquillas y ellas se dejan caer al suelo, se quedan muy quietas.) Ahora vamonos, con cui- dado de que no se salgan. Rdpidamente abren el zaguan, lo suficiente para salir. Se van. ROMANA: Bestias. Asi son, bueno, no todos, hay algunos mejores. En cuanto escuchan que se cierra el zagudn entran Agustina Santander Brito por el jardin y Sofia desde ef interior de Ia casa. Agustina es fuerte, gorda, alta, sin mds belleza que el parejo color moreno de su piel, su voz de contralto y sus largas manos. Las dos vienen en camison. AGUSTINA: Esto se lo voy a reclamar a papa Sebastian. Quiere ser muy humano y que otras personas se tomen las molestias. (Soffa ve a Jas muchachas con alarma y no se acerca.) Y sabiendo que esta aqui Sofia. De aqui al circo hay un paso; ya saben, domando tigres. (Se acerca para verlas bien.)Estan mal- tratadisimas. Las yanquis se sientan, se bajan los hipiles. La presencia de Agustina las ayuda, FABRIZIA: Dice Tadeo que muerden. AGUSTINA: También dice que debemos medio matarlas para sal- varles la vida. Tadeo es un estupido. (Tiende su mano limpia, grande, cuidada, a una de las yaquis.) Ven aca. (La chiguilla responde, se para.) Y ti. A ver ti. (La otra hace Jo mismo.) Vamos a bajfiarlas sin asustarlas, que vean de qué se trata. ¢Como se Hamaran? Romana mira a Sofia, camina hacia ella. Sale Agustina con las yaquis, Fabrizia la sigue. ROMANA: (Suave.) {Te asustaste, Sofia? ~No vas a hablar conmigo? Esas son unas pobres muchachitas que trajeron del norte, no nos entienden y... (De pronto, la voz se Je nubla de ldgrimas.) Sofia la ve con el rostro desencajado, Ahace un esfuerzo. SOFIA: jEstan locas? ROMANA: (Contenta de que Sofia le habla.) No, Estan asustadas. Pero nada malo les vamos a hacer. SOFIA: Ellas no estan locas y yo si. 13 ROMANA: Pero puede ser que con tanto sufrimiento ellas estén algo locas. Y tu no. SOFIA: Yo he visto mucha gente asi, en los hospitales. Tu no la viste, por eso no sabes. Qué bien habla Agus- tina con los locos, verdad? ROMANA: (Carifiosa.)Lo malo es que también habla con los cuerdos. Ven a vestirte, mi amor. Salen las dos hacia el interior de la casa. Oscuro. I Casa de la familia Santander Brito. Cubo del zaguan, que esté cerrado. Son las tres de la tarde, hay mucho calor. Varios dias después de la escena anterior. Tocan Ia puerta con algin objeto pesado y también con el Ila- mador. Aparecen Romana y Fabrizia corriendo. ROMANA: (A Fabrizia, quedo.) No abras. (En voz alta.) ;Quién? VOZ: (De hombre joven.) El Ejército Mexicano. Abran. Fabrizia y Romana se juntan, se hablan muy quedo. ROMANA: Ve a decirle a Agustina que esconda a las nifias en el tercer patio. Quédate con ellas hasta que éstos se vayan. (Fabrizia sale con miedo.) VOZ DE HOMBRE: Abran. Tocan de nuevo, ahora sabemos que es con los rifles. Romana abre. ROMANA: (Qué se les ofrece? SOLDADO UNO: jAdonde esta el sefior? Contigo no tenemos nada que hablar. SOLDADOS DOS: No hablamos con indios. ROMANA: No hablaran con sus madres, entonces. Pobres de ellas. Los soldados dan un paso al frente, ya estén dentro del cubo del zagudn. Claro que son indios del centro de México, vagamente entrenados para la muerte y Ia violencia. Pero hablan mal espatiol y estén acaloradisimos. Lievan uniforme y un rifle. Ahora ven las alhajas de Romana y Ia escucharon hablar; ellos no llevan cadenas de oro ni manejan asi el Ienguaje. Romana a su vez los revisa y Ice en ellos sus desgracias y su historia SOLDADOS: Usté disculpe, sefiora. Buscando chamacas. (Saca un papel de su bolsa.) En esta casa, mira. ROMANA: (Lee el papel, piensa, lo devuelve.)Si. Esta es la casa de don Sebastian Santander Argiiello, due- filo de El Mirar, El Gozar y El Cielo. (Lo conocen? SOLDADO DOS: Fuimos Mirar. Nos mandaron. Nos dio comida. SOLDADO UNO: Comandante dijo se nos fueron, no estaban yaquis, viniéramos casa de él. ROMANA: Y qué? Piensan regis- trar? SOLDADO DOS: Con permiso. AGUSTINA: (Entra muy majestuosa.) 14 Buenas tardes, sefiores. SOLDADO UNO: Perdone la sefiori- ta. Venimos por chamacas fugadas, salvajes, no sirven para nada. AGUSTINA: (Para qué las quieren, entonces? SOLDADO DOS: Para ejemplo, no ves? Se fugan dos no pasa nada, se fugan todas. AGUSTINA: Ah. (A Romana.) Vamos a darles un refresco a los sefiores. Los soldados se miran. Romana sirve Jos refrescos con mano experimentada y se los tiende. Agustina deja ver un rostro tranquilo. Ellos beben con avidez. AGUSTINA: {Quién los busca? (Su duefio 0 el Ejército? SOLDADOS: (Se miran, se consultan con los ojos.) Los duefios no quieren malgastar su dinero. AGUSTINA: (Y cuanto valen? SOLDADO DOS: Dos pesos cin- cuenta. AGUSTINA: Y a ustedes, ,cuanto les pagan? Largo silencio. SOLDADO UNO: (Tiende su vaso a Romana.) Tantito mas. SOLDADO DOS: A mi también. Romana les sirve. Agustina saca de su bolsillo un par de monedas. AGUSTINA: Estas son de diez pesos. Una para cada uno. Las nifias se murieron, no las van a encontrar nunca. Pero si quieren perder el tiempo buscando, pueden pasar. Ellos beben, regresan los vasos. Por fin tienden las manos y Agustina les da las monedas. SOLDADO UNO: Mision cumplida. SOLDADO DOS: Con permiso (Salen.) Romana cierra la puerta quedo, con decencia. Agustina se echa en el sofa. ROMANA: {De qué se trata esto? {Qué pecado cometieron esas infe- lices? Para ejemplo. Y éstos idiotas, que son iguales a ellas, ;qué? Comen, beben, marchan, matan, por qué? AGUSTINA: Por la necesidad de co- mer y beber. Aquino habian pasado los soldados, mala sefial. ROMANA: Aqui pasan otras cosas.. un poco mejores. Bueno, pero quiero que me digas, tt que eres tan lista, :por qué y cuando empezo esto? AGUSTINA: Cuando hace mas de tres siglos llegaron unos soldados a las costas de América. (Aparecen por el jardin las nifias yaqui con Fabrizia. Estén limpias, vestidas con otros hipiles y bien peinadas, Toda- via llevan huellas de maltrato, una tiene un brazo vendado y Ia otra cojea.) ROMANIA: Llegaron, jy qué? AGUSTINA: Dijeron la primera misa. Luego mataron a todos y se apode- raron de sus tierras, de sus hijos, de toda su riqueza y de su futuro. Eso paso aqui. Las yaquis se sientan en el suelo junto a Agustina, su instinto les dird que ella es la mas fuerte. ROMANA: (Para qué sirven todos esos siglos si nada cambia? Pura basura, siglos de basura; si asi es América, me cago en ella. Sale, sacudida y fariosa. FABRIZIA: (Qué le pas6é a Romana? AGUSTINA: Se dio cuenta... a los cuarenta afios. FABRIZIA: {De qué? AGUSTINA: De todo. (Pone las ma- nos sobre las cabezas de las nifias y Jes acaricia el pelo levemente. Ellas nerviosas, pero Io toleran.) FABRIZIA: (Ya no van a volver? AGUSTINA: Estos, no. Si acaso ven- dran otros, pero creo que estas nifias ya no les interesan. Y nosotras, solo un poco; limonada y dinero. FABRIZIA: (Bebieron en esos vasos? AGUSTINA: Claro. FABRIZIA: (Los agarra como si estuvieran infectados.) Los voy a lavar. ;Vio usted qué caras tenian? AGUSTINA: Las mismas que se ven todos los dias, en todas partes. Sale Fabrizia. Agustina saca de su bolsillo un puro delgado, lo prende y empieza a fumar. Las indias yaqui no se mueven. Oscuro. wz - a a CANIM, Up A thy Win La playa, diez de la mafiana. Un mar cristalino, a esas horas, casi verde esmeralda. Sombrilla de playa, una manta donde Sofia esta sentada, vestida de blanco, con el pelo negro y lacio apenas recogido, teje sin interés un cuadrito de gancho, mas bien ve el mar. Mas lejos, en otra manta, Fabrizia estd sentada cosiendo. Junto a ella la canasta de comida y bebida. Al sol esta sentado Gabriel Camden, con un sombrero de paja, vestido con un pantalon blanco y una camisa de manga corta, usa alpargatas. Sofia y Fabrizia se han quitado los zapatos. Gabriel, en un banquillo, pinta frente aun caballete desarmable. SOFIA: {No te molesta que hable mientras pintas? GABRIEL: No, ya lo sabes. Alcontrario, me parece que pinto mejor. SOFIA: (Estas triste o alegre? GABRIEL: (Yo? No se. Cuando perdi amis padres supe que estaba triste... y que no debia demostrarlo. Se me quit la tristeza y no volvi a pensar en eso. Ni a hacerme esa pregunta. cy ta? SOFIA: Yo ya pasé por la tristeza muchas veces... Combinada con una cOlera tremenda; por lo menos la tristeza no es pecado. Dice tu papa Apolinar que no se debe pensar en el pecado, sino en el bien, el propio y el ajeno. GABRIEL: Eso dice. Y lo hace, no me cabe duda. SOFIA: Cuando los conoci a ti y atu hermano, tuve celos. Yo me creia hija de don Apolinar en cierto modo y no podia comprender que si los habia adoptado a ustedes por qué no podia adoptarme a mi. GABRIEL: Te quiere igual que a noso- tros, o mas, me parece. Nos adopto porque somos sus sobrinos y nece- sitabamos papeles para poder viajar. SOFIA: {Cuanto tiempo viviste en Europa? GABRIEL: Ocho afios. SOFIA: {No estas arrepentido de haber regresado? GABRIEL: No. En La Naturaleza pinto mucho y bien. Ayudo a admi- nistrar. Estoy convencido de que ésta es mi vida y no otra. SOFIA: Oi decir que en Francia te llevabas con gente bohemia y que eso quiere decir gente libre... en algun sentido. GABRIEL: Todo el mundo es libre hasta que descubre con qué cadenas tiene amarrada el alma. SOFIA: No es cierto. Yo sé con qué cadenas tengo amarrada el alma, pero no he sido libre ni antes ni después de descubrirlo... {Es por que soy mujer? GABRIEL: {Piensas que ser mujer es desventaja? SOFIA: Claro, ccrees que si yo fuera hombre necesitaria que Fabrizia me acompafie? Gabriel se rie. FABRIZIA: No me metas ef la conver- sacion. SOFIA: (Sin hacerle caso.) Con- téstame, quiero saberlo. Es porque los hombres son malos y las mujeres siempre son estupidas 0 porque ambos son estupidos y malos. GABRIEL: Si fueras hombre, Dios me libre de estar pintando aqui mien- tras tu tejes debajo de una sombrilla. SOFIA: (Desorientada.) {Qué dices? (Gabriel se rie de nuevo.) Te burlas. Eso es. GABRIEL: (Mads serio pero no del todo.) En tu casa tienes el ejemplo. Tu tia Agustina es la mujer mas libre del pueblo. No necesita acom- pafiantes, va donde quiere y en general, no creo que se vea obligada ahacer algo en contra de su voluntad. SOFIA: Mi tia Agustina es diferente porque desde nifia ha estado enfer- ma, se inflama y se desinflama, no le cabe la ropa, no tolera los zapatos ni puede caminar mucho. Y es fea, malarreglada y con talento musical. Toca en todas las fiestas y nunca baila porque no puede y de todos modos no la iban a sacar a bailar. Esta amarrada, amarrada por los pies inflamados y por otra cosa peor, por haber sido la hermana menor de mi madre que era bellisima y muy inteligente. (Sofia se pone de pie y empieza a caminar sobre la arena.) Yo, durante trece afios de mi vida, la vi ser bella, ser culta, brillar desde su hamaca. Envuelta en una red de hilos, mas esclava que nadie, enamorada de mi padre, quien no la queria. (Grita.) ;No la queria! iEntiendes? (Gabriel cae en la cuen- ta de que Sofia va entrando en el terreno de una crisis, deja de pintar.) jNo la queria! Ni toda la belleza, ni la inteligencia, ni la cultura, ni las cantidades de dinero lo hicieron quererla. {Como alguien podria que- rerme a mi? ¢Cémo puedo esperar que alguien me quiera? (Fabrizia se acerca a ella, también Gabriel, No me toquen! {Creen que voy a salir volando? GABRIEL: (Tranquilo.) Todos te queremos, Sofia. SOFIA: (Engyada, loca.) {Todos! Si. Me dan de comer y me visten. Me toleran, me llevan al manicomio en Europa. Me quieren mucho. Gra- cias. GABRIEL: Encanto, yo te quiero. Sofia deja salir el atre, no respira, se desmaya. Los dos la atienden. Esté casi amoratada por falta de respiracion. FABRIZIA: Yo no sé que hacer. Tene- mos que Ilevarla con el médico. GABRIEL: (La /evanta como puede.) Acerca la carreta. Fabrizia sale corriendo y Gabriel de- trds de ella, Sopla un viento fuerte que mueve la sombrilla y las mantas. El mar es ahora azul marino, el Golfo es asi. Oscuro. VI. Casa del doctor Damian Heredia. Consultorio. El consultorio tiene una mesa alta, diriamos que la antecesora de las actuales. Enmarcada una repro- duccion de “La leccién de anatomia” de Rembrandt, la més conocida y utilizada en los consultorios médicos del siglo XIX y primera mitad del XX. Unos escaparates con instrumentos, un lavamanos. Esta escena se sigue de la otra. Entra Gabriel por la puerta abierta con Sofia en brazos, luego Fabrizia, finalmente el doctor Manuel Escobedo, hombre vestido con alguna correccién, pero con mal gusto, de aspecto muy corriente. Gabriel tiende a Sofia en la mesa. GABRIEL: (A Fabrizia.)Ve aavisarle a Romana, por favor. Sale Fabrizia. MANUEL: (Qué le pasé a la sefiorita Fierro de Lugo? (Levanta las parpa- dos, le toma el pulso.);Si? Digame. GABRIEL: Fuimos a la playa. Pensa- bamos comer alli y regresar en la tarde. De pronto, Sofia se exalté mucho y luego se desmayd. No hemos podido hacer que recobre el sentido. MANUEL: (Con aire de superiori- dad.) Bueno, ya puede retirarse. GABRIEL: (Firme.) De ningtn modo. Con perdén suyo, no puedo retirarme hasta no verla recu- perada. MANUEL: Ah. Pero no veo la nece- sidad... GABRIEL: (Acercdéndose mucho a él.) Si no puede atenderla me la llevo a su casa. No la traje para oirlo ha- blar. Si me tiene desconfianza le diré que soy Gabriel Camden y mi familia es amiga de los Santander. Manuel registra miedo fisico. Moja un algod6én con amoniaco, se lo da a oler a Soffa, quien reacciona inmediata- mente. Abre los ajos y ve a Escobedo. SOFIA: Usted es el médico de Vera- cruz que queria casarse conmigo. GABRIEL: ;Sofia! {Como te sientes? (Lo mira, recuerda, piensa, se echa a Morar.) MANUEL: (Desorrentado,) {Qué le pasa, sefiorita? ;Quiere que me retire? GABRIEL: No llores, Sofia. No paso nada, ya estas bien. Solo te des- mayaste. MANUEL: (Qué le hizo, sefiorita Sofia? (Le falto al respeto? Sofia calla, baja los ojos, mueve la cabeza negativamente. GABRIEL: (Impaciente.) Nadie le hizo algo. Nadie. Sofia vuelve a Ilorar. Se presentan Romana y Fabrizia, sin aliento. ROMANA: {Quieén la trajo aqui? FABRIZIA: Yo pensaba en el otro doctor. GABRIEL: Se siente mejor, por lo menos recobré el conocimiento. ROMANA: Vamonos. MANUEL: Yo deberia ir con ella. 19 ROMANA: No es necesario. Manda- mos un mozo a buscar al doctor Heredia. Sofia se baja de la mesa, ve “La leccién de anatomia”. SOFIA: (Grita.) Qué es eso? Gabriel quiere ayudarla y ella lo rechaza. Empiezan a salir, Sofia ayu- dada por Romana y por Fabrizia. Gabriel va a salir cuando Manuel Io agarra por el hombro. Ellas se van. MANUEL: Oiga, esto no se queda asi. GABRIEL: (Sacudiéndose.) No le en- tiendo, jde qué se trata? MANUEL: (Por qué venia ella des- calza? (Por qué lloré al verlo? Gabriel toma vuelo y le da un putietazo en la cara. Manuel cae al suelo. GABRIEL: (Parado frente a él.) Hijo de puta. (Luego se tapa la boca con Ios dedos.) Hijo de puta, no, yo soy el hijo de puta. Hijo de su madre. Manuel, sentado en el suelo, se frota la cara y lo ve con malignidad. Gabriel sale. Oscuro, VIL. Casa de la familia Santander Brito. Dormitorio de Soffa, hamaca, mece- dora, mesita con quinqué. Ese mismo dia, hacia las tres de la tarde. Sofia en la hamaca, quieta. Romana en la mecedora, un silencio. SOFIA: No sé qué hice. De veras, no sé qué hice. Dime qué hice. ROMANA: Nada malo. Te desmayaste en la playa y te Ilevaron al consul- torio del doctor Heredia, con la desventaja de que alli estaba el otro doctor. SOFIA: Ah, si. Ese. Pero hice algo. ROMANA: En ese caso, yo no lo sé. SOFIA: {Qué pasé con Gabriel? ROMANA: Lo dejamos en casa del doctor, no nos siguid. SOFIA: ;Por qué? ROMANA: (Decidida.) No te hagas de nuevas. A mi modo de ver no nos siguid porque lo rechazaste cuando quiso ayudarte. En todo caso, debes td saberlo mejor que yo. No tienes tan mala memoria. SOFIA: Es que yo... ROMANA: Es que tu Jo has preferido a todo el mundo, son amigos. Te cuida y te acompaiia... Y no puedes cambiar de un momento a otro. SOFIA: Es que... no voy a pedirle perdon. ROMANA: (Y puede saberse por qué? Pausa, Sofia sabe que con Romana no se juega, entre otras cosas. {Te dio vergiienza que Gabriel sea tu amigo? No fuera a escandalizarse ese hombre tan fino, el doctor Esco- bedo. (Se levanta, est perdiendo Ia paciencia.) Los amigos se escogen con cuidado y luego se tratan sin traiciones. SOFIA: Y yo soy traidora como una sota de baraja. ROMANA: Creo que te conviene estar a solas un rato. SOFIA: Por loca. ROMANA: Por tonta. Estd a punto de salir Romana cuando aparece Fabrizia con el doctor Damian Heredia. Bien vestido, limpio, refinado y hasta guapo. DAMIAN: Buenas tardes. {Qué tal Romana? (Ella se inclina.) Sofia, iqué te pas6? Cuéntame, E! doctor Heredia tiene un excelente modo de tratar a sus enfermos. No asi a las otras personas. SOFIA: No sé. ROMANA: (A Fabrizia.) Vamos a traerle al doctor una limonada. Salen. DAMIAN: {Cémo dices? SOFIA: Pues... Gabriel Camden pintaba y yo tejia un cuadrito de gancho, Fabrizia cosia. Y de repen- te... yo me enojé. Porque me parecié que la verdad no era la realidad sino otra cosa. Dije no sé qué y Gabriel dijo no sé qué. Todo se volvié negro. Nublado... y era un dia de sol. Fuimos a buscarlo y encontramos a uno que yo conozco y que no era usted. Porque yo conozco desde hace afios al doctor Escandon. DAMIAN: Escobedo. SOFIA: Se fij6 en que yo no traia za- patos. Me vio los pies. jLos pies! iVer los pies es una falta de respeto! iO no? DAMIAN: Bueno, no tanto. Todos los pies del mundo son iguales. 20 SOFIA: Pero él decia algo del respeto. {Quién cree usted qué me falté al Tespeto? DAMIAN: Dimelo. Quién. SOFIA: Todos. DAMIAN: (Quiénes? SOFIA: Ese doctor Escandon y Ga- briel Camden. DAMIAN: {Como? ,Como te faltaron al respeto? SOFIA: Pensando. Senti que los dos estaban pensando. DAMIAN: Pero Sofia, eso no se puede comprobar. SOFIA: Yo no he podido comprobar que usted y mi tia Agustina, son amantes. Pero lo pienso y cuando viene al caso, lo digo. DAMIAN: Haces mal. Aunque lo hubieras comprobado no es cosa tuya. No tienes derecho a dar ese tipo de informaciones. En cambio, yo tengo derecho a hacerte pregun- tas porque soy tu médico. SOFIA: Puedo no contestar. (Silencio. Damidn se acomoda, estd dispuesto a esperar que hable ella. Lo hace.) Todos se sienten con derecho a preguntarme. Yo tengo veintun afios, soy mayor de edad y resulta que no puedo tener secretos. (Se /e queda viendo con agresividad. Damian no habla.) Cualquier dia de éstos me caso con ese doctor y nadie va a darse cuenta. DAMIAN: Nadie. Nada mis tu... (Quieres estar casada con ese doctor? SOFIA: En caso de emergencia. DAMIAN: No hay excusa para casarse con las personas que no nos gustan. ‘Ninguna emergencia lo vale. No se 21 hace, vaya. SOFIA: (Por eso no se casa usted con mi tia Agustina? Fabrizia dijo que si andan juntos, deberian casarse. DAMIAN: Muy bien, Sofia. Me en- canta que te guies por las opiniones de Fabrizia. Yo no pienso hacer lo mismo. SOFIA: El doctor Estanco me dio a oler una cosa horrible. DAMIAN: Nada mas amoniaco. Lo mismo hubiera hecho cualquiera. SOFIA: No quiero que usted me tome el pulso, ni que se ponga el aparato para escuchar mi coraz6n. Quiero que se vaya. DAMIAN: (Se /evanta.) Muy bien, Sofia. Estas muy conversadora. Vuelvo a la tarde 0 mafiana. Adiés. SOFIA: (Lo ve salir.);Malvado! Muy malvado. No quiere casarse. Muy malvado. Entre tanto aparecen las indias yaqui se quedan en la puerta, mirando a Sofia. Luego se dicen algo entre ellas y sueltan Ia risa en forma apenas audible. Sofia no las ve. Oscuro. VIII. Casa de la familia Santander Brito. Cubo del zagudn, inmediatamente después. Gabriel Camden estd sentado en el sofa, viene de adentro el doctor Damidn Heredia, Gabriel se levanta a saludarlo, se abrazan. DAMIAN: {Como te va, Gabriel? Es a primera vez que nos vernos desde que llegaste. GABRIEL: Pensaba ir a visitarlo. Le traigo saludos de mi papa Apolinar y de mi mama Lugarda, quien ademas le mando un regalito. DAMIAN: Encantadora, ella. (De pronto se rie.) Una vez me regalo seis trapos de sacudir con la orilla bordada, muy bien envueltos en papel de estrasa. GABRIEL: Asi es ella. Y si, es encan- tadora. Se sientan con naturalidad. DAMIAN: cY qué me cuentas de don Apolinar? GABRIEL: Encantado de la vida, vigilando los estudios de mi herma- no Miguel, quien resulta ser muy de su gusto. Yo, menos, soy pintor... pero me dio clases de historia del arte hasta que se cans6. DAMIAN: Es una suerte que estés aqui. Necesitaba hablarte. GABRIEL: De Sofia, ;verdad? ,Como esta? DAMIAN: Esta de otra manera dis- tinta, para bien o para mal. Cuando lego no queria hablar con nadie, sdlo contigo, me dijo Romana. Luego entré en su vida anterior, con un comportamiento aceptable, pero no igual, porque dice una gran cantidad de disparates o indis- creciones muy lejanas al tipo de educacién que se da en esta casa. Hay una especie de preocupacion... sexual, diria yo. (Gabriel sabe esto, baja la cabeza.) Y por eso te rogaria que me dijeras la clase de relaciones que llevas con ella y tu opinion de cuanto paso ayer. GABRIEL: Yo fui a vivir con mis papas cuando llegaron a Paris; ella venia realmente enferma. Pero noté que no me huia y que ponia aten- cion en mis palabras. Muy despacio, a través de diferentes ciclos de su enfermedad, fue tomandome con- fianza, hasta llegar a hablarme con naturalidad. DAMIAN: jIgual que a los otros muchachos? GABRIEL: No, doctor Heredia. Sofia no tolera a los Cabrera Larsen ni tampoco a Miguel. DAMIAN: (Y td la vez como a una hermana? Perdon por la pregunta. GABRIEL: No hay cuidado. No, doc- tor Heredia, no la veo como a una hermana. No sé realmente como me portaba en Francia, yo diria que cémo lo pedian las circunstancias, con eso quiero decir que Sofia era la paciente de mi papa Apolinar, hija de unas personas que él ha querido tanto, 0 sea, yo no la escogi como amiga: vino y se formé la casa en Paris contando con ella. Pero ayer paso algo. (Lo mira con apren sién.) Me da vergiienza decirlo, perdéneme por anticipado. Ella se exalto y se quejé de que nadie la queria... Yo dije que la queria yo. Y al decirlo se oy como una decla- racién amorosa, estoy completamente seguro porque yo mismo me asusté. Por eso se desmayé ella, no pudo soportarlo. DAMIAN: (Eso es lo que te da tanta vergiienza? GABRIEL: No, doctor Heredia, eso no es todo. Yo la cargué para lle- varla a la carreta y la traje en mis brazos para sostenerla y en esos minutos, mas de un cuarto de hora, quiza media hora, yo senti que estaba sufriendo porque la amaba. Con amor asi, de amar. (Pausa, Da- midn no osa interrumpir.) Por eso sé que no la siento como hermana. DAMIAN: (Conmovido a su modo.) Eres muy honrado, Gabriel, como pocos. {Qué paso después? GABRIEL: No lo entiendo. Nos reci- bid ese doctor que va al consultorio de usted, le dio a oler algo y ella desperté muy asustada, tratando de recordar una cosa que finalmente no recordé o record6 en forma equi- vocada. El doctor ese, hacia co- mentarios insinuantes y fuera de lugar, como si pensara que yo, en algtin momento, habia abusado de la confianza que se me tuvo. Y ella me rechaz6, dandole asi la razon, por lo menos en apariencia. Yo me quedé atras para darle una trom- pada al doctor. DAMIAN: (Con asombro y algo de admiracion.)Y se ta diste, supongo. GABRIEL: Claro. (Pausa.)No tan fuer- te. Nada mas para que sepa. DAMIAN: Qué sepa qué? GABRIEL: A qué atenerse. A nadie puedo permitirle que piense mal, por ella, por mi, por mis padres. DAMIAN: (Eres violento? GABRIEL: Enestos casos. Como cin- co veces a lo largo de mi vida. Pero yo lo decido, no pierdo la cabeza. (Cree usted que Sofia quiera verme? DAMIAN: Pues no lo sé. Pero si asi lo deseas, quiza pudieras decirme qué piensas hacer. Las declaraciones amorosas tienen consecuencias. GABRIEL: (Baja /a cabeza, piensa.) (Usted sabe que somos hijos de una prostituta y de un sacerdote catdlico? DAMIAN: (Ruborizado.) Si. Pero no era mi intencion forzarte a esa confidencia. GABRIEL: Y como lo anuncian mis rasgos y mi piel, soy nieto de un negro. Resulto muy verosimil junto a mis padres adoptivos, gracias a que Lugarda es negra. Todo encasa esta bien, no hay problemas. Pero creo que todas esas personas que tan piadosamente nos trataron cuando mi madre nos mandé a las haciendas de los Cabrera Estrella, pensarian que amar a Sofia es no sdlo un atrevimiento sino la mas notable ingratitud. He estado conciente de eso desde hace dos 0 tres afios. DAMIAN: Osea que te prohibias amarla. GABRIEL: Si. Diga qué piensa de esto, por favor. DAMIAN: Pienso que tus precau- ciones son acertadas. Pero también pienso que si Sofia te correspon- diera, lo que me dices tendria una importancia menor. Lo malo es que Sofia no tiene la suficiente salud mental para enamorarse y entre- garse sin miedos ni esas ideas tor- tuosas que le vienen a la cabeza. GABRIEL: Muy bien puesto. Enton- ces no debo ver a Sofia, debo dejarla sola con sus complicaciones, ;no es asi? DAMIAN: No sé si es asi. Eso vas a tener que resolverlo solo. Hay una zona en la personalidad donde nadie manda, aparte de nuestros arrebatos. Ojala supiera qué decirte con certeza. Pero estoy a tus 6rdenes y quiero decirte que con tu fran- queza te ganas mi respeto. Me voy. GABRIEL: Nos vamos. Salen los dos. Casi enseguida entra por Ja calle Agustina, muy acalorada. Se deja caer en el sofd, se quita los zapa- tos, se sopla, bebe limonada. Vienen fas indias yaqui, cada una con una chancleta, se las ponen, luego se quedan sentadas en el suelo, muy junto a ella, Regresa entonces el doctor Heredia, las yaqui esconden la cabeza en Ia ropa de Agustina. DAMIAN: Te vi de lejos. Necesito que hablemos de Sofia. (Se sienta.) {Y éstas? ~Como se portan? AGUSTINA: Mas o menos bien. Asustadizas, pero las vi jugar en el patio desde mi cuarto. Sin tirar macetas ni arrancar flores, por cierto. DAMIAN: No te confies y vigilalas. Necesitan mas tiempo. AGUSTINA: Le tienen terror a los hombres. Si no fuera porque las curaste, ya se hubieran escondido. DAMIAN: Pues Sofia dice que somos amantes. Le dije que no era asunto suyo. AGUSTINA: (Sopléndose.) Pues no. Imaginate qué novedad. ¢Y qué mas? DAMIAN: Hay que cuidarla, podria ponerse mal en cualquier momento. AGUSTINA: Es Gabriel, ;verdad? DAMIAN: {Qué comes que adivinas? AGUSTINA: Cualquier muchacha se perturbaria con ese amigo. Eso lo 24 entiendo, zy él? DAMIAN: El esta sumamente afecta- do por su origen, su color, la historia de sus padres. Teme ser rechazado por la familia y tildado de ingrato. También que ella empeore. Ademas, ella tuvo la mala suerte de encon- trarse con Manuel Escobedo. Hoy en mi consultorio. AGUSTINA: No me digas que todavia quiere casarse con ella. DAMIAN: Pues no se ha casado, to- davia se le puede ocurrir. No tengo ganas de llegar a mi casa para escu- char su interpretacién del asunto. AGUSTINA: (Seria.) Puedes quedarte acomer. DAMIAN: (Para estar peor que él? Se queda a comer en casa de sus pacientes y ademas les cobra. AGUSTINA: Ti no cobras, por eso lo digo. No porque tengas lazos fami- liares conmigo. DAMIAN: (Serio.) Este no es lugar para decirme esas cosas. En esta casa, tenme consideracion. Paz. Ya me voy. Cuiden a Sofia, no la pier- dan de vista, que alguna de ustedes duerma con ella. AGUSTINA: Seré yo. Adelaida esta en Mérida conIrene. Cuido y vigilo a todo el mundo. Muy bien. DAMIAN: Adiés. Habla con sequedad, pero cierra el zagudn sin violencia. Agustina pone Jos ojos en blanco y suspira. AGUSTINA: Alabado sea Dios. Oscuro, IX, Casa de la familia Santander Brito. La antecocina, Esa misma noche, como a las nueve. Sofia estdé sentada en un butaque junto a la mesa baja, tiene las barajas en la mano, las revisa. Agus- tina, sentada a la mesa alta, pasa en Jimpio unas partituras en papel pau- tado; usa anteojos, pluma, tintero. Romana y Fabrizia, cada una con un trapo de franela, pulen un montén de cubiertos, Las nifias yaqui estan senta- das enfrente de Agustina y observan fo que ella hace. Se ilumina la escena con dos quingués que apenas alumbran suficiente. Es una noche tropical 25 profundamente oscura, perfumada, silenciosa, los pdjaros callan. ROMANA: Ya vaa ser hora de dormir. FABRIZIA: Maiiana es dia de limpiar los techos. SOFIA: Yo no puedo dormir, porque estoy castigada. ROMANA: Nadie te ha castigado. SOFIA: Eso ti no lo sabes. Nadie pue- de saberlo. Es una cosa entre Dios y yo. Yo estaba dedicada a Dios. Toda mi vida pensé en Dios, hasta que me Ilevaron a Suiza. Alla lo perdi, en los hospitales no esta Dios. Lo buscaba y lo buscaba, siempre supe que no habia otra salida para mi. Aparte de la santidad. Sufrir todo, tolerar todo, llegar hasta el fondo de los dolores para merecer esa distincién de Dios. Y entonces vivir ilusionada, en éxtasis, deslum- brada. Porque la gracia de Dios tiene que ser un estado especial de contemplacién del mundo, llenan- dolo de luz, cambiandolo con la pura presencia, porque los santos son los intermediarios de Dios entre los hombres. No necesitan comer, ni vestir; Dios los cubre y los ali- menta, hasta que se los lleva. En los hospitales no hay santos aunque todo el mundo sufra, porque los médicos y las enfermeras se burlan del dolor y le avergiienzan a una; entonces el sufrimiento no vale. Aqui por lo menos, hay més calma. Y si hablara yo con el padre Valencia... ROMANA: (Nerviosa.) El padre Valencia esta en Espajia y quien sabe si regrese. Ahora atiende el padre Benjamin, que no te conoce. SOFIA: Bueno. El padre Valencia no me queria ver, no hacia mas que conversar con don Cecilio Guerrero y fumar puros. AGUSTINA: Buenisimos. ROMANA: Pues bien que te recibi: cuando no habia remedio, claro; tampoco eres la Unica que tiene problemas. SOFIA: jCuales problemas? Puedo dedicarme a la iglesia en cualquier momento, para que Dios me per- done por... mi abandono. No tengo compromisos y soy mayor de edad, 26 puedo dedicarme a Dios por entero. AGUSTINA: (Aparentemente muy concentrada.) (Piensas irte al con- vento? SOFIA: No, porque las monjas me dan miedo. Si viviera con monjas pen- saria en todo, menos en Dios. En- tonces, Dios no me haria santa. AGUSTINA: (Sin mirarla.) Siempre me ha llamado la atencion una cosa, Sofia, sabes qué? Nunca te he oido decir que ser reconocida como santa implica un tramite puramente ofi- cial, diria yo. Entre el Papa y sus empleados. Y este tramite se hace cuando conviene tener un santo de tal o cual nacionalidad, por sim- patia 0 por politica. SOFIA: No entiendo nada de lo que dices. ;Dénde esta Dios, entonces? (Qué tiene que ver? AGUSTINA: Eso es lo que digo. No tiene que ver. Un silencio largo. Romana deja de frotar los cubsertos, Fabrizia apenas respira. SOFIA: (Encontré Ia respuesta.) En- tonces no tiene importancia el ser un santo reconocido. Se puede ser santo con facilidad, sin salir de la casa. Todo resulta mas sencillo. ROMANA: (Vuelve a frotar.) Eso vienes diciendo hace como diez afios. SOFIA: Pero hasta ahora entiendo que ni cuando era nifia ni ahora, hay obstaculos. Al contrario, hay ali- cientes: es un camino abierto. AGUSTINA: No me parece sencillo. SOFIA: {Quién te dijo que ser santo es un tramite? (El doctor Heredia? AGUSTINA: El padre Valencia, hace afios. Me lo explicd porque se lo pregunté y se lo pregunté por cu- riosidad. Pero también el doctor Heredia lo sabe, no es un secreto. SOFIA: Mi papa me dijo algo asi. Sdlo que cuando él lo dijo no me parecié. tan... raro. {Cuando regresa Irene? ROMANA: No vayas a llenarle la cabeza a tu hermana con esas cosas. Es una nifia que come bien, duerme bien, aprende lo que debe y sabe cosery tejer. Ten caridad. Y ademas tiene once afios. SOFIA: (Sincera.) Pobrecita, yo no le diria nada que le hiciera dafio. De eso esta a cargo mi papa, por ejemplo. AGUSTINA: Irene entiende muy bien que tu padre se haya casado de nue- vo. Y te advierto en buen momento que no te conviene ese tema de conversacién. SOFIA: ,Cual tema me conviene? ;De qué debo hablar? Voy de tema en tema y nada resulta. ;No quieren oirme? FABRIZIA: Todas queremos oirte. SOFIA: (Senala a las yaquis.) O pre- fieren que esté como éstas, que se portan como unas... monas en la selva. Tia Agustina, ,me conviene preguntarte por qué eres amante del doctor Heredia? Agustina se quita los anteajos, dobla sus hojas con lentitud, guarda sus plumas, su tintero; todo en orden. Luego se levanta, recoge sus pertenencias y sale majestuosamente, sin siguiera mirar a Sofia. Las muchachas yaqui watan de comprender qué ha pasado. ROMANA: (Seria.) Saliste con bien, Sofia. No te dio una bofetada ni te dijo cabrona, como te mereces. No sé qué te estas creyendo. Agustina, como toda la gente, tiene derecho a que su intimidad se respete. SOFIA: Ella no respeta la mia. ROMANA: ;Qué dices? Agustina te ha respetado siempre, jamas ha hecho comentarios sobre tu persona, y cuando habla contigo dice cosas naturales, que todo el mundo sabe. Nunca he visto que te dé siquiera una mala noticia necesaria, para no alterarte. SOFIA: Pero yo quiero saber por qué. ROMANA: Pues te aguantas las ganas de saberlo. Lucidas estariamos si pasdramos el dia informandote de todo lo que pasa. Como si no hu- biera de qué hablar. SOFIA: (Tirdndose a fondo.) {No puedes decirme por qué nunca te has casado? ROMANA: (Enérgica.) Si. Porque no tengo clase social y no me acomoda nadie. Perdi mi condi- cin de india porque me educaron. al tiempo que a tu madre, casi sin darse cuenta, pero no por ese descuido me volvi blanca, ni rica, ni buen partido para un hombre blanco, aunque fuera vulgar. Y si fuera vulgar, no me gustaria. Por eso, jentiendes? Pero estdé enojadisima, suelta los 27 cubiertos y el trapo, las yaqui se alar- man pero no se mueven. Sale Romana, caminando de prisa, con el cetio frun- cido, Fabrizia mira a Sofia y a las yaqui, resulta que no quiere quedarse con ninguna de las tres y menos con fas tres juntas. Percibe la peligro- sidad, la falta de Ifmites de ellas. Toma un quingué y sale detrds de Romana. FABRIZIA: Esta muy oscuro. Yo llevo la luz. Se escucha a Agustina, que toca una rdpida fuga de Bach. Sofia, de espaldas a las yaqui, tiende la baraja despacio, como st buscara alguna carta. SOFIA: Falta la sota de copas. Sin ella no es posible jugar ni aunque sea un solitario. Puede que si. A ver. Empieza a echar Ia baraja. Las yaqui se hablan al oido. Luego, sin ruido, empiezan a dar vueltas alrededor de Ja mesa baja. Cuando Sofia cae en la cuenta es porque ellas, cada que pasan por su lado, le quitan una carta que luego tiran al aire, todo en el mas estricto silencio, Las yaqui rien y festejan sin hacer rutdo, corren, todo es rapido. Sofia est asombrada y aterrorizada, no grita; cuando ya no tiene cartas, las yaqui le dan tirones a su ropa, le arrancan las mangas, la despetnan. Sofia se tapa la cara con las manos. Cuando ya esté casi sin ropa, toman el quinqué y salen. Pausa larga. Acaba Ia misica, se oyen voces lejanas 28 y claras. VOZ DE AGUSTINA: {Por qué esta todo tan oscuro? ;Dénde estan las nifias? {Donde esta Sofia? ;Quién apago las luces? VOZ DE ROMANA: (Desde otro cuarto.) Yo apagué un quinqué, pero dejé el otro prendido. ;Qué pasa? VOZ DE FABRIZIA: Yo estoy en mi hamaca. VOZ DE AGUSTINA: Prendan aun- que sea un quinqué. ;Sofia! ;Por qué no hablas? ;Sofia! Un momento mas y entra Agustina con un quinqué en la mano, seguida de Romana y de Fabrizia. De entrada no ven a Sofia, luego si. Ella esta trada en el suelo, acurrucada, con Jas manos sobre la cara todavia. Se apresuran a levantarla, pero Sofia no se tiene en pie. Romana trae un frasco, es aguardiente, se lo dan a oler, no funciona, Ie frotan las manos. FABRIZIA: Fueron ellas. AGUSTINA: Culpa nuestra, no debie- ron quedarse solas. (Se sienta en la mecedora grande y tiende los bra- zos.) Aver, Romana, dénmela. (La acomodan en el gran cuerpo de Agustina.) Abre los ojos, por favor. No te pasé nada. De veras, no ha pasado nada. (Se mece.) FABRIZIA: (Y aquéllas? ROMANA: Déjalas, ya apareceran. Mas pronto de lo que quisiéramos. Oscuro. x. Casa del doctor Damian Heredia. La sala. Muebles de mimbre, dos espejos, todo con un airecillo de descuido. Dia siguiente, siete de la maniana. Tocan. Entra Damidn con un camison hasta media pierna y pantuflas, va camino al zaguén. Abre. VOZ DE DAMIAN: {Qué sucede? Pasa. AGUSTINA: (Cansada, despeinada, entra a la sala, ambos se sientan.) Pues mira. Pasé que las yaqui es- tuvieron molestando a Sofia... en principio. Pero la cosa llegé a mas, en realidad la atacaron, le rompie- ron la ropa y la despeinaron. La maltrataron un poco, vaya. Estoy cansadisima. Y lo peor es que esto pas6 porque a pesar de tus reco- mendaciones, no cuidamos a nadie. Cuestion de minutos, pa- rece mentira. Sofia no quiere hablar, ni abrir los ojos... pero durmi6 un rato y en cuanto se le quité el susto empezo a respiraren forma acompasada. DAMIAN: (Tranquilo.) Las yaqui tienen que irse a otra casa. Creo que lo mejor seria mandarlas a La Na- turaleza con los Camden. AGUSTINA: Tienen tres yaqui en La Naturaleza. DAMIAN: Pues van a tener cinco. Alli estan acostumbrados a recibir indias en cualquier estado lamentable, ahi pueden curarlas, cuidarlas y poner- las a trabajar. Comen, se visten y hasta ganan dinero. Es lo mejor que se ha descubierto hasta ahora, ni siquiera se enferman. Es lo mejor 29 que se ha hecho por ellas. AGUSTINA: Ideas de la abuela de Gabriel Camden. DAMIAN: No he desayunado. Tu tampoco, (no? AGUSTINA: No. Ni ganas tengo. {No has visto al doctor Escobedo? DAMIAN: No. Por fortuna casi no nos encontramos. Le presté el con- sultorio en las mafianas y me voy antes de que llegue. AGUSTINA: Vaya. No sé cuando te vas a librar de él. DAMIAN: No gana como para poner- se un consultorio propio. {Quieres que yo vea a Sofia? AGUSTINA: Dale una revisada. Mejor de la cabeza seguro no esta. Hasta pensé si seria bueno regre- sarla a Europa, aunque se encuentre con su padre. Algin dia tiene que aceptar eso. DAMIAN: Quiza. Tocan a la puerta, Damian va a abrir. DAMIAN: (Afuera.) Pase usted, doc- tor Escobedo. Agustina se arregla el pelo y se sienta imas derecha. MANUEL: (Entrando.) Doctor Here- dia, usted perdone la molestia. (Finge asombro.) Sefiorita Agusti- na! Perdonen ustedes. Agustina Io ve con desprecio, no con- testa, apenas mueve la cabeza. Ma- nuel va vestido como antes: mal combinado, Ia ropa corriente. Con sombrero de paja y bastén se ve peor. Claro, luce un ojo morado. DAMIAN: (Serio. _) Tenga la bondad de sentarse y de decirnos qué se le ofrece. No tenemos nada que per- donarle... todavia. MANUEL: Pues... no sé si la sefiorita Agustina esta enterada de la con- ducta de ese joven, el mulato. AGUSTINA: No acostumbro llamar a las personas por su compuesto racial. MANUEL: Dice ser pariente de don Apolinar Camden, cosa que yo no creo porque el doctor Camden tiene sangre europea. DAMIAN: {Cual fue su conducta? MANUEL: Tengo la sospecha de que... escandaliz6 de alguna mane- ra a la sefiorita Fierro de Lugo. AGUSTINA: Sospecha 0 puede usted probarlo. MANUEL: (Untuoso.)Sospecha. Sos- pecha. Esas cosas son muy de- licadas. Yo no sé... Pero preguntele ala india que los acompajfiaba. Creo que tiene afios de servirlas. DAMIAN: (Apenas contenido.) Ya le dijo Agustina que no se llama a la gente por su raza. Puede decirle muchacha, joven, sirviente, acom- pafiante y aunque le cueste tra- bajo, puede usted enterarse de su nombre. {Quién le pego, doctor Escobedo? MANUEL: (Incémodo.) {A mi? Na- die. (Lo piensa.) Bueno, no queria decirlo, fue ese joven Camden, el hijo adoptivo. AGUSTINA: Es hijo de una prima 30 hermana de don Apolinar. ;Por qué le pego? MANUEL: (Livido.) Yo... observé que no me parecia su conducta y se lo hice notar. Ese joven, en vez de res- ponderme, jme pego! (Agustina y Damién no pueden reprimir alguna sonrisita.) Fuertemente. A mienten- der, tengo floja una muela. (Pausa. Se crece, toma centro escénico.) Porque yo le tengo verdadera devo- cion a la sefiorita Fierro de Lugo, y al verla tan desvalida en manos de ese cafre... jla traia en una carreta! (A quién se le ocurre? AGUSTINA: (Seca.) Venian de un paseo a la playa, que esta a seis cua- dras. La carreta es nuestra. MANUEL: {Por qué se enfermé ella, entonces? DAMIAN: La sefiorita Fierro de Lugo lleva afios de estar enferma, como usted sabe bien: tiene crisis, desma- yos, ya lo sabe. MANUEL: No lo sé. A mi modo de ver ella estaba perfectamente nor- mal, asustada y molesta, nada mas. Como conviene a una joven de su categoria frente a un... atrevimiento, diria yo. AGUSTINA: Sofia no sufrié ninguna falta de respeto; por lo menos hasta ese momento, no. Pero pensar como usted piensa de una joven de su categoria, es falta de respeto. Hablar asi de Gabriel, me parece vengativo y cobarde. Si tan mal lo juzga, icomo fue que usted no le pego a él, sino lo contrario? DAMIAN: Por supuesto. Pongase en paz, doctor Escobedo y no ande diciendo tonterias. Apuesto a que se lo contd usted a mucha gente. MANUEL: (Sonriente.) Bueno, a dos © tres personas que se interesaron por mi... integridad. Digo, al verme golpeado. DAMIAN: (De pronto muy impacien- te.) {Quiere usted seguir haciendo uso de mi consultorio? MANUEL: Por supuesto, mi in- tencién no era ofenderlo. ;Qué seria de mi sin usted, doctor He- redia? DAMIAN: No sé. Pero le aconsejo que deje en paz a Gabriel Camden y a la sefiorita Fierro de Lugo. qEsta claro? MANUEL: (Entonado otra vez.) (A ella? ;Cémo puedo dejarla en paz? Llevo afios de pensar en ella. Se la llevaron por razones ajenas a su voluntad y a la mia. Agustina se levanta. Damian también. Manuel da varios pasos para atrés. AGUSTINA: Buenos dias. MANUEL: No era mi intencion interrumpirlos. Yo sé que... DAMIAN: {Qué sabe? MANUEL: (Yo? Nada. Nada. Buenos dias. Sale casi corriendo. AGUSTINA: Vamos a desayunar. Qué hambre da la estupidez. DAMIAN: Si. Es muy estimulante. Salen. Oscuro. 31 XI. Casa de la familia Santander Brito. Antecocina. Mismo dia, nueve de la mafiana, Entra por el jardin Gabriel Camden. No hay nadie. GABRIEL: (A media voz.) Romana, Romana. Aparecen dos mozos de las haciendas. Podrian ser mestizos, en casa de don Sebastian Santander nunca se sabe. Estos muchachos son educados, hablan bien, van muy limpios. Vestidos de manta blanca y alpargatas. MOZOS: Buenos dias. Nos mandaron lamar desde anoche, apenas Ilega- mos hace un rato. GABRIEL: Yo recibi un recado de Romana pidiéndome que nos hicié- ramos cargo de dos yaqui. MOZO DOS: Aqui estamos para ayu- darle. Una sola persona no se las puede llevar. GABRIEL: {Saben por donde anda Romana? La puerta estaba abierta. MOZO DOS: Ya lacerré. Ella esté con la nifia Sofia. MOZO UNO: Pasa que no encuentran alas yaqui. Fabrizia y la nifia Agus- tina fueron al segundo patio y nosotros estabamos revisando los cuartos del jardin. GABRIEL: {Se habran ido a la calle? MOZO DOS: Estaba cerrada la puerta hasta que llegamos. Entran Fabrizia y Agustina. Las dos muy nerviosas, Fabrizia Hora y Agus- tina tembla. AGUSTINA: ;Gabrielito! Dios te trajo para que nos ayudes. GABRIEL: Para servirlas. Ustedes diran. Agustina se sienta en la banca, Fabrizia va hacia la cocina. AGUSTINA: Esas nifias quisieron esconderse en el aljibe y... se aho- garon, Gabriel. Esa es el agua de beber y baifiarse, jte imaginas eso? Alli estan. (Tiembla més.) Qué cosa tan horrible! Flotando como dentro de una pecera! Gabriel mira a los mozos, ellos van hacia la cocina. MOZO UNO: Fabrizia, dame un bal- de y una escalera. Y una soga, por si se ofrece. MOZO DOS: Tenemos que sacarlas y sacar toda el agua. Y lavar. Menos mal que tienen otros dos aljibes. Gabriel busca en un armario, en- cuentra una botella de aguardiente. Lo sirve en un vaso y se Io tiende a Agustina. GABRIEL: Tomeselo, esta usted muy alterada. AGUSTINA: (Lo toma poco a poco.) Gracias. Y yo creia que no tenia nervios. ;Dios mio! Pobres cria- turas. No sé como decirselo a Sofia. GABRIEL: (Por qué? {Tuvo algan incidente con ellas? AGUSTINA: Pues si. Un incidente sin consecuencias para Sofia; no esta 32 peor. Por eso quisieron ocultarse, creian haber hecho algo muy malo. No fue mas que una... tonteria. Pero con Sofia no se puede jugar, como. bien sabes. Claro, ellas tenian razon en tener miedo, deben de haber pensado que ibamos a entregarlas a los soldados, las infelices. No hubié- ramos tenido forma de explicarles que iban a ir con ustedes. GABRIEL: {Como esta Sofia? AGUSTINA: Sentada en la nica cama de la casa hablandole a Roma- na de la santidad. GABRIEL: {Con eso otra vez? Se le habia quitado. AGUSTINA: Peor que nunca. GABRIEL: {Puedo verla? AGUSTINA: (Se levanta.) A ver si quiere venir. Tengo que decirle a Romana. Sale Agustina hacia el interior de la casa. Gabriel se deja caer en Ia me- cedora. Entra Fabrizia desde Ia cocina con un vaso de horchata sobre un platito. FABRIZIA: Toma Gabriel, ya esta ha- ciendo calor. GABRIEL: (Lo recibe.) Gracias. (Fa- brizia lagrimea.) FABRIZIA: Dice Romana que es muy triste ser de otra raza, pero yo... no soy como ellas. GABRIEL: Eso es lo malo, ser como ellas y de ninguna manera ser como. ellas. FABRIZIA: No las traté bien; apenas lo necesario. Les tenia miedo. (Pau- sa.) Por eso dejé a Sofia con ellas. GABRIEL: (Alerta.) ;Hiciste eso? FABRIZIA: Si. Yo tengo la culpa de todo, Nada mas le quitaron las barajas, la despeinaron, le rompie- ron la ropa... pero no tiene ni un rasgufio. La asustaron. GABRIEL: Nada mas. Entra Romana, angustiadisima. ROMANA: (A Gabriel,);Ya lo oiste? No supimos cuidarlas ni tampoco a Sofia. Tres mujeres y no servimos para nada. Se nos han matado y no fuimos capaces de evitarlo porque las tres, las tres, tenemos la cabeza lena de basura. Fabrizia, dame medio vaso de agua con diez gotas de valeriana. Y sirvete otra racion, seguro la necesitas. {Qué vamos a decirle a papa Sebastian? Nos man- da dos chiquillas para que las cui- demos y se las devolvemos muertas. Ellas no eran un caso perdido. Sin embargo, queriamos sacarlas de aqui, porque ellas, a fin de cuentas, no son nadie. Lo mismo hubié- ramos hecho con un perro. {No habré otro lugar mejor para vivir? Perdoname Gabrielito, pero es muy duro, muy duro. Gabriel asiente, mortificado y silen- cioso. Entra Sofia, ya vestida y con el pelo suelto, curiosamente descalza. Gabriel se levanta. SOFIA: Buenos dias, Gabriel. Siéntate. Se sientan. Sofia esté anormalmente tranquila, como si nada pasara y ella 33 pudiera imponerse sobre la realidad. GABRIEL: {Cémo estas? SOFIA: Yo? Muy bien. Nunca me he sentido mejor. (Pausa, Gabriel mantiene los ojos bajos. Romana y Fabrizia, de mutuo acuerdo, salen hacia Ia cocina.) {Por qué no me miras? (Gabriel /a mira, pero calla.) Estas enojado conmigo? GABRIEL: No, de ningtin modo. Yo nunca me he enojado contigo, ya lo sabes. SOFIA: Gracias. Yo no merezco tu bondad. (A Gabriel le brillan los Qjos: no se trata de bondad.) Quiero decir... que no valgo la pena. Soy imprudente, ves? Molesto a los demas. Y nunca, nunca, me acuerdo de que Dios me mira, me mira y me castiga. GABRIEL: No es verdad. Nadie te castiga. Hay cosas que pasan. SOFIA: Si. Pasan y tu las ves. Pero no ves las que pasan en mi cabeza, esas son muy malas. GABRIEL: (No has pensado en volver a Europa? Yo te acompaiiaria. Te llevaria de nuevo a pasear por los Campos Eliseos. SOFIA: No podemos. (Tranquila, hasta petulante.) (Sabes por qué? (Gabriel niega con Ia cabeza.) Porque perdimos la inocencia. GABRIEL: (Qué inocencia perdiste? No eres inocente, te gusta enterarte de las cosas... {Qué sabes ahora que no supieras antes? Apenas Io ha dicho, se arrepiente. Sofia sabe ahora que él la ama y no puede enfrentarlo. Sofia se turba. SOFIA: Sé que yo soy... una loca. (Rd- pido, para cambiar de tema.)Sé que he causado la muerte a dos personas. GABRIEL: Definitivamente no. SOFIA: Si. Por mi fue. Por lo que me hicieron. Se burlaron de que yo... GABRIEL: Sofia, en esta casa, todas nadan en culpabilidad. Ellas sabran qué sienten y por qué, pero la que no tiene culpa eres tu. {No te das cuenta? Ellas te agredieron. SOFIA: Pero yo estuve molestando a Romana y a mi tia Agustina y por eso me dejaron sola. GABRIEL: Pero a las yaqui no, jo si? SOFIA: No. No me tienes confianza. Yo no les hice nada, salvo matarlas. Eso si. Por mi estan muertas. Yo no voy a Europa, ya sabes por qué. GABRIEL: No. No sé qué hacer. Pero alla pueden ayudarnos igual que otras veces, mi papa Apolinar siempre nos ha sacado adelante, nos ha dicho qué hacer. SOFIA: En cambio, mi papa Juan José nunca ha dicho qué hacer y alli esta. Yo no me pongo en sus manos. Entra uno de los Mozos, muy mojado. MOZO UNO: Necesitamos dos saba- nas, ya las sacamos... Entra Romana, de prisa, va a buscar las sdbanas, Entra el otro Mozo, también mojado. MOZO DOS: (A Gabriel.) Te las vas a llevar en el tilburi? 34 GABRIEL: (Quien no habia pensado en eso.) Ah... claro. Podemos en- terrarlas en La Naturaleza. ‘Salen los Mozos. Ve a Sofia, de pronto, Jos dos saben que no hay nada que decirse. Sin embargo, Gabriel, extiende una mano como para tocarle el rostro y ella se sobresalta, se aleja. Sale entonces Gabriel. Ahora Sofia esta sola. Agarra el viejo sombrero de paja que estd colgado en Ja pared y se lo pone; da una vuelta como si fuera a batlar. Luego va al Nacimiento Cataldn y toma Ia sota de copas de donde Ia guardo. SOFIA: La sota de copas. (Se /a pone sobre el pecho, dentro de la ropa.) La encontré. Una Sofia la guardé y otra la encuentra. La sota de copas. (Sale por el jardin, sin verdadera prisa, descalza.) Oscuro. XI. Casa del doctor Damian Heredia. El cubo del zagudn, inmediatamente después. Un espacio con sillas que es en realidad la sala de espera. Un per- chero de pie donde estan el sombrero y el baston del doctor Manuel Esco- bedo. Esta habitacion tiene puerta al interior de la casa, al consultorio y al propio zaguan que da ala calle. Tocan al zagudn discretamente. Aparece el doctor Escobedo, vestido como hemos visto, viene del consultorio. Abre. Es Sofia, como la hemos visto, muy serena. Parece un cuadro peculiar enmarcado en el zagudn. MANUEL: jSefiorita Sofia! Pase us- ted, ,quiere sentarse? (Sofia /o hace, se acomoda Ia ropa.) {No se siente bien? SOFIA: No mas mal que antes. Yo he venido aqui antes. MANUEL: (De pie.) Claro. Ayer. SOFIA: No. Mucho antes. Aquella vez que vine a buscarlo para que se casara conmigo. Manuel piensa; quiere no cometer errores, tener cautela. MANUEL: Nadie me dijo eso. SOFIA: Lo supongo. Ahora vengo a lo mismo. A decirle que si le inte- tesa, podemos casarnos. Manuel se alarma. Pero sabe que es la oportunidad de su vida. MANUEL: (Esta usted segura? SOFIA: Completamente segura. MANUEL: {Por qué? Digo, ;por qué quiere casarse conmigo? SOFIA: No es importante que sepa mis razones. MANUEL: Es importante para mi. SOFIA: (Apenas sarcdstica.) Muy bien. Sé que seré bienvenida porque tengo dinero. {O no? MANUEL: (Con esfucrzo.) No sé si ponerlo asi, pero el dinero no estorba, digamos. El bienestar econdmico es casi una garantia de felicidad. SOFIA: No me habia dado cuenta, doctor Escalante. MANUEL: Escobedo. Manuel Es- 35 cobedo. SOFIA: Podemos casarnos enseguida. La iglesia esta alli enfrente, apenas atravesando el parque. MANUEL: Con perdon de usted, el cura no se dejara convencer. Es... extravagante. Podemos tener una boda normal. SOFIA: (Normal? ;Yo? Yo nunca he hecho nada normal, asi soy. Y si nos casara. En primer lugar no me conoce; es nuevo y vino durante mi ausencia. En segundo, si no quiere, le diré que dormi con usted. MANUEL: {Adonde oyé usted... ese término? SOFIA: Por alli. No he dormido con nadie. Pero le apuesto que nos casa enseguida. Eso de dormir parece ser alarmante. MANUEL: Pero eso mancha el honor. SOFIA: No. Porque me caso. El matri- monio quita todo, ino se ha dado cuenta? MANUEL: No. No sabia. SOFIA: Abre el camino al martirio y se quitan todos los pecados ante- riores. Vamos, {no? Si esperamos que venga el doctor Heredia o mi tia Agustina, no nos van a dejar casar. Me van a mandar a Europa con Gabriel Camden, como la otra vez. Manuel sabe que asi es. De nuevo la idea de que no se presentard otra oportunidad. MANUEL: Si... podrian decir que me he aprovechado de... un arrebato de usted. Anular el matrimonio. SOFIA: No si digo lo mismo... eso que voy a decirle al padre. Mi abuelo Sebastian no lo permitiria, mi papa tampoco. (Se Jevanta.) {Quiere dejar pasar el momento? MANUEL: (Sincero, con alguna inde- cisién.) No, no quiero dejar pasar el momento. A fin de cuentas, de nada lesirvid su estancia en Europa. Y yo... yo queria casarme con usted, desde hace mucho tiempo, pero no hubo ocasion de comunicarle mis... SOFIA: Fantasias. Vamos. Esta escrito que me case. (Se saca Ja baraja del pecho.) Esta es mi carta, la sota de copas, eso quiere decir. Lo sé desde la semana pasada. Manuel ve Ia baraja. La vea ella, Aho- ra cae en la cuenta de que Sofia esté viviendo una experiencia fuera de la realidad. Se decide. Sin embargo, Sofia stente que él esta inseguro. SOFIA: Hasta vine descalza, porque segiin dijo usted ayer, mostrar los pies es sefial de algo terrible. MANUEL: (Finalmente. )Si, este es el momento. {Qué decia usted del comienzo del martirio? SOFIA: (Astuta.) Cosas mias. Esta usted en el camino de salvarme. Vamos. Manuel se pone el sombrero, toma el baston. Sofia contempla con desapro- baci6n a su futuro esposo. SOFIA: Después vamos a que se compre usted otro sombrero. MANUEL: (Resentido.) El suyo no es nuevo. SOFIA: Es verdad. Habra tiempo de que cada quién se compre su som- brero. (Caminan hasta el zaguan. Sofia, triunfante, se vuelve con alientos de desposada, sonriente.) Descalza y con la sota en la mano. Salen, cierran Ia puerta. Oscuro. Julio-agosto, 2000.

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